miércoles, 3 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 9

Nick alargó el brazo, cogió el colgante que Cupido llevaba al cuello y tiró de él con fuerza.
- De este modo me aseguro de que regreses.
Cupido se frotó el cuello; parecía bastante malhumorado.
- Ten mucho cuidado. Ese arco puede ser muy peligroso si cae en las manos equivocadas.
- No temas. Recuerdo muy bien cómo duele.
Ambos intercambiaron una mirada cargada de significado.
- Hasta ahora -se despidió Cupido dando una palmada, y junto con Psique, se desvaneció entre los vapores de una neblina dorada.
___ retrocedió un paso, con la mente en ebullición. No podía acabar de creerse lo que había presenciado.
- Debo estar soñando -murmuró-. O eso, o he visto demasiados episodios de Xena.
Permaneció muy quieta mientras se esforzaba por digerir todo lo que había visto y oído.
- No puede haber sido real. Debe ser algún tipo de alucinación.
Nick suspiró con cansancio.
- Me gustaría poder creerlo.
- ¡Dios Santo!, ¡ése era Cupido! -exclamó Yari extasiada-. Cupido. El real. Ese querubín tan mono que tiene poder sobre los corazones.
Nick resopló.
- Cupido es cualquier cosa menos «mono». Y con respecto a los corazones, se encarga de destrozarlos.
- Pero hace que la gente se enamore.
- No -le contestó, apretando con más fuerza el colgante entre sus dedos-. Lo que él ofrece es una ilusión. Ningún poder celestial puede conseguir que un humano ame a otro. El amor proviene del corazón -confesó con una nota apesadumbrada en la voz.
___ buscó su mirada.
- Hablas como si lo supieras de primera mano.
- Lo sé.
___ sentía su dolor como si fuese el de ella. Alargó el brazo para tocarle suavemente el brazo.
- ¿Eso fue lo que le ocurrió a Selena? -le preguntó en voz baja.
Nick apartó la mirada de __, pero ella captó el sufrimiento que se reflejó en sus ojos.
- ¿Hay algún lugar donde pueda cortarme el pelo? -preguntó inesperadamente.
- ¿Qué? -respondió ___, consciente de que había cambiado el tema para, de ese modo, no tener que contestar a su pregunta-. ¿Por qué?
- No quiero tener nada que me recuerde a "ellos" -el dolor y el odio que se veían en su rostro eran tangibles.
De mala gana, ___ asintió.
- Hay un lugar en el Brewery.
- Por favor, llévame.
Y ___ lo hizo. Abrió la marcha de vuelta al centro comercial, hasta llegar al salón de belleza.
Nadie dijo una palabra hasta que estuvo sentado en la silla con la estilista detrás.
- ¿Está seguro de que quiere cortárselo? -preguntó la chica, pasando las manos con una caricia reverente entre los largos y dorados mechones-. Le aseguro que es magnífico. La mayoría de los hombres están espantosos con el pelo largo, pero a usted le sienta de maravilla, ¡lo tiene tan saludable y suave! Me encantaría saber qué usa para acondicionarlo.
El rostro de Nick permaneció impasible.
- Córtelo.
La chica, una diminuta morena, miró por encima de su hombro buscando a ___.
- ¿Sabe? Si tuviese esto en mi cama todas las noches y pudiese acariciarlo, no me gustaría nada
que quisiese estropearlo.
___ sonrió. Si la chica supiera...
- Es su pelo.
- Está bien -contestó con un suspiro resignado. Lo cortó justo por encima de los hombros.
- Más corto -dijo Nick mientras la chica se alejaba.
La estilista pareció sorprendida.
- ¿Está seguro?
Nick asintió con la cabeza.
___ observó en silencio cómo la chica le cortaba el pelo dejándoselo con un estilo que recordaba
al David de Miguel Ángel, con los rizos alborotados enmarcándole el rostro.
Estaba más deslumbrante que antes, si es que eso era posible.
- ¿Qué tal? -le preguntó la chica finalmente.
- Está bien -le respondió él-. Gracias.
___ pagó el corte y le dio una propina a la chica. Miró a Nick y sonrió.
- Ahora pareces de esta época.
Él volvió la cabeza con un gesto rápido, como si ella le hubiese dado un bofetón.
- ¿Te he ofendido? -le preguntó ___, preocupada por la posibilidad de haberle hecho daño
inadvertidamente. Eso era lo último que Nick necesitaba.
- No.
Pero ___ lo intuía. Algo relacionado con su comentario le había herido. Profundamente.
- Entonces -dijo Yare pensativamente, mientras se unían a la multitud que atestaba el Brewery-,
¿eres hijo de Afrodita?
Él la miró de reojo, furioso.
- No soy hijo de nadie. Mi madre me abandonó, mi padre me repudió y crecí en un campo de batalla
espartano, bajo el puño de cualquiera que anduviese cerca.
Sus palabras desgarraron el corazón de ___. No era de extrañar que fuese tan duro. Tan fuerte.
La asaltó una inquietud: ¿lo habría abrazado alguien con cariño alguna vez? Sólo una vez, sin
que él tuviese que complacer a ese alguien primero.
Nick encabezaba la marcha y ___ observaba su andar sinuoso. Parecía un depredador esbelto y letal.
Llevaba los pulgares metidos en los bolsillos delanteros de los vaqueros, y caminaba totalmente
ajeno a las mujeres que suspiraban y babeaban a su paso.
Intentó imaginarse a Nick con la apariencia que habría tenido llevando su armadura de batalla.
Dada su arrogancia y su modo de moverse, debía haber sido un fiero luchador.
- Yare -llamó a su amiga en voz baja-. ¿No leí en la facultad que los espartanos golpeaban a sus
hijos todos los días, para comprobar el grado de dolor que podían soportar?
Nick le contestó en su lugar.
- Sí. Y una vez al año, hacían una competición en busca del chico que aguantase la paliza más
dura sin llorar.
- Un gran número de ellos moría por la brutalidad de las competiciones -añadió Yari-. Bien
durante la paliza o por las posteriores heridas.
___ lo recordó todo de repente. Sus palabras acerca de ser entrenado en Esparta y su odio por los
griegos.
Yari miró con tristeza a ___ antes de dirigirse a Nick.
- Siendo el hijo de una diosa, supongo que aguantarías más de una paliza.
- Sí, las soportaba -dijo llanamente, con la voz carente de emociones.
___ nunca tuvo más deseos de abrazar a otro ser humano como en ese momento. Quería sostener a Nick
entre sus brazos. Pero sabía que a él no le agradaría.
- Bueno -comentó Yari, y por su mirada, ___ supo que intentaba alegrar el ambiente-, tengo un poco
de hambre. ¿Por qué no pillamos unas hamburguesas en el Hard Rock?
Nick frunció el ceño hasta formar una profunda V.
- ¿Por qué tengo constantemente la impresión de que hablan en otro idioma? ¿Qué es «pillar una
hamburguesa en el Hard Rock»?
___ soltó una carcajada.
- El Hard Rock es un restaurante.
Nick pareció horrorizado.
- ¿Comen en un sitio cuyo nombre anuncia que la comida es más dura que una roca({[]})[1] ?
___ se rió aún más. ¿Por qué nunca se había percatado de eso?
- Es muy bueno, en serio, ya verás.
Salieron del Brewery y atravesaron el estacionamiento en dirección al Hard Rock Café.
Afortunadamente, no tuvieron que esperar demasiado antes de que la camarera les buscase una mesa.
- ¡Oye! -dijo un chico cuando se acercaban a la mujer-. Nosotros llegamos antes.
La camarera le lanzó una mirada glacial.
- "Su" mesa aún no está preparada -y se volvió hacia Nick con ojitos tiernos-. Si es tan amable
de seguirme...
La chica abrió la marcha contoneando las caderas, como si no tuviese otra cosa que hacer.
___ miró a Yari aguantando la risa, y le indicó con un gesto que mirara a la chica.
- No se lo tengas en cuenta -le contestó su amiga-. Nos ha colado por delante de diez personas.
La camarera los llevó hasta una mesa en la parte trasera.
- Aquí se puede sentar -dijo mientras rozaba ligeramente el brazo de Nick-, y yo me encargo de que
su comida no tarde mucho.
- ¿Y nosotras somos invisibles? -preguntó ___ cuando la chica se alejó.
- Empiezo a creer que sí -respondió Yari, sentándose en el banco situado cara a la pared.
__ se sentó enfrente, con el muro a su espalda. Como era de esperar, Nick ocupó un sitio a su
lado.
Ella le ofreció el menú.
- No puedo leer esto -le dijo antes de devolvérselo.
- ¡Ah! -exclamó ___, avergonzada por no haberlo pensando antes-. Supongo que no enseñaban a leer
a los soldados de la antigüedad.
Nick se pasó una mano por la barbilla y pareció adoptar una actitud malhumorada ante el
comentario.
- En realidad sí lo hacían. El problema es que me enseñaron a leer griego clásico, latín,
sánscrito, jeroglíficos egipcios y otras lenguas que hace mucho que desaparecieron. Usando tus
propias palabras, este menú está en griego para mí.
___ se encogió.
- No vas a dejar de recordarme que escuchaste todo lo que dije antes de que aparecieras, ¿verdad?
- Me temo que no.
Apoyó el brazo en la mesa y, en ese momento, Yari apartó la vista del menú y le miró la mano.
Entonces jadeó.
- ¿Eso es lo que yo creo? -preguntó mientras le alzaba la mano.
Para sorpresa de ___, él permitió que le agarrara la mano y que mirara el anillo.
- ___, ¿has visto esto?
Ella se incorporó en el asiento para poder verlo más de cerca.
- No, la verdad. He estado un tanto distraída.
*Un tanto distraída, sí, claro. Eso es como decir que el Everest es un adoquín.*
Aún bajo la tenue luz del local, el oro emitía luminosos destellos. La parte superior era plana y
tenía grabada una espada rodeada de hojas de laurel, e incrustadas entre las hojas, había unas
piedras preciosas que parecían ser diamantes y esmeraldas.
- Es hermoso -dijo ___.
- Es un jodido anillo de general, ¿cierto? -preguntó Yari-. No eras un simple soldado de a pie.
¡Eras un puto general!
Nick asintió sobriamente.
- El término es equivalente.
Yari soltó el aire totalmente anonadada.
- __, ¡no tienes ni idea! Nick tuvo que ser alguien realmente relevante en su tiempo para tener
este anillo. No se lo daban a cualquiera -y movió la cabeza-. Estoy muy impresionada.
- ¿Se supone que debe ser tan pequeño?
Nick sonrió.
- ¿Es que nunca has oído esa frase que dice: «El tamaño no importa»?
___ puso los ojos en blanco.
- No quiero ni escucharla de un hombre que la tiene tan grande como tú.
- ¡___! -jadeó Yare-. Jamás te había oído hablar así.
- He sido extremadamente comedida, considerando todo lo que ustedes me han dicho estos últimos
días.
Nick acarició el pelo que le caía sobre los hombros. Esta vez, ___ no se retiró. Estaba haciendo
progresos.
- Entonces, dime cómo usa Cupido esto -le dijo ella. Nick dejó que sus dedos acariciaran los
sedosos mechones de su pelo. Brillaban aun con la escasa luz del restaurante. Deseaba tanto sentir
ese pelo extendiéndose sobre su pecho desnudo... Enterrar su rostro en él y dejar que le
acariciara las mejillas.
Con la mirada ensombrecida, imaginó cómo se sentiría al tener el cuerpo de ___ rodeándolo. Y el
sonido de su respiración junto al oído.
- ¿Nick? -preguntó ella, sacándolo de su ensoñación-. ¿Cómo lo utiliza Cupido?
- Puede adoptar un tamaño semejante al del arco, o puede hacer que el arma se haga más grande.
Depende del momento.
- ¿En serio? -preguntó Yari-. No lo sabía.
La camarera llegó corriendo y colocó la bandeja sobre la mesa, mientras devoraba con los ojos a
Nick como si fuese el especial del día.
- No lo estés -le contestó Nick.
Por primera vez en años, ___ envidió la licenciatura en Historia Antigua de su amiga. Yari sabía
mucho más acerca de Nick y de su mundo de lo que ella jamás podría averiguar.
Pero no parecía necesitar ese grado de conocimiento para entender lo doloroso que debía haber sido
para él pasar de ser un general que ordenaba a un ejército, a un esclavo gobernado por las
mujeres.
- Apuesto a que eras un magnífico general -dijo ___.
Nick la miró, captando la sinceridad con la que había pronunciado sus palabras. Por alguna
inescrutable razón, su cumplido le reconfortó.
- Hice lo que pude.
- Apuesto a que les diste una patada en el culo a unos cuantos ejércitos -continuó ella.
Él sonrió. No había pensado en sus victorias desde hacía siglos.
- Pateé a unos cuantos romanos, sí.
___ se rió ante el uso del vocabulario.
- Aprendes rápido.
- ¡Oye! -exclamó Yari, interrumpiéndolos-. ¿Puedo echarle un vistazo al arco de Cupido?
- ¡Sí! -exclamó ___-. ¿Podemos?
Yari lo sacó de su bolsillo y lo dejó sobre la mesa.
- Con cuidado -advirtió a Yari mientras alargaba el brazo-. La flecha dorada está cargada. Un
pinchacito y te enamorarás de la primera persona que veas.
Ella retiró la mano.
___ cogió el tenedor y con él arrastró el arco hasta tenerlo cerca.
- ¿Se supone que debe ser tan pequeño?
Nick sonrió.
- ¿Es que nunca has oído esa frase que dice: «El tamaño no importa»?
___ puso los ojos en blanco.
- No quiero ni escucharla de un hombre que la tiene tan grande como tú.
- ¡___! -jadeó Yare-. Jamás te había oído hablar así.
- He sido extremadamente comedida, considerando todo lo que ustedes me han dicho estos últimos
días.
Nick acarició el pelo que le caía sobre los hombros. Esta vez, ___ no se retiró. Estaba haciendo
progresos.
- Entonces, dime cómo usa Cupido esto -le dijo ella. Nick dejó que sus dedos acariciaran los
sedosos mechones de su pelo. Brillaban aun con la escasa luz del restaurante. Deseaba tanto sentir
ese pelo extendiéndose sobre su pecho desnudo... Enterrar su rostro en él y dejar que le
acariciara las mejillas.
Con la mirada ensombrecida, imaginó cómo se sentiría al tener el cuerpo de ___ rodeándolo. Y el
sonido de su respiración junto al oído.
- ¿Nick? -preguntó ella, sacándolo de su ensoñación-. ¿Cómo lo utiliza Cupido?
- Puede adoptar un tamaño semejante al del arco, o puede hacer que el arma se haga más grande.
Depende del momento.
- ¿En serio? -preguntó Yari-. No lo sabía.
La camarera llegó corriendo y colocó la bandeja sobre la mesa, mientras devoraba con los ojos a
Nick como si fuese el especial del día.
Muy discretamente, Nick recogió el arco de encima de la mesa y lo devolvió a su bolsillo.
- Siento mucho haberle hecho esperar. Si hubiese sabido que no iban a atenderle de inmediato, yo
misma le habría tomado nota nada más sentarse.
___ le dirigió a la chica una mirada ceñuda. ¡Joder!, ¿es que Nick no podía tener cinco minutos
de tranquilidad, sin que una mujer se le ofreciera abiertamente?
*¿Y eso no te incluye a ti?*
Se quedó helada ante el giro de sus pensamientos. Ella se comportaba exactamente igual que las
demás, mirándole el culo y babeando ante su cuerpo. Era un milagro que él soportara su presencia.
Hundiéndose en el asiento, se prometió a sí misma que no lo trataría de aquel modo. Nick no era
un trozo de carne. Era una persona, y merecía ser tratado con respeto y dignidad.
Pidió el menú para los tres, y cuando la camarera regresó con las bebidas, trajo una bandeja de
alitas de pollo al estilo Búfalo.
- Nosotros no hemos pedido esto -apuntó Yari.
¡Oh, ya lo sé! -respondió la chica, sonriendo a Nick-. Hay mucho trabajo en la cocina y
tardaremos un poco más en poder servirle la comida. Pensé que debería estar hambriento y por eso
le traje las alitas. Pero si no le gustan, puedo traer cualquier otra cosa; la casa invita, no se
preocupe. ¿Preferiría otra cosa?
¡Puaj! El doble sentido era tan obvio que a ___ le entraron ganas de arrancarle de raíz el pelo
cobrizo.
- Está bien así, gracias -le dijo Nick.
- ¡Ay, Dios mío!, ¿puede hablar un poco más? -le pidió la chica, a punto de desmayarse-. ¡Oh,
por favor, diga mi nombre! Me llamo Mary.
- Gracias, Mary.
- ¡Ooooh! -exclamó la camarera-. Se me ha puesto la piel de gallina -y con una última mirada a
Nick, cargada de deseo, se alejó de ellos.
- No puedo creerlo -comentó ___-. ¿Las mujeres siempre se comportan así contigo?
- Sí -contestó él con la ira reflejada en la voz-. Por eso odio mostrarme en lugares
públicos..
- No dejes que te moleste -le dijo Yari, mientras cogía una alita de pollo-. Definitivamente, tu
presencia resulta muy útil. De hecho, propongo que lo saquemos más a menudo.
___ dejó escapar un bufido.
- Sí, bueno; si esa criatura anota su nombre y su número de teléfono en la cuenta antes de
dárnosla, tendré que darle un bofetón.
Yari estalló en carcajadas.
Antes de que ___ pudiese preguntar cualquier otra cosa, Cupido entró sin prisas en el restaurante,
y se acercó hasta ellos.
Tenía un ligero moratón en el lado izquierdo de la cara, donde Nick lo había golpeado. Intentó
mostrarse indiferente, pero aun así, ___ percibió la tensión en su interior, como si estuviese
preparado para huir en un momento dado. Arqueó una ceja ante el pelo corto de Nick, pero no dijo ni
una palabra mientras tomaba asiento junto a Yari.
- ¿Y bien? -preguntó Nick.
Cupido suspiró profundamente.
- ¿Quieres que primero te dé las malas noticias o prefieres las pésimas?
- Veamos... ¿qué tal si hacemos que mi día sea más memorable? Comienza con las pésimas y sigue
con las malas para intentar mejorar el ambiente.
Cupido asintió.
- De acuerdo. En el peor de los casos, la maldición jamás se podrá romper.
Nick se tomó la noticia mejor que Grace; apenas si hizo un gesto de aprobación.
___ miró a Cupido con los ojos entornados.
- ¿Cómo puedes hacerle esto? ¡Dios Santo!, mis padres habrían removido cielo y tierra para
ayudarme, y tú te limitas a sentarte sin ni siquiera decirle "lo siento". ¿Qué clase de hermano
eres?
- ___ -la amonestó Nick-. No lo retes. No sabemos qué consecuencias puede traer.
- Eso es cierto mort...
- Tócala -le interrumpió Nick- y utilizaré la daga que llevas en el cinturón para sacarte el
corazón.
Cupido se movió para alejarse de él.
- Por cierto, te olvidaste algunos detalles jugosos cuando me contaste tu historia.
Nick lo miró furioso, con los ojos entrecerrados.
- ¿Como qué?
- Como el hecho de que te acostaras con una de las sacerdotisas vírgenes de Príapo. Tío, ¿en
qué estabas pensando? Ni siquiera te preocupaste de quitarle la túnica mientras la tomabas. No
eras tan estúpido como para hacer eso, ¿se puede saber qué te ocurrió?
- Por si se te ha olvidado, estaba muy enfadado con él en aquel momento -dijo con amargura.
- Entonces deberías haber buscado a una de las seguidoras de mami. Para eso están.
- Ella no fue la que mató a mi esposa. Fue Príapo.
___ estuvo a punto de sufrir un infarto al escucharlo. ¿Estaba hablando en serio?
Cupido ignoró la abierta hostilidad de Julian.
- Bueno, Príapo aún está un poco sensible con respecto al tema. Parece que lo ve como el último
de tus insultos.
- ¡Ah, ya entiendo! -gruñó Nick-. El hermano mayor está enfadado conmigo por haberme atrevido a
tomar a una de sus vírgenes consagradas, ¿es que esperaba que me sentara tan tranquilo y dejara
que él matara a mi familia a su antojo? -La ira que destilaba su voz hizo que a ___ se le erizara
el vello de la nuca-. ¿Te molestaste en preguntarle a Príapo por qué fue tras ellos?
Cupido se pasó una mano por los ojos y dejó escapar un suspiro entrecortado.
- Claro, ¿recuerdas que perseguiste a Livio y lo derrotaste en Conjara? Pues él pidió que se
vengara su muerte, justo antes de que le cortaras la cabeza.
- Estábamos en guerra.
- Ya sabes lo mucho que siempre te ha odiado Príapo. Estaba buscando una excusa para poder lanzarse
sobre ti sin temor a sufrir represalias; y se la diste tú mismo.
___ observó a Nick, cuyo rostro era una máscara inexpresiva.
- ¿Le has dicho a Príapo que quiero verlo? -le preguntó.
- ¿Estás loco? ¡Maldición! Claro que no. Mencioné tu nombre y estuvo a punto de estallar de
furia. Dijo que podías pudrirte en el Tártaro durante toda la eternidad. Créeme, no te gustaría
estar cerca de él.
- ¡Ja! ¡Me encantaría!
Cupido asintió.
- Vale, pero si lo matas, tendrás que vértelas con Zeus, Tesífone y Némesis.
- ¿Y crees que me asustan?
- Ya sé que no, pero no quiero verte morir de ese modo. Y si no fueses tan terco como una mula, al
menos durante tres segundos, tú mismo te darías cuenta. ¡Venga ya! ¿De verdad quieres
desencadenar la ira del gran jefe?
Por la expresión de Nick, __ hubiera dicho que le daba exactamente igual.
- Pero -continuó Cupido-, mami señaló que existe un modo de acabar con la maldición.
___ contuvo la respiración mientras la esperanza revoloteaba en los ojos de Nick. Ambos esperaron a
que Cupido se explicara.
En lugar de seguir, él se dedicó a observar el interior del sombrío local.
- ¿Crees que esta gente se come esta mier...?
Nick chasqueó los dedos delante de los ojos de su hermano.
- ¿Qué hago para romper la maldición?
Cupido se arrellanó en el asiento.
- Ya sabes que todo en el universo es cíclico. Todo lo que comienza tiene un final. Puesto que fue
Alexandria la que originó la maldición, debes ser convocado por otra mujer dedicada a Alejandro.
Una que también necesite algo de ti. Debes hacer un sacrificio por ella y... -entonces, estalló en
carcajadas.
Hasta que Nick se estiró por encima de la mesa y le agarró por la camiseta.
- ¿Y...?
Él le dio un empellón para que le soltara y adoptó una actitud seria.
- Bueno... -continuó mirando a __ y a Yari-. ¿Nos disculpan un momento?
- Soy una sexóloga -le dijo ___-. Nada de lo que digas podrá sorprenderme.
- Y yo no pienso levantarme de esta mesa hasta que escuche los jugosos cotilleos -confesó Yari.
- De acuerdo entonces -convino Cupido, mientras miraba de nuevo a Nick-. Cuando la mujer consagrada
a Alejandro te invoque, no podrás meter tu cucharita en su jarrita de mermelada hasta el último
día. Será entonces cuando deban unirse carnalmente antes de la medianoche, y te encargarás de no
separar sus cuerpos hasta el amanecer. Si sales de ella en cualquier momento, por cualquier motivo,
regresarás de inmediato al libro y la maldición seguirá vigente.
Nick maldijo y miró hacia otro lado.
- Exactamente -le contestó su hermano-. Sabes lo fuerte que es la maldición de Príapo. No hay una
puñetera forma de que aguantes treinta días sin tirarte a tu invocadora.
- Ése no es el problema -dijo Nick entre dientes-. El problema radica en encontrar a una mujer
consagrada a Alejandro que me invoque.
Con el corazón latiendo desenfrenado a causa de los nervios, ___ se incorporó en el asiento.
- ¿Qué significa lo de «una mujer consagrada a Alejandro»?
Cupido encogió los hombros.
- Que tiene que llevar el nombre de Alejandro.
- ¿Como apellido? -preguntó ella.
- Sí.
___ alzó los ojos y buscó la mirada apesadumbrada de Nick.
- Nick, mi nombre completo es ___ Alexander.Nick miró fijamente a ___; su mente no paraba de darle
vueltas a lo que acababa de decir.
¿Sería cierto? ¿Podría atreverse a creerlo? ¿A tener esperanza después de tanto tiempo...?
- ¿Tu apellido es Alexander? -repitió, incrédulo.
- Sí -le respondió ella, con una sonrisa alentadora en el rostro.
Cupido observó a su hermano con una mirada severa.
- ¿Ya han intimado ustedes dos?
- No -contestó Nick-. Aún no -y pensar que había estado enfadado por eso...
___ había evitado que cometiera el tercer error más grande de su vida. En ese momento la besaría.
Una sonrisa iluminó el rostro de Cupido.
- Bueno, maldita sea mi suerte... En fin, mejor no nombrar la cuerda en casa del ahorcado... Nunca
he conocido a una mujer que pudiese estar cerca de ti más de diez minutos sin arrojarse a...
- Cupido -le cortó Nick, antes de que soltara un largo discurso acerca del número de mujeres con
las que se había acostado-. ¿Tienes algo más que decir que nos sea útil?
- Una cosa más. La fórmula de mami sólo tendrá éxito si Príapo no lo descubre. Si lo hace,
podría evitar que te liberaras con su característica mala sombra.
Nick apretó los puños ante el recuerdo de algunas de las acciones más repugnantes de su hermano.
Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Príapo le había odiado desde que nació. Y con el
paso de los años, su hermano había dado un nuevo significado a la expresión «rivalidad
fraternal».
Nick dio un sorbo a su bebida.
- No lo descubrirá a menos que tú se lo digas.
- A mí no me mires -replicó Cupido-. No soy de los suyos. Me confundes con el primo Dion. Y ahora
que lo recuerdo, tengo que reunirme con mis chicos. Planeamos hacer un gran tributo al viejo Baco
esta noche -alargó el brazo y dejó la mano con la palma hacia arriba-. Mi arco, si eres tan
amable.
Con mucho cuidado, para no pincharse, Nick lo sacó del bolsillo y se lo devolvió.
En ese momento percibió la extraña mirada de su hermano mayor; una mirada de afecto sincero.
- Estaré cerca por si me necesitas. Sólo tienes que llamarme; por mi nombre, nada de Cupido. Y por
favor, deja eso de «bastardo inútil», ¡joder! -le miró con una sonrisa presuntuosa-. Debería
haber sabido que eras tú.
Nick no dijo nada mientras recordaba lo que había sucedido la última vez que tomó la palabra de
su hermano, y le pidió ayuda.
Cupido se levantó, miró a ___ y a Yari, y sonrió a Nick.
- Buena suerte con tu intento de obtener la libertad. Que la fuerza de Ares y la sabiduría de
Atenea te guíen.
- Y que Hades se encargue de asar tu vieja alma.
Cupido lanzó una carcajada.
- Demasiado tarde. Lo hizo cuando sólo tenía trescientos años y no fue tan horrible. Nos vemos,
hermanito.




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