viernes, 5 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 24

Bajó de la cama con el corazón martilleándole con fuerza en el pecho y corrió hasta el salón.
El libro estaba aún sobre la mesita de café. Pasó las páginas y vio que Nick estaba justo en el
mismo sitio que antes, sólo que ahora no sonreía diabólicamente y llevaba el pelo corto.
¡No, no y no!, repetía su mente una y otra vez. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué?
- ¿Cómo has podido? -Le preguntó mientras abrazaba el libro contra su pecho-. Yo te habría dado
la libertad, Nick. No me habría importado. ¡Dios!, Nick ¿Por qué te has hecho esto? -sollozó-.
¿Por qué?
Pero en el fondo lo sabía. La ternura que había visto en sus ojos hablaba por sí misma. Lo había
hecho para no herirla como Robert.
Nick la amaba. Y, desde el momento que llegó a su vida, no había hecho otra cosa que protegerla.
Cuidarla.
Hasta el final. Aun cuando de ese modo se negara la posibilidad de quedar libre de un tormento
eterno, ella había sido más importante.
___ no soportaba pensar en el sacrificio que Nick acababa de hacer. Lo veía condenado a pasar la
eternidad en la oscuridad. Solo y sufriendo una agonía.Él le había contado que pasaba hambre
mientras estaba atrapado en el libro, y sed. Y en su mente lo veía sufrir del mismo modo que lo
había visto en su cama. Recordó las palabras que dijo después.
«Esto no es nada comparado con lo que se siente dentro del libro»
Y ahora estaba allí. Sufriendo.
- ¡No! -gritó-. No permitiré que te hagas esto, Nick. ¿Me oyes?
Abrazó con fuerza el libro y se dirigió a toda prisa a la parte trasera de la casa. Abrió las
cristaleras que daban al jardín y corrió hacia un claro iluminado por la luna llena.
- Regresa a mí, ¡Nicholas de Macedonia, Nicholas de Macedonia, Nicholas de Macedonia! -lo repitió
una y otra vez, rogando por que apareciera.
No ocurrió nada. Nada de nada.
- ¡No!, ¡por favor, no!
Con el corazón destrozado, volvió a la salita.
- ¿Por qué?, ¿por qué? -sollozaba, arrodillada en el suelo sin dejar de mecerse hacia delante y
hacia atrás.
- ¡Nick! -susurró con la voz rota mientras los recuerdos la asaltaban. Nick riéndose con ella,
abrazándola. Nick sentado tranquilamente, pensando. Su corazón latiendo desenfrenado al mismo
ritmo que el suyo.
Lo quería de vuelta.
Lo necesitaba de vuelta.
- No quiero vivir sin ti -balbució dirigiéndose al libro-. ¿Lo entiendes, Nick? No puedo vivir
sin ti.
De repente, una luz cegadora iluminó la estancia.
Con la boca abierta, ___ alzó la mirada esperando encontrarse con Nick.Pero no era él. Se trataba
de Afrodita.
- Dame el libro -le ordenó con el brazo extendido.
___ lo abrazó con más fuerza.
- ¿Por qué le haces esto? -inquirió ___-. ¿Es que no ha sufrido ya bastante? Yo no lo habría
alejado de ti. Preferiría que estuviese contigo antes de que regresara al libro. -Se limpió las
lágrimas-. Está solo ahí dentro. Solo en la oscuridad -susurró-. Por favor, no dejes que
permanezca ahí. Envíame al libro con él, por favor. ¡Por favor!
Afrodita bajó la mano.
- ¿Harías eso por él?- Haría cualquier cosa por él.
La diosa la observó con los ojos entrecerrados.
- Dame el libro.
Cegada por las lágrimas, ___ se lo dio mientras rezaba para que Afrodita la ayudara a reunirse con
él.
Ella suspiró con fuerza y abrió el libro.
- Me van a joder bien por esto.
Súbitamente, otro destello cegador iluminó la sala y ___ tuvo que cerrar los ojos. La cabeza
comenzó a darle vueltas y todo pareció girar a su alrededor, haciendo que su estómago protestara.
¿Por esto pasaba Nick cada vez que alguien lo invocaba? No lo sabía con certeza, pero ya era
bastante terrorífico y por sí solo suponía una tortura.
Y, entonces, la luz desapareció.
___ cayó a un profundo foso donde la oscuridad era un ente con vida que la ahogaba, impidiéndole
respirar y haciendo que le escocieran los ojos.
Intentó incorporarse para frenar la caída y sintió bajo ella una superficie mullida que le
resultaba familiar.
La luz volvió y se encontró en su cama, con Nick sobre ella.
Él miró alrededor, perplejo.
- ¿Cómo...?
- Será mejor que esta vez no la fastidien -les dijo Afrodita desde la puerta-. No quiero ni pensar
en lo que me harán los de arriba si intento esto de nuevo.
Y se esfumó.
Nick dejó de mirar el hueco de la puerta y clavó los ojos en ___.
- ___, yo...
- Cállate, Nick -le ordenó; no quería perder más tiempo- y enséñame cómo quieren los dioses
que un hombre ame a una mujer.
Diciendo esto, lo agarró por la cabeza y lo acercó para darle un beso apasionado y profundo.
Él se lo devolvió con ferocidad, y con un poderoso y magistral envite se introdujo en ella.
Echó la cabeza hacia atrás y gruñó cuando el húmedo cuerpo de ___ le dio la bienvenida,
envolviéndolo con su calidez. El impacto que sufrieron sus sentidos fue tan poderoso que se
estremeció de la cabeza a los pies. Por los dioses, era mucho mejor de lo que había imaginado
Recordaba las palabras que le había dirigido.
«No quiero vivir sin ti, Nick. ¿Lo entiendes? No puedo vivir sin ti.»
Con la respiración entrecortada, la miró a la cara y quedó subyugado al sentir a ___, cálida y
estrecha, alrededor de su pene. Deslizó la mano por su brazo, hasta capturar su mano y aferrarla
con fuerza.
- ¿Te estoy haciendo daño?
- No -le contestó con una mirada tierna y sincera. Se llevó la mano de Nick a los labios y la
besó-. Jamás me harás daño estando conmigo.
- Si lo hago, dímelo y me detendré.
Ella lo rodeó con los brazos y las piernas.
- Si se te ocurre sacarlo antes del amanecer te perseguiré durante toda la eternidad para darte una
paliza.
Nick se rió; no le cabía la menor duda.
___ le pasó la lengua por el cuello y se deleitó al sentir cómo vibraba entre sus brazos.
Él alzó las caderas, muy lentamente, torturándola con el movimiento y, sin previo aviso, se
hundió en ella con tanta fuerza que ___ creyó morir de placer.
Contuvo el aliento al sentirlo por completo dentro de ella. Era una sensación increíble. Era
maravilloso sentir las embestidas de ese cuerpo ágil y fuerte.
Cerró los ojos y disfrutó del movimiento de los músculos de Nick, que se contraían y se
relajaban sobre su cuerpo. Entrelazó las piernas con las suyas y la embrujó el cosquilleo que
producía el vello masculino.
Jamás había sentido algo parecido. Se limitaba a respirar y a expresar con su cuerpo el amor que
sentía por él. Era suyo.
Aunque luego la abandonara, disfrutaría de este momento de gloria junto a él.
Extasiada por el peso de su cuerpo sobre ella, le pasó las manos por la espalda hasta llegar a las
caderas y lo empujó, incitándolo a ir más rápido.
Nick se mordió los labios cuando sintió que ___ le clavaba las uñas en la espalda. ¿Cómo era
posible que unas manos tan pequeñas tuvieran el poder de vencerlo?
Jamás lo entendería; como tampoco entendería por qué lo amaba.
Se lo agradecía en el alma.
- Mírame, ___ -le dijo, hundiéndose profundamente en ella de nuevo-. Quiero ver tus ojos.
___ obedeció. Nick tenía los ojos entrecerrados y, por su modo de respirar y la expresión de su
rostro, supo que estaba disfrutando de cada certera embestida. Ella sentía cómo se le contraían
los abdominales cada vez que se movía.
Alzó las caderas para salir al encuentro de los furiosos envites. Nada podía ser mejor que tener a
Nick sobre ella, besándola con pasión y deslizándose dentro y fuera de su entrepierna.
Cuando creyó que ya no podría resistirlo más, su cuerpo estalló en miles de estremecimientos de
placer.
- ¡Nick! -gritó, arqueando más su cuerpo hacia él-. ¡Sí, oh, sí!
Él se hundió en ella hasta el fondo y permaneció inmóvil, observándola mientras los músculos
de su vagina se contraían a su alrededor.
Cuando ella abrió los ojos, se encontró con su diabólica sonrisa.
- Te ha gustado eso, ¿verdad? -le preguntó, mostrando sus hoyuelos y rotando sus caderas para que
ella lo sintiera dentro.
A ___ le costó un enorme esfuerzo no gemir de placer.
- Ha estado bien.
- ¿Bien? -le preguntó con una sonrisa-. Creo que tendré que seguir intentándolo.
Se dio la vuelta y la arrastró consigo, con cuidado de que su miembro no la abandonara.
Gimió al encontrarse sobre él. Nick alargó un brazo y deshizo el lazo que cerraba el escote de la
negligé. El diminuto trozo de tela se abrió.
La mirada de puro gozo que transmitían sus ojos fue mucho más placentera para ___ que sentirlo en
su interior. Sonriendo, alzó las caderas y las bajó para absorberlo por entero.
Ella lo sintió estremecerse.
- Te ha gustado eso, ¿verdad?
- Ha estado bien. -Pero la voz estrangulada traicionaba su tono despreocupado.
Ella soltó una carcajada.
Nick alzó las caderas en ese momento y se introdujo aún más en ella.
___ siseó de placer al sentir que la llenaba por entero. Al sentir la dureza de su cuerpo y la
fuerza que ostentaba. Y ella aún quería más. Quería ver el rostro de Nick cuando llegase al
clímax. Quería ser ella la que le diera lo que hacía siglos que no experimentaba
- Si seguimos a este ritmo vamos a estar extenuados cuando llegue el amanecer, ¿lo sabías? -le
dijo él.
- No me importa.
- Pero te vas a sentir dolorida.
Ella contrajo los músculos de la vagina para rodearlo con más fuerza.
- ¿Ah, sí?
- En ese caso... -él deslizó la mano muy lentamente por el cuerpo de ___ hasta llegar a su
ombligo, y bajó aún más separando los húmedos rizos de su entrepierna para acariciarle el
clítoris.
Se mordió los labios mientras los dedos de Nick jugueteaban con ella, acoplándose al ritmo que
imponían sus caderas. Cada vez más rápido, más hondo y con más fuerza.
La cogió por la cintura y la ayudó a seguir el frenético ritmo. Cómo deseaba poder abandonar el
cuerpo de ___ el tiempo suficiente como para enseñarle unas cuantas posturas más. Pero no les
estaba permitido.
Por ahora.
Pero cuando llegara el amanecer...
Sonrió ante la perspectiva. En cuanto amaneciera tenía toda la intención de mostrarle una nueva
forma de utilizar el Reddi-wip.
___ perdió la noción del tiempo mientras sus cuerpos se acariciaban y se deleitaban en su mutua
compañía. Sintió que la habitación comenzaba a girar bajo sus expertas caricias, y se dejó
llevar por la maravillosa sensación de expresar el amor que sentía por él.
Los dos estaban cubiertos de sudor, pero no dejaron de saborearse; seguían disfrutando de la
pasión que al fin compartían.
Esta vez, cuando ___ se corrió, se desplomó sobre él.
La profunda risa de Nick reverberó por su cuerpo mientras pasaba sus manos por su espalda, sus
caderas y por sus piernas.
___ se estremeció.
Estaba extasiado por el hecho de tener a __ desnuda y tumbada sobre él. Sentía sus pechos
aplastados sobre su torso. Su amor por ella brotaba de lo más hondo de su alma.
- Podría quedarme así tumbado para siempre -dijo en voz baja.
- Yo también.
La rodeó con los brazos y la atrajo aún más hacia él. Notó cómo sus caricias se ralentizaban y
su respiración se hacía más relajada y uniforme.
En unos minutos estuvo completamente dormida.
La besó en la cabeza y sonrió mientras se aseguraba de que su miembro no abandonara el lugar donde
debía estar.
- Duerme preciosa -susurró-. Aún falta mucho para el amanecer.

___ se despertó con la sensación de tener algo cálido que la llenaba por completo. Cuando
comenzó a moverse, fue consciente de unos brazos fuertes como el acero que la inmovilizaban.
- Con cuidado -le advirtió Nick-. No lo saques.
- ¿Me quedé dormida? -balbució, sorprendida de haber hecho tal cosa.
- No importa. No te perdiste gran cosa.
- ¿De verdad? -le preguntó ella meneando las caderas y acariciándolo con todo el cuerpo.
Él soltó una carcajada.
- Ok, de acuerdo. Te perdiste un par de cositas.
Se incorporó y lo miró a lo ojos. Trazó la línea de la mandíbula, levemente áspera por la
barba incipiente, con un dedo que Nick capturó y mordisqueó en cuanto llegó a los labios.
Súbitamente, él se incorporó y se quedó sentado con ella en su regazo.
- Mmm, me gusta -dijo ella mientras le pasaba las piernas alrededor de la cintura.
- Mmm, sí -convino él y comenzó a mover suavemente las caderas.
Bajando la cabeza, capturó uno de sus pechos y lamió el duro pezón. Jugueteó con ella y la
torturó dulcemente antes de soplar sobre la humedecida piel, que se erizó bajo su cálido aliento.
Dejó ese pecho y se dirigió al otro. ___ acunó su cabeza, acercándolo aún más a ella,
completamente extasiada por sus caricias. En ese momento se dio cuenta de que el cielo comenzaba a
clarear.
- ¡Nick! -exclamó-. Está amaneciendo.
- Lo sé -le contestó, tumbándola de espaldas sobre la cama.Lo miró a los ojos mientras se
acomodaba sobre ella sin dejar de mover las caderas.
a contemplaba totalmente hechizado. Percibía su ternura y su amor. Nadie lo había conocido como
ella y jamás habría creído posible que alguien pudiese lograrlo. Lo había acariciado en un lugar
que nadie había tocado antes.
En el corazón.
Y entonces anheló mucho más. Desesperado por tenerla por completo, siguió moviéndose dentro de
ella.
Necesitaba más.
___ lo envolvió con sus brazos y enterró el rostro en su hombro al sentir que aceleraba el ritmo
de sus envites. Más y más rápido, más y más fuerte; hasta que ella se quedó sin aliento por el
frenético ritmo.
De nuevo, el sudor los cubría. ___ lamió el cuello de Nick, embriagada por sus gemidos. Él siseó
de placer.
Y todavía seguía hundiéndose en ella, una y otra vez, hasta que ___ pensó que no podría
soportarlo más.
Le clavó los dientes en el hombro mientras alcanzaba el orgasmo rápida y salvajemente. Nick no
disminuyó sus acometidas cuando ___ se tumbó sobre el colchón.
Se mordió el labio con fuerza y se movió aún más rápido, haciendo que ella se corriera de
nuevo, y esta vez con más intensidad que la anterior.
Justo cuando el primer rayo de sol atravesaba los ventanales de la habitación, escuchó que Nick
gruñía y lo vio cerrar los ojos.
Con un envite profundo y certero, se derramó en ella y todo su cuerpo se convulsionó entre los
brazos de ___.Nick era incapaz de respirar y la cabeza le daba vueltas a causa del éxtasis que
acaba de sentir; la intensidad de su orgasmo había sido increíble.
Habían roto la maldición.
Alzó la cabeza y vio que ___ le sonreía.
- ¿Ya está? -le preguntó ella.
Antes de que pudiera contestar, el brazo comenzó a dolerle como si le estuvieran marcando con un
hierro candente. Siseando, se apartó de ella y lo cubrió con la mano.
- ¿Qué pasa? -le preguntó ella al ver que se alejaba.
Perpleja, observó cómo un resplandor anaranjado le cubría todo el brazo. Cuando apartó la mano,
la inscripción griega había desaparecido.
- Ya está -balbució ___-. Lo conseguimos.
La sonrisa se borró del rostro de Nick.
- No -dijo él, rozándole la mejilla con los dedos-. Tú lo hiciste.
Riéndose, ___ se arrojó en sus brazos. Él la abrazó con fuerza mientras se besaban en un
caótico frenesí.
¡Ya había acabado!
Era libre. Por fin, después de tantos siglos, volvía a ser un hombre mortal.
Y era ___ la que lo había conseguido. Su fe y su fortaleza habían revelado lo mejor de sí mismo.
Ella lo había salvado.
___ volvió a reírse y giró en la cama hasta quedar encima de él.
Pero la alegría le duró poco ya que otro destello, aún más brillante que los anteriores,
atravesó la habitación.
Su risa murió al instante. Percibió la malévola presencia antes de que Nick se tensara entre sus
brazos.
Sentándose en la cama, obligó a ___ a ponerse tras él y se colocó entre ella y el apuesto hombre
que los observaba desde los pies de la cama.
Ella tragó saliva cuando vio al hombre alto y moreno que los miraba furioso. Estaba claro que
tenía todas las intenciones de matarlos allí mismo.
- ¡Bastardo engreído! -gritó el hombre-. ¡Cómo te has atrevido a pensar que puedes ser libre!
Al instante, ___ supo que estaba ante el mismísimo Príapo.
- Déjalo, Príapo -le contestó Nick con una nota de advertencia en la voz-. Ya ha acabado todo.
Príapo resopló.
- ¿Crees que puedes darme órdenes? ¿Quién te crees que eres, mortal?
Nick sonrió con malicia.
- Soy Nicholas de Macedonia, de la Casa de Diocles de Esparta, hijo de la diosa Afrodita. Soy el
Libertador de Grecia, Macedonia, Tebas, Punjab y Conjara. Mis enemigos me conocían como Augustus
Julius Punitor y temblaban ante mi simple presencia. Y tú, hermano, eres un dios menor y poco
conocido, que no significaba nada para los griegos y al que los romanos apenas si tomaron en cuenta.
La ira del infierno transfiguró el rostro de Príapo.
- Es hora de que aprendas cuál es tu lugar, hermanito. Me quitaste a la mujer que iba a dar a luz a
mis hijos y que aseguraría la inmortalidad de mi nombre. Ahora yo te quitaré a la tuya.
Nick se arrojó sobre Príapo, pero ya era demasiado tarde. Había desaparecido llevándose a ___.

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