sábado, 20 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 9

No, primero debía pensar en la supervivencia y más tarde en el placer. Mucho más tarde. Y no con Nick.
Sí, deseaba a un hombre dominante, pero no a ése. Era... demasiado. Querría demasiado de ella, y __________ no necesitaba eso en su vida. No tenía sentido pensar en él. Nick poseía un poder letal apenas disimulado. Un hombre primitivo y salvaje acechaba bajo la superficie de su piel, aunque parecía controlado bajo ese aire autoritario y su apariencia civilizada.
Una mujer no podría manipular a un hombre como Nick. Tenía la sutileza de una apisonadora, y si __________ le daba el más leve indicio de que estaba interesada en la dominación, sabía, sin ninguna sombra de duda, que él se lanzaría sobre su cuerpo inexperto sin ninguna contemplación. No, gracias.
Por ahora tenía que controlar esos pensamientos llenos de lujuria. Él sólo era su entrevistado y el hombre que intentaba protegerla. Y no podía olvidarlo. Ella tenía que centrarse en expandir su carrera y no en esa necesidad que humedecía su vagina.
Pero sabía lo que era Nick y lo que deseaba de una mujer. La curiosidad podía ser casi tan fuerte como el deseo. Y ninguna de sus recriminaciones podía ahogar el deseo que le recorría la sangre.
__________ respiró hondo. Vale, él podía darle placer. Seguro que había montones de hombres que también podían hacerlo, sin todo eso de la dominación y sumisión. Sin la aterradora sensación de que él podría controlar el cuerpo de una mujer con poco más que una mirada, una palabra severa y una picara sonrisa. Pero __________sabía que aún no había conocido a otro hombre así.
Suspiró ante la lógica de sus pensamientos. Nada importaba ahora salvo que Nick podía mantenerla a salvo. Y lo necesitaba para eso... para asegurarse de que no iba a acabar muerta en una zanja, y para escapar de la pesadilla que prácticamente había cambiado su vida de la noche a la mañana.
Nick le apretó la mano.
—En cuanto amanezca, llamaré a un amigo mío que tiene muchos contactos en el FBI y le pediré que haga un perfil.
—Gracias. —Esperaba que Nick y su amigo pudieran llegar pronto al fondo del asunto para que ella pudiera seguir con su vida y su programa.
— ¿Por qué no intentas dormir otro rato?

La tensión los rodeaba como arenas movedizas, amenazando con ahogarla.
—No puedo dormir. Estoy demasiado preocupada. Demasiado tensa.
Nick se acercó más, tomó un mechón del pelo de ________ entre los dedos y frunció el ceño. Volvió hacia ella esos ojos color chocolate. El aire entre ellos era tan espeso que ________ apenas podía respirar. El calor que irradiaba de él la hacía arder hasta los huesos. Su olor la golpeaba con la fuerza de un ariete: especias, sudor, el pantano y puro misterio.
Maldita sea, era demasiado consciente de él como hombre...
—Inténtalo. Tienes que conservar las fuerzas. —Le dirigió un amago de sonrisa—. Quién sabe cuándo podrías volver a necesitarlas.
Nick salió de la cabaña profiriendo una maldición.
Cuatro amantes, de los cuales dos habían sido sus novios, incluyendo a Brandon. ¿Le habría contado el hijo del senador algo sobre él? Suponía que no.
Para sus planes de venganza, esas eran buenas noticias. ________ no tenía ni idea de quién era él.
Mientras ella se confesaba, sus ojos azules lo habían mirado con hambre. Maldición, jamás se había puesto tan duro sólo con la mirada de una mujer.

Todavía quería lo que le correspondía por derecho propio, pero la venganza ya no era lo único que lo impulsaba. Lo cierto era que ________ lo excitaba hasta lo indecible. Estar en la misma habitación que ella y no tocar la pálida piel tersa, ni saborear el especiado sabor a canela de sus besos ni los jugos almizclados de su sexo lo estaba matando. Apenas podía contener la impaciencia de atarla a la cama y someterla. La necesidad lo embargaba, exigiéndole que pellizcara esos pezones rosados y jugueteara con su clítoris hasta que ella le suplicara la liberación. Lo estaba volviendo loco. Se moría por saber lo sumisa que era, por saborear su poder cuando la penetrara con su miembro de una manera que ella nunca olvidaría.
Maldita sea, tenía que recobrar el control. Pensar en algo más que no fuera la venganza era una estupidez.
¿Por qué ella? La pregunta lo acosaba como una canción que no se podía quitar de la cabeza. Nunca se había sentido atraído por las pelirrojas. Ni por las mujeres menudas. Ni por las que ya pertenecían a otro hombre. ¿Por qué ella?
La imperturbable voz de su abuelo le resonó en la cabeza, «si sueñas a menudo con una mujer pelirroja, es que vas a conocerla y que va a convertirse en tu media naranja».
Él siempre había creído que la «maldición» familiar era una absoluta sandez que se habían
inventado los alocados y románticos miembros de su familia porque les gustaba creer en ello.
Pero seguía sin tener sentido. Seguía sin creérselo.
Aunque no podía negar que jamás había respondido a una mujer con tanta fuerza.
Murmurando una maldición aún más fuerte que la anterior, rodeó la cabaña por el lado izquierdo,
recorriendo el perímetro mientras el terreno pantanoso le empapaba las botas.
Iba a seducir a ________ sin cuestionarse nada. Ni siquiera un ciego podía ignorar la curiosidad y
la necesidad que asomaba a sus ojos. Y él no estaba ciego. Pero también había algo que la hacía
contenerse. ¿Quizás el afecto latente que sentía por Brandon? ¿O el miedo a ser sometida a pesar
de su curiosidad y su naturaleza sumisa? ¿Habría mantenido más relaciones en el pasado que no
había admitido, en particular con el productor?
Fueran cuales fueran las razones de ________ para negar su deseo no tenían importancia. Pronto
tendría a ________ atada y aceptando todas sus exigencias, jadeando sin aliento mientras le hundía
el miembro en la boca, en el sexo, en el ano. Dándole algo con lo que el mojigato de Brandon Ross
ni siquiera soñaría.
¿Sería eso suficiente para que finalmente dejara a Brandon?
Nick se detuvo en la ventana del dormitorio y miró hacia dentro. Estaba vacía. ________ no estaba
ni en la cama ni en ningún otro sitio de la habitación. Maldita sea, había desobedecido su orden
de descansar. Sin duda, necesitaba que un hombre fuerte le calentara el trasero y la mantuviera a
raya.
La palma de la mano le picó con sólo pensarlo, pero apartó a un lado la tentadora idea. Después
de los últimos treinta minutos —diablos, después de haber estado observándola dormir durante
las últimas horas—, su duro miembro había aceptado que no iba a tener suerte. Así que al menos
agradecía poder pensar con la cabeza en vez de con el pene.
De hecho, tenía que conseguir ropas para ________. A ser posible de franela y tres tallas más
grande que la suya. Si la observaba desfilar a su alrededor con ese top púrpura y esas botas de
tacón de aguja, se distraería demasiado pensando en echarle un polvo en lugar de protegerla en el
caso de que ocurriera lo peor. La poseería, se recordó a sí mismo, pero todavía no. No hasta que
él estuviera seguro de que estaba a salvo. No hasta que hubiera conseguido que confiara un poco
más en él y hubiera resuelto cómo meterse bajo su piel.
Tendría que hacerlo, si quería que se rindiera a él por completo.
Se apartó de la ventana. Sacó el móvil del clip del cinturón y marcó el número de Brice. Le
pediría a su abuelo que le llevara algunas cosas. Dejó que el teléfono sonara seis veces y luego
colgó mientras soltaba una maldición. El viejo estaría en el bar del pueblo con el resto de los
«chicos» jugando al Bourée y resolviendo los problemas del mundo. No había conseguido convencer
a Brice de que comprara un contestador o un móvil. Lo volvería a llamar más tarde... pero eso
significaba que tendría que esperar para cubrir las tentadoras formas de ________.
Al llegar a la parte trasera de la cabaña, Nick se detuvo a escuchar los sonidos del bayou, a
observar cómo los caimanes se metían en el agua y desaparecían bajo la oscura superficie del
pantano. Las cigarras cantaban la última canción de la noche que ya estaba dando paso al amanecer.
Incluso en el frío mes de febrero, el aire húmedo lo envolvía todo.
Ese lugar siempre había representado un remanso de paz para él. Pero ese día no era así. En los
meses transcurridos desde que Brice le había regalado la cabaña, había hecho algunas
modificaciones y mejoras..., a su gusto. Era lo más cerca que había estado nunca de tener un
hogar. Era raro que llevara allí a alguien. La quería para él solo. Había mantenido alejados de
ese lugar a las sumisas y a todos sus amigos. ¿Por qué entonces había llevado allí a ________?
Sin querer saber la respuesta, Nick observó con atención la cámara de vigilancia que estaba
oculta entre los árboles y el alero. Funcionaba bien, serviría para vigilar la parte trasera de la
cabaña. Luego continuó hacia adelante, doblando la esquina con lentitud.
Una trémula luz dorada salía del único ventanuco que había en medio de la pared. ________ estaba
en el cuarto de baño y había encontrado las velas, pero no había podido cerrar las contraventanas
por completo. Lo había intentado, pero como una estaba rota no había conseguido cerrarla del todo.
Lentamente, Nick se acercó al pequeño cristal. No debería mirar; lo sabía. Pero no tenía muchos
escrúpulos en lo que a ella se refería.
Acercándose todavía más, Nick miró a través de la estrecha ventana. El vapor se elevaba desde
la bañera con patas. A su lado, _____________ metía la mano bajo el chorro de agua. Al parecer
satisfecha con la temperatura, puso el tapón en la bañera y retrocedió un paso.
Se llevó las manos al primer botón del top de cuero de Alyssa. El botón se abrió con una
pequeña presión del pulgar. Continuó con el siguiente. Apareció la suave y redondeada forma de
su escote y parte del sujetador negro que él no había olvidado y que no había dejado de
atormentarle.
El sudor cubrió el pecho de Nick y su espalda. Su pene, que había logrado controlar antes, se
endureció rápidamente y celebró la vista.
Una vista que, por momentos, se ponía mejor. _____________ abrió el tercer botón, el que le
cubría el ombligo, y cuando el cuarto y el quinto se abrieron, Nick perdió la capacidad de
respirar.
_____________ se quitó la prenda y la dejó sobre el tocador. El clavó la mirada en el delgado
torso y en los pechos erguidos y redondos mientras ella se retorcía para desabrocharse la ceñida
minifalda.
Con un sexy y erótico contoneo, deslizó la prenda por la suave curva de las caderas y por los
firmes muslos.
Cuando se irguió de nuevo y dejó la falda a un lado, lo único que cubría la pálida tentación
que suponía su cuerpo era el sujetador de encaje que no servía para ocultar sus duros pezones, y
un diminuto tanga.
Maldición, ¿era posible tener un ataque al corazón a los treinta y un años?
Tendría que dar media vuelta y marcharse. Comprobar las cámaras de vigilancia para asegurarse de
que ella estaría a salvo. Debía dejar de obsesionarse por una mujer a la que sólo quería follar
una vez. Sólo una, para que Brandon pudiera conocer el dolor y la furia que sentía un hombre
cuando sabía que su mujer se había rendido voluntariamente a otra dura polla.
Pero alejarse de _____________, era más fácil de decir que de hacer. En ese momento, no tenía
voluntad para nada.
Inspirando profundamente, observó cómo ella se llevaba las manos hacia atrás para desabrocharse
el sujetador. El movimiento empujó los pechos hacia delante, acentuando la forma redonda y firme, y
los hermosos pezones que él tanto ansiaba lamer.
Un momento más tarde, aparecieron ante su vista. Plenos, suaves, rosados e hinchados, lo atraían
como si fueran maná del cielo y coronaban la pálida belleza de los pechos de _____________, que
brillaban tenuemente bajo la titilante luz de la vela. Nick se agarró al borde de la ventana y
soltó un gemido entrecortado.
¿Cómo diantres iba a evitar follarla después de eso?
Antes de poder contestarse a esa pregunta, ella se quitó el tanga y lo dejó caer con descuido,
revelándole el último de sus secretos. Y Santo Dios, era impresionante.
El vello que cubría el sexo de _____________, era de un rojo ardiente.
Ahora sabía Nick cómo se sentía un toro cuando alguien agitaba algo rojo delante de sus narices:
inflamado, listo para atacar.
«¡Eh, toro!»
Apoyó las manos contra la pared de la cabaña para no perder el equilibrio mientras __________
entraba en la bañera y se hundía en el agua vaporosa con los ojos cerrados.
Maldición, tenía que dejar de espiarla como un pervertido que no podía conseguir que una mujer se
desnudara para él. Y lo haría. En cuanto ella dejara de echarse agua sobre los hombros... sobre
los pechos. El agua goteaba sobre su piel cremosa, corriendo en riachuelos hasta los suculentos
pezones. Daría cualquier cosa por poder lamerla.
El sol apareció en el horizonte a espaldas de Nick, haciendo que fuera más difícil ver en el
interior del pequeño cuarto de baño. Era una señal para que se comportara con decencia y dejara
de actuar como un vulgar mirón.
_____________ se pasó el pulgar sobre uno de los duros pezones y abrió los labios en un
silencioso jadeo.
Que le dieran a la decencia.
Se acercó más a la ventana para ver mejor.
Los pezones de _____________ reaccionaron a la humedad y el aire frío, y se tensaron todavía
más, oscureciéndose levemente. Ella se recostó contra el borde de la bañera y suspiró.
Luego sacó las manos del agua... para ahuecarse los pechos. Un momento después, ____________ lo
sorprendió al pasar lentamente los pulgares sobre las rígidas cimas y gemir.
Una oleada de sangre le bajó hasta el vientre para inflamarle la polla todavía más. Dios, iba a
volverse loco. Él, que jamás había visto un indicio de locura en la familia, acabaría como un
cencerro antes de que _____________ terminara su baño.
Nick contuvo el aliento mientras ella se pellizcaba los exuberantes pezones, haciéndolos rodar
entre los dedos, tirando de ellos con más dureza de la que él se habría imaginado. Primero uno,
luego el otro, finalmente los dos a la vez, trabajándolos con sus pequeños dedos. Echó la cabeza
hacia atrás, y abrió los labios húmedos. Parecía una diosa sensual ante un buen polvo.
En ese momento, él habría corrido hacia la puerta y habría sacado ese cuerpo húmedo y desnudo
del agua para clavar en ella su miembro duro como el acero. Pero no quería perderse lo que ella
haría a continuación.
Cuando los pezones se oscurecieron e hincharon todavía más por las caricias, ella se hundió
profundamente en la bañera, hasta que sólo las cimas gemelas de los pechos sobresalieron del agua,
húmedas y tentadoras. _____________ levantó la pierna derecha y apoyó el talón en el borde de
la bañera, luego dobló la rodilla izquierda y abrió las piernas.
Nick no podía ver el sexo de _____________ bajo el agua, pero podía vislumbrar ocasionalmente un
destello de vello rojizo, y su imaginación rellenó los espacios. Los ígneos rizos custodiaban una
carne hinchada, húmeda y preparada.
Si ella fuera suya, la mantendría así... desnuda y excitada. Y siempre mojada. Se pasaría las
mañanas lamiéndole los pezones. Mientras ella desayunaba, él la comería a ella. Se ducharía
mientras penetraba con su miembro la boca de _____________ que lo tomaría profundamente hasta el
fondo de la garganta. Luego se pondría serio, la llevaría hasta los límites de su cuerpo y de su
confianza. No dejaría ni una parte de ella sin tocar. No había nada que no haría con ella, para
ella, hasta oír sus gritos de placer.
_____________ lo sacó fuera de su ensueño cuando deslizó la mano desde el pecho, bajando por el
abdomen hasta detenerse entre sus piernas.
Comenzó a acariciarse.
Oh, vaya... si aún no había perdido el juicio, lo haría justo en ese momento... cuando su cuerpo
estallara en llamas.
Se recolocó la dolorida polla en los vaqueros y se acercó al ventanuco hasta apretar la cara
contra el vidrio. Con los ojos cerrados, _____________ dibujó unos círculos lentos con la mano
que tenía entre las piernas mientras con la otra continuaba tirando de los pezones, manteniéndolos
duros y excitados.
Muy pronto, los movimientos lentos y circulares ganaron velocidad. El agua desbordó en la bañera,
goteando por los mechones de su pelo sedoso, que le caía desordenadamente sobre los hombros.
Comenzó a empujar las caderas contra los dedos. Nick percibió electrizantes destellos rojos, junto
con la carne húmeda y abierta. La lujuria se le arremolinó en el vientre exigiendo alivio,
mientras ella, cuyo pecho bajaba y subía con rápidos jadeos, se seguía exigiendo a sí misma.
_____________ apuró las vueltas de sus dedos, moviéndolos cada vez más rápido. Los labios,
ahora hinchados, se abrieron en una silenciosa boqueada. Cerró con
fuerza los ojos. Nick se puso de puntillas al instante para poder ver todavía mejor, agarrándose
con tal fuerza al alféizar de la ventana que los nudillos se le pusieron blancos al mismo tiempo
que su aliento jadeante creaba unos círculos húmedos contra el cristal.
Luego _____________ tensó las piernas y arqueó la espalda. Se mordió los labios para contener un
grito cuando el orgasmo la inundó con una temblorosa sensación. Luego se frotó el clítoris con
rapidez, prolongando el placer, y conduciendo a Nick al infierno.
Siguió jadeando, jugando, arqueándose contra la mano que la conducía a otro orgasmo que llegó
momentos después, deslizándose sobre ella como una gigantesca ola. _____________ gritó incapaz
ya de contener el sonido. Pero el desesperado placer de su voz atravesó a Nick como una lanza de
lujuria.
«Que Dios la ayudara. Que Dios los ayudara a ambos». No existía poder lo suficiente grande en la
tierra para mantenerlo alejado de ese cuerpo en ese momento. A la mierda con sus planes. A la mierda
las consecuencias.
Iba a tomarla. Ya.
Mientras _____________ se elevaba hacia la cumbre del clímax, y se arqueaba ruborizada, abrió los
ojos de repente.
Su mirada se encontró con la de él.
«¡Oh, Dios mío!»
_____________ saltó de la bañera, agarró una toalla y se envolvió con ella, cubriéndose lo
mejor que pudo. ¡La había visto... y todo lo que había hecho!
Se volvió hacia la ventana, esperando que Nick hubiese tenido la decencia de marcharse para darle
privacidad ahora que ya lo había atrapado comportándose como un mirón. Pero Nick seguía allí,
imperturbable, sin camisa, con su enorme pecho subiendo y bajando a causa de la respiración
entrecortada, controlándose a duras penas. Peor aún, la observaba con una mirada ardiente y
depredadora. Absolutamente sexual. No parecía que fuera a disculparse. Esos ojos le estaban
diciendo que lo había excitado. Que la deseaba. Que tenía intención de tenerla. Punto.
El ardor entre sus muslos que había intentado apagar, latió con fuerza, volviendo de nuevo a la
vida. _____________ cerró los ojos, luchando contra el torbellino de deseo que crecía en su
interior. Deseo y furia disputaban una carrera en su estómago. Luchando codo con codo, muy por
delante de la mortificación que ocupaba el tercer lugar.
Pero al final fue la furia quien llegó a la línea de meta.
¡Maldita sea! Puede que Nick, le hubiera salvado la vida, pero eso no le daba derecho a invadir su
intimidad y espiar cualquier cosa que ella estuviera haciendo, mientras él mismo se excitaba.
Arrogante. ¡Grosero! Todos los hombres eran iguales.
El famoso temperamento O'Malley, del que siempre se había enorgullecido su madre, ardió como lava
líquida en su interior, devorando a su paso cualquier vestigio de calma y decoro.
Dirigiéndole una mirada llena de veneno a la ventana, _____________ se dio la vuelta con rapidez y
abandonó el cuarto de baño, atravesó el pasillo hacia la cocina y la salita, dirigiéndose hacia
la puerta trasera de la cabaña. Antes de llegar a ella, la puerta se abrió. Nick entró, feroz y
silencioso. Y tan tenso, que lo más probable era que si le lanzaba un cuchillo, éste rebotara. El
cerró la puerta a sus espaldas con un tranquilo chasquido que resonó en la planta de sus húmedos
pies a través del brillante suelo de madera.
— ¡Hijo de perra! — le gritó, acercándose a él hasta que sólo los separó un metro—.
¿Cómo te atreves? ¿Creíste que no me daría cuenta o que no me importaría? O tal vez
pensaste...
—Basta. —Él no levantó la voz, pero aún así sonó tan cortante como un látigo.
—Vete a la...
—_____________ —le advirtió, rechinando los dientes.
Y ella se interrumpió, ciñéndose firmemente la toalla contra su cuerpo y con el pecho agitado por
la cólera. La voz de Nick aún resonaba en la habitación. La orden implícita ardía en sus ojos.
¿Estaba furioso con ella? Increíble.
Antes de que ella pudiera replicar, él añadió:
—No tenía intención de espiarte, cher. Salí para comprobar la seguridad del perímetro. Habías
dejado la contraventana entreabierta, y no pude apartar la mirada. Lo siento.
¿Una disculpa? ¿Así sin más? ¿Sin intentar justificarse ni defenderse?
La furia de _____________ se disipó... demasiado rápido para su gusto. Maldita sea. Era difícil
continuar furiosa con alguien que le había ofrecido una disculpa. E incluso era más difícil
permanecer disgustada con un hombre que se había quedado paralizado porque le había gustado verla.
Pero ella era una O'Malley y no estaba dispuesta a rendirse sin luchar.
— ¡No tenías derecho! Todo esto es demasiado embarazoso. Estoy completamente avergonzada.
El dio un paso hacia ella.
— ¿De tu cuerpo? ¿De ser una mujer con necesidades?
— ¡De que estuvieras observándome! No me puedo creer que estuvieras allí parado, mirándome
como si fuera la estrella de una película porno o algo similar.
—No es la conducta que se espera de un anfitrión, de acuerdo. No es correcto. —Los ojos de Nick
brillaron con sinceridad y un deseo que no desaparecía—. Sin embargo, _____________, debes
admitir una cosa: saber que te observaba, que no podía apartar los ojos de ti, te resultó
excitante.
—No. —Se negó a proporcionarle esa satisfacción a pesar de saber que la humedad que manaba
entre sus piernas era debida a sus palabras.
—Esos ojos azules dicen lo contrario, cher.
—Necesitas gafas. ¿Pensaste que me alegraría saber que convertiste mi baño en un espectáculo?
¿Pensaste que diría «claro, nos conocimos ayer, pero siéntete libre de espiar los momentos más
íntimos de mi vida»?
—Sólo pensé en lo hermosa que estabas. —Se acercó todavía más—. Si fueras mía, no
tendrías motivos para satisfacerte a solas. —Sonrió—. Por supuesto, me encantaría ver cómo
te acaricias sólo por el placer de mirarte.

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