domingo, 21 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 12

Apenas había podido mantenerse intacta mientras el placer que Nick le proporcionaba rompía todas sus barreras físicas. Parecía como si él le exigiera algo más que la rendición de su cuerpo. Aunque no se lo había dado, había logrado mantener sus defensas con uñas y dientes por muy poco. La había dejado temblorosa y atontada. Pero no la había subyugado.
Después, Nick había huido de ella, arrancándola bruscamente de su mundo de ensueño. Estaba en medio de quién-sabe-donde con un hombre que conocía hacía sólo dos días, con ropa prestada y metida de lleno en una pesadilla sin fin. Pero era él quien salía corriendo. Caramba, quizás hacer el amor con una cliente estaba prohibido para los guardaespaldas.
Con un suspiro de impaciencia, le dio la espalda al espejo. El señor Macho Cajún lo tenía claro si pensaba que volverían a tener relaciones sexuales. Puede que sus caricias hicieran que le corriera el deseo por las venas, que la embriagaran como el vino más potente, pero ella no iba a arriesgarse a convertirse en una adicta al sexo repitiendo la función.
Aunque sólo con pensar en ello, su cuerpo suplicaba por repetir, se suavizaba y se empapaba ante la perspectiva de experimentar de nuevo el ardor sexual de Nick y su poder controlador.
¡Qué estupidez! No era sólo que Nick buscara relaciones temporales, sino que además lo único que sabía de él lo definía como un auténtico chico malo.
Sinceramente, ¡no necesitaba eso!
_____________ oyó en el pasillo el clic de la cerradura de una puerta al abrirse. Por las fuertes pisadas, supo que Nick había salido de la habitación. Puede que fuera una reacción infantil, pero no estaba de humor para enfrentarse a él en ese momento. No ahora. Todavía no. No quería que supiera cómo le afectaba su rechazo. Se metió en la cama y fingió dormir mientras Nick recorría el pasillo. Se detuvo ante la puerta del dormitorio, pero _____________ no abrió los ojos. Ver en ese momento esa cara sensual, burlándose de ella con el conocimiento carnal de su cuerpo o su irritación —o ambas cosas a la vez— no iba a ponerla de mejor humor. Dejaría que Romeo desayunara solo. Pensar ahora en comer le atraía tanto como la comida de perro.

Tras un largo momento, continuó el sonido de los pasos de Joe por el pasillo. Oyó una serie de pitidos electrónicos, y una señal de llamada. Un teléfono con manos libres. ¿A quién estaría llamando a las siete y media de la mañana?
Se levantó y cruzó el dormitorio de puntillas para echar un vistazo. Nick estaba allí, con una taza de café en una mano y una tostada en la otra. Y contemplaba el teléfono con una expresión irritada.
—¡Jesús, Joe!—exclamó una voz ronca masculina—. ¿Dormir va en contra de tu religión o es que piensas que si tú estás despierto lo estará también todo el mundo?
_____________ no pudo evitar oírlos hablar. No era como si Nick estuviera tratando de mantener esa conversación en privado. ¿Con quién demonios estaba hablando Nick y por qué? El hombre del teléfono tenía razón: ¿por qué lo había llamado tan temprano?
—No he pegado ojo en toda la noche, Joe. Así que de cualquier manera tú has dormido más que yo. Deja de protestar.
— ¿Ahora haces turnos de vampiro?
— ¿Quieres abrirte las muñecas y hacer una donación para comprobarlo?
—Qué gracioso. Si que estás de mal humor por las mañanas. ¿Poco sexo últimamente. .. o quizá demasiado?

_____________ sintió que un rubor avergonzado le inundaba la piel. «Por favor, que Nick no haya llamado a algún amigote para jactarse de mí». Ése sería el golpe final a sus fantasías, al sentido común que se había evaporado con la neblina del deseo, dejándola desnuda y mojada mientras era usada contra la puerta por un total desconocido.
Nick gruñó.
—Deja de comportarte como un estúpido y sé un buen compañero. Estoy en la cabaña del pantano. Con una mujer que está siendo acosada por un pirado. Necesito que hagas algunas investigaciones.
_____________ soltó un suspiro de alivio.
—No fastidies. ¿Una mujer acosada por un pirado?—repitió el hombre que Nick había llamado Joe
—. ¿Cuándo te contrató?
—Ayer, cuando el acosador la tiroteó a plena luz del día en medio de la multitud. Yo estaba sentado a menos de dos metros de ella.
—Santo Dios... Cuéntame lo que sabes.
Con rapidez, Nick le proporcionó la información que _____________le había dado a él al
amanecer. Toda la información salvo los detalles de su vida sexual, que gracias a Dios se guardó
para sí mismo. A pesar de ese pequeño respiro, se sintió invadida por la mortificación y por una
furia incontenible. Caramba, ya que estaba, podía anunciarlo en una de esas vallas publicitarias de
la autopista para asegurarse de que todo el mundo supiera las cosas salvajes que había hecho en el
pasado.
Y para colmo, Nick había pasado a formar parte de la larga lista. ¿Qué demonios había hecho?
Tras ofrecerse a enviar por fax las últimas fotos que tomó el acosador, Nick colgó el teléfono.
Se paseó por la estrecha habitación de un lado a otro, luego se volvió hacia el pasillo, su cara,
apenas visible por el hueco de la puerta, revelaba sus propósitos.
_____________ regresó de un salto a la cama y volvió a fingir que dormía mientras oía el ruido
de sus pasos acercándose.
—Merde —gruñó él, luego se dio la vuelta.
_____________ no sabía demasiado francés, pero sí el suficiente para saber que él había dicho
algo por lo que su madre estaría encantada de lavarle la boca con jabón.
Unos momentos después, oyó otra vez el tono de marcado y la señal de llamada. ¿A quién estaría
llamando ahora? ¿Acaso esperaba que todo el mundo estuviera levantado a esa hora?
—¿Oui?
—Buenos días, grand-pére.
—Hola jovencito. ¿Cómo está ta jolie fille?
—Se llama _____________ —dijo, obligándose a mostrarse paciente—. Ya te lo he dicho antes, y
no es mía.
—Tal vez sí, tal vez no. El tiempo lo dirá, ¿verdad? ¿Tiene el pelo rojo bajo la peluca?
Nick vaciló. Brice explotaría el tema del pelo si se lo contaba. Aunque eso no significara nada.
«¿Y tampoco significa nada la conexión que has sentido con ella cuando estabas sepultado hasta la
empuñadura en su cálido y resbaladizo interior? ¿O la sensación de querer permanecer allí
dentro hasta poseerla por completo?»
¿Era sólo buen sexo o la razón por la que estaba tan determinado a volver a poseerla era que ella
hubiera contenido una parte de sí misma? Tenía que ser eso o que había perdido la cabeza.
—No te he llamado para hablar sobre el pelo de _____________.
— ¿Lo tiene o no lo tiene? —se jactó el anciano para después estallar en carcajadas.
—Grand-pére...
—Te lo dije. Te lo dije ayer mismo. Esos sueños significan algo.
El anciano no iba a parar hasta que lo admitiera.
—Vale, sí. Tiene el pelo rojo. ¿Ya estás contento?
—Très bon —dijo Brice con aire satisfecho—. ¿Ya está mejor vestida, ta jolie fille?
—Bueno, por eso te he llamado en realidad. ¿Podrías comprar algo de ropa de la talla treinta y
ocho y traérmela a la cabaña?
—De acuerdo. Iré después de comer con tu tía Cheré.
—Vale. Ropa práctica y de abrigo, grand-pere. Nada de sorpresas.
— ¿Por qué te preocupan tanto las sorpresas? Te llevaré lo que necesitas.
El tiempo transcurrió lentamente. _____________ se saltó el desayuno y se bañó de nuevo.
Nick permaneció encerrado en la habitación del final del pasillo, recorriendo la estancia con
fuertes zancadas que _____________ no pudo evitar escuchar.
¿Qué era lo que le preocupaba tanto? El acosador no había dado señales de vida, y Nick ya había
obtenido lo que quería. Desde su punto de vista, parecía una situación sumamente ventajosa por
ambas partes.
_____________ no había sido tan afortunada. Había logrado mantener una parte de sí misma fuera
del alcance de Nick —o eso pensaba—, pero según transcurría el tiempo no podía evitar el
anhelo, cada vez más profundo y creciente, que le instaba a tocarle. _____________ temía haberle
entregado a Nick un pedazo de su alma. Y eso, no pintaba nada bien.
Al mediodía, se hizo un sandwich. Las únicas bebidas que encontró en la nevera de Nick eran
botellas de agua y cerveza. En un día normal, _____________ se hubiera inclinado por el agua. Pero
ese día escogió agradecida la cerveza y volvió de nuevo al dormitorio, para tumbarse
lánguidamente en la cama. Se pasaba las horas intentando no pensar en Nick, en la forma en que la
había tocado, con su voz resonando en su
cabeza y su cuerpo, que parecía tener ideas propias, ansiando que la poseyera. Olvidar el ardiente
placer parecía resultarle imposible, sobre todo cuando ni siquiera podía cerrar los ojos sin
sentir la boca de Nick en sus pezones y su miembro penetrándola. No cuando no podía olvidar su
exigente e irresistible voz, ni esos seductores ojos oscuros.
Esos pensamientos la llenaban de un renovado deseo. Un deseo espeso y burbujeante, que se
arremolinaba en su interior hasta formar un insistente latido. Le dolía el clítoris, y no se
podía creer cuan mojados e inflamados tenía los pliegues de su carne. Nunca se había sentido
controlada por las hormonas, ¿por qué ahora sí?
_____________ pensó en masturbarse otra vez, pero se contuvo. No quería que la volviera a pillar.
La mortificación casi la había matado una vez, pero dos veces y en el mismo día... hizo una
mueca. Aun así, quizás mereciera la pena arriesgarse si con ello lograba extinguir el fuego que la
embargaba.
Pero mucho se temía que ese fuego sólo podría apagarlo Nick.
Un golpe en la puerta de la cabaña la sobresaltó. Miró con rapidez el reloj de la mesilla de
noche. Eran casi las cuatro y media de la tarde.
Nick abrió la puerta de su escondrijo y recorrió con rapidez el pasillo. Al pasar por la puerta de
su dormitorio se detuvo y le lanzó una mirada ardiente, una mirada que le decía que recordaba cada
beso, cada caricia... y que en lo que a él concernía no había sido suficiente. _____________
echó una rápida mirada a su musculoso pecho cubierto por una ceñida camiseta negra, y más abajo
y... Oh, caramba. Estaba duro. Ese bulto no dejaba lugar a dudas.
El deseo se estrelló en su vientre. Levantó la mirada hacia la de él.
—Hablaremos después.
Sobre el sexo. No lo dijo, pero las palabras flotaron en el aire.
—No tenemos nada de que hablar —protestó ella automáticamente.
Hablar de sexo sólo conseguiría que deseara tenerlo con Nick otra vez. Una mala idea. Aun así,
estaba más obsesionada con él de lo que lo había estado jamás por un hombre... incluso más que
con el que había pretendido casarse una vez. Tenía que deshacerse de ese acosador, averiguar quien
era y regresar a su trabajo y a su vida en L.A.
—Tenemos mucho de que hablar. Ahora ven a conocer a mi abuelo.
_____________ se cruzó de brazos, negándose a dar un paso.
Cualquier satisfacción que hubiera sentido al ver que Nick rechinaba los dientes, desapareció
cuando él cruzó la estancia con la intención de agarrarla y arrastrarla a la puerta reflejada en
su cara. Si la tocaba, sólo querría que siguiera haciéndolo. El deseo que hervía en su interior
ya era demasiado ardiente y peligroso. Y eso la hizo sentir tan furiosa que podría echar fuego por
la boca.
—No me toques. —Se apartó de él—. Puedo ir yo sola.
—Entonces mueve ese precioso trasero antes de que te lo caliente.
_____________ entrecerró los ojos.
—No lo harás.
Él bufó.
— ¿Quieres ponerme a prueba?
No. Mejor no. Podía ver la intención de levantarle la minifalda púrpura para calentarle el
trasero escrita en esos ojos oscuros y desafiantes y en su postura agresiva.
Pensar que se atrevería a hacerlo la escandalizó. Por desgracia, también la excitó. Y más deseo
líquido mojó el diminuto tanga que llevaba puesto, recubriendo a fondo su sexo con cada paso que
daba. Rezó para que él no se diera cuenta.
—Eres un bastardo —mascullo al pasar junto a Nick para dirigirse a la sala de la cabaña.
—Si esperabas al Príncipe Azul, lo siento. Está con su novio —dijo Nick con sarcasmo mientras
la seguía para abrir la puerta principal.
Al otro lado había un anciano con dos bolsas en las manos. Al instante, _____________ vio cómo
sería Nick dentro de cincuenta años. Delgado, con el espeso pelo plateado y chispeantes ojos
oscuros, el hombre entró en la cabaña con una sonrisa cosquilleándole en los labios.
— Nick —lo saludó—. Tu tía Cheré te manda un beso y una barra de pan casero.
Metió la mano en una de las bolsas y sacó un envase de plástico. _____________ olió la levadura
del pan que se mezclaba con el aroma de la vegetación del pantano en ese templado día de febrero.
Era diferente a todo lo que había olido. Inundaba sus sentidos. Nada con Nick se parecía a algo
que hubiera experimentado antes.
Antes de poder digerir el pensamiento, el anciano se acercó a ella con una sonrisa traviesa.
—_____________, soy Brice Boudreaux, el grand-pere materno de Nick.
Le tendió la mano y ella extendió la suya para estrecharla. Pero en vez de eso, el abuelo de Nick
se llevó su mano a los labios y le dio un beso. A pesar de la incomodidad de conocer a un anciano
vestida con prendas de cuero púrpura que apenas la cubrían, _____________ no pudo evitar
devolverle la sonrisa. Hubiera apostado lo que fuera a que en su día había tenido un montón de
suerte con todo aquello que llevara faldas.
—_____________ O'Malley.
La afilada mirada color café se clavó en los cabellos de _____________.
—Una hermosa muchacha irlandesa con cabellos fogosos. A Nick le encanta el pelo rojo, ¿te lo ha
dicho?
Ella no se atrevió a mirar a Joe, no al sentir que se le ruborizaban las mejillas. ¿Le pasaría
algo con las pelirrojas? Eso explicaría la extraña conversación que había oído antes sin
querer.
—Grand-pére—advirtió Nick —. Deja de meter cizaña y dale la bolsa.
_____________ miró la bolsa y supo que la ropa que había en su interior era para ella. Deseaba
ponérsela ya, no vestir más ese atavío que alentaba su imprudencia y la hacía ser más
consciente de su sexualidad que otras prendas de vestir.
Brice no tenía prisa por darle la bolsa.
—Todo a su tiempo. ¿Acaso no puede un anciano sentarse un minuto y conversar con una chica
bonita?
Le dirigió a Nick una mirada desafiante, luego arrastró los pies hacia el sofá, dejando caer
lentamente sus viejos huesos sobre un cojín. Después colocó la bolsa entre sus pies y palmeó el
asiento a su lado.
—Ven —le dijo a _____________ —. Siéntate con este anciano, sí, y déjale recordar los días
en que le podía pedir un baile a una jolie fille.
_____________ le dirigió una mirada a Nick para que le tradujera, arqueando una ceja
interrogativamente.
—Chica bonita —soltó con un suspiro de resignación—. Y no te dejes engañar por esa parodia
de anciano. Es listo como una ardilla.
Brice pareció enfurruñado.
—A este jovencito se le suele olvidar que tengo ya ochenta y dos años.
—Y a grand-pére se le suele olvidar que yo no soy idiota —dijo Nick con una sonrisa cariñosa.
_____________ observó ese intercambio de palabras, consciente del amor y el afecto que sentían el
uno por el otro, con un poco de envidia. Su padre biológico jamás había querido saber nada de
ella, así que suponía que sus abuelos paternos no sabían ni que existía. Y sus abuelos maternos
habían repudiado a su madre al quedarse embarazada sin estar casada. Habían muerto poco antes de
que _____________ cumpliera diez años, sin que se hubieran reconciliado. Nunca había tenido un
abuelo, y menos uno como Brice.
El anciano palmeó el sofá de nuevo y le lanzó una mirada esperanzada. Incapaz de resistirse,
_____________ sucumbió a su encanto.
Nick gimió.
—Es un pescador experto. Acaba de ponerte un cebo, y ya te ha atrapado.
«Debe de ser un rasgo familiar», pensó ella para sus adentros.
—Tal vez la he atrapado para ti, jovencito —respondió Brice—. Por culpa del ejército, esos
buenos modales que tu maman te enseñó no son lo que solían ser. Sin mi ayuda, no creo que
_____________ deje que te acerques a ella.
_____________ se quedó paralizada, luego soltó lentamente el aire para relajarse. El anciano no
podía saber lo que había sucedido entre Nick y ella esa misma mañana. Gracias a Dios...
Pero una simple mirada en dirección a Nick, y _____________ supo que estaba metida en problemas.
Él le dirigía una mirada dura y caliente que la obligaba a recordar y que prometía más, bastante
más, hasta que ella se ahogara en el placer. Un ansia voraz resonó en su vientre, haciendo eco
entre sus piernas, y sintió que de nuevo se le hinchaban los pezones.
____________ se mordió los labios para no gemir. Ya era demasiado malo no poder contener el rubor
que le inundó las mejillas.
Brice pasó la mirada de Nick a ella. Una nueva sonrisa bailoteó en sus labios, haciendo que se le
moviera el canoso bigote. Parecía muy complacido.
— ¿Eres católica, _____________?
La pregunta la tomó por sorpresa.
—Me... me cons idero creyente. Sí.
Nick gimió.
—Grand-pére, la religión que profese _____________ no es de tu incumbencia.
—Con el tiempo podría serlo. —Se palmeó la rodilla y se puso en pie con una maniobra
sorprendentemente ágil para darle la bolsa mientras esbozaba una sonrisa ladina.
—Sácale partido. —Brice señaló la bolsa con la cabeza y le guiñó un ojo.
Luego le dio a Nick una palmadita en el hombro y prácticamente corrió hacia la puerta.
«Sácale partido», había dicho el abuelo de Nick. Pasando la yema del dedo por el suave bustier
con ribetes de encaje dorado y el tanga a juego, _____________ se hizo una idea aproximada de qué
partido había pensado Brice que podría sacarle. Algo que probablemente implicaría algunos actos
lascivos con Nick... actos que ella se podía imaginar vagamente.
Mascullando por lo bajo, _____________ permanecía en el dormitorio de Nick aún vestida con las
prendas de cuero púrpura que Alyssa le había dejado, mientras intentaba decidir qué ponerse.
Brice le había llevado tres juegos de ropa interior, a cada cual más sexy. Y nada más.
— ¡Maldita sea, _____________! —gritó Nick a través de la puerta—. Te he llamado para cenar
hace diez minutos. ¿Cuánto tiempo tardas en vestirte?
—Pues no es tiempo suficiente para resolver cómo vestirme adecuadamente con los artículos que me
trajo tu abuelo.
— ¿Qué diablos? — Nick abrió la puerta de golpe y entró en la habitación.
Cuando vio las prendas que había sobre la cama, se quedó paralizado mientras su mirada vagaba
sobre el bustier con ribetes dorados, el corsé negro con ligueros y medias hasta el muslo y el
sujetador color burdeos con un ribete dorado y tan recortado que apenas podría contener los
pezones. Todos con su correspondiente tanga de encaje.
— ¿Es todo lo que ha traído?
— Tu sabrás.
—Qué hijo de perra. —La expresión de Nick se debatía entre la molestia y la diversión.
—No son ni cómodos ni prácticos —señaló ella, compartiendo su molestia pero no su
diversión.
Nick giró la cabeza y clavó la mirada en ella. Oh, Santo Cielo... El calor ardía en las
profundidades oscuras de esos ojos del color del chocolate derretido, del mismo color que la cálida
tierra. Supo en ese momento que él estaba imaginándola con cada uno de esos juegos de ropa
interior.
Y lo que era peor aún, ella se imaginaba poniéndoselos para Nick. Imaginaba su reacción. Si la
enorme erección que presionaba contra la bragueta de los vaqueros era una indicación, él estaba
más que interesado. Pensarlo la excitó más de lo que debería. Su vagina se contrajo de deseo y
necesidad. Por debajo del cuero, los pezones de _____________ presionaron contra el sujetador.
—Definitivamente no son cómodos —convino él—. Prácticos... bueno, eso depende del
propósito.
—Como no estoy aquí para rodar una pelicula porno, evidentemente no son nada prácticos. ¿Es una
broma o un error?
—Ninguna de las dos cosas.
—Quiere que nosotros... —Los ojos de __________ se agrandaron cuando la verdad le subió la
tensión.
— ¿Follemos como conejos? Seguro. Está a favor de cualquier cosa que me persuada de volver a
casarme.
¿Volver a casarse? Su primer pensamiento fue que, a pesar de que sólo conocía a Nick hacía
veinticuatro horas, no le había parecido de los que se casaban. El segundo fue que jamás habría
imaginado que ya había estado casado.
— ¿Estuviste casado?
A su lado, él se enderezó y se puso tenso.
—Por muy poco tiempo. Me divorcié hace tres años. Fin de la conversación.
_____________ frunció el ceño. Podía ser el fin de la conversación, pero no el fin de las
emociones de Nick. Estaba claro que su divorcio aún tenía el poder de hacerle daño o de
disgustarle. Pero sabiamente, lo dejó pasar. La vida de Jack no era asunto suyo. Ahondar en el
pasado de ese hombre sólo serviría para que sintiera más curiosidad por él. Aunque no podía
evitar preguntarse qué había sucedido.
—Escoge uno —le espetó, señalando la lencería de la cama—. Te prestaré mi bata y un par de
calcetines, luego ven a cenar. La comida se enfría.
_____________ quiso decirle que se quedaría vestida tal y como estaba, pero ya se había puesto el
sol y tenía frío. Y la ropa que vestía no era la más apropiada para mantener las distancias con
Nick. Eso sin mencionar que el tanga que llevaba puesto

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