miércoles, 3 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 8

Pero no sólo estaba interesada en el hecho de que hubiese sobrevivido al accidente, también quería preguntarle sobre el niño, sobre su modo de mirarlo como si hubiese estado reviviendo una horrible pesadilla. Pero las palabras se le atragantaron.
- Tío, te mereces una recompensa -le dijo Yare al alcanzarles-. ¡Vamos a la Praline Factory!
- Yare, no creo que...
- ¿Qué es Praline[{]}[2] ? -preguntó él.
- Es ambrosía Cajun -explicó Yare-. Algo que debería estar a tu altura.
En contra de las protestas de ___, Yare les condujo hacia la escalera mecánica. Subió al primer escalón y se dio la vuelta para mirar a Nick, que subía en medio de las dos.
- ¿Cómo hiciste para saltar sobre el coche? ¡Fue increíble!
Nick encogió los hombros.
- ¡Vamos, hombre no seas modesto! Te parecías a Keanu Reeves en Matrix. ___, ¿te fijaste en el movimiento que hizo?
- Sí, lo vi -dijo en voz queda, percibiendo lo incómodo que se sentía Nick ante los halagos de Yare.
También percibió la forma en que las mujeres a su alrededor lo miraban boquiabiertas.
Nick tenía razón. No era normal. Pero, ¿cuántas veces podía contemplarse un hombre como él en carne y hueso?, ¿un hombre que exudara ese brutal atractivo sexual?
Era un saco de feromonas andantes.
Y ahora un héroe.
Pero, sobre todo, era un misterio; al menos para ella. Se moría por conocer unas cuantas cosas sobre él. Y, de una u otra forma, conseguiría averiguarlas durante el mes que tenían por delante.
Cuando llegaron a la Praline Factory, en el último piso, ___ compró dos Pralines de azúcar y nueces y una Coca Cola. Sin pensarlo dos veces, le ofreció un praline a Nick. Pero en lugar de cogerlo, él se inclinó y le dio un bocado mientras ella lo sostenía.
Paladeó el sabor azucarado de una forma que hizo que a ___ le subiera la temperatura; sus ojos marrones no dejaron de mirarla mientras degustaba el dulce, como si deseara que fuese su cuerpo lo que saboreaba en aquel momento.
- Tenías razón -dijo con esa voz ronca que hacía que se le pusiese la piel de gallina-. Está delicioso.
- ¡Guau! -dijo la vendedora desde el otro lado del mostrador-. Ese acento no es de por aquí cerca. Usted debe venir de lejos.
- Sí -contestó Nick-. No soy de aquí.
- ¿Y de dónde es?
- De Macedonia.
- Eso no está en California, ¿verdad? -preguntó la chica-. Parece uno de esos surferos que se ven por la playa.
Nick frunció el ceño.
- ¿California?
- Es de Grecia -informó Yare a la chica.
- ¡Ah! -exclamó ella.
Nick arqueó una acusadora ceja.
- Macedonia no es...
- Colega -dijo Yare, con los labios manchados de praline-, por estos contornos puedes sentirte afortunado si encuentras a alguien que conozca la diferencia.
Antes de que ___ pudiera responder a las bruscas palabras de Yare, Nick le colocó las manos en la cintura y la alzó hasta apoyarla sobre su pecho.
Se inclinó y atrapó su labio inferior con los dientes para, acto seguido, acariciarlo con la lengua. A ___ comenzó a darle vueltas todo tras el tierno abrazo. Nick profundizó el beso un momento antes de soltarla y alejarse de ella.
- Tenías azúcar -le explicó con una traviesa sonrisa, que hizo que sus hoyuelos aparecieran en todo su esplendor.
___ parpadeó, sorprendida ante lo rápido que su beso había despertado su pasión, y lo refrescante que parecía al mismo tiempo.
- Podías habérmelo dicho.
- Cierto, pero de este modo fue mucho más divertido.
___ no pudo rebatir su argumento.
Con pasos rápidos, se alejó de él e intentó ignorar la sonrisa maliciosa de Yare.
- ¿Por qué me tienes tanto miedo? -le preguntó Nick inesperadamente, mientras se ponía a su lado.
- No te tengo miedo.
- ¿Ah, no? ¿Y entonces qué es lo que te asusta? Cada vez que me acerco a ti, te encoges de miedo.
- No me encojo -insistió ___. *Joder, ¿es que había eco?*
Nick alargó el brazo y se lo pasó por la cintura. Ella se apartó con rapidez.
- Te has encogido -le dijo acusadoramente, mientras regresaban a la escalera mecánica.
___ bajaba un escalón por delante de Yare, y él le pasó los brazos por los hombros y apoyó la
barbilla sobre su cabeza. Su presencia la rodeaba por completo, la envolvía y hacía que se
sintiera extrañamente mareada y protegida.
Miró fijamente la fuerza que desprendían esas manos morenas y grandes bajo las suyas. La forma en
las venas se marcaban, resaltando su poder y su belleza. Al igual que el resto de su cuerpo, sus
manos y sus brazos eran magníficos.
- Nunca has tenido un orgasmo, ¿verdad? -le susurró él al oído.
___ se atragantó con el Praline.
- Éste no es lugar para hablar de eso.
- He acertado, ¿verdad? -le preguntó-. Por eso...
- No es eso -le interrumpió ella-; de hecho sí que he tenido algunos.
Vale, era una mentira. Pero él no tenía por qué averiguarlo.
- ¿Con un hombre?
- ¡Nick! -exclamó-. ¿Qué les pasa a Yare y a ti con ese afán de discutir sobre mi vida privada
en público?
Él inclinó aún más la cabeza, acercándola tanto a su cuello que ___ podía sentir el roce de su
aliento sobre la piel, y oler su cálido aroma a limpio.
- ¿Sabes, ___? Puedo proporcionarte placeres tan intensos que no serías capaz de imaginarlos.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Le creía.
Sería tan fácil dejar que le demostrara sus palabras...
Pero no podía. Estaría mal y, sin tener en cuenta lo que él dijese, acabaría remordiéndole la
conciencia. Y en el fondo, sospechaba que a él también.
Se echó hacia atrás, lo justo para mirarlo a los ojos.
- ¿Se te ha ocurrido pensar que quizás no me interese tu propuesta?
Sus palabras lo dejaron perplejo.
- ¿Y eso cómo es posible?
- Ya te lo he dicho. La próxima vez que comparta mi intimidad con un hombre, quiero que estén
involucradas muchas más partes además de las obvias. Quiero tener su corazón.
Nick miró sus labios con ojos hambrientos.
- Te aseguro que no lo echarías de menos.
- Sí que lo haría.
Estremeciéndose como si lo hubiese abofeteado, Nick se irguió.
__ sabía que acababa de tocar otro tema espinoso. Como quería descubrir más cosas sobre él, se
dio la vuelta y lo miró a los ojos.
- ¿Por qué es tan importante para ti que yo acceda? ¿Te ocurrirá algo si no cumplo con mi parte?
Él rió amargamente.
- Como si las cosas pudiesen empeorar más.
- Entonces, ¿por qué no te dedicas a disfrutar el tiempo que pases conmigo sin pensar en... -y
bajó la voz- el se*xo?
Los ojos de Nick llamearon.
- ¿Disfrutar con qué? ¿Conociendo a personas cuyos rostros me perseguirán durante toda la
eternidad? ¿Crees que me divierte mirar a mi alrededor sabiendo que en unos días me arrojarán de
nuevo al agujero vacío y oscuro donde puedo oír, pero no puedo ver, saborear, sentir ni oler,
dónde mi estómago se retuerce constantemente de hambre y la garganta me arde por la sed que no
puedo satisfacer? Tú eres lo único que me está permitido disfrutar. ¿Y me negarías ese placer?
Los ojos de ___ se llenaron de lágrimas. No quería hacerle daño. No era su intención.
Pero Robert había utilizado un truco similar para ganarse su simpatía y llevársela a la cama; y
eso le había destrozado el corazón.
Tras la muerte de sus padres, Robert le había asegurado que la cuidaría. Había estado junto a
ella, consolándola y sosteniéndola. Y, cuando finalmente confío en él por completo y le entregó
su cuerpo, él le hizo tanto daño y, de forma tan cruel, que aún sentía el alma desgarrada.
- Lo siento mucho, Nick. De verdad. Pero no puedo hacerlo -bajó de la escalera mecánica y se
encaminó de vuelta a la calle peatonal.
- ¿Por qué? -le preguntó, mientras Yare y él le daban alcance.
¿Cómo podía explicárselo? Paul le hizo mucho daño aquella noche. No había tenido compasión
alguna por sus sentimientos. Ella le pidió que se detuviera pero no lo hizo.
«Mira, se supone que la primera vez duele -le dijo Robert- ¡Joder!, deja de llorar; acabaré en un
minuto y podrás marcharte.»
Para cuando Robert acabó, se sentía tan humillada y herida que se pasó días enteros llorando.
- ¿___? -la voz de Nick se introdujo entre el torbellino de sus pensamientos- ¿Qué te sucede?
Le costó mucho trabajo contener las lágrimas. Pero no lloraría; no en público. No así. No
permitiría que nadie sintiera lástima por ella.
- No es nada -le contestó.
En busca de una bocanada de aire fresco, aunque fuese más ardiente y espeso que el vapor, se
dirigió a la puerta lateral del Brewery que llevaba al Moonwalk. Nick y Yare la siguieron.
- ___, ¿qué es lo que te hace llorar? -le preguntó Nick.
- Robert -susurró Yari.
___ la miró furiosa, mientras se esforzaba por recuperar la calma. Con un suspiro entrecortado,
miró a Nick.
- Me encantaría echarte los brazos al cuello y meterme en la cama contigo, pero no puedo. ¡No
quiero que me utilicen de ese modo, y no quiero utilizarte! ¿Es que no lo entiendes?
Nick apartó la mirada con la mandíbula tensa. __ miró hacia el lugar donde había fijado su
atención y vio un grupo de seis rudos moteros que se acercaban hasta ellos. La vestimenta de cuero
debía ser agobiante con aquella temperatura, pero ninguno de ellos parecía notarlo, puesto que no
paraban de tomarse el pelo y reírse.
En ese momento, ___ se fijó en la mujer que les acompañaba. Su forma de andar, lenta y seductora,
era el equivalente femenino al elegante y ágil deambular tan típico de Nick. La chica también
poseía una extraña belleza, propia de cualquier actriz o modelo.
Alta y rubia, llevaba un escueto top de cuero y unos shorts cortísimos y ajustados que abrazaban
una figura por la cual ___ sería capaz de asesinar.
La chica aminoraba el paso, quedando rezagada tras los hombres, mientras se deslizaba las gafas por
el puente de la nariz para mirar fijamente a Nick.
___ se encogió mentalmente.
¡Oh Señor!, esto podía ponerse muy feo. Ninguno de los desaliñados y duros moteros parecían
pertenecer al tipo de hombre que tolera que su novia mire a otro tío. Y lo último que ella deseaba
era una pelea en el Moonwalk.
___ agarró a Nick de la mano y tiró de él en dirección contraria.
Pero se negó a moverse.
- ¡Venga, Nick! -le dijo nerviosa-. Tenemos que volver al centro comercial.
Aún así no se movió.
Miraba fijamente a los moteros, de forma tan furiosa que parecía querer asesinarlos. Y entonces, en
un abrir y cerrar de ojos, se soltó de la mano de ___ y se acercó a ellos a zancadas, hasta que
cogió a uno por la camisa.
Muda de asombro, ___ observó cómo Nick le daba al tipo un puñetazo en la mandíbula.
- ¡Ven aquí, pedazo de...! -Nick dejó caer una retahíla de maldiciones que hubiesen avergonzado
hasta a un marinero.
___ abrió unos ojos como platos. No estaba muy segura de qué le sorprendía más: si el ataque de
Nick al desconocido motero o el lenguaje que estaba usando.
Como él no dejaba de darle puñetazos, el tipo empezó a defenderse; pero sus habilidades en la
lucha no se aproximaban, ni de lejos, a las de Nick.
Olvidando por completo a Yare, ___ echó a correr hacia ellos con el corazón latiendo desbocado
mientras intentaba pensar lo que hacer. No había manera de interponerse entre los dos hombres,
teniendo en cuenta que intentaban matarse el uno al otro.
- ¡Nick, detente antes de que le hagas daño! -gritó la chica que les acompañaba.
___ se detuvo al escucharla, incapaz de moverse.
¿Cómo es que conocía a Nick?
La mujer daba vueltas alrededor de ambos, en un intento de ayudar al motero y estorbar a Nick.
- Cielo, ten cuidado, va a... ¡Ay, eso ha debido doler! -la mujer se encogió en un gesto de dolor,
cuando Nick golpeó al tipo en la nariz-. ¡Nick, deja de maltratarlo de ese modo! Vas a hacer que
se le hinche la nariz. ¡Uf, corazón, agáchate!
El motero no se agachó y Nick le asestó un tremendo puñetazo en la barbilla, que lo hizo
tambalearse hacia atrás.
La mirada de ___ pasaba de Nick a la mujer con total incredulidad, anonadada.
¿Cómo era posible que se conociesen?
- ¡Eros, corazón! ¡No! -gritó la chica de nuevo, agitando las manos frenéticamente delante de
la cara.
Yare se acercó hasta ___.
- ¿Éste es el Eros que Nick ha invocado? -le preguntó ___.
Yare se encogió de hombros.
- Puede ser; pero jamás me habría imaginado a Cupido de motero.
- ¿Dónde está Príapo? -preguntó Nick a Eros, mientras lo agarraba para empujarlo sobre la
barandilla de madera, bajo la cual discurría el río.
- No lo sé -le contestó, forcejeando para apartar las manos de Nick de su camiseta.
- No te atrevas a mentirme -gruñó Nick.
- ¡No lo sé!
Nick lo sujetó con la fuerza que otorgan dos mil años de dolor y rabia. Las manos le temblaban
mientras lo tiraba de la camiseta. Pero aún peores que el deseo de matarlo allí mismo, eran las
implacables preguntas que resonaban en su cabeza.
¿Por qué nadie había acudido antes a sus llamadas?
¿Por qué lo había traicionado Eros?
¿Por qué lo habían dejado solo para que sufriera?
- ¿Dónde está? -preguntó de nuevo Nick.
- Comiendo, eructando; ¡demonios! No lo sé. Hace una eternidad que no lo veo.
Nick lo apartó de la barandilla de un tirón y lo soltó. Tenía la cara desencajada por la ira.
- Tengo que encontrarlo -dijo entre dientes-. Ahora.
En la mandíbula de Eros comenzó a palpitar un músculo mientras intentaba alisarse las arrugas de
la camiseta.
- Bueno, dándome una tunda no vas a llamar su atención.
- Entonces quizás deba matarte -le contestó Nick, acercándose de nuevo a él.
Súbitamente, los otros moteros reaccionaron para detenerlo.
Al acercarse a ellos, Eros se agachó para esquivar el puñetazo de Nick y se interpuso entre éste
y sus amigos.
- Dejenlo en paz, chicos -les dijo mientras agarraba al más cercano por el brazo y lo empujaba
hacia atrás-. No quieren luchar con él. Haganme caso. Podría sacarle el corazón y hacer que se
lo coman antes de que caigan muertos al suelo.
Nick estudió a los hombres con una furiosa mirada que desafiaba a cualquiera de ellos a acercarse.
___ sintió terror ante la ira reflejada en sus ojos. Una ira letal que parecía confirmar las
palabras de Eros.
- ¿Estás loco? -preguntó el más alto observando incrédulo a Nick-. No creo que sea capaz de
tanto.
Eros se limpió la sangre del labio y sonrió débilmente al mirarse el dedo.
- Sí, bueno. Confien en mí. Sus puños son como almádenas, y tiene la condenada habilidad de
moverse tan rápido que no podrian esquivarlo.
A pesar de sus polvorientos pantalones de cuero negro y la desgarrada camiseta, Eros era
increíblemente guapo y no parecía estar agotado, como el resto de sus compañeros. Su apuesto
rostro podría ser hermoso si no llevase una perilla castaña rodeada de una barba de tres días, y
el corte de pelo al estilo militar.
- Además, no es más que una pequeña riña familiar -continuó Eros, con un extraño brillo en los
ojos. Dio unas palmaditas a su amigo en el brazo y soltó una carcajada-. Mi hermano pequeño
siempre ha tenido un carácter desagradable.
___ intercambió una atónita e incrédula mirada con Yare, a la par que ambas se quedaban
boquiabiertas por el asombro.
- ¿He escuchado bien? -le preguntó a Yare-. No es posible que sea hermano de Nick. ¿O sí?
- ¿Cómo quieres que lo sepa?
Nick le dijo algo a Eros en griego que hizo que los ojos de Yare se abrieron como platos y que la
sonrisa desapareciera del rostro del dios.
- Si no fueses mi hermano, te mataría por eso.
Los ojos de Nick lo fulminaron.
- Si no necesitase tu ayuda, ya estarías muerto.
En lugar de enfadarse, Eros se rió a carcajadas.
- No se te ocurra reírte -le advirtió con enfado la chica-. Es mejor que recuerdes que es de las
pocas personas capaz de cumplir esa amenaza.
Eros asintió y se giró para hablar con sus compañeros.
- Marchense -les dijo-. Nos reuniremos con ustedes más tarde.
- ¿Estás seguro? -preguntó el más alto de los cuatro, mirando con nerviosismo a Nick- Podemos
echarte una mano, si te hace falta.
- No, no pasa nada -dijo moviendo la mano despectivamente-. ¿No recuerdan que les dije que tenía
que ver a alguien? Mi hermano está un poco enojado conmigo, pero se le pasará.
___ se apartó para dejar pasar a los moteros; todos se marcharon, con la excepción de la imponente
mujer, que se quedó allí de pie, observando cautelosamente a los dos hombres con los brazos
cruzados sobre el generoso pecho cubierto de cuero.
Totalmente ajeno a ella, a Yare y a la mujer, Eros caminó lentamente alrededor de Nick, dibujando
un círculo para poder examinarle atentamente.
- ¿Relacionándote con mortales? -le preguntó Nick, deslizando una mirada igualmente fría y
desdeñosa sobre Eros-. Vaya, Cupido... ¿es que se ha congelado el Tártaro}{[1] desde que me
marché?
Eros hizo caso omiso de sus airadas palabras.
- ¡Joder, chico! -exclamó incrédulo-. No has cambiado un ápice. Creía que eras mortal.
- Se suponía que debía serlo pero... -y de nuevo comenzó a soltar improperios, uno tras otro.
Los ojos de Eros comenzaron a brillar, amenazadores.
- Con una boca como ésa, deberías codearte con Ares. ¡Joder, hermanito!, no sabía que pudieras
conocer el significado de todo eso.
Nick volvió a agarrar a su hermano por la camiseta, pero antes de poder hacer nada más, la mujer
alzó el brazo e hizo un extraño movimiento con la mano.
Nick se quedó inmóvil como una estatua. Por la expresión de su rostro, __ podía afirmar que no
estaba muy contento.
- Déjame, Psique -gruñó.
___ abrió la boca por la sorpresa. *¿Psique?* ¿Sería posible?
- Sólo si prometes no volver a golpearlo -contestó ella-. Sé que no tienen la mejor de las
relaciones, pero respeta el hecho de que me guste su cara tal y como está, y que no soporte que le
des un solo puñetazo más.
- Li-bé-ra-me -volvió a decir Nick, recalcando cada sílaba.
- Es mejor que lo hagas, Psique -le dijo Eros-. Está siendo amable contigo, pero puede librarse de
ti mucho más fácilmente que yo, gracias a mami. Y si lo hace, acabarás herida.
Psique bajó el brazo.
Nick liberó a su hermano.
- No te encuentro para nada gracioso, Cupido. Nada de esto me resulta gracioso. Y ahora, dime dónde
está Príapo.
- ¡Maldita sea! No lo sé. Lo último que supe de él es que estaba viviendo en el sur de Francia.
A ___ le zumbaban los oídos ante la información que estaba descubriendo. No podía dejar de mirar
a Cupido y a Psique. ¿Sería posible? ¿Podrían ser verdaderamente "Cupido y Psique"?
¿Y serían familia de Nick? ¿Sería posible tal cosa?
De nuevo supuso que sería tan lógico como la imagen de dos mujeres borrachas conjurando a un
esclavo sexual griego, que estaba encerrado en un viejo libro.
Captó la mirada ávida y encantada de Yare.
- ¿Quién es Príapo? -le preguntó ___.
- Un dios fálico de la fertilidad que siempre se ha representado totalmente empalmado -le susurró.
- ¿Y para qué lo necesita Nick?
Su amiga se encogió de hombros.
- ¿Porque quizás fue él quien le maldijo? Pero entonces aquí habría algo muy divertido: Príapo
es hermano de Eros, por tanto, si Eros es hermano de Nick, hay bastantes posibilidades de que éste
y Príapo también lo sean.
¿Condenado a una eternidad como esclavo por su propio hermano?
El simple pensamiento la ponía enferma.
- Llámalo -le dijo Nick con tono amenazador a Eros.
- Llámalo tú. Yo estoy fuera de juego para él.
- ¿Fuera de juego?
Cupido le respondió en griego.
Con la mente totalmente embotada por todo lo que estaba sucediendo, ___ decidió interrumpirlos y
ver si conseguía algunas respuestas.
- Perdóname pero, ¿qué está pasando aquí? -le preguntó a Nick-. ¿Por qué lo has golpeado?
Él la miró con regocijo.
- Porque me apetecía mucho.
- Muy bonito -le dijo Cupido lentamente a Nick, sin ni siquiera mirar a ___-. No me ves desde
hace... ¿cuánto?, ¿dos mil años? Y en lugar de darme un abrazo fraternal y amistoso, acabo
aporreado. -Cupido sonrió jocoso a Psique-. Y mami se pregunta por qué no me relaciono más con
mis hermanos...
- No estoy de humor para aguantar tus sarcasmos, Cupido -le advirtió Nick entre dientes.
Cupido resopló.
- ¿Es que no vas a dejar de llamarme por ese nauseabundo nombre? Jamás he podido soportarlo, y no
puedo creer que te guste, dado lo mucho que odiabas a los romanos.
Nick le dedicó una fría sonrisa.
- Lo utilizo porque sé lo mucho que lo odias, "Cupido".
Cupido apretó los dientes y ___ notó que se contuvo a duras penas para no abalanzarse sobre Nick.
- Dime, ¿me llamaste tan sólo para zurrarme? ¿O hay algún otro motivo, más productivo, que
explique mi presencia?
- Para serte sincero, no pensaba que te molestaras en venir, puesto que me has ignorado las últimas
tres mil veces que te llamé.
- Porque sabía que ibas a pegarme -dijo Cupido señalándose la mejilla hinchada-; y lo has hecho.
- Y entonces, ¿por qué has acudido esta vez? -inquirió Nick
- Para serte sincero -contestó, repitiendo las palabras de Nick-, asumía que estabas muerto y que
me llamaba un simple mortal cuya voz era muy similar a la tuya.
___ observó cómo las emociones abandonaban a Nick. Como si las hirientes palabras de Cupido
hubiesen matado algo en su interior. A él también parecieron afectarlo, ya que se veía más
calmado.
- Mira -le dijo a Nick-, sé que me culpas de lo que pasó, pero no tuve nada que ver con lo que le
sucedió a Selena. No tenía forma de saber lo que Príapo iba a hacer al descubrirlo todo.
Nick hizo un gesto de dolor, como si Cupido lo hubiese abofeteado. Una agonía arrolladora se
reflejó en sus ojos y en su rostro. ___ no tenía ni idea de quién era la tal Selena, pero
parecía bastante obvio que había significado mucho para Nick.
- ¿Ah, no? -le preguntó Nick con la voz ronca.
- Te lo juro, hermanito -contestó Cupido en voz baja. Lanzó una rápida mirada a Psique y de nuevo
se centró en Nick-. Nunca tuve la intención de hacerle daño, y jamás quise traicionarte.
- Ya -dijo él con una sonrisa burlona-. ¿Y esperas que me lo crea? Te conozco demasiado bien,
Cupido. Te encanta causar estragos en las vidas de los mortales.
- Pero no lo hizo contigo, Nick -le dijo Psique con voz lastimera-. Si no le crees a él, confía en
mí. Nadie quiso que Selena muriera de esa manera. Tu madre aún llora sus muertes.
La furiosa mirada de Nick se endureció aún más.
- ¿Cómo soportas hablar de ella? Afrodita estaba tan celosa de ti que intentó casarte con un
hombre horrible, y después casi te mató para evitar que te casaras con Cupido. Para ser la diosa
del Amor, no tiene mucho para los demás, todo lo malgasta en ella misma.
Psique apartó la mirada.
- No hables así de ella -le espetó Cupido-. Es nuestra madre y se merece nuestro respeto.
La siniestra ira que reflejó el rostro de Nick habría aterrorizado al mismísimo diablo, y Cupido
se encogió al verla.
- No te atrevas "jamás" a defenderla delante de mí.
Fue entonces cuando Cupido notó la presencia de ___ y de Yare. Las miró dos veces, sorprendido,
como si acabasen de aparecer de repente en mitad del grupo.
- ¿Quiénes son?
- Amigas -contestó Nick, para sorpresa de ___.
El rostro de Cupido adoptó una expresión dura y fría.
- Tú no tienes amigas.
Nick no respondió, pero la tirante mueca que torció sus labios afectó profundamente a ___.
Aparentemente inconsciente de la dureza de sus palabras, Cupido se acercó indolentemente hasta
Psique.
- Aún no me has dicho por qué es tan importante para ti echarle el guante a Príapo.
La mandíbula de Nick se tensó.
- Porque me maldijo a pasar la eternidad como un esclavo, y no puedo escapar. Quiero tenerlo delante
el tiempo suficiente para empezar a arrancarle partes del cuerpo que no puedan volver a crecerle.
Cupido perdió el color del rostro.
- Tío, ya lo echó pelotas si hizo eso. Mami lo hubiese matado de haberse enterado.
- ¿En serio crees que voy a creerme que Príapo me hizo esto sin que ella se enterase? No soy tan
estúpido, Eros. A esa mujer no le interesa nada lo que pueda ocurrirme.
Cupido negó con la cabeza.
- No empieces con eso. Cuando te ofrecí sus regalos me dijiste que me los metiera por mi orificio
trasero. ¿Te acuerdas?
- ¿Por qué lo haría? -preguntó Nick con sarcasmo-. Zeus me expulsó del Olimpo horas después de
mi nacimiento, y Afrodita jamás se molestó en discutir la decisión. Sólo se acercaban a mí para
torturarme de algún modo. -Nick miró a Cupido con furia asesina-. Cuando a un perro se lo golpea
con frecuencia, acaba volviéndose agresivo.
- Vale, lo admito. Algunos de nosotros podríamos haber sido un poco más condescendientes contigo,
pero...
- Nada de peros, Cupido. No hicieron nada por mí, ni una pu*ta vez. Especialmente "ella".
- Eso no es cierto. Mami jamás superó que le dieses la espalda. Eras su favorito.
Nick resopló.
- ¿Y por eso he estado atrapado en un libro los últimos dos mil años?
___ sufría por él. ¿Cómo podía Cupido escucharlo tan tranquilo, sin ni siquiera pensar en usar
sus poderes para liberar a su hermano de un destino peor que la muerte? No era de extrañar que Nick
les maldijera. Súbitamente, Nick cogió una daga del cinturón de Cupido y se hizo un profundo
corte en la muñeca.
Ella jadeó horrorizada, pero antes de poder abrir la boca, la herida se cerró sin haber derramado
una sola gota de sangre.
Cupido abrió los ojos de par en par.
- ¡Qué cabrón! -jadeó-. Ésa es una de las dagas de Hefesto.
- Ya lo sé -le respondió Nick mientras le devolvía el arma-. Hasta tú puedes morir si te hieren
con una de éstas, pero yo no. Hasta ahí llega la maldición de Príapo.
___ contempló el horror en los ojos de Cupido al ser consciente de la magnitud de lo ocurrido.
- Sabía que te odiaba, pero jamás pensé que caería tan bajo. Tío, ¿en qué estaba pensando?
- No me importa lo que pensara, sólo quiero librarme de esto.
Cupido asintió. Por primera vez, ___ vio simpatía y preocupación en su mirada.
- Muy bien, hermanito. Paso por paso. No te vayas muy lejos mientras voy a buscar a mami y veo lo
que tiene que decir al respecto.
- Si me quiere tanto como dices, ¿por qué no la llamas para que venga aquí y hablo directamente
con ella?
Cupido le miró pensativamente.
- Porque la última vez que mencioné tu nombre, estuvo llorando durante un siglo. Le hiciste mucho
daño.
Aunque la apariencia de Nick seguía siendo rígida y distante, __ sospechaba que, en el fondo,
debía haber sufrido tanto como su madre.
Si no más.
- Lo consultaré con ella y volveré en un momento -le dijo mientras pasaba un brazo alrededor de
los hombros de Psique-. ¿De acuerdo?







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