miércoles, 24 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 21

—No eres nada de eso. —Le enjugó las lágrimas con los pulgares, luego le besó las mejillas húmedas —. ¿Acaso os gustaba la misma pizza?
Ella frunció el ceño.
—Ni siquiera le gustaba la pizza.
—Definitivamente, a ese tío le pasa algo raro.
_____________ se rió entre lágrimas, y Nick le besó esa boca dulce e hinchada.
—Mi opinión, cher, es que no todo el mundo tiene el mismo gusto. Lo de la pizza es quizás un ejemplo demasiado simple, pero lo entiendes, ¿verdad? No dejes que su voz vuelva a entrar en tu mente.
Otra orden, y mucho más severa. Él no esperaba que ella le hiciera caso por completo en ese momento. Pero se conformaría con meter su propia voz en la mente de _____________ y expulsar la del gilipollas de Andrew.
—Y luego estaba mi madre. Poco después de romper el compromiso, vino a visitarme para consolarme. Encontró algunos de mis libros. Libros sobre Dominación y Sumisión...
—Cher, las madres no quieren ni pensar en que sus hijos practican el sexo, y mucho menos del bueno.
_____________ le miró con los ojos llenos de lágrimas y asintió.
—Fue terrible. Crecí en una casa muy religiosa. El sexo era algo sucio para mi madre, algo malo. Decir que se escandalizó con mi biblioteca privada sería quedarme corta. —Se mordió los labios cuando nuevas lágrimas amenazaron con derramarse—. Me llamó lo mismo que Andrew. Anormal..., depravada.
Y oírselo a su madre le había hecho daño. Nick podía ver el tormento por el que había pasado.
—Son unos ignorantes y unos reprimidos —le aseguró Nick—. Ninguno de los dos comprende el profundo vínculo de confianza y comprensión que implican las relaciones de Dominación y Sumisión. Tú sí lo entiendes. Llevas años buscándolo sin ser consciente de ello. Ahora que lo has encontrado, eres demasiado lista para dejarlo escapar, ¿verdad?
Hubo una imperceptible vacilación. Una muy pequeña. Ya lo pagaría más tarde con su trasero, no porque él no entendiera sus dudas o porque ella necesitara pensar detenidamente las cosas, sino porque tenía que comenzar a asociar su culpabilidad con consecuencias desagradables.
Al final ella asintió con la cabeza.
— ¿Estás dispuesta a aceptar ser quién eres de verdad?
_____________vaciló de nuevo. Tragó saliva. Pero asintió con la cabeza.
—Sí.
Nick se levantó de la cama, dirigiéndole una mirada que exigía reconocimiento y obediencia. Se inclinó para recuperar la lencería que antes había dejado caer en el suelo con un diseño intrigante que se moría por volver a explorar. La puso en las manos de _____________.
Los ojos abiertos y húmedos de _____________ eran como un faro azul, que brillaban con vulnerabilidad. Ella parecía una cría con la cara sin maquillar y manchada de lágrimas. Maldición, se había esforzado en tratarla con suavidad, como si se fuera a romper en mil pedazos. Había llegado el momento de ayudarla a recomponerse, de que confiara en él.
_____________ le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los de él. Cuando él extendió la otra mano para acariciarle la mejilla, Nick vio algo nuevo en su cara. Vio determinación.
En ese momento, se permitió esbozar la sonrisa que había contenido antes.
—Vuelve a ponerte esto, junto con las medias negras. Ven a mi cuarto de juegos dentro de diez minutos. Te estaré esperando.


Cuadrando los hombros, _____________ alzó la mano ante la puerta negra y llamó. El sonido resonó en el pasillo oscuro. No iba a pensar en si estaba haciendo o no lo correcto. No iba a pensar más ni en Andrew ni en su madre. Lo que ellos opinaran no tenía importancia. No dejaría que la tuviera.

Nick le había abierto los ojos.
Su madre se convirtió en una mujer marchita y amargada, en el momento en que John Morgan Ross le rompió el corazón. Y en cuanto a Andrew, se dio cuenta de que era un ser frustrado. Andrew había convertido la angustia en una forma de arte. No quería ser feliz, y lo cumplía a rajatabla. Su relación con él siempre había sido una montaña rusa emocional, con escaladas y bajadas en un solo día... en una hora, si de Andrew dependía. La gente del plato de Provócame le había puesto el mote de «El rey del drama». Se había sentido amenazado ante cualquier alarde de fuerza por parte de _____________, ante cualquier opinión que ella expresara. Negar la latente sexualidad de _____________ había sido su manera de conseguir que se sintiera tan frustrada como él.
Sí, todavía podía oír sus voces, sus calumnias, en la cabeza. Pero no iba a dejar que eso la
convirtiera en una desgraciada. Aunque _____________ aún no estaba completamente a gusto con su
sexualidad, sospechaba que con el paso del tiempo y otro hombre como Nick —él no era de los que
mantenían relaciones a largo plazo— superaría su reticencia.
Intentó ignorar la punzada que sintió al pensar en no tener a Nick para siempre.
Así que se concentró en su cuerpo. El aire fresco le rozaba los pezones expuestos, el sujetador
elevaba sus pechos invitadores. Bajó la mirada al tanga de encaje que ni siquiera le cubría el
trasero ni le absorbía los jugos húmedos que resbalaban de su vagina, extendiéndose por el
interior de los muslos. Sintió las ligas de las medias que se ajustaba a sus muslos, y enfatizaba
el trozo de tela que le cubría los rizos húmedos.
Estaba nerviosa, sí, pero mucho más excitada. Y decidida a no examinar ni a juzgar lo que Nick y
ella hicieran en esa habitación. Si la excitaba y le gustaba, simplemente lo haría.
Todo eso sonaba muy bien, pero no tenía ni idea de lo que Nick podía querer o exigir de ella, y
eso la hacía consciente del dolor erótico y la necesidad que se estaba originando en su interior.
Nick abrió la puerta vestido con unos pantalones de cuero negro, y nada más.
La miró de arriba abajo, empezando por la boca hinchada que _____________ llevaba mordisqueándose
los últimos diez minutos, bajando luego por la pálida curva de sus pechos y la piel desnuda de la
barriga para centrarse en su entrepierna cubierta por encaje de seda.
_____________ observó su cara. Sus ojos desprendían calor. Las firmes líneas de su mandíbula
estaban tensas. La mirada femenina descendió por los dorados músculos de sus hombros y por el
ancho pecho, y siguió bajando hasta la gruesa erección que crecía a una velocidad sin
precedentes.
A pesar de lo nerviosa que estaba, _____________ sonrió.
—No cantes victoria tan pronto. Esta noche tendrás que ganarte mi polla y tus orgasmos.
Su sonrisa vaciló. Si Nick lo notó, no dijo nada.
—Entra y siéntate sobre la mesa.
—Pero...
—No hables a no ser que te dé permiso. ¿Está claro? Niega o asiente con la cabeza.
Severo, intenso, hermoso. _____________ debería sentirse furiosa por su actitud arrogante. Pero
sólo sentía curiosidad, humedad y deseo. Y una emoción electrizante.
Asintió con la cabeza.
Nick abrió la puerta un poco más para dejarla pasar, y ese gesto le pareció simbólico. El de una
puerta que se abría hacia algo nuevo. Ella iba a abrazar esa parte de sí misma sin juzgarse, sin
pensar en lo que dirían los demás.
—Siéntate —ordenó él—. No volveré a repetirlo.
_____________ se obligó a prestar atención. Ya tendría tiempo después para pensar. Ahora era el
momento de obedecer. Con rapidez, atravesó la estancia y deslizó el trasero sobre la mesa, hasta
quedar sentada. Cruzó las piernas, apretando los muslos con fuerza para aliviar el dolor, y
esperó.
Con una mirada desafiante en sus ojos ardientes, Nick le colocó una mano en cada rodilla y le
separó los muslos.
—No cruces las piernas delante de mí. Cuando estemos solos, quiero que estén bien abiertas,
indicando que estás disponible y enseñándome esa dulce rajita mojada. ¿Entendido?
Quería sentirse enfadada por decirle cómo debía sentarse de ahora en adelante. Era demasiado
exigente. Autoritario. Pero era excitante ver cómo la mirada de Nick observaba la carne mojada que
acababa de exponer, y que acariciaba con los ojos. Una nueva y dolorida sensación latió en su
clítoris, y pulsó suavemente al ritmo de cada latido de su corazón.
Y ella entendió. Por eso la excitaba tanto someterse a Nick. Él estaba pendiente de ella,
concentrado en captar cada una de las sensaciones de _____________. Llenaba de tal manera su mente
con aquella experiencia sexual que era imposible que ella pudiera pensar en cualquier otra cosa.
Pronto, _____________ sentiría todo el poder masculino, toda la testosterona y el control,
enfocados en darle placer. Ante ese pensamiento, se ruborizó y casi se desmayó.
Y Nick ni siquiera la había tocado.
— ¿Lo has entendido? —preguntó Nick, apretando los dientes.
_____________ asintió en silencio.
Él se dio la vuelta para abrir algunas cajas del mostrador que tenía detrás. Se metió algo, que
ella no pudo ver, en el bolsillo del pantalón, luego se volvió hacia ella con algo brillante y
dorado en las manos. Cuando lo sostuvo en alto, vio que era una gruesa cadena de oro con un rubí en
forma de corazón. Era hermoso. Impresionante. Y demasiado grande para ser una pulsera. Aunque
demasiado corto para colocárselo en el cuello y que el colgante reposara entre sus pechos. ¿Qué
iba a hacer Nick con eso?
—Si aceptas ponerte esto, es que aceptas ser mía. Sólo mía. En el sexo, sólo harás lo que yo
te diga, cuando yo lo diga, cómo yo lo diga y dónde yo lo diga. Si te pones esto, la palabra
«no» desaparece de tu vocabulario. Me responderás siempre con un educado «sí, señor».
Él le acarició con el rubí un pezón desnudo y luego el otro. La fría gema le provocó una
oleada de sensaciones que la obligó a inspirar entrecortadamente.
—Puedes hablar. Pregúntame lo que quieras antes de contestar.
¿Ser de Nick? ¿Esa noche? ¿Eso era lo que estaba diciendo? No era posible que ese hombre se
estuviera refiriendo a algo duradero.
_____________ se humedeció los labios resecos. Estaba excitada y muy necesitada.
—No tengo preguntas, señor. Quiero ser tuya.
El pulso se disparó en la base del cuello de Nick. El tragó saliva. La nuez osciló de arriba
abajo. Eso significaba algo para él, y el hecho de que no lo pudiera ocultar le llegó al corazón.
Pero la mirada de _____________ no se detuvo ahí, sino que se deslizó por los poderosos
antebrazos, que se hincharon cuando cerró los puños y por el tenso abdomen plano, que parecía
estar conteniéndose para no pasar a la acción, hasta llegar a su miembro. Jamás lo hubiera
creído posible, pero le pareció todavía más largo.
—Yo también lo quiero, cher. —La mirada seductora de Nick parecía adorarla.
A _____________ le sudaban las palmas de las manos. Deseó apretar los muslos para aliviar el nuevo
latido que él había provocado. Pero no se atrevió.
— ¿Has entendido con claridad que, en cuanto te ponga esto, serás mía para que juegue contigo,
te castigue, te atormente o te posea a voluntad?
«Sí. Maravilloso. Date prisa». La espera la estaba matando. Con rapidez, ella asintió con la
cabeza.
— ¿Entiendes que tu cuerpo me pertenecerá?
Ella asintió de nuevo.
— ¿Que en el momento en que te indique que quiero usar tu boca, tu sexo, tu culo tienes que
asumir la posición que te pida, cueste lo que cueste?
_____________ vaciló un momento, luego asintió con la cabeza. Lo desconocido, el sexo anal, y
cualquier otra cosa que él pudiera imaginar, no la preocupaban. Tenía que confiar en que Nick se
ocuparía de todo. Dios sabía que esas palabras evocaban las fantasías más profundas de
_____________ , y apartaban a un lado sus reticencias pasadas y sus inhibiciones.
Le dirigió una mirada sumisa con los pezones duros como diamantes.
—Sí, señor.
—Yo me ocuparé de ti. Tienes que confiar en que sabré cuándo y cómo necesitarás mi pene. En
que comprenderé cada una de tus fantasías y las haré realidad. Tienes que confiar en que sabré
cuándo necesitas una buena zurra y cuándo que te tome entre mis brazos.
¿Tomarla entre sus brazos? ¿Para qué? ¿Para apoyarla? ¿Para amarla? Hablaba como si para él
hubiera algo más aparte de esa noche. Como si todo eso fuera a ser para siempre...
— ¿Entendido? —su voz fue suave, pero no por ello menos exigente.
No realmente. Pero estaba demasiado impaciente para preguntar.
—Sí, señor.
Sin decir ni una palabra más, él se colocó detrás de ella y le abrochó el colgante al cuello.
Se ajustaba como una gargantilla, cómoda y no restrictiva. El rubí reposaba justo en el hueco de
la base de la garganta, y se calentó con rapidez ante el contacto con su piel. Nick rodeó la mesa
para mirarla.
—Te queda perfecta. —Con suavidad, le rozó el colgante con un dedo.
Su mirada jamás abandonó la suya. Nunca vaciló. Había un mundo de promesas y pecaminoso dominio
acumulado en sus ojos. _____________ había visto a Nick de muchas maneras esos días: enfadado,
dormido, protector, excitado. Pero jamás así: tan posesivo y completamente decidido.
_____________ exhaló un entrecortado suspiro de excitación.
—Perfecto —murmuró él—. Túmbate y manten abiertas las piernas para que pueda ver esa dulce
rajita tuya.
_____________ sólo vaciló el tiempo suficiente para recordarse a sí misma que había ido allí
para estar con Nick, para experimentar todo lo que él podía hacerla sentir. Para aceptar su
sexualidad.
La mirada oscura y hambrienta vagó sobre _____________ , calentándola por todos lados. Se le veía
enorme desde esa posición. Se cernía sobre ella con los duros y firmes músculos de su torso
ondeando con cada respiración. A _____________ se le secó la boca de repente.
Ahora, todo lo que ella tenía que hacer era confiarle a él su placer.
Lentamente, _____________ hizo lo que él le ordenaba y apoyó la espalda en la mesa con las
piernas abiertas. Quería preguntarle lo que había planeado para ella, para ellos, pero sabía que
no estaba permitido. Tenía que confiar en él. Hasta ahora le había confiado su vida, y todavía
estaba viva.
Quizá por primera vez, completamente viva.
Durante un largo momento, él no hizo nada más que contemplarla, con su oscura mirada penetrando en
su cuerpo y en su mente. _____________ no podría haber apartado la mirada de él ni aunque le
fuera la vida en ello. Pero romper el vínculo entre ellos era lo último que deseaba. Esa certeza
la aturdió y le estremeció el corazón. La dejó jadeante, en suspenso. Atormentada por la
anticipación. Esperando.
—Cierra los ojos.
Oh, ¿qué tenía planeado hacer? Si no podía ver lo que tenía pensando hacer... _____________ no
estaba segura de poder manejarlo. Pero el peso de la gargantilla que rodeaba su cuello le recordó
todo lo que había aceptado. Nick arqueó las cejas negras, advirtiéndola de que no aceptaría ni
una vacilación más.
Con el corazón acelerado, _____________ cerró los párpados, dejando de ver a Nick y cualquier
cosa que él pudiera hacer.
Un momento más tarde, algo sedoso y cálido le rozó la cara. Nick se lo ajustó sobre los ojos,
luego lo ató en la parte de atrás de su cabeza. Le había vendado los ojos. _____________ tragó
saliva. Dios, él quería que ella estuviera completamente a ciegas, que confiara en él plenamente.
_____________ respiró hondo para tranquilizarse. Se enfrentaría a eso con confianza y optimismo.
Podía hacerlo, a pesar de los latidos acelerados de su corazón.
Nick se inclinó hacia delante. Ella podía sentir su calor y el maravilloso aroma a almizcle. La
tranquilizó y al mismo tiempo la hizo ser más consciente de sí misma como mujer, incluso se
humedeció aún más.
Sus labios se posaron sobre los de ella como un susurro. Un roce divino, un sabor cálido, un toque
prohibido de su lengua.
—Gracias por confiar en mí.
Ella se relajó en la mesa y arqueó el cuello para recibir más besos.
Pero en su lugar sintió la presa de sus dedos en torno a la muñeca derecha. Él le levantó la
mano, llevándola unos centímetros más a la derecha. _____________ sintió el frío metal
cerrarse en su muñeca con un chasquido. No le apretaba. Y sin embargo la inmovilizaba. No había
manera de que pudiera mover ese brazo. Nick repitió el proceso con la otra muñeca. Luego le
inmovilizó los tobillos de la misma manera, asegurándoselos a los lados de la mesa con las
rodillas dobladas y los muslos abiertos.
—Con el tiempo —murmuró él— y, estoy seguro de que con los castigos apropiados, aprenderás
a confiar en mí como deberías.
La suave nota de censura reverberó en el estómago de _____________ como una advertencia. Sin que
se lo hubiera dicho, supo que se merecía ese castigo ahora.
Aun así, la repentina palmada de Nick en el montículo de su sexo conmocionó a _____________ . La
sensación vibró a través de ella, bajándole por los labios inferiores. Luego el latido se
centró en su clítoris, aunque no era doloroso. Sintió que el deseo reemplazaba la sorpresa y la
inundaba de inmediato, con una feroz necesidad que le tensó el cuerpo y se centró entre sus
piernas.
Nick repitió la acción, pero esta vez con un poco más de dureza. El feroz latido se hizo
monstruoso, haciendo que se retorciera bajo su presa. _____________ se mordió los labios para
contener un gemido.
De nuevo, Nick le palmeó el monte de Venus con más fuerza. La sensación la atravesó,
reverberando en su vagina. Era una mezcla de dolor y placer. La necesidad apremiante la puso tan
tensa que ahogó cualquier pensamiento. El gemido, que había estado conteniendo, escapó de su
garganta y rompió el silencio que había entre ellos.
—Otro gemido más, y el dolor será más intenso que el placer. Me lo reservaré... a menos que
vaciles otra vez. ¿Entendido? Niega o asiente con la cabeza.
El ronco sonido de la voz masculina la inundó, provocando una nueva oleada de excitación. El ya
había reducido toda su existencia a los latidos de su corazón, a la pulsación de su sexo, y al
vínculo que parecía existir entre ellos.
Finalmente, se dio cuenta de que Nick estaba esperando una respuesta. Asintió con la cabeza..
—Bien. Esta noche, prefiero darte placer que castigarte.
El sonido de pasos a través del suelo de madera le indicó que él se había dado la vuelta y
había cruzado la habitación. ¿Se marchaba? ¡No! _____________ había olvidado sus inhibiciones,
había decidido aceptar lo que él quería compartir con ella. Una súbita desilusión la inundó, e
intentó librarse de las esposas de sus muñecas y tobillos.
Luego el ruido de pasos —que tenía cierta cadencia militar— anunció su regreso.
—No vas a ninguna parte. Ni yo tampoco —le aseguró él, colocando la palma de la mano en su
estómago. La piel de Nick era como hierro candente, una promesa de que la haría completamente
suya.

_____________ se tranquilizó, más aliviada de lo que ella hubiera creído posible.
La lengua mojada de Nick rozó la curva de su pecho. Un dedo siguió el suave valle entre sus senos,
luego, lentamente, lo introdujo bajo el borde del provocativo sujetador, acercándose a la sensible
areola. Ella se arqueó en una muda invitación.
Él la ignoró.
—Tus pezones son de un rosa más pálido que el rubor —murmuró, exhalando su cálido aliento
directamente contra uno de los botones tensos—. Se ponen de un dulce e intenso color rosado cuando
estás excitada.
Mientras jugaba con su boca sobre su pecho, Nick volvió a mover el dedo, dibujando un círculo
caprichoso sobre el seno.
—Tus pecas son fascinantes, me pasaría las veinticuatro horas del día buscando todas y cada una
de ellas para lamerlas hasta que me supliques que te folle. Pero no ahora.
Dios, sus palabras eran como acercar una cerilla a un barril de pólvora. El latido que él había
provocado entre sus muslos se transformó en un dolor insoportable, tan fuerte que el sudor comenzó
a resbalar por su frente. Encogió los dedos de los pies ante la necesidad. Ahora sus pechos estaban
tensos, reclamando que él hiciera algo —lo que fuera— para aliviar el inclemente placer que
demandaba el cuerpo de _____________.
Y sólo llevaba allí cinco minutos.
—Esta noche, mi misión será ver lo oscuros que puedo llegar a poner esos dulces pezones rosados.
Antes de que _____________ pudiera siquiera considerar lo que quería decir, la lengua de Nick
aguijoneó la dura cima una vez, dos veces. La torturó con ligeras estocadas, haciendo que su
corazón latiera a un ritmo acelerado. Daba la impresión de que tenía la intención de matarla muy
lentamente. _____________ gimió.
Nick chupó el pico sin piedad, como si quisiera tragarlo entero. Sus dientes apresaron con fuerza
el pezón de _____________ mientras lo succionaba con la boca. La explosiva sensación —medio
placer, medio dolor— atravesó sus pechos y se extendió por todo su cuerpo hasta que, como un
relámpago, estalló entre sus piernas.
_____________ jadeó. En respuesta, él la mordió con más dureza y la chupó con más fuerza. El
nuevo dolor la bombardeó como si fuera alfilerazos helados, que tensó sus pezones todavía más.
_____________ se quejó.
—Aguanta el dolor, cher. Aguántalo por mí. Puedes hacerlo.

Por alguna razón, decepcionarle no era una opción. Asintiendo, _____________ apretó los labios.
Nick metió el mismo pezón de nuevo en su boca, mordisqueándolo otra vez mientras lo succionaba
sin piedad. El dolor volvió a atravesar el cuerpo de _____________ . Esta vez, fue seguido por un
sorprendente y delicioso estremecimiento de placer. El quejido que había soltado antes se
convirtió en un gemido.
Al día siguiente tendría los pezones lastimados, pero no le importó. Lo que él estaba haciendo,
le dolía pero la excitaba sobremanera, la hacía temblar con un erótico dolor y una ávida
sensación sexual al mismo tiempo.
Esto era todo lo que ella había soñado; sus más profundos y oscuros deseos.
Un momento después, _____________ sintió la presa de sus dedos en el otro pezón y lo atormentó
sin piedad. Él retorció el duro brote, arrancándole otro gemido. El pellizco coincidió con un
erótico mordisco en el pezón que tenía entre los labios.
_____________ jadeó.
—Eso es —la elogió, aliviándola suavemente—. Precioso.
Con el pulgar, jugueteó con el mojado pezón. Placer, dolor, placer otra vez. Los límites se
desdibujaban. Todo lo que ella sabía era que deseaba que Nick la cubriera, la llenara, la hiciera
correrse, la hiciera suya; Dios la ayudara para sobrevivir a esa noche.
Levantando las caderas, _____________ se retorció intentando atraerlo, implorando en silencio.
La risa retumbó en el pecho de Nick.
—Oh, por supuesto que me tientas, cher. Pero todavía no. Aún queda mucho por hacer.
Ella emitió un nuevo gemido de protesta, hasta que algo afilado y metálico le pellizcó el húmedo
pezón. El gemido de _____________ acabó en un grito ahogado que no pudo contener.
—¡Oh, Dios mío! —jadeó ante el dolor.
—Lo sé. Respira hondo. Tengo el presentimiento de que acabarás apreciando el mordisco de las
pinzas. Antes o después.
No. Era terriblemente doloroso, rozaba el límite de la crueldad. _____________ aspiró
profundamente. No le ayudo. Aspiró de nuevo.
Nick bajó la boca al otro pezón, con el que sus dedos habían jugueteado previamente. Una suave
succión, un suave roce. El contraste de las sensaciones la mantenía en vilo. El latido de su
clítoris pulsó de nuevo con intensidad. Su vagina se contrajo con fuerza, dolorosamente vacía.
_____________ se arqueó. Retorció las caderas con desasosiego. ¿Qué le estaba ocurriendo?
Jamás había estado tan excitada en toda su vida.
El dolor que sentía en el otro pezón comenzó a perder intensidad cuando se acostumbró a la
sensación. El aguijón se acabó convirtiendo en una presión entumecida. Y la atención de Nick en
la dura punta que tenía en la boca se hizo más áspera.
—¡Nick! —gritó _____________ , clavando los dedos en el cuero negro que cubría la mesa.
En un abrir y cerrar de ojos, su boca abandonó el pecho y volvió a darle una palmada en el monte
de Venus. Una serie de estremecimientos recorrieron el cuerpo de _____________ como un grito. El
clímax burbujeó entre sus piernas, y levantó las caderas para ofrecerse de nuevo.
—No es así como debes llamarme —gruñó él.
—Señor —jadeó ella—. Señor, por favor.
—Te tomaré, pero no antes de que esté preparado. No hasta que tú estés preparada. Ahora
cállate antes de que me arrepienta y te caliente el trasero.
Sus palabras acabaron con sus esperanzas de alivio. Se mordió el labio con fuerza, intentando
contener un gemido de protesta. Pero no sirvió de nada cuando Nick cerró los dientes en su pezón,
lo mordió y lo chupó con dureza, arrancándole un gemido.
La voz de Nick vibró profundamente en su interior, reverberando en su clítoris. _____________
estaba siendo torturada en el potro del placer. Las asombrosas sensaciones se apilaban una sobre
otra, ahogando cualquier pensamiento o disconformidad. Estaba más dolorida de lo que nunca hubiera
soñado, más de lo que hubiera creído posible. Y él ni le había tocado la vagina ni la había
penetrado.
En ese momento, otra pinza se le clavó en el otro pezón, hundiéndose en su piel y su cuerpo
reaccionó con más violencia. Una bola ardiente de placer se estrelló directamente contra sus
pechos, descendió entre sus piernas, y se unió al incendio que ya la hacía arder. Si Nick la
tocaba allí, aunque sólo fuera una vez, temía que saldría disparada como un cohete, por mucho
que él le exigiera que contuviera el clímax. El orgasmo sería tan descomunal y arrollador que se
la tragaría por completo. _____________ luchó contra ello, negando desesperadamente con la
cabeza. Comenzó a transpirar. Se agarró a la mesa con más fuerza.
El latido seguía creciendo y creciendo. ¿Cuándo llegaría al cénit?
—Y ahora estos pezones son de un rojo profundo y excitante, hermosos —murmuró él.
_____________ jadeaba y gemía cuando Nick le soltó las muñecas y los tobillos. La ayudó a poner
las piernas —que parecían de goma— sobre el suelo. De nuevo, ella se preguntó qué habría
planeado él, pero se dio cuenta de que no importaba. Le daría un asombroso placer. Y tarde o
temprano, él haría estallar ese latido que palpitaba en su interior.
De buena gana, se abandonó a sus brazos. Él le inclinó la cabeza hacia atrás y se hundió en su
boca con un beso devorador. Un beso hambriento y posesivo. _____________ respondió, saliendo a su
encuentro y entrelazando su lengua con la suya.
—Desafías mi control, cher, con solo estar así, absolutamente hermosa y sometida. Nadie me ha
tentado nunca tanto, ni con tanta rapidez —dijo con voz ronca contra la garganta de _____________
, luego se movió para mordisquearle el lóbulo de la oreja—. Apenas puedo esperar para hundirme
en ti y mostrarte todos estos nuevos placeres.
Con desasosiego, _____________ cambió el peso de pie. Tampoco ella podía esperar a tener a Nick
enterrado profundamente en su interior. Lo quería ya. En ese mismo momento.
Nick la hizo girarse y le agarró los bordes del tanga de encaje. La humedad que manaba de su
interior y que empapaba la delicada tela, se extendía como un reguero por el interior de sus
muslos.
—Estás tan jugosa como un melocotón dulce y maduro —la elogió mientras la hacía inclinarse
sobre la mesa.
Ella gimió cuando las pinzas de sus pezones entraron en contacto con la superficie de la mesa y un
nuevo escalofrío de dolor recorrió su espalda y empapó su canal. Se tensó, luchando consigo
misma, deseando meterse la mano entre las piernas para frotarse furiosamente el clítoris hasta
hacerlo explotar. Pero de manera instintiva, sabía que eso tendría como consecuencia un duro
castigo. Con otro gemido, logró controlarse.
—Buena chica. Tan hermosamente sumisa, cher. ¿Quieres que te posea?
A _____________ no le importaba lo que tuviera que decir si con ello conseguía que Nick la hiciera
explotar.
—Sí —dijo entre jadeos—. Sí, señor. Por favor...
Arrodillándose, Nick le quitó el tanga, deslizando la tela húmeda por su piel. Luego le esposó
el tobillo a la pata de la mesa y le lamió el muslo mientras subía, más y más cerca del corazón
de su latido. Ella ardió con una necesidad anhelante y gimió cuando la boca de Nick se acercó a
su sexo.
El se rió y se inclinó para esposarle el otro tobillo, luego lamió los jugos que resbalaban por
sus muslos... pero no le concedió alivio a su empapada entrepierna. En su lugar, se apartó; el
ruido de sus pasos la avisó de su retirada. Sintió movimientos, el suave roce del plástico contra
el plástico, la apertura de un cajón. Dios, ¿por qué Nick no se daba prisa?
—Ah, sí —masculló él, aparentemente satisfecho. Luego se volvió hacia ella—. Te has ganado
una recompensa.
«¡Sí!» La emoción, la necesidad y el deseo resurgieron ante sus palabras, se anudaron en su
clítoris y esparcieron una nueva calidez en su corazón. Se alegró absurdamente de haberlo
complacido, y se sintió muy orgullosa consigo misma por haberse sometido por completo. Por
supuesto, quería con todas sus fuerzas esa recompensa.
Oyó un susurró de ropas, que acrecentó su anticipación. Desnudo. Él tenía que estar desnudo.
Retorció el trasero para atraer su atención.
—Te excita que te elogie. —La falsa reprimenda vino acompañada por una repentina y dolorosa
palmada en su trasero.
La risa que asomaba a la voz de Nick le hizo apretar los dientes.
—Estoy perdiendo la paciencia y ya he perdido el sentido del humor—protestó _____________ a
sabiendas de que Nick se enfadaría mucho. Pero no podía detenerse. La había presionado demasiado.
Nick no dijo nada, simplemente se acercó un paso a ella y cubrió su trasero. Un infierno formado
por músculo masculino y piel almizcleña la envolvió. La firme y gruesa columna de su erección le
rozó la hendidura entre las nalgas. _____________ volvió a arañar la mesa acolchada.
Por lo que Nick le agarró las muñecas y se las esposó de nuevo.
Antes de que el resonar del último chasquido se apagara, se escuchó el sonido de una palmada en su
trasero.
El ardor le calentó la nalga y luego se extendió hasta su necesitado sexo. ¿Iba a seguir jugando
con ella? Maldita sea, ya había tenido suficiente
—Nick. Señor... —se corrigió—. N-no puedo resistirlo más. Por favor, tómame.
—Cuando yo quiera y cómo yo quiera —gruñó él, puntualizando sus palabras con otra nalgada.
Una nueva oleada de calor se originó en su interior, poniendo fin a su arranque de genio.
De repente, _____________ sintió que los dedos de Nick indagaban en su trasero, serpenteando entre
sus nalgas y extendiendo entre ellas un líquido frío.
«¿Lubricante? Oh, Dios».
El latido ronroneó con la fuerza de un motor Indy 500. Esa misma mañana le había dicho que él
tenía intención de reclamar su trasero e iniciar una larga cabalgada. ¿Lo haría...?
La presión de dos dedos lubricados dentro de su trasero interrumpió la pregunta a medio formular.
El estiramiento y el ardor de su carne apretada y virgen la inundaron. La presión fue seguida por
una sensación de plenitud. Y cuando él movió los dedos en su interior, su cuerpo se opuso
levemente, pero luego, el placer anuló su capacidad de raciocinio.
—Eso es. —Nick le agarró de la cadera con la mano libre y la alentó a que saliera al encuentro
de los dedos invasores.
Ella gimió.
—¿Te gusta?
Casi sin pensar, casi en contra de su voluntad, ella dijo jadeando:
—Sí.
Los dedos se detuvieron.
—¿Sí?
—Sí, señor.
—Excelente. Veamos lo mojada que estás.
Nick apartó la mano de su cadera y rodeó con ella el cuerpo de _____________, buscando el nudo
hinchado y duro de su clítoris.
Ella gritó cuando los desgarradores estremecimientos atravesaron su vientre con ese simple toque.
Los dedos penetraban en su culo y frotaban su clítoris. Sintió que la sangre se le agolpaba entre
las piernas, y que el placer amenazaba con escapar a su control. Intentó contenerlo, pero no fue
capaz. Sintió los primeros estremecimientos del orgasmo.
Y Nick también.
—Nada de correrte —le ordenó, apartando los dedos de su clítoris y de su ano.
—Señor, por favor. ¡Por favor!
—Cuando imploras tan dulcemente, ¿cómo puedo negarme? —le murmuró en el oído—. Pero
debo...
Él se retiró un momento, y ella lamentó la pérdida de su carne caliente contra la de ella, del
calor de ese cuerpo penetrando en su piel. Un rasgón, un chasquido. _____________ se dio cuenta de
que había cogido un condón. ¡Gracias a Dios!
Pero sólo tuvo un momento para celebrarlo antes de que él le abriera las nalgas y de que ella
sintiera el enorme glande de su lubricado miembro contra el ano.
—Empuja y méteme en tu interior. Haré que te corras de tal manera que gritarás hasta quedarte
ronca.
«Sí. ¡Por favor, sí!»
_____________ echó las caderas hacia atrás, empujando. El grueso glande se deslizó en su
interior, presionando y quemando. Dolía. Oh, Dios... no iba a funcionar, no entraría. Cada vez que
él se movía, incluso cada vez que respiraba, el dolor la recorría de pies a cabeza. Con
desesperación, arañó de nuevo la mesa, gimiendo.
Luego, él se deslizó tras el apretado anillo de músculos y penetró en su interior lentamente.
Muy lentamente. _____________ jadeó cuando el introdujo un centímetro más en su cuerpo, cada vez
más profundo, en un recorrido aparentemente interminable, placentero y doloroso a un mismo tiempo.
Cuando ella ya estaba de puntillas, cuando pensaba que no podría albergar ni un centímetro más
del pene de Nick, _____________ sintió el roce suave de sus testículos contra sus nalgas. Lo
tenía dentro por completo.
—Eres muy estrecha —gimió él—. Me vas a hacer perder el control cada vez que respires.
_____________ ciertamente así lo esperaba. Ese orgasmo pendiente todavía burbujeaba bajo la
superficie de su piel, esperando un roce más en su clítoris, una larga embestida de su polla.
Pero Nick contuvo las caderas de _____________ con dedos insistentes, respirando hondo una vez y
luego otra.
—No voy a durar mucho —graznó—. Y tú tampoco.
Dicho eso, se retiró casi del todo, luego volvió a penetrar por completo las profundidades de su
ano. La pervertida y ardiente presión hizo que _____________ cerrara los puños sobre la mesa.
Placer y dolor. Prohibido y fabuloso. Oh, ella quería perderse en esa sensación. Estaba cerca. Tan
condenadamente cerca...
Nick le arrancó la venda de los ojos. _____________ parpadeó, intentando acostumbrarse a la luz
rojiza que tenía sobre la cabeza. Ver bien de nuevo no le hizo perder los sentidos del tacto ni del
olfato en absoluto, no le pasó desapercibido el espejo que había al lado de la puerta y vio el
reflejo de Nick mientras se contenía, con los músculos de los hombros acordonados y el cuello
tenso. Las venas se le hinchaban en los antebrazos y los nudillos de los dedos que agarraban sus
caderas estaban blancos.
—Obsérvanos —le ordenó—. Mira cómo poseo tu culo virgen y apretado.
_____________ lo observó, incapaz de evitarlo mientras él la penetraba con rítmicas embestidas;
salía y entraba con fuerza, llenándola mientras intentaba prolongar tan novedoso placer, tan
intenso que apenas lo podía soportar. Ella gimió, perdida en la imagen, en las sensaciones de su
interior.
—Una última cosa y dejaré que te corras, cher.
_____________ se lamió los labios resecos.
—Sí. Lo que sea, señor.
—En las fantasías que le contaste a Andrew, ¿mencionaste que te gustaría ser esposada?
—Sí, señor.
— ¿Le dijiste que querías que te prendieran los pezones?
—No.
— ¿Te gusta? —él se estiró para alcanzarlos y dio un suave tirón de la cadena que unía las
pinzas.
Una oleada de dolor y éxtasis se extendió desde los pezones de _____________, envolvió su cuerpo
e hinchó todavía más su clítoris.
—Sí.
— ¿Le dijiste que querías que te poseyera por el culo?
—Sí, señor.
Y Nick lo hizo, dos agridulces envites, uno lento, otro rápido y profundo, hasta la empuñadura.
_____________ jadeó y gimió. No podía soportarlo más.
— ¡Por favor, señor!
—Casi está —prometió—. ¿Qué más le dijiste que querías?
«No». Si le decía eso... no. ¿Qué pensaría él?
—E-eso es todo —mintió.
Él le palmeó las nalgas y se hundió rápidamente en ella con una serie de estocadas rápidas y
fuertes. _____________ gritó. Más ardor se añadió al fuego que le quemaba entre las piernas.
Maldita sea, ¿por qué no podía llegar? El ardor del clímax era mucho más grande de lo que nunca
había sentido. A esas alturas ya debería de haber explotado.
¿Acaso su cuerpo había aprendido a esperar las órdenes de Nick?
—Miénteme otra vez y me masturbaré, me correré a tus pies y te dejaré aquí dolorida toda la
noche.

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