domingo, 21 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 14

Y ella tenía que ser fuerte para no picar el anzuelo.
—Era yo quien estaba contra la puerta esta mañana —replicó—. No estoy huyendo y no me hago la estrecha. Pero tú quieres algo de mí que no puedo darte.
—Bien, eras tú esta mañana, pero no del todo. Podrías someterte por completo si te mostraras tal y como eres en realidad. Pero te contienes. Sí, me di cuenta; no parezcas tan sorprendida. Esa parte de ti, profunda y oscura, que quiere ser dominada y tomada, es lo que me has negado. La que niegas que exista. Tienes valor para enfrentarte a ese maldito acosador que intenta matarte, pero no para aceptar el placer que puedo ofrecerte.
_____________ ignoró la oleada de calor que le provocaron esas palabras, y la visión de la gruesa erección que presionaba la bragueta de los vaqueros. Se concentró en la cólera que sentía.
—El que tantas mujeres hayan sido tus esclavas sexuales, no quiere decir que todas las demás tengamos que tumbarnos y abrirnos de piernas cuando así lo desees.
—Tú quieres someterte porque estás cansada de ser fuerte, porque si te acuestas con alguien no quieres tener que indicarle qué es lo que te gusta o que no. Quieres un hombre que sepa comprenderte y darte lo que necesitas sin tener que pedírselo.
— ¿Eres una versión pervertida del doctor Phil?
—Vigila esa boquita, cher. Tengo una mordaza, y sé cómo usarla —gruñó él.
Ante esa amenaza ronca, _____________ cerró la boca. La furia y el deseo burbujeaban en su interior, amenazando con estallar.
—Escúchame. Lo que tú necesitas es a un hombre lo suficientemente fuerte como para que te obligue a rendirte en la cama. No has probado tu lado oscuro, cher. Sé que obedecerás perfectamente a todo lo que te pida. Lo noto, lo veo en ti.
Esa confianza en sí mismo y el poder físico que destilaba, hacían estragos en sus sentidos. Qué el Cielo la ayudara. Jack parecía convencido de cada palabra que decía. _____________ se estremeció. Durante la mayor parte de su vida, había tenido deseos y fantasías. Había sentido curiosidad. ¿No le pasaba lo mismo a todo el mundo? Pero eso no quería decir que ella quisiera que esas fantasías se convirtiesen en realidad.
Negó con la cabeza.
—Si dejarás de ver reflejadas en mí tus retorcidas necesidades, verías que soy sólo una chica normal.
Nick tensó los hombros y los brazos, apretando los dientes.
Luego su expresión se suavizó hasta que no quedó ni rastro de cólera ni de cualquier otra emoción. Simplemente se inclinó y aflojó los nudos de la muñeca izquierda, luego los de la derecha. Repitió el proceso con los tobillos, teniendo mucho cuidado de no tocarla siquiera. Con rapidez, ella estuvo desatada y libre, ya no estaba a su merced.
Una extraña emoción la golpeó con fuerza, como si estuviera... vacía. Despojada. _____________ dobló las rodillas hacia el pecho y observó cómo Nick se ponía la camiseta. No la miró... lo cierto es que evitaba mirarla. Era como si ella ya no existiera. Se sintió muy sola a pesar de que él seguía en la habitación, recogiendo las cuerdas de terciopelo.
— Nick —farfulló, sin saber qué decir. _____________ sólo sabía que su indiferencia le hacía daño.
— ¿Sí?
Dios, esa expresión. Podía haber estado hablando con cualquiera... con un perfecto desconocido, y sobre algo tan banal como el clima.
La ironía de la situación inflamó su temperamento.
— ¡Hablando de hacerse el estrecho! Cómo no obtienes lo que quieres, yo recibo frialdad por tu parte, ¿no?
El regresó a la cama y se sentó a medio metro de ella. No la tocó, y _____________ deseó que lo hiciera.
¿Qué demonios le pasaba?
—Si no estás dispuesta a ser quién sabes que eres, yo sólo puedo darte lo que me pedías: una relación estrictamente platónica y profesional.
_____________ sabía que debía alegrarse. En el fondo de su ser no era una sumisa. Tener algunas fantasías de vez en cuando no la convertían en la marioneta de un dominante. En realidad no estaba interesada en eso.
¿Pero por qué entonces una parte de ella ansiaba borrar sus palabras y regresar al momento en que se había despertado y hallado sus pechos desnudos y excitados, mientras Jack se inclinaba para lamer sus pezones con esa lengua abrasadora?
«Sí, ¿y qué quieres hacer al respecto? ¿Abrirte de piernas como disculpa?» Honestamente, _____________ no sabía la respuesta. Lo que sí sabía era que no podía dejar que esa conversación terminara con esta frialdad entre ellos.
—Estás enfadado.
—No has sido sumisa con tus anteriores amantes. ¿Cómo puedes saber si lo eres o no sin haberlo
probado por lo menos una vez? La realidad puede ser todavía mejor que tus fantasías.
Los pensamientos se apelotonaron en la cabeza de _____________ . Él estaba equivocado. A
_____________ sólo le bastaba oler las coles para saber que no le gustaban.
Era una pobre analogía. La verdad era que no quería volver a pasar por la vergüenza que había
sentido con Andrew, o por el horror que sentiría si su madre supiera que había sucumbido a ese
tipo de deseos.
Y había otra razón. La idea la tentaba más que cualquier otra cosa. Temía que al final le creara
adicción.
Nick se acercó un poco más, haciendo que le resultara difícil pensar con lógica. Olía genial. A
hombre y especias, a cipreses y cuero, y a piel caliente que envolvía unos músculos tan tensos que
ella bien podría rebotar en ellos. Ese hombre era puro sexo andante.
¿Y si probaba a someterse? A él. Sólo una vez.
Si le gustaba, Andrew estaría en lo cierto. No sería... normal, ¿o sí lo sería?
—Casi puedo oír esos pensamientos que bullen en tu cabecita, cher. Piensas demasiado cuando todo
es muy simple.
— ¡No, no lo es! Es mi cuerpo, mi... —_____________ sacudió la cabeza intentando encontrar
las palabras correctas.
— ¿Tu vida? ¿La imagen que tienes de ti misma? Lo sé. ¿Pero prefieres saber que fuiste lo
suficientemente audaz como para probarlo o tener que admitir que estabas tan asustada que huiste
antes de meter un pie en el agua?
¿Por qué demonios la presionaba así?
— ¡Para! Esto es sólo por ti. Tú sólo quieres mantener relaciones sexuales conmigo.
El le dirigió una sonrisa contrita... una que le hizo curvar los dedos de los pies.
—Es cierto que te deseo, mais. Nunca te lo he ocultado. Pero tampoco quiero que seas desgraciada
cuando la verdad podría liberarte.
—No me siento desgraciada. ¡Me encanta mi vida!
—Estoy seguro de que te encanta tu vida. Con excepción del sexo. Si quieres descubrir la verdad,
pasa una noche conmigo —la desafió—. Sólo una, a mi manera. Mañana, si no te ha gustado, no
habrá nada más que decir. No volveré a tocarte.
Señor, la desafiaba a descubrir la verdad, una que podría estallarle en las narices.
_____________ suspiró. Nick tenía razón. Nunca le había gustado el sexo, nunca había
explorado esa parte de sí misma llena de sueños febriles. Tal vez. Tal vez esos dos hechos estaban
relacionados. Tal vez había llegado el momento de saciar su curiosidad. Si se permitía
experimentar esas fantasías, podría borrarlas de su mente una vez que las hubiera satisfecho.
Y si Nick sólo quería utilizarla... Bueno, ¿por qué no podía utilizarlo ella a su vez? Como un
alocado experimento científico. Él no era precisamente desagradable a la vista, y cuando estuviera
enterrado profundamente en su interior, el placer sería lo suficientemente intenso como para
hacerla perder la cabeza. Con su ayuda, podría deshacerse del fastidioso deseo de ser dominada
sexualmente por un hombre. Luego podría volver a su vida normal y liberarse de las calumnias de
Andrew y, algún día tal vez, iniciar una nueva relación con la cabeza bien alta.
—No soy cobarde, ni sumisa. Tómame y te lo demostraré.
La cogió de la mano.
La cogió de la mano.
—Necesitas averiguarlo de una vez por todas.
Pasara lo que pasase, por la mañana los dos sabrían la verdad. Jack se daría cuenta entonces de
que estaba equivocado. _____________ asintió con la cabeza.
—Necesitamos una palabra segura —dijo Nick.
—Cierto —_____________ no fingió no entenderle. Había leído lo suficiente para saber a qué
se refería—. Si digo la palabra «pantano», te detendrás.
Nick asintió con la cabeza, y el pelo oscuro cayó sobre su ancha frente.
—Si dices «pantano», lo dejamos. Pero antes de usar esa palabra, tienes que estar segura de que
no puedes soportarlo más. Una ligera incomodidad no es suficiente. Ya sea física o mental. Voy a
cuestionar todas tus creencias sobre el sexo. Voy a pedirte más de lo que nunca has dado de ti
misma. No hay lugar para esconderse, _____________ . Quiero que quede totalmente claro. ¿Estás
preparada para esto?
—No. ¿Para demostrarte que te equivocas conmigo? Sí.
Jack luchó por contener una sonrisa.
—Vale.
Y con eso, se levantó y se quitó la camiseta. Enderezó los hombros y la expresión de su cara
cambió. Un aire de autoridad, impenetrable e intimidante, lo rodeó. Tan excitante como un
relámpago, tan enérgico como un trueno.
____________ se estremeció a la vez que se decía a sí misma que debía ser fuerte.
—Ya conoces las reglas, _____________ . Yo soy el Amo. Todo lo que diga es ley. Harás lo que te
diga, cuando te diga, y como te diga. Sin titubeos. Sencillamente lo haces.
El sostuvo las tiras de terciopelo en las manos, acariciándolas con el pulgar. _____________
intentó olvidar la sensación de esas tiras en sus muñecas y tobillos, sujetándola con fuerza
para que él hiciera con ella lo que quisiera. Sólo ese pensamiento hizo que se le retorciera el
vientre de lujuria.
No, no, no. Eso no era erótico, sólo era... extraño.
Una fugaz sonrisa apareció en la boca de Nick cuando la pilló mirando las ataduras de terciopelo.
—Muy bien.
Un escalofrío bajó por la espalda de _____________ que apartó la mirada. Pero ya era demasiado
tarde. El había visto cómo miraba las tiras. La voz de Nick, extraordinariamente ronca, le exigió
con rudeza: —Quítate el tanga.
Nick observó cómo _____________ vacilaba, todavía rodeándose las rodillas con los brazos,
debatiendo mentalmente si debía o no acatar su orden. Normalmente, ese tipo de vacilaciones,
serían una ofensa punible. Pero todo eso era nuevo para ella, su mente todavía se resistía al
dominio que su cuerpo suplicaba. Por ahora, sería paciente con ella... tanto como le fuera posible.
Pero saber que _____________ pronto estaría bajo su cuerpo, totalmente abierta para que él
pudiera hacer todo lo que quisiera con ella, desafiaba su autocontrol.
Tragándose un nudo de lujuria, la miró con una expresión dura.
—Cuando doy una orden, espero que sea obedecida de inmediato. Quítate el tanga o usa la palabra
de seguridad.
_____________ se mordió ese exuberante labio inferior. Al verlo, el miembro de Nick pulsó en el
interior de los vaqueros. Dios, quería esa boquita alrededor de él, que esos labios plenos se
abrieran para tomarle, mientras penetraba su boca profundamente, que esa pequeña lengua le lamiera
el glande. «Paciencia», se dijo a sí mismo.
—Pensaba... ¿no me vas a besar al menos?
Maldición era demasiado naïve. Tenía mucho que aprender para llegar a ser una buena sumisa. Y él
se moría de ganas por enseñarle.
Algunas veces eso significaba jugar duro.
—Me estás cuestionando —la advirtió—. Si yo pensara que es el momento adecuado para un beso,
te lo habría ordenado. Te estás comportando como una petite fille, una niña demasiado asustada
para afrontar sus propios deseos. Y me estás haciendo perder el tiempo. — Nick le dio la espalda.
Dio un paso hacia la puerta, y luego otro. Y comenzó a preguntarse si esa jugada le saldría mal.
— ¡Un momento! Estoy asustada. Esto es nuevo para mí. Y... —le dijo ella suavemente— y no
quiero que lo parezca.
Nick se volvió hacia ella. Por fin, un poco de sinceridad. Era un paso adelante.
— ¿Cómo me tienes que llamar aquí? —la desafió.
—Señor. —La palabra salió temblorosa de sus labios, y lo atizó como el fuego, enviando una
ardiente oleada de deseo a su pene.
Para recompensarla, se acercó a su lado y le ahuecó la mejilla con la palma de la mano.

—Tienes que enfrentarte a ti misma, cher. Yo no soy tu enemigo. Yo sólo voy a ayudarte.
—Es que no puedo dejar de pensar que...
—Ya conoces las reglas. No pienses. Simplemente obedece.
Ella suspiró.
—Nunca he sido buena obedeciendo órdenes, señor. Pregúntale a mi madre.
Sonriendo, él le prometió:
—Jamás te pediré que limpies tu habitación o que saques la basura. Obedecerme a mí será
bastante más fácil.
_____________ lo miró y asintió con la cabeza temblorosamente, con la inocencia y la necesidad
brillando en sus ojos azules.
El corazón de Nick dio un vuelco. Maldición, era tan hermosa, tan tímida. Había algo en ella que
le hacía querer tomarla de todas las maneras posibles, mientras le decía lo perfecta que era. Una
locura...
Apartándose, cambió la expresión divertida de su cara por una severa y se cruzó de brazos.
—Es tu última oportunidad. Quítate el tanga, __________.
Ella se quedó inmóvil durante un instante antes de soltar un profundo suspiro y estirarse sobre la
cama, exponiendo sus exuberantes y pálidos pechos enmarcados por el bustier. Sus pezones todavía
estaban duros y rosados por los labios de Nick.
Una nueva oleada de lujuria le golpeó en el vientre y bajó hasta sus testículos cuando ella le
dirigió una mirada indecisa, luego enganchó los pulgares en la tira de encaje de sus caderas.
Lentamente, tan lentamente que él pensó que se moriría de tanto contener el aliento,
_____________ comenzó a bajarse el tanga, exhibiendo más piel perfecta salpicada con diminutas
pecas.
Luego expuso el ardiente vello que protegía su sexo. Nick apretó la mandíbula. Ansiaba
saborearla. Ella ya estaba húmeda. Completamente mojada y preparada. Saberlo lo mataba.
Por fin, dejó caer la prenda al suelo. _____________ se enderezó, dirigiéndole una mirada
indecisa, pero armándose de valor echó los hombros hacia atrás e irguió la cabeza. Nick sabía
por la manera en que se movía que estaba conteniendo el deseo de cubrirse los pechos con el bustier
que le colgaba de los hombros y taparse con las manos la unión de las piernas, pero no lo hizo. Su
respeto por ella creció... igual que crecía el ansia de tenerla completamente a su merced.
—Recoge el tanga.
_____________ clavó los ojos en él, frunciendo un poco el ceño mientras buscaba la lógica a
su petición. Tenía que conseguir que dejara esos hábitos.
—No quiero repetirlo —la advirtió.
Con la expresión divida entre la confusión y la resignación, se inclinó y recogió el tanga,
luego lo sostuvo contra los pechos desnudos. Tenía el ardiente pelo rojo suelto sobre los hombros.
Y esa boca roja, que haría que Angelina Jolie se sintiera orgullosa, tenía los labios húmedos y
abiertos. Un dulce rubor se extendió por sus mejillas.
Nick contuvo el aliento. Maldita sea, era tan hermosa. Era un desperdicio que fuera de Brandon Ross.
Pensar en llenarla de placer hasta que gritara su nombre, resquebrajaba su autocontrol. Se ponía
más duro por segundos. Tenía que contenerse. De otra manera, no podría darle lo que ella
necesitaba... lo que los dos necesitaban.
—Dame el tanga, cher.
ragando con fuerza, ella extendió la mano indecisa con la prenda de seda y tiras doradas. El miedo
y el ansia por complacer se reflejaban en su cara, y le estrujaron el corazón. Tenía que
apaciguarla y excitarla. Equilibrar sus respuestas. Era la única manera de conseguir que se dejara
llevar.
Nick tomó el tanga y cerró el puño sobre él. Estaba húmedo. E incluso a veinte centímetros de
su nariz, podía oler el aroma a deseo que desprendía la prenda. El nudo de lujuria de su vientre
se retorció con tanta fuerza que apenas pudo respirar.
—Estás mojada.
_____________ no dijo nada, sólo se lo quedó mirando con esos enormes ojos del color del mar
Caribe, que se agrandaban más a cada segundo que pasaba.
—Respóndeme, _____________ . Sí o no.
—Sí —tomó aliento.
— ¿Sí, qué? —la apremió.
—Sí... señor.
Aún no lo decía con fluidez, pero lo haría. La tendría a su merced hasta que lo hiciera.
Alternando entre la suavidad y la severidad. Conservando un delicado equilibrio. Mantenerla excitada
e indecisa, sería un placer para él.
—Bien. Me encanta que estés mojada. Pienso mantenerte así toda la noche.
Ella absorbió sus palabras, tensándose levemente. Con las pupilas totalmente dilatadas. Con las
areolas tensas y arrugadas alrededor de los pezones. Se pasó la lengua por el pleno labio inferior.
El miembro de Nick palpitó de impaciencia.
— Nick...
—No me llames así. Si tengo que recordártelo otra vez, te azotaré el trasero.
_____________ frunció el ceño. Tensó la mandíbula. Quería soltarle algún comentario mordaz.
Pero simplemente se lo tragó.
Nick sonrió para sí. _____________ estaba aprendiendo. Lenta, pero segura...
—Sí, señor.
—Bien. Quítate el bustier.
_____________ accedió casi sin vacilar. Casi. No era perfecto, pero iban progresando.
La suave reprimenda que le venía a la boca murió cuando ella expuso la línea delgada de su torso,
el vientre plano, los hombros gráciles, la curva llena de sus pechos. Nick nunca hubiera pensado
que fuera posible, pero su miembro se endureció todavía más con una oleada de sangre nueva.
—Dámelo —exigió.
De nuevo, hubo una demora antes de cumplir la orden. Satisfecho por el momento, lanzó las prendas a
la silla. Cuando se giró hacia _____________ , vio que volvía a pasarse la lengua por esos labios
provocativos.
Maldita mujer, estaba poniendo a prueba su paciencia y autocontrol. Ahora, la primera vez que iba a
tenerla bajo su dominación, tenía que controlar a _____________ por completo. No podía vacilar.
No podía mostrar debilidad, ni falta de control, sólo una seguridad que no admitía negativas.
Reafirmar su dominación era la clave para persuadirla de que hiciera caso a las necesidades de su
cuerpo. Era la única manera en que podría quitársela a ese bastardo de Brandon. Luego, después
de que la hubiera tomado, después de que se entregara por completo, después de que admitiera que
necesitaba a un hombre autoritario y de que dejara a su novio, él se quedaría satisfecho.
—Ponte de rodillas, cher.
La mirada de _____________ voló a la de él, sus ojos azules mostraban una interesante mezcla de
pánico y lujuria. Estaba procesando la orden, intentando averiguar lo que él quería. Pero ya lo
sabía.
Tal como él sabía que ella podría usar la palabra de seguridad en vez de hacer cualquier cosa que
le pidiera. Pensarlo lo irritó. Quería —necesitaba— sentir su lengua acariciándole el pene,
abriendo sus labios para tomarle. Quería ver su adoración, su sumisión, su aceptación, su
excitación.
— ¿Señor?
—No te he dado permiso para hablar. Sigue mis indicaciones o usa la palabra de seguridad.
El mohín de la boca y el ceño fruncido de _____________ le dijeron sin palabras que se sentía
rebelde y frustrada. Pero sus ojos, puros lagos de deseo, reflejaban su excitación.
Esa expresión revelaba todo lo que a él le gustaba de ella. Su dicotomía —sus inocentes
experiencias y sus necesidades licenciosas—, lo conducían a un peligroso estado de lujuria. A un
deseo arrollador que no podía recordar haber sentido antes. Eso iba más allá de la necesidad
psicológica de querer controlar, más allá del puro deseo físico por una mujer. En ese momento,
quería poseerla en cuerpo y alma.
De repente, Nick se preguntó si antes de dejarla ir podría tomar a _____________ todas las veces
que fueran necesarias para arrancarla de su alma.
Al fin, ella bajó la mirada, y se puso de rodillas lentamente.
Estaba tan cerca que Nick podía sentir su aliento en el miembro, aprisionado en la bragueta de sus
vaqueros. Le costó cada pizca de autocontrol no arrancarse los pantalones de un tirón, para así
sentir su aliento y su boca directamente en él. Pensarlo le provocó una oleada de lujuria que hizo
palpitar su erección todavía más.
—Mucho mejor. Como recompensa, puedes hablar. ¿Qué querías decir, _____________ ?
—No sé demasiado sobre el sexo oral.
— ¿Cómo sabes que es eso lo que quiero?
—Lo supuse. Si es eso lo que quieres, creo que deberías de saber que la única vez que lo hice,
él no...
— ¿Se corrió en tu boca?
Un nuevo rubor inundó las mejillas de ____________.
—No.
La información golpeó de lleno en el vientre de Nick. Así que el puritano de Brandon no había
encontrado satisfacción en esa hermosa boca inspiradora de pecados. Sabía, por el encuentro de esa
mañana contra la puerta, que la idea la excitaba. Y quería que _____________ experimentara los
actos que la excitaban. Pero saber que sería el primer hombre que dejaría su simiente en la boca
de _____________ le tensaba los testículos, y hacía que su lujuria fuera todavía más
apremiante. Era primitivo, posesivo e ilógico, pero había algo en él que reaccionaba salvajemente
ante el conocimiento de que ningún otro hombre la hubiera tomado de esa manera.
Al bajar la mirada descubrió que _____________ no sentía rechazo por esa demanda, sino
incertidumbre. La ansiedad hacía que el azul de sus ojos destacara en la pálida cara. Ella se
mordió el labio inferior con nerviosismo.
—Mi responsabilidad como Amo no es sólo darte órdenes, sino guiarte y darte placer. Se trata de
confianza. Debes confiar en mí, cher. Te ayudaré, te daré lo que necesitas. ¿Entiendes?
La mirada de _____________ abandonó su rostro, y bajó por su torso hasta detenerse en la
insistente erección que empujaba contra la bragueta de los vaqueros, justo delante de su cara.
Sacó de nuevo la lengua para humedecerse el labio inferior.
Nick contuvo el aliento, inundado por los pensamientos de que, pronto, esa lengua rosada lamería su
glande. La lujuria le retorció el vientre, convirtiéndolo en un nudo tenso de necesidad. ¡Merde!
La deseaba tanto que era una tortura.
—Sí..., señor.
Nick apenas logró mascullar una respuesta antes de desabrocharse los vaqueros y bajarse la
cremallera. Su miembro saltó libre a su mano y lentamente se acarició la gruesa longitud.
_____________ miró fijamente la carne dura con una expresión vacilante y ardiente. Quería
tocarle; su cara tenía la misma expresión que un niño ante el escaparate de una confitería.
Empuñando su miembro, esperó mientras observaba cómo los ávidos ojos femeninos seguían su mano.
Cuando una gota le perló el glande y ella se humedeció los labios, Nick ahuecó la cabeza de
_____________ con su mano libre. Las suaves hebras sedosas de su pelo resbalaron entre sus dedos
cuando bajó la mano a la nuca. Luego acarició la suave piel de la mandíbula y la atrajo
lentamente hacia su miembro.
—Chúpamela,___________. A fondo.
Con lentitud, la boca femenina se acercó a su miembro. La mirada de _____________ buscó la suya
mientras se preparaba para tomarlo en su boca. Nick contuvo el aliento. Dios, no podía apartar la
vista de ella, no podía dejar de observar cómo esos labios rojos y sensuales se preparaban para
envolverlo. Sintió que una fiebre delirante lo inundaba mientras se imaginaba lo caliente y sedosa
que sería su boca.
Al fin, ella acogió el hinchado glande que todavía rezumaba humedad. La mirada de _____________
jamás vaciló mientras cerraba los labios en torno a él y le arrasaba con la lengua la sensible
parte inferior, enviando un cegador escalofrío de placer a la espalda de Nick. Él apretó los
dientes para contener un gemido.
Ella se detuvo y se retiró un poco. Él se lo permitió, pero tensó la mano en su nuca como
advertencia. Esa lengua rosada humedeció de nuevo su glande, y luego sus propios labios. Nick la
observó, enfebrecido por la caliente mirada de _____________ , llena de inocencia y asombro, y de
deseo por experimentar todo aquello que finalmente se había superpuesto a sus miedos y dudas.
Esa visión hizo que Nick tuviera que contenerse con todas sus fuerzas para no bombear salvajemente
en esa boca. Respiró hondo.
—Más profundo, cher. Hasta la garganta.
Ella asintió con la cabeza, rozando con la lengua la punta hinchada de su pene. _____________
abrió más la boca para abarcar tanto cuánto pudiera
El cálido y resbaladizo cielo de su boca envolvió la mitad de la longitud, acunándola con la
lengua. Nick gimió. Ella sacudió la cabeza, moviéndola para intentar tomar todavía más.
La sensación de que lo envolvía, de la imagen de _____________ llenándose la boca con su
carne, lo llevaron peligrosamente cerca del clímax. Le apretó la nuca al empujar otro centímetro
más en las dulces profundidades de su boca.
_____________ se retiró un poco, luego deslizó sus labios abarcando más longitud, casi hasta
el fondo de su garganta, acompañando el movimiento con un gemido. El sonido vibró dentro de él.
El placer subió por su miembro, y le rodeó el escroto como una prensa. Se inclinó cuando
_____________ levantó la mano hasta los testículos y los ahuecó con esos dedos suaves.
Maldición, tenía buenos instintos.
Nick se tensó de nuevo, luchando contra el deseo de desatar su lujuria, de penetrar en su boca en
una búsqueda irreflexiva de placer, dejándose llevar por la ebullición que comenzaba en su
escroto. Esa lenta exploración lo estaba matando al mismo tiempo que lo doblegaba. Curvó los dedos
de los pies contra el suelo de madera.
¿Cómo diantres podía mantener el control con esos labios hinchados y esa boca tensa,
succionándole hasta despojarlo de la cordura?
El glande chocó finalmente contra el fondo de la garganta, añadiendo una nueva dimensión a su
placer. Incapaz de contenerse, cerró los ojos y gimió, admitiendo su necesidad.
—Eso es, cher. Así. Succióname profundamente.
Al abrir los ojos de nuevo, Nick se encontró a _____________ inclinada sobre su miembro con los
ojos cerrados. Su actitud era casi reverente, mientras lo tomaba por completo. Luego se fue
retirando con una lenta pasada de la lengua. Tan condenamente lenta, que Nick creyó que perdería
la cabeza y el control antes de que ella volviera a acoger en su boca toda la longitud.
Estaba al límite; los fluidos recorrían su cuerpo en una desesperada prisa por alcanzar el
orgasmo. Cada músculo de su cuerpo temblaba, mientras le agarraba el pelo con ambas manos,
exigiendo más.
—Más rápido. Rodéame con esa dulce lengua. Venga...
Ante sus palabras, _____________ estableció un ritmo más rápido, pero no tanto como para que
Nick no pudiera sentir cada surco de su lengua. Todavía era lo suficientemente lento como para
despojarlo por completo de su capacidad de raciocinio; no podía ni recordar su maldito nombre.
Que no lo tomara en su boca ya no era una opción. Enterrando las manos en sus cabellos empujó
entre los labios plenos y suaves, hasta el fondo de su garganta.
—Trágame —exigió con la voz ronca—. Cuando esté en el fondo de tu garganta, trágame.
Y asombrosamente, lo hizo. Cada vez que él se hundía. Con un ritmo perfecto como si fuera una
auténtica profesional. Nunca había sentido nada tan asombroso.
Demonios, esa mujer iba a destrozarle con ese orgasmo.
El sudor le resbaló por las sienes y la espalda al intentar resistir la creciente presión de sus
testículos. No podría negarse el placer demasiado tiempo. La oleada oscura y el dolor acuciante le
exigían que cediera. Se contuvo, apretando los dientes cada vez que la lengua de _____________
lamía el glande, cada vez que hundía las ruborizadas mejillas para succionarlo.
Nick quería detener ese clímax rugiente, disfrutar de ese pálpito, dulce como la miel, un poco
más. Se retiró de su boca, conteniendo el aliento para no sentirse invadido por su perfume,
necesitando un momento para no ser bombardeado por las sensaciones que provocaba la sedosa lengua
que lamía su miembro.
Cuando abandonó su boca con un suave plof, ella gimió y se lamió los labios, dirigiéndole una
tórrida mirada que le imploraba al mismo tiempo que lo desafiaba.
—Por favor, señor. —Fijó la mirada hambrienta en su miembro, abriendo la boca.
Nick tomó su erección con la mano, pasando el pulgar por el glande húmedo, luego metió el dedo
mojado en la boca abierta.
— ¿Quieres más de esto?
Aspiró profundamente cuando ella lamió la humedad de la yema del pulgar. Nick no podía apartar la
vista de sus mejillas sonrosadas.
—Sí, señor.
—Dime qué es lo que quieres.
—Quiero tomarte en la boca, señor.
— ¿Qué parte de mí? —rugió Nick, torturándolos a ambos con largas pasadas de su mano por la
erecta longitud.
La mirada de _____________ quería comérselo vivo.
—Tu miembro, señor. Déjame tomarlo en la boca.
—Hasta ahora, no has seguido muy bien mis instrucciones.
—Lo haré, señor.
—Haré que cumplas esa promesa,________. —Le agarró la nuca de nuevo—. Succióname.
«L'aide de ciel me», pensó él mientras cedía al deseo de empujar en la boca de __________ otra
vez con un fuerte gemido que podría haber sacudido la cabaña hasta los cimientos. «Qué el cielo
me ayude».
De nuevo, no pudo resistir el deseo de follarle la boca. Su ritmo profundo e insistente la llenaba,
exigiendo que lo tomara una y otra vez. La observó; los labios hinchados, las mejillas sonrosadas,
los ojos entrecerrados mientras lo saboreaba. Tenía los pezones más duros que nunca. Verlos le
hacía estallar la mente, lo despojaba del control.
Nick se tensó de nuevo, la presión de sus testículos era casi dolorosa mientras luchaba por
contener el clímax, retrasando lo que parecía un inevitable y explosivo final.
_____________ abrió los ojos, dirigiéndole una mirada inquisitiva y seductora, buscando su
aprobación. Dulcemente le rogó que siguiera empujando, alentándolo con la promesa de un éxtasis
que él jamás había conocido.
Esa mirada destruyó el poco control que le quedaba. El clímax bajó por su espalda, ardió en sus
testículos, y explotó en su pene. El desgarrador placer hizo que exclamara el nombre de _______
con un grito ronco, que se convirtió en una letanía mientras el éxtasis sacudía su cuerpo con un
estremecimiento tras otro.
Débilmente, a través del martilleo de su corazón, oyó el borboteo de _______.
—Trágalo —dijo con voz ronca, frotando una de sus manos contra el largo cuello de
__________—. Trágalo todo, cher.
Con una dulce sumisión —por el momento—, ella lo hizo. Pero Nick no se engañaba. La sonrisa
que asomaba a los labios de ________ le hablaba de su prisa por excitarlo, por doblegarlo, por
despojarlo de sus aceradas defensas.
Se retiró de las dulces profundidades de su boca y se quitó los vaqueros. Una dulce saciedad lo
embargaba, mientras recuperaba el control. Ahora, podría derribar las defensas de _____________ y
devolverle el favor. Ahora, podría conseguir su rendición, desnudar su alma, y asegurarse de que
hacer el amor con Brandon Ross no volvería a estar en su lista de prioridades.
Jadeando, cansada pero dispuesta, _____________ clavó los ojos en Nick mientras se ponía de pie.
Él dejó a un lado los vaqueros y se volvió hacia ella con la mirada ardiente. El corte militar
del pelo de Nick sólo acentuaba la cara angulosa, la mandíbula firme con la sombra de barba, y el
hoyuelo del mentón. La deliciosa vista no se detenía ahí.
_____________ dejó vagar la mirada por los hombros fornidos, los sólidos y marcados pectorales,
la línea tensa de sus músculos. Bajó los ojos al tesoro de su ingle.
Incluso relajado, su pene era grande. Cuando estaba erecto habría avergonzado a la mayoría de los
hombres.
Y ella lo había conquistado. El enorme y poderoso Nick había sucumbido ante ella. ¿Sería esa
irresistible sensación de poder la razón por la que a él le gustaba dominar?
_____________ se humedeció los labios, consciente de ese poder. A pesar de su impresión inicial,
no se detuvo a interrogarle. No preguntó si lo había hecho bien o mal, ya tendría tiempo para
ello más tarde. En ese momento le dirigió una picara sonrisa. Había sobrevivido al reto de
someterse sin sufrir ni un solo rasguño. No se había sentido como una marioneta sin pies ni cabeza
acatando sus órdenes. Había sido más bien como seguir las pistas para saber exactamente cómo
controlarle y satisfacerle.

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