viernes, 5 de agosto de 2011

El Epilogo

Un año después
Nick abrió la puerta de la habitación del hospital. Junto a su madre y a Yari, entró sin hacer ruido, ya que no quería molestar a ___ si estaba descansando.
El miedo lo atenazó al verla tumbada en la cama. Su aspecto lo aterrorizaba, estaba muy pálida y parecía indefensa. No podía soportar verla a sí.
Ella era su fuerza. Su corazón. Su alma. Todo lo que era bueno en la vida.
La idea de perderla le resultaba insoportable.
___ abrió los ojos y les sonrió.
- Hola -dijo en un susurro.
- ¡Hola guapa! -le contestó Yari-. ¿Qué tal estás?
- Exhausta, pero muy bien.
Nick se inclinó y la besó.
- ¿Necesitas algo?
- Tengo todo lo que siempre he deseado -le contestó ella con el rostro radiante.
Él le sonrió.
- Bueno, ¿dónde están mis nietos? -preguntó Afrodita.
- Se los han llevado para pesarlos -contestó ___.
Y, como si las hubiesen llamado, las enfermeras entraron en ese instante empujando las cunas. Comprobaron los brazaletes de ___ y los de los bebés y salieron en silencio.
Nick se apartó del lado de ___ lo justo para coger en brazos a su hijo con mucho cuidado. La alegría lo inundó al acunar al diminuto bebé. ___ le había dado mucho más de lo que jamás imaginó que tendría. Y mucho más de lo que se merecía.
- Éste es Nicholas James Alexander -dijo mientras lo depositaba en brazos de Afrodita para coger a su hija-. Y ésta es Vanessa Anne Alexander -y la colocó sobre el otro brazo de su madre.
Los labios de Afrodita comenzaron a temblar cuando miró a su nieta.
- ¿Le has puesto mi nombre?
- Los dos quisimos hacerlo -le dijo ___.
Las lágrimas brotaron de los ojos de la diosa mientras contemplaba a sus dos nietos.
- ¡La de regalos que tengo para ustedes!
- ¡Mamá! -la interrumpió Nick con brusquedad-. Por favor, nada de regalos. Tu amor será suficiente.
La diosa se limpió las lágrimas y soltó una carcajada.
- De acuerdo. Pero si cambian de opinión, deganmelo.
___ observó a Nick mientras éste acariciaba la cabeza pelona de Nicholas. No lo habría creído posible pero, en ese momento, lo amaba aún más que antes.
Cada día pasado junto a él había sido una bendición.
- ¡Ah, por cierto! -exclamó Yari mientras cogía a Vanessa de los brazos de Afrodita-. Fui ayer a la librería y Príapo no estaba. Hace unos días que hubo luna llena. ¿Alguien quiere apostar a que en estos momentos está practicando sexo salvaje y desenfrenado con alguien?
Todos se rieron.
Excepto Nick.
- ¿Te pasa algo? -le preguntó ___.
- Supongo que me siento un poco culpable.
- ¡¿Culpable?! -exclamó Yari con incredulidad-. ¿Por Príapo?
Nick señaló con un gesto a ___ y a los niños.
- ¿Cómo podría guardarle rencor? Sin su maldición jamás os tendría a ninguno de ustedes. Fue una pesadez pero debo admitir que mereció la pena.
Todas las miradas se clavaron, expectantes, en Afrodita.
- ¿Qué? -preguntó ella con fingida inocencia-. ¡No me digas que quieres que lo libere! Ya te lo dije, lo haré cuando aprenda la lección...
Yari meneó la cabeza.
- Pobre tío Príapo -dijo dirigiéndose a Vanessa-. Pero fue un chico muy, muy malo.
La puerta se abrió en ese instante y una enfermera se asomó, indecisa.
- ¿Doctor Alexander? -se dirigió a Nick-, hay una pareja aquí fuera que dicen ser familiares suyos. Ellos... mmm... -bajó la voz hasta hablar en un murmullo- son moteros.
- ¡Eh, Nick! -lo llamó Eros desde detrás de la enfermera-. Dile a Atila el Huno que somos de fiar para que podamos entrar a babear sobre los bebés.
Nick soltó una carcajada.
- Está bien, Trish -le dijo a la enfermera-. Es mi hermano.
Eros le hizo una mueca burlona a Trish mientras entraba a la habitación junto a Psique.
- Que alguien me recuerde que tengo que dispararle una flecha de la mala suerte al salir -comentó mientras la enfermera cerraba la puerta.
Nick lo miró con una ceja arqueada.
- ¿Tengo que confiscarte de nuevo el arco?
Eros le contestó con un gesto grosero y se acercó a Yari para tomar en brazos a Vanessa.
- ¡Ooooh! Menuda rompecorazones que vas a ser. Apuesto a que vas a tener a montones de niños corriendo detrás de ti.
Nick perdió el color del rostro y miró a su madre.
- Mamá, hay un regalo que me gustaría pedirte.
Afrodita lo observó, esperanzada.
- ¿Te importaría hablar con Hefesto para que hiciera un cinturón de castidad apropiado para Vanessa?
- ¡Nick! -balbució ___ con una carcajada.
- No tendría que llevarlo durante mucho tiempo; sólo treinta o cuarenta años.
___ puso los ojos en blanco.
- Menos mal que tienes a tu mami -le dijo al bebé que Eros sostenía-, porque tu papi no es nada divertido.
Nick alzó una ceja con un gesto arrogante.
- ¿Que no soy divertido? -repitió-. Divertido... eso no es lo que dijiste el día que concebiste a estos dos...
- ¡Nick! -exclamó ___ con el rostro arrebolado. Pero ya hacía tiempo que sabía que era incorregible.
Y lo amaba tal y como era.

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