lunes, 15 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 4

_____________ se volvió a estremecer. Contuvo un grito. Niholas la estrechó con más fuerza,
apretándola contra la mesita de hierro. Salvarla era algo instintivo. El peligro era su trabajo.
Una necesidad. Brandon Ross le había traicionado tres años antes, y Joe pensaba devolverle la
humi¬llación. Pero no estaba dispuesto a permitir que Morgan muriese.
—Voy a ponerte a salvo —le susurró al oído.
El instinto le conminaba a sacar la pistola y devolver los disparos. Pero había demasiada gente
alrededor como para correr el riesgo. Y le daría a _____________ un susto de muerte.
Y ella ya estaba muerta de miedo, maldita sea. _____________ sonreía ante la cámara para ganarse
la vida, no esquivaba balas.
Cuando el camarero había llevado el sobre a la mesa y había observado cómo el color abandonaba la
cara de _____________, dejándola pálida como la tiza cuando los mustios pétalos de color rosa
habían caído de sus manos, él había olido su miedo. Al captar el destello del sol en el cañón
de un arma en el tejado de enfrente, Niholas no había dudado acerca de lo que iba a ocurrir.
Odiaba no haberse equivocado.
Mirando la silla que _____________ había ocupado momentos antes, ob¬servó los agujeros que
habían dejado las implacables balas. Maldijo de nuevo.
Bajo él, _____________ intentó incorporarse. Niholas la detuvo.
— ¡No te levantes!
—Tengo que irme. Huir, t-tengo que esconderme.
Una rápida mirada al tejado de enfrente le indicó que el tirador había desaparecido. O eso o
estaba buscando una ubicación mejor aprove¬chando el caos. Lo que los convertía en unos blancos
fáciles, por lo que debía sacar a _____________ de esa área descubierta lo más rápido posible.
—Tengo que ponerte a salvo —insistió Niholas, ayudando a _____________ a ponerse en pie—.
¿Estás herida?
Ella se caló de nuevo el sombrero y se aseguró la bufanda que le cu¬bría el pelo.
—No.
— ¡Entonces corramos!
Cogió su helada mano en la suya, cubriéndola por completo. Maldición, era una mujer diminuta,
mucho más pequeña de lo que un poderoso nombre como _____________ hacía suponer.
Corriendo tanto como se lo permitían las piernas, Nicholas arrastró a _____________ tras de sí,
parapetándose detrás de las mesas que estaban patas arriba al oír más disparos. La condujo hacia
la parte de atrás de la cafetería, y la empujó para que doblara la esquina del edificio,
urgiéndola sin palabras a continuar. Ella lo hizo, mientras se agarraba firmemente el sombrero con
la otra mano. Nic
Tan pronto como tuvieron vía libre, Nicholas volvió a tomar la pequeña mano de _____________ y
tiró con fuerza de ella, obligándola a correr de nuevo. Salieron por la parte trasera de la tienda
a un callejón oscuro y estrecho. Gracias a Dios conocía aquel lugar como la palma de su mano.
Oyeron de nuevo una serie de disparos, esta vez desde la parte de¬lantera de la tienda por la que
habían salido.
¡Maldición!
—Tenemos que seguir, cher.
Jadeante y sudorosa, ella simplemente asintió con la cabeza y ajustó su paso al de él.
Al final del callejón, llegaron a una puerta metálica pintada de negro y con unas letras rojas
donde se podía leer Las Sirenas Sexys. Incluso con la puerta cerrada, se sentía la vibración de
la música y del gentío en su interior... a pesar de que sólo eran las tres y pico de la tarde.
holas miró con el ceño fruncido por encima del hombro de _____________. No
había manera de saber si el tirador seguía entre la multitud, pero debía suponer que sí. Más
valía prevenir que curar.
— ¿Adonde vamos?
Nicholas no contestó; estaba demasiado ocupado improvisando un plan. En silencio, la condujo por las
calles, metiéndose en los callejones. Se oyeron más disparos. Una bala le silbó junto a la oreja,
y soltó una maldición. Si ese hijo de perra le tocaba un solo pelo a _____________, Nicholas iba
a matarlo con sus propias manos.
Entraron en una tienda abarrotada, y casi chocaron contra una ancianita. Al echarse a un lado para
que la ceñuda abuelita y su andador pudieran pasar, perdieron unos preciosos segundos.
Por experiencia, Niholas sabía que la puerta estaría cerrada con llave.
Levantando un puño, golpeó la puerta con todas sus fuerzas, sin importarle hacer una abolladura.
Mientras esperaba, miró por encima del hombro para ver si los seguían.
Sonó un nuevo disparo, haciendo saltar esquirlas de los ladrillos a unos veinte centímetros del
hombro de _____________.
Lanzando una rápida mirada al callejón, maldijo entre dientes. Es¬taba lleno de cubos de basura y
de suciedad, demasiados lugares para que se escondiera el tirador.
—¡Hijo de perra! —Golpeó ruidosamente la deteriorada superficie metálica otra vez—. Que
alguien abra esta maldita puerta.
Por fin, una rubia oxigenada, conocida de Nicholas, abrió la puerta.
— Nicholas. ¿Qué diablos te pasa?
Él empujó a _____________ al interior, y la siguió a un almacén atestado de latas vacías de
cerveza.
—Hay un tirador acechándonos. Necesito tu ayuda.
Había un caballito de madera y una fusta justo al lado de la entrada. Al parecer, Angelique acababa
de actuar.
Cerró la puerta de golpe y observó de nuevo el cuarto en penumbra iluminado por una única
bombilla roja y decorado con pintura negra descascarillada. Una delgada puerta separaba ese área
del escenario y de la retumbante música del club.
—¿Un tirador? Cielo Santo... ¿a quién has cabreado esta vez?
—Alyssa, ésta es _____________ —gritó para hacerse oír por encima de la música—. Es
presentadora de un programa en la televisión por cable...
— ¡Eres _____________ O'Malley! ¡Me encanta Provócame!
_____________, que se había quitado las gafas de sol, extendió la mano hacia Alyssa. Hum, ojos
azules y enrojecidos, algunas pecas, piel blanca... no era el tipo de Brandon. Supuso que habría
cambiado de gustos.
Nicholas habló entre dientes.
Entonces acierto al suponer que te encantará ayudarme a mantenerla con vida el tiempo suficiente para que pueda hacer más progra¬mas. El tirador iba a por ella. —Nicholas se volvió hacia _____________ —. _____________, ésta es Alyssa Devereaux, la dueña de Las Sirenas Sexys. El más famoso, o infame, según se mire, club de caballeros del sur de Lousiana.
La pequeña mujer de Brandon le dirigió una débil sonrisa, intentando por todos los medios no clavar los ojos en el espeso maquillaje de Alyssa, ni en la falda indecente, ni en las botas de fulana. No había nada sutil en Alyssa. Aún se vestía como una stripper, aunque hacía años que no bailaba en público. Era capaz de succionar la polla de un hombre como si intentara tragarse el picaporte de una puerta. Tenía un vocabulario peor que el suyo. Pero también tenía un gran corazón.
Alyssa haría uso de esa lengua viperina que tenía para arrancarle la piel de las pelotas si supiera que _____________ no era un cliente sino un medio para vengarse. Y si bien regentaba un local donde las mujeres se quitaban la ropa para excitar a los hombres, no permitía que nadie se pasara de la raya con las chicas que estaban bajo su techo. Niholas planeaba pasarse de la raya en todos los sentidos.
— ¿Por qué te disparaban? —Le preguntó Alyssa a _____________ con el ceño fruncido.
—Esa es una buena pregunta —contestó Niholas, lanzando a _____________ una mirada implacable, una de esas miradas que esperaba que la per¬suadiera de decir la verdad. Aún no había tenido la oportunidad de es¬tablecer su autoridad. Ella no tenía motivos para confiar en él. Maldita sea, unas horas más, y habría conseguido llevársela a la cama, penetrar en su cuerpo, establecer su dominación. Había estado seguro de que ella iba a aceptar su ayuda con el programa. Tal y como estaban las cosas, ya no estaba seguro de nada.
No era así como había previsto la venganza.
— ¿Niholas? —Ella pronunció su nombre con inseguridad, con una voz temblorosa.
No le gustaba nada oír el miedo y la cautela en su voz. Prefería un «señor» avergonzado de esa boca provocativa mientras se esforzaba en aparentar indiferencia.
Pero ya llegarían a eso, en cuanto hubiera solucionado toda esa mierda.
—_____________, ¿me vas a decir qué está pasando, cher?
Su piel todavía estaba pálida, especialmente por el contraste con el abrigo oscuro y el sombrero, demasiado grandes para su pequeño cuerpo. Estaba muerta de miedo, pero aún así logró asentir con la cabeza. Niholas soltó un suspiro de alivio.
—Hace aproximadamente tres meses, alguien comenzó a enviarme cartas con fotos mías en diferentes lugares, la mayoría de las veces en lugares públicos. Resultaba extraño, pero no amenazador. Hace unas cinco semanas, comenzó a mandarme fotos del interior de mi casa, to¬madas a través de las ventanas. Incluso envió una que tomó desde el garaje mientras yo salía con el coche. Te aseguro que está enfadado. No sé por qué. Me vine a Houston para estar con un amigo y huir de él. —Suspiró profundamente y continuó—: Me siguió. No lo supe hasta ayer cuando recibí esto.
_____________ se abrió la cremallera del abrigo lo justo para sacar un sobre doblado de un enorme bolso que llevaba cruzado sobre el pecho. Se lo pasó a Niholas con una mano temblorosa.
Con la tensión anudándole las entrañas, Niholas lo abrió. Las fotos cayeron en sus manos. _____________ en un aeropuerto, vestida con unos vaqueros de talle bajo, una camiseta enorme y el pelo oculto bajo una gorra de béisbol. Sólo reconoció su perfil, la terca barbilla, las pecas que le salpicaban la nariz y que le hacían preguntarse hasta dónde se extenderían. Le hacían sentir el alocado impulso de jugar a unirlas entre sí.
En la siguiente aparecía ella leyendo una revista sentada en el patio. La cara quedaba oculta por la revista. El sólo veía sus manos, la portada de People y las delicadas pecas que le salpicaban los brazos... y el nacimiento de los pechos, casi visibles bajo la delgada tela de un top blanco, con unos pezones del color de las cerezas maduras que le hacían la boca agua.
Desde el mismo momento en que había oído los rumores de que era la novia de su antiguo camarada
Brandon, se había sentido intrigado. Hablar con ella en el chat sólo había incrementado ese
interés. La _____________ de esas fotos, la _____________ de carne y hueso, hinchaba su
miem¬bro. No podía esperar a tenerla atada en su cama rogándole que le permitiera correrse...
cumpliendo así su venganza.
Pero había algo en ella. Algo que le resultaba sumamente familiar. Se sentía como si la conociera,
como si la hubiera visto antes y no sólo en las fotos que había en la web de su programa. ¿Se
habían encon¬trado en alguna ocasión? No, habría recordado a una mujer como _____________.
Había algo en ella... Ya lo averiguaría.
Consumido por una creciente lujuria, Niholas cogió la última foto y se quedó paralizado. El
siempre elegante Brandon Ross con un traje de diseño le daba la espalda a la cámara mientras se
inclinaba para besar a _____________. Niholas podía ver sólo la mitad de las piernas femeninas
desnudas bajo la seda verde y el encaje negro, y los brazos levemente pecosos con que le rodeaba
el cuello a Brandon. La imagen le contrajo el vientre.
Y la nota garabateada, con ese tono amenazador y posesivo no hizo nada para que se relajara.
La última foto, la de _____________ en plan esposa despidiéndose de su marido antes de que él se
marchara a la oficina, también confirmaba que _____________ O'Malley era la mujer de Brandon Ross.
Ella sería el pago que le cobraría a su viejo amigo por clavarle un puñal en la espalda. Tenía
que mantener a _____________ con vida y no delatarse al hacerlo.
— ¿Este acosador te ha seguido desde L.A.? —le preguntó.
—Sí. —La voz todavía le temblaba.
Nick suspiró.
—Obsesionado y enfermo. No es una buena combinación. Está claro que es listo si puede sacarte
estas fotos sin que tú te enteres. Y sabe manejar las armas. No creo que puedas salir de aquí
ilesa, _____________. Necesitas ayuda. Y yo te puedo ayudar.
Ella vaciló, luego habló con una voz sorprendentemente ronca.
—Me has salvado de esas balas que probablemente me habrían ma¬tado. No puedo pedirte que te
arriesgues...
—No me lo has pedido, yo me he ofrecido. —Estaba claro que ese hijo de perra conocía la casa de
Brandon, y _____________ no parecía la clase de chica que supiera empuñar un arma ni parecía
dominar técnicas de defensa personal. Era misión suya mantenerla con vida—. _____________, yo
soy guardaespaldas. No me quedaré quieto viendo cómo te matan cuando te puedo sacar de aquí de
una pieza.
— ¿Cuánto?
Jesús, alguien le había disparado y ¿aún quería hablar de dinero?
—Por cuenta de la casa.
La sorpresa la dejó boquiabierta.
— ¿Por qué?
Él se encogió de hombros con despreocupación.
—Si te mata, tendré mis quince minutos de gloria.
Ella levantó esos enrojecidos ojos azules hacia él y le dirigió una mirada cínica.
—En serio. Está claro que no te interesa la fama.
Así que ella sospechaba que le interesaba otra cosa. Pero Nicholas todavía quería que ella lo
mirara con esos inocentes ojos azules mientras le insuflaba un poco de lógica. Podía estar loca y
negar que necesitaba ayuda. Pero también entendería por qué lo hacía.
Él era un perfecto extraño... y no era lo único que la hacía vacilar. Apostaría todo su dinero
en ello. Por lo poco que habían hablado antes de que apareciera el francotirador, se había dado
cuenta de que _____________ sentía interés por él. Y de que sentía curiosidad por sus
inclinaciones sexuales. Más curiosidad de la que mostraría alguien que sólo estuviera
investigando para un programa de televisión. El reticente deseo de _____________ lo excitaba como
no lo había hecho nada en mucho tiempo.
—Eso no cambia el hecho de que me necesitas. El tirador sabe que ahora estás en el edificio. Así
que no puedes salir. Yo puedo sacarte de aquí.
_____________ apretó los dientes. Nicholas observó cómo luchaba para no negarse. No lo hizo, lo
que probaba una vez más lo lista que era.
— ¿Cómo?
—Te vestirás como Alyssa. Ella te proporcionará la ropa adecuada.
—Y también necesitará maquillarse —señaló Alyssa—. Yo no tengo pecas, Nicholas.
Una rápida mirada a _____________ demostró que no llevaba ni rastro de cosméticos en su pálida
cara.
—Sí, por supuesto. Hazlo.
—No. Esto no funcionará —protestó _____________.
— ¿Tienes una idea mejor, una que no termine contigo dentro de una caja de pino?
Mientras esperaba que ella admitiera la verdad, que no podía per¬mitirse el lujo de rechazar su
ayuda, Nicholas observó a _____________. De cerca, podía ver sus armónicos rasgos, la boca plena,
un cutis de porcelana que estaba demasiado blanco por el miedo. Las cejas arqueadas tenían un color
imperceptible bajo esa luz. Bajo ese cutis tan blanco, la bu¬fanda, el sombrero y el enorme abrigo,
sospechaba que sería hermosa. El hijo del senador Ross no se conformaría con menos.
_____________ suspiró.
—No se me ocurre nada.
—Eso es lo que yo decía. Alyssa, llévala arriba y ponle algo ligero. ¿Tienes alguna peluca?
—Sí. —La rubia oxigenada asintió con la cabeza.
_____________ lo miró enfadada.
—Esto no va a funcionar.
— ¿Por qué?
—Alyssa y yo no usamos la misma talla.
Nicholas las observó a las dos.
—Ella es más alta. Pero puedes ponerte unas botas de tacón de aguja para parecer más alta.
¿Qué número usas?
Ella pareció sorprendida ante la pregunta.
—Un treinta y siete.
Nicholas le dirigió a Alyssa una mirada inquisitiva.
—Ni lo sueñes —dijo la stripper—. Yo uso un treinta y nueve.
—Ya lo arreglaremos —dijo Nicholas —. Podemos rellenar la punta de las botas con papel
higiénico o algo por estilo. Será poco tiempo.
—Ése no es el mayor problema. —_____________ centró la mirada en los atributos
quirúrgicamente realzados de Alyssa que en ese momento pugnaban por no desbordar la parte superior
de su bikini.
Nicholas volvió a pasear la mirada por la pequeña figura de _____________. No podía ver lo que
había debajo del abrigo, pero por las fotos que había visto sabía que debían de ser cien por
cien naturales, no como el par de la copa E de Alyssa.
—Alyssa tiene habilidad para elegir la ropa que haría que cualquier mujer pudiera aparecer en el
póster central de una revista masculina.
— ¿Y luego qué? —_____________ se movió con nerviosismo, dirigiendo la mirada a la puerta
con rapidez, como si esperara que su indeseado admirador pudiera atravesarla en cualquier momento.
—Tenemos que despistar a ese bastardo y llevarte a un lugar seguro.
— ¿Y después?
—Nos ocuparemos de eso una vez que hayamos salido de aquí, ¿vale? Buscaré un lugar donde no
pueda encontrarte hasta que poda¬mos dar con una solución para todo esto.
_____________ se mordió un labio y le dirigió una mirada ansiosa y cautelosa. Quería aceptar,
pero no confiaba por completo en él. Nicholas podía verlo en su cara. _____________ vaciló, pero
lo miró de frente como si lo estuviera evaluando.
Nicholas se preguntó si sabría algo de su pasado. ¿Le ha¬bría hablado Brandon de él?
—Puede que ese hijo de perra se haya estado saliendo con la suya hasta ahora, pero aún no se
había topado con alguien como yo. _____________, no voy a dejar que se acerque ni a cinco metros de
ti.
Ella vaciló un poco más, luego asintió temblorosamente con la cabeza.
—Tú eres el profesional. Nos ocuparemos de lo demás más tarde, cuando salgamos de aquí.
Más tarde ella estaría desnuda, esposada y abierta, preparada para re¬cibir todo el placer que
estaba impaciente por darle. Reprimiendo una sonrisa, le miró fijamente el hinchado labio inferior.
Había algo en ella, incluso con esa horrible ropa, que despertaba su interés. ¿O quizá era la
certeza de que pertenecía a Brandon?

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