domingo, 14 de agosto de 2011

Obsesión. Capitulo 9

Con una sonrisa estirando los rincones de su boca, se sacó las gafas de marco dorado y las lanzó a
la papelera mientras salía del salón de clases dando largos pasos.

–Maldición

Joe masculló en voz baja mientras pescaba sus gafas de la papelera. Pensó que debió haber esperado para completar el gesto simbólico de deshacerse de lo viejo y comenzar de nuevo hasta haber terminado con las clases del día.

Se había dado cuenta, casi desde el comienzo de su última clase, que no podía comprender ni su propia letra ilegible sin ayuda visual. Le quedaba una sola clase hoy y los lentes de contacto que usó en las montañas habían quedado en su departamento.

Joe recuperó las gafas, notando agradecido que no habían tirado desperdicios de ningún tipo sobre ellos. Como era un fastidioso sin remedio, sin embargo, no pudo evitar llevarlos al baño de hombres y darles una buena enjuagada.

Parado frente al lavabo mientras secaba sus lentes, se miró a sí mismo en el espejo. Empujando los lentes de marco dorado sobre el puente de su nariz, notó por primera vez que ya no se veía bien con ellos.

Había cambiado. Ella lo había cambiado. Nada era lo mismo ya, ni lo sería alguna vez.

Sonrió para sí, dándose cuenta de que no le importaba eso. Luego frunció el ceño, preguntándose qué significaba eso exactamente, y si era la intención de __________ Elliot Jhonson ser parte permanente de su nueva vida.



+++++++++


Sentada a la mesa en la habitación de su hotel, __________ tomó un sorbo pensativamente del vaso de Merlot mientras consideraba su próxima maniobra. Cuando decidió ir a la universidad esta mañana, un pequeño estremecimiento de duda la asaltó antes de llevar a cabo la seducción. Si Kevin hubiera estado equivocado en sus presunciones, después de todo, ella se habría sentido como una tonta.

Pero no. Kevin había estado en lo cierto. Joe todavía la deseaba. Estaba segura de eso ahora. El problema, como lo veía ella, era conseguir que un cierto profesor de matemáticas testarudo se de cuenta de que estaban hechos el uno para el otro.

No quería que hubiera dudas entre ellos, no quería que él se preguntara constantemente si el vínculo que habían formado en las montañas había sido un evento fortuito. Ella lo deseaba, a todo él, y quería que él la deseara tanto que se sobrepusiera a todas sus dudas al respecto y la buscara.

Entonces decidió seducirlo… y seguir seduciéndolo hasta que no pudiera soportar la idea de pasar un día sin verla. Supo que la misión estaría cumplida cuando él no pudiera esperar que ella viniera a él y, en cambio, fuera precipitadamente a buscarla.

Con la mayoría de los hombres, ése gesto no hubiera querido decir nada, pero con Joe se dio cuenta
de que era exactamente lo contrario. Cuando viniera a ella, cuando ya no pudiera soportar la
separación, allí sería cuando sabría que él era suyo… enganchado con anzuelo, línea y
plomada.
__________ levantó el vaso de vino hasta sus labios y tomó un sorbo lentamente. Iba a seducirlo
nuevamente. Era sólo cuestión de cuándo y cómo.

Dos noches más tarde, formalmente vestido con esmoquin y falda kilt, Joe conversaba cortésmente con un colega de matemáticas sentado a su derecha en la sala de banquetes de la Universidad de Edimburgo. No podía esperar que termine la aburrida cena, queriendo como quería volver a su departamento y arreglar sus tumultuosas ideas en privado.

Había pensado que __________ no querría saber nada con él después de volver de Cairn Gorm, pero se había equivocado por una vez. Ella lo vino a buscar y lo sedujo en su propia aula de clases. Pero luego desapareció y no volvió a saber de ella desde entonces. No estaba seguro de cómo interpretar eso.

Después de esa mañana dos días atrás cuando la tomó sobre el banco, Joe pasó con su auto por el hotel de ella esa noche y pensó en entrar. Pero no lo hizo. Finalmente, no pudiendo decidir qué hacer, simplemente se sentó en su auto, mirando pensativamente por la ventana del Lexus, con sus emociones desordenadas.

Él estaba cambiando, la vida estaba cambiando. Se sintió como un convicto tratando de decidir si intentaría escaparse o no.

–Ah, allí estás. Y veo que me has reservado un asiento.

Joe suspiró con alivio, agradecido de que Kevin Castell finalmente había aparecido. Su llegada dio a Joe la excusa perfecta para dejar de charlar con el aburrido profesor sentado a su derecha.

–Hola, Kev. Que bueno que finalmente pudieras venir –le dijo con mordacidad.

–Como si alguno de nosotros pudiera elegir –dijo Kevin en voz baja mientras se sentaba a la izquierda de Joe. Se calzó una sonrisa mientras inclinaba su cabeza a la esposa de un profesor titular– el deber nos llama.

–Mmm, sí –Joe sonrió, y cruzó miradas con su amigo– no hay nada como una reunión universitaria para desacelerar un día ya gris, siempre lo digo.

–Se está por poner más gris –Kevin suspiró– el Profesor Hamilton se está acercando al escenario.

–Ay, qué felicidad –dijo Joe secamente– espero que nos cuente la historia de cómo se hizo amigo de la Reina Isabel cuando estuvo en Londres. Solamente la hemos escuchado unas…¿qué? Dieciocho o diecinueve veces.

Kevin rió suavemente por lo bajo, luego hizo una mueca cuando el Profesor Hamilton comenzó a hablar.

–Parece que serán veinte.

Sin otra opción, los dos hombres dirigieron su atención al escenario y escucharon la aburrida voz de Hamilton. Joe se encontró con que su mente se evadía, una reacción natural al más puro aburrimiento, pensó.

Sus pensamientos se dispersaban, pero los encontró solidificándose alrededor del enigma de una mujer en particular. No pudo dejar de pensar en qué estaría haciendo __________ en ese momento. Y tan importante como eso, con quién lo estaría haciendo.

Joe se perdió en sus pensamientos tanto que le llevó un buen rato a su cerebro registrar que algo fuera de lo común estaba pasando, algo que no esperaba para nada. Y que eso estaba ocurriendo justo en su mesa…

O, más precisamente, justo debajo de su mesa.

Joe se mantuvo quieto, mientras unas gotas de transpiración brotaban de su frente, mientras una boca muy cálida y lujuriosa envolvió su pene y lo llevó todo hacia adentro. Él conocía bien a esa boca porque ya había pasado aquello muchas veces antes, pecaminosamente deliciosa en su habilidad. Podía tener los ojos tapados y mil mujeres diferentes turnándose para darle placer y aun así podría distinguir a __________ sin ninguna dificultad.

Tan discretamente como era posible, Joe miró para abajo hacia su falda, corrió un poco el mantel a un lado, y vio una lengua larga y rosada salir disparada entre dos labios carmesí para chupar su sensible cabeza. Se puso duro como el acero en un instante.

Volviendo a acomodar el mantel, Joe respiró hondo mientras miraba alrededor del salón y pensaba cómo diablos sobreviviría a este banquete. Podía sentir como la leche se le formaba, sabía que iba a salir una gran cantidad. Incluso podía sentir que su respiración se volvía pesada, su corazón latía a un ritmo desmesurado, aunque él hacía lo mejor que podía para aplacarlo.

Joe cerró los ojos por un instante cuando __________ comenzó a deborarlo hasta que le llegó a la garganta. Sus orificios nasales se agrandaron. Podía sentir sus labios sobre la base de su pene, sentirlos acariciarlo con movimientos suaves y ascendentes, sentirlos detenerse en su cabeza y chuparla con energía. Sintió que los dedos de los pies se le encogían y los músculos se le endurecían mientras hacía lo mejor que podía para no gemir en voz alta.
A su derecha, el Profesor Atchinson le murmuró algo a Joe en voz baja. Todo lo que pudo hacer fue
sonreír y asentir en respuesta antes de darse vuelta para mirar el escenario una vez más en un
esfuerzo por esconder de alguna manera sus expresiones faciales.

Se secó el sudor de la frente mientras las manos de __________comenzaban a masajearle los músculos
de los muslos. Respiró hondo cuando ella hizo una pausa para mordisquear suavemente su cabeza,
luego retomó su labor.

Luego se volvió animal, devorándolo con rápidos movimientos hacia arriba y hacia abajo. Voraz.
Insaciable. Queriendo su leche, queriendo que terminara en su boca allí mismo, debajo de la mesa.

Sus movimientos se volvieron más y más rápidos, y más rápidos aún. Joe cerró los ojos y
respiró profundo, rogando por primera vez que Hamilton siguiera hablando para que todos los ojos
siguieran fijos en él, sobre el escenario.

Los movimientos se intensificó sobre la cabeza de su pene, toda la considerable habilidad de
__________ concentrada en esa área tan sensible de su hombría. Unos dedos se unieron para
masajearlo, y Joe supo que estaba inevitablemente cerca de correrse.
Podía imaginarse cómo se veía, podía ver su cabeza pelirroja meciéndose hacia arriba y hacia
abajo por su pene en su mente. Conocía el aspecto de éxtasis carnal que sería intrínseco a sus
rasgos faciales, sabía cómo se verían esos labios carnosos mientras se daban un festín con él.
Ya no podía soportarlo más.

El discurso de Hamilton llegó a su fin y estallaron los aplausos justo a tiempo para acallar el
pequeño gemido que Joe no pudo suprimir. Se corrió dentro de su boca expectante una, dos, tres
veces, una erupción de esperma aparentemente interminable, mientras sus músculos se apretaban
fuerte y su mandíbula se endurecía.

–Gracias a Dios que terminó –murmuró Kevin a su lado– Fue un discurso condenadamente
aburrido.

Joe espiró hondo para afianzarse. Se había acabado tan duramente que se sentía al borde del
desmayo. Y ahora ella le chupaba el pequeño orificio de su pene, sus labios y lengua lo limpiaban
vorazmente hasta secarlo. Apretó los dientes.

–Aburrido… en verdad .


Joe se despertó la mañana siguiente con una rígida erección. Mientras se levantaba tambaleando y desnudo, deseó que una cierta mujer estuviera acostada a su lado para que pudiera hacerse cargo del asunto por él. Pero no estaba. Tal como lo había hecho la mañana que lo sedujo en el salón de clases, también desapareció después de dejarlo medio muerto en el banquete de la noche anterior.

No se quedó con una vez. Siguió y le dio otra. Seguía asombrado de que casi a los treinta y seis se podía poner tan duro tan rápido y producir tan enormes cantidades de leche por esta mujer increíblemente excitante.

Joe caminó hacia el baño, abrió la ducha y se metió debajo, lavándose rápidamente el cuerpo y el cabello. Tenía trabajo que hacer hoy en la oficina, pero Dios sabía que iba a ser difícil en el mejor de los casos, imposible en el peor, mantener su cerebro concentrado en las matemáticas.

Cerrando el agua, se secó con la toalla, con cuidado de no lastimarse al hacerlo. Su erección estaba bastante grande y dolorosamente inflamada. Colgándose la toalla en el hombro, Joe caminó hasta el dormitorio con pisadas suaves, con su cabeza hecha un caos.

Quería ir a ella, quería encontrarla. La necesitaba.

Lo que deseaba de __________ era más que sexo, más que montar su cuerpo y cabalgar su carne hasta perder la consciencia. Quería todo de ella… corazón, alma, y también cuerpo. Quería lo que compartieron en Cairn Gorm y quería que dure por siempre.

Pero, ¿la haría feliz a la larga?, se preguntó por enésima vez. ¿Podría una apasionada mujer de veintinueve años permanecer feliz viviendo su vida con un reservado profesor de matemáticas siete años mayor?

Estos pensamientos lo siguieron asediando mientras salía del departamento y se dirigía a la universidad. Había tantas preguntas, tantas malditas dudas, pero también sabía sin lugar a dudas que había una sola respuesta.

Debía tenerla, no importaba nada más. Tenía que encontrar una manera de mantenerla a su lado.

Joe sacó la llave de su oficina del bolsillo de sus pantalones, preparándose para abrir la puerta. La puerta se abrió de par en par con solo tocarla, sin embargo, por lo que entró, concluyendo que debió haberse olvidado de echarle llave antes de irse la noche anterior. La escena que lo recibió lo hizo detenerse en su camino.

–Hola.

La erección que Joe había tenido toda la mañana creció y se hizo mucho más pronunciada cuando sus ojos se deleitaron con la reclinada forma de una muy desnuda __________ Elliot Jhonson. Estaba recostada en el pequeño sofá de su oficina, el que estaba frente a su escritorio, con las piernas bien abiertas, su sexo reluciente.

Sus pechos estaban levantados como invitándolo, sus pezones ya se erguían como cuchillas sobre sus acolchadas bases rosadas. Estaba simplemente recostada allí, sin nada puesto más que una sonrisa traviesa, sus piernas sumisamente abiertas para sus embates.

– Hola.

Los ojos de Joe ardían posesivos en dirección a los de ella cuando cerró la puerta detrás de él y comenzó a desabrocharse la camisa.

–Iba a esperar hasta esta noche –admitió ella, sus ojos verde claro cubiertos de deseo– pero descubrí que no podía.

Miró expectante mientras su cuerpo musculoso emergía de la ropa.

–Me alegro que no lo hicieras –murmuró– porque necesito tomarte ahora mismo.

Y luego ella se estiró hasta alcanzarlo, tirándolo sobre ella mientras él se acomodaba entre sus muslos y la embestía con un sólo poderoso embate. No pudo ofrecerle ningún juego anticipatorio, ninguna palabra de cariño, porque su mente se había vuelto primitiva hacía ya un tiempo y su cuerpo había tomado el control ante su necesidad de aparearse con el de ella.

__________ se quedó sin aliento cuando él la penetró, agarrándose de atrás de sus hombros mientras sus piernas envolvían su cintura. Su cabeza cayó hacia atrás con un gemido, mientras el la embestía fuerte, llevándola al borde del orgasmo.
Podía oír cómo su carne hacía ruidos como si sorbiera de él, podía oírlo gemir mientras la
golpeteaba hasta la inconsciencia, sin importarle nada excepto el cuerpo que estaba reclamando. Sus
manos encontraron sus senos, levantándolos y juntándolos hacia arriba para poder chupar sus
pezones mientras la tomaba.

–Joe…

__________ se corrió, con su espalda arqueada y sus pezones proyectados hacia su cálida boca, más
duros que antes. Él gimió, chupando los picos más vigorosamente, empujando dentro de su pegajosa
carne con golpes rápidos y profundos. Sus piernas seguían colgándose de su cintura,
permitiéndole una penetración profunda que los calentaba a los dos hasta altas temperaturas.

Su boca aferrada a un pezón prominente, gimió contra su seno al acabarse. Con todo el cuerpo
convulsionándose, Joe terminó violentamente dentro de ella, largándole su leche caliente bien
adentro de su útero.

Podía sentir sus manos deslizándose por su espalda, masajeando su trasero mientras su respiración
se estabilizaba y sus párpados le pesaban. Él no soltó su pezón, no quería soltar su pezón. Su
cabeza cayó sobre su seno, aún tirando de él.


No hay comentarios:

Publicar un comentario