sábado, 20 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 7

_____________ comenzó a devolverle el beso lentamente, rindiéndose y dejándose caer contra él suavemente. Pronto, soltó un suave gemido y siguió el ritmo de Nick, buscándolo con la lengua cuando él se retiraba. Clavó las manos en sus hombros y se aferró a él, inclinando la cabeza a un lado para que sus bocas se acoplaran perfectamente. Manteniéndola presa entre sus brazos, Nick se hundió más en ella. El sabor del miedo disminuyó. Ella se estremeció... pero ahora, esa reacción nada tenía que ver con el temor.
_____________ contuvo el aliento... luego se rindió, entregándose por completo a él.
Conteniendo el placer ante tan lujuriosa respuesta, Nick se prometió a sí mismo que más tarde tendría tiempo más que suficiente para acostarse con ella, para seducir a la novia de Brandon y disfrutar de cada una de esas respuestas suaves y tímidas. Pero eso vendría después.
Finalizando el beso con un mordisco en el irresistible labio inferior de _____________, Nick abrió los ojos a tiempo de ver cómo el hombre trajeado hablaba con algunos clientes habituales. Nick se aseguró de que _____________ quedara oculta de la vista de esa gente. Esperaba que ninguno de ellos recordase que jamás le habían visto besar a Alyssa de esa manera.
El hombre trajeado escuchó las respuestas y luego inclinó la cabeza dando las gracias. La decepción le ensombreció la cara. El tío de los vaqueros y la camiseta había desaparecido.
—Creo que será mejor que nos vayamos —le murmuró Nick a _____________ —. Salgamos de aquí.

De nuevo, la tomó de la mano y la condujo hacia la puerta principal. La multitud de la calle los tragó con rapidez, y Nick sonrió.
En cuanto pasara el peligro, en cuanto estuviera seguro de que ya estaban a salvo, podría concentrase en _____________... y pensar en todas las maneras deliciosas de conseguir que se rindiera.
Al cabo de unos minutos, Nick la condujo a su camioneta, estacionada en una oscura calle lateral. _____________ vaciló. Brandon no se iba a alegrar de que dejara su coche atrás, pero ¿qué otras opciones tenía? No podía discutir la lógica de Nick de que el acosador vigilaría el coche que había seguido hasta allí.
Después de que se subieran al vehículo, Nick se giró hacia el asiento del pasajero. Hubiera tenido que ser ciega para no darse cuenta de que estaba mirando la piel expuesta de su muslo y el escote del atuendo de cuero púrpura que Alyssa le había dejado. Con toda esa piel expuesta, _____________ deseaba tener una tienda de campaña a mano para ponérsela encima. Otra parte de ella, sin embargo, disfrutaba de esa cálida mirada. La necesidad, que atravesó como una flecha su dolorido clítoris, la impulsaba a subir un poco más la falda y alentar a Nick con una mirada. Resistió esa peligrosa tentación.

El oscuro y familiar deseo colisionó en su interior con el estrés y la incertidumbre. ¿Cómo se le había puesto la vida patas arriba con tanta rapidez? ¿Cómo había acabado a merced de un desconocido que la hacía anhelar cosas que la avergonzaban tanto?
—No me mires —le espetó.
Nick apartó la mirada cuando así lo quiso.
— ¿Por qué? Estás fabulosa.
—Parezco una fulana.
Rápido como un rayo, él se movió en el interior del vehículo e invadió el espacio de _____________. Olía a medianoche y a hombre. Era peligroso.
—Pareces ansiosa y dispuesta. Pero no pareces en venta.
—Es lo mismo.
—Non, no lo es.
Nick no añadió nada más durante largos momentos. Se acomodó en su asiento y puso la camioneta en marcha, luego se incorporó a la vía de tres carriles, para dirigirse al atardecer. Luego fueron al sureste, hacia el corazón del bayou.
Dirigiéndole otra ardiente mirada, Nick finalmente le explicó:
—Cuando una mujer vende su cuerpo, un hombre revisa su cartera antes de volver a mirarla. Si
estás ansiosa y dispuesta un hombre no tiene que pensar en nada más. Si estás ansiosa y dispuesta
sólo para él, haces que arda de pura necesidad. En este momento, yo estoy duro como una roca.
La noche comenzaba a cerrarse finalmente en torno a ellos. _____________ tragó saliva. Nick la
miró a través de la oscuridad de la cabina de la camioneta. Para ser sincera consigo misma, se
había excitado. ¿Se habría dado cuenta él de que nunca antes se había vestido provocativamente
para un hombre?
—Si fueras mía —continuó él con un ronco susurro —, mostrarías una imagen elegante en
público, pero en privado... —Sonrió, sus dientes blancos, iluminados por la luz de la luna,
resaltaron en la oscuridad de la cabina; era una sonrisa que prometía placer—. En privado,
llevarías todavía menos ropa de la que llevas ahora. Mucha menos. Ni siquiera ese tanga inservible
que llevas puesto.
_____________ apenas podía respirar. No quería vestirse así. Parecería barata y fácil.
Pero no podía negar que también la hacía sentirse consciente de su cuerpo, de su poder femenino.
Sexy, necesitada y deseable. ¿Cómo era posible?
—Eres demasiado directo.
—Soy sincero —admitió— ¿Para qué mentir?
—Oh, no sé. Para parecer educado. — Nick simplemente bufó—. Y estas bragas no sirven para
nada. Ni siquiera cubren lo esencial.
—Exacto. ¿Y para qué quieres que te cubran?
Ella soltó un grito ahogado.
—No soy de las que les gusta exhibirse.
—Pero si fueras mía, lo que hay bajo la falda sería mío no tuyo, para mostrarlo u ocultarlo a
quien yo quiera y donde yo quiera.
Esas palabras la hicieron arder de indignación, y también la llenaron de un deseo implacable e
inconfundible. Se quedó sin aliento.
— ¿Te asusto, cher? Eso es sumisión. Dejar el control en manos de otra persona. Tu intimidad, tu
cuerpo, tu placer.
Se quedó callado varios minutos, y _____________ n se perdió en sus propios pensamientos.
¿Querría un Amo que su pareja mostrara parte —o todo— su cuerpo a
quien él quisiera? ¿Dónde él quisiera? ¿En cualquier momento? Se movió inquieta en el asiento
al pensarlo. Era perturbador y escandaloso. Pero al mismo tiempo esas palabras eran provocativas,
prohibidas. Por Dios, se había vuelto loca.
Se sintió invadida por la curiosidad. Por eso, se permitió preguntarle. Después de todo, tenía
que entrevistar a ese sujeto. Integridad periodística y todo eso.
—Lo que dices, parece egoísta y pervertido, exponer así a alguien sin tener en cuenta sus
sentimientos.
—Puede parecer eso a primera vista.
— ¿Cómo que a primera vista?
—Como te dije en el chat, una de las tareas de un buen Amo es ver en el alma de la sumisa y
concederle cada placer que desee. Muchas sumisas no son conscientes de sus deseos más secretos.
—La miró, sus ojos color chocolate eran penetrantes y directos—. O les parece tan vergonzoso
que se niegan a confesarlos.
Estaba hablando de ella. «Sobre ella». Se lo dejaba claro con su ardiente mirada. _____________
comenzó a respirar con rapidez y se le aceleró el corazón. No podía ignorar que su vientre —y
sus pezones— estaban doloridos y tensos.
—Obligas a una mujer a que lleve a cabo actos que crees que desea en secreto, aunque ella no
quiera admitirlo.
—Tiene que aceptarlos para encontrar verdadera satisfacción. Yo sólo la ayudo.
— ¿De qué manera? Quiero decir, ¿siempre estás tratando de leerle la mente y de convencerla de
hacer cosas nuevas e inusuales?
—Todo lo que es nuevo la excitará. Ella me dará el control total y me rogará que la tome donde
y como quiera. Estoy seguro de que te das cuenta de los beneficios.
Sí, era difícil no darse cuenta. ¿Sería posible estar tan excitada como para llegar a implorar
de tal manera? Una imagen mental de Nick atándola, y metiéndole mano, mientras ella se
contorsionaba bajo su tacto inundó su cabeza. Una explosión de calor ardió en su vientre. Y
creció. Dios sabía que las agresivas caricias de antes la habían llenado de deseo tan rápido que
casi se había mareado.
Y aquel beso arrebatador había hecho desaparecer todos sus miedos y vacilaciones, a la multitud que
la rodeaba y al acosador.
No dudaba que él pudiera hacer que una mujer suplicara cualquier cosa, lo que fuera. Si no era
precavida, si no guardaba las distancias, se convertiría con rapidez en otra muesca en el poste de
su cama. Peor aún, él podría explorar su psique y dejar al
descubierto todas las fantasías ocultas que mantenía guardadas en el fondo de su mente.
Era el momento de cambiar de tema.
—Gracias por sacarme de Lafayette. Habría corrido llena de pánico, sin ton ni son, cuando las
balas comenzaron a volar. Yo sola jamás hubiera podido disfrazarme y despistarle.
—Ese es mi trabajo,__________.
—No tenías por que hacerlo. —Luego, acordándose de la manera en que sus manos le habían
recorrido el cuerpo de arriba abajo en el dormitorio de Alyssa, le dirigió una mirada suspicaz—.
De hecho, creo que hiciste más de lo que el trabajo requería.
—Piensa lo que quieras. —La sonrisa de Nick le dijo a __________ que esa afirmación le
divertía.
—Es lo que suelo hacer. —Ella rechinó los dientes, deseando saber cómo podría borrar esa
sonrisa de su cara—. ¿A dónde vamos?
—A un lugar. Es seguro. Puedes esconderte allí hasta que se nos ocurra algo.
Pensar en estar cerca de Nick, aunque sólo fuera por unos días, la ponía nerviosa.
—Tal vez debería alquilar un coche y regresar a Houston. Ya me he impuesto dem...
—Lo descubrirá y te perseguirá, __________. Ese tío no es estúpido. Es un psicópata pero no
es tonto. ¿Quieres estar a salvo o muerta? Además, será una buena oportunidad para que aprendas
más sobre Dominación y Sumisión. Puedo asegurarte de que parecerás una experta en tu programa.
—Creo que ya sé suficiente.
—Cher, apenas has arañado la superficie.
—No necesito que me andes toqueteando.
La sonrisa de Nick podría derretir la mantequilla.
—Puedes pensar que no lo necesitas, pero yo sé la verdad. Lo necesitas más de lo que crees.
__________. se quedó boquiabierta.
—No eres más que un bastardo arrogante.
—Tú eres una sumisa, y yo un arrogante. ¿Ves cómo ya nos vamos conociendo?
La burla la hizo hervir de furia.
—¡Yo no soy... eso! Llévame de vuelta a Lafayette.
Él le dirigió una mirada divertida.
—¿Al coche de tu amigo, donde es probable que tu acosador te apunte con su precioso rifle
mientras nosotros hablamos?
Ella se mordió los labios. Maldita sea, ¿por qué tenía que tener razón?
—O tal vez debería dejarte en la comisaría de policía —continuó burlándose—, siempre son
una ayuda inestimable en casos de acosadores.
Apretando los puños, __________ no dijo nada; sabía que él tenía razón.
—O quizá podrías coger un avión de regreso a Los Angeles, ¿cuánto tiempo crees que pasará
antes de que tu acosador pare de hacerte fotos y vuelva a dispararte a la cabeza? ¿Tienes ganas de
morir?
—No. —La voz de __________ vibró por la cólera que atravesaba su cuerpo—. ¿Por qué no
cierras el pico?
Nick sólo sonrió.
—No eres demasiado lista si prefieres enfrentarte a un asesino que a tu propia sexualidad,
__________. Te haré la misma pregunta que te hice antes de que el psicópata empezara a disparar.
¿Qué es lo que te da miedo?
—No quiero hablar de eso.
Él se encogió de hombros, como si su respuesta le diera lo mismo.
—Genial. Es tu vida. ¿Te llevo de regreso a Lafayette o prefieres permanecer a salvo conmigo?
Dios, quería hacerle algo a ese bastardo. Escupirle en la cara y cortarle las pelotas, exigirle que
la llevara de vuelta al coche de Brandon para poder regresar a Houston, lejos de sus palabras
desafiantes y sus caricias perturbadoras.
Solo que una vez más, maldita sea, él estaba en lo cierto. Volver a ponerse en el camino del
asesino porque Nick era capaz de excitar sus fantasías sexuales era una estupidez. No conocía
ningún lugar seguro al que ir, y a pesar de la sugerencia de Brandon, no iba a llamar al senador
Ross. Él no movería ni un solo dedo para ayudarla.
—Iré contigo —dijo ella volviendo a rechinar los dientes.
—Buena chica. Tenemos unas horas de viaje por delante y se hace tarde. Intenta dormir un poco.
_________ no estaba segura de poder hacerlo. Se sentía vulnerable con un hombre como Nick, en
especial mientras tenía a un acosador pisándole los talones.
—Estoy bien.
—No ha sido una sugerencia. No nos sigue nadie. La carretera está desierta. —Señaló los
campos abiertos y la carretera que se extendía ante ellos, completamente iluminada por los focos
delanteros—. Estás a salvo, cher, y podrías necesitar las fuerzas más tarde en caso de que no
hayamos despistado a tu acosador definitivamente.
Ella suspiró, luego le dirigió una mirada reacia. Una vez más, él tenía razón.
__________ cruzó los brazos sobre el pecho y se giró hacia la ventanilla. Pero muy pronto, el
rítmico traqueteo del coche la adormeció. Cerró los ojos y se quedó dormida.
Dos horas más tarde, Nick detuvo la camioneta en la orilla del agua, delante del bote que estaba en
el mismo sitio donde lo había dejado. Después de subir a bordo con una adormilada __________,
navegaron río abajo un buen rato. Nick utilizó una pértiga para abrirse paso por el pantano
mientras __________ disfrutaba de un sueño ligero, temblando bajo el aire frío de febrero. Él
intentó protegerla del viento con su cuerpo. Ella se acurrucó de manera inconsciente contra él
cuando la rodeó con un brazo.
Lo que lo puso tan duro que dolía.
Alcanzaron su destino poco antes de las diez. Sosteniendo con firmeza a __________ entre sus brazos,
Nick no la despertó para llevarla a una cabaña en penumbra.
Había esperado hablar poco en Lafayette, seducirla rápidamente y llevarla a una habitación de
hotel donde consumar su venganza. Pero tenerla allí, en sus dominios, era mejor y peor al mismo
tiempo. El acosador le había ayudado a manipular a __________ para poder llevarla justo donde
quería, algo que jamás había soñado.
Tenía a __________ para él solo, en su territorio, donde podría dedicarse horas enteras a
seducirla y consumar así su venganza. Sí, su dulce venganza.
Pero Nick no podía negar que el pirado que la acechaba le preocupaba. Al menos allí, podría
protegerla del psicópata que había decidido que si él no podía tener a __________, nadie más
iba a hacerlo. La protegería; se lo debía. En particular cuando estaba claro que __________ no
podía valerse por sí misma y que ya había llegado al límite de sus fuerzas.
Además, a un nivel físico, ella confiaba en él. Esa confianza lo afectaba, lo endurecía y al
mismo tiempo lo llenaba de ternura. ¿Por qué negarlo? Ella le gustaba, incluso a pesar de lo que
odiaba a su novio. Era al mismo tiempo valiente y vulnerable, perspicaz e inocente. Y por alguna
condenada tazón, tenía la impresión de haberla visto antes en alguna otra parte...
Cambiando a __________ de posición en sus brazos, Nick metió la llave en la cerradura y abrió la
puerta. Dentro de la cabaña, las líneas puras y los suelos de madera le recordaban su niñez, los
días de pesca con su grand-père, Brice. Ese lugar siempre le traía buenos recuerdos, si bien las
antiguas leyendas familiares que le contaba su abuelo lo hacían reír.
—Ah, así que lo has hecho.
Nick se puso tenso... hasta que reconoció la voz.
—Maldición, viejo. ¿Intentas matarme de un susto para poder recuperar tu coto privado de pesca?
Brice agitó la mano con desdén.
—Ya te gustaría a ti. No volvería a este lugar ni por todo el oro del mundo. Está lleno de
ratas.
Nick sabía que no era cierto, pero Brice era demasiado mayor para vivir allí, estaba demasiado
lejos de cualquier hospital.
—Tienes provisiones y cámaras de seguridad. Todo está en perfecto estado y el generador está
encendido. Úsalo con moderación.
—Gracias. Sabía que podía contar contigo.
—¿Es ésta la chica a la que intentan matar? —Brice señaló a __________, que Nick aún
sostenía en brazos.
—Sí.
Entrecerrando los ojos, Brice se acercó y la observó con atención.
—¿Estás seguro de que no la has traído aquí para acostarte con ella? Es una jolie fille, pero
viste como una fulana, ¿lo es?
—Es un disfraz, grand-père.
Brice frunció el ceño y meneó la cabeza; una silenciosa desaprobación oscurecía sus fuertes
rasgos. Sonriendo, Nick pasó junto a su abuelo y se dirigió al único dormitorio de la cabaña.
Dejó a __________ en la cama, y se inclinó para quitarle las botas negras. Si su abuelo no hubiera
estado observando, le habría quitado el resto de la ropa por el mero placer de mirarla..., pero
Brice no lo aprobaría y ver algo tan atractivo podría provocar que le diera un ataque a ese viejo
corazón de ochenta y dos años.
—¿Todavía tienes esos sueños? —le preguntó su abuelo de repente.
Nick puso los ojos en blanco, lamentando el día que se lo había contado.
—No significan nada.
—Jovencito, te has criado en el bayou, a pesar del ejército y de esa enorme ciudad en la que
vives. Y una maldición es una maldición. Si sueñas a menudo con una pelirroja, es que vas a
conocerla y que va a convertirse en la mujer de tu vida.
«Ya estamos de nuevo con esas tonterías», pensó Nick con un suspiro. Si Brice quería usar la
leyenda para justificar que se había casado con una chica sesenta años antes, que lo hiciera. Pero
Nick se negaba a creer que la chica sin rostro que se le aparecía en sueños con el pelo rojizo
brillando sobre los hombros desnudos bajo la luz del amanecer estaba destinada a ser su único y
verdadero amor. Eso no iba a ocurrir. Esa pelirroja era sencillamente una fantasía que su mente
había conjurado.
—Bueno, como no he conocido a ninguna pelirroja últimamente, no hay nada que discutir. Los
sueños, sólo son sueños.
—Puedes engañarte, jovencito. Pero ella aparecerá. Y no tardará mucho. ¿No me dijiste que
llevabas cinco meses soñando con eso?
«En realidad son seis». Nick se encogió de hombros.
—Ella te convencerá —afirmó Brice.
—Lo que tú digas, grand-père.
El anciano gruñó. Sabía que Nick renegaba de la famosa leyenda familiar que él tanto amaba. Para
él los sueños sólo eran una coincidencia, resultado de la soledad y de que llevaba mucho tiempo
sin tener una relación seria. No había manera de que entrara en razón.
—Bueno, este anciano va a llevar su viejo cuerpo a casa y a meterlo en la cama. ¿Necesitas algo
más, jovencito?
—Así estaremos bien
—Cuida a tu jolie fille.
Nick suspiró.
—No es mi chica.
Y por alguna maldita razón, le molestó decir eso. Probablemente porque ella estaba loca por un
gilipollas como Brandon Ross.
Con una risa cascada por la edad y la diversión, Brice se marchó. Nick oyó que la puerta se
cerraba y volvió al dormitorio.
Encendió la lámpara de queroseno de la habitación, y una luz tenue iluminó a __________.
Parecía incómoda, la observó removerse y murmurar en sueños.
Le quitó los llamativos pendientes que no había visto antes y los dejó en la mesilla. El top
púrpura, que no era del estilo de __________, tendría que seguir donde estaba por el momento. Si
se lo quitaba, lo más probable era que la despertara. Encogiéndose de hombros se dio cuenta de que
sólo podía hacer una cosa más para que estuviera más cómoda.
Con gentileza, Nick agarró la peluca rubia por la nuca y le quitó las horquillas una a una. Ella
suspiró en sueños, agradecida, cuando él le retiró la peluca y la dejó en la mesilla al lado de
los pendientes.
Al volver a mirarla, Nick frunció el ceño y levantó la lámpara para ver mejor a __________.
No podía ser. No era posible.
Pero bajo la brillante luz dorada, no había lugar a la duda: el tenue resplandor revelaba un
brillante pelo rojizo

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