miércoles, 24 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 19

Pero por otro lado le preocupaba que ese sentimiento de orgullo significara algo más. Ningún dominante se sentiría orgulloso de una sumisa que no estuviera determinado a hacer suya. Durante años, él había sentido un distante respeto por las mujeres a las que había sometido. Como un maestro y su alumno, él había premiado sus progresos, había castigado sus fallos, y perfeccionado sus habilidades.
Con _____________ sentía algo más profundo y personal. Se sentía impelido a ayudarla. Como si sólo él pudiera despertar su sexualidad.
«Como si ella fuera mía». Ese sentimiento confirmaba todo lo que sentía. No era sólo una simple fase, ni estaba bajo el calor del momento. La deseaba. Punto.
—Nick.
La temblorosa voz de _____________ penetró en su conciencia, trayéndole de vuelta a la realidad. Estaba temblando y esta vez no era de deseo. Maldición, allí fuera hacía frío. Y aun así, ella había aguantado. No, se había superado y lo había sorprendido más de lo que nunca hubiera imaginado.
La envolvió entre sus brazos, intentando protegerla del viento.
—Cher, tienes frío, ¿verdad?
Sin poder resistirse, acunó la cabeza de _____________bajo su barbilla y le acarició la espalda con una mano. Con la otra, le acarició uno de sus pechos, y con el pulgar le rozó el pezón todavía duro.
Ella gimió.
Cualquier urgencia por llevarla a su cuarto de juegos y quedarse allí con ella durante horas o días abandonó su cuerpo al oír ese sonido.
Metió la mano en el bolsillo para sacar las llaves con la intención de ordenarle que se diera una buena ducha caliente y se reuniera con él en el cuarto de juegos en quince minutos. Qué le dieran al desayuno, más bien le daría él a ella.
—Bonjour—se oyó una voz lejana y familiar, justo a la vuelta de la esquina, cerca de la puerta principal.
_____________dio un grito ahogado y se tensó en el círculo de sus brazos.
—¡Es... tu abuelo!
Sí. ¿Qué otra persona tenía ese don de la oportunidad? Conteniendo un taco, soltó a _____________, le puso los restos de la camisa en las manos, y la urgió a volver a la cabaña por la puerta lateral.
—Vete. Date una ducha y vístete. Terminaremos más tarde.
Ella vaciló, agrandando los ojos ante sus palabras. La indecisión se reflejaba claramente en su cara ruborizada.
— Nick. Yo... creo que deberíamos hablar de esto.
—¿Bonjour? —La voz de Brice sonaba más cerca.
Se les había acabado el tiempo.
Con rapidez, le depositó un duro beso en la boca, luego la hizo girarse hacia la puerta abierta. Con una palmadita en el trasero, la impulsó al interior.
—Sí, si es lo que quieres. Pero más tarde.
Antes de que ella pudiera replicarle, Nick cerró la puerta.
La reticencia de _____________ a continuar lo que habían iniciado era obvia y frustrante. Justo cuando pensaba que había conseguido derribar sus defensas, que ya no iba a negarse más, ella continuaba sin darle el dulce sí que su cuerpo deseaba tan ardientemente... y que esperaba tras la respuesta de _____________ de esa mañana. La decepción y la cólera lo inundaron, confundiéndole, mientras se volvía hacia su grand-pere.
Todos esos deseos se unieron a su determinación de no aceptar otra negativa de _____________, sin importar sus dudas ni su incertidumbre. Aunque quería entenderla. ¿Qué la detenía? Era más que simple modestia o temor a lo desconocido.
Nick suspiró. La pregunta que debería hacerse era ¿qué demonios le ocurría para que de repente estuviera tan resuelto a tener a esa mujer? Al parecer, había perdido el juicio.
Y corría el peligro de perder mucho más.
—Ah, aquí estás —dijo Brice, doblando la esquina del porche. Se dirigió hacia Jack arrastrando los pies por el suelo de madera.
—Buenos días, grand-pere. —Nick le ofreció sentarse en la silla de la esquina con un gesto de la mano—. ¿Café?
—Non. Vine a ver cómo os iba a ti y a tajolie rousse.
«¿Su hermosa pelirroja?». Todavía no por el momento. Hubiera estado un paso más cerca de serlo si no hubiera tenido esa inoportuna interrupción. Contuvo una maldición.
—_____________ está bien —masculló Nick, dejándose caer en la silla al lado de su abuelo.
Se humedeció los labios y todavía saboreó allí la dulzura de _____________. Ese sabor —y el
recuerdo de sus piernas abiertas para él, y de sus gemidos desinhibidos resonando en el pantano—
no hacía nada para reducir su rugiente erección.
—¿Alguna novedad... desde mi última visita? —se mofó Brice, guiñándole un ojo—. Has
tardado en contestar a mi saludo y no me has oído llamar a la puerta, ¿verdad?
—Es cierto. No te oí llamar. Estaba aquí fuera. Y es muy temprano. No esperaba compañía.
—¿Qué hora es? —Brice frunció el ceño con aire inocente.
Nick no se lo tragó ni por un momento.
—Más bien si es hora de —le corrigió Nick—. Es demasiado pronto para llamar, y lo
suficientemente temprano para habernos pillado a mi y a _____________ haciendo algo si hubiéramos
querido empezar el día con buen pie. ¿No es lo que esperabas?
—Mon petit fils, qué suspicaz.
—Creo que tengo derecho a serlo, después de que la ropa cómoda y práctica que te pedí que
trajeras pareciera la versión porno del catálogo de Victoria's Secret.
La risa de su abuelo hizo que Nick pusiera los ojos en blanco
—Pero, ¿a que has disfrutado con... las vistas?
—Sin comentarios. ¿Por qué lo hiciste? Estaba claro que querías que hiciera el amor con ella.
Sé que quieres que vuelva a casarme, pero no conoces a _____________.
El anciano se golpeó el pecho.
—He vivido una larga vida, y sé bastantes cosas. Esos sueños, Nick, significan algo. Significan
amor. Ha sido así desde hace varias generaciones.
—Sólo porque tú...
—Non, no sólo yo. También mi abuelo. Cuando se fue a trabajar a San Francisco tras jurar que no
volvería a Lousiana —Brice agitó una mano con desdén ante aquel juramento—, comenzó a soñar
con una bella rubia.
—Caramba, yo también he soñado con una rubia más de una vez.
—¿Durante meses y meses, mon garçon?
Nick suspiró, primero porque odiaba que lo llamaran niño y luego porque razonar con ese anciano no
era nada fácil.
—No —contestó finalmente.
—Pues ya ves. Mi grand-père tuvo esos sueños sobre una hermosa rubia. La conoció y descubrió
que era la mujer de su jefe. Como ella ya estaba casada, creyó que la leyenda familiar estaba
equivocada. Pero continuó soñando con ella. En esos sueños hablaba su corazón.
»Dos semanas después de que conociera a su amor verdadero, ocurrió el gran terremoto de San
Francisco de 1906. El marido de la hermosa rubia murió. Y mi abuelo se casó con ella un año
después. Seis hijos y cincuenta años después aún seguían enamorados.
Clavando los ojos en el anciano, Nick se preguntó si hablaría en serio. ¿Sería posible? ¿Sería
realmente posible?
—Y su abuelo antes que él —continuó Brice—. Fue herido en combate y capturado por los
yanquis al final de la Guerra Civil. Su novia era enfermera en un hospital de campaña. Mi abuelo
siempre sostuvo que fueron los sueños sobre una bella desconocida lo que lo mantuvieron cuerdo
durante los meses de batalla. Cuando la conoció, se quedó impactado. Se casaron tres días
después de que acabara la guerra.
Tres hombres de su sangre habían soñado con bellas desconocidas. Nick había soñado una y otra
vez con una mujer de brillante pelo rojo que resplandecía bajo la luz del sol. Y esa misma mañana,
_____________ se había manifestado como la imagen de su sueño. ¿Explicaba eso ese alocado deseo
de reclamarla, como si no pudiera renunciar a ella, como si _____________ fuera mucho más que un
instrumento de su venganza? ¿Como si alejarse de ella fuera simplemente imposible?
Un estremecimiento atravesó su cuerpo. Nick se acarició la barbilla e intentó razonar. Los
sueños y las almas gemelas se asociaban al concepto de la espiritualidad. Era todo tan extraño. No
es que nunca hubiera oído hablar de ello a lo largo de su vida, sino que, sencillamente, no se lo
creía.
—Ninguno de nosotros quiere creer que la malédiction sea cierta. Pero los hechos son los hechos.
Les ocurre a los hombres de nuestra familia. Y ahora te toca a ti, con _____________.
—¿Cómo supiste que la abuela era la mujer indicada? —preguntó Nick, intentando aceptar todo
lo que decía su abuelo—. ¿Qué te hizo estar seguro, además de los sueños, de que grand-mère
era la mujer perfecta para ti?
El anciano sonrió, haciendo más profundas las líneas que le surcaban los ojos y la boca. Sin
lugar a dudas era un hombre que se había pasado la vida sonriendo muy a menudo.
—Cuando la conocí, tuve que contenerme para no abrazarla y convencerla de que era mía. Nunca
quise estar alejado de ella ni que estuviera triste. Sobre todo, cher garÇon, quería que fuera
feliz y sabía aquí dentro —se señaló el corazón— que sólo yo podría hacer que lo fuera.
¿ Comprendes-tu?
Oh, sí. Nick lo entendía demasiado bien. ¿No era justo lo que había sentido desde el primer
momento que había conocido a _____________? ¿Un loco deseo de tocarla, la necesidad de hacer lo
que fuera para mantenerla a salvo, un odio visceral hacia el acosador? Odiaba ver las dudas que
corroían a _____________, pero la clave de su felicidad estaba en liberar su sexualidad.
—¿Qué te dicen las entrañas, Nick? Haz caso a tus instintos.
—No son racionales.
Las líneas enmarcaron la boca de Brice cuando su sonrisa se hizo más amplia.
—No tienen por qué. Es el corazón quien tiene la última palabra. ¿Te has sentido alguna vez de
esa manera con otra mujer? ¿Con Kayla?
El anciano se refería a su ex-mujer.
Nick sólo negó con la cabeza. No. Nunca. Ni de cerca. Se había casado con ella porque estaba
embarazada, y él era católico, incluso aunque ella no lo fuera. El matrimonio acabó unos meses
más tarde cuando encontró un vídeo de Brandon Ross tirándosela mientras ella, supuestamente,
había estado tan afligida por la pérdida de su bebé que no había querido hacer el amor con su
marido. Mirándolo en retrospectiva, el divorcio había sido lo mejor. Pero no podía olvidar
aquella humillación. Brice había estado con él, esperando para ver un episodio de CSI que Nick le
había grabado, cuando se había encontrado con un tipo de acción totalmente diferente.
—Con _____________ es distinto, ¿verdad? —susurró Brice.
—Es complicado. _____________ está saliendo con otra persona. Están comprometidos.
Nick no podía decirle a su abuelo que _____________ pertenecía al hombre que había estado con
Kayla en el vídeo. Sabría al instante que él había atraído a _____________ hasta su casa para
obtener su venganza. Y no tendría que echarle mucha imaginación para saber lo que Nick había
hecho para conseguirlo. Ese anciano lo desollaría vivo con su vieja navaja y le echaría tabasco en
las heridas.
Haciendo una mueca, Nick no pudo negar la desagradable sensación de vergüenza que le atravesó las
entrañas.
Y si _____________ lo descubría alguna vez... Oh, Dios, claro que lo iba a descubrir. Lo haría en
cuanto hablara con Brandon. E impedirlo era condenadamente imposible.
Soltó un taco. No había manera de borrar un correo ya enviado. ¡Maldita sea! Ojalá hubiera
prestado más atención a su instinto en ese momento, el que le decía que enviar ese vídeo sería
un terrible error.
Y en cuanto _____________ y Brandon hablaran, él la perdería para siempre.
El pensamiento lo llenó de pánico.
A menos que encontrara una manera de atarla a él antes de que supiera la verdad... ¡Sí! Eso era.
Brice se encogió de hombros.
—Bueno, jovencito. ¿Qué te preocupa? Ni siquiera están casados.
Y quizás no lo estén aún porque _____________ sabe que ese hombre no es el indicado para ella. Si
ella te da un beso o dos es porque su corazón y su cuerpo saben lo que su mente aún se niega
aceptar.
—¿Que no ama a su novio?
—Exactement.
¿Sería tan simple? ¿Qué _____________ fuera su... alma gemela, y por eso había respondido a él
de esa manera, permitiéndole tales libertades con su cuerpo porque en alguna parte de su alma
sabía lo que él era para ella? Parecía tan surrealista. Tan increíble.
¿Sería posible que ella no fuera la clase de mujer que engañaba a su novio, sino simplemente una
mujer confundida? ¿Alguien tan confundido como él?
Nick suspiró y se agarró la cabeza.
Un sonido indignado salió de la garganta de Brice.
—Qué juventud. No tiene sentido del romance. Sigue resistiéndote. Amárgate la vida. Ya te
atrapará el amor.
¿Amor? Ese pensamiento lo sorprendió más que si hubiera visto un alienígena verde y con antenas.
—La deseo. No la amo.
—¿Estás seguro? ¿Estás seguro de que no es amor?
Nick se dejó caer contra el respaldo. Condenado hombre y condenadas fueran sus preguntas.
—No, no lo estoy.
Brice asintió con aire conspirador
—He traído vaqueros y camisas para _____________. Así que dime si quieres que te los dé o si
prefieres que me los lleve de vuelta conmigo.
Y dejar que _____________ sólo vistiera lencería provocativa.
De inmediato, la vio con el bustier dorado y el tanga a juego. El recuerdo bombardeó su cerebro y
despertó su miembro. Oh, sí, _____________ estaba para comérsela con esas prendas. No entendía
cómo podía ponerlo a cien con tanta facilidad. Caramba, había visto a centenares de mujeres
desnudas, en especial cuando estaba con Alyssa y sus chicas, pero nunca se había excitado tanto. Lo
que sentía por _____________ minaba su lógica y su tranquilidad de espíritu, y lo hacía sentir
rudo... Nick sólo podía definir ese deseo de reclamarla como el instinto de un cavernícola.
Tenía que saber que era suya y asegurarse de que siempre la cuidaría y la haría feliz. Sólo con
pensar en tener éxito, en poder convencerla de que fuera suya en todos los sentidos, aumentó su
temperatura corporal otros diez grados.
«Maldición».
Llegados a ese punto, no podía negar que su abuelo quizás tuviera razón
De hecho, si quería tener a _____________, y conservarla, iba a tener que formar un fuerte vínculo
con ella. Un vínculo que no pudiera romperse cuando ella supiera por qué él había estado de
acuerdo en aparecer en el programa de televisión, y que para ello había tenido que sobornar a su
amigo Reggie. Y todo por una cuestión de venganza. Se lo diría. Pero aún no. No hasta que
estuviera seguro.
Primero tenía que ganarse su confianza a un nivel visceral, enseñarle a su cuerpo que para él,
ella siempre sería lo primero. El dormitorio era un buen lugar para comenzar a derribar sus
defensas. En cuanto se hubiera rendido, podían hablar. El resto se resolvería por sí sólo.
Ese conocimiento, la sensación de estar haciendo lo correcto, y de que tenía un plan, encajaron en
ese momento como las piezas de un puzzle que se le hubiera estado resistiendo.
Al fin, dijo:
—No necesito tiempo para pensarlo. Llévate esas ropas contigo, grand-pére. Y no las vuelvas a
traer.
Brice sonrió ampliamente, lo que hizo destacar sus blancos dientes contra la oscura piel cajún.
—Laissez les bons temps rouler! Oh, sí. Qué vengan los buenos tiempos.
«Terminaremos más tarde».
Las palabras de Nick resonaban en la mente de _____________ mientras Brice se mostraba encantador
con ella durante el desayuno.
Regañó al anciano por que en vez de ropa de vestir sólo le hubiera llevado lencería. La oscura y
risueña mirada, la amplia sonrisa, y el encogimiento de hombros que le dirigió en respuesta
indicaban que no se arrepentía en absoluto.
Y Nick... su mirada la hacía arder, recordándole sus anteriores palabras: «Terminaremos más
tarde».
_____________ quería borrar aquellos recuerdos, ahogar la voz que resonaba en su mente. Por encima
de los huevos revueltos que ambos hombres habían condimentado con tabasco, Nick la miraba como si
_____________ fuera un cruce entre un enigma indescifrable y un bocado apetecible. Como algo que
codiciara y tuviera intención de poseer.
Maldita sea, ¿por qué le había dicho que sí a Nick y a su cuarto de juegos? Intentar negarse
tras haber disfrutado de aquel exquisito placer le había parecido casi imposible.
Pero decir sí había sido lo más fácil —obligatorio incluso— con la boca de él gravitando
sobre ella, mientras estaba al borde del clímax. Ahora que el placer no anulaba su capacidad de
respirar y pensar, _____________ no estaba segura de que haber cedido, dándole lo que él quería,
hubiera sido una buena idea. No sólo cambiaba las cosas entre ellos, sino que la cambiaría a ella
para siempre. Desde que estaba con Nick, sus fantasías eran más urgentes y explícitas. Los
impulsos que siempre había tenido ahora la acosaban en forma de sensaciones y recuerdos,
obsesionándola con la imagen de Nick.
Deseaba a Nick, y deseaba disfrutar del intenso placer que él le proporcionaba. El hecho de dejarse
llevar por las sensaciones que Nick provocaba en su cuerpo la hacía sentirse más viva, más...
completa. ¿Tenía sentido?
«Terminaremos más tarde». Sintió el peso de la mirada penetrante de Nick y _____________ supo
qué estaba pensando.
¿Debería o no debería hacerlo?
Como todo lo que tenía que ver con Nick, la promesa que le había hecho la avergonzaba, pero a la
vez la hacía sentirse dolorida y temblorosa de necesidad. Esa mañana en el porche... Dios,
todavía podía sentir la boca de él en su sexo, penetrando en ella con la lengua, tomando
posesión de cada punto sensible. Le había arrebatado la capacidad de pensar. Había inundado cada
parte de su cuerpo con un éxtasis capaz de desafiar las palabras, algo que le hacía imposible huir
de las sensaciones que él derramaba sobre ella como si fueran miel dulce y caliente.
Y para colmo aún seguía sintiendo esa condenada curiosidad —y excitación— ante cualquier cosa
que él pudiera hacer en ese toallero y en esa mesa con esposas. Y con los otros artículos que era
demasiado ingenua para nombrar. Cuanto más intentaba huir de sus deseos, más insistentes se
volvían éstos, apoderándose lentamente de su cuerpo como si fuera una enredadera.
¿Qué ocurriría si le permitía a Nick cumplir la amenaza de terminar lo que habían empezado?
¿Sería tan terrible permitírselo aunque sólo fuera una vez? Nadie más, aparte de ella y Nick,
lo sabría.
Mordiéndose los labios, observó la impaciencia de Nick cuando Brice se quedó un rato más
después de tomar el café. Los oscuros ojos prometían placer, y un leve indicio de dolor. Su
intención de poseerla totalmente se reflejaba en la seductora mirada. Ella tragó saliva ante la
mezcla de miedo, emoción y anticipación que le retorció el estómago. La atracción era cada vez
mayor. Nick tiraba de ella, como si entre ellos hubiera una cuerda invisible que se hiciera más y
más corta a cada hora que pasaba.
No tenía sentido desear con tanta desesperación a alguien que había sacado sus peores impulsos.
Alguien que la llevaría a un lugar más allá de las normas, algo que horrorizaría a su madre y
que enfermaría a hombres como Andrew. Si permitía que Nick siguiera adelante con su plan, la
arruinaría para las caricias de otro hombre. No podría vivir consigo misma después de que él la
hubiera convertido en una depravada sumisa; le sería totalmente imposible. Ser una esclava sexual
no iba con ella. No le gustaba recibir órdenes, o que le dijeran lo que podía hacer o lo que no.
Su madre había empezado a llamarla marimacho independiente cuando cumplió los doce años.
Pero con Nick..., _____________ suspiró. Sus órdenes lograban penetrar en su interior, no sólo en
su cuerpo, sino también en su mente, en su alma. Las cosas que él le exigía nunca dejaban de
sorprenderla, y aun así, las cosas que él le había ordenado hacer, eran algo con lo que siempre
había soñado. Algunas veces se preguntaba cómo podía leerle la mente. La sorprendía, la
avergonzaba, la hacía ansiarle más que cualquier otra cosa.
En el fondo, _____________ se veía incapaz de luchar contra lo que ambos deseaban.
Quizá... quizá debería acceder a estar juntos de nuevo y averiguar la verdad sobre sus deseos.
Nick no le haría daño a propósito, no más allá de un pequeño dolor erótico. La opinión de su
madre o de Andrew no tenía importancia allí, en un mundo apartado de la civilización. Podría
disfrutar de ese tiempo secreto, antes de que atraparan al acosador y de que ella regresara a la
realidad.
Brice se marchó poco después del mediodía. _____________ sabía que Nick querría retomar con
rapidez el punto donde lo habían dejado esa mañana. Como cualquier mujer ansiosa, _____________
quería estar lo más guapa posible. Se retiró al cuarto de baño cuando Nick acompañó a Brice
hacia el embarcadero y se permitió un baño relajante y secarse el pelo a conciencia. Lamentó no
tener maquillaje, por lo que no había manera de suavizar las pecas de la cara. Se humedeció los
labios, se pellizcó las mejillas y se encogió de hombros. Era lo más que podía hacer.
El ruido de pasos en el pasillo la sacó de sus pensamientos.
Nick. Pronto llamaría a la puerta con golpes exigentes.
Contuvo el aliento. ¿Estaba preparada? ¿Podría manejarlo? Soltó un suspiro tembloroso, dividida
entre su mente racional y su exigente cuerpo. Hasta ese momento siempre había prevalecido su lado
racional, pero desde que había conocido a Nick, eran los deseos de su cuerpo quienes ganaban la
partida.
Estaba todo lo preparada que podía estar para un hombre como Nick, considerando que iba vestida con
una bata y una ropa interior que ni siquiera cubría lo esencial, algo que no escaparía a la
penetrante mirada de Nick.
En lugar de sentir rechazo hacia esa reveladora y explosiva lencería, Morgan sencillamente se
humedeció más al pensar que Nick la vería con ella.
—¿_____________? —ladró él a través de la delgada puerta del cuarto de baño.
«Que comience el espectáculo».
—¿Nick?
En cuanto le echara un vistazo, _____________ estaba segura de que esos oscuros ojos verían cada
pecaminoso secreto de su alma. Pero ahora, incluso le temblaba la voz al mencionar su nombre.
Antes de que él pudiera decir o hacer cualquier cosa, sonó el teléfono. Nick soltó una
maldición obscena mientras atravesaba el pasillo. _____________ se relajó visiblemente con una
extraña mezcla de alivio y decepción. Pero no podía negar que el dolor entre sus piernas era cada
vez más agudo.
Aspirando profundamente, lo siguió por el pasillo, permaneciendo entre las sombras. Y escuchó.
—¿Qué diablos quieres? —oyó que espetaba Nick.
Una profunda carcajada salió por el altavoz del teléfono y retumbó en el pasillo.
—Puedo nombrarte tres razones de por qué estás de tan mal humor. Dos de ellas sobran.
Era Joe. _____________ reconoció la voz burlona, incluso podía ver las arruguitas de risa que se
le habrían formado en torno a esos ojos azules claros y alegres. Algo incongruente en un cuerpo tan
duro y enorme.
—¿Has llamado sólo para cabrearme?
—Caramba, no. Ya sabes que no me gustan las cosas fáciles. ¿Dónde estaría el reto?
—¿Así que has llamado sólo para...?
—Tengo que hablar con _____________.
Nick vaciló, cerrando los puños.
—¿De qué?
En esas dos sílabas sonaron la sospecha y los celos.
—¿Acaso tu polla ha hecho que te olvides de que _____________ tiene un acosador tras su trasero?
—No, hijo de perra, no se me ha olvidado. Y aparta tu mente de su trasero.
—Aún no he perfeccionado la habilidad de follar a través del teléfono, Nick. Es sólo una forma
de hablar. Relájate.
_____________ frunció el ceño. Joe actuaba como si pensara que Nick estaba celoso. Ese pensamiento
la hubiera hecho estallar en carcajadas si no hubiera
observado antes el extraño comportamiento de Nick con Joe y no hubiera parecido tan... tenso.
Con un profundo suspiro, Nick abrió los puños.
—Voy a llamarla.
—Estoy aquí. — _____________ salió de las sombras y recorrió los últimos metros de pasillo
hasta Nick.
El se volvió rápidamente hacia ella, taladrándola con la mirada. _____________ sintió que sus
pezones, desnudos bajo el escotado sujetador, pulsaban contra el suave tejido de punto de la bata.
Dado que Nick tenía los ojos agrandados y las fosas nasales dilatadas, _____________ supuso que lo
había notado.
—_____________ —la saludó Joe por el altavoz—. Hola, muñeca.
—Hola Joe. ¿Alguna noticia?
—Sí. No pudimos encontrar huellas digitales en las fotos. Lo siento. Sin embargo, hemos obtenido
algunas pistas interesantes, así que tengo que hacerte unas preguntas.
La decepción se apoderó de ella. ¿Cuánto más duraría esa pesadilla? ¿Y cómo iban a llegar
hasta el fondo de todo eso si Joe no podía seguir la pista de ese lunático? Quería sentirse una
persona normal otra vez, regresar a casa y no tener que preocuparse de si alguien la había allanado
o manchado su cama con semen. Quería recuperar su vida. Y estaba claro que por el momento eso no
iba a ser posible.
Para su sorpresa, Nick se acercó a su lado y tomó su mano, repentinamente fría, en la suya, más
grande y caliente. Algo sólido y seguro. Un simple gesto y, de inmediato, _____________ se sintió
más fuerte.
Hasta que se dio cuenta de que recuperar su vida, significaría perder a Nick. La decepción que
sintió la aturdió. Se aferró a él con más fuerza. ¿Por qué no la hacía feliz el pensamiento
de perderlo de vista? Debería de celebrarlo con margaritas. Regresar a su vida significaría que
habían atrapado al acosador, que no tendría que cuestionarse más a sí misma. Pero en vez de eso,
apretó la mano de Nick y se negó a soltarle.
—¿Qué quieres saber? —le preguntó _____________ aJoe.
—¿Conoces a alguien que sea muy aficionado a la fotografía, alguien que lo considere un hobby?
—A Reggie, mi ayudante de producción. No es que sea un profesional, pero es muy bueno. Incluso ha
hecho algunas exposiciones. —_____________ frunció el ceño—. ¿No pensarás que es Reggie?
Él vaciló.
—Cuando mis amigos de FBI analizaron las fotos, descubrieron que habían sido realizadas por
alguien que sabe manejar una cámara. No han sido reveladas en un laboratorio, ni en uno de esos
sitios que revelan las fotos en una hora. No son fotos digitales. Son de la vieja escuela. Es
probable que hayan sido reveladas en casa, y usando unos productos químicos bastante caros y con
papel bueno. Son de alguien que se toma la fotografía en serio. Y aunque tú te sientas incómoda y
amenazada cuando las miras, él, por el contrario, las ve como un arte. No es que haya sacado
simplemente unas fotos. Ha buscado la simetría, la iluminación, el ángulo más interesante. Y no
ha hecho un mal trabajo.
¿Reggie? ¿Su amigo Reggie? No...
Pero ella no conocía a nadie más con esa pasión por la fotografía, alguien que desdeñaba las
fotos de las nuevas cámaras digitales. Trastos sin sentido las llamaba. Siempre le decía que no
valía la pena echar a perder una buena imagen con aquellas cámaras. No conocía a nadie más que
tuviera un cuarto oscuro en su casa.
_____________ se quedó paralizada y sin aliento. Reggie, a quien consideraba casi como a un padre.
¡No!
No eran muchas las personas que conocían su dirección en Los Angeles. Pero Reggie sí... y
también conocía su horario. Podría haber entrado en su casa, y haberse masturbado en su cama
mientras ella no estaba. Reggie era una de las pocas personas que sabía qué vuelo había tomado
para Houston y dónde se había hospedado.
Se frotó la frente ante un dolor repentino. ¿Reggie? ¿Había estado en Texas para sacar las
fotografías de _____________ en el patio trasero de Brandon hacía sólo unos días? Siempre
hablaba con Reggie por el móvil. Así que no sabía exactamente dónde estaba. Cualquier cosa era
posible. Y si Reggie había llegado tan lejos para acecharla... bueno, él sabía que tenía
intención de ir a Lafayette para reunirse con Nick. Seguirla no habría sido demasiado difícil.
¿Había Reggie —el padre que nunca tuvo— sacado fotos de ella desnuda? ¿La habría espiado, se
habría masturbado en su cama, había intentado matarla? ¡No! Pero... ¿quién más podría ser?
Sólo Reggie.
—Oh, Dios mío. —El impacto atravesó su cuerpo y le hizo zumbar los oídos. Le fallaron las
rodillas. Se cubrió la boca con una mano temblorosa para contener un grito—. ¿Por q...? No...
¿Por qué? Confiaba totalmente en Reggie.
Cuando se tambaleó, Nick la agarró por la cintura.
—Tranquila —murmuró él.
Clavó los ojos en Nick con un repentino horror. Si no podía confiar en Reggie, el hombre que
conocía desde hacía tres años y que había sido como un padre para ella, ¿cómo podía confiar
en Nick, un hombre al que sólo conocía desde hacía tres días?
—¿ _____________? —La preocupación de Joe resonó a través del hilo telefónico.
Ella miró a Nick con los ojos muy abiertos, llenos de incertidumbre y algo muy parecido al pánico.
¿Qué sabía de él? Sólo lo que Reggie le había dicho. Y que intentaba transformar su sexualidad
en algo que ella misma no quería aceptar.
Luchó para soltarse de la presa de Nick. Se retorció con todas sus fuerzas, intentando liberarse.
Quería escapar ya. Huir a algún lugar donde nadie pudiera encontrarla.
—Tranquila. —Nick usó esa voz paciente pero autoritaria que _____________ conocía tan bien.
Algo en lo más profundo de su ser respondió al instante, quería obedecer a esa voz. Pero otra
parte de ella tenía miedo, aunque no sabía con exactitud de qué. Alguien deseaba hacerle daño,
alguien en quien había confiado plenamente. Reggie sólo probaba que ella no sabía juzgar el
carácter de las personas más allegadas a ella. ¿Y si se había equivocado al confiar a un
desconocido, no sólo su seguridad, sino su cuerpo y su alma?
Un desconocido al que sólo conocía porque Reggie le había pasado información sobre él.
Un terror helado atravesó a _____________. Le dio a Nick una patada en la espinilla, y un codazo en
el estómago. Él la sujetó con más fuerza y esquivó sus ataques como pudo.
—Te llamaré más tarde —le gruñó Nick al teléfono. Luego pulsó rápidamente el botón de
apagado e interrumpió la conexión con Joe.
Nick la agarró por la cintura. _____________ luchó aún con más ímpetu impulsada por el pánico
que le atravesaba el vientre y le bajaba por las piernas. Nick gruñó cuando ella acertó a darle
con el talón en la espinilla. Esperó que la soltara, pero la presa de él se hizo más fuerte.
Nick la condujo al dormitorio, arrastrándola con él. _____________ intentó agarrarse a la manilla
de la puerta para usarla como ancla, pero él era demasiado rápido y fuerte.
—¡Maldito seas, suéltame! —gritó _____________—. ¡Suéltame de una vez!
—Sé lo que estás pensando —gruñó Nick, ignorando su demanda—. Deja de pensarlo ahora
mismo.
—No me digas lo que puedo o no pensar, gilipollas.
—Sé razonable, cher.
Unos instantes más tarde, _____________ se encontró tumbada de espaldas sobre la cama. Con la
rapidez de un rayo, él cubrió su cuerpo frío con el suyo y la inmovilizó contra el colchón.
Extendió los brazos sobre los de ella, agarrándoles las muñecas en una presa suave pero
inflexible. El peso de sus largas piernas aseguró las de _____________ contra las sábanas suaves.
«No». La palabra resonaba en la mente de _____________ mientras ella luchaba; necesitaba escapar,
encontrar un lugar donde esconderse de todo aquello. Nick siguió sujetándola con fuerza incluso
cuando ella se quedó inmóvil. ¡No!
—Relájate. —La oscura mirada se clavó en la de ella, penetrando en su miedo con sus tranquilos
y dominantes ojos.
—¡Suéltame! —_____________ se tensó contra él, pero tanto sus brazos como sus piernas
estaban firmemente sujetos.
—Sé lo que está pasando por esa preciosa cabecita tuya, cher. Basta ya. No voy a hacerte daño.
—Si Reggie es el culpable, entonces..., entonces alguien como... tú, podría herirme, matarme...
Su voz sonaba jadeante, temblorosa. _____________ odiaba sonar tan indefensa. En la tele, ella era
la presentadora sexy; una profesional con cierto aire provocativo. Allí daba la talla. Pero en
medio de los pantanos de Lousiana, bajo el techo de Nick, era una pelirroja que odiaba sentirse
aterrada y estar fuera de su elemento físico, mental y... sexual.
Nick frunció el ceño, la preocupación le formó un surco entre las cejas.
—Estás pensando con la adrenalina que corre por tus venas, _____________, no con la lógica. No
lo hagas. Sólo llevamos aquí dos días. Podría haberte lastimado en cualquier momento si esa
hubiera sido mi intención.
_____________ se detuvo jadeante, pensando a toda velocidad. Nick había tenido un millón de
oportunidades para violarla o matarla... o las dos cosas a la vez. No había hecho nada de eso. Pero
razonar no era tan sencillo.
—¿Cómo sé que no estás jugando conmigo, esperando a que baje la guardia y que confíe
totalmente en ti para matarme? Apenas te conozco.
Nick hizo una pausa, esos insondables ojos color chocolate parecían taladrarla con una mirada tensa
y frustrante.
—No soy tu acosador. No soy como ese cabrón. Si escucharas a tu corazón, lo sabrías.
—¿Nunca has querido hacerme daño?
—¿Hacerte daño? —La inmovilizó con una mirada sincera y resentida—. ¿Quién te ayudó a
librarte del tirador? ¿Quién te puso a salvo?
Ella le respondió con un silencio significativo, mientras los pensamientos se agolpaban en su
mente. Estaba claro que Nick no le había hecho daño, a pesar de las múltiples oportunidades que
había tenido. La había ayudado en Lafayette, lo sabía. Lo que no sabía era por qué.
—Maldita sea, ¿qué he hecho para que desconfíes de mí? —le exigió él—. De lo único que
soy culpable es de intentar que reconozcas quién eres en realidad, algo que te empeñas en no
querer saber.
—Hace tres días ni siquiera sabía tu nombre —le gritó _____________ a la cara—. Y ahora...
¿se supone que tengo que dejar mi vida y mi sexualidad en tus manos? ¿Cuántos hombres
arriesgarían su vida para ayudar a una desconocida?
—Eso es algo que un soldado hace todos los días, _____________. —Le agarró las muñecas con
fuerza—. Es el que se la juega para proteger a los ciudadanos de su país, gente a la que no
conocerá nunca. He sido soldado demasiados años para cambiar ahora. Después me convertí en
guardaespaldas. No podía estar allí y observar cómo te mataban.


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