viernes, 12 de agosto de 2011

Obsesión. Capitulo 3

–Por favor, vete y ya.

Inclinó la cabeza, sintiéndose malvado por segunda vez en la misma tarde, aunque por diferentes
motivos. Lastimar a una mujer que realmente apreciaba no había estado entre sus planes del día, o
de ningún día. Cuando le dio la espalda, Joe se fue sin más que hacer, sin querer causarle más
dolor que el necesario.

Para cuando llegó al auto, se sintió más viejo y más cansado de lo que recordó sentirse alguna
vez. Frunció el ceño mientras se agarraba con fuerza al volante.

Joe pensó de repente que la santurrona y arratonada Luisa había juntado el coraje para dejarlo.

Gruñó. Hasta aquí habia llegado la presunta timidez de ella ¿no?.

La tímida y santurrona de Luisa lo había dejado. Si eso no era el colmo, dudaba qué podía serlo.
Joe suspiró al recordar lo que pasó ayer mientras se dirigía a su oficina en la Universidad de Edimburgo. Necesitaba preparar apuntes para las clases, que comenzaban en dos semanas. Sentándose en su escritorio, juntó las manos y analizó su situación personal.

Frunció el ceño. Gris era la única palabra que se le ocurría para describirla.

Joe nunca fue el tipo de hombre que otros consideraran particularmente emocionante. Eso lo supo toda su vida, pero hasta este momento no le había molestado ser consciente de ello.
De chico, había sido enfermizo pero trabajador; le había ido muy bien con los estudios y había desarrollado un profundo amor por las matemáticas. Un muchacho delgado y desgarbado, que disfrutaba de la identidad que le habían dado sus notas escolares, dándose cuenta de que era lo único en lo que era mejor que la mayoría. Firmemente arraigado en la identidad de lerdo para cuando tuvo trece años, ya hasta había comenzado a vestirse para el papel.

No llegó al extremo, se recordó, porque siempre tuvo buen gusto para vestirse. Pero se ponía anteojos en vez de comprarse lentes de contacto, y se vestía con su traje formal de profesor desde una edad indecentemente temprana.

Y ahora a la edad de treinta y cinco, no había forma de deshacerse de su bien ganada fama de tonto. No importaba que ya no fuera enfermizo y hubiera adquirido un cuerpo atlético y musculoso. La gente veía lo que quería ver, lo que esperaba ver, y desde los trece en adelante se esperó que Joseph Jonas fuera un tonto.
Pero, ¿él había hecho algo para erradicar tal concepto? No, pensó tristemente, no había hecho nada. Se había contentado con su papel de aburrido y confiable profesor de matemáticas, contento de dejar las cosas como estaban…

Hasta que la conoció a ella.

Joe echó un vistazo a la biblioteca del otro lado de su oficina. Levantándose lentamente de su asiento, fue hasta el sofá donde a veces dormía cuando se quedaba a trabajar de noche, y hasta la estructura de roble, deteniéndose a recoger una copia de El Grito. Era el último lanzamiento de una tal __________ Elliot Jhonson.
Ahora que Luisa lo había dejado bien dejado, podía confesarse mentalmente a sí mismo algo que no había podido admitir antes. Exactamente que cuando se encontró con cierta escritora ayer, toda ojos verdes y sonrisas rojas, quiso que ella lo viera como algo más que un aburrido profesor de matemáticas, más que un hombre sensato con la ropa adecuada.

Quiso que lo viera como un macho viril que había percibido su olor y estaba detrás de él.
Resopló ante sus ridículos pensamientos. Como si eso fuera posible.

Aun así, Joe se encontró preguntándose, y no por primera vez, qué habría pasado por la cabeza de la novelista
cuando conversaba con él. ¿Qué habría pensado de él? ¿O habría pensado en él? Probablemente no.
Joe suspiró, volviendo a poner El Grito en el estante que ocupaba. Volvió al escritorio y se desplomó sin ceremonias en su asiento. Pasando rápidamente los dedos por su cabello corto y oscuro, intentó aplacar la ansiedad que crecía dentro suyo diciéndose que no le hacía nada bien obsesionarse con una mujer que ni siquiera sabía su nombre y muy probablemente ni le interesaría aprenderlo.

Aun ahora, sentado en su sensato escritorio rodeado de los elementos sensatos de una vida sensata de profesor, no podía evitar pensar en el poco sensato paradero actual de la Sra. Elliot Jhonson. Él sabía exactamente dónde estaba, exactamente qué estaba haciendo, porque debió haber sido sordo para no escuchar la conversación que mantuvo ayer con la vendedora colorada.

El objeto de su deseo estaba en Strathy Point. Posiblemente haciendo topless recostada en algún lugar de la playa en este mismo momento. La mera imagen mental le causó una dolorosa erección.

Mientras se frotaba la quijada distraídamente con la palma de la mano, Joe se preguntó si tendría
el coraje de usar este dato indiscreto y hacer algo totalmente atípico en él… algo impulsivo
como seguir a __________ Elloit Jhonson a Strathy Point e intentar volver a establecer contacto con
ella.

Un proyecto excitante, pero a la vez muy desconcertante.
¿Qué pasaría si, después de todo, ella no tuviera deseos si quiera de hablar con él? ¿Y si
quedaba como un tonto?

Joe estuvo por dejar de lado la idea por completo cuando se le apareció en la cabeza la imagen de
la santurrona y tímida Luisa dejándolo. Frunció el ceño. Si el ratón juntó coraje para hacer
borrón y cuenta nueva después de apenas dos meses de salir, entonces él bien podía juntar coraje
para hacer una visita a Strathy Point.

Realmente, pensó Joe mientras se ponía de pie velozmente, asqueado de su vida aburrida, cansado
del status quo, ¿por qué diablos no?

++++++

La vendedora había estado en lo cierto y no. Era una playa de topless, sí, pero también llevaban
la parte de abajo desnuda. __________ se encogió de hombros, sin darle importancia al tema,
mientras ignoraba las miradas excitadas que le propiciaban algunos turistas de sexo masculino. Los
padres la habían llevado a playas nudistas desde que tuvo edad suficiente para caminar, por lo que
no le veía nada extraordinario a ver cuerpos desnudos por ahí.

Aun así, no era tan ingenua como para creer que todos veían las cosas como ella. La mayoría de
los hombres estaban aquí simplemente para mirar.

__________ encontró un lugar para ella un poco apartado de los otros turistas. Extendiendo una lona
sobre la costa de arena, se hizo un nudo en el pelo y se desplomó sobre la lona. Buscando dentro de
su bolso playero, encontró una botella de bronceador y comenzó a aplicárselo sobre los hombros y
los senos. La loción helada hizo que sus pezones se endurecieran, botones alargados de carne rosada
que sobresalían de las acolchonadas aureolas que los rodeaban.

Al terminar de cubrir sus brazos y piernas con bronceador, se recostó sobre la lona, sosteniendo el
peso de su cabeza con las manos. Sus pezones sobresalían aún más, y su reacción al sol le hacía
sentir un pequeño dolor carnal anudándose en el vientre.

__________ cerró los ojos, y dejó vagar su mente mientras su cara y cuerpo tomaban un color
marrón dorado al rayo del sol. Mientras sus pensamientos se dispersaban, notó que se remontaban
dos días hacia atrás hasta ese atractivo hombre que había conocido en Jenners.

Lo raro de eso era que el sujeto no era realmente su tipo. Y __________ era muy consciente de cuál
era su tipo. Por qué le había prestado atención siquiera a ese hombre de aspecto estudioso y
conservador, no lo sabía.
Estaba acostumbrada a salir con músicos y artistas, la clase de hombres que tienen un cierto aire
de desenfado, la clase de hombres que están siempre a la pesca para probar una cosa nueva u otra o
simplemente por ser de naturaleza inquietos. Por supuesto, __________ se admitió a sí misma, era
esa misma inquietud que había hecho que su último novio se alejara de ella en primer lugar,
incorporando nuevas amantes sin siquiera pensar en lo que esto le haría a su corazón.

Si había una palabra que no podría describir al hombre de Jenners, era inquieto. __________
sonrió, pensando que el extraño había esperado a quienquiera que había acompañado a la tienda
con una paciencia muy poco común en un hombre. Si hubiese sido su ex novio, Javier, habría
intentado llevarse a la vendedora colorada a la cama para entretenerse mientras esperaba que su
novia o esposa salga del probador.

Los pensamientos de __________ vagaron un poco más, mientras ella se preguntaba si esa falta de
inquietud en un hombre era necesariamente algo malo. Pensó en el paciente extraño, que no era en
absoluto del tipo que cualquier cosa que llevara falda le venía bien. Se preguntó ociosamente si
sería paciente en todos los aspectos de su vida, en la cama por ejemplo, luego se dijo a sí misma
que se estaba comportando como una idio*ta por siquiera pensar en eso.
El extraño de aspecto adecuado estaba en Edimburgo, lo que sería lo mismo que si estuviera
cruzando el océano, ya que no tenía idea de quién era o como encontrarlo si quisiera intentarlo.
Además, se recordó, podía estar casado por lo que sabía, y algo que nunca se le ocurriría era
involucrarse con un hombre casado o con cualquier tipo de compromiso.

__________ se durmió al sol un minuto después, su último pensamiento coherente girando en torno a
si el extraño la habría notado como mujer.

Y por qué tenía que importarle eso a ella.
Joe caminó lentamente por la playa de Strathy Point sintiéndose un poco surrealista. No podía creer que se le hubiera cruzado la idea de salir corriendo a las montañas con la esperanza de ver a la novelista americana, mucho menos de concretarla. Pero ahora estaba aquí, se dijo resuelto, así que debía sacarle el mayor provecho.

Era una playa nudista, se percató. Se sintió un poco incómodo al haberse dejado puesto el traje de baño cuando todos a su alrededor estaban totalmente despojados de ropa. Ésta no era una playa de topless como había dicho la vendedora, pero una playa de topless y de la parte de abajo también. Se sintió como un idio*ta.

Joe agitó sus pestañas rápidamente varias veces, y los lentes de contacto que se compró ayer a la tarde hicieron que sus ojos se humedezcan un poco. Se estaba acostumbrando a las malditas cosas, casi del todo, pero aceptó que le llevó varias dolorosas horas incluso para llegar hasta aquí. Bueno, pensó con un poco de satisfacción, si tuviera la suerte de encontrarse a __________ Elliot Jhonson, al menos no lo haría con sus sensatos y aburridos anteojos.

Joe buscó por la costa de la playa para encontrar a la mujer en cuestión, sus entrañas anudándose, anticipándose a la idea de volver a verla. Su mirada oscura se movió de un lado al otro, hasta que finalmente se posó sobre la forma de una escritora durmiente y muy desnuda a una cierta distancia sobre el terreno arenoso.

Respiró hondo para afirmarse, rogándole al cielo que encontrara el coraje para acercársele y despertarla. Sólo podía esperar que su cuerpo cooperara y no sustentara una erección notablemente grande y dolorosa con tan solo verla. Pero cuando se acercó y vio que sus grandes pezones rosados sobresalían en el aire, su deseo de tirarse al lado de ella y chuparlos tiró por la borda todas las intenciones de mantener el control.

Suspiró, notando con triste resignación que su pene estaba tan duro como una llave de hierro.

Se arrodilló a su lado, sin poder creer que él, Joseph Jonas se había vuelto tan osado como para acercarse a ella, sin mencionar ser tan descarado como para caer sobre sus rodillas y mirar libidinosamente su cuerpo de tan cerca. Miró rápidamente a su alrededor, sintiendo pánico por un momento de que lo avergüence frente a los demás gritándole que se vaya. Respiró con alivio al darse cuenta de que estaban bastante solos en ese pedazo de la playa, y que sus gritos sólo servirían para humillarlo a él frente a ella. No es que ese panorama fuera mucho mejor.

Los ojos de Joe cayeron hasta su cara, notando en seguida que estaba profundamente dormida. Desenfadada, ¿no? Tuvo la necesidad de retarla por eso, luego frunció el ceño ante esos pensamientos.
Suspiró. No podía ser más tonto si lo intentara, pensó deprimido. Aquí estaba, sentado frente al objeto de su obsesión, con su cuerpo totalmente desnudo a su disposición, ¿y había pensado en retarla?.
Aun así, no pudo evitar pensar que si hubiera sido cualquier otro hombre se hubiera aprovechado de la situación y se le hubiera echado encima por la fuerza. Ella debería tener más cuidado.

Sus ojos oscuros encontraron sus senos, y todos los pensamientos sobre retar a una cierta novelista se fueron volando por una ventana imaginaria. Su pene se endureció al mirarla, el deseo lo abarcaba dura y rápidamente. Sus aureolas, notó, eran de color rosa claro y un poco acolchaditas. Sus largos pezones colorados sobresalían como dos cohetes con forma de botella que despegaban de una suave y aterciopelada base.

Joe respiró hondo, con una erección salvaje, mientras su mirada se paseaba más abajo y se posaba sobre su acolchonada vulva. Una de sus rodillas estaba levemente doblada, lo cual no ponía ningún impedimento a que él viera cómo se veía su carne por dentro. Tenía el Monte de Venus afeitado, notó mientras su quijada se endurecía, pensando cuánto le gustaría pasar su lengua por todos los suaves pliegues debajo de él.

Joe miró su vulva, queriendo chuparla, queriendo montarla, queriéndola y punto. Como si la durmiente mujer pudiera leer sus pensamientos y quisiera alentarlos, la carne entre sus piernas se humedeció un poco delante de sus ojos, una gota alargada de flujo dejándose ver en su abertura.

Sus ojos se dispararon a sus senos. Estaban más duros que antes. Tan duros que le parecía doloroso a él. Tan duros que se imaginó llevándoselos a la boca y…

Ella se dio cuenta.
Avergonzado al haber sido pescado mirando sin reparos su cuerpo desnudo, Joe alzó la mirada y
chocó con la de una mujer bien despierta. Tosió cubriéndose con la mano mientras ella le
sonreía, y como ese muchacho tonto que fue a los trece años, tuvo una urgente necesidad de
acabarse.

Sus cejas se juntaban lentamente mientras lo miraba con curiosidad.

–¿No nos conocemos? –preguntó ella con una sonrisa.

__________ pensó que ya estaba demasiado experimentada como para excitarse por algo tan simple como
un hombre admirando su cuerpo desnudo con deseo. Pero Dios, pensó mientras sus pezones sobresalían
como cuchillas, la mirada pensativa de este hombre tenía un efecto desconcertante en ella.

La miraba como si quisiera poseerla, como si quisiera meterle los dedos por la vagina y reclamarla
como suya. El efecto era embriagador, excitante, y no era sólo porque la miraban libidinosamente,
en general, sino porque ya se había dado cuenta de quién era el que la miraba libidinosamente.

El Señor Correctito en persona. El extraño con el que había conversado por un momento en Jenners.

__________ lo recorrió por completo con la mirada. Tenía un cuerpo impresionante, pensó.
Sus piernas eran largas y musculosas, sus brazos no eran ampliamente grandes como los de un físico
culturista, pero atractivamente recortados y cubiertos de venas. Su pecho era igualmente musculoso,
duro y tentador. Y su pene «Dios santo» sonrió, pensando que definitivamente no era tan
experimentada, su pene era gloriosamente largo y duro, abultándose en su traje de baño.

Sabiendo que sólo verla lo excitaba, que este hombre en el que estaba pensando cuando se durmió
estaba aquí a su lado, hizo que su vientre se contraiga y se formen pequeñas gotas entre sus
muslos. Su mirada se levantó, atrapando la de ella, y su cara se sonrojó encantadoramente mientras
tosía cubriéndose con la mano.

Se dio cuenta que tenía intenciones de irse. Alarmada ante esa posibilidad, y sin tiempo ni
intenciones de pensar por qué, lo anticipó con una sonrisa y una simple pregunta «¿No nos
conocemos?»
Los ojos de Joe bajaron velozmente a sus pezones, luego de nuevo a su cara. Aclaró su garganta
nerviosamente, sintiéndose como el idio*ta más grande que existió en el planeta.

–S-sí –tartamudeó, asintiendo una vez con la cabeza– nos conocimos en Jenners hace dos días
Se sonrió con su marcado acento, levantándose con los codos, luego reclinándose sobre ellos
mientras conversaban. Sus pezones estaban a escasas pulgadas de su cara, tan duros y tentadores,
apoyados sobre sus acolchados parches rosados. No hizo ningún movimiento para cerrar las piernas,
notó, y de hecho había abierto una pierna un poco más. No sentía vergüenza en absoluto de haber
sido atrapada completamente desnuda. Parecía disfrutar este momento íntimo entre ellos, y él no
estaba totalmente seguro de cómo tomar este hecho.

–Sabía que te reconocía –sonrió abiertamente, calmándolo un poco cuando entendió que no
estaba enojada por sus miradas indecentes– ¿Terminaron pasándote por arriba?

–¿Por arriba? –preguntó tontamente. Y luego, al recordar su conversación anterior, sonrió–
no, pude salir entero de la tienda

–Bien –__________ apoyó sus dientes en su labio inferior y lo mordisqueó por un momento, sin
poder creer que estaba por sugerir lo que sugeriría. Pero se sentía descarada. Excitada y
descarada. Y sabía que quería tener sexo con este hombre. Nunca había sido de pensar más allá
del presente y en este preciso momento lo deseaba– ¿Sabes? –dijo mientras levantaba su
mentón– esta situación me parece un poco injusta

La cara de Joe se sonrojó.


No hay comentarios:

Publicar un comentario