miércoles, 24 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 21

—No eres nada de eso. —Le enjugó las lágrimas con los pulgares, luego le besó las mejillas húmedas —. ¿Acaso os gustaba la misma pizza?
Ella frunció el ceño.
—Ni siquiera le gustaba la pizza.
—Definitivamente, a ese tío le pasa algo raro.
_____________ se rió entre lágrimas, y Nick le besó esa boca dulce e hinchada.
—Mi opinión, cher, es que no todo el mundo tiene el mismo gusto. Lo de la pizza es quizás un ejemplo demasiado simple, pero lo entiendes, ¿verdad? No dejes que su voz vuelva a entrar en tu mente.
Otra orden, y mucho más severa. Él no esperaba que ella le hiciera caso por completo en ese momento. Pero se conformaría con meter su propia voz en la mente de _____________ y expulsar la del gilipollas de Andrew.
—Y luego estaba mi madre. Poco después de romper el compromiso, vino a visitarme para consolarme. Encontró algunos de mis libros. Libros sobre Dominación y Sumisión...
—Cher, las madres no quieren ni pensar en que sus hijos practican el sexo, y mucho menos del bueno.
_____________ le miró con los ojos llenos de lágrimas y asintió.
—Fue terrible. Crecí en una casa muy religiosa. El sexo era algo sucio para mi madre, algo malo. Decir que se escandalizó con mi biblioteca privada sería quedarme corta. —Se mordió los labios cuando nuevas lágrimas amenazaron con derramarse—. Me llamó lo mismo que Andrew. Anormal..., depravada.
Y oírselo a su madre le había hecho daño. Nick podía ver el tormento por el que había pasado.
—Son unos ignorantes y unos reprimidos —le aseguró Nick—. Ninguno de los dos comprende el profundo vínculo de confianza y comprensión que implican las relaciones de Dominación y Sumisión. Tú sí lo entiendes. Llevas años buscándolo sin ser consciente de ello. Ahora que lo has encontrado, eres demasiado lista para dejarlo escapar, ¿verdad?
Hubo una imperceptible vacilación. Una muy pequeña. Ya lo pagaría más tarde con su trasero, no porque él no entendiera sus dudas o porque ella necesitara pensar detenidamente las cosas, sino porque tenía que comenzar a asociar su culpabilidad con consecuencias desagradables.
Al final ella asintió con la cabeza.
— ¿Estás dispuesta a aceptar ser quién eres de verdad?
_____________vaciló de nuevo. Tragó saliva. Pero asintió con la cabeza.
—Sí.
Nick se levantó de la cama, dirigiéndole una mirada que exigía reconocimiento y obediencia. Se inclinó para recuperar la lencería que antes había dejado caer en el suelo con un diseño intrigante que se moría por volver a explorar. La puso en las manos de _____________.
Los ojos abiertos y húmedos de _____________ eran como un faro azul, que brillaban con vulnerabilidad. Ella parecía una cría con la cara sin maquillar y manchada de lágrimas. Maldición, se había esforzado en tratarla con suavidad, como si se fuera a romper en mil pedazos. Había llegado el momento de ayudarla a recomponerse, de que confiara en él.
_____________ le tomó la mano y entrelazó sus dedos con los de él. Cuando él extendió la otra mano para acariciarle la mejilla, Nick vio algo nuevo en su cara. Vio determinación.
En ese momento, se permitió esbozar la sonrisa que había contenido antes.
—Vuelve a ponerte esto, junto con las medias negras. Ven a mi cuarto de juegos dentro de diez minutos. Te estaré esperando.


Cuadrando los hombros, _____________ alzó la mano ante la puerta negra y llamó. El sonido resonó en el pasillo oscuro. No iba a pensar en si estaba haciendo o no lo correcto. No iba a pensar más ni en Andrew ni en su madre. Lo que ellos opinaran no tenía importancia. No dejaría que la tuviera.

Nick le había abierto los ojos.
Su madre se convirtió en una mujer marchita y amargada, en el momento en que John Morgan Ross le rompió el corazón. Y en cuanto a Andrew, se dio cuenta de que era un ser frustrado. Andrew había convertido la angustia en una forma de arte. No quería ser feliz, y lo cumplía a rajatabla. Su relación con él siempre había sido una montaña rusa emocional, con escaladas y bajadas en un solo día... en una hora, si de Andrew dependía. La gente del plato de Provócame le había puesto el mote de «El rey del drama». Se había sentido amenazado ante cualquier alarde de fuerza por parte de _____________, ante cualquier opinión que ella expresara. Negar la latente sexualidad de _____________ había sido su manera de conseguir que se sintiera tan frustrada como él.
Sí, todavía podía oír sus voces, sus calumnias, en la cabeza. Pero no iba a dejar que eso la
convirtiera en una desgraciada. Aunque _____________ aún no estaba completamente a gusto con su
sexualidad, sospechaba que con el paso del tiempo y otro hombre como Nick —él no era de los que
mantenían relaciones a largo plazo— superaría su reticencia.
Intentó ignorar la punzada que sintió al pensar en no tener a Nick para siempre.
Así que se concentró en su cuerpo. El aire fresco le rozaba los pezones expuestos, el sujetador
elevaba sus pechos invitadores. Bajó la mirada al tanga de encaje que ni siquiera le cubría el
trasero ni le absorbía los jugos húmedos que resbalaban de su vagina, extendiéndose por el
interior de los muslos. Sintió las ligas de las medias que se ajustaba a sus muslos, y enfatizaba
el trozo de tela que le cubría los rizos húmedos.
Estaba nerviosa, sí, pero mucho más excitada. Y decidida a no examinar ni a juzgar lo que Nick y
ella hicieran en esa habitación. Si la excitaba y le gustaba, simplemente lo haría.
Todo eso sonaba muy bien, pero no tenía ni idea de lo que Nick podía querer o exigir de ella, y
eso la hacía consciente del dolor erótico y la necesidad que se estaba originando en su interior.
Nick abrió la puerta vestido con unos pantalones de cuero negro, y nada más.
La miró de arriba abajo, empezando por la boca hinchada que _____________ llevaba mordisqueándose
los últimos diez minutos, bajando luego por la pálida curva de sus pechos y la piel desnuda de la
barriga para centrarse en su entrepierna cubierta por encaje de seda.
_____________ observó su cara. Sus ojos desprendían calor. Las firmes líneas de su mandíbula
estaban tensas. La mirada femenina descendió por los dorados músculos de sus hombros y por el
ancho pecho, y siguió bajando hasta la gruesa erección que crecía a una velocidad sin
precedentes.
A pesar de lo nerviosa que estaba, _____________ sonrió.
—No cantes victoria tan pronto. Esta noche tendrás que ganarte mi polla y tus orgasmos.
Su sonrisa vaciló. Si Nick lo notó, no dijo nada.
—Entra y siéntate sobre la mesa.
—Pero...
—No hables a no ser que te dé permiso. ¿Está claro? Niega o asiente con la cabeza.
Severo, intenso, hermoso. _____________ debería sentirse furiosa por su actitud arrogante. Pero
sólo sentía curiosidad, humedad y deseo. Y una emoción electrizante.
Asintió con la cabeza.
Nick abrió la puerta un poco más para dejarla pasar, y ese gesto le pareció simbólico. El de una
puerta que se abría hacia algo nuevo. Ella iba a abrazar esa parte de sí misma sin juzgarse, sin
pensar en lo que dirían los demás.
—Siéntate —ordenó él—. No volveré a repetirlo.
_____________ se obligó a prestar atención. Ya tendría tiempo después para pensar. Ahora era el
momento de obedecer. Con rapidez, atravesó la estancia y deslizó el trasero sobre la mesa, hasta
quedar sentada. Cruzó las piernas, apretando los muslos con fuerza para aliviar el dolor, y
esperó.
Con una mirada desafiante en sus ojos ardientes, Nick le colocó una mano en cada rodilla y le
separó los muslos.
—No cruces las piernas delante de mí. Cuando estemos solos, quiero que estén bien abiertas,
indicando que estás disponible y enseñándome esa dulce rajita mojada. ¿Entendido?
Quería sentirse enfadada por decirle cómo debía sentarse de ahora en adelante. Era demasiado
exigente. Autoritario. Pero era excitante ver cómo la mirada de Nick observaba la carne mojada que
acababa de exponer, y que acariciaba con los ojos. Una nueva y dolorida sensación latió en su
clítoris, y pulsó suavemente al ritmo de cada latido de su corazón.
Y ella entendió. Por eso la excitaba tanto someterse a Nick. Él estaba pendiente de ella,
concentrado en captar cada una de las sensaciones de _____________. Llenaba de tal manera su mente
con aquella experiencia sexual que era imposible que ella pudiera pensar en cualquier otra cosa.
Pronto, _____________ sentiría todo el poder masculino, toda la testosterona y el control,
enfocados en darle placer. Ante ese pensamiento, se ruborizó y casi se desmayó.
Y Nick ni siquiera la había tocado.
— ¿Lo has entendido? —preguntó Nick, apretando los dientes.
_____________ asintió en silencio.
Él se dio la vuelta para abrir algunas cajas del mostrador que tenía detrás. Se metió algo, que
ella no pudo ver, en el bolsillo del pantalón, luego se volvió hacia ella con algo brillante y
dorado en las manos. Cuando lo sostuvo en alto, vio que era una gruesa cadena de oro con un rubí en
forma de corazón. Era hermoso. Impresionante. Y demasiado grande para ser una pulsera. Aunque
demasiado corto para colocárselo en el cuello y que el colgante reposara entre sus pechos. ¿Qué
iba a hacer Nick con eso?
—Si aceptas ponerte esto, es que aceptas ser mía. Sólo mía. En el sexo, sólo harás lo que yo
te diga, cuando yo lo diga, cómo yo lo diga y dónde yo lo diga. Si te pones esto, la palabra
«no» desaparece de tu vocabulario. Me responderás siempre con un educado «sí, señor».
Él le acarició con el rubí un pezón desnudo y luego el otro. La fría gema le provocó una
oleada de sensaciones que la obligó a inspirar entrecortadamente.
—Puedes hablar. Pregúntame lo que quieras antes de contestar.
¿Ser de Nick? ¿Esa noche? ¿Eso era lo que estaba diciendo? No era posible que ese hombre se
estuviera refiriendo a algo duradero.
_____________ se humedeció los labios resecos. Estaba excitada y muy necesitada.
—No tengo preguntas, señor. Quiero ser tuya.
El pulso se disparó en la base del cuello de Nick. El tragó saliva. La nuez osciló de arriba
abajo. Eso significaba algo para él, y el hecho de que no lo pudiera ocultar le llegó al corazón.
Pero la mirada de _____________ no se detuvo ahí, sino que se deslizó por los poderosos
antebrazos, que se hincharon cuando cerró los puños y por el tenso abdomen plano, que parecía
estar conteniéndose para no pasar a la acción, hasta llegar a su miembro. Jamás lo hubiera
creído posible, pero le pareció todavía más largo.
—Yo también lo quiero, cher. —La mirada seductora de Nick parecía adorarla.
A _____________ le sudaban las palmas de las manos. Deseó apretar los muslos para aliviar el nuevo
latido que él había provocado. Pero no se atrevió.
— ¿Has entendido con claridad que, en cuanto te ponga esto, serás mía para que juegue contigo,
te castigue, te atormente o te posea a voluntad?
«Sí. Maravilloso. Date prisa». La espera la estaba matando. Con rapidez, ella asintió con la
cabeza.
— ¿Entiendes que tu cuerpo me pertenecerá?
Ella asintió de nuevo.
— ¿Que en el momento en que te indique que quiero usar tu boca, tu sexo, tu culo tienes que
asumir la posición que te pida, cueste lo que cueste?
_____________ vaciló un momento, luego asintió con la cabeza. Lo desconocido, el sexo anal, y
cualquier otra cosa que él pudiera imaginar, no la preocupaban. Tenía que confiar en que Nick se
ocuparía de todo. Dios sabía que esas palabras evocaban las fantasías más profundas de
_____________ , y apartaban a un lado sus reticencias pasadas y sus inhibiciones.
Le dirigió una mirada sumisa con los pezones duros como diamantes.
—Sí, señor.
—Yo me ocuparé de ti. Tienes que confiar en que sabré cuándo y cómo necesitarás mi pene. En
que comprenderé cada una de tus fantasías y las haré realidad. Tienes que confiar en que sabré
cuándo necesitas una buena zurra y cuándo que te tome entre mis brazos.
¿Tomarla entre sus brazos? ¿Para qué? ¿Para apoyarla? ¿Para amarla? Hablaba como si para él
hubiera algo más aparte de esa noche. Como si todo eso fuera a ser para siempre...
— ¿Entendido? —su voz fue suave, pero no por ello menos exigente.
No realmente. Pero estaba demasiado impaciente para preguntar.
—Sí, señor.
Sin decir ni una palabra más, él se colocó detrás de ella y le abrochó el colgante al cuello.
Se ajustaba como una gargantilla, cómoda y no restrictiva. El rubí reposaba justo en el hueco de
la base de la garganta, y se calentó con rapidez ante el contacto con su piel. Nick rodeó la mesa
para mirarla.
—Te queda perfecta. —Con suavidad, le rozó el colgante con un dedo.
Su mirada jamás abandonó la suya. Nunca vaciló. Había un mundo de promesas y pecaminoso dominio
acumulado en sus ojos. _____________ había visto a Nick de muchas maneras esos días: enfadado,
dormido, protector, excitado. Pero jamás así: tan posesivo y completamente decidido.
_____________ exhaló un entrecortado suspiro de excitación.
—Perfecto —murmuró él—. Túmbate y manten abiertas las piernas para que pueda ver esa dulce
rajita tuya.
_____________ sólo vaciló el tiempo suficiente para recordarse a sí misma que había ido allí
para estar con Nick, para experimentar todo lo que él podía hacerla sentir. Para aceptar su
sexualidad.
La mirada oscura y hambrienta vagó sobre _____________ , calentándola por todos lados. Se le veía
enorme desde esa posición. Se cernía sobre ella con los duros y firmes músculos de su torso
ondeando con cada respiración. A _____________ se le secó la boca de repente.
Ahora, todo lo que ella tenía que hacer era confiarle a él su placer.
Lentamente, _____________ hizo lo que él le ordenaba y apoyó la espalda en la mesa con las
piernas abiertas. Quería preguntarle lo que había planeado para ella, para ellos, pero sabía que
no estaba permitido. Tenía que confiar en él. Hasta ahora le había confiado su vida, y todavía
estaba viva.
Quizá por primera vez, completamente viva.
Durante un largo momento, él no hizo nada más que contemplarla, con su oscura mirada penetrando en
su cuerpo y en su mente. _____________ no podría haber apartado la mirada de él ni aunque le
fuera la vida en ello. Pero romper el vínculo entre ellos era lo último que deseaba. Esa certeza
la aturdió y le estremeció el corazón. La dejó jadeante, en suspenso. Atormentada por la
anticipación. Esperando.
—Cierra los ojos.
Oh, ¿qué tenía planeado hacer? Si no podía ver lo que tenía pensando hacer... _____________ no
estaba segura de poder manejarlo. Pero el peso de la gargantilla que rodeaba su cuello le recordó
todo lo que había aceptado. Nick arqueó las cejas negras, advirtiéndola de que no aceptaría ni
una vacilación más.
Con el corazón acelerado, _____________ cerró los párpados, dejando de ver a Nick y cualquier
cosa que él pudiera hacer.
Un momento más tarde, algo sedoso y cálido le rozó la cara. Nick se lo ajustó sobre los ojos,
luego lo ató en la parte de atrás de su cabeza. Le había vendado los ojos. _____________ tragó
saliva. Dios, él quería que ella estuviera completamente a ciegas, que confiara en él plenamente.
_____________ respiró hondo para tranquilizarse. Se enfrentaría a eso con confianza y optimismo.
Podía hacerlo, a pesar de los latidos acelerados de su corazón.
Nick se inclinó hacia delante. Ella podía sentir su calor y el maravilloso aroma a almizcle. La
tranquilizó y al mismo tiempo la hizo ser más consciente de sí misma como mujer, incluso se
humedeció aún más.
Sus labios se posaron sobre los de ella como un susurro. Un roce divino, un sabor cálido, un toque
prohibido de su lengua.
—Gracias por confiar en mí.
Ella se relajó en la mesa y arqueó el cuello para recibir más besos.
Pero en su lugar sintió la presa de sus dedos en torno a la muñeca derecha. Él le levantó la
mano, llevándola unos centímetros más a la derecha. _____________ sintió el frío metal
cerrarse en su muñeca con un chasquido. No le apretaba. Y sin embargo la inmovilizaba. No había
manera de que pudiera mover ese brazo. Nick repitió el proceso con la otra muñeca. Luego le
inmovilizó los tobillos de la misma manera, asegurándoselos a los lados de la mesa con las
rodillas dobladas y los muslos abiertos.
—Con el tiempo —murmuró él— y, estoy seguro de que con los castigos apropiados, aprenderás
a confiar en mí como deberías.
La suave nota de censura reverberó en el estómago de _____________ como una advertencia. Sin que
se lo hubiera dicho, supo que se merecía ese castigo ahora.
Aun así, la repentina palmada de Nick en el montículo de su sexo conmocionó a _____________ . La
sensación vibró a través de ella, bajándole por los labios inferiores. Luego el latido se
centró en su clítoris, aunque no era doloroso. Sintió que el deseo reemplazaba la sorpresa y la
inundaba de inmediato, con una feroz necesidad que le tensó el cuerpo y se centró entre sus
piernas.
Nick repitió la acción, pero esta vez con un poco más de dureza. El feroz latido se hizo
monstruoso, haciendo que se retorciera bajo su presa. _____________ se mordió los labios para
contener un gemido.
De nuevo, Nick le palmeó el monte de Venus con más fuerza. La sensación la atravesó,
reverberando en su vagina. Era una mezcla de dolor y placer. La necesidad apremiante la puso tan
tensa que ahogó cualquier pensamiento. El gemido, que había estado conteniendo, escapó de su
garganta y rompió el silencio que había entre ellos.
—Otro gemido más, y el dolor será más intenso que el placer. Me lo reservaré... a menos que
vaciles otra vez. ¿Entendido? Niega o asiente con la cabeza.
El ronco sonido de la voz masculina la inundó, provocando una nueva oleada de excitación. El ya
había reducido toda su existencia a los latidos de su corazón, a la pulsación de su sexo, y al
vínculo que parecía existir entre ellos.
Finalmente, se dio cuenta de que Nick estaba esperando una respuesta. Asintió con la cabeza..
—Bien. Esta noche, prefiero darte placer que castigarte.
El sonido de pasos a través del suelo de madera le indicó que él se había dado la vuelta y
había cruzado la habitación. ¿Se marchaba? ¡No! _____________ había olvidado sus inhibiciones,
había decidido aceptar lo que él quería compartir con ella. Una súbita desilusión la inundó, e
intentó librarse de las esposas de sus muñecas y tobillos.
Luego el ruido de pasos —que tenía cierta cadencia militar— anunció su regreso.
—No vas a ninguna parte. Ni yo tampoco —le aseguró él, colocando la palma de la mano en su
estómago. La piel de Nick era como hierro candente, una promesa de que la haría completamente
suya.

_____________ se tranquilizó, más aliviada de lo que ella hubiera creído posible.
La lengua mojada de Nick rozó la curva de su pecho. Un dedo siguió el suave valle entre sus senos,
luego, lentamente, lo introdujo bajo el borde del provocativo sujetador, acercándose a la sensible
areola. Ella se arqueó en una muda invitación.
Él la ignoró.
—Tus pezones son de un rosa más pálido que el rubor —murmuró, exhalando su cálido aliento
directamente contra uno de los botones tensos—. Se ponen de un dulce e intenso color rosado cuando
estás excitada.
Mientras jugaba con su boca sobre su pecho, Nick volvió a mover el dedo, dibujando un círculo
caprichoso sobre el seno.
—Tus pecas son fascinantes, me pasaría las veinticuatro horas del día buscando todas y cada una
de ellas para lamerlas hasta que me supliques que te folle. Pero no ahora.
Dios, sus palabras eran como acercar una cerilla a un barril de pólvora. El latido que él había
provocado entre sus muslos se transformó en un dolor insoportable, tan fuerte que el sudor comenzó
a resbalar por su frente. Encogió los dedos de los pies ante la necesidad. Ahora sus pechos estaban
tensos, reclamando que él hiciera algo —lo que fuera— para aliviar el inclemente placer que
demandaba el cuerpo de _____________.
Y sólo llevaba allí cinco minutos.
—Esta noche, mi misión será ver lo oscuros que puedo llegar a poner esos dulces pezones rosados.
Antes de que _____________ pudiera siquiera considerar lo que quería decir, la lengua de Nick
aguijoneó la dura cima una vez, dos veces. La torturó con ligeras estocadas, haciendo que su
corazón latiera a un ritmo acelerado. Daba la impresión de que tenía la intención de matarla muy
lentamente. _____________ gimió.
Nick chupó el pico sin piedad, como si quisiera tragarlo entero. Sus dientes apresaron con fuerza
el pezón de _____________ mientras lo succionaba con la boca. La explosiva sensación —medio
placer, medio dolor— atravesó sus pechos y se extendió por todo su cuerpo hasta que, como un
relámpago, estalló entre sus piernas.
_____________ jadeó. En respuesta, él la mordió con más dureza y la chupó con más fuerza. El
nuevo dolor la bombardeó como si fuera alfilerazos helados, que tensó sus pezones todavía más.
_____________ se quejó.
—Aguanta el dolor, cher. Aguántalo por mí. Puedes hacerlo.

Por alguna razón, decepcionarle no era una opción. Asintiendo, _____________ apretó los labios.
Nick metió el mismo pezón de nuevo en su boca, mordisqueándolo otra vez mientras lo succionaba
sin piedad. El dolor volvió a atravesar el cuerpo de _____________ . Esta vez, fue seguido por un
sorprendente y delicioso estremecimiento de placer. El quejido que había soltado antes se
convirtió en un gemido.
Al día siguiente tendría los pezones lastimados, pero no le importó. Lo que él estaba haciendo,
le dolía pero la excitaba sobremanera, la hacía temblar con un erótico dolor y una ávida
sensación sexual al mismo tiempo.
Esto era todo lo que ella había soñado; sus más profundos y oscuros deseos.
Un momento después, _____________ sintió la presa de sus dedos en el otro pezón y lo atormentó
sin piedad. Él retorció el duro brote, arrancándole otro gemido. El pellizco coincidió con un
erótico mordisco en el pezón que tenía entre los labios.
_____________ jadeó.
—Eso es —la elogió, aliviándola suavemente—. Precioso.
Con el pulgar, jugueteó con el mojado pezón. Placer, dolor, placer otra vez. Los límites se
desdibujaban. Todo lo que ella sabía era que deseaba que Nick la cubriera, la llenara, la hiciera
correrse, la hiciera suya; Dios la ayudara para sobrevivir a esa noche.
Levantando las caderas, _____________ se retorció intentando atraerlo, implorando en silencio.
La risa retumbó en el pecho de Nick.
—Oh, por supuesto que me tientas, cher. Pero todavía no. Aún queda mucho por hacer.
Ella emitió un nuevo gemido de protesta, hasta que algo afilado y metálico le pellizcó el húmedo
pezón. El gemido de _____________ acabó en un grito ahogado que no pudo contener.
—¡Oh, Dios mío! —jadeó ante el dolor.
—Lo sé. Respira hondo. Tengo el presentimiento de que acabarás apreciando el mordisco de las
pinzas. Antes o después.
No. Era terriblemente doloroso, rozaba el límite de la crueldad. _____________ aspiró
profundamente. No le ayudo. Aspiró de nuevo.
Nick bajó la boca al otro pezón, con el que sus dedos habían jugueteado previamente. Una suave
succión, un suave roce. El contraste de las sensaciones la mantenía en vilo. El latido de su
clítoris pulsó de nuevo con intensidad. Su vagina se contrajo con fuerza, dolorosamente vacía.
_____________ se arqueó. Retorció las caderas con desasosiego. ¿Qué le estaba ocurriendo?
Jamás había estado tan excitada en toda su vida.
El dolor que sentía en el otro pezón comenzó a perder intensidad cuando se acostumbró a la
sensación. El aguijón se acabó convirtiendo en una presión entumecida. Y la atención de Nick en
la dura punta que tenía en la boca se hizo más áspera.
—¡Nick! —gritó _____________ , clavando los dedos en el cuero negro que cubría la mesa.
En un abrir y cerrar de ojos, su boca abandonó el pecho y volvió a darle una palmada en el monte
de Venus. Una serie de estremecimientos recorrieron el cuerpo de _____________ como un grito. El
clímax burbujeó entre sus piernas, y levantó las caderas para ofrecerse de nuevo.
—No es así como debes llamarme —gruñó él.
—Señor —jadeó ella—. Señor, por favor.
—Te tomaré, pero no antes de que esté preparado. No hasta que tú estés preparada. Ahora
cállate antes de que me arrepienta y te caliente el trasero.
Sus palabras acabaron con sus esperanzas de alivio. Se mordió el labio con fuerza, intentando
contener un gemido de protesta. Pero no sirvió de nada cuando Nick cerró los dientes en su pezón,
lo mordió y lo chupó con dureza, arrancándole un gemido.
La voz de Nick vibró profundamente en su interior, reverberando en su clítoris. _____________
estaba siendo torturada en el potro del placer. Las asombrosas sensaciones se apilaban una sobre
otra, ahogando cualquier pensamiento o disconformidad. Estaba más dolorida de lo que nunca hubiera
soñado, más de lo que hubiera creído posible. Y él ni le había tocado la vagina ni la había
penetrado.
En ese momento, otra pinza se le clavó en el otro pezón, hundiéndose en su piel y su cuerpo
reaccionó con más violencia. Una bola ardiente de placer se estrelló directamente contra sus
pechos, descendió entre sus piernas, y se unió al incendio que ya la hacía arder. Si Nick la
tocaba allí, aunque sólo fuera una vez, temía que saldría disparada como un cohete, por mucho
que él le exigiera que contuviera el clímax. El orgasmo sería tan descomunal y arrollador que se
la tragaría por completo. _____________ luchó contra ello, negando desesperadamente con la
cabeza. Comenzó a transpirar. Se agarró a la mesa con más fuerza.
El latido seguía creciendo y creciendo. ¿Cuándo llegaría al cénit?
—Y ahora estos pezones son de un rojo profundo y excitante, hermosos —murmuró él.
_____________ jadeaba y gemía cuando Nick le soltó las muñecas y los tobillos. La ayudó a poner
las piernas —que parecían de goma— sobre el suelo. De nuevo, ella se preguntó qué habría
planeado él, pero se dio cuenta de que no importaba. Le daría un asombroso placer. Y tarde o
temprano, él haría estallar ese latido que palpitaba en su interior.
De buena gana, se abandonó a sus brazos. Él le inclinó la cabeza hacia atrás y se hundió en su
boca con un beso devorador. Un beso hambriento y posesivo. _____________ respondió, saliendo a su
encuentro y entrelazando su lengua con la suya.
—Desafías mi control, cher, con solo estar así, absolutamente hermosa y sometida. Nadie me ha
tentado nunca tanto, ni con tanta rapidez —dijo con voz ronca contra la garganta de _____________
, luego se movió para mordisquearle el lóbulo de la oreja—. Apenas puedo esperar para hundirme
en ti y mostrarte todos estos nuevos placeres.
Con desasosiego, _____________ cambió el peso de pie. Tampoco ella podía esperar a tener a Nick
enterrado profundamente en su interior. Lo quería ya. En ese mismo momento.
Nick la hizo girarse y le agarró los bordes del tanga de encaje. La humedad que manaba de su
interior y que empapaba la delicada tela, se extendía como un reguero por el interior de sus
muslos.
—Estás tan jugosa como un melocotón dulce y maduro —la elogió mientras la hacía inclinarse
sobre la mesa.
Ella gimió cuando las pinzas de sus pezones entraron en contacto con la superficie de la mesa y un
nuevo escalofrío de dolor recorrió su espalda y empapó su canal. Se tensó, luchando consigo
misma, deseando meterse la mano entre las piernas para frotarse furiosamente el clítoris hasta
hacerlo explotar. Pero de manera instintiva, sabía que eso tendría como consecuencia un duro
castigo. Con otro gemido, logró controlarse.
—Buena chica. Tan hermosamente sumisa, cher. ¿Quieres que te posea?
A _____________ no le importaba lo que tuviera que decir si con ello conseguía que Nick la hiciera
explotar.
—Sí —dijo entre jadeos—. Sí, señor. Por favor...
Arrodillándose, Nick le quitó el tanga, deslizando la tela húmeda por su piel. Luego le esposó
el tobillo a la pata de la mesa y le lamió el muslo mientras subía, más y más cerca del corazón
de su latido. Ella ardió con una necesidad anhelante y gimió cuando la boca de Nick se acercó a
su sexo.
El se rió y se inclinó para esposarle el otro tobillo, luego lamió los jugos que resbalaban por
sus muslos... pero no le concedió alivio a su empapada entrepierna. En su lugar, se apartó; el
ruido de sus pasos la avisó de su retirada. Sintió movimientos, el suave roce del plástico contra
el plástico, la apertura de un cajón. Dios, ¿por qué Nick no se daba prisa?
—Ah, sí —masculló él, aparentemente satisfecho. Luego se volvió hacia ella—. Te has ganado
una recompensa.
«¡Sí!» La emoción, la necesidad y el deseo resurgieron ante sus palabras, se anudaron en su
clítoris y esparcieron una nueva calidez en su corazón. Se alegró absurdamente de haberlo
complacido, y se sintió muy orgullosa consigo misma por haberse sometido por completo. Por
supuesto, quería con todas sus fuerzas esa recompensa.
Oyó un susurró de ropas, que acrecentó su anticipación. Desnudo. Él tenía que estar desnudo.
Retorció el trasero para atraer su atención.
—Te excita que te elogie. —La falsa reprimenda vino acompañada por una repentina y dolorosa
palmada en su trasero.
La risa que asomaba a la voz de Nick le hizo apretar los dientes.
—Estoy perdiendo la paciencia y ya he perdido el sentido del humor—protestó _____________ a
sabiendas de que Nick se enfadaría mucho. Pero no podía detenerse. La había presionado demasiado.
Nick no dijo nada, simplemente se acercó un paso a ella y cubrió su trasero. Un infierno formado
por músculo masculino y piel almizcleña la envolvió. La firme y gruesa columna de su erección le
rozó la hendidura entre las nalgas. _____________ volvió a arañar la mesa acolchada.
Por lo que Nick le agarró las muñecas y se las esposó de nuevo.
Antes de que el resonar del último chasquido se apagara, se escuchó el sonido de una palmada en su
trasero.
El ardor le calentó la nalga y luego se extendió hasta su necesitado sexo. ¿Iba a seguir jugando
con ella? Maldita sea, ya había tenido suficiente
—Nick. Señor... —se corrigió—. N-no puedo resistirlo más. Por favor, tómame.
—Cuando yo quiera y cómo yo quiera —gruñó él, puntualizando sus palabras con otra nalgada.
Una nueva oleada de calor se originó en su interior, poniendo fin a su arranque de genio.
De repente, _____________ sintió que los dedos de Nick indagaban en su trasero, serpenteando entre
sus nalgas y extendiendo entre ellas un líquido frío.
«¿Lubricante? Oh, Dios».
El latido ronroneó con la fuerza de un motor Indy 500. Esa misma mañana le había dicho que él
tenía intención de reclamar su trasero e iniciar una larga cabalgada. ¿Lo haría...?
La presión de dos dedos lubricados dentro de su trasero interrumpió la pregunta a medio formular.
El estiramiento y el ardor de su carne apretada y virgen la inundaron. La presión fue seguida por
una sensación de plenitud. Y cuando él movió los dedos en su interior, su cuerpo se opuso
levemente, pero luego, el placer anuló su capacidad de raciocinio.
—Eso es. —Nick le agarró de la cadera con la mano libre y la alentó a que saliera al encuentro
de los dedos invasores.
Ella gimió.
—¿Te gusta?
Casi sin pensar, casi en contra de su voluntad, ella dijo jadeando:
—Sí.
Los dedos se detuvieron.
—¿Sí?
—Sí, señor.
—Excelente. Veamos lo mojada que estás.
Nick apartó la mano de su cadera y rodeó con ella el cuerpo de _____________, buscando el nudo
hinchado y duro de su clítoris.
Ella gritó cuando los desgarradores estremecimientos atravesaron su vientre con ese simple toque.
Los dedos penetraban en su culo y frotaban su clítoris. Sintió que la sangre se le agolpaba entre
las piernas, y que el placer amenazaba con escapar a su control. Intentó contenerlo, pero no fue
capaz. Sintió los primeros estremecimientos del orgasmo.
Y Nick también.
—Nada de correrte —le ordenó, apartando los dedos de su clítoris y de su ano.
—Señor, por favor. ¡Por favor!
—Cuando imploras tan dulcemente, ¿cómo puedo negarme? —le murmuró en el oído—. Pero
debo...
Él se retiró un momento, y ella lamentó la pérdida de su carne caliente contra la de ella, del
calor de ese cuerpo penetrando en su piel. Un rasgón, un chasquido. _____________ se dio cuenta de
que había cogido un condón. ¡Gracias a Dios!
Pero sólo tuvo un momento para celebrarlo antes de que él le abriera las nalgas y de que ella
sintiera el enorme glande de su lubricado miembro contra el ano.
—Empuja y méteme en tu interior. Haré que te corras de tal manera que gritarás hasta quedarte
ronca.
«Sí. ¡Por favor, sí!»
_____________ echó las caderas hacia atrás, empujando. El grueso glande se deslizó en su
interior, presionando y quemando. Dolía. Oh, Dios... no iba a funcionar, no entraría. Cada vez que
él se movía, incluso cada vez que respiraba, el dolor la recorría de pies a cabeza. Con
desesperación, arañó de nuevo la mesa, gimiendo.
Luego, él se deslizó tras el apretado anillo de músculos y penetró en su interior lentamente.
Muy lentamente. _____________ jadeó cuando el introdujo un centímetro más en su cuerpo, cada vez
más profundo, en un recorrido aparentemente interminable, placentero y doloroso a un mismo tiempo.
Cuando ella ya estaba de puntillas, cuando pensaba que no podría albergar ni un centímetro más
del pene de Nick, _____________ sintió el roce suave de sus testículos contra sus nalgas. Lo
tenía dentro por completo.
—Eres muy estrecha —gimió él—. Me vas a hacer perder el control cada vez que respires.
_____________ ciertamente así lo esperaba. Ese orgasmo pendiente todavía burbujeaba bajo la
superficie de su piel, esperando un roce más en su clítoris, una larga embestida de su polla.
Pero Nick contuvo las caderas de _____________ con dedos insistentes, respirando hondo una vez y
luego otra.
—No voy a durar mucho —graznó—. Y tú tampoco.
Dicho eso, se retiró casi del todo, luego volvió a penetrar por completo las profundidades de su
ano. La pervertida y ardiente presión hizo que _____________ cerrara los puños sobre la mesa.
Placer y dolor. Prohibido y fabuloso. Oh, ella quería perderse en esa sensación. Estaba cerca. Tan
condenadamente cerca...
Nick le arrancó la venda de los ojos. _____________ parpadeó, intentando acostumbrarse a la luz
rojiza que tenía sobre la cabeza. Ver bien de nuevo no le hizo perder los sentidos del tacto ni del
olfato en absoluto, no le pasó desapercibido el espejo que había al lado de la puerta y vio el
reflejo de Nick mientras se contenía, con los músculos de los hombros acordonados y el cuello
tenso. Las venas se le hinchaban en los antebrazos y los nudillos de los dedos que agarraban sus
caderas estaban blancos.
—Obsérvanos —le ordenó—. Mira cómo poseo tu culo virgen y apretado.
_____________ lo observó, incapaz de evitarlo mientras él la penetraba con rítmicas embestidas;
salía y entraba con fuerza, llenándola mientras intentaba prolongar tan novedoso placer, tan
intenso que apenas lo podía soportar. Ella gimió, perdida en la imagen, en las sensaciones de su
interior.
—Una última cosa y dejaré que te corras, cher.
_____________ se lamió los labios resecos.
—Sí. Lo que sea, señor.
—En las fantasías que le contaste a Andrew, ¿mencionaste que te gustaría ser esposada?
—Sí, señor.
— ¿Le dijiste que querías que te prendieran los pezones?
—No.
— ¿Te gusta? —él se estiró para alcanzarlos y dio un suave tirón de la cadena que unía las
pinzas.
Una oleada de dolor y éxtasis se extendió desde los pezones de _____________, envolvió su cuerpo
e hinchó todavía más su clítoris.
—Sí.
— ¿Le dijiste que querías que te poseyera por el culo?
—Sí, señor.
Y Nick lo hizo, dos agridulces envites, uno lento, otro rápido y profundo, hasta la empuñadura.
_____________ jadeó y gimió. No podía soportarlo más.
— ¡Por favor, señor!
—Casi está —prometió—. ¿Qué más le dijiste que querías?
«No». Si le decía eso... no. ¿Qué pensaría él?
—E-eso es todo —mintió.
Él le palmeó las nalgas y se hundió rápidamente en ella con una serie de estocadas rápidas y
fuertes. _____________ gritó. Más ardor se añadió al fuego que le quemaba entre las piernas.
Maldita sea, ¿por qué no podía llegar? El ardor del clímax era mucho más grande de lo que nunca
había sentido. A esas alturas ya debería de haber explotado.
¿Acaso su cuerpo había aprendido a esperar las órdenes de Nick?
—Miénteme otra vez y me masturbaré, me correré a tus pies y te dejaré aquí dolorida toda la
noche.

Dominada por el Deseo. Capitulo 20

La blanca neblina del pánico comenzó a abandonar la mente de _____________ mientras procesaba sus palabras. Nick la había salvado porque esa era su forma de ser. Bien por instinto o bien por caballerosidad. Si estuviera compinchado con Reggie para matarla, no se habría tomado tanto tiempo. No parecía ser el estilo de Nick.
Vale, quizá no fuera el socio de Reggie, pero todavía había algo que la inquietaba. Algo que no cuadraba.
—¿El hecho de que me ayudaras en Lafayette no tuvo nada que ver con salir en mi programa?
Apoyándose sobre los codos que ahora enmarcaban la cara de _____________, él sacudió la cabeza.
—Me importa un bledo la televisión. Francamente, te salvé porque tenía que hacerlo. Es mi trabajo. Pero también lo hice porque quería tocarte desde la primera vez que hablé contigo en el chat. Sentí que había un vínculo entre nosotros. —Le besó suavemente la línea de la barbilla—. Sentí tu inocencia, tu curiosidad y tu incertidumbre. La primera vez que te vi en el café me sentí noqueado. Tú y tu excitante reticencia me hicieron desearte tanto que no podía respirar. A los cinco minutos de conocerte ya estaba buscando la manera de tocarte, de acostarme contigo. Todavía te deseo.
El pulso de _____________ dio un salto como si acabara de encontrar un trampolín. El acababa de poner las cartas sobre la mesa. Un estremecimiento la atravesó, y las palabras y los pensamientos se atropellaron uno tras otro. Sí. No. Quería. No quería. Tragó sin saber qué decir.
—Y tú también me deseas.
Sus palabras, tan arrogantes como él mismo, la sobresaltaron. Pero no las podía negar. Por supuesto que deseaba a Nick, incluso aunque él siguiera aprisionándola contra la cama. La pregunta decididamente sexual que asomaba a sus ojos color chocolate le endureció los pezones. Sintió que se mojaba de nuevo.
Nick le depositó un beso en la frente, otro en la mandíbula.
—Sabes que no voy a hacerte daño, ¿verdad?
Lentamente, ella asintió con la cabeza.
—Tie... tienes razón.
—Y respecto a tu amigo Reggie. Puede que sea él, o puede que no. Hasta que sepamos la verdad, no des nada por sentado.
_____________ sacudió la cabeza.
—Pero es que a él le gusta mucho la fotografía. No conozco a nadie más que...
—Lo entiendo. Pero es mejor esperar. Joe seguirá investigando. Por ahora, creo que lo mejor será que no hables con Reggie hasta que no sepamos nada más. ¿Has intentado ponerte en contacto con él?
—Lo intenté ayer. Pero aquí no tengo cobertura.
—No. —Nick negó con la cabeza—. Desde aquí es imposible hablar por el móvil. ¿Denunciará tu desaparición si no le llamas por teléfono?
—Por ahora no, supongo que esperará unos días.
—Esperemos que para entonces ya lo hayan detenido. Mientras tanto no supongas lo peor. Es cierto que parece que las cosas no pintan bien para Reggie, pero no hay nada seguro. E incluso aunque él fuera culpable, sabes que aquí no te encontrará, ¿verdad?
Donde quiera que fuera «aquí».
—Sí.
—Y además, aquí estoy yo para protegerte.
—¿Por qué? —¿Por qué iba él a correr ese riesgo por ella?—. No tienes por qué hacerlo.
—Yo creo que sí. —Le acarició el cuello con la nariz, y le mordisqueó el lóbulo mientras su cálido aliento le rozaba la oreja—. Además, contigo, se trata de algo más que de protegerte.
_____________ se estremeció. Se percató de que los dedos de Nick se deslizaban por sus brazos para rodearle las muñecas de nuevo, con sus piernas presionando las de ella. Una corriente cálida se deslizó entre sus cuerpos, y sintió la erección de Nick, gruesa, larga, insistente.
—No dejas de sorprenderme —susurró él—. Eres lo suficientemente lista para llevarle la delantera a un psicópata peligroso y decidido. Lo suficientemente dulce para convertirme en un adicto a ti. Lo suficientemente terca para desafiarme. Tan fuerte como para triunfar en la tele, un medio difícil donde abrirse camino.
El cumplido más agradable que _____________ había recibido de Andrew era el de ser una mujer arrebatadora. Perfecta para lucir los vestidos. Sin embargo, las palabras de Nick cayeron sobre ella como si fuera dulce caramelo caliente sobre un helado, recubriendo sus miedos con algo tranquilizador y maravilloso.
A un hombre que quisiera hacerle daño no le importaría que ella fuera lista, dulce, terca o fuerte. Es más, ni siquiera se habría fijado en ella. En la mujer que verdaderamente era.
Nick la cautivaba, haciendo que se derritiera lentamente. Con la presión de sus caderas contra su sexo, _____________ sintió que se derretía aún más. Una llamarada de deseo ardió y se extendió por su cuerpo. Con una profunda inspiración, se sintió
envuelta por el olor de Nick. Olía a cuero, hombre, a cipreses y misterio. El deseo —y el
dolor— la recorrieron y la hicieron arquearse contra su cuerpo.
—No sólo me sorprendes, me dejas perplejo —murmuró contra su piel, fingiendo no notar cómo se
tensaba contra él—. Asumiste un enorme riesgo al iniciar un programa de televisión que anima a
la gente a explorar su sexualidad, sea la que sea. Pero dudas en explorar la tuya propia. ¿Por
qué?
—Lo hice. Pero no estoy segura de querer ser esposada... o sometida...
—¿Atada a mi cama? A ti te gusta estar a mi merced
—¡No quiero que sea así! No es normal.
—Es perfectamente «normal», no a todo el mundo le gusta el sexo vainilla*. No eres una salida
por eso, cher.
—Lo soy. ¡Y no quiero serlo!



* En el argot de la cultura de Dominación y Sumisión, se denomina vainilla a las personas que
practican exclusivamente el sexo tradicional, y que no sienten deseos de experimentar nuevas
sensaciones. (N de las T)

Antes de Nick, nunca había estado con un hombre capaz de provocarle múltiples orgasmos. Y no sólo
los había tenido porque él la hubiera atado y llenado la cabeza con pervertidas sugerencias de
sumisión y otras sucias acciones que ella sólo había vivido en su imaginación. No importaba la
forma en que la tocara, ese hombre era tan irresistible que le hacía perder la cabeza. El placer
que le daba no tenía nada que ver con someterse a él.
—Sé que deseas ser como eres. —Le tocó suavemente un mechón del fogoso pelo rojizo que le
enmarcaba el rostro—. Y si me dejaras, podría demostrártelo. Tus deseos no son sólo
perfectamente normales, sino completamente maravillosos.
—Estás loco.
—Y tu escondes la cabeza como un avestruz y te niegas a ti misma lo que quieres, te niegas a ser
quien eres de verdad —gruñó él, apretando la boca con frustración.
_____________ negó con la cabeza. «No. Mil veces no».
Pero temía que él estuviera en lo cierto. Algo en lo más profundo de su ser revivía con sus
palabras. Todo estaba allí: esperanza, necesidad, excitación; todo lo que había intentado negar y
expulsar de su cabeza. Una parte de ella —la mayor parte en realidad— quería aceptar todo lo
que él le ofrecía.
—¿Por qué huyes de ti misma?
Las desagradables calumnias de Andrew volvieron a la mente de _____________, socavando de repente su
confianza en sí misma. «Eres una depravada. ¡Sólo una puta quiere eso!»
Cuando la tensión invadió su cuerpo, Nick le sostuvo las muñecas con una mano y deslizó la otra
por su nalga desnuda. El calor de la palma de la mano de Nick contra su piel fría la trajo de
vuelta al presente. De regreso al hecho de que Nick estaba tendido encima de ella, con su enorme y
duro cuerpo cubriéndola por completo.
—¿Por qué tiene que ser como tú dices? —lo desafió ella—. ¿Por qué tienes que tener
razón?
—Puedo esposarte a esta cama —murmuró él—. Conseguir tu sumisión, follarte durante toda la
noche y hacer que te corras media docena de veces.
El deseo espoleó su vientre como una espada ardiente al escuchar esas palabras terribles y
provocativas. _____________ cerró los ojos, apretó los dientes e, ignorando la humedad de su sexo,
negó con la cabeza.
—Lo único que quiero es que te quites de encima.
Se retorció, intentando salir de debajo de su cuerpo, pero Nick no se movió.
—Puedo sentir cómo tus pezones se me clavan en el tórax y cómo tu sexo se humedece dulcemente
para mí. Tengo razón y lo sabes.
—¡Mira que eres cabezota! Quizá sólo quiera ser tocada, poseída, de una manera normal.
Él arqueó una ceja oscura.
—¿Crees que quieres sexo vainilla?
—Sexo tradicional —corrigió ella—. Y sí, estoy segura de que eso es lo que quiero.
Nick vaciló, su oscura mirada le escudriñó la cara. Su incredulidad casi acabó con la compostura
de _____________.
—Hay algo entre nosotros. Química. No lo puedo negar —farfulló ella—. Sólo creo que
encontraríamos placer juntos sin cuerdas ni órdenes.
Mirándola fijamente, Nick pareció sopesar las posibilidades. Con rapidez, llegó a una
conclusión. Sonrió.
Al instante, ella desconfió de esa amplia y blanca sonrisa cajún.
—Como quieras —ronroneó él—. Será vainilla para ti, cher.
Su capitulación había sido demasiado fácil. Ahora sí que no confiaba en él.
— ¿Qué quieres decir?
—Oui. Nada más que besos, tiernas caricias, y la típica postura del misionero.
Nick lo hacía sonar como algo aburrido, maldita sea, y no lo era. No sería así entre ellos. Sin
embargo, sentía que una extraña puñalada de decepción le atenazaba el vientre ante la rápida
aceptación de él.
Caramba, debería sentir lo contrario. Había ganado, ¿no? Debería estar emocionada.
—Gracias —murmuró _____________.
Él se encogió de hombros y le dirigió una irónica sonrisa.
—Sólo quiero complacerte.
Ignorando la inquietud que crecía en su interior, ella le sonrió a Nick cuando le liberó las
muñecas y movió las piernas para permitirle un poco más de libertad de movimientos. Nick relajó
la espalda y aunque siguió encima de ella, apoyó el peso en los codos a ambos lados de su cabeza.
Nick deslizó gentilmente los pulgares por las mejillas de _____________ y bajó la boca hasta la de
ella. Con suavidad, como un aleteo, sus labios se rozaron con los de ella sin dar ni pedir nada a
cambio. Un simple roce, una dulce y suave presión de los labios, un intercambio de alientos.
_____________ cerró los ojos e intentó hundirse en el sensible ritmo del beso, era fluido,
tranquilo y seductor.
Muy agradable. Maravilloso incluso. Pero _____________ quería más. Mucho más.
Se necesitaban dos para bailar el tango, así que ella tendría que tomar la iniciativa.
Estirándose para coger la cabeza de Nick, enterró los dedos entre los cortos mechones de su pelo y
apretó sus labios contra los de él. Nick le dio más... presión, acceso, pasión. Ella soltó un
profundo gemido.
El beso se hizo eterno, interminable. Un dulce intercambio de suspiros, un suave roce de lenguas, la
entrega total de sus sentidos a ese hombre que la fascinaba. No podía esperar a acercarse más a
él, a tocarle... pero no era una sensación exactamente sexual.
Fueron transcurriendo los minutos. En silencio, Nick no hizo nada más que besarla, deslizando la
palma de la mano por su mejilla, por su hombro. En el interior de _____________ comenzó a formarse
un suave crescendo. Algo que le exigía mucho más. De nuevo _____________ tomó la iniciativa.
Empujando a Nick a un lado, le mordió la mandíbula, luego se apartó para desanudarse el cinturón
de la bata, quitársela y lanzarla a un lado. Aterrizó en un montoncito en el suelo.
Debajo, _____________ llevaba la picara lencería color burdeos con un diseño que revelaba sus
pezones y su sexo. ¿Qué pensaría Nick?
Ante su gruñido de lujuria, se sintió poseída por una imagen mental. Lo imaginó invadido por una
urgente necesidad que lo impulsaba a inmovilizarla, a agarrarle firmemente los muslos,
abriéndoselos tanto como podía, mientras él penetraba profundamente en ella con mucha pasión y
poca piedad.
¡No! No, aquello era sexo tradicional.
Temblorosa ante sus caprichosos pensamientos, le dirigió una mirada llena de incertidumbre. Nick
contenía el aliento y sus ojos ardían con un fuego abrasador.
—Eres muy hermosa, cher. —Le acarició la curva del seno con el dorso de los dedos, jugueteando
con el ribete del sujetador que rodeaba su pezón.
— ¿Te gusta?
—Muchísimo. —Él se inclinó para depositarle un dulce beso en el hombro.
_____________ frunció el ceño.
—No me tocas.
Nick sabía lo que ella quería. Tenía que saberlo. La habilidad de leer en su cuerpo era una de
las cualidades de Nick que encontraba prácticamente irresistible. Aparte de rudo, podía ser
encantador, atrevido, divertido, o tierno cuando quería. Siempre sabía cómo excitarla.
—¿Cómo quieres que te toque?
—Nada de juegos —murmuró ella.
—No. Quiero tu felicidad. Sólo quiero asegurarme de que te doy lo que necesitas.
—Sólo... tócame. Haz el amor conmigo. Ya sabes.
Él sonrió ampliamente.
—Lo que yo sé y lo que tú quieres no tiene por qué coincidir. Estoy pisando un terreno poco
familiar. No he tenido sexo... tradicional desde hace años. Y jamás contigo. Tendrás que echarme
una mano.
_____________ cruzó los brazos sobre el pecho.
—Estás siendo muy poco colaborador.
—No estoy de acuerdo —la molestia matizaba su voz—. Dime qué quieres, y te lo daré.
—Tócame, bésame... haz cualquier cosa que harías normalmente salvo atarme, someterme o
provocarme dolor.
Nick miró el techo; parecía estar considerando cuidadosamente sus palabras.
—Eso me da bastante donde elegir. Lo intentaré.
Apaciguada por su aparente voluntad de colaborar, _____________ se inclinó hacia delante y se
deshizo de la camiseta de Nick, revelando los duros músculos de sus pectorales y sus abdominales
firmes y definidos cubiertos por la suave piel dorada. Incapaz de resistirse, _____________ le
lamió una tetilla con la lengua y, atrapándola entre los dientes, tironeó de ella.
A él se le cortó la respiración, y ella sonrió al ver la erección que le abultaba los vaqueros.
Pero cuando retrocedió para evaluar su reacción, él la miraba con expresión interrogativa.
—Me encanta cuando me lo haces tú —dijo ella en respuesta.
Asintiendo con la cabeza, Nick extendió la mano y tomó un pezón entre el pulgar y el dedo
índice. Una espiral de sensaciones se abrió paso desde el seno al vientre de _____________. Cuando
él lo repitió en el otro pecho, obtuvo los mismos resultados.
Ahora, las duras cimas de sus pechos exigían su atención.
—Nick —le rogó.
Sin decir nada, él cerró la boca sobre un pezón, dibujando círculos con la lengua. Lo succionó
y después lo soltó para repetir lo mismo en el otro pecho. Un estremecimiento de placer atravesó
a _____________. Sí, lo deseaba. Nick conseguía que lo deseara con la misma locura de siempre.
Bueno, no como siempre. Era más... lento. Pero eso estaba bien. Cuánto más lento más descomunal
sería el clímax, ¿no? Un poco de lentitud no vendría mal.
Pero _____________ se sentía aislada, Nick no hablaba con ella.
Frunciendo el ceño, se inclinó para besar la línea que dividía en dos el abdomen de Nick y se
dirigió directa hacia la bragueta. Él no hizo ningún ruido, ni siquiera gimió en señal de
protesta cuando ella le abrió la cremallera y le bajó los vaqueros por las caderas para luego
dejarlos caer al suelo.
_____________ sí que gimió. Nick tenía un cuerpo increíble. Era un dios del sexo hecho hombre, y
sólo suyo.
Una vez que le hubo quitado la ropa, Nick le correspondió, bajándole las tiras de sujetador por
los hombros, luego se lo desabrochó. Le plantó unos besitos hambrientos en el vientre mientras se
deshacía del tanga de encaje y lo lanzaba al otro extremo de la habitación.
Por fin, estaban los dos gloriosamente desnudos. Ahora iba a comenzar el verdadero placer.
Nick la besó una vez más, deslizando un dedo por el valle entre sus pechos, y luego sobre un
pezón. Un estremecimiento le recorrió el pecho. _____________ se arqueó ante sus caricias. Sentir
los dedos de Nick sobre su piel era placentero. Pero quería... más.
Inclinándose sobre _____________, Nick capturó con la boca la cima del otro pecho y lo lamió
suavemente mientras le deslizaba la palma de la mano por el abdomen. Se detuvo antes de llegar a su
sexo; aparentemente se contentaba con acariciarle la curva de la cintura y la redondez de las
caderas.
No era posible que eso lo satisficiera. ¿Qué le pasaba? ¿Y ese mutismo? A _____________ no le
gustaba. No se sentía en sintonía con él, no tenía ni idea de lo que él quería, de lo que
pensaba, temía comunicarle sus necesidades en medio de ese agobiante silencio.
Frustrada, _____________ estiró la mano entre los dos para agarrar su miembro. Estaba duro, siempre
estaba duro y le llenaba la mano. Le dio un pequeño apretón y le frotó con el pulgar el glande
seco y sensible.
Él cerró los ojos y los puños. Pero no dijo nada. No hizo nada más.
Así que ella continuó, lo acarició con la mano, subiendo y bajando por la gruesa erección. Ésta
aumentó y se endureció todavía más. Deslizó de nuevo el pulgar por el glande y comprobó que
todavía estaba seco. Normalmente, la punta de su pene lloraba de necesidad desde el instante en que
ella lo tocaba.
Mordiéndose el labio, _____________ ideó un plan de contraataque.
Lo hizo tenderse sobre su espalda. Dejó un reguero de besos sobre su piel, se dirigió a las
tetillas para chuparlas y pellizcarlas otra vez y bajó por su abdomen, que se tensó bajo sus
labios, hasta su miembro. Tomó el apéndice con una mano, rodando la lengua por el glande color
púrpura, recorriendo las gruesas venas que decoraban el pene con los dedos, y deslizando luego la
palma de la mano para ahuecar los testículos.
Nick se tensó, casi gimió en silencio, y cerró los ojos.
¿Qué diablos estaba pensando él? ¿Qué quería? _____________ se preguntó, dada la falta de
compenetración, si a Nick le importaría que ella abandonara la cama y se fuera a la cocina.
—¿Te gusta? —preguntó contra la tensa erección.
—Hum. —Él asintió con la cabeza.
Luego él le respondió volviendo a tomar un pezón en la boca para darle un suave tirón con los
labios. Era agradable, pero nada trascendental. No era lo que Nick le provocaba normalmente.
Cuando _____________ iba a agarrarle por la nuca para obligarle a aumentar la presión de la
caricia, Nick rodó sobre ella y le deslizó los dedos por el sexo. Ella estaba húmeda, pero no
demasiado.
Suavemente le rozó el clítoris, luego deslizó los dedos con lentitud entre los pliegues.
Era agradable. No podía negar que su contacto la hacía derretirse. Pero nada más, no le hacía
perder la cabeza ni se le encogía los dedos de los pies. ¿Por qué?
Los dedos de Nick juguetearon en su interior, con el pulgar concentrado en el botón sensible de su
sexo. El deseo aumentó un grado más cuando pensó en las manos de Nick dentro de su rajita. A él
le gustaba usar esa palabra. Y cuando se la decía en la cama, una parte de su mente se revolvía
contra esa crudeza, pero... en verdad la excitaba.
—¿Estoy mojada? —preguntó ella.
—Sí.
—¿Dónde? —le preguntó tímidamente, deseando que él hablara con esa voz ronca que despertaba
su sexualidad como en una salvaje noche de lujuria.
—Shhh...
Luego él cerró los ojos, dejándola al margen otra vez. Al menos ella se sentía así, a pesar de
que tenía los dedos de Nick jugueteando en el interior de su sexo y su pulgar rozándole el
clítoris.
Bajo esa estimulación, se mojó un poco más. Su cuerpo latió en algunos lugares. Por lo general,
su misma piel clamaba a gritos por Nick, todo lo de él la invadía, la conducía hasta la cumbre de
la necesidad y el placer para hacerla caer en picado. Ahora, ella quería algo —cualquier maldita
cosa— más intenso. Algo que la hiciera estar profundamente compenetrada con él.
—Háblame —lloriqueó _____________ .
—Eres preciosa y maravillosa —murmuró él.
— ¿Qué quieres?
—Complacerte. —Le volvió a rozar el clítoris con el pulgar—. ¿Esto te gusta?
_____________ no contestó, no sabía qué decir. Se sentía bien, pero no tan bien como Nick la
hacía sentir normalmente. De hecho, tenía la alarmante impresión de que era como aquellas veces
que había hecho el amor con Sean, Brent o Andrew. Bueno, pero no "genial”.
Él abrió los ojos y la miró con una mirada cálida y desafiante.
— ¿O necesitas algo más?
El muy imbécil la estaba retando, como si supiera que eso no sacudía su mundo como había ocurrido
antes. Y no podía decir que fuera porque no lo intentara. Le había estimulado los pezones y había
seguido penetrándola con los dedos, rozándole el clítoris con la yema del pulgar. El deseo estaba
ahí, pero faltaba algo.
—Que me penetres —susurró _____________ —. Eso es lo que necesito.
—Uno de mis lugares favoritos.
Con una sonrisa, Nick se enfundó en un condón que sacó de la mesilla de noche, luego se colocó
sobre ella, cubriéndole la boca con un beso húmedo y cálido. Un nuevo estremecimiento de placer
surcó el vientre de _____________ cuando Nick buscó su entrada.
Con una suave estocada, Nick se introdujo en ella, deslizándose hasta el fondo de su canal,
llenándola por completo. _____________ jadeó cuando la longitud y el grosor de la erección
acariciaron las sensibles terminaciones nerviosas de su interior.
Él se retiró, saliéndose hasta la punta, luego se introdujo lentamente de nuevo. Sí, era
agradable. Celestial. El deseo aumentó poco a poco otro grado.
¿Estaba él disfrutando? ¿Estaba sintiendo placer? _____________ deseaba que dijera algo, que
gimiera... lo que fuera para saber qué sentía.
Silencio.
Dentro, fuera, dentro, fuera con lentas y suaves embestidas. La excitación iba en aumento. Ella se
aferró a él mientras la presión y la necesidad la invadían. Se arqueaba ansiosa al encuentro de
cada envite.
Genial. Pero, maldita sea, deseaba que él dijera algo. Normalmente lo sentía hincharse en su
interior, lo veía luchar para mantener el control mientras su cuerpo se tensaba y el sudor le
resbalaba por las sienes. Hoy, sólo había suaves estocadas para llevarla a un dulce clímax.
¿Por qué Nick no decía nada? _____________ se había sentido más compenetrada con el vibrador
que se había comprado a regañadientes.
Apartó ese pensamiento de su mente y se aferró a los duros músculos de la espalda de Nick, luego
le deslizó las manos hasta el trasero y lo agarró con fuerza para que la penetrara con más
profundidad, intentando convertir el ritmo de la carne que la invadía en algo urgente y profundo.
Casi... casi estaba llegando. Pero no aún. Dejó salir un gemido de frustración que él se tragó
con un beso.
—Nick —jadeó—. Nick.
—¿Necesitas correrte?
—Por favor —gimió ella, clavándole las uñas en el trasero.
Doblando las rodillas, él le abrió más las piernas y, apoyándose en los codos, cambió el
ángulo de las embestidas. El grueso glande se rozó contra ese sensible lugar de su interior.
Necesitaba que se clavara en ella, la excitación se centraba justo en su clítoris. Uno o dos
envites deberían de haber sido suficientes para llegar al orgasmo. Pero aún no lo conseguía.
Nick buscó sus pezones y se los acarició con suavidad, incrementando las agudas sensaciones que la
inundaban. Mientras, el pene erecto continuaba frotando y presionando ese sensible lugar, ella lo
aferró con más fuerza. La presión seguía creciendo en el interior de _____________ , un latido
comenzó a resonar en su cabeza. «Ahora, ahora, ahora», se exigía a sí misma.
Pero nada. No lo lograba.
Luego, Nick dijo las palabras mágicas.
—Córrete, cariño.
Ella se dejó llevar, el nudo de tensión se incrementó, brilló tenuemente y luego se disipó. No
fue una violenta y rápida explosión. Fue un suave clímax, una liberación rápida. Por encima de
ella, él se tensó y gimió suavemente en su oído.
Había sido un clímax y un anticlímax al mismo tiempo. Mejor que cualquiera que hubiera logrado
antes con un amante, sí. Pero no había sido ni abrasador, ni arrebatador. No había habido fuegos
artificiales como en las veces anteriores.
Maldita sea, quería llorar. Cerró los puños sobre las sábanas arrugadas hasta que desapareció
toda la tensión y se disipó la lava de la lujuria y la frustración. Hasta que sintió la mente y
el cuerpo laxos y saciados.
¿Qué demonios le pasaba?
Nick se retiró, se deshizo del condón, luego se reunió de nuevo con ella, y le cogió la mano.
— ¿Te ha gustado este sexo tradicional, cher?
Demasiado rápido para su gusto. _____________ recordó que Nick le había dicho que el sexo
tradicional no le iba. Él solo había accedido a ello para probárselo. Y ella lo había sabido
desde el principio, aunque se había negado a aceptarlo. Quizá... quizá él tenía razón.
— ¿Te ha gustado? —insistió él.
_____________ suspiró. Había llegado el momento de tomar una decisión: o seguía huyendo y
negando lo que más deseaba o aceptaba que someterse, al menos a Nick, era algo que necesitaba más
que el sexo tradicional.
Aspiró entrecortadamente y contuvo las cálidas lágrimas. La oscura mirada de Nick era tierna y
comprensiva, y ardía con un explícito deseo.
_____________ sabía qué respuesta debía darle. Sabía que no tenía alternativa.
—Por favor, llévame a tu cuarto de juegos y tómame como quieras —tragó saliva—, señor.
Nick se quedó inmóvil, totalmente estupefacto. La sorpresa, el alivio, el júbilo, y algo parecido
a la miel, cálida y dulce, se extendió por su pecho llenándolo de una emoción a la que no estaba
acostumbrado. A pesar de ello, guardó silencio.
A _____________ se le llenaron los ojos de lágrimas. Le temblaba la barbilla.
Suspirando, Nick se contuvo para no cogerla en sus brazos y salir corriendo pasillo abajo para
encerrarla tras la puerta de su cuarto de juegos. Aunque le costó un gran esfuerzo. Aún no estaba
seguro de que ese mediocre polvo vainilla hubiera convencido a _____________ de que había nacido
para ser una sumisa. Se sentía culpable por algo que él no comprendía. Y ella no sería feliz
hasta que no lo resolviera.
Como tenía intención de hacerla suya —mataría con sumo gusto a Brandon o a cualquier otro hijo
de perra que pensara que ella le pertenecía—, Nick creía que sería mejor llegar ahora al quid
de la cuestión. Quería que, desde este mismo momento, ella empezara a reconocerlo como su amo, su
amante, el hombre a quien confiar su seguridad.
Nick se inclinó hacia delante y la besó en la frente.
—¿Por qué?
Ella tardó en contestar. Se sentó en la cama, dobló las piernas hasta el pecho desnudo y apoyó
la frente en las rodillas. Él no la presionó, no la tocó, sólo esperó.
Al fin, ella levantó la mirada empañada hacia él, demostrando que había estado llorando en
silencio.
—Me dijiste que no me sentiría satisfecha con sexo vainilla. No quería creerte, pero creo que
acabas de demostrarlo.
Maldición. _____________ acababa de admitir dos cosas que tendría que tratar con sumo cuidado. La
primera era fácil, así que empezó por la segunda.
— ¿Cómo lo he demostrado?
Ella arqueó las cejas y luego frunció el ceño como cuestionando la cordura de Nick.

— ¿Acaso lo que acabamosos de hacer ha sido para quitarse el sombrero?
Él sonrió, intentando mantener el tono ligero.
—No lo llevaba puesto.
A _____________ no le hizo gracia.
— ¿Así que ahora te parece gracioso?
—No, cher —la tranquilizó—. No fue para quitarse el sombrero, pero tampoco lo esperaba.
Acepté hace mucho tiempo que a mí no me gusta nada la vainilla, ni siquiera en helado. Dime cómo
ha sido para ti.
Era una orden sutil. _____________ vaciló, luchando consigo misma. Finalmente se rindió.
—Lo que hemos hecho estuvo bien. Fue agradable, como ir de picnic. Me gustó un poco más de lo
que me suele gustar el sexo. —Las lágrimas anegaron sus ojos, y su mirada azul reflejó su
confusión—. No lo esperaba. Esperaba más... una palabra, una orden... alguna indicación de lo
que querías, de lo que sentías. Algo que nos hiciera compenetrarnos. Algo más intenso.
El alivio y el júbilo inundaron a Nick. Cuando había accedido a mantener relaciones sexuales sin
dominación, había esperado que esa fuera la respuesta de _____________ . Pero no había estado
completamente seguro. Ella estaba resultando ser todo lo que él había creído. Durante años
había deseado encontrar a una mujer como ella. Aun así, tenía que ir con mucho tiento.
—¿Tus experiencias sexuales pasadas no fueron satisfactorias?
Ella le dirigió una mirada vagamente culpable.
—No... yo... No.
Ah. Eso lo decía todo. Podría haberla regañado por creer que a ella le gustaba el sexo simple,
pero _____________ tenía que descubrirlo por sí sola. Una de las cosas que más le gustaba de
ella era cómo se aferraba a su fuerza de voluntad y a su determinación, incluso si al final
llegaba a esa frustrante conclusión.
— ¿Por qué pensabas que sería diferente conmigo?
_____________ encogió un hombro sin demasiado entusiasmo.
—Tú me gustas más que cualquier otro. Y, simplemente, pensé que eras tú. Que sería diferente
contigo. Antes de conocerte, alcanzaba el orgasmo en muy raras ocasiones. Si ésta hubiera sido
nuestra primera vez, me habría sentido eufórica por lo que acaba de ocurrir. Salvo que ya sé lo
explosivos que podemos llegar a ser cuando...
— ¿Te someto? —la apremió.
—Sí. —Ella se sonrojó—. No sólo me excita estar contigo, sino la manera exigente con la que
me tratas. Eres capaz de leer en mi cuerpo y en mi alma. Haces que tenga un montón de fantasías
hasta que estoy tan excitada que...
Nick se obligó a contener la sonrisa de «ya te lo dije» que amenazaba con cruzarle la cara. Era
muy pronto para sonreír. Tenía que asegurarse de que realmente había llegado hasta ella.
—Eso es porque necesitas que haya otro órgano sexual involucrado: tu cerebro. Eso no es posible
con el sexo convencional. La Dominación y Sumisión puede ser un juego o un estilo de vida, depende
de la seriedad con la que te lo tomes. Lo que sí es indiscutible, es que conecta el cuerpo con la
mente. La promesa del placer puede ser tan excitante como el placer en sí mismo... quizá más, y
lo que antes has descubierto es que tu mente no estaba en sintonía con tu cuerpo.
_____________ vaciló, mordisqueándose ese labio exuberante y pleno que hacía que un hombre lo
mirara fijamente. Luego, la compresión iluminó sus avergonzados ojos azules.
—Sí. Eché de menos la parte mental. Necesitaba saber qué pensabas, oír tu voz urgiéndome a
continuar.
Parecía que por fin empezaba a darse cuenta. Nick sonrió.
— ¿En qué trabaja tu novio?
_____________ frunció el ceño ante esa pregunta tan fuera de lugar. Vaciló.
—Es analista para alguna organización gubernamental. No sé con exactitud a quién o qué
estudia.
Interesante información, Nick se la reservó para más adelante.
— ¿Y cómo es el sexo con él?
Tuvo que apretar los dientes para controlar la voz. Pensar en Brandon tocando a _____________ ...
Brandon podía ser más alto que él, pero en el ejército, Nick le había pateado el trasero en
más de una ocasión. Y estaba tentado de volver a hacerlo.
_____________ negó con la cabeza, los ardientes cabellos rojos le cayeron sobre los hombros
pálidos. Bajó las pestañas, ocultando la expresión de sus ojos.
—Nunca lo hemos hecho.
«Nunca». Nick exhaló, asombrado. ¿Se había tirado a _____________ antes que su novio? Sí, la
dulce venganza era cada vez más dulce. Pero las emociones que recorrían a Nick tenían que ver
más con el hecho de que Brandon jamás había tocado a esa mujer que él sentía como suya y sólo
suya, que con la propia venganza. _____________ sería suya, sí. Pero primero, tenía que acabar
esa difícil conversación.
—En realidad, no creo que pensaras que el sexo vainilla fuera a ser mejor conmigo. De hecho lo
esperabas. La pregunta es, ¿por qué? No sé nada del novio que tuviste en la universidad, pero que
eligieras a un jugador de fútbol americano y a un productor de televisión indica que tú, incluso
de manera inconsciente, buscabas a un hombre con poder y dominio. ¿No es cierto?
La boqueada de _____________ le dijo a Nick que había acertado y que la había dejado estupefacta.
—Sí.
— ¿Por qué rompiste el compromiso con el productor?
—Andrew y yo rompimos porque...
A ella le tembló la voz y apartó la mirada con una mueca de disgusto. Definitivamente allí había
gato encerrado. Después de que hubiera llevado a _____________ a la cabaña, la había interrogado
sobre su pasado sexual, y ella se había negado a responder a las preguntas sobre Andrew o por qué
lo habían dejado.
—¿Porque...?
Ella lo miró con esos atormentados ojos azules, y Nick sintió esa mirada como una puñalada en el
vientre. Sí, al final iba a obtener sus respuestas, pero a _____________ le estaba costando un
gran esfuerzo dárselas. Le cogió la mano y se la apretó, esperando que ella comprendiera su mudo
apoyo.
—Hubo bastantes razones. Pero el sexo... no es que nos fuera demasiado bien. No conseguía llegar
al orgasmo con él. —_____________ vaciló y sacudió la cabeza—. Recuerdo que me gustaba su
sentido del humor y su inteligencia, pero cuando me tocaba, era como si pensara que me podía
romper. Siempre era suave y dulce. Y silencioso. No nos compenetrábamos. Apenas sentía nada.
Nick le acunó la cabeza con una mano y le acarició la sedosa maraña de cabellos rojizos. Quería
consolarla, hacerla ver que no corresponder a unas caricias suaves, dulces y silenciosas no la
convertía en una mala persona. Pero no podía interrumpirla. Tenía que quitarse ese peso de
encima.
—Continúa.
_____________ suspiró.
—Me preguntó qué me pasaba, qué tenía que hacer para que las cosas fueran mejor. Confié en
él. Parecía mundano y liberal. Así que le conté algunas de las fantasías que jamás le había
dicho a nadie, esas fantasías... ya sabes. Le dije lo que pensaba acerca de...
—Ser atada, sometida y poseída—. Nick hubiera apostado todo lo que poseía a que sabía qué
iba a decir _____________ a continuación—. ¿Qué te respondió?
Esta vez ella tragó saliva y cerró los ojos con fuerza. Una temblorosa lágrima resbaló por su
mejilla. Nick quiso pegarle a algo. No, a alguien. .. a Andrew.
—Me llamó depravada. Me dijo que sólo una puta querría algo así. Me dijo que no continuaría
la relación a menos que buscara ayuda profesional y que me quitara esos pensamientos de la cabeza.
¿Ayuda profesional? ¿Dónde estaba Andrew en ese momento? No quería patearle el trasero a ese
bastardo, quería matarlo por haber hecho que _____________ llorara y dudara de sí misma.
—Espero que le dijeras cuatro cosas y lo mandaras al infierno —gruñó él.
—No con esas palabras. Le devolví el anillo y le dije que se lo quedara. —Se mordió el labio,
y un brillo de picardía asomó a sus ojos azules—. Creo que le señalé que se consiguiera un
pene de verdad.
Nick rió con alivio. La atrajo hacia él, sentándola en su regazo.
—Buena chica. No hay nada malo en ti, cher. —La miró directamente a los ojos, esperando que lo
creyera—. Andrew es aquí el único que tiene problemas, menudo gilipollas. No le gustó que
pusieses en duda su virilidad, tú eres más fuerte que él, y querías algo de alguien que no era
lo suficientemente hombre para dártelo. No eres una depravada. Necesitas a alguien a quien le
puedas confiar tu seguridad y tu placer, tu mente, tu cuerpo y tu alma. Y eso es lo que te hace tan
maravillosa y perfecta.
_____________ apretó la mandíbula, luchando por contener las lágrimas. Y él no quería que lo
hiciera. Era el momento de desahogarse y llorar de una vez por todas. Después, cuando estuvieran
haciendo el amor, no habría tiempo para lágrimas.
—Dime —la persuadió—, no pasa nada.
—Es que no podía quitarme su voz de la cabeza. —Entonces fue incapaz de contenerse más. Las
lágrimas anegaron sus ojos y resbalaron por sus mejillas, una tras otra. _____________ inspiró
entrecortadamente—. Durante mucho tiempo, seguí oyendo su voz en mi cabeza diciéndome lo
depravada que era. Que no era normal..., que estaba trastornada. Que era una puta.
Si ese imbécil estuviera allí ahora mismo, ni siquiera Dios podría haberlo salvado de la furia de
Nick. Andrew casi había destrozado la sexualidad de esa hermosa mujer para seguir mintiéndose a
sí mismo. Ya trataría con él más tarde. Nick se aseguraría de ello. Ahora, _____________ le
necesitaba.

Dominada por el Deseo. Capitulo 19

Pero por otro lado le preocupaba que ese sentimiento de orgullo significara algo más. Ningún dominante se sentiría orgulloso de una sumisa que no estuviera determinado a hacer suya. Durante años, él había sentido un distante respeto por las mujeres a las que había sometido. Como un maestro y su alumno, él había premiado sus progresos, había castigado sus fallos, y perfeccionado sus habilidades.
Con _____________ sentía algo más profundo y personal. Se sentía impelido a ayudarla. Como si sólo él pudiera despertar su sexualidad.
«Como si ella fuera mía». Ese sentimiento confirmaba todo lo que sentía. No era sólo una simple fase, ni estaba bajo el calor del momento. La deseaba. Punto.
—Nick.
La temblorosa voz de _____________ penetró en su conciencia, trayéndole de vuelta a la realidad. Estaba temblando y esta vez no era de deseo. Maldición, allí fuera hacía frío. Y aun así, ella había aguantado. No, se había superado y lo había sorprendido más de lo que nunca hubiera imaginado.
La envolvió entre sus brazos, intentando protegerla del viento.
—Cher, tienes frío, ¿verdad?
Sin poder resistirse, acunó la cabeza de _____________bajo su barbilla y le acarició la espalda con una mano. Con la otra, le acarició uno de sus pechos, y con el pulgar le rozó el pezón todavía duro.
Ella gimió.
Cualquier urgencia por llevarla a su cuarto de juegos y quedarse allí con ella durante horas o días abandonó su cuerpo al oír ese sonido.
Metió la mano en el bolsillo para sacar las llaves con la intención de ordenarle que se diera una buena ducha caliente y se reuniera con él en el cuarto de juegos en quince minutos. Qué le dieran al desayuno, más bien le daría él a ella.
—Bonjour—se oyó una voz lejana y familiar, justo a la vuelta de la esquina, cerca de la puerta principal.
_____________dio un grito ahogado y se tensó en el círculo de sus brazos.
—¡Es... tu abuelo!
Sí. ¿Qué otra persona tenía ese don de la oportunidad? Conteniendo un taco, soltó a _____________, le puso los restos de la camisa en las manos, y la urgió a volver a la cabaña por la puerta lateral.
—Vete. Date una ducha y vístete. Terminaremos más tarde.
Ella vaciló, agrandando los ojos ante sus palabras. La indecisión se reflejaba claramente en su cara ruborizada.
— Nick. Yo... creo que deberíamos hablar de esto.
—¿Bonjour? —La voz de Brice sonaba más cerca.
Se les había acabado el tiempo.
Con rapidez, le depositó un duro beso en la boca, luego la hizo girarse hacia la puerta abierta. Con una palmadita en el trasero, la impulsó al interior.
—Sí, si es lo que quieres. Pero más tarde.
Antes de que ella pudiera replicarle, Nick cerró la puerta.
La reticencia de _____________ a continuar lo que habían iniciado era obvia y frustrante. Justo cuando pensaba que había conseguido derribar sus defensas, que ya no iba a negarse más, ella continuaba sin darle el dulce sí que su cuerpo deseaba tan ardientemente... y que esperaba tras la respuesta de _____________ de esa mañana. La decepción y la cólera lo inundaron, confundiéndole, mientras se volvía hacia su grand-pere.
Todos esos deseos se unieron a su determinación de no aceptar otra negativa de _____________, sin importar sus dudas ni su incertidumbre. Aunque quería entenderla. ¿Qué la detenía? Era más que simple modestia o temor a lo desconocido.
Nick suspiró. La pregunta que debería hacerse era ¿qué demonios le ocurría para que de repente estuviera tan resuelto a tener a esa mujer? Al parecer, había perdido el juicio.
Y corría el peligro de perder mucho más.
—Ah, aquí estás —dijo Brice, doblando la esquina del porche. Se dirigió hacia Jack arrastrando los pies por el suelo de madera.
—Buenos días, grand-pere. —Nick le ofreció sentarse en la silla de la esquina con un gesto de la mano—. ¿Café?
—Non. Vine a ver cómo os iba a ti y a tajolie rousse.
«¿Su hermosa pelirroja?». Todavía no por el momento. Hubiera estado un paso más cerca de serlo si no hubiera tenido esa inoportuna interrupción. Contuvo una maldición.
—_____________ está bien —masculló Nick, dejándose caer en la silla al lado de su abuelo.
Se humedeció los labios y todavía saboreó allí la dulzura de _____________. Ese sabor —y el
recuerdo de sus piernas abiertas para él, y de sus gemidos desinhibidos resonando en el pantano—
no hacía nada para reducir su rugiente erección.
—¿Alguna novedad... desde mi última visita? —se mofó Brice, guiñándole un ojo—. Has
tardado en contestar a mi saludo y no me has oído llamar a la puerta, ¿verdad?
—Es cierto. No te oí llamar. Estaba aquí fuera. Y es muy temprano. No esperaba compañía.
—¿Qué hora es? —Brice frunció el ceño con aire inocente.
Nick no se lo tragó ni por un momento.
—Más bien si es hora de —le corrigió Nick—. Es demasiado pronto para llamar, y lo
suficientemente temprano para habernos pillado a mi y a _____________ haciendo algo si hubiéramos
querido empezar el día con buen pie. ¿No es lo que esperabas?
—Mon petit fils, qué suspicaz.
—Creo que tengo derecho a serlo, después de que la ropa cómoda y práctica que te pedí que
trajeras pareciera la versión porno del catálogo de Victoria's Secret.
La risa de su abuelo hizo que Nick pusiera los ojos en blanco
—Pero, ¿a que has disfrutado con... las vistas?
—Sin comentarios. ¿Por qué lo hiciste? Estaba claro que querías que hiciera el amor con ella.
Sé que quieres que vuelva a casarme, pero no conoces a _____________.
El anciano se golpeó el pecho.
—He vivido una larga vida, y sé bastantes cosas. Esos sueños, Nick, significan algo. Significan
amor. Ha sido así desde hace varias generaciones.
—Sólo porque tú...
—Non, no sólo yo. También mi abuelo. Cuando se fue a trabajar a San Francisco tras jurar que no
volvería a Lousiana —Brice agitó una mano con desdén ante aquel juramento—, comenzó a soñar
con una bella rubia.
—Caramba, yo también he soñado con una rubia más de una vez.
—¿Durante meses y meses, mon garçon?
Nick suspiró, primero porque odiaba que lo llamaran niño y luego porque razonar con ese anciano no
era nada fácil.
—No —contestó finalmente.
—Pues ya ves. Mi grand-père tuvo esos sueños sobre una hermosa rubia. La conoció y descubrió
que era la mujer de su jefe. Como ella ya estaba casada, creyó que la leyenda familiar estaba
equivocada. Pero continuó soñando con ella. En esos sueños hablaba su corazón.
»Dos semanas después de que conociera a su amor verdadero, ocurrió el gran terremoto de San
Francisco de 1906. El marido de la hermosa rubia murió. Y mi abuelo se casó con ella un año
después. Seis hijos y cincuenta años después aún seguían enamorados.
Clavando los ojos en el anciano, Nick se preguntó si hablaría en serio. ¿Sería posible? ¿Sería
realmente posible?
—Y su abuelo antes que él —continuó Brice—. Fue herido en combate y capturado por los
yanquis al final de la Guerra Civil. Su novia era enfermera en un hospital de campaña. Mi abuelo
siempre sostuvo que fueron los sueños sobre una bella desconocida lo que lo mantuvieron cuerdo
durante los meses de batalla. Cuando la conoció, se quedó impactado. Se casaron tres días
después de que acabara la guerra.
Tres hombres de su sangre habían soñado con bellas desconocidas. Nick había soñado una y otra
vez con una mujer de brillante pelo rojo que resplandecía bajo la luz del sol. Y esa misma mañana,
_____________ se había manifestado como la imagen de su sueño. ¿Explicaba eso ese alocado deseo
de reclamarla, como si no pudiera renunciar a ella, como si _____________ fuera mucho más que un
instrumento de su venganza? ¿Como si alejarse de ella fuera simplemente imposible?
Un estremecimiento atravesó su cuerpo. Nick se acarició la barbilla e intentó razonar. Los
sueños y las almas gemelas se asociaban al concepto de la espiritualidad. Era todo tan extraño. No
es que nunca hubiera oído hablar de ello a lo largo de su vida, sino que, sencillamente, no se lo
creía.
—Ninguno de nosotros quiere creer que la malédiction sea cierta. Pero los hechos son los hechos.
Les ocurre a los hombres de nuestra familia. Y ahora te toca a ti, con _____________.
—¿Cómo supiste que la abuela era la mujer indicada? —preguntó Nick, intentando aceptar todo
lo que decía su abuelo—. ¿Qué te hizo estar seguro, además de los sueños, de que grand-mère
era la mujer perfecta para ti?
El anciano sonrió, haciendo más profundas las líneas que le surcaban los ojos y la boca. Sin
lugar a dudas era un hombre que se había pasado la vida sonriendo muy a menudo.
—Cuando la conocí, tuve que contenerme para no abrazarla y convencerla de que era mía. Nunca
quise estar alejado de ella ni que estuviera triste. Sobre todo, cher garÇon, quería que fuera
feliz y sabía aquí dentro —se señaló el corazón— que sólo yo podría hacer que lo fuera.
¿ Comprendes-tu?
Oh, sí. Nick lo entendía demasiado bien. ¿No era justo lo que había sentido desde el primer
momento que había conocido a _____________? ¿Un loco deseo de tocarla, la necesidad de hacer lo
que fuera para mantenerla a salvo, un odio visceral hacia el acosador? Odiaba ver las dudas que
corroían a _____________, pero la clave de su felicidad estaba en liberar su sexualidad.
—¿Qué te dicen las entrañas, Nick? Haz caso a tus instintos.
—No son racionales.
Las líneas enmarcaron la boca de Brice cuando su sonrisa se hizo más amplia.
—No tienen por qué. Es el corazón quien tiene la última palabra. ¿Te has sentido alguna vez de
esa manera con otra mujer? ¿Con Kayla?
El anciano se refería a su ex-mujer.
Nick sólo negó con la cabeza. No. Nunca. Ni de cerca. Se había casado con ella porque estaba
embarazada, y él era católico, incluso aunque ella no lo fuera. El matrimonio acabó unos meses
más tarde cuando encontró un vídeo de Brandon Ross tirándosela mientras ella, supuestamente,
había estado tan afligida por la pérdida de su bebé que no había querido hacer el amor con su
marido. Mirándolo en retrospectiva, el divorcio había sido lo mejor. Pero no podía olvidar
aquella humillación. Brice había estado con él, esperando para ver un episodio de CSI que Nick le
había grabado, cuando se había encontrado con un tipo de acción totalmente diferente.
—Con _____________ es distinto, ¿verdad? —susurró Brice.
—Es complicado. _____________ está saliendo con otra persona. Están comprometidos.
Nick no podía decirle a su abuelo que _____________ pertenecía al hombre que había estado con
Kayla en el vídeo. Sabría al instante que él había atraído a _____________ hasta su casa para
obtener su venganza. Y no tendría que echarle mucha imaginación para saber lo que Nick había
hecho para conseguirlo. Ese anciano lo desollaría vivo con su vieja navaja y le echaría tabasco en
las heridas.
Haciendo una mueca, Nick no pudo negar la desagradable sensación de vergüenza que le atravesó las
entrañas.
Y si _____________ lo descubría alguna vez... Oh, Dios, claro que lo iba a descubrir. Lo haría en
cuanto hablara con Brandon. E impedirlo era condenadamente imposible.
Soltó un taco. No había manera de borrar un correo ya enviado. ¡Maldita sea! Ojalá hubiera
prestado más atención a su instinto en ese momento, el que le decía que enviar ese vídeo sería
un terrible error.
Y en cuanto _____________ y Brandon hablaran, él la perdería para siempre.
El pensamiento lo llenó de pánico.
A menos que encontrara una manera de atarla a él antes de que supiera la verdad... ¡Sí! Eso era.
Brice se encogió de hombros.
—Bueno, jovencito. ¿Qué te preocupa? Ni siquiera están casados.
Y quizás no lo estén aún porque _____________ sabe que ese hombre no es el indicado para ella. Si
ella te da un beso o dos es porque su corazón y su cuerpo saben lo que su mente aún se niega
aceptar.
—¿Que no ama a su novio?
—Exactement.
¿Sería tan simple? ¿Qué _____________ fuera su... alma gemela, y por eso había respondido a él
de esa manera, permitiéndole tales libertades con su cuerpo porque en alguna parte de su alma
sabía lo que él era para ella? Parecía tan surrealista. Tan increíble.
¿Sería posible que ella no fuera la clase de mujer que engañaba a su novio, sino simplemente una
mujer confundida? ¿Alguien tan confundido como él?
Nick suspiró y se agarró la cabeza.
Un sonido indignado salió de la garganta de Brice.
—Qué juventud. No tiene sentido del romance. Sigue resistiéndote. Amárgate la vida. Ya te
atrapará el amor.
¿Amor? Ese pensamiento lo sorprendió más que si hubiera visto un alienígena verde y con antenas.
—La deseo. No la amo.
—¿Estás seguro? ¿Estás seguro de que no es amor?
Nick se dejó caer contra el respaldo. Condenado hombre y condenadas fueran sus preguntas.
—No, no lo estoy.
Brice asintió con aire conspirador
—He traído vaqueros y camisas para _____________. Así que dime si quieres que te los dé o si
prefieres que me los lleve de vuelta conmigo.
Y dejar que _____________ sólo vistiera lencería provocativa.
De inmediato, la vio con el bustier dorado y el tanga a juego. El recuerdo bombardeó su cerebro y
despertó su miembro. Oh, sí, _____________ estaba para comérsela con esas prendas. No entendía
cómo podía ponerlo a cien con tanta facilidad. Caramba, había visto a centenares de mujeres
desnudas, en especial cuando estaba con Alyssa y sus chicas, pero nunca se había excitado tanto. Lo
que sentía por _____________ minaba su lógica y su tranquilidad de espíritu, y lo hacía sentir
rudo... Nick sólo podía definir ese deseo de reclamarla como el instinto de un cavernícola.
Tenía que saber que era suya y asegurarse de que siempre la cuidaría y la haría feliz. Sólo con
pensar en tener éxito, en poder convencerla de que fuera suya en todos los sentidos, aumentó su
temperatura corporal otros diez grados.
«Maldición».
Llegados a ese punto, no podía negar que su abuelo quizás tuviera razón
De hecho, si quería tener a _____________, y conservarla, iba a tener que formar un fuerte vínculo
con ella. Un vínculo que no pudiera romperse cuando ella supiera por qué él había estado de
acuerdo en aparecer en el programa de televisión, y que para ello había tenido que sobornar a su
amigo Reggie. Y todo por una cuestión de venganza. Se lo diría. Pero aún no. No hasta que
estuviera seguro.
Primero tenía que ganarse su confianza a un nivel visceral, enseñarle a su cuerpo que para él,
ella siempre sería lo primero. El dormitorio era un buen lugar para comenzar a derribar sus
defensas. En cuanto se hubiera rendido, podían hablar. El resto se resolvería por sí sólo.
Ese conocimiento, la sensación de estar haciendo lo correcto, y de que tenía un plan, encajaron en
ese momento como las piezas de un puzzle que se le hubiera estado resistiendo.
Al fin, dijo:
—No necesito tiempo para pensarlo. Llévate esas ropas contigo, grand-pére. Y no las vuelvas a
traer.
Brice sonrió ampliamente, lo que hizo destacar sus blancos dientes contra la oscura piel cajún.
—Laissez les bons temps rouler! Oh, sí. Qué vengan los buenos tiempos.
«Terminaremos más tarde».
Las palabras de Nick resonaban en la mente de _____________ mientras Brice se mostraba encantador
con ella durante el desayuno.
Regañó al anciano por que en vez de ropa de vestir sólo le hubiera llevado lencería. La oscura y
risueña mirada, la amplia sonrisa, y el encogimiento de hombros que le dirigió en respuesta
indicaban que no se arrepentía en absoluto.
Y Nick... su mirada la hacía arder, recordándole sus anteriores palabras: «Terminaremos más
tarde».
_____________ quería borrar aquellos recuerdos, ahogar la voz que resonaba en su mente. Por encima
de los huevos revueltos que ambos hombres habían condimentado con tabasco, Nick la miraba como si
_____________ fuera un cruce entre un enigma indescifrable y un bocado apetecible. Como algo que
codiciara y tuviera intención de poseer.
Maldita sea, ¿por qué le había dicho que sí a Nick y a su cuarto de juegos? Intentar negarse
tras haber disfrutado de aquel exquisito placer le había parecido casi imposible.
Pero decir sí había sido lo más fácil —obligatorio incluso— con la boca de él gravitando
sobre ella, mientras estaba al borde del clímax. Ahora que el placer no anulaba su capacidad de
respirar y pensar, _____________ no estaba segura de que haber cedido, dándole lo que él quería,
hubiera sido una buena idea. No sólo cambiaba las cosas entre ellos, sino que la cambiaría a ella
para siempre. Desde que estaba con Nick, sus fantasías eran más urgentes y explícitas. Los
impulsos que siempre había tenido ahora la acosaban en forma de sensaciones y recuerdos,
obsesionándola con la imagen de Nick.
Deseaba a Nick, y deseaba disfrutar del intenso placer que él le proporcionaba. El hecho de dejarse
llevar por las sensaciones que Nick provocaba en su cuerpo la hacía sentirse más viva, más...
completa. ¿Tenía sentido?
«Terminaremos más tarde». Sintió el peso de la mirada penetrante de Nick y _____________ supo
qué estaba pensando.
¿Debería o no debería hacerlo?
Como todo lo que tenía que ver con Nick, la promesa que le había hecho la avergonzaba, pero a la
vez la hacía sentirse dolorida y temblorosa de necesidad. Esa mañana en el porche... Dios,
todavía podía sentir la boca de él en su sexo, penetrando en ella con la lengua, tomando
posesión de cada punto sensible. Le había arrebatado la capacidad de pensar. Había inundado cada
parte de su cuerpo con un éxtasis capaz de desafiar las palabras, algo que le hacía imposible huir
de las sensaciones que él derramaba sobre ella como si fueran miel dulce y caliente.
Y para colmo aún seguía sintiendo esa condenada curiosidad —y excitación— ante cualquier cosa
que él pudiera hacer en ese toallero y en esa mesa con esposas. Y con los otros artículos que era
demasiado ingenua para nombrar. Cuanto más intentaba huir de sus deseos, más insistentes se
volvían éstos, apoderándose lentamente de su cuerpo como si fuera una enredadera.
¿Qué ocurriría si le permitía a Nick cumplir la amenaza de terminar lo que habían empezado?
¿Sería tan terrible permitírselo aunque sólo fuera una vez? Nadie más, aparte de ella y Nick,
lo sabría.
Mordiéndose los labios, observó la impaciencia de Nick cuando Brice se quedó un rato más
después de tomar el café. Los oscuros ojos prometían placer, y un leve indicio de dolor. Su
intención de poseerla totalmente se reflejaba en la seductora mirada. Ella tragó saliva ante la
mezcla de miedo, emoción y anticipación que le retorció el estómago. La atracción era cada vez
mayor. Nick tiraba de ella, como si entre ellos hubiera una cuerda invisible que se hiciera más y
más corta a cada hora que pasaba.
No tenía sentido desear con tanta desesperación a alguien que había sacado sus peores impulsos.
Alguien que la llevaría a un lugar más allá de las normas, algo que horrorizaría a su madre y
que enfermaría a hombres como Andrew. Si permitía que Nick siguiera adelante con su plan, la
arruinaría para las caricias de otro hombre. No podría vivir consigo misma después de que él la
hubiera convertido en una depravada sumisa; le sería totalmente imposible. Ser una esclava sexual
no iba con ella. No le gustaba recibir órdenes, o que le dijeran lo que podía hacer o lo que no.
Su madre había empezado a llamarla marimacho independiente cuando cumplió los doce años.
Pero con Nick..., _____________ suspiró. Sus órdenes lograban penetrar en su interior, no sólo en
su cuerpo, sino también en su mente, en su alma. Las cosas que él le exigía nunca dejaban de
sorprenderla, y aun así, las cosas que él le había ordenado hacer, eran algo con lo que siempre
había soñado. Algunas veces se preguntaba cómo podía leerle la mente. La sorprendía, la
avergonzaba, la hacía ansiarle más que cualquier otra cosa.
En el fondo, _____________ se veía incapaz de luchar contra lo que ambos deseaban.
Quizá... quizá debería acceder a estar juntos de nuevo y averiguar la verdad sobre sus deseos.
Nick no le haría daño a propósito, no más allá de un pequeño dolor erótico. La opinión de su
madre o de Andrew no tenía importancia allí, en un mundo apartado de la civilización. Podría
disfrutar de ese tiempo secreto, antes de que atraparan al acosador y de que ella regresara a la
realidad.
Brice se marchó poco después del mediodía. _____________ sabía que Nick querría retomar con
rapidez el punto donde lo habían dejado esa mañana. Como cualquier mujer ansiosa, _____________
quería estar lo más guapa posible. Se retiró al cuarto de baño cuando Nick acompañó a Brice
hacia el embarcadero y se permitió un baño relajante y secarse el pelo a conciencia. Lamentó no
tener maquillaje, por lo que no había manera de suavizar las pecas de la cara. Se humedeció los
labios, se pellizcó las mejillas y se encogió de hombros. Era lo más que podía hacer.
El ruido de pasos en el pasillo la sacó de sus pensamientos.
Nick. Pronto llamaría a la puerta con golpes exigentes.
Contuvo el aliento. ¿Estaba preparada? ¿Podría manejarlo? Soltó un suspiro tembloroso, dividida
entre su mente racional y su exigente cuerpo. Hasta ese momento siempre había prevalecido su lado
racional, pero desde que había conocido a Nick, eran los deseos de su cuerpo quienes ganaban la
partida.
Estaba todo lo preparada que podía estar para un hombre como Nick, considerando que iba vestida con
una bata y una ropa interior que ni siquiera cubría lo esencial, algo que no escaparía a la
penetrante mirada de Nick.
En lugar de sentir rechazo hacia esa reveladora y explosiva lencería, Morgan sencillamente se
humedeció más al pensar que Nick la vería con ella.
—¿_____________? —ladró él a través de la delgada puerta del cuarto de baño.
«Que comience el espectáculo».
—¿Nick?
En cuanto le echara un vistazo, _____________ estaba segura de que esos oscuros ojos verían cada
pecaminoso secreto de su alma. Pero ahora, incluso le temblaba la voz al mencionar su nombre.
Antes de que él pudiera decir o hacer cualquier cosa, sonó el teléfono. Nick soltó una
maldición obscena mientras atravesaba el pasillo. _____________ se relajó visiblemente con una
extraña mezcla de alivio y decepción. Pero no podía negar que el dolor entre sus piernas era cada
vez más agudo.
Aspirando profundamente, lo siguió por el pasillo, permaneciendo entre las sombras. Y escuchó.
—¿Qué diablos quieres? —oyó que espetaba Nick.
Una profunda carcajada salió por el altavoz del teléfono y retumbó en el pasillo.
—Puedo nombrarte tres razones de por qué estás de tan mal humor. Dos de ellas sobran.
Era Joe. _____________ reconoció la voz burlona, incluso podía ver las arruguitas de risa que se
le habrían formado en torno a esos ojos azules claros y alegres. Algo incongruente en un cuerpo tan
duro y enorme.
—¿Has llamado sólo para cabrearme?
—Caramba, no. Ya sabes que no me gustan las cosas fáciles. ¿Dónde estaría el reto?
—¿Así que has llamado sólo para...?
—Tengo que hablar con _____________.
Nick vaciló, cerrando los puños.
—¿De qué?
En esas dos sílabas sonaron la sospecha y los celos.
—¿Acaso tu polla ha hecho que te olvides de que _____________ tiene un acosador tras su trasero?
—No, hijo de perra, no se me ha olvidado. Y aparta tu mente de su trasero.
—Aún no he perfeccionado la habilidad de follar a través del teléfono, Nick. Es sólo una forma
de hablar. Relájate.
_____________ frunció el ceño. Joe actuaba como si pensara que Nick estaba celoso. Ese pensamiento
la hubiera hecho estallar en carcajadas si no hubiera
observado antes el extraño comportamiento de Nick con Joe y no hubiera parecido tan... tenso.
Con un profundo suspiro, Nick abrió los puños.
—Voy a llamarla.
—Estoy aquí. — _____________ salió de las sombras y recorrió los últimos metros de pasillo
hasta Nick.
El se volvió rápidamente hacia ella, taladrándola con la mirada. _____________ sintió que sus
pezones, desnudos bajo el escotado sujetador, pulsaban contra el suave tejido de punto de la bata.
Dado que Nick tenía los ojos agrandados y las fosas nasales dilatadas, _____________ supuso que lo
había notado.
—_____________ —la saludó Joe por el altavoz—. Hola, muñeca.
—Hola Joe. ¿Alguna noticia?
—Sí. No pudimos encontrar huellas digitales en las fotos. Lo siento. Sin embargo, hemos obtenido
algunas pistas interesantes, así que tengo que hacerte unas preguntas.
La decepción se apoderó de ella. ¿Cuánto más duraría esa pesadilla? ¿Y cómo iban a llegar
hasta el fondo de todo eso si Joe no podía seguir la pista de ese lunático? Quería sentirse una
persona normal otra vez, regresar a casa y no tener que preocuparse de si alguien la había allanado
o manchado su cama con semen. Quería recuperar su vida. Y estaba claro que por el momento eso no
iba a ser posible.
Para su sorpresa, Nick se acercó a su lado y tomó su mano, repentinamente fría, en la suya, más
grande y caliente. Algo sólido y seguro. Un simple gesto y, de inmediato, _____________ se sintió
más fuerte.
Hasta que se dio cuenta de que recuperar su vida, significaría perder a Nick. La decepción que
sintió la aturdió. Se aferró a él con más fuerza. ¿Por qué no la hacía feliz el pensamiento
de perderlo de vista? Debería de celebrarlo con margaritas. Regresar a su vida significaría que
habían atrapado al acosador, que no tendría que cuestionarse más a sí misma. Pero en vez de eso,
apretó la mano de Nick y se negó a soltarle.
—¿Qué quieres saber? —le preguntó _____________ aJoe.
—¿Conoces a alguien que sea muy aficionado a la fotografía, alguien que lo considere un hobby?
—A Reggie, mi ayudante de producción. No es que sea un profesional, pero es muy bueno. Incluso ha
hecho algunas exposiciones. —_____________ frunció el ceño—. ¿No pensarás que es Reggie?
Él vaciló.
—Cuando mis amigos de FBI analizaron las fotos, descubrieron que habían sido realizadas por
alguien que sabe manejar una cámara. No han sido reveladas en un laboratorio, ni en uno de esos
sitios que revelan las fotos en una hora. No son fotos digitales. Son de la vieja escuela. Es
probable que hayan sido reveladas en casa, y usando unos productos químicos bastante caros y con
papel bueno. Son de alguien que se toma la fotografía en serio. Y aunque tú te sientas incómoda y
amenazada cuando las miras, él, por el contrario, las ve como un arte. No es que haya sacado
simplemente unas fotos. Ha buscado la simetría, la iluminación, el ángulo más interesante. Y no
ha hecho un mal trabajo.
¿Reggie? ¿Su amigo Reggie? No...
Pero ella no conocía a nadie más con esa pasión por la fotografía, alguien que desdeñaba las
fotos de las nuevas cámaras digitales. Trastos sin sentido las llamaba. Siempre le decía que no
valía la pena echar a perder una buena imagen con aquellas cámaras. No conocía a nadie más que
tuviera un cuarto oscuro en su casa.
_____________ se quedó paralizada y sin aliento. Reggie, a quien consideraba casi como a un padre.
¡No!
No eran muchas las personas que conocían su dirección en Los Angeles. Pero Reggie sí... y
también conocía su horario. Podría haber entrado en su casa, y haberse masturbado en su cama
mientras ella no estaba. Reggie era una de las pocas personas que sabía qué vuelo había tomado
para Houston y dónde se había hospedado.
Se frotó la frente ante un dolor repentino. ¿Reggie? ¿Había estado en Texas para sacar las
fotografías de _____________ en el patio trasero de Brandon hacía sólo unos días? Siempre
hablaba con Reggie por el móvil. Así que no sabía exactamente dónde estaba. Cualquier cosa era
posible. Y si Reggie había llegado tan lejos para acecharla... bueno, él sabía que tenía
intención de ir a Lafayette para reunirse con Nick. Seguirla no habría sido demasiado difícil.
¿Había Reggie —el padre que nunca tuvo— sacado fotos de ella desnuda? ¿La habría espiado, se
habría masturbado en su cama, había intentado matarla? ¡No! Pero... ¿quién más podría ser?
Sólo Reggie.
—Oh, Dios mío. —El impacto atravesó su cuerpo y le hizo zumbar los oídos. Le fallaron las
rodillas. Se cubrió la boca con una mano temblorosa para contener un grito—. ¿Por q...? No...
¿Por qué? Confiaba totalmente en Reggie.
Cuando se tambaleó, Nick la agarró por la cintura.
—Tranquila —murmuró él.
Clavó los ojos en Nick con un repentino horror. Si no podía confiar en Reggie, el hombre que
conocía desde hacía tres años y que había sido como un padre para ella, ¿cómo podía confiar
en Nick, un hombre al que sólo conocía desde hacía tres días?
—¿ _____________? —La preocupación de Joe resonó a través del hilo telefónico.
Ella miró a Nick con los ojos muy abiertos, llenos de incertidumbre y algo muy parecido al pánico.
¿Qué sabía de él? Sólo lo que Reggie le había dicho. Y que intentaba transformar su sexualidad
en algo que ella misma no quería aceptar.
Luchó para soltarse de la presa de Nick. Se retorció con todas sus fuerzas, intentando liberarse.
Quería escapar ya. Huir a algún lugar donde nadie pudiera encontrarla.
—Tranquila. —Nick usó esa voz paciente pero autoritaria que _____________ conocía tan bien.
Algo en lo más profundo de su ser respondió al instante, quería obedecer a esa voz. Pero otra
parte de ella tenía miedo, aunque no sabía con exactitud de qué. Alguien deseaba hacerle daño,
alguien en quien había confiado plenamente. Reggie sólo probaba que ella no sabía juzgar el
carácter de las personas más allegadas a ella. ¿Y si se había equivocado al confiar a un
desconocido, no sólo su seguridad, sino su cuerpo y su alma?
Un desconocido al que sólo conocía porque Reggie le había pasado información sobre él.
Un terror helado atravesó a _____________. Le dio a Nick una patada en la espinilla, y un codazo en
el estómago. Él la sujetó con más fuerza y esquivó sus ataques como pudo.
—Te llamaré más tarde —le gruñó Nick al teléfono. Luego pulsó rápidamente el botón de
apagado e interrumpió la conexión con Joe.
Nick la agarró por la cintura. _____________ luchó aún con más ímpetu impulsada por el pánico
que le atravesaba el vientre y le bajaba por las piernas. Nick gruñó cuando ella acertó a darle
con el talón en la espinilla. Esperó que la soltara, pero la presa de él se hizo más fuerte.
Nick la condujo al dormitorio, arrastrándola con él. _____________ intentó agarrarse a la manilla
de la puerta para usarla como ancla, pero él era demasiado rápido y fuerte.
—¡Maldito seas, suéltame! —gritó _____________—. ¡Suéltame de una vez!
—Sé lo que estás pensando —gruñó Nick, ignorando su demanda—. Deja de pensarlo ahora
mismo.
—No me digas lo que puedo o no pensar, gilipollas.
—Sé razonable, cher.
Unos instantes más tarde, _____________ se encontró tumbada de espaldas sobre la cama. Con la
rapidez de un rayo, él cubrió su cuerpo frío con el suyo y la inmovilizó contra el colchón.
Extendió los brazos sobre los de ella, agarrándoles las muñecas en una presa suave pero
inflexible. El peso de sus largas piernas aseguró las de _____________ contra las sábanas suaves.
«No». La palabra resonaba en la mente de _____________ mientras ella luchaba; necesitaba escapar,
encontrar un lugar donde esconderse de todo aquello. Nick siguió sujetándola con fuerza incluso
cuando ella se quedó inmóvil. ¡No!
—Relájate. —La oscura mirada se clavó en la de ella, penetrando en su miedo con sus tranquilos
y dominantes ojos.
—¡Suéltame! —_____________ se tensó contra él, pero tanto sus brazos como sus piernas
estaban firmemente sujetos.
—Sé lo que está pasando por esa preciosa cabecita tuya, cher. Basta ya. No voy a hacerte daño.
—Si Reggie es el culpable, entonces..., entonces alguien como... tú, podría herirme, matarme...
Su voz sonaba jadeante, temblorosa. _____________ odiaba sonar tan indefensa. En la tele, ella era
la presentadora sexy; una profesional con cierto aire provocativo. Allí daba la talla. Pero en
medio de los pantanos de Lousiana, bajo el techo de Nick, era una pelirroja que odiaba sentirse
aterrada y estar fuera de su elemento físico, mental y... sexual.
Nick frunció el ceño, la preocupación le formó un surco entre las cejas.
—Estás pensando con la adrenalina que corre por tus venas, _____________, no con la lógica. No
lo hagas. Sólo llevamos aquí dos días. Podría haberte lastimado en cualquier momento si esa
hubiera sido mi intención.
_____________ se detuvo jadeante, pensando a toda velocidad. Nick había tenido un millón de
oportunidades para violarla o matarla... o las dos cosas a la vez. No había hecho nada de eso. Pero
razonar no era tan sencillo.
—¿Cómo sé que no estás jugando conmigo, esperando a que baje la guardia y que confíe
totalmente en ti para matarme? Apenas te conozco.
Nick hizo una pausa, esos insondables ojos color chocolate parecían taladrarla con una mirada tensa
y frustrante.
—No soy tu acosador. No soy como ese cabrón. Si escucharas a tu corazón, lo sabrías.
—¿Nunca has querido hacerme daño?
—¿Hacerte daño? —La inmovilizó con una mirada sincera y resentida—. ¿Quién te ayudó a
librarte del tirador? ¿Quién te puso a salvo?
Ella le respondió con un silencio significativo, mientras los pensamientos se agolpaban en su
mente. Estaba claro que Nick no le había hecho daño, a pesar de las múltiples oportunidades que
había tenido. La había ayudado en Lafayette, lo sabía. Lo que no sabía era por qué.
—Maldita sea, ¿qué he hecho para que desconfíes de mí? —le exigió él—. De lo único que
soy culpable es de intentar que reconozcas quién eres en realidad, algo que te empeñas en no
querer saber.
—Hace tres días ni siquiera sabía tu nombre —le gritó _____________ a la cara—. Y ahora...
¿se supone que tengo que dejar mi vida y mi sexualidad en tus manos? ¿Cuántos hombres
arriesgarían su vida para ayudar a una desconocida?
—Eso es algo que un soldado hace todos los días, _____________. —Le agarró las muñecas con
fuerza—. Es el que se la juega para proteger a los ciudadanos de su país, gente a la que no
conocerá nunca. He sido soldado demasiados años para cambiar ahora. Después me convertí en
guardaespaldas. No podía estar allí y observar cómo te mataban.