sábado, 6 de agosto de 2011

Placeres Nocturnos. Capitulo 4

El tipo no contestó.

-Mira -siguió ella, alzando el brazo para mostrarle el grillete-. Estoy encadenada a ti y quiero una respuesta.

-No, tú no quieres ninguna respuesta.

Vale, eso sí que no. Aborrecía a los machos alfa. Esos tipos dominantes que parecían decir con su actitud «Yo soy el tío, nena: yo conduzco» le daban arcadas.

-Muy bien, machoman -le dijo irritada-. No soy ninguna descerebrada ligera de cascos que se dedique a hacer ojitos y pestañear a los chulos vestidos de cuero. No intentes tus tácticas de musculitos conmigo. Por si no lo sabes, en mi oficina me llaman la rompepelotas.

Nick la miró con el ceño fruncido.

-¿Machoman? -repitió, incrédulo.

Jamás en su extremadamente larga vida se había encontrado con alguien que tuviera la osadía de enfrentarse a él. Durante su etapa mortal, había conseguido que ejércitos enteros de romanos huyeran aterrorizados antes de llegar a enfrentarse a ellos. Pocos hombres se habían atrevido a mirarlo frente a frente. Desde que se convirtiera en Cazador Oscuro, legiones de Daimons y apolitas temblaban ante su mera presencia. Su nombre era susurrado con temor y reverencia, y esta mujer acababa de llamarlo...

-Chulo vestido de cuero -repitió en voz alta-. Creo que jamás me había sentido tan insultado.

-Entonces es que has sido hijo único.

Él soltó una carcajada por el comentario. En realidad, había tenido tres hermanas más pequeñas que él, pero ninguna se había atrevido a insultarlo nunca.

Deslizó la mirada por el cuerpo femenino. No era una belleza clásica, pero esos ojos almendrados le conferían una apariencia exótica y le recordaban los de una hechicera. El pelo, de color caoba, le caía desordenado alrededor de los hombros. Pero habían sido esos ojos azules los que lo cautivaron. Cálidos e inteligentes, lo observaban, entornados, con una mirada maliciosa.

Un ligero rubor le cubría las mejillas, oscureciendo el azul de sus ojos. A pesar del peligro en el que se encontraban, Nick se preguntaba si tendría la misma apariencia después de toda una noche entera de puro sexo agotador. Se imaginaba esos ojos oscurecidos por la pasión, el pelo enredado, las mejillas enrojecidas por el roce de su barba y los labios húmedos e hinchados por sus besos.

La idea hizo que su cuerpo se incendiase.

Hasta que sintió el familiar cosquilleo en la nuca.

-Pronto amanecerá.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo sé. -Tiró de ella hasta ponerla en pie y comenzó a examinar los herrumbrosos muros en busca de una salida-. Una vez que nos liberen tendremos que encontrar el modo de librarnos de los grilletes.

-Gracias por señalar lo obvio. -________ miró la herida que tenía en el costado y que se veía a través del desgarrón de la camisa-. Antes necesitas que te miren eso.

-No quiera Dios que me desangre hasta morir, ¿eh? -preguntó con ironía-. Porque si no, tendrás que arrastrar mi pútrido cadáver.

Ella arrugó la nariz, asqueada.-¿Podrías ser un poco más morboso? ¡Jesús! ¿Quién era el ídolo de tu infancia?, ¿Boris Karloff?

-En realidad era Hannibal.

-Estás intentando asustarme, ¿no es cierto? -preguntó ella-. Pues que sepas que no va a funcionar. Crecí en una casa llena de poltergeist furiosos y con dos hermanas que solían invocar demonios por el placer de luchar con ellos. Tío, he visto de todo y tu humor negro no funciona conmigo.

Antes de darse cuenta de lo que ella estaba haciendo, ________ agarró el borde de la camisa y la alzó. Se quedó helada al ver su estómago desnudo. Era liso y duro, con unos fantásticos abdominales, bien marcados, que cualquier atleta envidiaría. Pero lo que la dejó boquiabierta fueron las cicatrices que le cubrían la piel.

Y, lo que parecía peor, la horrible herida que le atravesaba el costado y que llegaba por debajo las costillas.

-¡Dios santo!, ¿qué te ha pasado?

Él se bajó la camisa de un tirón y se alejó de ella.

-Si te refieres a las cicatrices, tardaría años en contártelo. Si lo dices por la herida, me la hizo un apolita de unos trece años al que confundí con un niño que necesitaba ayuda.

-¿Te tendieron una trampa?Él se encogió de hombros.

-No es la primera vez.

________ tragó saliva y lo miró de la cabeza a los pies. Lo rodeaba un aura poderosa y letal. Se movía como un depredador ágil y sigiloso, y esos ojos... Parecían fijarse no sólo en lo que se veía a simple vista. Esos crueles ojos negros brillaban de forma espectral.

Y le robaban el aliento cada vez que se posaban en ella.

Nunca había visto a un hombre rubio con unos ojos tan oscuros. Ni tampoco había visto a un hombre tan apuesto. Sus rasgos eran perfectos, como si hubieran sido modelados por un artista. Exudaba virilidad; una sexualidad puramente masculina que parecía casi sobrenatural. Conocía a muchos hombres que se esforzaban por proyectar lo que la madre naturaleza le había concedido a éste a manos llenas.
-¿Qué es un Cazador Oscuro? -le preguntó-. ¿Se parece en algo a Buffy, la Cazadora de Vampiros?

Él se rió.

-Sí. Soy una adolescente bajita y emancipada que vaga por ahí luchando contra los vampiros, con
unos pendientes que los malos utilizarían para desgarrarme las orejas y tirar de ellos hasta...

-Ya sé que no eres una chica, pero ¿qué es un Cazador Oscuro?

Dejo escapar un suspiro y tiró de ella para continuar examinando las paredes de la habitación en
busca de una puerta oculta.

-Resumiendo: acabo con las criaturas que merodean durante la noche.

________ sintió un escalofrío al escuchar su somera explicación, pero supo que había mucho más.
Parecía un tipo letal, aunque no había en él rastro alguno de crueldad o vileza.

-¿Por qué quieres matar a Desiderius?
Él la miró un instante antes de intentar forzar la puerta de nuevo. Sacudió con tanta fuerza el
pomo que a ________ le sorprendió que no arrancara la cerradura de cuajo.

-Porque no sólo se dedica a matar humanos, también roba sus almas.

Ella se tensó al escucharlo.

-¿Eso es cierto?

-Acabas de decir que lo has visto todo -se burló él-. Dímelo tú.

________ sintió el repentino deseo de estrangularlo. Jamás en su vida se había encontrado con un
tipo más engreído y exasperante.

-¿Por qué acabo siempre metida en todos estos fenómenos paranormales? -se preguntó en un
murmullo-. ¿Es demasiado pedir un día normal y corriente?

-La vida rara vez es como desearíamos que fuese.

Ella lo miró con el ceño fruncido, confundida por el extraño tono de voz.

Nick ladeó la cabeza y alzó la mano para indicarle que guardara silencio.

El pomo de la puerta hizo un sonido metálico.
-Toc, toc -dijo Desiderius-. Tenéis todo el día para buscar refugio. Cuando caiga la noche
saldremos de caza.

-Sí, sí -contestó Hunter-. Tú y tu perrito, supongo.

El tono jovial sorprendió a ________. Las inquietantes palabras de Desiderius no habían hecho
mella en él.

-¿No te asustan sus amenazas?

Hunter la miró con severidad.

-Chère, el día que alguien como él consiga asustarme, me pondré de rodillas y le daré mi puñal
para que me arranque el corazón. Lo que temo es el momento de enfrentarnos a tu hermana y convencer
a la Reina de la Testarudez de que se mantenga alejada de todo esto hasta que yo sea capaz de
localizar a Desiderius y mandar su alma al olvido, que es donde debe estar.

________ se rió, a pesar del peligro que les rodeaba.

-¿La Reina de la Testarudez? Ya veo que conoces muy bien a Tabitha.

Hunter hizo caso omiso de su comentario mientras utilizaba su cuerpo para protegerla y abría la
puerta con precaución. Acto seguido, se detuvo y echó un vistazo.
Al otro lado de la puerta se extendía un estrecho pasillo, flanqueado por enormes ventanas
cubiertas de una espesa capa de polvo que oscurecía la luz del sol del amanecer.

-Joder -gruñó Hunter en voz baja, mientras volvía a entrar a la habitación.

-¿Qué pasa? -preguntó ________ con el corazón desbocado a causa del terror-. ¿Hay alguien ahí
fuera?

-No.

-Entonces vámonos -dijo, encaminándose hacia la puerta.

Él no se movió ni un milímetro. Con los dientes apretados volvió a mirar el pasillo y dijo algo
en un idioma que ________ desconocía.

-¿Cuál es el problema? -preguntó ella-. Está amaneciendo y no hay nadie ahí fuera. Vámonos de
aquí.

Hunter respiró hondo, como si estuviese irritado.

-El problema no es que haya gente. El problema es el sol.

-¿Y qué problema puedes tener con el sol?
Dudó unos instantes antes de abrir la boca y pasarse la lengua sobre unos colmillos largos y
afilados.
¡El maravilloso tío bueno es un vampiro!

-¡No, no, no y no! -El cuerpo de ________ era presa de continuos estremecimientos de terror y le
estaba costando un esfuerzo supremo contener los chillidos-. ¿Vas a chuparme la sangre?

Él alzó una ceja en un gesto sarcástico.

-¿Es que tengo pinta de abogado?

________ ignoró el mordaz comentario.

-¿Vas a matarme?Él soltó un suspiro exasperado y su rostro adoptó una expresión irritada.

-Si tuviese intención de hacerlo, ¿no crees que ya estarías muerta?

Se acercó a ella y le ofreció un amago de sonrisa maliciosa que ________ reconoció como un
intento de intimidación. Y vaya si funcionó.
Hunter alzó la mano que tenía libre para acariciarle la piel del cuello, bajo la que latía la
yugular. El roce, ligero como una pluma, provocó una oleada de escalofríos por todo su cuerpo.

-Puestos a pensarlo, podría dejarte seca y después arrancarte la mano de un bocado, para librarme
de ti.

Aterrorizada, abrió los ojos de par en par.

-Pero... estás de suerte; tampoco tengo intención de hacer eso.

-Deja el sarcasmo, ¿vale? -balbució con el corazón desbocado, ya que no estaba muy segura de que
estuviese bromeando y de que en el momento menos pensado, se abalanzara sobre ella con el rostro
desencajado y comenzara a chuparle la sangre-. Me resulta difícil hacer frente a esta situación.
Ponte en mi lugar. Lo único que hice fue ir a casa de Tabitha para sacar a su perro porque si no
iba a hacerse pis en su cama. De ahí pasé a ser golpeada en la cabeza y he acabado encadenada a un
vampiro. Perdóname si parezco un poco trastornada en este momento.Para su sorpresa, Hunter alzó
una mano y dio un paso hacia atrás.
-Tienes razón. Supongo que no estás acostumbrada a que la gente te ataque sin motivo aparente.

Por su tono, ________ supo que él -muy al contrario- tenía una amplia experiencia en encontrarse
en medio de este tipo de situaciones.

Hunter le respondió con una sonrisa forzada que no le llegó a los ojos.

-Si te sirve de consuelo, no me alimento de humanos.

Por alguna razón, la confesión sirvió para mejorar su ánimo. No es que acabara de creérselo
pero, aun así, se sentía más tranquila.

-Entonces, ¿eres como Ángel?

Él puso los ojos en blanco.

-Ves demasiada televisión -murmuró y añadió en voz más alta-: Ángel tiene alma. Yo no.

-Me estás asustando de nuevo.

La expresión de su rostro indicó que estaba pensando en lo que le había dicho antes: «Nena,
todavía no has visto nada escalofriante».

Volvió a mirar al pasillo.

-De acuerdo. Vamos a tener que salir corriendo antes de que el sol avance. -Hunter le dedicó una
mirada penetrante-. El problema más grave es que no sé adónde lleva este pasillo. En el caso de
que nos condujera a un lugar al aire libre y sufriera una agonizante muerte por combustión
espontánea, necesitaría que me hicieras un favor.
-¿Un favor? -preguntó con incredulidad. Desde luego qué cojones[1] tenía el tío. La intimidaba,
la amenazaba ¿y se atrevía, después de todo, a pedirle un favor?-. Claro, ¿por qué no? -le
preguntó.

Se quitó el anillo que llevaba en la mano derecha y se lo ofreció.

-Necesito que lo guardes y que busques un árbol.

________ miró el anillo con el ceño fruncido. Estaba rayado y tenía bastantes abolladuras, lo que
indicaba que había sido bastante maltratado. O que la mano que adornaba había sufrido muchas
vicisitudes.

Los rubíes se engarzaban en la parte superior y sostenían una espada de diamantes, rodeada por
diminutas esmeraldas con forma de hojas de laurel y rematada por un zafiro a modo de corona. Estaba
claro que era una joya antigua y muy valiosa. ¿Por qué se lo confiaba a ella? Sin saber muy bien
qué hacer con él, se lo metió en el bolsillo de los vaqueros.

-¿Sirve cualquier árbol? -le preguntó.

-Cualquiera. Cuando estés debajo del árbol, pronuncia las siguientes palabras: «Artemisa, yo te
invoco en tu forma humana».

-Artemis...
Hunter le puso la mano sobre los labios.
-Por Zeus, no lo digas hasta que yo haya desaparecido. Una vez hayas pronunciado las palabras,
espera hasta aparezca una mujer pelirroja, muy alta, y le dices que necesitas protección frente a
Desiderius.

________ arqueó una ceja.

-¿Quieres que invoque a una diosa para que me proteja?

-Si no lo haces, os atrapará a ti y a tu hermana.

-¿Es que te importa?

-Mi trabajo consiste en proteger a los humanos de los Daimons; eso es lo que hace un Cazador Oscuro.
-Aunque había adoptado una expresión dura, sus ojos brillaban de un modo que le decía que tras
aquella historia se ocultaba mucho más.

-¿Qué son los Daimons? -le preguntó.

-Son vampiros con sobredosis de esteroides y complejo de dioses. Prométeme que lo harás.

¿Por qué no? Era una petición muy extraña pero, teniendo en cuenta que estaba encadenada con
unos grilletes a un vampiro, ¿quién era ella para decidir lo que era extraño y lo que no?

-Vale.
-Bien. Ahora, salgamos de aquí a toda prisa.

Antes de que pudiera contestar, Hunter agarró el grillete que rodeaba su muñeca y corrió hacia la
derecha, siguiendo el pasillo. Mientras corrían sobre el suelo oxidado, ________ se dio cuenta de
que estaban en una especie de fábrica abandonada.

Al final del pasillo encontraron unas escaleras que bajaban al piso inferior. Hunter tiró de ella
hasta llegar al último escalón y aparecieron en una habitación enorme con suelo de cemento. Las
antiguas paredes metálicas estaban abolladas y los rayos del sol se filtraban a través de las
grietas.

El Cazador Oscuro retrocedió hasta quedar en las sombras, lejos de la luz. Su rostro parecía
ligeramente quemado por el sol pero, en conjunto, no se veía muy mal tras su loca carrera.

-¿Y ahora qué? -le preguntó ella mientras recobraba el aliento.

Él ni siquiera tenía la respiración alterada. Pero había clavado los ojos en sus pechos con sumo
interés y la miraba de forma un tanto... ardiente.

________ cruzó los brazos como barrera de protección.
Y, por primera vez, le vio esbozar una verdadera sonrisa cuando cayó en la cuenta de que la mano de
Hunter estaba peligrosamente cerca de su pecho. Tan cerca que las puntas de sus dedos le rozaban el
pezón.

________ sintió que el fuego corría por sus venas. Bajó los brazos de inmediato hasta dejarlos a
ambos lados del cuerpo, todo ello bajo la sonrisa burlona de él que, aunque malvada y de labios
firmemente apretados, seguía siendo devastadora. El brillo de diversión en sus ojos quitaba el
aliento y su rostro se había suavizado hasta mostrar un encanto juvenil que podría derretir el
corazón de cualquier fémina.

Echó un vistazo alrededor de la fábrica vacía.

-Ahora echo en falta un móvil o una línea de metro. Sabía que debería haber aceptado la plaza de
Nueva York.

Confundida, ________ alzó la mirada.

-¿Plaza? ¿A qué te refieres? ¿Es que lo de cazar es un empleo regularizado?

-Sí, incluso me pagan.

-¿Quién te paga?

En lugar de contestar, Hunter alzó una mano indicando que guardara silencio; un gesto que estaba
empezando a cabrearla. Básicamente, porque siempre presagiaba algún tipo de problema. Y ya estaba
cansada de enfrentarse a los problemas de Tabitha.

Dos segundos después, se escucharon los pasos de alguien que rodeaba el edificio desde el exterior.
Hunter la ocultó entre las sombras, junto a él, mientras escuchaban con atención. Había colocado
el brazo libre alrededor de sus hombros, para poder mantenerla pegada a su cuerpo.
________ se quedó petrificada cuando su espalda se apoyó por completo en el pecho masculino y la
asaltó una oleada de inoportuno deseo. La tibieza que emanaba del cuerpo de Hunter la ayudaba a
entrar en calor, y esa aura de virilidad y poder masculino la subyugaban. Y aún más inquietante
era el agradable aroma a cuero y sándalo que comenzaba a invadir sus sentidos.

Deseaba a este hombre.

¿Estás loca? ¡Este tipo es un vampiro!

Vale, pero un vampiro que está como un tren.

Nick no podía respirar debido a la proximidad del cuerpo de ________. Sus agudizados sentidos la
percibían por completo. Escuchaba el ritmo alocado de su corazón, la sequedad de su boca y, lo que
era peor, podía paladear su deseo.

Y eso lo estimulaba aún más. Y le recordaba por qué había establecido el hábito de evitar a las
mujeres tanto como le resultaba posible. Maldito seas, Desiderius. Porque, en esos instantes, le
resultaba muy difícil recordar que no podía poseerla. Y aún más difícil era obviar su aroma. O
su forma de moverse, como la de una bailarina segura de sus pasos. Su cuerpo esbelto era la
personificación de la elegancia y no le costaba mucho esfuerzo imaginarla sentada a horcajadas
sobre él mientras le proporcionaba un placer sexual que, estaba completamente seguro, ningún otro
hombre le había dado antes.
Su entrepierna se tensó hasta un punto cercano al dolor. No podía recordar la última vez que se
había puesto tan duro por una mujer. Y tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no
besarla; y para no enterrar los labios en su garganta e inhalar ese aroma dulce y cálido
mientras... Flexionó los dedos, aumentando la presión que ejercía sobre los hombros de la chica,
al darse cuenta de que sólo tenía que bajar la mano unos centímetros y podría acariciar su
pecho. Tan sólo unos centímetros...

De repente, el sonido de un walkie-talkie rompió el silencio.

-Es un albañil -susurró ________, echando a correr hacia una ventana.

Nick siseó cuando ella lo arrastró hacia la luz del sol y volvió bruscamente a la sombra.

-Lo siento -murmuró. Se acercó con cuidado a la ventana, asegurándose de no exponer a Hunter a
los rayos del sol-. ¡Eh! -exclamó para llamar la atención del trabajador, que se encontraba a
unos metros de distancia, hurgando en un viejo tractor.

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