martes, 2 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 3

Soltó la copa y fue hacia la salita de estar. Al principio no vio nada. Pero según se acercaba a la puerta, percibió una presencia extraña. Algo que le puso la piel de gallina.
Entró en la estancia con mucho cuidado y vio una figura alta, de pie delante del sofá. Era un hombre. Un hombre muy apuesto. ¡Un hombre desnudo!
___ hizo lo que cualquier mujer que se encuentra a un hombre desnudo en su salita de estar hubiese hecho: gritar.
Y después, salir corriendo hacia la puerta.
Sólo que se olvidó de los cojines que habían amontonado en el suelo y que aún estaban allí. Se tropezó con unos cuantos y cayó de bruces.
¡No! Gritó mentalmente mientras aterrizaba de forma poco elegante y dolorosa. Tenía que hacer algo para protegerse.
Temblando de pánico, se abrió paso entre los cojines mientras buscaba un arma. Al sentir algo duro bajo la mano lo cogió, pero resultó ser una de sus zapatillas rosas con forma de conejo.
¡Joder! Por el rabillo del ojo vio la botella de vino. Rodó hacia ella y la cogió; entonces se giró para enfrentar al intruso.
Más rápido de lo que ella hubiese podido esperar, el hombre cerró sus cálidos dedos alrededor de su muñeca y la inmovilizó con mucho cuidado.
- ¿Te has hecho daño? -le preguntó.
¡Santo Dios!, su voz era profundamente masculina y tenía un melodioso y marcado acento que sólo podía describirse como musical. Erótico. Y francamente estimulante.
Con todos los sentidos embotados, ___ miró hacia arriba y...
Bueno...
Para ser honestos, sólo vio una cosa. Y lo que vio hizo que las mejillas le ardieran más que un Cajun gumbo{ç}[1] . Después de todo, cómo no iba a verlo si estaba al alcance de su mano. Y además, con semejante tamaño.
Al momento, el tipo se arrodilló a su lado, con mucha ternura le apartó el pelo de los ojos y pasó las manos por su cabeza en busca de una posible herida.
___ se recreó con la visión de su pecho. Incapaz de moverse ni de mirar otra cosa que no fuese aquella increíble piel, sintió la urgencia de gemir ante la intensa sensación que los dedos de aquel tipo le estaban provocando en el pelo. Le ardía todo el cuerpo.
- ¿Te has golpeado la cabeza? -le preguntó él.
De nuevo, ese magnífico y extraño acento que reverberaba a través de su cuerpo, como una caricia cálida y relajante.
___ miró con mucha atención aquella extensión de piel dorada por el sol, que parecía pedirle a gritos a su mano que la tocara.
¡El tipo prácticamente resplandecía!
Fascinada, deseó verle el rostro y comprobar por sí misma que era tan increíble como el resto de su cuerpo.
Cuando alzó la mirada más allá de los esculturales músculos de sus hombros, se quedó con la boca abierta. Y la botella de vino se deslizó entre sus adormecidos dedos.
¡Era él!
¡No!, no podía ser.
Esto no podía estar sucediéndole a ella, y él no podía estar desnudo en su sala de estar con las manos enterradas en su pelo. Este tipo de cosas no pasaban en la vida real. Especialmente a las personas equilibradas como ella.
Pero aun así...
¿Nicholas? -preguntó sin aliento.
Nick -contesto Nicholas con vos ronca
Tenía la poderosa y definida constitución de un gimnasta. Sus músculos eran duros, prominentes y magníficos, y muy bien definidos; tenía músculos hasta en lugares donde ni siquiera sabía que se podían tener. En los hombros, los bíceps, en los antebrazos; en el pecho, en la espalda. Y del cuello hasta las piernas.
Cualquier músculo que se le antojara, se abultaba con una fuerza ruda y totalmente masculina.
Hasta "aquello" había comenzado a abultarse.
El pelo le caía a la buena de Dios en una melena ondulada, y le enmarcaba un rostro sin rastro de
barba, que parecía haber sido esculpido en granito. Increíblemente guapo y cautivador, sus rasgos
no resultaban femeninos ni delicados. Pero definitivamente, robaban el aliento.
Los sensuales labios se curvaban en una leve sonrisa que dejaba a la vista un par de hoyuelos con
forma de media luna, en cada una de sus bronceadas mejillas.
Y sus ojos.
¡Dios mío!
Tenían el marrón claro de las hojas en otoño, rodeados de un borde azul oscuro que resaltaba sus
iris. Resultaban abrasadores de tan intensos, y reflejaban inteligencia. ___ tenía la sensación de
que aquellos ojos podían realmente resultar letales.
O al menos, devastadores.
Y ella se sentía realmente devastada en esos momentos. Cautivada por un hombre demasiado perfecto
para ser real.
Vacilante, extendió la mano para colocarla sobre su brazo. Se sorprendió mucho cuando no se
evaporó, demostrando que no era una alucinación etílica.
No, ese brazo era real. Real, duro, y cálido. Bajo aquella piel que su mano tocaba, un poderoso
músculo se flexionó, y el movimiento hizo que su corazón comenzara a martillearle con fuerza.
Atónita, no podía hacer otra cosa que mirarlo.
Nick alzó una ceja, intrigado. Nunca antes una mujer había salido huyendo de él. Ni lo había
dejado de lado después de haberlo invocado.
Todas las demás habían esperado ansiosas a que él tomara forma y se habían lanzado directamente
a sus brazos, exigiéndole que las complaciera.
Pero ésta no...
Era distinta.
En sus labios cosquilleaba una sonrisa mientras deslizaba los ojos por el cuerpo de aquella mujer.
Una abundante melena negra le caía hasta la mitad de la espalda, y sus ojos tenían el color gris
pálido del mar justo antes de una tormenta, con motitas de color plata y verde que brillaban con
calidez e inteligencia.
La pálida y suave piel estaba cubierta de pequeñas pecas. Era tan adorable como su suave e
insinuante voz.
No es que eso importase demasiado.
Sin tener en cuenta cuál fuese su apariencia, él estaba allí para servirla sexualmente. Para
perderse al saborear aquel cuerpo, y tenía toda la intención de hacer precisamente eso.
- Vamos -le dijo sujetándola por los hombros-. Déjame ayudarte.

- Estás desnudo -murmuró ___ mirándole de arriba abajo, totalmente perpleja, mientras se ponían
en pie-. Estás "muy" desnudo.
Él le colocó unos cuantos mechones oscuros tras las orejas.
- Lo sé.
- "¡Estás desnudo!"
- Sí, creo que ya lo hemos dejado claro.
- Estás tan contento, y desnudo.
Confundido, Nick frunció el ceño.
- ¿Qué?
Ella miró su erección.
- Estás "contento" -le dijo con una intencionada mirada-. Y estás desnudo.
Así le llamaban entonces en este siglo. Debería recordarlo.
- ¿Y eso te hace sentir incómoda? -le preguntó, asombrado por el hecho de que a una mujer le
preocupara su desnudez, cosa que jamás había sucedido anteriormente.
- ¡Bingo!
- Bueno, conozco un remedio -dijo Nick, bajando el timbre de su voz mientras miraba la camisa de ___
y los endurecidos pezones que se marcaban a través de la tela. No podía esperar más para ver esos
pezones.
Para saborearlos.
Se acercó para tocarla.
___ se alejó un paso con el corazón desbocado. Esto no era real. No podía serlo. Estaba borracha
y tenía alucinaciones. O quizás se había golpeado la cabeza con la mesita del sofá y estaba
desangrándose, muriéndose poco a poco.
¡Sí, eso era! Eso tenía sentido.
Por lo menos, tenía más sentido que aquel palpitante estremecimiento que hacía que su cuerpo
ardiera. Un estremecimiento que le pedía que se lanzara al cuello de aquel tipo.
Y de justos era decir que tenía un bonito cuello.
*Cuando tengas una fantasía, muchacha, es que definitivamente estás agotada. Seguramente habrás
estado trabajando más de la cuenta, y estás empezando a llevarte a casa los sueños de tus
pacientes.*
Nick se acercó a ella y le encerró el rostro entre sus fuertes manos. ___ no podía moverse. Se
limitó a dejar que le alzara la cabeza hasta que pudo mirar de frente aquellos penetrantes ojos,
que con toda seguridad podrían leerle el alma. La hipnotizaban como los de un mortífero depredador
sosegando a su presa.
___ se estremeció bajo su abrazo.
Y entonces, unos ardientes y exigentes labios cubrieron los suyos. ___ gimió en respuesta. Había
escuchado hablar toda su vida de besos que hacían flaquear las rodillas de las mujeres, pero ésta
era la primera vez que le sucedía a ella.
¡Oh! Aquel hombre olía estupendamente, daba gusto tocarlo y, además, sabía muchísimo mejor.
Por propia iniciativa, sus brazos envolvieron aquellos amplios y fuertes hombros. El calor del pecho
del hombre se introdujo en su cuerpo, incitándola con la erótica y sensual promesa de lo que
vendría a continuación. Y mientras tanto, él se dedicaba a embelesarla con sus labios con tanta
maestría como un vikingo con la intención de arrasarlo todo a su paso.
Cada centímetro de su magnífico cuerpo estaba íntimamente pegado al suyo, acariciándola con la
intención de despertar todos sus instintos femeninos. ¡Oh Dios! Su presencia la estimulaba como
ningún otro hombre lo había hecho jamás. Deslizó la mano por los esculturales músculos de su
espalda y suspiró cuando sintió que se movían bajo su mano.
___ decidió en aquel preciso instante que si era un sueño, definitivamente no quería que sonara
el despertador.
Ni el teléfono
Ni...
Las manos de Nick acariciaron su espalda antes de agarrarla por las nalgas y acercar más sus
caderas, mientras su lengua seguía danzando en su boca. El aroma a sándalo inundaba sus sentidos.
Con el cuerpo derretido, exploró los duros y firmes músculos de su espalda desnuda, mientras los
largos mechones de él le rozaban las manos en una erótica caricia.
Nick sintió que su cabeza daba vueltas con el cálido roce de ___, con la sensación de sus brazos
envolviéndolo mientras sus propias manos recorrían su suave y pecosa piel, un deleite para el
hambriento.
Cómo le gustaban los sonidos inarticulados con los que ella provocativamente le respondía. Mmm,
estaba deseando oírla gritar de placer. Ver cómo su cabeza caía hacia atrás mientras su cuerpo
se convulsionaba espasmo tras espasmo envolviendo su miembro.
Hacía muchísimo tiempo que no sentía las caricias de una mujer. Mucho tiempo desde que no gozaba
del más mínimo contacto humano.
Sentía un deseo candente que le recorría todo el cuerpo; si ésta fuese su primera vez, devoraría
a ___ como a un trozo de chocolate. La tumbaría y gozaría de ella como un hambriento invitado a un
banquete.
Pero tenía que esperar a que se acostumbrara un poco a él.
Muchos siglos atrás, había aprendido que las mujeres siempre se desvanecían tras su primera
unión. Definitivamente, no quería que ésta se desmayara.
Al menos todavía.
No obstante, no podía esperar un minuto más para poseerla.
La tomó en brazos y se encaminó hacia la escalera.
En un principio, ___ no reaccionó, perdida como estaba en la sensación de aquellos fuertes brazos
que la rodeaban con pasión; su mente estaba totalmente centrada en el hecho de que un hombre la
hubiera levantado del suelo y no hubiese gruñido por el esfuerzo. Pero al pasar junto a la enorme
piña que decoraba el pasamanos de la escalera, salió de su ensimismamiento con un sobresalto.
- ¡Eh, tío! -le soltó agarrándose a la piña de caoba tallada como si se tratara de un
salvavidas-. ¿Dónde crees que me llevas?
Él se detuvo y la miró con curiosidad. En ese momento, ___ fue consciente de que un hombre tan
alto y poderoso como aquél, podría hacer lo que le apeteciese con ella y sería inútil intentar
detenerlo.
Un estremecimiento de terror la sacudió.
Sin embargo, por muy peligrosa que la situación fuese, una parte de ella no estaba asustada. Algo
en su interior le decía que ese hombre jamás le haría daño intencionadamente.
- Te llevo a tu dormitorio, donde podemos acabar lo que hemos empezado -dijo llanamente, como si
estuviesen hablando del tiempo.
- Me parece que no.
Él encogió aquellos hombros, maravillosamente amplios.
- ¿Prefieres las escaleras entonces?, ¿o quizás el sofá? -se detuvo y echó un vistazo alrededor
de su casa, como si estuviese considerando las opciones-. No es mala idea, en realidad. Hace mucho
que no poseo a una mujer en un...
- ¡No, no, no! El único sitio donde vas a poseerme es en tus sueños. Y ahora déjame en el suelo
antes de que me enfade de verdad.
Para su asombro, él obedeció.
Comenzó a sentirse un poco mejor una vez que sus pies tocaron tierra firme y subió dos escalones.
Ahora estaban frente a frente, y casi a la misma altura; bueno, si es que alguien podía estar
alguna vez a la altura de un hombre con semejante autoridad e innato poder.
De pronto, el impacto de su presencia la golpeó con intensidad.
*¡Era real!*
¡Cielos!, Yare y ella habían conseguido convocarlo y traerlo a este mundo.
Con el rostro impasible y sin la más ligera muestra de que la situación lo divirtiera, la miró
directamente a los ojos.
- No entiendo por qué estoy aquí. Si no quieres sentirme dentro de ti, ¿por qué me has
convocado?
Estuvo a punto de gemir al escuchar sus palabras. Y más aún cuando la visión de su cuerpo dorado,
esbelto y poderoso introduciéndose en ella le pasó por la mente.
¿Qué se sentiría cuando un hombre tan increíblemente delicioso te hacía el amor durante toda la
noche?
Estaba claro que Nick sería delicioso en la cama. No cabía duda. Con la destreza y agilidad que
caracterizaban sus movimientos, no hacía falta decir lo fenomenalmente bien que...
___ se puso tensa ante el rumbo de sus pensamientos. ¿Qué pasaba con este hombre?
Jamás en su vida había sentido un deseo sexual como el que sentía en esos momentos. ¡Nunca!
Literalmente hablando, lo tumbaría en el suelo y se lo comería entero.
No tenía sentido.
Se había acostumbrado, con el paso de los años, a que le describieran innumerables encuentros
sexuales de la forma más gráfica; algunos de sus pacientes incluso intentaban conmocionarla o
excitarla.
Ni una sola vez habían conseguido su propósito.
Pero cuando se trataba de Nick, lo único que tenía en mente era cogerlo, echarlo en el suelo y
subírsele encima.
Ese pensamiento, tan impropio de ella, le devolvió la sensatez.
Abrió la boca para responder su pregunta, y no dijo nada. ¿Qué iba a hacer con este hombre?
Aparte de "aquello".
Movió la cabeza con incredulidad.
- ¿Qué se supone que voy a hacer contigo?
Los ojos de él se oscurecieron por la lujuria e intentó tocarla de nuevo.
*¡Oh, sí!* le pedía su cuerpo, *por favor, tócame por todos sitios.*
- ¡Para! -espetó, dirigiéndose tanto a Nick como a sí misma; se negaba a perder el control. La
cordura gobernaría la situación, no las hormonas. Ya había cometido ese error una vez, y no
estaba dispuesta a repetirlo.
Subió de un salto un escalón más y lo miró directamente a los ojos. ¡Jesús, María y José!,
era fantástico. El cabello castaño le caía en ondas hasta la mitad de la espalda, donde estaba
sujeto por una tira de cuero marrón. Excepto tres finas trenzas acabadas en pequeñas cuentas de
cristal, que oscilaban con cada uno de sus movimientos.
Las cejas, de color castaño oscuro, se arqueaban sobre unos ojos fascinantes a la par que
terroríficos. Y esos ojos la estaban mirando con más pasión de la que debieran.
En ese momento desearía poder matar a Yarelys, sin ninguna duda.
Pero no tanto como le gustaría meterse en la cama con este hombre y clavar los dientes en esa piel
dorada.
*¡Déjalo ya!*
- No entiendo lo que sucede -dijo al fin. Tenía que pensar; descubrir lo que debía hacer-.
Necesito sentarme un minuto y tú... -deslizó los ojos sobre el magnífico cuerpo-. Tú necesitas
taparte.
Nick puso una expresión crispada. Era la primera vez en toda su existencia que alguien le decía
eso.
De hecho, todas las mujeres a las que había conocido antes de la maldición, no habían hecho otra
cosa que intentar arrancarle la ropa. Lo más rápido posible. Y después de la maldición, sus
invocadoras habían dedicado días enteros a contemplar su desnudez mientras pasaban las manos por
su cuerpo, saboreando su presencia.
- Quédate aquí un momento -le dijo ___ antes de subir a toda prisa las escaleras.
Nick observó el vaivén de sus caderas mientras subía los peldaños y su miembro se endureció al
instante. Echó un vistazo a su alrededor con los dientes apretados, en un intento por ignorar el
ardor que sentía en la entrepierna. La clave estaba en la distracción; al menos hasta que ella
claudicara.
Lo cual no tardaría en ocurrir. Ninguna mujer podía negarse por mucho tiempo el placer de tenerlo.
Con una amarga sonrisa ante aquella idea, contempló la casa.
¿En qué lugar y en qué época se encontraba?
No sabía cuánto tiempo había estado atrapado. Lo único que recordaba era el sonido de las voces
a lo largo del tiempo, el sutil cambio de los acentos y de los dialectos según pasaban los años.
Mirando la luz que se encontraba sobre su cabeza, frunció el ceño. No había ninguna llama. ¿Qué
era esa cosa? Los ojos se le llenaron de lágrimas, irritados, y desvió la vista.
Eso debía ser una bombilla, decidió.
«Oye, necesito cambiar la bombilla. Hazme el favor de darle al interruptor que está junto a la
puerta, ¿vale?»
Mientras recordaba las palabras del dueño de la librería, miró hacia la puerta y vio lo que
supuestamente debía ser el interruptor. Nick se alejó de las escaleras y apretó el pequeño
dispositivo. De inmediato, las luces se apagaron. Volvió a encenderlas.
Sonrió sin proponérselo. ¿Qué otras maravillas le aguardaban en esta época?
- Aquí tienes.
Nick miró a ___ que estaba en la parte superior de la escalera. Le arrojó un largo rectángulo de
tela verde oscuro. La sostuvo sobre el pecho mientras la incredulidad lo dejaba perplejo.
¿Había dicho en serio lo de cubrirle?
Qué extraño. Frunciendo más el ceño, se envolvió las caderas con la tela.
___ esperó hasta que se alejó de la puerta para mirarlo de nuevo. Gracias a Dios, por fin estaba
tapado. No era de extrañar que los victorianos insistieran tanto en el asunto de las hojas de
parra. Era una pena no tener unas cuantas en el patio. Lo único que crecía allí eran unos cuantos
acebos, y dudaba mucho que él apreciara sus hojas.
___ se encaminó hacia la sala y se sentó en el sofá.
- Ayúdame, Yare -suspiró-. Me las pagarás por esto.
Y entonces, él se sentó a su lado, revolucionando todas las hormonas de su cuerpo con su
presencia.
Mientras se movía hasta la otra punta del sofá, ___ lo miró cautelosamente.
- Así que... ¿para cuánto tiempo has venido?
*¡Oh, qué buena pregunta, ___! ¿Por qué no le preguntas por el tiempo o le pides un autógrafo
ya que te pones? ¡Jesús!*
- Hasta la próxima luna llena -sus gélidos ojos dieron muestras de un pequeño deshielo. Y,
mientras deslizaba su mirada por todo su cuerpo, el hielo se transformó en fuego en décimas de
segundo. Se inclinó sobre ella para tocarle la cara. ____ se incorporó de un salto y puso la
mesita del café como barrera de separación.
- ¿Me estás diciendo que tengo que aguantarte durante todo un mes?
- Sí.
Conmocionada, ___ se pasó la mano por los ojos. No podía entretenerlo durante un mes. ¡Un mes
entero, con todos sus días! Tenía obligaciones, responsabilidades. Hasta tenía que buscar un
pasatiempo.
- Mira -le dijo-. Lo creas o no, tengo una vida en la que no estás incluido.
Sabía, por la expresión de su rostro, que a él no le importaban sus palabras. En absoluto.
- Si crees que estoy encantado de estar aquí contigo, estás lamentablemente equivocada. Te aseguro
que no elegí venir.
Sus palabras consiguieron herirla.
- Bueno, "cierta" parte de ti no siente lo mismo -le dijo mientras dedicaba una furiosa mirada a
aquella parte de su cuerpo que aún estaba tiesa como una vara.
Él suspiró al echar un vistazo a su regazo y vislumbrar la protuberancia que sobresalía bajo la
toalla.
- Desafortunadamente, tengo tanto control sobre "esto" como sobre el hecho de estar aquí.
- Bueno, la puerta está ahí -dijo señalándola-. Ten cuidado de que no te golpee el trasero al
cerrarse.

Mañana maratón de 5 capítulos

No hay comentarios:

Publicar un comentario