jueves, 4 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 13

Nick trazó una senda de besos desde sus muslos hasta su garganta, y allí se quedó.
- Dime la verdad, ___ -le dijo al oído-. ¿Has sentido algo así antes?
- No -susurró ella con honestidad; dudaba que muchas mujeres hubiesen conocido algo semejante a lo que ella acababa de experimentar. Quizás no hubiese ninguna-. No tenía ni idea de que pudiese ser así.
Con una mirada hambrienta, Nick la contempló como si quisiese devorarla.
Ella sintió la presión de su erección sobre la cadera y cayó en la cuenta que él no había llegado al orgasmo. Había mantenido su promesa.
Con el corazón latiéndole frenético ante el descubrimiento, quiso proporcionarle lo mismo que ella acababa de vivir. O al menos, algo que se le aproximara.
Bajando la mano, comenzó a desabrocharle los pantalones.
Nick le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma con mucha ternura.
- Tu intención es buena, pero no te molestes.
- Nick -le dijo en tono de reproche-. Sé que es muy doloroso para un hombre si no se...
- No puedo -insistió él, interrumpiéndola de nuevo.
___ lo miró ceñuda.
- ¿Que no puedes qué?
- Tener un orgasmo.
__ abrió la boca, atónita. ¿Estaría diciendo la verdad? De todos modos, sus ojos tenían una expresión mortalmente seria.
- Es parte de la maldición -le explicó él-. Puedo darte placer, pero si me tocas justo ahora, sólo conseguirás hacerme más daño.
Sufriendo por él, le acarició la mejilla.
- Entonces, ¿por qué...?
- Porque quería hacerlo.
No lo creía. No. Apartó la mano de su rostro y miró hacia otro lado.
- Querrás decir porque tenías que hacerlo. Por la maldición también, ¿no es cierto?
Él la cogió por la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos.
- No. Estoy luchando contra la maldición, si no fuese así, estaría dentro de ti ahora mismo.
- No lo entiendo.
- Yo tampoco -le confesó mirándola a los ojos, como si buscase en ella la respuesta-. Acuéstate conmigo -susurró-. Por favor.
___ hizo una mueca de dolor ante el sufrimiento que destilaba aquella sencilla petición. Su pobre Nick. ¿Qué le habían hecho? ¿Cómo podían hacerle eso a alguien como él?
Nick cogió el libro y se lo dio a ___.
- Léeme.
Ella abrió el cuento mientras él colocaba las almohadas en el cabecero de la cama.
Se estiró en el colchón e hizo que ___ se tumbara a su lado. Sin decir una sola palabra, tiró de
la manta y la rodeó en un tierno gesto con su brazo.
El olor a sándalo la asaltó de nuevo, mientras comenzaba a leerle la historia de Wendy y Peter
Pan.
Estuvieron así durante una hora.
- Me encanta tu voz. Tu forma de hablar -le dijo mientras __ se detenía para pasar una página.
Ella sonrió.
- Debo decir lo mismo de ti. Tienes la voz más cautivadora que he escuchado jamás.
Nick le quitó el libro de las manos y lo dejó sobre la mesita de noche. ___ alzó la mirada hasta
sus ojos. El deseo los hacía más brillantes, y la contemplaba con un anhelo que la dejó sin
respiración.
Entonces, para su asombro, la besó suavemente en la punta de la nariz.
Alargó el brazo, cogió el mando a distancia y bajó las luces hasta dejar la habitación en
penumbra. ___ no sabía qué decir mientras él se acurrucaba tras ella y la abrazaba por la
espalda.
Nick le apartó el pelo de la cara y apoyó la cabeza en la almohada, al lado de la suya.
- Me encanta tu olor -le susurró, abrazándola con fuerza.
- Gracias -respondió ella en un murmullo.
No estaba segura, pero le daba la impresión de que Nick sonreía.
Se acurrucó aún más, acercándose a la calidez de su cuerpo, pero los vaqueros le rasparon las
piernas.
- ¿No estás incómodo vestido? ¿No deberías cambiarte de ropa?
- No -contestó tranquilamente-. De este modo, sé que mi cucharilla permanecerá alejada de tu...
- Ni se te ocurra decirlo -dijo con una carcajada-. No te ofendas, pero tu hermano es asqueroso.
- Sabía que había una razón para que me gustaras tanto.
___ le quitó el mando a distancia de las manos.
- Buenas noches, Nick.
- Buenas noches, cariño.
___ apagó la luz.
Al instante, notó cómo Nick se tensaba. Su respiración se convirtió en un jadeo entrecortado y
se apartó de ella.
- ¿Nick?
Él no contestó.
Preocupada, ___ encendió la luz para poder verlo. Se abrazaba con fuerza el torso, con los brazos
cruzados sobre el pecho. Tenía la frente cubierta de sudor y una mirada aterrada y salvaje mientras
se esforzaba por respirar.
- ¿Nick?
Él observó la habitación como si acabara de despertar de una pesadilla espantosa. ___ vio cómo
alzaba un brazo y colocaba la mano en la pared, para asegurarse que todo era real, no una
alucinación.
Se humedeció los labios, se pasó la mano por el pecho y tragó saliva.
Y entonces, ___ lo entendió.
La oscuridad. Por eso no había apagado las luces, sino que había bajado la intensidad.
- Lo siento Nick, no lo sabía.
Él seguía sin hablar.
___ lo abrazó, sorprendida de que un hombre tan fuerte buscase consuelo en ella como si no pudiese
hacer otra cosa. Nick apoyó la cabeza sobre sus pechos.
Con los dientes apretados, ___ sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Y en ese instante
supo que jamás le dejaría regresar a ese libro. Nunca.
De algún modo, romperían la maldición. Y, cuando todo hubiese acabado, esperaba que ___ pudiese
vengarse del responsable de su sufrimiento.
___ permaneció inmóvil durante horas, escuchando la respiración tranquila y acompasada de Nick,
mientras dormía a su lado. Había colocado una pierna entre sus muslos y le rodeaba la cintura con
un brazo.
La sensación de su cuerpo, envolviéndola, la hacía palpitar de deseo.
Y su olor...
Lo que más le apetecía en esos momentos era darse la vuelta y enterrar la nariz en el aroma
cálido y amaderado de su piel. Nadie la había hecho sentirse así jamás. Tan querida, tan segura.
Tan deseable.
Y se preguntaba cómo era posible, teniendo en cuenta que apenas se conocían. Nick llegaba a una
parte de su interior que iba más allá del mero deseo físico.
Era tan fuerte, tan autoritario... Y tan divertido. La hacía reír y le encogía el corazón.
Alargó el brazo y pasó los dedos con suavidad por la mano que tenía colocada justo bajo su
barbilla. Tenía unas manos preciosas. Largas y ahusadas. Aun relajadas durante el sueño, su fuerza
era innegable. Y la magia que obraban en su cuerpo...
Un milagro.
Pasó el pulgar por su anillo de general y comenzó a preguntarse cómo habría sido Nick entonces.
A menos que la maldición hubiese alterado su apariencia física, no parecía ser muy mayor, no
aparentaba más de treinta.
¿Cómo podría haber liderado un ejército a una edad tan temprana? Pero claro, Alejandro Magno
apenas si tenía edad para afeitarse cuando comenzó sus campañas.
Nick debía haber tenido una apariencia magnífica en el campo de batalla. __ cerró los ojos e
intentó imaginárselo a caballo, cargando contra sus enemigos. Podía ver una vívida imagen del
general vestido con la armadura y con la espada en alto mientras luchaba cuerpo a cuerpo con los
romanos.
- ¿David?
___ se tensó al escuchar el murmullo. Nick estaba dormido.
Giró sobre el colchón y lo miró.
- ¿Nick?
Él adoptó una postura rígida y comenzó a hablar en una confusa mezcla de inglés y griego
clásico.
- ¡No! ¡Okhee! ¡Okhee! ¡No! -y se incorporó hasta quedar sentado en la cama.
___ no podía saber si estaba dormido o despierto.
Le tocó el brazo instintivamente y, lanzando una maldición, él la agarró con fuerza y tiró de
ella hasta ponerla sobre sus muslos. Después volvió a arrojarla a la cama, con una mirada salvaje
y los labios fruncidos.
- ¡Maldito seas! -gruñó.
- Nick -jadeó __, luchando por liberarse mientras él la agarraba con más fuerza por el brazo-.
¡Soy yo, ___!
- ¿___? -repitió con el ceño fruncido, intentando enfocar la mirada.
Se apartó de ella parpadeando. Alzó las manos y las observó como si fuesen dos apéndices
extraños que no hubiese visto jamás. Después clavó los ojos en ___.
- ¿Te he hecho daño?
- No, estoy bien. ¿Y tú?
Él no contestó.
- ¿Nick? -dijo mientras le tocaba.
Se alejó de ella como si se apartase de una criatura venenosa.
- Estoy bien. Era un mal sueño.
- ¿Un mal sueño o un mal recuerdo?
- Un mal recuerdo que me persigue en sueños -murmuró con la voz cargada de dolor, y se levantó-.
Debería dormir en otro sitio.
___ lo cogió por el brazo antes de que pudiera marcharse y lo acercó de vuelta a la cama.
- ¿Eso es lo que siempre hiciste en el pasado?
Él asintió.
- ¿Le has contado tus pesadillas a alguien?
Nick la miró horrorizado. ¿Por quién lo había tomado?
¿Por un niño llorón que necesitaba a su madre?
Siempre había guardado la angustia en su interior. Como le habían enseñado. Sólo durante las
horas de sueño los recuerdos podían traspasar las barreras que él mismo había erigido. Sólo
cuando dormía era débil.
En el libro no había nadie que pudiera resultar herido cuando le asaltaba la pesadilla. Pero una
vez liberado de su confinamiento, sabía que no era muy inteligente dormir al lado de alguien que
podía acabar inadvertidamente herido mientras estaba atrapado en el sueño.
Podría matarla de forma accidental.
Y esa idea lo aterrorizaba.
- No -susurró-. No se lo he contado nunca a nadie
- Entonces, cuéntamelo a mí.
- No -respondió con firmeza-. No quiero volver a vivirlo.
- Si lo revives cada vez que sueñas, ¿cuál es la diferencia? Déjame entrar en tus sueños, Nick.
Déjame ayudarte.
¿Podría hacerlo? ¿Podría tener esperanza?
*Sabes que no.*
Pero aún así...
Quería purgar los demonios. Quería dormir una noche completa libre del tormento, con un sueño
tranquilo.
- Cuéntamelo -insistió suavemente.
___ percibía su renuencia mientras se unía a ella en la cama. Permaneció sentado en el borde, con
la cabeza entre las manos.
- Ya me has preguntado qué hice para que me maldijeran. Lo hicieron porque traicioné al único
hermano que jamás he conocido. La única familia que he tenido en la vida.
La angustia de su voz caló muy hondo en ___. Deseaba desesperadamente acariciarle la espalda, para
reconfortarlo, pero no se atrevió por si él volvía a apartarse de nuevo.
- ¿Qué hiciste?
Nick se mesó el cabello y dejó enterrado el puño en él. Con la mandíbula más rígida que el
acero y la mirada fija en la alfombra contestó:
- Permití que la envidia me envenenase.
- ¿Cómo?
Permaneció callado un rato antes de volver a hablar.
- Conocí a David poco después de que mi madrastra me enviase a vivir a los barracones.
__ apenas si recordaba una conversación con Yari en la que le explicaba que los barracones
espartanos eran los lugares donde se obligaba a vivir a los niños, alejados de sus hogares y de sus
familias. Siempre se los había imaginado como una especie de internado.
- ¿Cuántos años tenías?
- Siete.
Incapaz de imaginar que la obligaran a apartarse de sus padres a esa edad, ___ jadeó.
- No había nada de raro en la decisión -dijo él sin mirarla-. Y era grande para mi edad. Además,
la vida en los barracones era infinitamente mejor que la que llevaba junto a mi madrastra.
__ percibía el veneno que destilaba su voz y se preguntó cómo habría sido la mujer.
- ¿Entonces, David vivía contigo en los barracones?
- Sí -murmuró él-. Cada barracón estaba dividido en grupos, y cada uno elegía a un líder.
David era el líder de mi grupo.
- ¿Qué hacían esos grupos?
- Éramos una especie de unidad militar. Estudiábamos, limpiábamos nuestro barracón, pero sobre
todo, nos las apañábamos entre todos para poder sobrevivir.
___ se sobresaltó ante esa palabra tan dura.
- ¿Sobrevivir a qué?
- Al estilo de vida espartano -contestó Nick con voz áspera-. No sé si conoces algo sobre las
costumbres de la gente de mi padre, pero no vivían con los lujos habituales del resto de los
griegos.
» Los espartanos sólo querían una cosa de sus hijos: que nos convirtiéramos en la fuerza militar
más impresionante del mundo antiguo. Para prepararnos, nos enseñaban a sobrevivir con las
necesidades más básicas. Nos daban una sola túnica que debíamos conservar durante todo un año,
y si se estropeaba, la perdíamos, o acababa por quedarnos pequeña, nos quedábamos sin ella.
Teníamos que hacernos nuestra propia cama. Y una vez que llegábamos a la pubertad, no se nos
permitía llevar ningún tipo de calzado.
Se rió con amargura.
- Aún puedo recordar cómo me dolían los pies durante el invierno. Teníamos prohibido encender
fuego, y tampoco podíamos taparnos con una manta, así es que nos envolvíamos los pies con harapos
para evitar que se nos congelaran durante la noche. Por la mañana sacábamos los cadáveres de los
chicos que habían muerto de frío.
___ se encogió de espanto ante el mundo que Nick describía. Intentaba imaginarse cómo debía
haber sido vivir así. Peor aún, recordó el berrinche que pilló a los trece años porque se
encaprichó de unos zapatos de ochenta dólares que, según su madre, eran demasiado para ella; y a
la misma edad, Nick habría estado buscando harapos. La injusticia de aquello la hacía pedazos.
- Sólo eran niños.
- Jamás fui un niño -le contestó con sencillez-. Pero eso no era todo, lo peor era que apenas nos
daban de comer. Estábamos obligados a robar o a morir de hambre.
- ¿Y los padres lo permitían?
Él la miró por encima del hombro; sus ojos tenían una expresión irónica.
- Lo consideraban un deber cívico. Y, puesto que mi padre era el "stratgoi" de Esparta, la mayoría
de los profesores y de los chicos me despreciaron desde el primer momento. Me daban mucha menos
comida que al resto.
- ¿Qué era tu padre? -le preguntó, no acababa de comprender el término griego que Nick había
empleado.
- El general supremo, si lo prefieres -inspiró profundamente y continuó-. A causa de su posición,
y de su reputación de hombre cruel, yo era un paria para mi grupo. Mientras ellos se unían para
poder robar comida, a mí me dejaban de lado, y tenía que ingeniármelas para sobrevivir. Un día,
pescaron a David robando comida. Cuando regresaron a los barracones iban a castigarlo. Así es que
di un paso al frente y me eché toda la culpa.
- ¿Por qué?
Nick se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
- Estaba tan débil por la paliza anterior que pensé que no viviría si le daban otra.
- ¿Y por qué le habían golpeado antes?
- Era el modo de empezar el día. Tan pronto como nos sacaban a rastras de las camas, nos daban una
buena tunda.
___ hizo una mueca de dolor.
- Entonces, ¿por qué dejaste que te pegaran en su lugar, si tú también estabas herido?
- Siendo el hijo de una diosa, aguantaba las palizas más duras.
Ella cerró los ojos mientras recordaba las palabras que Yari había dicho esa misma tarde. Esta
vez, no pudo resistir el impulso de acercarse a él. Le puso la mano sobre el bíceps. Nick no se
apartó. Al contrario, le cubrió la mano con la suya y le dio un ligero apretón.
- Desde ese día en adelante, David me consideró su hermano, e hizo que los demás me aceptaran.
Aunque mi madre y mi padre tenían otros hijos, nunca había tenido un hermano antes.
Ella sonrió.
- ¿Qué ocurrió después?
El bíceps se contrajo bajo su mano.
- Decidimos aunar fuerzas para conseguir lo que necesitábamos. Él distraía a la gente y yo
robaba; así, si nos pillaban, yo me llevaba los golpes.
*¿Por qué?* Tenía ___ en la punta de la lengua, pero se la mordió. En el fondo, conocía la
respuesta: Nick estaba protegiendo a su hermano.
- El tiempo fue pasando -continuó él-, y noté que su padre salía furtivamente del pueblo para
observarlo de lejos. El amor y el orgullo en su rostro eran algo indescriptible. Su madre hacía lo
mismo. Se suponía que debíamos apañárnoslas para conseguir comida, pero algunos días, David
encontraba cosas que sus padres le habían dejado. Pan fresco, langosta asada, una jarra de leche...
y a veces, dinero.
- Qué tierno.
- Sí, lo era; pero cada vez que me daba cuenta de lo que hacían por él, la realidad me
destrozaba. Quería que mis padres sintieran lo mismo por mí. Habría dado gustoso mi vida porque
mi padre me mirara una sola vez sin odio; o porque mi madre se preocupara por mí lo justo para
venir a verme. Lo más cerca que he estado nunca de ella fue en su templo de Thimaria. Solía pasar
horas contemplando su estatua, y preguntándome si era así realmente. Preguntándome si pensaba
alguna vez en mí.
___ se sentó tras él, lo abrazó por la cintura y puso la barbilla sobre su hombro.
- ¿Nunca viste a tu madre cuando eras pequeño?
Él le rodeó los brazos con los suyos y echó la
cabeza hacia atrás, hasta dejarla reposar sobre el hombro de ___. Ella sonrió ante el gesto.
Aunque estuviese tenso y nervioso, le estaba confiando cosas que jamás había compartido con otra
persona.
Y saberlo le proporcionaba una sensación de increíble intimidad.
- No la he visto nunca -confesó en voz baja-. Me enviaba a otros, pero ella jamás se ha presentado
ante mí. Sin importar lo mucho que le implorara, siempre se negaba. Después de un tiempo, dejé de
pedírselo. Y al final, también dejé de entrar en sus templos.
___ le plantó un beso tierno en el hombro. ¿Cómo podía su madre haberlo ignorado? ¿Cómo podía
ser capaz una madre de no atender el ruego de un hijo?
Pensaba en sus propios padres. En el amor y la ternura que le habían prodigado. Y, por primera vez,
después de tantos años, se dijo que sus sentimientos con respecto a su trágica muerte estaban
totalmente equivocados. Siempre había pensado que habría sido mucho mejor no conocer su cariño
para no perderlo de modo tan cruel.
Pero no era así. Aunque los recuerdos de su infancia y de sus padres eran agridulces, la
reconfortaban.
Nick no había conocido nunca la ternura de un abrazo. La seguridad de saber que, hiciese lo que
hiciese, sus padres siempre estarían allí.
No podía imaginar cómo habría sido crecer del modo que él lo hizo.
- Pero tenías a David -le susurró, preguntándose si habría sido suficiente para él.
- Sí. Tras la muerte de mi padre, cuando yo tenía catorce años, David fue lo bastante amable como
para dejarme ir a su casa cuando nos daban permiso. Fue en una de esas visitas cuando vi por primera
vez a Selena.
___ sintió una pequeña punzada de celos al escuchar el nombre de su esposa.
- Era tan hermosa... -murmuró él- y estaba prometida a David.
___ se quedó paralizada ante sus palabras.
¡Oh! La cosa no iba bien.
- Peor aún -le dijo acariciándole el brazo con suavidad-, estaba enamorada de él. Cada vez que
íbamos de permiso, se arrojaba en brazos de David para besarlo. Le decía lo mucho que significaba
para ella. Cuando nos marchábamos, le pedía en voz baja que tuviese cuidado, y le dejaba comida
para que la encontrase.
Nick se detuvo mientras recordaba la imagen de David cuando volvía a los barracones con los regalos
de Selena.
«Algún día te casarás, Nick» decía su amigo mientras hacía gala de los obsequios «pero
jamás tendrás una esposa como la mía para calentarte la cama.»
Aunque su amigo no lo dijese, Nick conocía el motivo de que hablara así. Ningún padre responsable
entregaría a su hija en matrimonio a un hombre desheredado, sin familia que lo reconociese.
Cada vez que su amigo pronunciaba esas palabras, su alma se hacía pedazos. Había ocasiones en las
que sospechaba que David echaba sal en sus heridas debido a los celos. Selena lo miraba más de la
cuenta cuando pensaba que su prometido no lo notaba.
Puede que él tuviese su corazón, pero al igual que el resto de las mujeres, ella se lo comía con
los ojos cada vez que estaba cerca.
Por ese motivo David dejó de invitarlo a su casa. Y que le prohibieran regresar al único hogar que
había conocido, acabó por destrozarlo.
- Debería haber dejado que se casaran -siguió Nick, mientras pasaba el brazo por la cabeza de __ y
enterraba el rostro en su cuello para inhalar el dulce aroma de su piel-. Entonces lo sabía, pero
no podía soportarlo. Año tras año, vería cómo ella lo amaba. Vería cómo su familia lo
adoraba, mientras yo no tenía un hogar donde acudir.
- ¿Por qué? -preguntó __-. Has dicho que tenías hermanos, ¿no te habrían dejado quedarte con
ellos?
Él negó con la cabeza.
- Los hijos de mi padre me odiaban a muerte. Su madre me habría permitido quedarme con ellos, pero
me negaba a pagar el precio que pedía a cambio. No tenía nada en aquellos días, excepto mi
dignidad.
- Ahora también la tienes -murmuró ella, abrazándolo con más fuerza por la cintura-. He sido
testigo de ella.
Soltándola, dejó pasar sus palabras y tensó la mandíbula.
- ¿Qué le ocurrió a David? -siguió ___. Quería que siguiera hablando mientras estuviese de
humor-. ¿Murió en combate?
Él soltó una amarga carcajada.
- No. Cuando fuimos lo suficientemente mayores para unirnos al ejército, lo mantuve a salvo en el
campo de batalla. Había prometido a Selena y a su familia que no permitiría que le ocurriese nada.
bajo sus brazos.
- Según pasaban los años, pronunciaban mi nombre con temor y respeto. Mis victorias se convertían
en leyenda, y se contaban una y otra vez. Cuando regresaba a Thimaria, acababa durmiendo en la
calle, o en la cama de cualquier mujer que me abriese la puerta para pasar la noche. De ese modo
pasaba el tiempo hasta que regresaba a la batalla.
A ___ le escocían los ojos por las lágrimas; la voz de Nick estaba cargada de dolor. ¿Cómo
podían haberlo tratado así?
- ¿Qué pasó para que cambiaran las cosas? -le preguntó.
Él suspiró.
- Una noche, mientras buscaba un lugar para dormir, me tropecé con ellos dos en la calle. Estaban
abrazándose como dos enamorados. Me disculpé rápidamente pero, al alejarme, escuché a David
hablando con Selena.
Todo su cuerpo se puso rígido entre los brazos de ___ y el corazón comenzó a latirle con más
rapidez.
- ¿Qué dijo? -le urgió ___.
Los ojos de Nick adoptaron una mirada sombría.
- Ella le preguntó que por qué nunca me quedaba en casa de mis hermanos. David se rió y le
contestó: «Nadie quiere a Nick. Es el hijo de Afrodita, la Diosa del Amor, y ni siquiera ella
soporta estar cerca de él. »
___ fue incapaz de respirar mientras escuchaba las crueles palabras. Se imaginó cómo debió
sentirse Nick al oírlas.
Él tomó aire con brusquedad.
- Le había guardado las espaldas más veces de las que podía recordar. Me habían herido en
batalla en incontables ocasiones por protegerlo, incluyendo una vez en la que una lanza me atravesó
el costado. Y allí estaba él, burlándose de mí. No pude soportar la injusticia. Había creído
que éramos hermanos. Y supongo que, al final, lo fuimos, ya que me trató del mismo modo que el
resto de mi familia. Yo siempre había sido un hijastro bastardo. Solo y repudiado. No entendía por
qué él tenía tantas personas que lo querían y yo no tenía a nadie.
» Herido y enfadado por sus palabras, hice lo que jamás debería haber hecho: invocar a Eros.
___ podía imaginarse fácilmente lo que había ocurrido.
- Hizo que Selena se enamorara de ti.
Él asintió.
- Disparó a David con una flecha de plomo que mató su amor por Selena, y a ella le disparó con
una de oro para que se enamorara de mí. Se suponía que todo debía acabar ahí pero...
Meciéndolo con suavidad entre sus brazos, ___ aguardó a que encontrase las palabras exactas.
- Tardé dos años en convencer a su padre para que le permitiera casarse con un bastardo
desheredado, sin influencias familiares. Para entonces, mi leyenda había aumentado y había sido
ascendido. Finalmente logré acumular riquezas suficientes para hacer que Selena viviese como una
reina. Y, en lo que se refería a ella, no reparé en gastos. Teníamos jardines, esclavos y todo lo
que se le antojaba. Le di libertad e independencia, como jamás tuvo ninguna otra mujer de la
época.
- ¿Pero no era suficiente?
Él negó con la cabeza.
- Yo necesitaba algo más y sabía que le ocurría algo. Aun antes de que Eros interviniese, siempre
fue excesivamente vehemente. Dependía de David de un modo prohibido para las espartanas y, en una
ocasión en que fue herido, se afeitó totalmente la cabeza como muestra de su dolor.
» Más tarde, una vez Eros disparó sus flechas, Selena pasaba por largos periodos de depresión, o
de furia. Yo hacía todo lo que podía por ella, e intentaba que fuese feliz.
___ le acarició el pelo mientras lo escuchaba.
- Decía que me quería, pero yo percibía que no se interesaba por mí del mismo modo que lo había
hecho por David. Me entregaba su cuerpo de forma generosa, pero no había verdadera pasión en sus
caricias. Lo supe desde la primera vez que la besé.
» Intenté engañarme a mí mismo, diciéndome que no importaba. Muy pocos hombres, en aquel
entonces, hallaban el amor en el matrimonio. Además, me ausentaba durante meses, a veces, incluso
años, mientras dirigía mi ejército. Pero al final, supongo que me parezco demasiado a mi madre,
porque siempre anhelé más.
___ sufría enormemente por él.
- Y entonces llegó el día en que Eros "también" me traicionó.
- ¿Te traicionó?, ¿cómo? -preguntó ansiosa, sabiendo que ése era el origen de la maldición.
- Él y Príapo estuvieron bebiendo la noche posterior a que yo matara a Livio. Eros, borracho, le
contó lo que había hecho por mí. Tan pronto como Príapo escuchó la historia, supo cómo
vengarse.
» Fue al Inframundo y cogió agua de la Laguna de la Memoria para ofrecérsela a David. Y en cuanto
tocó sus labios, recordó su amor por Selena. Príapo le contó lo que yo había hecho y le
entregó más agua para que se la diera a beber a ella.
Nick sentía cómo sus labios articulaban las palabras, pero perdió el control de la narración. En
lugar de intentar pensar en lo que iba a contar, cerró los ojos y revivió aquél aciago día.
Acababa de entrar en la casa procedente de los establos, cuando vio a Selena y a David en el atrio.
Besándose.
Atónito, se detuvo a mitad de camino, mientras una oleada de nerviosismo se apoderaba de él al
comprobar la pasión de aquel abrazo.
Hasta que David alzó la mirada y lo vio en la puerta.
En el instante en que sus ojos se encontraron, David curvó los labios.
- ¡Ladrón despreciable! Príapo me contó tu traición. ¿Cómo pudiste?
Con el rostro desfigurado por el odio, Selena se abalanzó sobre Nick y lo abofeteó.
- Asqueroso bastardo, te mataría por lo que has hecho.
- Yo lo mataré -gritó David mientras desenvainaba su espada.
Nick intentó apartar a Selena, pero ella se negó.
- ¡Por todos los dioses! He dado a luz a tus hijos -dijo mientras intentaba arañarle la cara.
Nick la sostuvo por las muñecas.
- Selena, yo...
- ¡No me toques! -le gritó zafándose de sus manos-. Me das asco. ¿Crees que una mujer decente
iba a quererte a la luz del día? Eres despreciable. Repulsivo.
Se apartó de él y se acercó a David.
- Córtale la cabeza. Quiero bañarme en su sangre hasta borrar el rastro de su olor en mi piel.
David blandió la espada.
Nick dio un salto hacia atrás, poniéndose fuera del alcance del arma.
De forma instintiva, buscó su propia espada, pero se detuvo. Lo último que deseaba era derramar la
sangre de David.
- No quiero luchar contigo.
- ¿Que no? ¡Violaste a mi mujer y le hiciste llevar tu simiente, cuando deberían haber sido mis
hijos a los que diese a luz! Te recibí en mi hogar con los brazos abiertos. Te di una cama cuando
nadie te quería cerca, ¿y así me pagas?
Nick lo miró con incredulidad.
- ¿Te "pago"? ¿Tienes la más mínima idea de las ocasiones en las que te he salvado la vida
durante las batallas? ¿De cuantas palizas me han dado en tu lugar? ¿Puedes siquiera contarlas? Y
te atreviste a burlarte de mí.
David se rió cruelmente.
- Todos, excepto Zac, se burlaban de ti, idiota. De hecho, era el único que te defendía, con tanto
empeño que a veces me hacía plantearme qué hacian juntos cuando estaban a solas.
Suprimiendo la ira que le habría dejado totalmente expuesto y vulnerable al ataque de David, se
agachó para esquivar la siguiente estocada.
- Déjalo, David. No me obligues a hacer algo de lo que los dos nos arrepentiríamos más tarde.
- De lo único que me arrepiento es de haber dado cabida a un ladrón en mi casa -bramó David con
ira, alzando la espada de nuevo.
Nick intentó agacharse, pero Selena se acercó hasta él por detrás y le propinó un empujón.
La espada de David le dio en las costillas. Siseando de dolor, Nick sacó su propia espada y la
blandió de tal modo que habría dejado a su amigo sin cabeza si le hubiese alcanzado.
David intentó alcanzarlo, pero Nick se limitó a defenderse mientras intentaba alejar a Selena del
alcance de las espadas.
- No lo hagas, David. Sabes que tu habilidad con la espada es inferior a la mía.
Su amigo intensificó el ataque.
- No voy a dejar que sigas con ella, de ningún modo.
Los siguientes segundos se sucedieron con inusual rapidez, pero aún así, Nick veía pasar la
imagen por su cabeza con diáfana nitidez.
Selena lo agarró del brazo libre al mismo tiempo que David atacaba. La espada no hirió a Nick de
milagro tras el empujón que le dio su esposa. Totalmente desequilibrado, intentó liberarse de
Selena, pero con ella en medio, lo que consiguió fue tropezarse hacia delante, a la vez que David
avanzaba hacia ellos.
En el instante en que chocaron, sintió cómo su espada se hundía en el cuerpo de su amigo.
- ¡No! -gritó Nick, extrayendo la hoja del vientre de David mientras Selena dejaba escapar un
atormentado chillido de angustia.
Lentamente, David cayó al suelo.
Arrodillándose, Nick arrojó su espada a un lado y cogió a su amigo.
- ¡Dioses del Olimpo!, ¿qué han hecho?
Escupiendo sangre y tosiendo, David le lanzó una mirada acusadora.
- Yo no hice nada. Fuiste tú el que me traicionó. Éramos hermanos y me robaste el corazón.
David tragó dolorosamente mientras sus pálidos ojos atravesaban a Nick.
- Jamás tuviste nada que no robaras antes.
Nick comenzó a temblar, consumido por la culpa y la agonía. Jamás había tenido intención de que
sucediera algo así. Nunca había querido que alguien saliese herido, y menos aún David. Lo único
que deseaba era alguien que lo amara. Sólo quería un hogar donde fuese bienvenido.
Pero David tenía razón. Él era el único culpable. De todo.
Los chillidos de Selena resonaban en sus oídos. Lo agarró del pelo y comenzó a tirar con todas
sus fuerzas. Con una mirada salvaje, sacó la daga que Nick llevaba en el cinturón.
- ¡Te quiero muerto! ¡Muerto!
Le hundió la daga en el brazo, y volvió a sacarla para atacar de nuevo. Él la agarró a tiempo.
Con un fuerte tirón, se deshizo de él y se apartó.
- No -le dijo con una mirada desencajada-. Quiero que sufras. Me quitaste lo que más quería. Ahora
yo haré lo mismo contigo
y salió corriendo.
Abrumado por el dolor y la furia, Nick no pudo moverse mientras veía como la vida abandonaba el
cuerpo de su amigo.
Entonces, las palabras de su esposa se filtraron entre la neblina que confundía su mente.
- ¡No! -rugió mientras se ponía en pie-. ¡No lo hagas!Llegó a la puerta de los aposentos de
Selena a tiempo para escuchar los gritos de los niños. Con el corazón en un puño, intentó
abrirla pero ella la había atrancado desde dentro.
Cuando logró abrirla, era demasiado tarde.
Demasiado tarde...
Nick se llevó las manos a la cara, presionándose con fuerza los ojos, mientras el horror de lo
sucedido aquel día lo inundaba de nuevo; pero ahora sentía las caricias de ___ en la espalda, y se
sentía reconfortado.
Jamás sería capaz de olvidar la imagen de sus hijos, el miedo en el corazón. La agonía más
absoluta.
Lo único que había amado en el mundo eran sus hijos.
Y sólo ellos lo habían amado.
¿Por qué? ¿Por qué tuvieron que sufrir a causa de sus errores? ¿Por qué tuvo Príapo que
torturarlo haciendo que ellos sufrieran?
¿Y cómo pudo permitir Afrodita que todo aquello sucediese? Una cosa era que no le hiciese caso a
él, pero dejar que sus hijos murieran...
Por eso fue aquel día a su templo. Había planeado matar a Príapo. Arrancarle la cabeza de los
hombros y clavarla en una lanza.
- ¿Qué ocurrió? -le preguntó ___, devolviéndolo al presente.
- Cuando entré en la habitación era demasiado tarde -dijo con la garganta casi cerrada por el
dolor-. Nuestros hijos estaban muertos; su propia madre los había asesinado. Selena se había
abierto las muñecas y yacía junto a ellos. Llamé a un médico para que intentara detener la
hemorragia -entonces hizo una pausa-. Mientras exhalaba su último aliento, me escupió a la cara.
__ cerró los ojos, consumida por el dolor de Nick. Era peor de lo que había imaginado.
¡Santo Dios! ¿Cómo había sobrevivido?
Había escuchado numerosos relatos de tragedias a lo largo de su vida, pero ninguno podía
compararse con lo que Nick había sufrido. Y lo pasó él solo, sin nadie que lo ayudara. Sin nadie
que lo amara.
- Lo siento tanto -susurró ella acariciándole el pecho para consolarlo.
- Aún no puedo creer que estén muertos -murmuró él con la voz rota de dolor-. Me preguntaste
qué hacía mientras estaba en el libro. Recordar las caras de mis hijos; de mi hijo y de mi hija.
Recordar sus bracitos alrededor de mi cuello. Recordar cómo salían corriendo a mi encuentro cada
vez que regresaba a casa, después de una campaña. Y revivir cada uno de los momentos de ese día,
deseando haber hecho algo para salvarlos.
___ parpadeó para alejar las lágrimas. No era de extrañar que jamás hubiese hablado a nadie de
eso.
Nick tomó una profunda bocanada de aire.
- Los dioses ni siquiera me conceden caer en la locura para poder escapar a mis recuerdos. No se me
permite semejante alivio.
Después de esas palabras, no volvió a hablar. Se limitó a quedarse inmóvil entre los brazos de
___.
Sorprendida por su fortaleza, estuvo sentada tras él durante horas, abrazándolo. No sabía qué
más podía hacer.
Por primera vez en años, sus habilidades de psicóloga le fallaron por completo.

Cuando se despertó, la luz del sol entraba a raudales por las ventanas. Tardó todo un minuto en
recordar lo acontecido la noche anterior.
Se sentó en la cama e intentó tocar a Nick, pero estaba sola.
- ¿Nick? -lo llamó.
Nadie contestó.
Echando a un lado el edredón, se levantó y se vistió deprisa.

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