viernes, 5 de agosto de 2011

"Placeres Nocturnos"

Placeres Nocturnos

Una leyenda Griega - Prólogo



Acostumbrado a las riquezas desde el momento de su nacimiento, Nicholas de Tracia manejaba su carisma y su encanto con la misma destreza que empuñaba la espada. Valeroso y audaz, regía a los que lo rodeaban mostrando en toda ocasión el lado más apasionado de su carácter.

Ardiente, salvaje e impaciente, su vida siempre era arriesgada. No conocía el peligro, no establecía límites. El mundo era su alimento y había prometido saciarse.

Con la fuerza de Ares, el cuerpo y el rostro de Adonis y los sensuales dones de Afrodita se veía acosado por toda mujer que posase los ojos en él. Lo deseaban y soñaban con poseer al orgulloso príncipe guerrero cuyas caricias -según se aseguraba- eran lo más cercano al goce paradisíaco que una mujer pudiese conocer.

Pero no era un hombre cuyo corazón se domase con facilidad.

Vivía intensamente, aprovechando cada instante, gozando de todos sus sentidos y satisfaciendo todos y cada uno de sus salvajes deseos. Gozaba dando placer tanto como recibiéndolo.

Las escasas mujeres que habían logrado pasar una noche de éxtasis a su lado, trataban con despótico desprecio a aquéllas que sólo podían soñar con acariciar aquel exquisito cuerpo.

Porque él era la Pasión. El Deseo. Sensual y ardiente.

Un guerrero desde su nacimiento, respetado y temido por todo el que lo conocía. En la época en la que el Imperio Romano era invencible, se encargó él solo de rechazar su avance con la misma destreza que un héroe, y llenó su nombre y su reino de riquezas y gloria. Durante un tiempo, se dijo que sería el soberano de todo el mundo conocido.

Hasta que un brutal acto de traición lo convirtió en el Soberano de la Noche.

Ahora camina por el sombrío reino que separa la Vida del Inframundo. No es ni hombre ni bestia; su naturaleza es completamente diferente.

Es la Soledad. La Oscuridad.

Una sombra nocturna.

Un espíritu incansable y solitario cuyo destino no es otro que salvar a los humanos que lo desprecian y lo temen. No conocerá la paz ni el descanso hasta que encuentre a la mujer que esté dispuesta a no traicionarlo. Un corazón puro que vea más allá de su lado tenebroso y lo devuelva a la luz.

Capitulo Uno:
-Pues yo digo que deberíamos meterlo en un hormiguero y arrojarle unas miguitas de pan.
________ Devereaux rió ante la sugerencia de Selena. Su hermana mayor siempre conseguía hacerla reír, sin importar la tragedia en la que estuviese inmersa. Y eso era exactamente lo que estaba haciendo, sentada en el puesto donde Selena leía el tarot y la líneas de la mano en Jackson Square una fría tarde de domingo, en lugar de estar metida en la cama con las mantas hasta las orejas.

Todavía sonriendo ante la imagen de millones de hormigas mordisqueando el pálido y blandengue cuerpo de Cliff, ________ echó un vistazo a los turistas que atestaban la zona comercial de Nueva Orleáns, aun en un oscuro día de noviembre.

El aroma del café de achicoria caliente y de los beignets llegaba flotando desde el Cafe Du Monde y cruzaba la calle, mientras los coches pasaban zumbando a unos metros de allí. Tanto las nubes como el cielo tenían un color gris plomizo que casaba a la perfección con el humor huraño de ________.

La mayoría de los vendedores ambulantes de Jackson Square ni siquiera se molestaba en colocar los puestos durante el invierno, pero su hermana Selena consideraba que el suyo era un tesoro tan importante como la Catedral de San Louis, que se alzaba tras ellas.

Menudo tesoro...

La sencilla mesa donde echaba las cartas estaba cubierta por una faldilla púrpura que había hecho su madre, añadiendo unos «encantamientos» especiales conocidos tan sólo por su familia.

Madam Selene, la «Señora de la Luna» -como Selena era conocida-, estaba sentada tras la mesita con una ancha falda de ante verde, un jersey de punto morado y un enorme abrigo negro y plateado.

La extraña indumentaria de su hermana contrastaba enormemente con los vaqueros desgastados de ________, su jersey rosa de ochos y su polar color café. Pero ________ siempre había preferido vestirse de modo discreto. A diferencia de su extravagante familia, odiaba destacar. Prefería confundirse con el entorno.

-He terminado con los hombres -dijo ________-. Cliff fue la última parada del tren a ninguna parte. Estoy cansada de desperdiciar mi tiempo y mis energías con ellos. De ahora en adelante, voy a dedicar toda mi atención a la contabilidad.

Selena frunció los labios con disgusto mientras barajaba las cartas del tarot.

-¿Contabilidad? ¿Estás segura de que no te cambiaron al nacer?

________ soltó una débil carcajada.

-En realidad, estoy segura de que eso fue lo que ocurrió. Me gustaría que mi verdadera familia me reclamara antes de que sea demasiado tarde y se manifieste cualquier rareza.

Selena se rió de ella, mientras disponía las cartas de tarot para leerlas.

-¿Sabes cuál es tu problema?
-Soy demasiado remilgada e histérica -dijo ________, con las mismas palabras que su madre y sus
ocho hermanas mayores solían usar para referirse a ella.

-Bueno, sí, eso también. Pero estoy pensando que lo que necesitas es ampliar tus horizontes. Deja
de ir detrás de esos tipos con corbata apretada, que no dejan de quejarse y llorar a su mami porque
no tienen vida. Tú, hermanita, necesitas una sexcapada con un hombre que acelere tu corazón. Me
refiero a alguien verdaderamente imprudente y salvaje.

-¿Alguien como Bill? -preguntó ________ con una sonrisa, pensando en el marido de Selena, que era
aún más remilgado que ella.

Selena negó con la cabeza.
-¡Oh, no!, eso es diferente. Mira, en nuestro caso, yo soy la salvaje y la imprudente, la que lo
salva de caer en el aburrimiento. Por eso nos complementamos a la perfección. Pero tú no te
complementas. Tú y tus novios ocupáis los primeros peldaños en la escalera que lleva a la Ciudad
del Aburrimiento.

-Oye, me gustan mis tipos aburridos. Son dignos de confianza y no tienes que preocuparte por sus
subidas de testosterona. Soy una chica beta; en todo.

Selena resopló y siguió sacando cartas.

-Me da la sensación de que necesitas unas cuantas sesiones con Grace.

________ hizo una mueca burlona.

-¡Ja! como si necesitase una cita con una sexóloga que se ha casado con un esclavo sexual griego
al que invocó a través de un libro... No, gracias.
A pesar de sus palabras, a ________ le caía bastante bien Grace Alexander. A diferencia de la
multitud de amigos extravagantes de Selena, Grace siempre había sido felizmente normal y con los
pies bien plantados en el suelo.

-Por cierto, ¿cómo le va?

-Estupendamente. Niklos aprendió a andar hace dos días y ahora no hay quien lo pare.

________ sonrió al imaginarse al adorable bebé rubio y a su hermana melliza. Le encantaba hacer de
canguro cuando Grace y Julian salían.

-¿Cuándo está previsto que dé a luz?

-A primeros de marzo.

-Supongo que estarán encantados -dijo, con un pequeño aguijonazo de celos. Siempre había deseado
una casa llena de niños, pero a los veintiséis sus perspectivas parecían ser escasas.
Especialmente, porque no encontraba ningún hombre dispuesto a tener descendencia con una mujer cuya
familia al completo era demente.

-¿Sabes? -siguió Selena con esa mirada especulativa que hacía que ________ se estremeciera-.
Julian tiene un hermano, también víctima de una maldición que lo condena a permanecer en un
libro. Podrías intentar...
-Rotundamente no, gracias. Recuerda que soy la única que aborrece toda esta basura paranormal.
Quiero un hombre humano, normal y agradable, no un demonio.

-Príapo es un dios griego, no un demonio.

-En mi manual, las dos cosas se parecen bastante. Créeme, ya me he cansado de vivir en una casa con
nueve personas lanzando hechizos y todo ese rollo del abracadabra. Quiero normalidad en mi vida.

-La normalidad es aburrida.

-¿Por qué no la pruebas antes de darle la patada?

Selena se rió.

-Algún día, hermanita, vas a tener que aceptar la otra mitad de tus genes.

________ hizo caso omiso de esas palabras mientras sus pensamientos regresaban a su ex-prometido.
Había creído sinceramente que Cliff era el hombre de su vida. Un administrativo agradable,
tranquilo y medianamente atractivo, al que ella había tomado por su media naranja.
Hasta que conoció a su familia.

¡Uf! Durante los seis últimos meses había dado largas a la presentación, sabiendo lo que podría
ocurrir. Pero él había insistido tanto que, al final, la última noche cedió.

Cerró los ojos y se estremeció al recordar a su hermana gemela, Tabitha, recibiéndolo en la
puerta ataviada de pies a cabeza con la vestimenta gótica que usaba para perseguir vampiros. El
conjunto se completaba con una ballesta que Tabitha se empeñó en mostrarle, además de su
colección completa de shurikens.

«Ésta es especial. Puede abrir la cabeza de un vampiro a más de doscientos metros».

Por si eso no hubiese sido suficiente, su madre y sus tres hermanas mayores estaban preparando un
hechizo de protección para Tabitha en la cocina.

Y lo peor, lo más horrible, llegó cuando Cliff bebió inadvertidamente de la taza de Tabitha, que
contenía su poción energética hecha a base de cuajada, tabasco, yema de huevo y hojas de té.

Tuvo arcadas durante una hora.
Más tarde, Cliff la llevó a casa en su coche.

«No puedo casarme con una mujer con semejante familia», le dijo mientras ella le devolvía el
anillo de compromiso. «¡Dios Santo! ¿Y si tuviésemos hijos? ¿Te imaginas que ocurriría si
alguno de ellos fuese así de rarito?»

Echando la cabeza hacia atrás, ________ pensó que aún sería capaz de matar a toda su familia por
la vergüenza que le hicieron pasar. ¿Tanto les habría costado comportarse con normalidad tan
sólo durante una cena?

¿Por qué?, ¿por qué no había nacido en una familia corriente, en la que nadie creyese en
fantasmas, duendes, demonios ni brujas?

Pensándolo bien, ¡dos de sus hermanas aún creían en Papá Noel!

¿Cómo aguantaba su padre, un hombre maravillosamente normal, todas esas necedades?
Definitivamente, se merecía que lo santificaran por su paciencia.

-¡Eh, chicas!

________ abrió los ojos para ver cómo Tabitha se acercaba.

Vale, genial.
¿Qué vendría después? ¿La atropellaría un autobús?

El día de hoy va mejorando...

Quería muchísimo a su hermana gemela, pero no en ese preciso momento. En ese momento deseaba que
le ocurrieran cosas espantosas. Que le ocurriese algo desagradablemente doloroso.

Como era habitual, Tabitha iba vestida íntegramente de negro. Pantalones de cuero, jersey de cuello
vuelto y abrigo largo, también de cuero. Llevaba la abundante y ondulada melena castaña con
reflejos cobrizos recogida en una larga coleta y sus ojos, de un azul pálido, lanzaban destellos.
Tenía las mejillas arreboladas y caminaba alegremente.

¡Ay, no! ¡Iba de cacería!

________ suspiró. ¿Cómo demonios podían proceder del mismo óvulo?

Tabitha rebuscó en uno de los bolsillos de su abrigo, sacó un trozo de papel y lo colocó sobre la
mesa, frente a Selena.

-Necesito tus conocimientos. Esto es griego, ¿verdad?
Sin responder a la pregunta, Selena apartó las cartas y echó un vistazo a la nota. Frunció el
ceño.

-¿De dónde lo has sacado?

-Lo tenía un vampiro que pulverizamos anoche. ¿Qué dice?

-«El Cazador Oscuro está cerca. Desiderius debe prepararse».

Tabitha se metió las manos en los bolsillos mientras sopesaba las palabras.

-¿Alguna idea sobre el significado?

Selena se encogió de hombros mientras le devolvía el papel.

-Nunca he oído hablar de ningún Cazador Oscuro, ni del tal Desiderius.

-Eric dice que «Cazador Oscuro» es una clave con la que se refieren a uno de nosotros. ¿Qué
crees? -preguntó Tabitha.

________ ya había escuchado bastante. ¡Por Dios! Cómo odiaba cuando empezaban con toda esa basura
ocultista, demoníaca y vampírica. ¿Por qué no maduraban y se incorporaban al mundo real?

-Chicas -dijo levantándose-, os veré luego.
Tabitha la agarró del brazo cuando comenzaba a alejarse.

-¡Oye! No estarás todavía dolida por lo de Cliff, ¿verdad?

-Por supuesto que lo estoy. Sé que lo hicisteis todo a propósito.

Sin preocuparse en absoluto por haber sido la culpable de la ruptura del compromiso de su hermana,
Tabitha le soltó el brazo.

-Lo hicimos por tu bien.

-¡Oh, claro! Muy bien -le dijo con una falsa sonrisa-. Gracias por cuidar de mí. ¿Por qué no me
metes un dedo en el ojo cuando quieras divertirte?

-Venga, _________ -le dijo Tabitha con su expresión más adorable, la que conseguía que su padre
le perdonara cualquier cosa. Pero con ella no funcionaba; al contrario, la irritaba más-. Puede que
no te guste lo que hacemos, pero nos quieres. Y no puedes casarte con un administrativo estirado que
no acepta lo que somos.

-¿Lo que somos? -preguntó ________ perpleja-. No me incluyas en esa locura. Yo soy la única con
los genes recesivos normales y corrientes. Ustedes son las que...
-¡Tabby!

________ se alejó al ver que el novio de Tabitha -tan gótico como ella- se acercaba a la carrera.
Eric St. James era sólo un par de centímetros más alto que ellas, pero no resultaba extraño,
teniendo en cuenta que medían un metro setenta y cinco. Tenía el pelo negro y lo llevaba de punta,
con un mechón morado. Podría haber sido muy mono si no llevase un pendiente en la nariz, y si se
dedicara a buscar un trabajo a tiempo completo... o a mantenerlo.

¡Y dejase de cazar vampiros, claro!

-Gary ha averiguado algo sobre ese grupo de vampiros -le dijo Eric a Tabitha-. Vamos a intentar
pillarlos antes de que oscurezca.

-¿Estáis preparados?

Si ________ seguía poniendo los ojos en blanco de aquella forma, se quedaría ciega.

-Chicos, algún día vais a matar a un humano sin querer. ¿Os acordáis de aquella ocasión en la
que atacasteis a un grupo de fanáticos de Anne Rice y Lestat, en el cementerio?

Eric le dedicó una sonrisa satisfecha.
-Nadie acabó herido, y a los turistas les encantó.

Tabitha volvió a dirigirse a Selena.

-¿Puedes investigar un poco y ver si averiguas algo sobre Desiderius y el Cazador Oscuro?

-Venga, Tabby, ¿cuántas veces tengo que decirte que dejes eso? -le dijo Eric enfadado-. Los
vampiros están jugando con nosotros. Lo de «Cazador Oscuro» no es más que un término tonto que
no significa nada.

Selena y Tabitha lo ignoraron.

-Claro-dijo Selena-, aunque es posible que Gary pudiese ayudarte.

Eric suspiró disgustado.

-Dijo que tampoco lo había oído nunca. -Miró a Tabitha indignado-. Lo cual significa que no es
nada.

Tabitha apartó la mano de Eric de su hombro y continuó ignorándolo.

-Puesto que está escrito en griego, apuesto que uno de tus amigos profesores de la universidad
podría sernos de más utilidad.
Selena asintió.

-Esta noche le preguntaré a Julian cuando vaya a casa de Grace.

-Gracias. -Tabitha miró a ________, que se encontraba a su espalda-. No te preocupes por Cliff. He
encontrado al chico perfecto para ti. Lo conocimos hace un par de semanas.

-¡Oh, Señor! -jadeó ________-. Ni una sola cita a ciegas más preparada por ti. Todavía no me he
recuperado de la última, y eso que fue hace cuatro años.

Selena se rió.

-¿Te refieres al domador de caimanes?

-Sí -contestó ________-. Cocodrilo Mitch; el que intentó que acabase como merienda de su mascota,
Big Marthe.

Tabitha resopló.

-No es cierto. Sólo intentaba mostrarte lo que hacía para ganarse la vida.

-Déjame decirte algo: el día que dejes que Eric te meta la cabeza entre las mandíbulas de un
caimán vivo, podrás protestar. Hasta entonces, siendo yo la experta en la halitosis de caimán,
mantengo la opinión de que Mitch sólo buscaba un aperitivo fácil.

Tabitha le sacó la lengua antes de agarrar la mano de Eric y salir disparada calle abajo, con él a
remolque.
________ se frotó la frente mientras observaba a aquellos dos haciéndose ojitos el uno al otro;
eso probaba que había alguien reservado para cada persona. Sin importar lo rara que pudiese ser esa
persona.

Muy mal le tenía que ir para no encontrar a ese alguien.

-Me voy a casa a ponerme de mal humor.

-Escucha -le dijo Selena antes de que pudiese marcharse-. ¿Por qué no cancelo mi cita de esta
noche con Grace y nos vamos tú y yo a hacer algo? ¿Qué tal si nos tomamos unas diminutas
salchichas a la brasa en honor a Cliff?

________ sonrió, agradecida por la idea. No era de extrañar que adorase a su familia. A pesar del
caos, todos la cuidaban con mucho cariño.

-No, gracias. Puedo hacer las Vienesas a la brasa yo misma. Además, Tabitha empezará a repartir
golpes y se morirá si no le preguntas a Julian por su Cazador Oscuro.

-Vale, pero si cambias de idea, dímelo. ¡Ah!, y mientras estás en casa, ¿por qué no llamas a
Tiyana y le dices que prepare un hechizo para encoger el pene de Cliff?
________ se rió a carcajadas. Vale, había ocasiones en las que tener una hermana que era Suma
Sacerdotisa de vudú, resultaba bastante útil.

-Confía en mí, no podría encogérselo más. -Le guiñó un ojo a Selena-. Nos vemos luego.



Esa misma tarde, ________ se sobresaltó al escuchar el teléfono; la había despertado de sus
ensoñaciones. Dejando el libro a un lado, descolgó el auricular.

Era Tabitha.

-Oye, hermanita, ¿puedes ir a mi casa y sacar a Terminator a dar una vuelta?

________ rechinó los dientes ante la petición que solía recibir, como mínimo, dos veces a la
semana.

-¡Venga, Tabby! ¿Por qué no lo has sacado tú?

-No sabía que se me iba a hacer tan tarde. Por favor. Se hará pis en mi cama como protesta si no
vas a por él.

-¿Sabes, Tabby? Tengo una vida.

-Sí, ya. Como si no estuvieses sentada sola en el sofá, leyendo la última novela de Kinley
MacGregor y poniéndote morada de trufas de chocolate, como si el mañana no existiera.
________ arqueó una ceja al fijarse en la cantidad de envoltorios de trufas esparcidos sobre la
mesa, y en la novela «Sólo a ti» que estaba junto al teléfono.

¡Joder! Odiaba cuando sus hermanas hacían eso.

-¡Venga! -le pidió Tabitha-. Te prometo que seré simpática con tu próximo novio.

Dejó escapar un suspiro; sabía que no podía negarles nada a sus hermanas. Ésa era su mayor
debilidad.

-Si no vivieses al final de la calle te mataría por esto.

-Lo sé. Yo también te quiero.

Con un gruñido atascado en la su garganta, colgó el teléfono. Echó una melancólica mirada al
libro. ¡Joder!, justo cuando empezaba a meterse en la historia.

Suspiró de nuevo. Bueno, al menos sólo tendría que hacerle compañía a Terminator durante unos
minutos. Era un pitbull francamente horroroso, pero en esos momentos, era el único varón al que
podía soportar.

Agarró el polar que había dejado sobre el sillón y salió por la puerta delantera. Tabitha vivía
a dos manzanas y, aunque la noche era extremadamente oscura y fría, no le apetecía conducir.
Se puso los guantes mientras se encaminaba calle abajo, deseando que Cliff estuviese allí para
sacar al perro. No podía recordar las incontables ocasiones en las que lo había embaucado para
que le diese un paseo a Terminator, camino de su casa.

Se tropezó con un adoquín y se dio cuenta de que estaba pensando en Cliff por primera vez desde
hacía horas. Lo que realmente le sentaba mal de su ruptura era que no lo echaba de menos. En
ningún sentido. Echaba de menos tener a alguien con quien charlar por las noches; echaba de menos a
un compañero con el que ver la televisión. Pero, sinceramente, no podía decir que lo echase de
menos a él como persona.

Y eso era lo que más la deprimía.

Si no hubiese sido por su estrafalaria familia, habría acabado casándose con él, y habría
descubierto, demasiado tarde, que realmente no lo amaba.

Esa idea le producía más escalofríos que el gélido viento de noviembre.

Alejando a Cliff de sus pensamientos, se concentró en el vecindario. A las ocho y media, estaba
todo sorprendentemente tranquilo para ser una noche de domingo. Había numerosos coches aparcados en
la calle y las ventanas de las casas iluminaban la estropeada acera. Todo era normal, no obstante,
había algo espectral en el ambiente. La luna menguante, bien alta en el cielo, proyectaba
retorcidas sombras a su alrededor. De vez en cuando, llegaban hasta ella los lejanos ecos de las
risas que transportaba el viento.
Era una noche perfecta para que las fuerzas del mal...

-¡Fuera de mi cabeza! -dijo en voz alta.

¡Por culpa de Tabitha estaba pensando en esas cosas! ¡Jesús!

¿Qué iba a ser lo siguiente? ¿Se dedicaría a rastrear el pantano con sus hermanas, en busca de
extrañas plantas y caimanes para los rituales de vudú?

Temblando ante la idea, llegó por fin a la espeluznante y antigua casa que Tabitha y su compañera
habían alquilado, justo en la esquina de la calle. Pintada de un morado chillón, era una de las
más pequeñas de la vecindad. A ________ le sorprendía que ningún vecino se quejase de ese
horrible color. A Tabitha le encantaba, por supuesto, ya que resultaba muy fácil de encontrar para
quien no conociese la zona.

«Solo tienes que localizar la casita morada de estilo Victoriano, con la verja negra de hierro
forjado. No tiene pérdida.»

No, a menos que fueses ciego.

Tras abrir la puerta de la verja, atravesó el jardín y siguió el sendero que llevaba hasta el
porche. Una enorme y siniestra gárgola de piedra hacía las veces de vigilante.
-¡Hola Ted! -saludó a la estatua; Tabitha juraba que podía leer los pensamientos-. Sólo voy a
sacar al chucho, ¿vale?

Sacó las llaves del bolsillo del polar y abrió la puerta principal. Cuando entró al vestíbulo,
arrugó la nariz al notar un olor apestoso. Una de las pociones de su hermana debía haber salido
mal.

O eso, o Tabitha había intentado cocinar de nuevo.

Escuchó los ladridos de Terminator en el dormitorio.

-Ya voy -le dijo mientras cerraba la puerta, encendía las luces y cruzaba la salita de estar.

________ tenía un pie en el pasillo, cuando escuchó su voz interior, aconsejándole que corriera.
Antes de poder siquiera parpadear, se apagaron las luces y alguien la agarró por detrás.

-Bueno, bueno -le dijo una voz sedosa al oído-. Por lo menos te tengo a ti, brujilla -e
intensificó su «abrazo»-. Ha llegado la hora de hacerte sufrir.

Algo la golpeó en la cabeza un segundo antes de ver cómo el suelo se acercaba.

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