lunes, 15 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 3

—Provócame combina entrevistas y hechos que exploran varias facetas de la vida sexual en
parejas estables o no. La última temporada hice un programa sobre la etiqueta sexual en una primera
cita, otro sobre «amigos con derecho a roce», luego continué con algunos matrimonios que se
hacían tatuajes a juego. Ésta será la segunda temporada y estoy muy contenta de que el programa
vuelva a estar en pantalla. Dado que la cadena emite programas orientados a mujeres y parejas, creo
que éste será perfecto.
—Hum. Cuéntame qué tienes pensado para esta temporada.
De nuevo, ahí estaba esa orden sutil.
—Bueno, aún no tenemos una idea fija, pero ya hemos aprobado los siguientes temas: masajes,
fotografías para parejas, pintura erótica, y...
—Dominación y Sumisión.
_____________ tragó. Estaba tan entusiasmada con el programa, que casi se había olvidado de que
iban a hablar de ese tema. El tema que estimulaba sus más vergonzosas fantasías nocturnas.
—Sí.
Él arqueó una ceja oscura con impaciencia, consiguiendo parecer severo, disgustado y poco
amenazador al mismo tiempo.
_____________ se sintió desconcertada y lo miró fijamente. ¿Qué quería?
—Sí, señor —aventuró.
La sonrisa con que la recompensó fue deslumbrante.
—Muy bien.
—Pensé que este tipo de tratamientos eran únicamente para los...
— ¿Sumisos? Así es habitualmente, pero contactaste conmigo para una lección rápida. Pensé que
ésta sería la mejor forma de empezar, un ejemplo práctico para ver cómo lo haces. —Él se
inclinó hacia delante y apoyó un codo en la mesa. Su mirada siguió clavada en la de ella,
de¬rritiéndola de manera implacable—. ¿Entiendes lo que significa someterse a un hombre?
¿Rendirse por completo?
_____________ contuvo el aliento, aturdida por algo que se escapaba a su control. Los ojos del Amo
N brillaron con aprobación.
—Esto... no es sobre mí —repuso ella con voz jadeante—. Sólo necesito captar el concepto
para transmitirlo...
— ¿Cómo vas a poder transmitirlo sin mantener una relación de ese tipo, chef? Probar no es
malo. —La sonrisa de él transmitía algo que sólo podía ser definido como pecado puro y
duro—. Incluso te podría gustar.
Eso era exactamente lo que _____________ se temía.
Se esforzó por mantener una expresión profesional.
—No importa si lo pruebo o no. Después de todo, cuando hicimos el programa sobre las parejas que
se tatuaban, no me hice un tatuaje. Lo que me interesó fue comprender por qué era tan importante
para ellos.
—Pagar a alguien para que te haga un tatuaje mientras tu pareja mira es mucho menos personal que
dejar que te venden los ojos desnuda, y otorgar el control de tu placer a tu Amo.
Tragando saliva, _____________ se dio cuenta de que él tenía razón. Peor aún, el bocado que le
presentaba comenzaba a parecer un banquete para su abandonada sexualidad.
No. Aunque esta vez era Adán quien le ofrecía a Eva la manzana de la tentación, ella era lo
suficientemente lista como para no aceptarla. Si le interesaba, era sólo porque le estaba embotando
la cabeza con esas sugerencias. Él era difícil de ignorar. Ella no era una depravada, no era el
tipo de mujer que permitiría que un matón la encadenara y le dijera lo que tenía que hacer. Lo
que pasaba era que la idea era nueva y _____________ tenía un interés puramente intelectual en el
concepto. Bueno, más que intelectual. Pero eso no significaba que fuera a acceder.
A pesar de que el Amo N parecía ser el hombre que había inventado el concepto de placer.
— ¿Qué es lo que te da miedo? —preguntó él.
«Yo misma».
Ella apartó la vista de esa intensa mirada.
—Simplemente, no es lo mío.
Él frunció el ceño de nuevo. Su mirada mostraba una impaciente demanda.
—Señor —añadió _____________ casi en contra de su voluntad.
Él suavizó la expresión.
—En los pocos minutos que llevo aquí sentado, te has sonrojado, se te ha acelerado el pulso, y se
te han puesto duros los pezones. Co¬nozco el aroma del deseo. Puedo oler el tuyo. Voy a volver a
preguntártelo. ¿Qué es lo que te da miedo?
Sintió un impacto en el vientre. Oh, Dios... era como un libro abierto para él. Incluso más que
eso. _____________ cerró los ojos, soltó un suspiro. Luego otro. Su mente trabajaba a toda
velocidad.
—No te lo pienses demasiado —le advirtió—. Mentir implica un castigo.
— ¿Un castigo? ¡No tienes derecho! —contestó en un acalorado susurro.
Él la miró fijamente durante un largo momento.
—Te dije ayer en el chat que una relación de este tipo requiere mucha confianza. Confié en que
eras quien decías ser. Para que confiaras en mí, permití que tu ayudante de producción
consiguiera una información muy personal sobre mí, ¿no? No pongas esa cara de asombro. Lo
descubrí en cuanto comenzó a indagar sobre mí. Si no hubiera dejado dicho en todos esos clubes
que podían dar esa información, nadie le habría dado a Reggie ni los buenos días, así que
mucho menos le hubieran contado detalles sobre mi vida sexual.
Él se movió en su asiento, rozando el muslo contra el de ella otra vez, luego le alzó la barbilla
con un dedo. _____________ se derritió con una mezcla de sorpresa y deseo, excitada ante el
abrumador atractivo sexual del Amo N.
—Es cierto —susurró él—. Aposté por ti. Si trabajamos juntos, tienes que confiar en mí. No voy a raptarte, ni a forzarte a hacer ninguna cosa melodramática que se te esté pasando por la cabeza. Si quieres que te ayude a comprender la psicología de la Dominación y Sumisión, tienes que tener la suficiente confianza para ser totalmente sincera conmigo. Y contigo misma. ¿Me comprendes?
—Sí... sí, señor.
—Excelente. Ahora, por última vez, ¿por qué te asusta tanto la idea de someterte?
Era una pregunta cargada de implicaciones que ella no sabía cómo contestar. Era miedo al rechazo. A que la ridiculizaran de nuevo. Era vergüenza. Miedo al dolor y a la degradación. Le asustaba que le gustara ser dominada por alguien como él, y luego tener que asumir la ver¬güenza y la culpa.
Pero no podía admitir eso... ninguna de esas cosas. Sería como ofrecerle su alma en una bandeja de plata.
—Por favor —susurró _____________ —. Por favor...
El Amo N apretó la mandíbula y entrecerró los ojos. Por alguna alocada razón, _____________ odió decepcionarle. No le debía nada, maldita sea. El era su entrevistado y sería recompensado por su tiempo e información. Punto.
Como estaba concentrada en resistir hasta que el infierno se con¬gelara, _____________ tardó unos momentos en darse cuenta de que el cama¬rero había vuelto a rellenar el café del Amo N. Luego el joven la miró con una sonrisa incierta.
—Un hombre me ha pagado veinte dólares para que le diera esto.
Le entregó un sobre aparentemente normal... con su nombre es¬crito con una caligrafía demasiado familiar.
El camarero se marchó.
El corazón comenzó a palpitarle. Abrió el sobre lo más rápido que pudo para encontrar el consabido puñado de pétalos rosas con los centros suaves y los bordes mustios. Le resbalaron de los dedos, y se quedó sin aliento, sintiendo que la sangre le huía de la cara.
—No... —Miró a su alrededor con una expresión de pánico—. ¡No!
— ¿_____________? —la interrogó el Amo N con la voz ronca de preocupación.
Ella lo miró con una mirada salvaje
—Está aquí. Me ha seguido. Oh, Dios mío... tengo que irme. —Aspiró con temor y apretó los puños para impedir que le temblaran las manos—. Tengo que irme ya.

El Amo N la sujetó por los hombros.
— ¿Quién está aquí y dónde tienes que ir?
Sacudiendo los hombros para librarse de él, miró a su alrededor con frenesí, intentando reconocer cualquier cara que le resultara familiar o peligrosa. La mayoría de las sillas de la plaza estaban vacías, así como las del resto de las terrazas y las ventanas cercanas. Los oscuros escaparates de las tiendas podían ocultar a cualquiera, pero todo el mundo a su alrededor parecía oriundo. Los demás ocupantes de la cafetería ni la miraban ni les importaba. De nuevo él se había acercado hasta ella, silencioso como el humo, invisible como el aire. El pánico la atravesó.
—No puedo quedarme. Lo siento...
Él la sujetó de nuevo, decidido a que le contestara. Pero se quedó paralizado, con la mirada clavada en un punto al otro lado de la calle.
_____________ sintió la energía que impulsaba al Amo N un segundo antes de que la empujase al suelo.
— ¡Al suelo!
La empujó bajo la mesa y cubrió su cuerpo con el suyo un instante antes de que estallara un disparo por encima de sus cabezas.

Niholas Jonas curvó protectoramente su cuerpo sobre la pequeña forma fe¬menina de _____________ y utilizó la mesita de hierro para protegerla cuando sonó otro disparo. A su alrededor los clientes de la cafetería comenzaron a gritar y a correr despavoridos. Maldijo entre dientes mientras ella se estremecía violentamente bajo él.
¡Maldita sea! Tenía la venganza al alcance de su mano, y pasaba eso. No podría tirarse a la mujer de su enemigo hasta hacerla gritar su nombre si ella moría.
La furia lo invadió, pero que alguien estuviera frustrando su venganza no era la única razón de su ira. No, estaba absolutamente furioso de que algún gilipollas hubiera infundido tal pavor a esa pequeña pero vibrante mujer.
No iba a negar que había engañado a Morgan para utilizarla, pero no pensaba hacerle daño. Todo lo contrario. Pensaba descubrir lo que la excitaba y así poder cumplir cada una de sus fantasías hasta que todo el cuerpo de _____________ vibrara de satisfacción.
Hasta que a ella ya no le interesara Brandon Ross y abandonara a ese hijo de perra.
Sin embargo, el estúpido que empuñaba el arma tenía otras intenciones, como meterle una bala en la cabeza.

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