domingo, 14 de agosto de 2011

Obsesión. Capitulo 8

Frunció el ceño. Malditas, asquerosas, beep píldoras de beep.

__________ estaba sentada en la tienda de Ballast que había sido erigida dentro del perímetro del Festival de Edimburgo con los otros autores de Ballast, firmando autógrafos y haciendo lo mejor de sí para vender copias de El Grito antes de que su próximo lanzamiento llegue a las librerías a fin de mes. Su cabeza se levantó rápidamente cuando su visión periférica se chocó con un par de pantalones de tweed color camel, pero se desilusionó al verlos sobre un hombre de cabello claro en lugar de cierto hombre de pelo oscuro que parecía no poder olvidar. El extraño era guapo, pero no era Joe.

Habían pasado cuatro días desde que llamó, una semana desde que lo vio por última vez. Lamentablemente, el tiempo no la ayudaba a calmar la sensación de pérdida para nada.

–Esperaba conseguir un autógrafo –el hombre de cabello claro le sonrió– ya tengo este libro, pero qué importa, otra copia no me va a hacer pobre.

__________ sonrió.

–Me alegra escucharlo. ¿A quién se lo dedico?.

–Kevin Castell –él sonrió, mirándola a los ojos para ver su reacción– soy amigo y colega de Joseph Jonas.

No se desilusionó. Sus ojos verde claro se agrandaron, reveladores, pensó, mientras volvía su mirada al libro.

–¿Y cómo anda? –preguntó un poco demasiado indiferente mientras escribía en el libro.

–Como la beep –dijo bruscamente. __________ levantó rápidamente la cabeza, y Kevin le sonrió– así que, si existe la más mínima posibilidad de que tú te sientas igual, quizás deberías llamarlo.

Buscó su mirada.

–¿Te envió Joe hoy aquí?.

–No.

La respuesta de Kevin la descorazonó.

–A decir verdad, yo vivo aquí a la vuelta y decidí salir a dar un pequeño paseo. Cuando vi la tienda de Ballast, pensé en pasar a saludar.

Ella suspiró, pasándole el libro autografiado.

–¿Qué te hace pensar que Joe quiere que lo llame?.

–Como te dije, se siente como la beep. Desde el día en que su pequeño… –aclaró su garganta– …romance terminó.

–¿De verdad? –preguntó en voz baja.

Kevin rió por lo bajo.

–Sí, de verdad –miró su reloj y volvió a mirarla a ella– si puedes tomarte un descanso de unos minutos, me dará mucho gusto invitarte a tomar algo y contártelo todo.

__________ sonrió. Asintió, y se puso de pie lentamente.

–Hecho.

++++++

–Me dejas atónita –haciendo girar su Ruso Blanco en el vaso distraídamente, __________ encontró la mirada de Kevin– he andado deprimida por ahí toda la semana, pensando que no quería saber nada conmigo. ¿Y ahora apareces tú y me dices que es porque él piensa que es aburrido? –ella meneó la cabeza, desconcertada– si hay algo que Joe no es, es aburrido. ¿De dónde sacó una idea como ésa?.

Kevin rió por lo bajo mientras apoyaba su vaso de vino sobre la mesa del pub.

–Los hombres son criaturas notablemente extrañas .Parece que no podemos evitarlo.

Sonrió ante eso, sintiéndose más alegre de lo que se había sentido en días.

–Te debo una grande. Si no fuera por ti, nunca me habría enterado de nada de esto. Joe no parecía querer verme de nuevo, por eso es que no quise ponerle presión al asunto.

–¿Y ahora?.

Su sonrisa apareció lentamente y llena de malicia.

–Y ahora voy a probarle al Dr. Jonas que es cualquier cosa menos gris y sensato.

Kevin levantó su copa de vino, brindando por eso. Él sonrió.

–Me temo que cuando todo esté dicho y hecho tendré que presionar a Joe para que me cuente los detalles pecaminosos.

Ella brindó con él con el Ruso Blanco.

–Serán muy buenos. Tengo una atracción por lo dramático. Parece que no puedo evitarlo –ella
rió por lo bajo.

–Es de familia.

Joe se levantó los anteojos de marco dorado sobre el puente de su nariz mientras se dirigía al salón. Sus ojos fueron y vinieron desapasionados por el grupo de estudiantes, notando enseguida que tenía la clase completa, con unos treinta o más. Abrió el maletín al llegar a la tarima y tomó de allí la lista.

–James O’Donnell.

–Presente.

–Marion McKenna.

–Presente.

Y así siguió por otros treinta y tantos nombres hasta llegar al fin de la lista.

–¿Me faltó nombrar a alguien? –preguntó mientras empujaba sus anteojos sobre el puente de su nariz nuevamente.

Vio una mano levantarse con su visión periférica.

–A mí.

–¿Su nombre? –preguntó al levantar la vista– ¿Cuál es su…?

A Joe se le atoró la respiración en el fondo de la garganta cuando se dio cuenta de quién era la estudiante misteriosa. Ella se comportaba como si no estuviera pasando nada fuera de lo común. Demonios, actuaba como si ni siquiera lo reconociera.

__________ estaba vestida con una camisa desenfrenadamente apretada que exhibía su impresionante busto y los bordes de sus pezones, y una pequeña y ajustada falda que la cubría hasta la parte superior de los muslos. Completaba el conjunto totalmente blanco un par de zapatos de tacos, que la llevaban cerca de sus seis pies de altura.

–¿Cómo es su nombre? –preguntó tan calmadamente como pudo.

–__________ Elliot Jhonson.

–Bien

¿Qué hacía aquí?, se preguntó. ¿Qué estaba haciendo? Hizo como que anotaba el nombre, mientras su corazón latía dramáticamente en su pecho.

–La he agregado a la lista.

Requirió un esfuerzo descomunal, pero de alguna manera u otra Joe se las arregló para comenzar su clase. Girando hacia la pizarra, comenzó a anotar nombres y fechas, dándoles a los alumnos una breve historia de las matemáticas. Bueno, pensó deprimido mientras continuaba anotando, si no lo consideraba un total y absoluto aburrido antes de este momento, sin duda lo haría luego de escucharlo pontificar sobre la utilidad del cálculo en las ciencias.

–Entonces –siguió monótono mientras regresaba a la tarima y continuaba con su clase– el que abrió el camino para los cálculos diferenciales e integrales fue Isaac Newton…

Sus labios seguían moviéndose, vomitando fechas y datos, pero su mente estaba agitada, y por eso su mirada se dirigió hacia la causante de esto.

Joe vio con fascinación y estupor, sin poder hacer nada para detenerla, sin poder desviar la atención de él, mientras __________ abría lentamente sus muslos, revelando el hecho de que no llevaba puestas braguitas. La carne húmeda y pelada relucía desde la primera fila de bancos y él tenía que mirar hacia otro lado para no quedar como un tonto. Su pene estaba tan duro que temió que explotara.

Continuó con su clase, sin moverse de la tarima ahora por miedo a que algún estudiante notara su dura erección.

–Siguiendo la tesis de Sir Isaac Newton….

Se merecía una medalla por su fortaleza, por ser capaz de resistirse a mirarla, pensó para sí.

Pero, por supuesto, Joe no pudo más con el suspenso. Tenía que saber qué tramaba, tenía que ver por sí mismo qué estaba haciendo ahora. Contra su voluntad, sus ojos se desviaron una vez más hacia el banco de __________, agrandándose ante su descubrimiento.

Se estaba manoseando. Allí mismo, en su banco. Justo frente a él, mientras daba clases. Pensó que había planeado bien dónde sentarse, sobre la derecha como estaba, porque podía tocarse sin que nadie más que él lo pudiera ver.

Unas uñas rojo sangre se arrastraban alrededor de sus pliegues labiales, abriéndolos de par en par para que él la inspeccionara. Tomó su inflamado clítoris entre el dedo índice y el mayor, y comenzó a masajearlo con movimientos circulares. Sus ojos verde claro estaban vidriosos cuando levantó la vista para mirarlo, sosteniéndole descaradamente la mirada mientras estaba allí sentada en el salón de clases y se acariciaba.

Y de alguna manera continuó hablando, de alguna manera continuó atrayendo la atención de la clase hacia sí y la mantuvo, de alguna manera se las arregló para no mirar hacia donde estaba esa vulva exquisitamente mojada lo suficiente como para no despertar sospechas.

–…lo que resultó en la implementación del cálculo como lo usamos hoy en día…

No supo cómo puso cara de nada, no supo cómo se las arregló para abstenerse de explotar en sudor, porque todo lo que necesitó fue un vistazo de su pequeña vulva para volver a funcionar del modo primitivo en el que había pasado todo ese fin de semana maravilloso.
–Si pasamos ahora a la página….

De alguna manera u otra pudo terminar la clase, se las arregló para actuar como si nada estuviera
mal por otros veinte minutos, aún cuando __________ siguió manoseándose todo ese tiempo. No paró
un instante, notó, no hasta que él dijo que la clase había terminado y que los vería el
miércoles.


–Señorita Elliot Jhonson –dijo, asombrado al sonar tan calmado– me gustaría que se quede
después de clase así hablamos de sus horarios este semestre.

–Por supuesto –contestó ella, sonando para todo el mundo como si no pasara nada fuera de lo
común.

Para cuando el último estudiante había salido del salón de clases y había cerrado y trabado la
puerta detrás de él, Joe había soportado tanta tortura como podía resistir. Acechó el
escritorio que __________ había ocupado sin decir una palabra, y notó que ahora estaba parada al
lado de él, y no sentada.

Bajando el cierre de sus pantalones, dejó salir su dura erección con un solo movimiento y levantó
su falda hasta las caderas con otro. Sus ojos se pasearon pensativos sobre la afeitada pequeña
vulva mientras sus manos levantaban su apretada camisa sobre sus senos, liberándolos para las
palmas de sus manos. Se quedó sin aliento mientras los levantaba, sus ojos achicándose de deseo y
sus pulgares frotando sus pezones.
–Date vuelta –dijo suave pero drásticamente.

Soltó sus senos cuando lo obedeció, dejándola darse vuelta en semicírculo y abrir sus piernas
para que él pueda penetrarla desde atrás. Se inclinó sobre el banco tanto como pudo, cerrando los
ojos, anticipándose mientras levantaba su trasero en el aire.

__________ se quedó sin aliento cuando su larga y dura excitación penetró su húmeda carne por
atrás.

–Joe –gimió mientras la tomaba, haciendo sonidos de placer cuando levantaba sus senos desde
atrás y jugaba con sus pezones mientras la tomaba.

Joe apretó los dientes mientras montaba su cuerpo, bombeando arriba y abajo en su estrecha abertura
con largos y agonizantes movimientos. Sus dedos tiraban y pellizcaban sus pezones mientras la
arremetía, una y otra vez, estrujando su cuerpo con orgasmo tras orgasmo.

–Ay, Dios.

–¿Se siente bien? –murmuró en su oído, mientras sus caderas golpeaban contra ella mientras
machacaba duramente dentro de ella– ¿Sí? –dijo entre dientes, con la mandíbula apretada.

–Sí.
Joe tiró de sus pezones de nuevo, como a ella le gustaba, como recompensa a su respuesta. Ella
gimió, haciendo que él arremetiera más profundo y más rápido.

–¿Se portó mal mi chica esta semana? –preguntó casi por casualidad mientras la embestía una
y otra vez– ¿Ha estado con alguien más?.

–No –iba al encuentro de sus embates, vorazmente encantada con cada minuto de ello.

Él rotó sus caderas y la ensartó con más fuerza, mientras sus dedos aún tiraban y pellizcaban
sus alargados pezones.

–Te daré más, entonces –gruñó– ya que has sido una niña buena mientras no estuviste
conmigo.

Hizo honor a sus palabras, llevando su duro pene dentro de ella más y más, una y otra vez,
haciéndola acabar más veces y más violentamente de lo que antes pensó que sería posible.

__________ cerró los ojos y sonrió, queriendo que él la siguiera tomándola por siempre,
queriendo que él la embistiera hora tras hora, pero percibió que su orgasmo estaba cerca. Iba al
encuentro de sus embates con voracidad, golpeando su trasero contra él, gimiendo mientras él
estrujaba su vulva y la dejaba empapada.

–__________.

Y luego se correría, gimiendo mientras la embestía por última vez. Soltó sus senos, agarrándola
de las caderas y hundiendo los dedos en ellas, mientras eyaculaba su orgasmo bien adentro de su
cuerpo.
Joe apenas podía respirar, mucho menos moverse, así que la mantuvo allí por un buen rato,
inmovilizada contra el banco y unida a él en su carne mientras recobraba la consciencia. Cuando la
dejó levantarse un momento después, ella giró para mirarlo, con una sonrisa estirando sus labios.
Se veía adorablemente lujuriosa, pensó, sus ojos grandes y luminosos contrastando con su camisa
que había sido levantada sobre sus senos y la falda montada en sus caderas.

–Las gafas te dan un toque excitante, Joe, pero creo que la próxima vez deberías sacártelas
–se separó de él– no tiene sentido que se rompan.

¿La próxima vez?, pensó esperanzado.

Se bajó la ajustada camisa para ocultar sus senos, luego hizo lo mismo con su falda, escondiendo su
pelada vulva de su vista.

–Tienes otra clase en una hora, ¿no? Al menos eso dijo Kevin. Será mejor que te prepares.

Joe sacudió la cabeza para aclarar sus ideas. Le estaba costando volver a funcionar en la modalidad
de profesor cuando la mujer de sus sueños entró sin prisa a su clase, lo sedujo y lo tomó hasta
dejarlo inconsciente.

–S-sí –tartamudeó, prevaleciendo en sus pensamientos– sí, por supuesto.

Ella sonrió, colgándose el bolso sobre el hombro mientras caminaba plácidamente hacia la puerta.

–Nos vemos luego, entonces .

–¿Luego? –aclaró su garganta mientras ponía su saciado pene dentro de los pantalones y
levantaba el cierre– ¿Luego cuándo?.
La mano de __________ se paralizó sobre el picaporte. Lo miró sobre el hombro mientras abría la
puerta– pronto.

Él asintió.

–Ah, y Joe –dijo mientras abría la puerta, deteniéndose cuando ya estaba entreabierta– una
cosa más.

El buscó sus ojos.
–¿Sí?.

–Eres cualquier cosa menos aburrido –sonrió lentamente– pero si consideras aburrido lo que
acabamos de hacer, ten la libertad de aburrirme hasta las lágrimas cuando quieras.

Joe la observó irse, dándose cuenta de que de alguna u otra manera Kevin la había encontrado y
había hablado con ella. No había otra explicación.

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