domingo, 21 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 15

—Pareces contenta contigo misma.
_____________ intentó borrar la sonrisa de su cara, pero no pudo. No quería ocultar su satisfacción, eso sólo lo provocaría. Así que se encogió de hombros.
—Piensas que esto es un juego, _____________ . Que has ganado y que yo he perdido y que todo se acabó. Que ya no tienes que temer someterte a mí.
La suave risa de Nick le dio la primera indicación de que había juzgado mal la situación. La sonrisa de _____________ vaciló.
—Cher, no hemos hecho más que empezar. Te prometo que te habrás sometido a mí antes de que acabe la noche.
El susurro la golpeó en el vientre, volviendo a despertar su desconcierto. ¿No lo había hecho ya? Cada uno de los tíos con los que había estado, bueno..., Andrew, por ejemplo, habría necesitado ocho horas de sueño y un buen tazón de Wheaties antes de estar preparado de nuevo. Y Andrew se había considerado un sprinter. ¿Acaso Jack era un corredor de maratón?
El pensamiento inundó su vientre con una incomoda y apremiante lujuria.
—Arrodíllate en la cama. —La voz la arrancó de sus pensamientos.
— ¿P-por qué?
Cualquier rastro de relajación tras el orgasmo había desaparecido de la expresión de Nick.
—Porque lo digo yo. Yo mando, tú te sometes. Si vuelves a preguntarme o si vacilas otra vez, te sacudiré el trasero.
Tic-tac, tic-tac. De repente, _____________ fue consciente de cada uno de los segundos que transcurrían entre ellos. Dirigió la mirada a la cama deshecha y luego a Nick, cuya respiración regular y cuya mirada firme le decían que hablaba completamente en serio.
No quería eso, no lo quería. Pero el dolor entre sus piernas se había convertido en un sordo latido. Aún tenía en la boca el tentador sabor salado de él. El placer que le había proporcionado el febril encuentro contra la puerta irrumpió en su mente. Quería volver a sentir eso, quería ser poseída y experimentar otro orgasmo que sacudiera los cimientos de su cuerpo.
Nick tenía algo. De alguna manera esa presencia dominante que alternaba con esas sonrisas burlonas la tranquilizaban, a la vez que la hacía sentirse protegida. La había ayudado a librarse de un francotirador. El hecho de que a menudo fuera capaz de leerle la mente como si la comprendiera, la desconcertaba. Estaba tratando de convertirla en una sumisa, aunque ella no lo era.
Nick cerró los puños y luego los relajó.
—_____________
Dio un paso amenazador hacia ella con la sombra de una reprimenda ardiendo en sus ojos.
Al final, el deseo de _____________ tomó la decisión por ella. Se sometería a él. Sólo esa noche. Como si fuera un experimento. Una sola vez no podía hacer daño a nadie, ¿verdad?
Se subió gateando a la cama y se arrodilló frente a él.
—Date la vuelta. De cara al cabecero.
En otras palabras, que le diera la espalda. Sabiendo que sólo tenía unos segundos para decidirse, _____________ buceó en sus pensamientos. ¿Qué iba a hacer Nick? No la lastimaría. La había protegido cuando el acosador había comenzado a disparar. Había logrado sacarla de Lafayette de una pieza, pero...
—Mi paciencia tiene un límite —ladró Nick —. Date la vuelta.
El gruñido exigente la sobresaltó. Quería que lo hiciera ya.
Con una última mirada, una que ella sabía que mostraba toda su incertidumbre y ansiedad, _____________ accedió.
—Siéntate sobre los talones. —La voz sonaba ahora más cerca, acentuada por la precisión militar de los pasos de Nick en el suelo de madera.
El tono severo de la voz masculina era algo que _____________ no podía pasar por alto. No se atrevió ni a ignorarle ni a vacilar.
Una vez que se hubo sentado sobre los talones, Nick le pasó la yema de un dedo por la curva del hombro, como si la recompensara. Se quedó sin aliento. El suave toque la alarmó y la inflamó. Un rastro de fuego permaneció tras esa simple caricia.
Luego él deslizó la palma de la mano entre sus omóplatos.
—Inclínate hacia delante hasta que te toques las rodillas con los pechos. Pon los brazos por encima de la cabeza con las palmas de las manos extendidas sobre la cama.
______________ procesó la orden, imaginándose la posición que adoptaría. Sería una postura
inocente si estuviera en una de sus clases de yoga. Pero hacerlo ahora significaba dejar el trasero
y la espalda totalmente vulnerables a Nick.
Los dedos de Nick empujaron suave pero inexorablemente la espalda de _____________ hasta que
finalmente ella accedió. Siempre podía dejarlo si Jack la presionaba demasiado. Tenía una palabra
de seguridad.
Con la mejilla descansando sobre las suaves sábanas, extendió los brazos por encima de la cabeza,
mientras las piernas permanecían dobladas bajo su cuerpo. Nick retiró la mano de su espalda.
_____________ observó cómo él se acercaba con pasos acompasados hasta el cabecero de la cama.
Tensó el vientre ante el miedo a lo desconocido. ¿Qué estaba haciendo él? ¿Qué planeaba hacer?
— ¿ Señor?
—_____________ , ya hemos hablado de esto. No puedes abrir la boca a no ser que te dé permiso.
—Sólo quiero saber qué vas a hacer.
El aire de la habitación pareció espesarse. _____________ sintió su silencio, el latigazo de
desaprobación que atravesó a Nick. Saber que lo había decepcionado provocó una desagradable
sensación acida en el estómago de _____________ . Hablar sin permiso estaba prohibido, al igual
que hacer preguntas. No sabía porqué, pero tenía la certeza de que esta vez se había
extralimitado.
Sin previo aviso, él le agarró la muñeca izquierda con una mano. Al cabo de unos instantes, se la
ató con un lazo de terciopelo. Un tirón, otro más y un segundo después él se apartó.
Discretamente, _____________ intentó tirar de la muñeca.
Estaba firmemente atada.
Antes de que pudiera comenzar a comprender las implicaciones, Nick rodeó la cama, le cogió la
muñeca derecha y repitió el proceso.
Tenía los dos brazos inmovilizados, firmemente atados con un lazo de terciopelo a los postes de la
cama. Dio un suave tirón, luego otro no tan suave. Nada. Las ataduras no cedieron ni un
centímetro. Nick debía de haber sido un buen Boy Scout si sabía hacer esos nudos tan perfectos.
El pánico la invadió como la ola de un tsunami. Oh, no. Estaba totalmente perdida. Nick estaba
determinado a tomar el control. Un control que ella no estaba dispuesta a darle.
Luchó, tirando de los brazos con un gemido atemorizado. Dios mío, ¿en que había estado pensando?
Una cosa era imaginar dar a un hombre el control absoluto de su cuerpo. Y otra muy diferente era
hacerlo realmente, incluso aunque le confiara a éste su seguridad física. ¿Cómo sabía realmente
que podía confiar en él?
Pero las ataduras no cedían.
Cuando gimió otra vez, Nick la tranquilizó acariciando suavemente la cabeza de _____________ .
—_____________ , respira hondo. —Esperó hasta que lo hizo, entonces susurró con una voz
tranquilizadora e hipnótica—: Estás a salvo. Estás bien. Confía en mí.
Ese ronco susurro le llegó hasta el fondo del alma. El tono suave de su voz le pedía que fuera
razonable, que no tuviera miedo. Por alguna razón que no pudo comprender, la tranquilizó. Le hizo
caso y se quedó quieta.
Como recompensa, él le deslizó la palma de la mano por la espalda expuesta.
—La sumisión consiste en tener confianza, _____________ . Tienes que confiar no sólo en que te
cuidaré, sino en que te daré todo lo que necesitas, cada placer inimaginable. Pero para dártelo
necesito tu ayuda. Él placer se origina, en parte, en la entrega total del control.
De repente, la caricia en su espalda desapareció. Unos momentos después, fue reemplazada por una
palmada fuerte en su trasero.
Alarmada por su acción, _____________ tiró de las ataduras.
— ¡Ay! Detente.
Pero antes siquiera de haber acabado de decir las palabras, comenzó a sentir una peculiar picazón
en la piel que dio paso a un fuego persistente en el lugar donde la había zurrado.
—Aquí mando yo, _____________ . Tu cuerpo es mío para darte placer o para castigarlo según me
convenga. Ahora mismo, te mereces un castigo.
Apenas se había recobrado de la sorpresa cuando la zurró de nuevo con la misma fuerza que la vez
anterior, pero esta vez en la otra nalga. _____________ se mordió los labios cuando sintió el
aguijón inicial. Luego, como antes, el ramalazo de dolor dio paso a un calor inesperado que se
extendió desde su trasero.
—Sorprenderte. Eso es lo que pretendo. Haré cosas que no siempre comprenderás ni creerás
desear, puede que no estés de acuerdo con ellas. Lo importante es que confíes en que conozco los
límites de tu cuerpo, y que lo aceptes. Si confías en mí, en mi habilidad para derribar tus
barreras mentales, te daré el placer que tu cuerpo desea.
Volvió a golpearla de nuevo, una fuerte palmada en cada nalga.
_____________ se quedó sin aliento.
—Vete al infierno.
La risa atronadora de Nick sonó a sus espaldas.
—Sólo estás cavando tu propia fosa, cher.
Le pasó la callosa palma sobre la piel hormigueante de su trasero. La calidez de la piel de Nick
penetró en ella, mezclándose con el ardor de su trasero, creando un fuego que casi la hizo gemir.
¿Cómo podía gustarle eso? No tenía sentido.
—No puedes experimentar lo que quieres hasta que aprendas a entregarte a mí por completo —le
susurró en el oído.
Mentalmente, se rebeló contra sus palabras, pero al mismo tiempo se dio cuenta de que tenía la
vagina completamente empapada.
¡No, no, no! La estaba zurrando como a una niña caprichosa. Y no le gustaba eso, de verdad que no.
Pero el dolor se estaba convirtiendo rápidamente en un latido placentero e imposible de ignorar.
_____________ cambió de posición, procurando evitar la mano de Nick. No lo consiguió. Dos
cachetadas más, una en cada nalga, y más fuertes que las anteriores. Sintió una oleada de furia,
pero eso no detuvo el ardor que se extendía por su piel, el calor palpitante que le llegaba hasta
los huesos. Oh, Dios mío..., su carne comenzaba a palpitar dolorida. _____________ sintió la
sangre bullir bajo su piel, inundándole el clítoris.
Luchar contra ello era inútil.
—¿Lo has comprendido?
Esa voz era como la de un sargento de instrucción sexual. Cada palabra estaba envuelta en acero,
pero por debajo subyacía la burlona promesa de lo que podría llegar a ser, la promesa
aterciopelada del éxtasis.
Una nueva oleada de calor atravesó su cuerpo, inflamó su clítoris y ahogó sus protestas. Su
cuerpo exigía más.
—Sí, señor.
—Mucho mejor —la elogió él.
Fue entonces cuando _____________ se dio cuenta de que elevaba el trasero, anticipando el
siguiente golpe. Que era muy consciente del vacío de su sexo, y que se retorcía contra la sábana,
ansiando que la llenara.
Las excitantes sensaciones la sacudían. Los escalofríos recorrían su espalda. Sentía todo su
cuerpo caliente y agitado. Había estado inflamada por las sensaciones y el olor de Nick cuando lo
había tomado con la boca, pero en esa posición, las suaves caricias castigadoras la habían hecho
consciente de sí misma como mujer y de que estaba bajo su control. Sin duda esa postura revelaba
las partes más secretas de su cuerpo, y al estar atada, él podría tocarla siempre que así lo
quisiera.
Algo que —de una manera escalofriante— le daba más placer que hacerle perder el control.
Él le deslizó la mano por la espalda. _____________ se arqueó como un gato, buscando el cálido
hormigueo que provocaba su caricia.
Inmediatamente, Nick apartó la mano.
—Estarás quieta a menos que te diga otra cosa.
El tono de su voz le dejó bien claro que él esperaba una respuesta.
—Sí, señor.
—Excelente.
No, no lo era. _____________ sentía que la temperatura de su cuerpo aumentaba, que sus
pensamientos comenzaban a deslizarse dentro de una espiral de lujuria. Lo que era correcto o no
estaba siendo reemplazado por el placer y el dolor, por la necesidad de alcanzar el orgasmo. Y
extrañamente, por la necesidad de complacer a Nick.
Nick se giró y se dirigió hacia la puerta. _____________ miró por encima del hombro y lo
observó salir. Con el trasero tenso y desnudo, sintió una nueva corriente de necesidad, al mismo
tiempo que la desaparición de Nick provocaba su miedo. ¿A dónde había ido? ¡No podía dejarla
allí así! ¿Cuándo tiempo creía él que podía estar esperando en esa posición?
_____________ movió la cabeza y miró el reloj de la mesilla de noche. El tictac resonaba en el
silencio. El único otro sonido que se escuchaba era el latido de su corazón.
Pasaron cinco minutos. Luego otros cinco. Se le comenzaron a entumecer las piernas. Notó el leve
frío de la habitación al no estar Jack presente. Pero algo le decía que no se moviera. Algo le
decía que aquello era una prueba.
Y no tenía intención de fallar.
Después de otros ocho minutos, él regresó con una pequeña caja negra en una mano, y una
erección que no dejó lugar a dudas sobre la habilidad de Jack para excitarse de nuevo. Sin decir
nada, él dejó la caja en la mesilla de noche y la miró.
—Aún estás en la posición correcta. Bien. Muy bien.
Le pasó un dedo por la curva de la espalda y más abajo, entre sus nalgas. Ella se puso tensa,
jadeó, y apretó las nalgas intentando escapar de él. Él vaciló, pero como ella no protestó,
continuó viajando hasta su sexo.
Luego se quedó allí. Las yemas de sus dedos se pasearon sobre la resbaladiza superficie que se
apretaba contra su mano. Se deslizaron de un lado a otro, rodearon los labios mayores, extendiendo
la humedad con un ritmo descuidado y pausado.
Estaba jugando con ella. ¡Sólo jugando! Pero estaba demasiado excitada para encolerizarse.
_____________ movió las caderas contra su mano. «¡Haz algo!», gritaba su cuerpo en silencio.
Él simplemente usó la otra mano para darle una nueva cachetada en el trasero.
—Estáte quieta —exigió.
Nick agarró a _____________ por las caderas para detener el movimiento provocativo. Ella se
tensó, luchando por permanecer quieta. Los músculos le temblaban tanto del esfuerzo como del
placer inmisericorde que la invadía.
—Tu sexo está mojado, _____________ . Incluso más mojado que esta mañana. E hinchado.
¿Piensas que estás lista para ser poseída?
Cerrando los ojos con fuerza, _____________ intentó contener la respuesta. Si le decía que sí,
sólo la atormentaría. Si le decía que no, la atormentaría aún más. Pero pretender fingir
indiferencia ante el mágico dominio de los dedos que se paseaban entre sus jugos, entre sus
pliegues sensibles, sencillamente, no era posible.
—Sí, señor —gimió finalmente.
Le dolía por todos lados. Palpitaba de deseo. Todo lo que había entre sus rodillas y su ombligo
pedía a gritos su boca, su miembro. ¡Lo que fuera! Necesitaba que hiciera algo.
Nick siguió jugueteando con ella.
—Eres demasiado respondona. Cuando te sometas por completo. .. entonces ya veremos.
Oh, también quería responder a eso. Eso era todo lo sumisa que iba a ser. Jack podía tomarlo o
dejarlo...
«¡Oh, Dios mío!»
Dos dedos se deslizaron en la humedad, atravesando sus pliegues resbaladizos y penetrando con
rapidez en su interior. Un giro de la muñeca, un toquecito de esos dedos y encontró el punto G
donde comenzó una lenta, pero firme caricia.
Casi de inmediato, el placer se extendió por los muslos de _____________ , se clavó en su
clítotis y subió por su pasaje. Todo su cuerpo cobró vida mientras él continuaba la despiadada
presión en ese lugar tan sensible.
_____________ gimió, larga y roncamente. Luego arqueó de nuevo las caderas en una muda
invitación a que fuera más rápido, pero él la ignoró. Siguió penetrándola con la misma
profundidad y el mismo ritmo pausado.
La sangre comenzó a rugir en los oídos de _____________ . Se percató de que los latidos de su
corazón vibraban en su interior, de que su clítoris palpitaba con el mismo ritmo. Se le formó una
patina de sudor entre los pechos doloridos, en las sienes, en la nuca, entre los rígidos muslos.
Ese hombre la llevaba más y más alto. Dios mío, ya estaba llegando a la recta final, estaba casi
al borde del precipicio. E iba a caer en picado desde una altura desconocida. Su cuerpo estaba
tenso, preparándose. _____________ jadeó, gimió, ansiándolo más que nada en el mundo...
De repente, él se retiró.

—No te he dado permiso para correrte.
—¿Qué? —_____________ apenas podía hablar.
—No te correrás hasta que yo lo diga. El control es mío, cher.
Nick desapareció y rodeó la cama para coger la caja negra. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ella
estaba allí, agonizando, deshaciéndose en un charco de necesidad, y él se dedicaba a jugar con
esa maldita caja.
Gimió dolorida mientras la frustración que atormentaba su cuerpo la hacía temblar. Bueno, si él
no la ayudaba, se las arreglaría sola.
____________ intentó moverse en vaivén para producir la suficiente fricción sobre su clítoris y
así llegar al clímax. Al instante, Nick la detuvo con una palmada en el trasero. Luego le
inmovilizó la cadera con la mano, impidiendo que se moviera bajo la presión de su presa.
—Eres una chica mala. Te correrás cuando yo te lo diga, en mi mano, con mi miembro dentro. No
porque te retuerzas para conseguirlo.
Con ese comentario, Nick se subió a la cama tras _____________ y volvió a zambullir los dedos en
ella. Pero no volvió a tocar ese dulce lugar de su interior, sólo movió las yemas de un lado para
otro, mojando los dedos.
—Separa las rodillas —exigió, acomodando la mano libre entre ellas para urgirla a separar los
muslos.
_____________ accedió, jadeante y aturdida, hundida en el pantano de deseo al que la llevaban sus
caricias.
Nick sacó los dedos del pasaje femenino y le dio un ligero toquecito al clítoris, dejándola
paralizada y sin aliento. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué iba a hacer Nick?
Un toque más tarde, donde ella menos lo esperaba, contestó a sus preguntas.
Antes de que _____________ pudiera protestar, uno de los dedos de Nick, empapado con sus jugos, le
penetró el ano, traspasando el apretado anillo de músculos. El dedo invasor le provocó un
aterrador estremecimiento de placer. Jadeó.
—No —gimió ella.
—Sí —afirmó él—. Tienes un culo hermoso. No voy a ignorarlo.
Le invadió el trasero con otro dedo más, creando una ardiente presión. Algo extraño y prohibido.
El placer la propulsó al cielo. _____________ contuvo el aliento, luego se mordió los labios.
¿Cómo podía gustarle eso?
Pero de repente, le fue imposible no desear más de lo mismo.
—Eso es, cher. Haz presión contra mis dedos. Tengo que abrirte bien para tomarte por aquí.
Entonces Nick la hizo arder más que con cualquier cosa que ella pudiera haber imaginado,
llevándola cada vez más cerca del borde, mientras la penetraba con los dedos con un ritmo
hipnotizante. Dentro, fuera, dentro, fuera...
Las sensaciones eran demasiado nuevas e inesperadas. Él había encendido demasiadas partes de su
cuerpo, y todas gritaban de necesidad. Los tensos pezones se frotaban contra las sábanas con cada
penetración. El clítoris palpitaba. El anegado sexo aún latía bajo su toque.
Y ahora, los dedos de Nick la llevaban a una lenta y alocada excitación, despertando demasiadas
sensaciones en una parte de su cuerpo que sólo había considerado erótica en sus más prohibidas
fantasías nocturnas.
Luego el placer fue demasiado intenso para pensar. Sólo podía moverse con su toque, arqueándose
para salir al encuentro de sus dedos, mientras gemía y se estremecía. Tenía el cuerpo tenso y
centrado en alcanzar el clímax que estaba cada vez más cerca, dominándola y engulléndola.
Cuando Nick retiró los dedos de su culo, _____________ gimió en señal de protesta sin poder
evitarlo, sin poder pensar siquiera qué estaba haciendo.
—No he terminado, cher—la tranquilizó.
Un poco después _____________ oyó un pequeño estallido seguido de un sonido vibrante, y sintió
algo nuevo, ligeramente frío y definitivamente extraño en su entrada trasera. Un vibrador. Tembló
cuando Nick jugueteó con él en torno a su sensible abertura.
El placer de _____________ se centró allí tan agudo que no podía imaginar nada igual. En
especial cuando Nick empujó el vibrador un poco.
—Presiona contra él —le ordenó con suavidad.
_____________ lo hizo encantada. La vibrante sonda se calentó con rapidez ante el contacto con
su cuerpo. Soltó un sonido de puro placer por el oscuro deseo que creó el aparato. El vibrador era
del mismo tamaño que uno de los dedos de Nick, pero muy suave, mientras él lo deslizaba dentro y
fuera de su cuerpo. _____________ se arqueó contra él, buscándolo, febril en su lujuria.
Gritó, agarrando la sábana con los puños.
Nick se movió detrás de ella, cubriéndola con su cuerpo mientras le murmuraba en el oído.
—Estás muy sexy con el vibrador dándote placer en el culo. Un hombre podría perder el control
simplemente mirándote.
_____________ miró a Nick por encima del hombro. Estaba arrodillado detrás de ella, mirándola
con esos ardientes ojos color chocolate que le abrasaban la piel ya de por sí caliente. Sus anchos
hombros ocuparon todo su campo de visión cuando le agarró las caderas con esas grandes manos. Su
pecho musculoso, cubierto de sudor, subía y bajaba por la respiración jadeante. Parecía un hombre
cuyo control pendía de un hilo.
No tuvo tiempo para recrearse cuando él la penetró hasta la empuñadura con un golpe de su sexo.
_____________ jadeó ante la sensación de él llenando completamente el pasaje que ahora era
más estrecho por el vibrador que ocupaba su trasero. Se sentía llena por completo. La doble
penetración la hizo agarrarse a las sábanas otra vez, cerrando los puños con desesperación.
— ¡ Nick!
—Sí, cher. Eres deliciosa —gimió él mientras empujaba en ella—. Es como follar nata montada
y canela.
Aumentó el ritmo con rapidez hasta un nivel frenético. La fricción y las vibraciones resonaban en
sus sensibles aberturas, provocándole miles de escalofríos. Sintió que su sangre corría
desesperada, inundándole el sexo, el ano. _____________ jadeó, gritó cuando el placer se
extendió por su cuerpo más rápido de lo que podía soportar. Los nudillos se le quedaron blancos
cuando apretó con fuerza las sábanas. La peligrosa necesidad amenazaba con tragarla, con hacerle
perder el juicio para no recobrarlo jamás.
Nick era implacable. La escalada hacia el clímax fue rápida. Se mordió el labio hasta sentir el
regusto de la sangre en su boca, pero nada podía contener el placer.
Sus gemidos se convirtieron en gritos ensordecedores. _____________ sentía cómo su vagina se
cerraba en torno al miembro de Nick, agarrándolo como si nunca lo fuera a dejar salir, palpitando
con la inminente tormenta. Él continuó con el mismo ritmo pausado, tomando su sexo con una
poderosa determinación.
Con los dos pasajes repletos, la mente de _____________ dio rienda suelta a sus fantasías. Esas
fantasías que se negaba a tener a la luz del día, esas imágenes que la fascinaban. Dos hombres
penetrándola, trabajándola para poseerla y llenarla, para follarla hasta...
—Córrete,________. ¡Ya! —gritó Jack con voz ronca.
Ella soltó un grito ronco cuando un impresionante orgasmo atravesó su cuerpo. Se estremeció una y
otra vez mientras lo ordeñaba. Aquel torbellino de placer superaba cualquier cosa que hubiera
conocido antes, le aniquilaba todo vestigio de pensamiento y control, la capacidad del habla. Lo
único cierto era el devastador clímax que le nublaba la vista, que tensaba su cuerpo hasta dejarla
ingrávida mientras Nick la empujaba a esa clase de éxtasis que sólo había imaginado.
El ronco grito de Nick hizo eco al suyo mientras se corría con una prisa febril.
Cayeron desmadejados sobre la cama. Nick la liberó del vibrador pero se mantuvo a sí mismo
profundamente enterrado en ella, acariciándole suavemente la piel como si quisiera poseerla más
allá del orgasmo. Como si ella no sólo fuera aceptable, sino maravillosa.
Cuando Nick curvó su cuerpo alrededor de ella, con la respiración jadeante contra su hombro, el
cuerpo de _____________ —peor aún, su corazón— brincó de alegría ante esos maravillosos
pensamientos.
Con los ojos cerrados, _____________ se dio la vuelta y se desperezó entre las sábanas calientes
y arrugadas. Sentía los músculos deliciosamente laxos y relajados, y se sentía dolorida en
algunos lugares inusuales. Pero vaya, aunque fuera difícil de creer, dormir profundamente la había
rejuvenecido. No podía recordar la última vez que se había sentido tan descansada. Sonriendo,
medio adormilada, inspiró profundamente. Olores a cuero, a hombre, a medianoche, a pantano y a sexo
inundaron sus sentidos.
Los olores de Nick.
Los acontecimientos de la noche anterior regresaron a su mente. Todos y cada uno de ellos. Hasta el
más mínimo detalle. Con un grito ahogado, _____________ se incorporó en la cama, aferrando la
sábana con los puños. Todo lo que ella había hecho..., y no sólo eso, sino que también lo
había disfrutado. La lujuria invadió su vientre y su vagina se tensó con un ansia voraz ante esos
recuerdos tan vívidos.
Su mente se bloqueó con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Y de consternación.
Aún estaba desnuda. Ella, que jamás dormía sin pijama, había dormido desnuda en la cama de un
hombre que le había hecho caer en el pecado más prohibido y había logrado que le gustara a pesar
de todo. Y ahora, permanecía en la cama como si estuviera esperando que él volviera a hacerla
caer.
Frunciendo el ceño, _____________ lo recordó durmiendo a su lado. No, no a su lado, sino con su
cuerpo entrelazado al suyo. El sólido tórax contra su espalda, la mano extendida sobre su vientre.
El ritmo constante de la respiración masculina le había rozado el oído.
_____________ llevaba semanas sin dormir bien, desde que los problemas con el acosador se habían
vuelto más serios. Pero incluso aunque se sentía a salvo en la relativa seguridad de su
apartamento, jamás había dormido tan profundamente. Con Nick cerca de ella, se había sentido
querida, protegida, y absolutamente capaz de caer en el negro abismo del sueño.
También se había sentido reclamada, en especial cuando Nick la había despertado
bruscamente en mitad de la noche. La había colocado de espaldas sobre la cama y había acomodado
sus caderas entre los muslos abiertos de _____________ que jadeó ante el suave empuje de su
miembro en su sexo inflamado.
A pesar de estar medio dormida, la sensación de esos lentos y perezosos envites la había envuelto
en una roja neblina de necesidad. Al cabo de unos minutos, ella había intentado aferrarse a los
hombros de Nick en una súplica silenciosa y se había dado cuenta de que él la había atado otra
vez, además de vendarle los ojos.
Recordó que le había soltado las ataduras de los tobillos repentinamente, luego la movió cerca de
la cabecera de la cama, sin desatarle las muñecas, él se había sentado con ella encima y, con un
arranque de pasión controlado, la bajó sobre su miembro.
—Móntame, cher. Envuélveme con esa preciosa vagina tuya —le susurró él después de la
medianoche.
Agarrándola firmemente por las caderas, Nick marcó el ritmo y la profundidad de la penetración.
Nunca demasiado rápido. Nunca demasiado profundo, pero bastaba para convertirla en una masa
temblorosa y jadeante.
_____________ había gemido pidiendo más. El sudor le resbalaba por el vientre, por la espalda,
mientras buscaba una liberación que él no parecía querer darle. Simplemente la hacía subir y
bajar con interminables y lentos envites.
— Nick —gimió ella.
—Non —él se enderezó bajo ella y le pellizcó el pezón con los dientes, al tiempo que le
golpeaba el trasero con una de las manos.
La doble sensación de placer y dolor atravesaron su cuerpo como una oleada de lava líquida.
_____________ se quedó sin aliento cuando Jack se sumergió profundamente en su interior. El
empujó hacia arriba, pero con golpes largos y lentos que multiplicaron la fricción y sacudieron a
_____________ con estremecimientos de placer.
—Incorrecto. —La castigó levantándola, dejando casi fuera la totalidad de su erección—.
¿Cómo tienes que llamarme?
_____________ vaciló, casi al borde del abismo. Jadeando, con el sexo en llamas y las manos atadas
que impedía que lo acariciara, gimió:

—Más, por favor...
—Sólo cuando te dirijas a mí de manera correcta.
—Señor —se apresuró a decir—. Señor.
Nick la recompensó entonces, levantándole las caderas y penetrándola tan profundamente que
_____________ gritó. La mano de la cadera se movió lentamente hasta que el pulgar jugueteó con
su clítoris. Con un gemido, ella se arqueó bajo su toque, buscando alcanzar el clímax.
Con dedos rápidos, él le soltó las manos y le dejó claro que no quería verlas desocupadas.
—Juega con tus pezones, ___________. Muéstrame cómo te gusta tocarlos.
Ella vaciló, la aprensión se mezclaba con un estremecimiento de lujuria. ¿Tocarse mientras él la
observaba? Oh, Dios, la idea la excitó.
Como ella no se movió, Nick detuvo los lentos y constantes envites. _____________ gimió.
—Tócalos ya —le exigió—, o dejaré de follarte y volveré a zurrar ese pequeño trasero
tuyo.
_____________ no quiso pensar en cuánto le gustaba que esa ancha palma le calentara las nalgas.
Pero también quería tener su miembro dentro, además de complacerle. Se llevó las manos a los
pechos y se los ahuecó, deseando más que nada poder verle la cara. ¿Se sentiría Nick excitado
por lo que ella estaba haciendo? ¿Sentiría rechazo?
— ¿Y los pezones? No se merecen que los ignores cuando estás a punto de correrte, ¿verdad?
—No —dijo ella entre jadeos, apretándoselos y retorciéndoselos con los dedos—. No, señor.
Un nuevo brote de humedad inundó su pasaje, empapando todavía más sus pliegues. La reacción de
su cuerpo no le pasó desapercibida a Nick.
—Sí, cher. Me encanta que te mojes. Eres perfecta, estás hecha para mi polla.
Nick la bajó otra vez sobre su erección y comenzó a invadirla de nuevo con un ritmo duro y
constante que hizo que la cabeza le diera vueltas y que le ardiera el cuerpo. Lo siguió, envite a
envite, gemido a gemido, pellizcándose los pezones con cada estocada del miembro de Nick hasta que
estuvieron duros y sensibles.
—Mueve las manos —murmuró él contra su piel.
Casi con renuencia ella soltó los duros brotes. Fue difícil seguir la orden cuando estaba tan
cerca de la satisfacción que casi podía saborearla. Gimió. Pellizcarse los pezones era un placer
añadido al que Nick le proporcionaba.
No tuvo que prescindir de ese deleite demasiado tiempo. Él se llevó una de las tensas cimas a la
boca, succionándola con fuerza contra el paladar mientras con la lengua le lamía la parte
inferior. Sus dedos atormentaron el otro pecho con tanta fuerza, con tanta presión que ella casi
gritó.
—Me aprietas la polla, cher. No quiero que te corras hasta que yo te lo diga —le recordó.
—No puedo evitarlo, señor —gimió ella, indefensa ante el creciente mar de éxtasis que
amenazaba con ahogarla.
—Puedes y lo harás. Y mientras te tocarás el clítoris. —Él se llevó una de las manos de
_____________ a su boca y le chupó un dedo, sumergiéndolo en la estremecedora calidez—. Mójate
así el dedo, déjalo brillante y húmedo, luego acaricíate el clítoris para mí.
Ella quería hacerlo. Oh, Dios, quería hacerlo. El mero pensamiento la hizo sentir una nueva oleada
de necesidad.
—Pero... así, llegaré al orgasmo.
Nick le golpeó el trasero.
—Dirígete a mí de manera correcta.
____________ tragó luchando contra la necesidad.
—Eso me llevará al orgasmo, señor.
—No hasta que yo te lo permita —la advirtió—. Ahora llévate el dedo a la boca. Sí. Hasta el
fondo. Chúpalo. Así, cher. Precioso.
La bajó profundamente sobre su miembro. La sangre corría con rapidez hacia la unión de sus
cuerpos, inundando cada célula, hinchando sus pliegues hasta que sintió la fricción de cada
envite, dentro, fuera..., por todas partes. Apretó los ojos cerrados, intentando contenerse, pero
sabía que no podría hacerlo por más tiempo... Nick la estaba llevando hasta el límite de su
resistencia.
Pero lo último que quería era usar la palabra de seguridad para detenerle.
—Apriétame con tu sexo. Sí —murmuró—. Ahora ponte el dedo en el clítoris y enséñame
cómo te lo frotas.
Excitada más allá de la modestia o la vergüenza por las llamas del placer, _____________ hizo lo
que él exigía, deslizándose la palma de la mano por el abdomen hasta el húmedo nicho de sus
rizos y rodando el dedo mojado sobre el clítoris.
— ¡Oh, sí! —no pudo contener el sonido. De inmediato, _____________ se dio cuenta de que el
clítoris se había salido de su capuchón y que cada roce de su dedo sobre el hinchado brote era
como fuego en su sexo, un fuego que se extendía por el pasaje que el miembro de Nick llenaba con
cada envite.
—No te detengas —gruñó él—. Déjame ver cómo juegas con tu clítoris.
Lo cierto era que ella no hubiera podido detenerse por nada del mundo. Su saliva se mezcló con sus
propios jugos cuando presionó un segundo dedo encima del clítoris y comenzó a realizar los
movimientos que sabía que la llevarían directamente al clímax.
Se esforzó por contener el orgasmo, esperando la aprobación de Nick. Necesitándola. La presión
creció y se acumuló. Tensó cada uno de sus músculos mientras se sentía compelida a dejarse
llevar cada vez más alto. Y Nick... ahora estaba embistiendo en ella, gimiendo con cada estocada.
Podía sentir cómo su miembro se hinchaba cada vez más en su interior, penetrándola con mayor
profundidad, con el glande golpeando su punto G.
Y ________ se aferró a él, clavándole las uñas en la cadera mientras con la otra mano seguía
acariciándose el nudo de nervios de su entrepierna. Apretó los muslos en torno a él. Gritó,
intentando aguantar hasta que Nick le diera su consentimiento, intentando contener la gigantesca
explosión que se arremolinaba dentro de ella con la brillante promesa del Nirvana.
—Jouis vierte à moi—le exigió—. ¡Córrete para mí!
Nick no había terminado la frase cuando _____________ estalló, y pudo ver las brillantes
estrellas girando dentro de su cabeza. Aquel bello despliegue de luces tenía, sin embargo, un lado
oscuro que la envolvió y tiró de ella como si hubiera sido arrastrada por las aguas revueltas del
pantano y se ahogara en un inmenso y violento placer, uno en el que sólo aquel candente ardor era
capaz de provocarle una vívida satisfacción. El retumbar de sus oídos y la sequedad de su
garganta le indicaban que estaba gritando. El largo gemido de satisfacción de Nick se unió al de
ella.
Después no recordó nada más, sólo que durmió profundamente y sin pesadillas, envuelta en el
calor de Nick.
Ahora la cama estaba vacía, y la puerta del dormitorio cerrada.
Y sólo pensar en él y en la noche que habían pasado juntos la hacía sentirse dolorida y mojada
otra vez.
_____________ enterró la cara entre las manos. Dios, ¿qué había hecho?
Antes de que Nick la tocase, le había preocupado que después de pasar una noche con él, no
volviera a ser la misma. Había hecho bien en preocuparse.

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