sábado, 20 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 10

Bajando la vista, ella no pudo evitar percibir el contorno de la rígida erección que presionaba contra la bragueta de los vaqueros de Nick. _____________ sintió que se le calentaba la piel, y que la excitación palpitaba de nuevo entre sus piernas. ¡No! Necesitaba su furia, toda esa magnífica ira.
Pero lo único que hizo fue darse cuenta de lo cerca que él estaba. De que estaba medio desnudo, mientras que ella apenas estaba cubierta. Estaba pisando terreno peligroso, en especial con Nick mirándola con ese fuego oscuro brillando en sus ojos. En especial cuando la respuesta de su propio cuerpo era tan ardiente.
_____________ dio un paso atrás.
—Quieta.
El calmado tono de su orden, la hizo vibrar. _____________ vaciló, pensando a toda velocidad. No tenía por qué escucharle, no tenía que estar delante de él casi desnuda y acatar sus órdenes. De hecho, sería mucho mejor que no lo hiciera.
—Que te den. No tengo dos años, ni soy un robot —le contestó antes de retroceder de nuevo.
Nick la alcanzó.
«¡Huye!» se dijo a sí misma. Pero él ya la había agarrado suavemente por la muñeca, aunque ella sentía su presa como si fuera una tenaza de acero. Y también sentía su calor...
—Quédate.
Por alguna razón, algo en su voz la atraía... No, no debía escucharle.
Tal vez era porque Nick encarnaba cada pecado que anhelaba experimentar. Alguna vez se había masturbado en su oscura y solitaria cama sólo para sentirse frustrada al difuminarse la satisfacción cuando se daba cuenta de que aquello no era real.
Él la soltó y la rodeó lentamente al mismo tiempo que le rozaba los hombros suavemente con la yema de los dedos. El corazón de _____________ se aceleró. Sintió que se le ponía la piel de gallina en los brazos. Ni siquiera quería pensar en lo que le estaría ocurriendo a los pezones que tanto le dolían.
Nick se detuvo a sus espaldas. Su cálido aliento le cosquilleó en ese sensible lugar entre el cuello y los hombros. El calor de él irradió por su espalda y sus piernas. _____________ contuvo el aliento. Dios mío, estaba demasiado cerca. Demasiado cerca para ignorarlo. Demasiado cerca para negar el efecto que tenía sobre ella.
El ardor de entre sus muslos alcanzó nuevas cotas, como si ella no se hubiera acabado de correr hacía sólo unos minutos.
Le dirigió una mirada cautelosa por encima del hombro. Nick estaba allí mismo, esperando, como si hubiera sabido lo que ella haría. Sus miradas se encontraron, la de él era ardiente y exigente. Nick soltó un suspiro fuerte e intenso.
Iba a tocarla.
Un estremecimiento electrizante la atravesó, a la vez que se llamaba estúpida de todas las maneras que conocía. Apartó la mirada de él y clavó los ojos en la puerta otra vez, ciñéndose la toalla con más fuerza.
Nick no dijo nada, pero _____________ podía sentir sus ojos fijos en ella, observando su piel todavía húmeda, su respiración jadeante.
¿Y ahora qué? Esto había pasado de castaño a castaño oscuro en tan solo dos minutos. Y si no quería que pasara a negro, tenía que escapar ya.
—Dime por qué necesitabas un orgasmo —le murmuró al oído.
No podía. Sólo le confirmaría lo que ya debía saber: que una parte de ella, la más desvergonzada, lo deseaba, y sentía mucho más que curiosidad periodística por el placer que él podía darle.
—No es asunto tuyo, Nick.
—No me llames así, no cuando estemos a solas.
Quería que lo llamara señor. Ella siguió allí de pie, temblando, con la mente y el corazón latiendo a toda velocidad entre la incertidumbre y la emoción prohibida. _____________ se sentía... reclamada por las palabras de Nick. Sus órdenes removían algo en su interior y le provocaban un ramalazo de necesidad.
«¿Cómo sería rendirse? ¿Ceder a las exigencias de esa voz?»
Peligroso. Malo. Ceder ante todo lo que Nick representaba y que no debería desear, sólo la llevaría directa al infierno.
— ¿Te llamo entonces asno? Sería lo más apropiado —le soltó la bravuconada y se volvió para enfrentarse a él—. No me intimides.
Esperó una fiera respuesta, una orden que fuera más un gruñido de frustración. Pero no llegó.
En lugar de responderle, él se acercó todavía más, hasta que sólo un susurro la separaba del rugiente calor de su cuerpo.
—No hay razón para que te avergüences de tus deseos.
—No lo hago. Llámame reprimida si quieres, pero de lo que me avergüenzo es de tener público mientras tengo un orgasmo —le espetó.
—Eso no es cierto —le dijo él con suavidad.
Tragando, _____________ intentó apartar la vista de su mirada conocedora y sexual. La envolvió entonces su olor, a hombre y a misterio, picante como la comida cajún y duro como la vida en el pantano.
Se apartó poco a poco de él.
— ¿Crees que me conoces?
—Sé cosas sobre ti. Sé que no estás segura sobre tu sexualidad. Que tienes deseos que no
quieres confesar. Los veo en tus ojos. Deseos prohibidos sobre ser sometida...
— ¡No ves nada! No soy una depravada.
—No, no lo eres. Cualquiera que lo crea es idiota.
Nick intentó agarrarla de nuevo, con la determinación plasmada en las rudas facciones masculinas.
_____________ no quería saber exactamente qué era lo que estaba resuelto a hacer. Se sintió
invadida por el pánico, y lo empujó con la mano, apartándose de su alcance. La espalda de
_____________ chocó contra la puerta.
Y Nick se acercó lentamente a ella. Como un depredador. Tenía que escapar. Tenía que hacerlo. Ya.
_____________ fue hacia la izquierda para esquivarle. Nick la bloqueó con el brazo, cortando esa
vía de escape. Usó esa misma táctica en el lado derecho antes de que ella pudiera dar un paso en
esa dirección.
Luego Nick se inclinó hacia delante, colocando una mano contra la puerta, al lado de su cabeza.
Ella no podía mirarlo, se negaba a hacerlo. Como para captar su atención, Nick rozó su cuerpo
contra el de ella, consiguiendo que crueles chispas de deseo la recorrieran de arriba abajo. En
realidad, ese simple contacto fue suficiente para que ardiera como un petardo.
—Mírame. —Él se apartó para darle un poco de respiro.
Había algo en el interior de _____________ que quería obedecer. Esa voz ronca con ese deje
francés y esa orden explícita tiraban de ella. Pensar en rendirse hizo que su estómago se
retorciera expectante y que el deseo le latiera en el clítoris. Ese hombre era una enorme
contradicción. Un protector agresivo. El hombre que ataba a las mujeres era el mismo que hacía un
extraordinario esfuerzo para protegerla.
Eso la confundía. Él la confundía.
Finalmente, ella levantó su tempestuosa mirada hasta que chocó con la de él.
— ¿Qué demonios quieres de mí?
—Que seas sincera.
—No, no es eso. Quieres que me rinda, que abra las piernas como una descerebrada y que te dé lo
que sea que andes buscando.
Una media sonrisa se insinuó en la boca de Nick.
—Tienes razón en parte. Quiero que te rindas, cher. Quiero que te abras de piernas cuando yo te
lo diga. Pero no porque seas una descerebrada, sino por todo lo contrario. —Él se acercó,
rozando de nuevo su cuerpo contra el de ella, y todo indicio de sonrisa desapareció—. Quiero que
ardas por mí. Quiero enseñarte lo que anhelas en secreto y no te atreves a pedir... quiero
enseñarte lo placentero que puede llegar a ser.
_____________ tragó saliva, luego abrió la boca para replicar. Pero, ¿cómo se suponía que
debía de contestarle a eso? ¿Qué respondía una mujer a un hombre que decía que iba a satisfacer
todas sus fantasías sexuales? ¿Negándose?
—No pienso...
—Piensas demasiado. En todo lo que no debes, en todo lo que te asusta. Prueba a pensar en todas
las formas en que podría complacerte.
Oh, ya había pensado en eso.
Nick apartó una de las manos de la puerta. Le rozó la nuca y siguió bajando por las clavículas.
Y luego siguió bajando más. Le acarició el pecho cubierto por la toalla, luego le rozó el pezón
erecto que suplicaba su contacto.
Incluso a través de la toalla podía sentir la caricia. Un ardiente escalofrío le hizo crepitar
las entrañas como si fueran bacon frito. Se quedó sin aliento y paralizada bajo la oscura mirada
de Nick.
Él repitió el movimiento otra vez. Y otra. El placer recorrió a _____________ desde las doloridas
y tensas cimas de los pezones, bajando en espiral por su cuerpo tenso hasta su vagina. Dejó caer la
cabeza contra la puerta, incapaz de contener un gemido.
—Eso es. — Nick presionó los labios contra su garganta mientras seguía avanzando. Su otra mano
se unió a la primera en el suave tormento a sus pezones con sólo la delgada toalla entre ellos.
—Quiero ver esos hermosos pezones. Necesito tenerlos en mi boca, cher. Deja caer la toalla.
El deseo burbujeó dentro de _____________, llevándola al punto de ebuIlición incluso cuando lo
poco que le quedaba de cordura gritó en algún lugar de su mente. El recuerdo de sus caricias en el
club y el explosivo placer que había sentido, todavía la obsesionaban. Esos persistentes deseos,
unidos a su enérgica orden, hicieron tambalear su autocontrol.
De todos los hombres que podía desear, ¿por qué tenía que ser él? ¿Por qué lo deseaba ahora,
cuando un acosador la perseguía?
Maldición, puede que fuera porque Nick era la personificación de cada una de las húmedas
fantasías nocturnas que la habían mantenido despierta durante tantas noches. Tal vez fuera porque
en ese momento él estaba bajando la mano sobre la toalla, deslizándola sobre su estómago y la
curva de su cadera, mientras su impresionante erección presionaba contra ella. No cabía duda, era
él y toda esa testosterona. Todo eso distraía a su mente del acosador.
Su madre siempre le había dicho «con la cuchara que escojas, tienes que comer» ¿Podría vivir
consigo misma si se alejaba del atractivo prohibido de Nick sin ni siquiera probarlo?
Él curvó la mano sobre su trasero y con la yema de los dedos comenzó a acariciar muy suavemente
la hendidura entre sus nalgas. Una nueva oleada de estremecimientos la atravesó. Ella lo reconoció
como lo que era, una hábil maniobra. Si ahora se arqueaba para apartarse de sus dedos se apretaría
contra su erección. Él no perdía de ninguna manera.
« ¿Acaso pierdes tú?», la desafió la vocecita en el interior de su cabeza.
Nick siguió acariciando la hendidura de sus nalgas, esta vez con más fuerza, profundizando un poco
más. Una oscura emoción le recorrió la columna. Automáticamente, _____________ jadeó y se
arqueó contra su mano.
—Buena chica —le murmuró en el oído, provocando un nuevo escalofrío en su espalda.
El pulgar volvió a juguetear con su pezón, ahora con tanta fuerza que ella podía sentir cada
callo de su piel. Volvió a gemir.
—Cher, deja caer la toalla. Montre moi ton joli corp —Su respiración era jadeante, la voz
tensa, pero controlada—. Muéstrame tu hermoso cuerpo.
—Ya lo has visto cuando me espiabas.
—Enséñamelo —gruñó Nick.
Oh, Dios. La orden implícita en su voz convirtió el sordo dolor de su entrepierna en un latido.
Quería obedecer. Mucho. Un crepitante ardor la recorrió de pies a cabeza. La sangre rugió a
través de su cuerpo, hinchando su clítoris. Ya mojada por el orgasmo anterior, sintió que la
humedad anegaba sus pliegues más íntimos, amenazando con derramarse. El aroma picante y carnal de
Nick destruía cualquier pensamiento racional. Todas las partes de su cuerpo ansiaban sus caricias
sin control.
«¿Qué podría ocurrir si cedes?», preguntó la vocecita.
Más decepción y más frustración. Más rechazo y más ridículo.
No obstante, para encontrar los zapatos perfectos tenía que probárselos antes. ¿Ocurriría lo
mismo con los amantes? Quizá tres no habían sido suficientes.
— Nick —logró articular en medio de sus provocativas caricias—. Hablo de sexo con la gente
para ganarme la vida. No es necesario experimentarlo para hacer el programa.
—Olvídate del programa. Necesitas lo que yo puedo darte. Deja de negártelo
—No me estoy negando nada. —«¡Estúpida!». _____________ se mordió el labio, segura de que
las mejillas ruborizadas y los duros pezones desmentían sus palabras.
Él le agarró la barbilla con la mano.
—Como me mientas otra vez, te azotaré las nalgas con tanta fuerza que no podrás sentarte en una
semana. Dime por qué te niegas lo que quieres.
—No me toques. —Ella intentó librarse de su presa.
Nick se mantuvo firme.
—Cher, voy a hacer mucho más que tocarte. Mucho más. Y cuanto más te empeñes en no
contestarme, más te haré implorar.
Oh, Dios mío. Sus palabras la hacían arder tanto como la implacable demanda que veía en sus ojos
acrecentaba sus miedos. Podría hacerlo; podría hacerla implorar. Y pensarlo la hizo estremecerse.
—Genial. Para tu información, no soy una mujer fatal. No disfruto demasiado del sexo.
El encanto cajún se superponía a su arrogancia con un simple gesto de esos labios que inspiraban
el pecado. Nick le depositó unos besos calientes en el cuello y le mordisqueó la curva del hombro.
—Disfrutaste de todo lo que hicimos en Lafayette.
Sorpresa. Eso era lo que había hecho. Había estado demasiado conmocionada para reaccionar en
realidad. Deseando y desconfiando de sí misma. Callándose, tensa y frustrada, hasta que su cuerpo
había cedido. Además, sentía curiosidad por él. Por su estilo de vida, pero participar la
comprometería mucho más que seguir con la duda. Y tenía el mal presentimiento de que saborear a
Nick Jonas acabaría convirtiéndose en una adicción.
—No nos conocemos.
Las yemas de los dedos de Nick le recorrieron el hombro, dejándole a su paso un rastro de
anticipación y la piel de gallina.
—Te conozco lo suficiente como para saber qué te haría gritar de placer. Pero eso no es lo que
te detiene.
Le besó el cuello, la barbilla, subiendo poco a poco hasta su boca. Ella se derritió bajo sus
labios. Dios, se sentía tan bien. Y ese olor... ¿contendría algún ingrediente que era kriptonita
para su autocontrol?
—Ni siquiera nos gustamos —señaló ella, jadeando desesperada, eludiendo el beso... un beso que
deseaba tanto que se le retorcieron las entrañas de deseo.
De nuevo, él sonrió con un destello de dientes blancos visible en la estancia bañada por la suave
luz del amanecer.
—Ahora mismo me gustas mucho, cher. Me gustaste desde el primer momento, cuando hablamos en el
chat. Me gusta que seas lista, intrépida y endiabladamente sexy.
Él murmuró esas palabras contra la boca de _____________ que se sintió desfallecer. En Lafayette,
Nick le había tocado los pechos, le había acariciado el clítoris, la había penetrado
profundamente con los dedos, sí. Pero ese ligero beso la embriagaba, como el vino más dulce
envuelto en pecado y terciopelo, con un toque de lujuria que prometía placer. Ese beso era una
demostración previa de fuerza y control. Casi en contra de su voluntad, se inclinó hacia él.
Por un loco instante, _____________ pensó que él se apartaría. Que jugaría con ella,
excitándola para luego retirarse. Sin embargo, Nick le tomó la cara entre las manos y le atrapó
la mirada con esos ojos oscuros.
—El recuerdo de tenerte entre mis brazos me ha mantenido duro durante toda la noche. Observarte
dormir fue una tortura. Pensé en tumbarme junto a ti en la cama, en arrancarte la ropa a tiras y
devorar todo lo que encontrara debajo. Quiero tenerte, cher. Recorrerte con mi boca. Penetrarte
profundamente. Quiero que grites mi nombre mientras te corres.
_____________ no podía respirar. Esas palabras no sólo revolucionaban su libido, sino que
impactaban en su cuerpo, minando su capacidad de resistencia ante el placer que prometían. Nick la
despojaba del aire, de la voluntad de resistir. ¿Cómo sería sentir a Nick? ¿Saborearlo? Ese
anhelo le hacía palpitar el clítoris de necesidad. Apenas podía contener los gemidos ante la
necesidad de volver a correrse. Y él casi ni la había tocado.
¿Qué ocurriría si le daba rienda suelta a sus deseos? ¿Cómo sería dejarse llevar y entregarse
a alguien con toda esa experiencia sólo una vez?
Soltó un suspiro entrecortado. El deseo era como un bosque en llamas bajo un fuerte viento que la
consumía sin piedad. Su excitación amenazaba con licuarse entre sus piernas. Se humedeció los
labios resecos, pero cuando la mirada de Nick captó el movimiento, subió la temperatura varios
grados más.
— ¿Quieres tomarme con esa boquita rosada, cher? Mientras te observaba dormir, te veía de
rodillas, con mi polla en esa deliciosa boquita tuya.
_____________ apenas tenía experiencia con el sexo oral. Leer y hablar sobre ello en el programa no
podía compensar ese hecho. Pero en ese momento, con un hombre enorme como Nick delante de ella,
apretado contra ella, parecía algo irrelevante. Nick inspiraba el deseo de probar cualquier cosa,
incluyendo su pene.
—Oh, ya veo que te gusta la idea —murmuró él, acariciándole los labios con su aliento—.
Esos ojitos azules se han oscurecido. Me pregunto que más te gusta. Sé que te gusta esto...
Como ya había hecho antes, Nick le acarició los pezones a través de la toalla, ahora
dolorosamente duros, rozándolos con los nudillos y las yemas de los dedos. _____________ contuvo el
aliento y no pudo evitar arquearse contra él buscando fin a tan erótico tormento.
—Unos pezones sensibles. Será un placer succionarlos hasta que los pueda sentir hincharse contra
mi lengua.
¿Lo haría? La sugerencia la hizo retorcerse de placer.
—No vayas tan deprisa. No he dicho que sí —señaló ella, intentando recuperar la cordura. Pero
el tono ronco de su voz hizo que la protesta pareciera un chiste.
¡No, no, no! Nick podría estar excitándola más allá de sus convicciones —más allá de su
aguante—, pero al día siguiente... ¿Cómo afrontaría su vida al día siguiente si se dejaba
llevar? ¿No tenía suficiente con el acosador? Había quedado con él para entrevistarle para su
programa Provócame, no para convertirse en el juguete de un dominante.
—Tu cuerpo ya lo da por hecho, cher. Estás jadeando. Tienes los pezones duros como diamantes.
—De repente, Nick buscó la abertura de la toalla a la altura del vientre, la abrió y apretó la
cálida palma de su mano contra la piel de _____________. El estaba tan caliente, que ella se
sobresaltó. Quemaba. _____________ se estremeció. Se acercó más a él. Ahora sus pechos se
rozaban. La boca de Nick estaba sólo a un centímetro de la de ella mientras deslizaba la mano
sobre su cadera, por su vientre... hasta el nacimiento del vello púbico.
— ¿Vas a negarlo, cher?
_____________ vaciló. Si fuera una chica lista, gritaría ahora un «no» rotundo. Se apartaría de
él, volvería a esa bañera que había abandonado y que ahora estaría llena de agua fría y se
sumergiría en ella hasta el fondo. Pero las yemas de los dedos de Nick dibujaban círculos sobre su
vientre, sobre sus muslos, tocando ligeramente el montículo que quería seducir.
_____________ apretó con fuerza los muslos, pero sólo sirvió para sentir más el agudo deseo que
bajó por su vientre y se extendió por sus muslos. Tener sólo una toalla encima no la consolaba.
— ¿O vas a decir que sí? —murmuró él—. ¿Vas a dejarme penetrarte con mis dedos y mi
lengua? ¿Vas a dejar que mi polla te llene profundamente?
Oh, Dios, más palabras provocativas que le hacían tener ideas lascivas y le sugerían imágenes
acordes con ellas.
_____________ echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Quería decir que sí, anhelaba más
que nunca sentir ese placer prohibido que sabía que Nick podría proporcionarle.
«Una vez. Sólo una vez», le susurró la vocecita en la cabeza. «¿Qué daño podría hacerle?»
Muy pronto, con un poco de suerte, ese asunto del acosador terminaría, y volvería a Los Angeles
para grabar la próxima temporada de Provócame. Nicholas Jonas sería un tórrido recuerdo al que
recurrir en una noche fría para excitarse. Así de sencillo.
— Nick...
— ¿Quieres algo? —se burlaba de ella mientras sus dedos se deslizaban con ligereza por su
vientre y sus caderas. Esos ojos oscuros chispeaban, esa boca juguetona la provocaba sin piedad.
Ella y su resistencia se rindieron.
Como respuesta a su pregunta, le agarró la mano y se la colocó sobre su montículo. Él tanteó
con uno de sus cálidos dedos entre los pliegues hinchados y le rodeó el clítoris una vez, dos
veces. _____________ se quedó sin aliento, y contuvo el deseo de abrir las piernas para él.
—Si deseas algo, cher, deja caer la toalla. Lo quiero todo de ti, te quiero desnuda.
_____________ se negó a detenerse a pensar, a reconsiderarlo otra vez. Ya tendría tiempo de sobra
después. Así que se arrancó la toalla. Esta cayó al suelo lentamente, dejándole la piel de
gallina y... nada más. Se estremeció…, pero no de frío.
Nick permaneció delante de ella con una mirada ardiente que prometía un placer capaz de hacerle
perder la cabeza.
—No puedo esperar a estar en tu interior. Entraré tan profundamente que jamás lo olvidarás.
La boca de Nick cubrió la de ella en un beso arrollador. No, él hizo algo más que besarla. Él la
devoró, la consumió, la poseyó. _____________ se abrió para él, aceptando la estocada
hambrienta de su lengua que sabía a especias y que la llenaba de una necesidad abrasadora, mientras
se lanzaba a una devastadora danza de seducción. Sintió que se le aflojaban las rodillas. Su
pasión era a la vez picante y dulce como la miel y tan dura como el acero. Era única.
Embriagadora. _____________ gimió en su boca, y él devoró el sonido con ansia.
Nick bajó las manos hasta sus caderas y las asió con fuerza, atrayéndola directamente contra la
erección contenida en los vaqueros. La acomodó justo en el lugar adecuado, y ella sintió que su
ansiedad crecía. Tanto que le dolía. La apretó de nuevo contra sí, obligando a _____________ a
levantar la pierna para rodearle la cintura, abriendo su cuerpo para él en una súplica silenciosa.
Él aceptó de inmediato, cogiéndole el muslo y anclándolo sobre su cadera, consiguiendo el roce
perfecto con su clítoris. _____________ se asió a sus hombros desnudos y duros, intentando
resistir a pesar de la mareante necesidad.
¿Había estado alguna vez tan excitada? No. ¿Alguna vez había deseado algo tanto como para sentir
que moriría si no lo conseguía? No.
Era una tortura. Era un placer.
Él continuó devorándole la boca, dándole pequeños mordísquitos en los labios, enroscando su
lengua con la de él. Nick no dejó sin atender ninguna parte de la boca de _____________, y la
saboreó a conciencia. Con desesperación, ella restregó los pechos contra el muro caliente y duro
del pecho de Nick, rodeándole el cuello con los brazos y profundizando más el beso.
Cuando apartó sus labios de los de ella, _____________ se agarró a él en señal de protesta. Él
le apartó los brazos y los apoyó contra la puerta con una mirada de advertencia.
Se sostuvieron las miradas, los ojos oscuros de Nick brillaban de necesidad, instándola a aceptar
todo lo que quisiera hacer a continuación. _____________ tenía el cuerpo demasiado excitado y la
mente demasiado obnubilada por el deseo para negarse. La respiración entrecortada de Nick era la
única indicación de que no estaba tan controlado como parecía.

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