jueves, 4 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 17

___ le acarició el brazo en un gesto comprensivo.
- Estoy segura de que los dos juntos habran sido capaces de salir de cualquier atolladero.
Los ojos de Nick se iluminaron al escucharla.
- Cuando nuestros ejércitos marchaban juntos, éramos invencibles. -Tensó la mandíbula al mirarla-. Hubiese sido cuestión de tiempo que Roma fuese nuestra.
- ¿Por qué depreciabais tanto al Imperio Romano?
- Juré que destruiría Roma el mismo día que conquistaron Primaria. Zac y yo fuimos enviados para ayudarlos en la lucha, pero cuando llegamos era demasiado tarde. Los romanos habían rodeado la ciudad y habían asesinado salvajemente a todas las mujeres y a los niños. Jamás había visto una carnicería semejante. -Su mirada se oscureció-. Estábamos intentando enterrar a los muertos cuando los romanos nos tendieron una emboscada.
___ se quedó helada al escucharlo.
- ¿Qué ocurrió?
- Derroté a Livio y estaba a punto de matarlo en el momento en que intervino Príapo. Lanzó un rayo a mi caballo y caí en mitad de las tropas romanas. Estaba seguro de iba a morir cuando Zac apareció de la nada. Hizo retroceder a Livio hasta que pude ponerme en pie de nuevo. Livio llamó a sus hombres a retirada y desapareció antes de que pudiésemos acabar con él.
___ fue consciente de la proximidad de Nick. Estaba detrás de ella, tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de él. Colocó los brazos a ambos lados de su cuerpo, atrapándola entre él y la cama, y se apoyó sobre su espalda.
Ella apretó los dientes ante la ferocidad del deseo que la invadió. Nick no la estaba tocando, pero sus sentidos estaban tan desbocados como si sus manos la acariciasen. Él inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.
La sensación de su lengua sobre la piel consiguió que todas sus hormonas cobraran vida. Arqueó la espalda mientras un estremecimiento le recorría los pechos. Si no lo detenía...
- Nick -balbució; su voz no logró trasmitir la advertencia que pretendía.
- Lo sé -susurró él-. Voy de camino a darme una ducha fría.
Mientras salía de la habitación, ___ lo escuchó gruñir una palabra en voz baja:
- Solo.

Después de desayunar, ___ decidió enseñarle a conducir.
- Esto es ridículo -protestó Nick mientras ___ aparcaba en el estacionamiento del instituto.
- ¡Venga ya! -se burló ella-. ¿No sientes curiosidad?
- No.
- ¿Que no?
Nick suspiró.
- Esta bien, un poco.
- Bueno, entonces imagina las historias sobre la gran bestia de acero que condujiste alrededor de un aparcamiento que podrás contarles a tus hombres cuando regreses a Macedonia.
Nick la miró perplejo.
- ¿Eso significa que estás de acuerdo con que me marche?
*No,* quiso gritarle. Pero en lugar de eso, suspiró. En el fondo, sabía que jamás podría pedirle que abandonara todo lo que había sido para quedarse con ella.
Nicholas de Macedonia era un héroe. Una leyenda.
Jamás podría ser un hombre de carácter tranquilo del siglo veintiuno.
- Sé que no puedo hacer que te quedes conmigo. No eres un cachorrito abandonado que me ha seguido a casa.
Nick se tensó al escucharla. Tenía razón. Por eso le resultaba tan difícil abandonarla. ¿Cómo podía separarse de la única persona que lo veía como a un hombre?
No sabía por qué quería enseñarlo a conducir pero, de todas formas, notaba que se sentía feliz compartiendo su mundo con él. Y, por alguna razón que no quería analizar demasiado a fondo, le gustaba hacerla feliz.
- Muy bien. Enséñame a dominar a esta bestia.
___ salió del coche para que Nick pudiese sentarse en el asiento del conductor.
Tan pronto como Nick se sentó, ella hizo una mueca al ver a un hombre, de casi un metro noventa, encogido para poder acomodarse en un asiento dispuesto para una mujer de uno sesenta y cinco.
- Lo siento, se me ha olvidado mover el asiento.
- No puedo moverme ni respirar, pero no te preocupes, estoy bien.
Ella se rió.
- Hay una palanca bajo el asiento. Tira de ella y podrás moverlo hacia atrás.
Nick lo intentó, pero el espacio era tan estrecho, que no la alcanzaba.
- Espera, yo lo haré.
Echó la cabeza hacia atrás cuando ___ se inclinó por encima de su muslo y apretó los pechos sobre su pierna para pasarle el brazo entre las rodillas. Su cuerpo reaccionó de inmediato, endureciéndose y comenzando a arder.
Cuando ella apoyó la mejilla sobre su entrepierna al tirar de la palanca, Nick pensó que estaba a punto de morir.
- ¿Te has dado cuenta de que estás en la posición perfecta para...?
- ¡Nick! -exclamó ella, retrocediendo para ver el abultamiento de sus vaqueros. Su rostro
adquirió un brillante tono rojo-. Lo siento.
- Yo también -contestó él en voz baja.
Desafortunadamente, todavía tenía que mover el asiento, así que Nick se vio forzado a soportar la
postura una vez más.
Apretando los dientes, alzó un brazo y se agarró al reposacabezas con fuerza. Era lo único que
podía hacer para no ceder a la salvaje lujuria.
- ¿Estás bien? -le preguntó ella, una vez colocó el asiento en su sitio y volvió al suyo.
- ¡Claro! -contestó él con tono sarcástico-. Teniendo en cuenta que he caminado sobre brasas que
resultaron menos dolorosas que lo que está soportando en este momento mi entrepierna, estoy
fenomenal.
- Ya te he pedido perdón.
Él la miró fijamente.
___ le dio unas palmaditas en el brazo.
- Venga, ¿llegas bien a los pedales?
- Me encantaría llegar hasta los tuyos...
- ¡Nick! -exclamó de nuevo ___. Era un hombre verdaderamente libidinoso-. ¿Quieres concentrarte?
- De acuerdo, ya me estoy concentrando.
- En mis pechos, no.
Nick bajó la mirada hacia el regazo de ___.
- Ni ahí tampoco.
Para su sorpresa, hizo un puchero semejante al de un niño enfadado. La expresión era tan extraña
en él que __ no tuvo más remedio que reírse de nuevo.
- Vale -le dijo ella-. El pedal que está a tu izquierda, es el embrague; el del medio es el freno y
el de la derecha, el acelerador. ¿Te acuerdas de lo que te explicado sobre ellos?
- Sí.
- Bien. Ahora, lo primero que tienes que hacer es apretar el embrague y meter la marcha. -Y diciendo
esto, colocó la mano sobre la palanca de cambios, situada entre los dos asientos, y le enseñó
cómo debía moverla.
- En serio, ___. No deberías acariciar eso de esa forma delante de mí. Es una crueldad por tu
parte.
- ¡Nick! ¿Te importaría prestar atención? Estoy intentando enseñarte a cambiar de marcha.
Él resopló.
- Ojalá me cambiaras a mí las marchas del mismo modo.
Con un brillo malicioso en los ojos, soltó el embrague antes de la cuenta y el coche se caló.
- Se supone que esto no debería pasar, ¿verdad? -preguntó.
- No, a menos que quieras tener un accidente.
Él suspiró y lo intentó de nuevo.
Una hora más tarde, después que se las hubiera arreglado para dar una vuelta alrededor del
estacionamiento sin golpear los postes y sin que el coche se le calara, ___ se dio por vencida.
- Menos mal que fuiste mejor general que conductor.
- Ja, ja -exclamó él sarcásticamente, pero con un brillo en la mirada que indicó a ___ que no
estaba ofendido-. Lo único que alegaré en mi defensa es que el primer vehículo que conduje fue un
carro de guerra.
___ le sonrió.
- Bueno, en estas calles no estamos en guerra.
Con una mirada escéptica, él le respondió:
- Yo no diría eso después de haber visto las noticias de la noche. -Apagó el motor-. Creo que
dejaré que conduzcas un rato.
- Muy inteligente por tu parte. No puedo permitirme comprar un coche nuevo de ninguna forma.
Salió del coche para cambiar de asiento; pero al cruzarse a la altura del maletero, Nick la sostuvo
para darle un beso tan tórrido que ella acabó mareada. Él le cogió las manos y las sostuvo sobre
sus estrechas caderas mientras mordisqueaba sus labios.
¡Santo Dios! Una mujer podía acostumbrarse a eso con mucha facilidad. Mucha, mucha facilidad.
Nick se separó.
- ¿Quieres llevarme a casa para que te mordisquee otras cosas?
Sí, eso era lo que quería. Y por eso no se atrevía. De hecho, el beso la había dejado tan
trastornada que no podía ni hablar.
Nick sonrió ante la mirada extraviada y hambrienta de ___. Estaba observando sus labios como si
aún pudiese saborearlos. En ese momento, la deseó más que nunca. Deseó poder arrancarle la goma
del pelo y dejar que su melena se desparramara sobre su pecho, una vez estuviera tendida sobre él.
Cómo deseaba estar de regreso en su casa donde
pudiese quitarle los pantalones cortos y escuchar sus dulces murmullos de placer mientras él le...
- El coche -dijo ella, parpadeando como si despertara de un sueño-. Íbamos a entrar en el coche.
Nick le dio un pequeño beso en la mejilla.
Una vez dentro del coche y con los cinturones de seguridad abrochados, ___ lo miró de soslayo.
- ¿Sabes una cosa? Creo que hay dos cosas en Nueva Orleáns que deberías experimentar.
- En primer lugar, tengo que poseerte en un...
- ¿Es que no vas a parar?
Nick se aclaró la garganta.
- Está bien. ¿Cuál es tu lista?
- Bourbon Street y la música moderna. Y de una de ellas nos podemos encargar ahora mismo. -Y puso
la radio.
Se rió al reconocer Hot Blooded[{()}][2] de Foreigner. Qué apropiado, dado su pasajero.
Nick lo escuchó, pero no pareció muy impresionado.
___ cambió la emisora.
Él frunció el ceño.
- ¿Qué has hecho?
- He cambiado de emisora. Lo único que hay que hacer es apretar los botones.
- Su música es interesante.
- ¿Te hace añorar la tuya?
- Dado que la mayoría de la música que escuchaba procedía de las trompetas y los tambores que nos
acompañaban a la batalla, no. Creo que soy capaz de apreciar esto.
- ¿El qué? -preguntó ella juguetona-. ¿La música o el hecho de que el amor hace daño?
El rostro de Nick adquirió una expresión seria, dejando de lado el humor.
- Puesto que no he conocido nunca lo que es el amor, no sabría decirte si hace daño o no. Pero me
imagino que ser amado no debe hacer tanto daño como el no serlo.
El pecho de _____ se encogió ante sus palabras.
- Entonces -dijo ella cambiando de tema-, ¿qué quieres hacer cuando regreses a tu casa?
- No lo sé.- Probablemente irás a darle una buena patada en el culo a Escipión, ¿verdad?
Él se rió ante la idea.
- Ya me gustaría.
- ¿Por qué? ¿Qué te hizo?
- Se cruzó en mi camino.
Vale, no era eso lo que ella esperaba escuchar.
- Y a ti no te gusta que nadie se cruce en tu camino, ¿cierto?
- ¿Te gusta a ti?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
- Supongo que no.
Para cuando llegaron a Bourbon Street, la calle había sido invadida por la multitud típica de un
domingo por la tarde. ____ se abanicó el rostro, luchando contra el intenso calor.
Miró a Nick, que apenas si sudaba; las gotitas de sudor le conferían un nuevo atractivo. El pelo
húmedo se le rizaba alrededor de la cara y con esas gafas oscuras... ¡Ooooh, Señor!
Por supuesto que su atractivo quedaba aún más enfatizado gracias a la camiseta blanca, de mangas
cortas, que se le adhería a los hombros y a la tableta de chocolate que tenía por abdominales.
Mientras dejaba que su mirada vagara hasta el botón de sus vaqueros, deseó haberle comprado unos
más anchos.
Pero dado su seductor modo de andar, que decía mucho acerca de su confianza en sí mismo, _____
dudaba mucho de que unos vaqueros más anchos pudiesen ocultar tan tremenda sensualidad.
Nick se detuvo al pasar junto a un club de striptease. A su favor ____ tuvo que admitir que ni
siquiera jadeó al mirar a las mujeres tan escandalosamente vestidas, que se contoneaban tras el
cristal, pero su sorpresa fue bastante evidente.
Mirándole como si quisiera devorarlo, una exótica bailarina se mordió el labio inferior y se
pasó la lengua por él de forma sugerente, mientras se tocaba los pechos. Le hizo un gesto con un
dedo para que entrara al local.
Nick se dio la vuelta.
- Nunca habías visto algo así, ¿verdad? -preguntó _____, intentando disimular el malestar que
sentía ante los gestos de la mujer, y el alivio que la invadió al ver la reacción de Nick.
- Roma -contestó simplemente.
Ella se rió.
- No eran tan decadentes, ¿o sí?
- Te sorprendería saber cuánto. Por lo menos aquí nadie hace una orgía en... -y su voz se
perdió al pasar junto a una pareja que se lo estaba montando en una esquina-. Déjalo.
______ se rió a carcajadas.
- ¡Ooooh Señor! -exclamó una prostituta, al pasar junto a otro club, haciendo un gesto a Nick-.
Entra y te lo hago gratis.
Él meneó la cabeza sin detenerse. _____ lo cogió de la mano y lo detuvo.
- ¿Se comportaban así las mujeres antes de la maldición?
Él asintió.
- Por eso el único amigo que tuve fue Kyrian. Los hombres que conocía no podían aguantar la
atención que me prestaban; las mujeres me perseguían allí donde estuviésemos, intentando
arrancarme la armadura.
______ se detuvo a pensar por un momento.
- Y tú no estás seguro de que todas esas mujeres te amaran, ¿verdad?
La miró con una chispa de diversión.
- El amor y la lujuria no son lo mismo. ¿Cómo puedes amar a alguien a quien no conoces?
- Supongo que tienes razón.
Siguieron caminando por la calle.
- Cuéntame cosas sobre tu amigo. ¿Por qué no le importaba que las mujeres se quedaran con la boca
abierta al verte?
Nick sonrió, mostrando sus hoyuelos.
- Kyrian estaba profundamente enamorado de su esposa, y no le importaba ninguna otra mujer. Jamás
me vio como un competidor.
- ¿Conociste a su esposa?
Nick negó con la cabeza.
- Aunque nunca lo hablamos, creo que los dos intuíamos que sería una mala idea.
_____ percibió el cambio en su rostro. Estaba recordando a Kyrian, seguro.
- Te culpas por lo que le sucedió, ¿verdad?
Él apretó los dientes mientras imaginaba lo que debía haber sentido su amigo al ser capturado por
los romanos. Considerando las ganas que habían tenido de atraparlos a ambos, no había duda de lo
que lo habían hecho sufrir antes de matarlo.
- Sí -contestó en voz baja-. Sé que tengo la culpa. Si no hubiese despertado la ira de Príapo,
habría estado allí para ayudar a Kyrian a luchar contra ellos.
Y sabía con absoluta certeza que la desgracia de Kyrian provenía del hecho de haber sido tan
estúpido como para ser su amigo.
Lanzó un suspiro.
- Una vida brillante que no debería haber acabado así. Si tan sólo hubiese aprendido a controlar
su osadía, habría llegado a ser un magnífico gobernador -dijo, cogiendo la mano de Grace y
dándole un ligero apretón.
Caminaron en silencio, mientras ______ intentaba pensar en el modo de animarlo.
Al pasar por la Casa del Vudú de Marie Laveau, ella se detuvo y lo arrastró al interior.
Le explicó los orígenes del vudú mientras recorrían el museo de miniaturas.
- ¡Uuuh! -dijo cogiendo un muñeco de vudú de una estantería-. ¿Quieres vestirlo como Príapo y
clavarle unos cuantos alfileres?
Nick se rió.
- ¿Por qué no imaginarnos que es Rodney Carmichael?
Grace suprimió una sonrisa.
- Eso sería muy poco profesional por mi parte, ¿no es cierto?... Pero me resulta muy tentador.
Dejó el muñeco en su sitio y se fijó en el mostrador de cristal, donde estaban colocados los
amuletos y la bisutería. Justo en el centro, había un collar de cuentas negras, azules y verdes,
trenzadas de un modo tan intrincado que daban la sensación de ser un delgado hilo negro.
- Trae buena suerte a quien lo lleva -le dijo la vendedora al percibir el interés de _____-. ¿Le
gustaría verlo de cerca?
____ asintió.
- ¿Funciona?
- ¡Sí! Está trenzado siguiendo un poderoso diseño.
____ no estaba muy segura de que debiera creérselo; pero entonces recordó que, hacía apenas una
semana, jamás habría creído que dos mujeres borrachas pudieran devolver a la vida a un general
Macedonio.
Pagó a la mujer y se acercó a Nick.
- Agáchate -le dijo.
Él la miró con escepticismo.
- ¡Vamos! -le acució ella-. Dame el gusto, anda.
La vendedora se rió al ver a _______ colocarle el amuleto a Nick en el cuello.
- Ese chico no necesita ningún tipo de suerte para aumentar su encanto. Lo que necesita es un
hechizo que disperse la atención de todas esas mujeres que le están mirando el trasero ahora que
está agachado.
______ miró por encima del hombro de Nick y observó a tres mujeres que babeaban al mirarle el
culo. Por primera vez, sintió un horrible ramalazo de celos.
Pero la sensación se evaporó por completo cuando Nick le dio un cariñoso beso en la mejilla antes
de incorporarse. Con una mirada diabólica, le pasó un brazo alrededor de los hombros en un gesto
posesivo.
Al pasar junto a las mujeres, _____ no pudo suprimir un travieso impulso. Se detuvo junto a ellas y
las interpeló.
- Por cierto, desnudo está muchísimo mejor.
- Y tú que no pierdes oportunidad de comprobarlo, cariño -comentó Nick mientras se ponía las
gafas de sol y comenzaba a andar con el brazo aún sobre sus hombros.
Ella le pasó la mano por la cintura y la metió en el bolsillo delantero del pantalón, mientras
él la atraía más hacia su cuerpo.
- ¿Sabes una cosa? -le susurró al oído-. Si bajases la mano un poquito más, no me importaría en
absoluto.
Ella le dio un pequeño apretón, pero dejó la mano donde estaba.
Las miradas de envidia de las mujeres los persiguieron mientras se alejaban caminando por la acera.
Para cenar, _____ llevó a Nick a la Marisquería de Mike Anderson. Hizo una mueca al ver que
depositaban un plato de ostras para Nick sobre la mesa.
- ¡Puaj! -exclamó ella cuando él se comió una.
Muy ofendido, Nick resopló.
- Están deliciosas.
- Para nada.
- Eso es porque no sabes cómo tienes que comerlas.
- Claro que sé. Abres la boca y dejas que ese bicho viscoso se deslice por tu garganta.
Nick bebió un trago de su cerveza.
- Ésa es una forma de comerlas.
- Así acabas de hacerlo tú.
- Cierto, pero ¿no te gustaría probar otro modo?
Ella se mordió el labio, indecisa. Algo en el comportamiento de Nick le indicaba que podía ser
peligroso aceptar su desafío.
- No sé.
- ¿Confías en mí?
- No mucho -resopló ella.
Él se encogió de hombros y dio otro trago a la cerveza.
- Tú te lo pierdes.
- ¡Vale, está bien! -se rindió ella, demasiado curiosa como para continuar negándose-. Pero si
me dan arcadas, recuerda que te lo advertí.
Nick tiró de la silla de _______ con los talones hasta colocarla a su lado, tan cerca que sus
muslos se rozaban. Se secó las manos en los vaqueros, y cogió la ostra más pequeña.
- Muy bien entonces -le susurró al oído y le pasó el otro brazo por los hombros-. Echa la cabeza
hacia atrás.
_________obedeció. Él deslizó los dedos por su garganta, causándole una oleada de escalofríos.
Ella tragó, sorprendida por la ternura de sus caricias. Sorprendida por lo bien que se sentía con
él a su lado.
- Abre la boca -le dijo en voz baja, mientras le rozaba el cuello con la nariz.
Ella volvió a obedecer.
Nick dejó que la ostra resbalara hasta su boca. Cuando ____ la tragó y comenzó a bajar por su
garganta, Nick pasó la lengua por su cuello en dirección contraria.
_______ se estremeció ante la inesperada sensación. Los pezones se le endurecieron y un millón de
escalofríos recorrieron su piel. ¡Era increíble! Y por primera vez, no le importó para nada el
sabor de la ostra.
- ¿Te ha gustado? -le preguntó, juguetón.
Ella no pudo evitar sonreír.
- Eres incorregible.
- Eso intento.
- Y lo consigues a las mil maravillas.
Antes de que Nick pudiera responder, sonó su teléfono móvil.
- ¡Puf! -resopló mientras lo sacaba del bolso. Quienquiera que fuese, ya podía tener algo
importante que decirle.
Contestó.
- ¿_____?
Ella se encogió al escuchar la voz de Rodney.
- Señor Carmichael, ¿cómo ha conseguido este número de teléfono?
- Estaba apuntado en tu Rodolex. Vine a tu casa a verte, pero no estás -y suspiró-. Estaba
deseando pasar el día contigo. Tenemos una conversación pendiente. Pero no pasa nada. Puedo
reunirme contigo, ¿estás en el Barrio Francés con tu amiga la vidente?
El miedo la paralizó.
- ¿Cómo conoce a mi amiga?
- Sé muchas cosas de ti, Grace. ¡Mmm! -masculló en voz baja-. Perfumas los cajones de tu ropa
interior con popurrí de rosas.
El terror la poseyó por completo y no pudo moverse. Comenzaron a temblarle las manos.
- ¿Está en mi casa?
Podía oír cómo abría y cerraba los cajones de su cómoda, a través del teléfono. De repente,
el tipo soltó una maldición.
- ¡Zorra! -espetó Rodney-. ¿Quién es él? ¿Con quién coño te has estado acostando?
- Eso es...
La comunicación se cortó.
Grace estaba temblando, tanto que apenas si podía respirar cuando colgó el teléfono.
- ¿Qué sucede? -le preguntó Nick, con el ceño fruncido por la preocupación.
- Rodney está en mi casa -le dijo con voz temblorosa. Marcó de inmediato el número de la policía
para notificarlo.
- Nos encontraremos allí -le informó el agente-. No entre en su domicilio hasta que lleguemos.
- No se preocupe, no lo haré.
Nick le cogió las manos.
- Estás temblando.
- ¡No me digas! Resulta que tengo a un psicópata metido en mi casa, olfateando mi lencería e
insultándome. ¿Por qué iba a temblar?
Sus ojos de azul profundo la tranquilizaron con una mirada protectora. Le apretó las manos
suavemente.
- Sabes que no voy a permitir que te haga daño.
- Te lo agradezco mucho, Nick. Pero este hombre está...
- Muerto si se acerca a ti. Sabes que no te abandonaré.
- Por lo menos no hasta la próxima luna llena.
Nick apartó la mirada y ella asimiló la verdad.
- No pasa nada -dijo ella con valentía-. Puedo hacerme cargo de esto, de verdad. He estado sola
durante años. Ésta no es la primera vez que un cliente me acosa. Y dudo mucho que vaya a ser el
último.
Los ojos de Nick lanzaron llamaradas azules cuando la miró.
- ¿Cuántos de tus pacientes te han acosado?
- No es tu problema, sino el mío.
Nick siguió mirándola como si estuviese a punto de estrangularla.
Llegaron a casa al mismo tiempo que la policía.
El joven y musculoso agente miró con suspicacia a Nick.
- ¿Quién es?
- Un amigo -le contestó _______.
El policía alargó la mano hacia ella.
- De acuerdo, déme las llaves y déjenos echar un vistazo. El agente Reynolds se quedará con
ustedes aquí fuera hasta que lo revisemos todo.
__________ le entregó obedientemente el juego de llaves.
Comenzó a mordisquearse las uñas mientras observaba cómo el policía entraba a su hogar.
Por favor, que Rodney Carmichael esté dentro todavía.
Pero no estaba. El policía salió poco después meneando la cabeza.
- ¡Joder! -exclamó ______ en voz baja.
El agente Reynolds la acompañó hasta la casa y Nick los siguió un poco rezagado.
- Necesitamos que entre y eche un vistazo para ver si falta algo.
- ¿Ha hecho algún estropicio? -preguntó ella.
- Sólo en los dormitorios.
Con el corazón en un puño, _______ entró en su casa y subió las escaleras para ir a su
habitación.
Nick la siguió y observó cómo se mantenía rígida y distante. Tenía el rostro tan pálido que
las pecas resultaban mucho más evidentes. Podría matar al tipo que le había hecho esto. Ninguna
mujer debería pasar tanto miedo, especialmente en su propio hogar.
Cuando llegaron al piso superior, Nick vio que la puerta de la habitación del final del pasillo
estaba entreabierta. _______ corrió hacia allí.
- ¡No! -jadeó.
Se apresuró a seguirla.
Nick comenzó a verlo todo rojo al contemplar el sufrimiento que reflejaba el rostro de _____.
Podía sentir su dolor en el corazón como si fuese el suyo propio.
Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas mientras observaba el desorden. El colchón estaba
tirado en el suelo, las sábanas desgarradas, los cajones abiertos y su contenido esparcido, como si
Céfiro hubiera pasado por allí en mitad de un arranque de mal humor.
Nick le colocó las manos sobre los hombros para reconfortarla.
- ¿Cómo ha podido hacerle esto a su habitación? -preguntó ____
- ¿De quién es esta habitación? -preguntó el agente Reynolds-. Creía que vivía sola.

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