miércoles, 3 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 10

Nick miró fijamente a ___; su mente no paraba de darle vueltas a lo que acababa de decir.
¿Sería cierto? ¿Podría atreverse a creerlo? ¿A tener esperanza después de tanto tiempo...?
- ¿Tu apellido es Alexander? -repitió, incrédulo.
- Sí -le respondió ella, con una sonrisa alentadora en el rostro.
Cupido observó a su hermano con una mirada severa.
- ¿Ya han intimado ustedes dos?
- No -contestó Nick-. Aún no -y pensar que había estado enfadado por eso...
___ había evitado que cometiera el tercer error más grande de su vida. En ese momento la besaría. Una sonrisa iluminó el rostro de Cupido.
- Bueno, maldita sea mi suerte... En fin, mejor no nombrar la cuerda en casa del ahorcado... Nunca he conocido a una mujer que pudiese estar cerca de ti más de diez minutos sin arrojarse a...
- Cupido -le cortó Nick, antes de que soltara un largo discurso acerca del número de mujeres con las que se había acostado-. ¿Tienes algo más que decir que nos sea útil?
- Una cosa más. La fórmula de mami sólo tendrá éxito si Príapo no lo descubre. Si lo hace, podría evitar que te liberaras con su característica mala sombra.
Nick apretó los puños ante el recuerdo de algunas de las acciones más repugnantes de su hermano.
Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Príapo le había odiado desde que nació. Y con el paso de los años, su hermano había dado un nuevo significado a la expresión «rivalidad fraternal».
Nick dio un sorbo a su bebida.
- No lo descubrirá a menos que tú se lo digas.
- A mí no me mires -replicó Cupido-. No soy de los suyos. Me confundes con el primo Dion. Y ahora que lo recuerdo, tengo que reunirme con mis chicos. Planeamos hacer un gran tributo al viejo Baco esta noche -alargó el brazo y dejó la mano con la palma hacia arriba-. Mi arco, si eres tan amable.
Con mucho cuidado, para no pincharse, Nick lo sacó del bolsillo y se lo devolvió.
En ese momento percibió la extraña mirada de su hermano mayor; una mirada de afecto sincero.
- Estaré cerca por si me necesitas. Sólo tienes que llamarme; por mi nombre, nada de Cupido. Y por favor, deja eso de «bastardo inútil», ¡joder! -le miró con una sonrisa presuntuosa-. Debería haber sabido que eras tú.
Nick no dijo nada mientras recordaba lo que había sucedido la última vez que tomó la palabra de su hermano, y le pidió ayuda.
Cupido se levantó, miró a ___ y a Yari, y sonrió a Nick.
- Buena suerte con tu intento de obtener la libertad. Que la fuerza de Ares y la sabiduría de Atenea te guíen.
- Y que Hades se encargue de asar tu vieja alma.
Cupido lanzó una carcajada.
- Demasiado tarde. Lo hizo cuando sólo tenía trescientos años y no fue tan horrible. Nos vemos, hermanito.
Nick no habló mientras Cupido se abría camino hacia la puerta de salida, como cualquier ser humano normal. La camarera les trajo el pedido y él cogió la extraña comida, consistente en un trozo de carne metido en dos rebanadas de pan; pero en realidad no tenía mucha hambre. Había perdido el apetito.
___ cubrió la carne con una cosa roja, la tapó con el pan y le dio un bocado. Yari picoteaba de una ensalada aderezada con la misma salsa.
Alzando la mirada, ___ se dio cuenta del ceño con que Nick la observaba mientras comía. Parecía aún más preocupado que antes, y tenía la mandíbula tan tensa que se veía que estaba apretando con fuerza los dientes.
- ¿Qué te ocurre? -le preguntó.
Él entrecerró los ojos suspicazmente.
- ¿Estás dispuesta realmente a hacer lo que Eros ha dicho?
___ dejó la hamburguesa en el plato y se limpió la boca con la servilleta. En realidad, no le
gustaba mucho la idea de que Nick usase su cuerpo para obtener la libertad. Sería una relación de
una sola noche, sin compromisos ni promesas.
Nick se iría en cuanto acabase con ella. No tenía ninguna duda al respecto.
¿Por qué iba a querer quedarse junto a ella un hombre como él, que bien podía tener a cualquier
mujer de la tierra comiendo de su mano?
Aun así, no podía condenarlo a seguir viviendo eternamente en un libro. No cuando ella era la
llave para liberarlo.
- Cuéntame una cosa -dijo ___ en voz baja-; quiero saber cómo acabaste metido en el libro; la
historia completa. Y qué le ocurrió a tu esposa.
No lo habría creído posible, pero la mandíbula de Nick se tensó aún más. Estaba intentado
esconderse de nuevo.
Pero ella se negó a que huyera. Ya era hora de que entendiera por qué le preocupaba el hecho de
acostarse con él.
- Nick, me estás pidiendo mucho. No tengo demasiada experiencia con los hombres.
Él frunció el ceño.
- ¿Eres virgen?
- Ojalá -balbució ___.
Nick vio el dolor en sus ojos mientras le contestaba en un murmullo. Avergonzada, ella miró al
suelo.
*¡No!,* rugió su mente. No era posible que hubiese sufrido lo que estaba imaginando. Una
inesperada furia se despertó en su interior ante la mera posibilidad.
- ¿Te han violado?
- No -susurró ella-. No... exactamente.
La confusión disipó la ira de Nick.
- Entonces, ¿qué quieres decir?
- Era joven y estúpida -continuó ella muy despacio.
- El muy cerdo se aprovechó de que sus padres acababan de morir y de que ella estaba muy mal -le
contó Yari con voz áspera-. Era uno de esos sucios embusteros que te sueltan lo de «sólo quiero
cuidarte», para aprovecharse y después salir corriendo una vez que lo consiguen.
- ¿Te hizo daño? -le preguntó Nick.
___ asintió.
Una nueva oleada de furia lo asaltó. No sabía muy bien por qué le importaba tanto lo que pudiera
sucederle a ___, pero por alguna razón que no acababa de comprender, así era. Y quería vengarse
en su nombre. Vio cómo le temblaba la mano, se la cubrió con la suya, y comenzó a acariciarle
suavemente los nudillos con el pulgar.
- Sólo lo hice una vez -confesó __ en un murmullo-. Ya sé que la primera vez duele, pero no
sabía que fuese así. Y el daño físico no fue el peor; lo más horrible fue el hecho de que no
pareció importarle nada mi sufrimiento. Me sentí como si sólo estuviese allí para complacerle,
como si ni siquiera fuese una persona.
A Nick se le hizo un nudo en el estómago. Sabía muy bien a lo que ___ se refería.
- Esa misma semana -prosiguió ella-, como no me llamaba ni me contestaba, fui a su apartamento para
verlo. Era primavera y tenía las ventanas abiertas. Cuando me acerqué... -un sollozo la
interrumpió.
- Él y su compañero de piso habían hecho una apuesta para ver cuál de los dos desfloraba más
vírgenes ese año -le contó Yari-. ___ los escuchó burlarse de ella.
Una furia letal y siniestra lo poseyó. Él había conocido a muchos hombres de esa calaña. Y
jamás había podido soportarlos. De hecho, siempre le había dado mucho gusto librar a la tierra de
su hedionda presencia.
- Me sentí utilizada; como una estúpida -murmuró ___ mirándolo. La agonía que reflejaban sus
ojos lo abrasó-. No quiero volver a sentirme así -se tapó la cara con una mano, pero no antes de
que Nick captara la humillación en su mirada.
- Lo siento mucho, ___ -susurró él, abrazándola.
Entonces eso era. Esa era la fuente de sus demonios. La abrazó con fuerza, apoyando la mejilla
sobre su cabeza. El suave aroma a flores lo rodeó.
Cómo ansiaba poder consolarla. Y qué culpable se sentía. Él también había usado a Selena. Los
dioses eran testigos de que él le había hecho a su esposa mucho más daño, a fin de cuentas.
Se merecía estar maldito, pensó con amargura.
Se lo había ganado a pulso, y no volvería a hacer daño a ___. Era una mujer honesta, con un gran
corazón y se negaba a aprovecharse de ella.
- No pasa nada, ___ -la consoló con ternura, envolviéndola aún más entre sus brazos y
acunándola. La besó suavemente en la cabeza-. No te pediré que hagas esto por mí.
Ella alzó la vista muy sorprendida. No podía creer que dijese algo así.
- No puedo dejar de hacerlo.
- Sí que puedes. Simplemente olvídalo -había dolor en su voz. Y una cadencia extraña, algo que
le daba una ligera idea del hombre que una vez había sido.
- ¿Realmente crees que puedo hacerlo?
- ¿Y por qué no? Todos los miembros de mi familia me dieron de lado. Tú ni siquiera me conoces
-su mirada se ensombreció al soltarla.
- Nick...
- Hazme caso, __. No lo merezco -tragó saliva antes de volver a hablar-. Como general, fui
implacable en el campo de batalla. Aún puedo ver las miradas horrorizadas de los miles de hombres
que murieron bajo mi espada, mientras los hacía pedazos sin el más mínimo asomo de remordimiento
-buscó la mirada de ___-. ¿Por qué iba alguien como tú a ayudar a alguien como yo?
___ recordó cómo Nick había acunado y consolado al niño, cómo había amenazado a Cupido para
evitar que le hiciese daño; y entonces supo por qué. Puede que en su pasado hubiese hecho cosas
espantosas, pero no era un ser perverso. Podría haberla violado si hubiese querido. Y en lugar de
hacerlo, ese hombre que apenas si había conocido un gesto amable, se había limitado a consolarla.
No, a pesar de todos los crímenes que pudiera haber cometido en el pasado, había bondad en él.
Nick había sido un hombre de su tiempo. Un general de la Antigüedad, forjado en el fragor de
muchas batallas. Un hombre que se había criado en condiciones tan brutales que no podía acabar de
imaginárselas.
- ¿Y tu esposa? -preguntó ___.
Un músculo comenzó a latirle en la mandíbula.
- Le mentí, la traicioné y la engañé, y al final, la maté.
___ se tensó ante la inesperada confesión.
- ¿"Tú" la mataste?

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