sábado, 20 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 11

Presionándola contra la puerta, Nick se apretó de nuevo contra ella, rozándole el pene otra vez contra su clítoris. Pero ahora, se inclinó para añadir una nueva sensación a la mezcla: su boca en los pezones de _____________.
_____________ se arqueó contra Nick, no sólo ansiosa por ofrecerle más, sino por el dolor que sentía. Él comenzó una hábil succión, un lametazo provocador.
— Nick —protestó ella suavemente—. Nick.
—Ya sabes cómo llamarme —le advirtió, pellizcando con sus dedos los sensibles pezones—. Hasta que te corras no quiero volver a oír mi nombre en tus labios, ..
—Sí, señor —gimió ella. Lo que fuera para que volviera a tomar los pezones en su boca.
La recompensó con una ardiente succión de las cimas de sus pechos; primero una y luego la otra. Y viceversa. Una y otra vez. Primero con la lengua caliente, luego con tiernos mordiscos que la hicieron jadear y arañarlo.
Por primera vez en su vida, pudo sentir realmente que sus pezones se llenaban de sangre, que se hinchaban.
Con un último lametazo, Nick volvió a usar las manos.
—Muy bonitos. Deberían de estar así siempre, tiernos, rosados, erguidos, esperando que los acaricie.
Volvió a cerrar los pulgares y los dedos sobre ellos con la dureza necesaria para hacerla contener el aliento. Luego los retorció, haciendo que _____________ gritara, mientras la humedad anegaba sus muslos como un torrente. Dios, jamás había estado tan sensible, sentía que podría llegar al orgasmo sólo con que jugara con sus pezones. Había leído que era posible, pero jamás se lo había creído. Hasta ahora.
— ¿Estás resbaladiza y ardiente para mí? —le preguntó mientras le rozaba el cuello con su cálido aliento.
—Sí —respondió ella entrecortadamente.
— ¿Sí, qué?
—Sí, señor.
Nick deslizo los dedos por el valle entre sus pechos, los arrastró por su vientre, su monte de Venus, luego los sumergió en su húmedo calor. Acarició el clítoris y ella gimió contra su boca.
—Tócame —gimió _____________.
—Aquí no mandas tú, cher. Aceptas lo que te doy. No importa cómo te lo dé.
—Pero...
Nick dio un paso atrás, rompiendo todo contacto. _____________ se lo quedó mirando fijamente con los ojos bien abiertos. Qué bastardo.
—O lo hacemos a mi manera o no lo hacemos. ¿Entendido?
—Maldición, eres un arrogante —le contestó rechinando los dientes mientras la excitación y la furia ardían a fuego lento en su interior.
—Eso ya lo habíamos hablado. ¿Seguimos, cher? Es tu elección.
Al final, _____________ estaba demasiado excitada, y sentía demasiada curiosidad por saber lo que haría a continuación para considerar cualquier otra cosa.
—Será como tú digas, señor.
—Buena chica. Abre los muslos.
Apoyándose contra la puerta, _____________ abrió las piernas. Nick arrastró los dedos entre los hinchados y húmedos pliegues femeninos, jugueteando con la punta del clítoris, y expandiendo la humedad con los dedos. La respiración de _____________ se aceleró junto con los latidos de su corazón. Asombroso. Nick sabía exactamente dónde tocar, cuándo y por cuánto tiempo para llevarla hasta el precipicio, pero sin dejar que cayera.
Muy pronto, ella sintió que el rubor se extendía por toda su piel. Era una masa gimiente y temblorosa, suplicando por que él la llenara, por que aliviara esa monstruosa necesidad que había creado en ella. _____________ le recorrió el pecho con manos ávidas, acariciando las increíbles líneas de los pectorales, el abdomen musculoso. Era asombroso. Tenía músculos duros, pero a la vez suaves, por todos lados.
La llevaba casi al límite de la excitación con esos habilidosos dedos, y con algún pellizco ocasional en sus pechos. Los besos largos y febriles la hacían gemir, arquearse e implorar en silencio. Jugó con ella, llevándola más y más alto hasta que _____________ se sintió mareada, delirante, capaz de hacer cualquier cosa para que él acabara con ese tormento.
Desesperada, bajó la mano por el estómago de Nick y agarró la protuberancia de su miembro a través de los vaqueros. Era enorme. Grueso y duro, le daría lo que su cuerpo necesitaba. ¿Por qué no lo hacía ya?
Con un siseo, Nick le agarró la muñeca y la volvió a poner contra la puerta, cerca de la cabeza de _____________.
—No me has pedido permiso para tocarme.
—Pensé que te gustaría —jadeó ella.
—Pensaste que así me privarías del control, _____________, que así podrías obtener rápidamente lo que querías. Non. Me tocas cuando yo lo diga y no antes.
Inquieta, más allá de la necesidad, cambió el peso de un pie a otro. Él metió un pie entre sus muslos para que no los pudiera cerrar. Jugueteó de nuevo con sus pezones, ahora ligeramente doloridos. De alguna manera, ese diminuto indicio de dolor sólo consiguió que cada toque fuera más vivido, que cada caricia fuera directa a su clítoris.
—Por favor, señor.
— ¿Por favor qué, cher? —Le volvió a pellizcar los pezones y murmuró la pregunta contra sus
labios—. ¿Quieres que te folle?
Ella jamás le había dicho esas palabras a un hombre en su vida. Jamás imaginó que podría llegar
a decirlas. Pero ahora, no podía imaginar no decirlas. Necesitaba a Nick ya, embistiéndola dura y
rápidamente.
—Sí —murmuró—, fóllame.
Él se detuvo, arqueando una ceja con impaciencia.
—Señor —añadió ella precipitadamente, entre jadeos—. Fóllame, señor.
Como recompensa, él deslizó dos dedos sobre su clítoris y lo frotó suavemente, dibujando unos
tortuosos círculos en torno al duro nudo. _____________ había imaginado que, sin lugar a dudas, su
deseo no podía aumentar mucho más. Se había equivocado, pensó con un gemido.
Ahora, cada aliento de _____________ era un jadeo. El aire entraba y salía rápidamente de sus
pulmones. Los latidos de su corazón lo ahogaban todo excepto la necesidad de sentirle profundamente
en su interior.
—Bájame la cremallera de los pantalones.
_____________ no vaciló, ni jugueteó. Bajó la cremallera y le deslizó los odiados vaqueros por
las caderas. Nick no llevaba ropa interior, así que su miembro brotó libre hacia las manos que lo
esperaban.
Ella lo frotó. Su técnica era apurada e inexperta, estaba segura, pero la urgía la necesidad de
tocarle, de sentir al hombre que pronto estaría dentro de ella. Cerró los puños en torno a él,
uno sobre otro, y le acarició la gruesa y gloriosa longitud.
Hasta que él la agarró de las muñecas y le apartó las manos, volviéndolas a poner contra la
puerta.
—No sigues mis indicaciones, cher. Dije que me bajaras la cremallera, no que me bajaras los
pantalones y me acariciaras la polla. Un error más y tendrás que olvidarte de que te folle.
Ella se mordió los labios, tratando de contener la impaciencia y asintiendo con la cabeza.
—Comprendo, señor.
Le latió el clítoris al decir esas palabras. Dios, ¿qué le ocurría? Había llegado demasiado
lejos para que le importara. Pero más tarde...
En silencio, él saco un paquete del bolsillo y se bajó los vaqueros hasta las rodillas. Segundos
después, rasgó el cuadrado paquete metálico y se enfundó el preservativo en el glande púrpura,
luego lo deslizó por toda su longitud. Lentamente. Demasiado lentamente para _____________, que
resistió el impulso de ayudarle o de apresurarlo o de mover los pies con impaciencia.
De repente, él se inclinó, la levantó por las caderas y apretó el cuerpo de _____________entre
la puerta y su propio cuerpo.
—Rodéame la cintura con las piernas.
Ella vaciló. ¿Podía la gente realmente tener relaciones sexuales de pie? Ella jamás había
intentado hacer nada más exótico que permanecer encima.
—Hazlo —la voz de Nick era afilada como el acero.
Sin más vacilación, _____________ levantó las dos piernas y le rodeó las caderas. Unos momentos
después, él la recompensó con la sensación de su pene indagando en su entrada, grueso y
preparado. Conteniendo el aliento, se agarró a sus hombros, justo en el borde, esperando.
La penetró con la punta, y aunque dura, la sintió como un trozo de cielo, como un elixir mágico
que aliviara el dolor que la carcomía viva.
—Dilo otra vez —exigió él con una voz ronca—. Dime qué quieres.
_____________ ni se planteó vacilar.
—Follame. ¡Ahora!
Entonces, Nick empujó las caderas de _____________ hacia abajo mientras él empujaba hacia arriba.
Los tiernos tejidos internos que llevaban tanto tiempo sin ser penetrados protestaron al principio,
incapaces de acomodar su grosor. Ella gritó.
—Relájate —se salió de ella—. Ábrete para mí, cher.
_____________ se esforzó en relajar sus músculos, algo difícil cuando estaba agonizando
lentamente por el deseo. Nick siguió empujando lentamente, con su carne atravesándola como si
fuera mantequilla suave, despertando todas sus terminaciones nerviosas y provocándole
estremecimientos de placer. _____________ sintió que estallaría y le pareció que pasaba una
eternidad hasta que él estuvo enterrado por completo en ella. Oh, Dios, necesitaba correrse.
Jamás había tomado a un hombre tan grande ni tan profundamente. Lo podía sentir casi en la
garganta. La anchura de la erección la hizo estirarse hasta que su carne ardió. Pero no era
suficiente.
Ese indicio de dolor fue como echar leña al fuego. Su sangre corrió rauda por sus venas, y rompió
a sudar. El dolor la hizo ser consciente de estar viva, del intenso placer que aún estaba por
llegar.
— ¡Más! —exigió ella—. Nunca ha sido tan bueno.
Sin previo aviso, él se retiró casi en su totalidad, luego volvió a penetrarla con más suavidad
que antes. El dolor se desvaneció, pero los sensibles pliegues del sexo de _____________ se habían
estirado más que nunca. Ella hubiera jurado que podía sentir cada centímetro, cada vena de su
pene rozarle la carne tan repentinamente sensible de su interior.
Nick le proporcionó un placer atormentador con cada lenta estocada, cada roce del glande en su
interior la hacía jadear y arder de necesidad, haciendo que se olvidara de todo menos de las
sensaciones que le provocaba, de la necesidad que tenía de él.
—Cher, tu sens si douce —le murmuró Nick al oído mientras empujaba en ella una vez más—.
Eres tan dulce.
Ella intentó contenerse, resistirse al placer que amenazaba con hacerle perder la cordura. Pero con
esas palabras y el siguiente envite de su dura erección, el orgasmo la barrió como un furioso
huracán... rápido, fuerte, distinto a cualquier cosa que hubiera experimentado antes.
— ¡Nick! —gritó ella, clavándole las uñas en los hombros.
_____________ supo entonces que su primera suposición había sido correcta: jamás volvería a ser
la misma.
Con el grito de _____________ resonando en sus oídos, Nick se sumergió en el sedoso paraíso de su
vagina una vez más y perdió el control del orgasmo que retenía por un hilo.
La explosión se originó en un punto de su vientre, y el placer se extendió por su miembro. Salió
a chorros de su cuerpo, llevando la dicha a todas partes. Se sintió un poco mareado. Le temblaban
los dedos. Los latidos del segundo clímax de _____________ lo envolvieron, ordeñando cada gota de
semen, dejándolo sumido en una pesada satisfacción.
¿Había sido tan bueno alguna vez?
Luchando por recobrar el aliento, Nick abrió los ojos para ver la cara ruborizada de _____________,
sus labios hinchados, sus hombros relajados.
«¿Mostraría ella ese aspecto tras pasar una noche con Brandon?»
El pensamiento surgió de la nada. La cólera lo atravesó como un relámpago, como si lo hubiera
invadido una corriente helada. Se quedó paralizado.
¿Cólera? Sí, Brandon la había tocado. Ella pertenecía a ese bastardo.
«Ah, pero te la acabas de tirar», se recordó a sí mismo. «La venganza es dulce».
Cierto, pero sus entrañas, ese lugar donde le supuraba una herida que lo corroía desde hacía tres
años por la traición de Brandon, no gritaban de júbilo, sino que estaban pendiente de las
sensaciones que _____________ extendía a su alrededor, de su perfume a frambuesa. Acababa de
correrse en su interior y ya quería volver a hacerlo.
«Muy listo, Nick ».
La había engañado para llevarla allí y se la había tirado como pago de una deuda. El primer
objetivo de la misión se había cumplido. Fin de la historia.
Nick se obligó a retirarse y a dejar a _____________ de pie. Ella lo miró con los ojos agrandados,
buscando consuelo y preguntándole sin palabras qué iba a pasar entre ellos ahora.
Como si él lo supiera.
Reprimiendo una maldición, se dio la vuelta, se quitó el condón de un tirón y lo lanzó al cubo
de basura más próximo. El porqué volvía a estar enojado, no lo sabía. ¿Quizá porque a él le
gustaba _____________ y ella no merecía ser utilizada? O puede que fuera porque había querido
creer que ella no traicionaría al hombre con el que pensaba casarse, abriéndose de piernas para
otro.
Era una estupidez.
Se cerró la cremallera de los vaqueros y miró a _____________ de nuevo. Le temblaba el labio
inferior. Su expresión había pasado de saciada a precavida en unos segundos. Algo en lo más
profundo de Nick quiso abrazarla y tranquilizarla. Otra parte de él estaba asustada de su reacción
ante ella.
—Coge lo que quieras de la cocina —le señaló a su alrededor y se dio la vuelta para marcharse.
Con largas zancadas, Nick atravesó la cabaña hasta sus dominios privados. Sacando las llaves del
bolsillo, abrió la puerta.
«Entra. Cierra. No la mires».
Imposible.
Nick se giró para mirarla. Incluso desde el otro extremo de la cabaña podía ver los temblores que
la recorrían, las marcas de su barba en la piel desnuda, los pezones hinchados tan dulces y
suculentos que le hacían la boca agua, y el vello rojizo que cubría la entrada de su sexo.
Se le contrajo el vientre.
«Vuelve. Cruza la habitación, cógela. Tómala otra vez».
Ignorando la voz, cerró la puerta de golpe y echó el cerrojo, luego se acercó al ordenador del
escritorio de la esquina. Se desplomó pesadamente en la silla y lo encendió. Pero sus pensamientos
e impulsos no estaban para acciones mundanas. Su instinto le decía que acababa de cometer un gran
error al darle la espalda a _____________. Si hubiera pensado más allá de su deseo de tomarla y de
la reacción alocada que había tenido ante ella, se habría dado cuenta de que si quería que
dejara a Brandon, tenía que mantenerla embelesada y saciada. Constantemente. Nada más le podía
asegurar que _____________ dejaría por su propia voluntad al antiguo compañero de Nick. Y si
tuviera dos dedos de frente, se pondría de pie, volvería con ella y la llevaría a su cama para
atarla.
Pero Nick vaciló. _____________ había abierto una brecha en su control. Necesitaba recuperar el
aliento, pensar. _____________ y sus sentimientos no eran importantes; sólo importaba haber llevado
a cabo la primera parte de su venganza. Tenía que decidir cómo conseguir lo demás, la parte en
que ella dejaría a Brandon. Tenía que ordenar sus prioridades.
Pero en vez de eso, pensaba en peligrosas fantasías que incluían atarla a su cama y penetrarla
lentamente. Mataría por sentir la exuberante calidez de sus labios, por acariciarle la suave
garganta, por saborear sus pezones rosados, el estómago plano. Por probar la humedad de su sexo que
estaba seguro que sabría a ambrosía.
Maldita sea, tenía que dejar de pensar con la polla y recordar que _____________ era un medio para
conseguir un fin. Ella había engañado a su novio... no era la mujer adecuada con la que
enrollarse. Ya había pasado por eso antes. Tenía cicatrices que lo probaban.
Por si fuera poco, a ella aún la perseguía un acosador que quería matarla. Estaba asustada y él
se había prometido protegerla, y obtener de ella algunas respuestas. Era lo menos que podía hacer,
por utilizarla. Tenía que concentrarse en protegerla, no en las sensaciones que le provocaba. O en
imaginar cómo sería someterla por completo.
Ya encontraría la manera de convencerla de que dejara a Brandon sin que ello implicara hundir su
miembro en su cuerpo repetidas veces hasta que ambos estuvieran demasiado saciados para moverse.
Una rápida mirada al reloj de su muñeca le dijo a Nick que todavía no eran las siete de la
mañana, demasiado temprano para llamar a Joe, su socio, o a cualquier otra persona. Joe tenía un
montón de contactos, desde senadores a conserjes. Conocería a alguien que supiera algo sobre el
acosador. Pero hasta entonces, todo lo que Nick tenía que hacer era concentrarse en _____________ o
en la venganza.
Vale, en la venganza. Pensaría en eso, se centraría en lo dulce que sería hacer pagar a Brandon
por su traición. No se sentía especialmente contento, al menos aún no. Probablemente no lo
estaría hasta que _____________ dejara a ese bastardo. Había sabido desde el principio que su plan
tenía un enorme defecto: que _____________ no le contara a Brandon su indiscreción, si era así,
Nick no tenía manera de asegurarse de que Brandon lo descubría. No habría manera de probarlo. Y
probarlo... era importante. De hecho, lo era todo.
Levantándose de la silla, Nick se paseó por la habitación. ¿Cómo podría probarle a Brandon que
había penetrado profundamente a su mujer hasta hacerla gritar su nombre? Él había obtenido una
prueba irrefutable de la traición de Brandon con un vídeo, pero...
Pero... podría pagar a Brandon con la misma moneda.
Nick sonrió. Ojo por ojo...
Ignorando una punzada de culpabilidad, volvió rápidamente a la silla y se dejó caer en el asiento
para comenzar a teclear. Unos segundos después, encontró lo que estaba buscando: la grabación de
seguridad de la cabaña unos minutos antes. Abrió el archivo y comenzó a mirarlo desde las 6 a.m.
Lo pasó a cámara rápida hasta que _____________ apareció de pronto gritando con aquella pequeña
toalla verde.
Luego se reclinó en el asiento para observarlo a velocidad normal y con sonido. No quería perderse
ni un segundo.
Demonios, tenía un pelo precioso, tan rojo, que caía sobre sus hombros como una tentación ígnea.
Esa piel cremosa, salpicada de pecas, lo impulsaba a querer recorrerlas con la lengua. Se ponía
duro sólo con recordar la manera en que olía, como a frambuesas frescas con una pizca de canela.
_____________ era el tipo de mujer fuerte, que no se rendía, que a él le gustaba saborear. Hacía
mucho tiempo que no conocía a una mujer como ella. Perdía el tiempo con Brandon.
En el vídeo en blanco y negro, la besaba y le acariciaba los pezones. Observar cómo cerraba los
ojos, cómo se ruborizaba, cómo se arqueaba para ofrecerse a él, le excitó una vez más.
Experimentarlo había sido... algo increíble, pero observarla era como volver a tenerla de nuevo y
saborear cada reacción.
Ella le susurró algo. Nick le respondió, pero el audio del archivo no lo recogía. Aunque poco
importó cuando dejó caer la toalla. Si bien su propio cuerpo bloqueaba la mayor parte de la vista
del cuerpo de _____________, podía verse la curva de un pecho y un atisbo de suaves pliegues
rosados, protegidos por el vello rojizo. Pero también se veía mucho más. La curva exuberante de
sus caderas, la flexibilidad de sus muslos. Su expresión vulnerable. Había corrido un riesgo con
él, y lo sabía. Y entonces vio su reserva. No estaba convencida al cien por cien de ceder. Pero la
dolorida curiosidad había derrotado, finalmente, a la preocupación. Se moría de ganas de
someterse, pero no quería aceptarlo.
Y tenía que haber una razón. Estaba más que interesado en resolver ese misterio.
Nick maldijo de nuevo, debatiéndose entre la culpabilidad, la curiosidad y el repentino apremio del
deseo cuando se observó a sí mismo levantarla, apretarla contra la puerta y entrar en ella con una
serie de envites apasionados. Recordó —comenzando a sudar— lo estrecha que había sido, cómo
se había esforzado en tomarle. Pero no había pronunciado una palabra, una queja. Una mueca de
dolor le cruzó el rostro, y Nick apretó los puños. Maldita sea, ¿por qué no le había dicho
nada? Hacerle daño era lo último que había querido. La próxima vez...
No puede haber una próxima vez, se recordó a sí mismo. Ya tenía lo que necesitaba en ese
archivo. ¿El saber que ella había sentido tal devastación sensual a manos de un total desconocido
sería suficiente para hacerla dejar a Brandon? Era muy pronto para decirlo, pero se temía que
obligarla a dejar al hijo del senador no sería tan fácil. Tendría que idear algo...
Mientras la observaba aceptar toda la longitud de su miembro y la expresión de placer en su rostro,
esperaba que aquel encuentro no hubiera sido suficiente, deseaba que ella se sometiera a él otra
vez. Y otra. ¿Por qué negar la verdad? Lo atraía. Todo en ella lo atraía: su piel, su olor, su
audacia. Era una interesante mezcla de inocencia y provocación. Tímida y contenida un momento y
atrevida e implorante al siguiente. Le gustaba esa pequeña paradoja en ella.
El vídeo continuó, segundo a segundo, mientras la aplastaba con fuerza contra la puerta. Podía
ver cómo el orgasmo se abría paso desde el interior de _____________. Abrió los dulces labios.
Gimió y apretó las piernas en torno a él. La observó quedarse sin aliento y casi podía sentir
su sedoso calor envolviéndolo, incluso ahora. Borrar de su memoria su olor, sus reacciones —toda
ella— no iba a ser fácil.
Nick se removió, ajustándose los pantalones. Hizo una mueca. ¿Cuándo se había puesto tan duro
como una roca por una mujer quince minutos después de haberla tomado? Muy rara vez. ¿Cuándo una
mujer había invadido su mente después de tomarla? Nunca.
Soltó un suspiro. ¿Por qué era ella diferente? Las palabras de su abuelo le impactaron como un
ariete en el vientre. «Si sueñas a menudo con una mujer pelirroja, es que vas a conocerla y que va
a convertirse en tu alma gemela». Imposible. La mujer de su mente, de sus sueños, era simplemente
una fantasía. No era _____________.
Pero con ella se había sentido como si fuera una fantasía hecha realidad.
En la pantalla, _____________ le arañaba la espalda. La podía oír claramente: «Más. Nunca ha
sido tan bueno». Jadeó un par de veces, antes de que sus labios le rozaran febrilmente el cuello.
«Nunca había sido así».
Nick tembló ante el recuerdo. Sí, había sido bueno. Jodidamente espectacular, si era honesto
consigo mismo. Maldita sea, no tenía necesidad de tirársela de nuevo. Ahora que tenía la prueba
de que lo habían hecho, esa parte de su venganza había sido completada. _____________ había
servido a sus propósitos. Y no existía eso de la media naranja.
« ¡Nick!», observó cómo _____________ gritaba su nombre y se dejaba caer contra él, dando y
tomando placer.
Allí en la silla, con la mirada clavada en el cuerpo de _____________, con las pelotas tensas por
la necesidad de correrse de nuevo, Nick apretó los dientes conteniendo el deseo de acariciarse la
polla a través de los vaqueros.
Pero también podía ver que ella se contenía, manteniéndose de alguna manera apartada de él, sin
entregarse por completo a sus caricias. Algo de lo que no se había dado cuenta mientras estaba
enterrado en su canal, apretado y húmedo, con sus gritos resonando en los oídos. Observó la
pantalla con atención. Era un misterio. ¿De qué demonios se trataba?
Rebobinó y volvió a ver los últimos momentos de nuevo. Bueno, no podía saber por qué
_____________ había contenido una parte de sí misma al final. Sólo sabía que le disgustaba
mucho. Lo sentía como una traición. Algo que le impelía a conseguir su completa rendición.
Maldiciendo, Nick cortó y pegó un trozo del vídeo, incluyendo esos momentos en los que
_____________ decía que nunca había sido tan bueno, y cuando gritaba su nombre mientras se
corría. Tal vez Brandon no se daría cuenta de que ella no se había entregado sin reservas.
Una cosa era cierta. Brandon era un hijo de perra, pero no era estúpido.
Aun así eran las mejores secuencias que tenía. Serían suficientes para convencer a Brandon.
Podría ocuparse de lo que fuera que _____________ ocultaba más tarde.
Antes de poder cambiar de idea, Nick envió el archivo al mail personal de Brandon, junto con unas
palabras amistosas.
«¿Cómo va esa carrera política, viejo amigo? Nick »
¿Cuánto tiempo —se preguntó— pasaría antes de que su «colega» viera el vídeo de su
antiguo compañero de escuadrón tirándose a su novia? ¿Qué haría cuando lo hiciera?
No pudo reprimir una fría sonrisa de satisfacción.
Pero _____________ volvió a inmiscuirse en sus pensamientos. Esbozó una sonrisa cuando la imaginó
abierta y atada en su cama, y él a punto de tomarla. Completamente a su merced. Húmeda,
suplicante. Dispuesta y ansiosa de que la poseyera de todas las maneras posibles.
Y se preguntó qué tendría que hacer para persuadirla no sólo de dejar a Brandon, sino de
entregarse sin reservas.
Tenía que descubrirlo. Ese deseo no iba a desvanecerse, se conocía lo suficientemente bien para
saberlo. Eclipsaría todo lo demás. Por ahora, el tiempo estaba de su parte. _____________ estaba a
salvo por el momento. El acosador probablemente no tenía ni idea de dónde estaba. Sería difícil
que alguien que no fuera acadiano siguiera a un hijo de los pantanos por esa salvaje e indomable
tierra.
Así que Nick la seduciría, y llevaría a _____________ de nuevo a la sumisión. Y no sólo una
vez. Ella dejaría a Brandon. Y le entregaría esa parte de sí misma que no le había dado antes.
Esa parte que él sospechaba que no le había ofrecido a ningún hombre. Nick pensaba asegurarse de
que se lo diera todo a él.
Veinte minutos después de que Nick le cerrara la puerta en las narices, _____________ se hallaba
delante del espejo antiguo que colgaba en la pared del dormitorio estudiando su imagen. Parecía
notablemente serena para ser una mujer cuyas rodillas todavía temblaban por los orgasmos con tal
intensidad que un equipo sísmico hubiera notado las réplicas.
Con la cara lavada y el pelo recogido en una trenza austera, no parecía muy sexy, aunque las
ceñidas ropas de fulana de cuero color púrpura eran, desafortunadamente, difíciles de ignorar.
Pero no podía coger nada del armario de Nick, era demasiado íntimo. Mordiéndose el labio,
_____________ vaciló. No podía permitirse el lujo de andar por ahí con unas ropas que eran como
una invitación al sexo. Puede que si ella dejara de emitir esas vibraciones, él pasara de ella. Si
no...
Ella se encontraría jodida —literalmente— otra vez.
Y lo que era peor aún, lo más probable es que le gustara tanto como la primera vez.
Suspirando, _____________ se paseó por la estancia. De todas maneras, ¿qué diablos le pasaba a
Nick? Acababan de tener una increíble sesión de sexo, y él salía corriendo. Por supuesto, si no
lo hubiera hecho él, hubiera sido ella quien se habría apresurado a poner una puerta de por medio
entre ellos. Pero, aun así...
Nick la confundía. La desquiciaba. Después de todo, ella tenía a un acosador siguiéndole los
pasos. Y acababa de permitir que un hombre dominante la empalara contra una puerta y la condujera a
dos vertiginosos orgasmos —sin contar los dos que se había proporcionado ella misma unos
instantes antes— en tan sólo quince minutos.
Había deseado rendirse a él, obedecer al murmullo ronco y excitante de su voz en el oído; era tan
diferente, pero a la vez tan natural que no había podido resistirse. Había recibido cada orden
susurrada como si él hubiera derramado puro deseo líquido sobre su piel hasta filtrarse en su
sangre. En aquellos momentos, Nick había conseguido que todo aquello fuera asombroso. Y
perfectamente normal. Tan correcto que le había dolido. A pesar de no acabar de aceptar lo que era,
lo necesitaba. La sensación de conexión con Nick la había privado del sentido común, y la había
hecho pegarse a él como si fuera un salvavidas en un huracán.

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