domingo, 7 de agosto de 2011

Placeres Nocturnos. Capitulo 9

-¿No os he dicho que no tocaseis el Lamborghini? -se quejó Hunter segundos antes de tomar una curva cerrada haciendo que el vampiro volara por los aires-. Y yo que pensaba que no podíais volar... -dijo mientras enderezaba el Lamborghini y salía a la carretera-. Supongo que Acheron necesita actualizar el manual.

________ se dio cuenta de que los perseguían dos coches.

-¡Dios mío! -jadeó, rodeando la ancha y fuerte muñeca de Hunter con la mano para que éste tuviera más movilidad y pudiera maniobrar mejor con el cambio de marchas. La cosa se ponía fea y no quería ser un estorbo para él, que era el único que podía sacarla del atolladero.

-Agárrate fuerte -le dijo él mientras ponía la radio y aceleraba.

La música de Lynyrd Skynyrd con su «That Smell» resonó con fuerza en el interior del coche justo cuando salían del aparcamiento y se internaban en el tráfico. Con el cuerpo rígido, ________ comenzó a rezar el rosario, aunque ni siquiera era católica.

-¡Las luces! -le gritó a Hunter al darse cuenta de que conducía con los faros apagados y el coche tenía los cristales tintados, cosa que era ilegal-. ¡Las luces vendrían muy bien en este momento!

-No lo creo, ya que me molestan hasta el punto de no ver nada. Confía en mí.

-¿Que confíe en ti? Y un cuerno -soltó ________, agarrándose con la mano libre al cinturón de seguridad como si le fuese la vida en ello-. Por si no lo recuerdas, no soy inmortal.

Hunter soltó una carcajada.

-Sí, bueno, en un coche aplastado tampoco lo soy yo.

________ lo miró con la boca abierta.

-Odio tu sentido del humor, en serio.

La sonrisa de Hunter se intensificó.

Atravesaron las atestadas calles de Nueva Orleáns a toda velocidad, pasando de un carril a otro hasta que ________ creyó que iba a ponerse a vomitar. Por no mencionar que en un par de ocasiones pensó que se quedaría sin mano debido a los movimientos bruscos de Hunter. Tragó con fuerza, en un intento por calmar las nauseas, y se pasó el brazo por la cintura, luchando por mantenerse derecha a aquella velocidad.
Un enorme Chevy negro se colocó a la altura del Lamborghini e intentó desviarlos para que se estrellaran contra un trailer. ________ contuvo un chillido apretando con fuerza los dientes.

-No te dejes llevar por el pánico -le dijo Hunter, alzando la voz para hacerse escuchar por encima del ruido de la música mientras giraba bruscamente para pasar por debajo del trailer y pisaba a fondo el acelerador-. He hecho esto un montón de veces.

________ apenas podía respirar cuando se internaron en otro carril, donde un Firebird les esperaba para intentar chocar con ellos. El Cazador Oscuro esquivó un coche aparcado a duras penas. Estaba tan aterrorizada que sólo podía emitir pequeños jadeos. Y rezar. Cientos y cientos de oraciones. Cuando llegaron a la interestatal, había visto toda su vida pasar ante sus ojos. Y no le gustó nada lo que vio. Era demasiado breve y aún había muchas cosas que quería hacer antes de morir... incluyendo agarrar a Tabitha y darle una buena paliza.

Súbitamente, el Chevy negro apareció junto a ellos e intentó sacarlos de la carretera. Hunter pisó el freno y el coche derrapó hacia un lado.
A ________ se le revolvió el estómago.

-¿Sabes una cosa? -le dijo Hunter muy tranquilo-. Odio a los romanos, pero debo reconocer que sus descendientes han fabricado un vehículo extraordinario.

Cambió de marcha y aceleró de nuevo, dejando atrás al Chevy. Atravesando la mediana, se internaron en el tráfico y tomaron una de las salidas a tal velocidad que lo único que ________ vio fueron los destellos de las luces en una especie de mancha borrosa. Los chirridos de los frenos y las pitadas de las bocinas llenaron sus oídos, seguidos por el estridente sonido del metal cuando el Firebird, lleno de Daimons, chocó contra el Chevy negro. El Firebird empujó al otro vehículo hasta el muro de contención, donde dio una vuelta de campana y cayó sobre la autopista. Aún no era capaz de respirar con normalidad cuando el Chevy de los Daimons se detuvo al lado de la calzada sin golpear a ningún otro coche.

Hunter dio un alarido de júbilo mientras hacía girar al Lamborghini bruscamente hasta dejarlo en dirección contraria. Pisó los frenos a fondo y echó un vistazo al caos que acababan de dejar atrás.

________ se limitó a mirarlo con la boca abierta y todo el cuerpo temblando.

Él quitó la radio y la miró con una sonrisa triunfal.
-Y sin un solo arañazo en el Lamborghini... ¡Ja! Morded el polvo, cabrones chupa-almas.

Redujo marcha, pisó a fondo el acelerador y dio una vuelta completa en mitad de la calle, haciendo chirriar las ruedas antes de dirigirse al Barrio Francés.
________ permaneció en silencio, sin dar crédito a lo sucedido, y trató de relajarse tomando
profundas bocanadas de aire.

-Te has divertido de lo lindo, ¿verdad?

-Joder, sí. ¿Les has visto la cara? -preguntó, soltando una carcajada-. Adoro este coche.

Ella miró al cielo suplicando ayuda divina.

-Dios mío, por favor, apártame de este loco antes de que muera de un susto.

-Venga ya -le dijo con voz juguetona-. No me digas que no te ha hecho correr la sangre.

-Sí, sí, claro. De hecho, me la ha acelerado tanto que no estoy segura de cómo ha logrado
sobrevivir mi corazón. -Lo miró fijamente-. Eres un ser humano totalmente desquiciado.

La risa de Hunter murió al instante.
-Solía serlo, al menos.

________ tragó saliva al percibir el vacío de su voz. Sin quererlo, acababa de encontrar un punto
débil. El humor de ambos decayó bastante y ________ le dio las indicaciones precisas para llegar a
la casa de Grace, en St. Charles.
Pocos minutos después, aparcaban en el camino de entrada tras el Range Rover negro de Julian
Alexander. El guardabarros trasero estaba ligeramente hundido tras su último encuentro con una
farola. Pobre Julian, era un peligro en la carretera.

________ miró de soslayo a su compañero. Después de todo, y siguiendo con las comparaciones,
Julian no era tan malo. Al menos, jamás la mataría de un infarto.

Hunter la ayudó a bajar del coche a través de la puerta del conductor y la precedió camino de la
puerta. La antigua casa estaba completamente iluminada y, a través de las ligeras cortinas que
cubrían las ventanas, ________ pudo ver a Grace sentada en un sillón de la salita de estar.

Bajita y morena, Grace llevaba la larga melena recogida en una cola de caballo y su tripa había
aumentado el doble desde la última vez que la vio. Aunque faltaban nueve semanas para que saliera
de cuentas, la pobre Grace tenía todo el aspecto de ir a dar a luz en cualquier momento. Se estaba
riendo de algo, pero no había señales de Julian ni de sus invitados.
________ se detuvo para acomodarse el pelo con la mano, enderezar su ropa sucia y abrocharse el
polar para ocultar las manchas de sangre.

-Grace dijo que tendrían compañía, así es que creo que deberíamos intentar pasar
desapercibidos, ¿de acuerdo?

Hunter asintió con la cabeza en el mismo momento en que ella tocaba el timbre. Tras una breve
espera, la puerta se abrió y Julian Alexander apareció en el vestíbulo. Con su casi uno noventa
de altura, Julian era tan deslumbrante como Hunter. Tenían el mismo color de pelo, pero sus ojos
eran del azul más profundo que ella hubiese visto jamás. Sus rasgos parecían esculpidos pero,
teniendo en cuenta que era el hijo de la diosa Afrodita, no era de extrañar. La sonrisa de
bienvenida se borró del rostro del hombre cuando miró a Hunter y al instante se quedó con la boca
abierta.

________ comprobó que Hunter reaccionaba de la misma forma; parecía estar perplejo.

-¿Julian de Macedonia? -preguntó Hunter con incredulidad.

-¿Nicholas de Tracia?

Antes de que ________ pudiera moverse, los dos hombres se fundieron en un abrazo, como si se tratara
de dos hermanos largo tiempo separados. Su brazo siguió el movimiento del de Nick al abrazar a
Julian.

-¡Por todos los dioses! -jadeó Julian-. ¿De verdad eres tú?
No puedo creerlo -dijo Hunter apartándose un poco para mirar a Julian de arriba abajo-. Pensaba que
estabas muerto.

-¿Yo? -le preguntó Julian-. ¿Y tú qué? Oí que los romanos te habían ejecutado. ¡Por Zeus!
¿Cómo es posible que estés aquí? -En ese momento, bajó la mirada y vio los grilletes-.
¿Qué...?

-Por eso hemos venido -dijo ________-. Nos han encadenado y esperaba que tú pudieras separarnos.

-Los forjó tu padrastro -añadió Hunter-. ¿No tendrás una llave en algún lado, por casualidad?

Julian se rió.

-Supongo que no debería sorprenderme. Por lo menos esta vez no has traído a una princesa amazona
con una madre iracunda exigiendo que se te corten ciertas partes de tu cuerpo... -Julian meneó la
cabeza como si se tratase de un padre regañando a su hijo-. Dos mil años después y aún sigues
metiéndote en líos increíbles.

Hunter lo miró con una sonrisilla forzada.

-Algunas cosas no cambian jamás. Si consigues separarnos te deberé una, ¿no te importa?

Julian ladeó la cabeza.

-La última vez que hice recuento, me debías dos favores.

-¡Ah, sí! No me acordaba de lo de Prymaria.
Por la expresión del rostro de Julian, ________ supo que a él no se le había olvidado y la verdad
era que mataría por enterarse de lo que había sucedido. Pero ya habría tiempo para eso más
tarde. Lo primero era liberar su brazo. Movió la cadena, haciendo que tintineara.

Julian retrocedió y los invitó a entrar a la casa.

-Habéis tenido suerte -les dijo mientras los acompañaba hasta la salita.

Grace no se había movido del sillón; ahora sostenía a Vanessa en su regazo mientras la madre de
Julian, rubia y espléndida, ocupaba un lugar en el sofá y jugaba con Niklos y uno de sus peluches.
Un hombre moreno y alto estaba sentado junto a Afrodita y sostenía al pequeño en sus brazos,
riéndose de los dos.

El Cazador Oscuro jadeó al ver la poco corriente escena familiar y apartó a ________ con un brusco
empujón, momentos antes de que Afrodita alzara la vista y maldijera.

Antes de ________ pudiera entender lo que sucedía, la diosa alargó un brazo y de su mano surgió
una especie de rayo luminoso que golpeó directamente a Hunter. El impacto lo tiró al suelo de
espaldas, arrastrándola junto a él.
_______ aterrizó sobre el pecho de Nick y en ese momento vio la quemadura que el rayo le había
provocado en el hombro. Olía a piel y carne quemada. Sabía que el dolor de la herida tenía que
ser horroroso, pero él no parecía notarlo. Muy al contrario, Nick se quitó las gafas de sol con
rapidez, la apartó de su pecho e intentó alejarla de él tanto como fuera posible. Poniéndose en
pie se colocó entre la diosa y ________.

-¡Cómo te atreves! -gritó Afrodita con el hermoso rostro desfigurado por la ira. Con los ojos
entrecerrados se levantó del sofá y se acercó a Nick como si se tratase de una bestia mortal
acechando a su presa-. Sabes que te está prohibido mostrarte ante nosotros.

Julian agarró el brazo de su madre antes de que pudiera llegar hasta Nick.

-¡Madre, detente! ¿Qué estás haciendo?

Ella lo miró furiosa.

-¿Cómo te has atrevido a traer a un Cazador Oscuro ante mi presencia? ¡Sabes que está prohibido!

Julian frunció el ceño y observó a Nick. La incredulidad se reflejaba en su rostro.

Nick miró a ________ por encima de su hombro.
-Estás a punto de ser libre, pequeña -le susurró.

Afrodita alzó la mano.

Aterrorizada, ________ se dio cuenta de que la diosa pretendía acabar con él. ¡No!, el grito se
atascó en su garganta mientras su corazón latía a toda velocidad, presa del pánico.

Julian atrapó la muñeca de su madre antes de que pudiera herir a Nick de nuevo.

-No, mamá -la increpó Julian-. Cazador Oscuro o no, da la casualidad de que es el único hombre
que me guardó las espaldas mientras todos los demás rezaban para verme muerto. Si lo matas, jamás
te perdonaré.

El rostro de Afrodita adoptó una expresión pétrea.

Julian la soltó.

-Nunca te he pedido nada antes. Pero ahora lo hago, como tu hijo que soy. Ayúdalo. Por favor.

Afrodita miró a Julian y a Nick alternativamente. La indecisión en su mirada era tangible.

-¿Hefesto? -llamó Julian al hombre sentado en el sofá-. ¿Los liberarás?

-Está prohibido -contestó el dios bruscamente- y lo sabes. Los Cazadores Oscuros no poseen alma y
están más allá de nuestro alcance.

-No pasa nada, Julian -dijo Nick en voz baja-. Pídele que el rayo no me atraviese para que no hiera
a la mujer.
Fue entonces cuando Afrodita vio a ________. Y su mirada se posó sobre los grilletes.

-¿Mamá? -le pidió Julian de nuevo.

Afrodita chasqueó los dedos y los grilletes desaparecieron.

-Gracias -le dijo Julian.

-Sólo lo he hecho para ayudar a la humana -dijo la diosa con gravedad antes de volver al sofá-. El
Cazador Oscuro puede apañárselas solo.

Hunter le dijo las gracias en silencio a Julian, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la
puerta.

-Nick, espera -le dijo Julian, deteniéndolo-. No puedes marcharte estando herido.

La expresión del Cazador Oscuro era impasible.

-Ya conoces las normas, adelphos. Me las apaño solo.

-No, esta noche no.

-Si él se queda -dijo Afrodita-, tenemos que marcharnos.

Julian miró a su madre y asintió con la cabeza.

-Lo sé, mamá. Gracias de nuevo por ayudarlo. Hasta luego.

La diosa desapareció con un destello luminoso. Hefesto dejó a Niklos en el suelo y acto seguido
también se evaporó.

-¿Julian? -lo llamó Grace desde la salita-. ¿Corre peligro Vanessa si la dejo en el suelo?

-No -le contestó él.

________ observó la mirada de tristeza en los ojos de Hunter cuando los gemelos se acercaron
corriendo a su padre.
Niklos se apartó, feliz de ver a ________, y comenzó a parlotear mientras le tendía los brazos.
Ella lo cogió y lo abrazó con fuerza antes de darle un beso sobre los suaves rizos rubios.

Dando saltos entre sus brazos, el niño soltó una carcajada y la abrazó.

Vanessa se dirigió directamente a Hunter, cosa absolutamente normal en ella; la pequeña hechicera
no se arredraba ante los extraños. Extendió el brazo y le ofreció la galleta a medio comer que
llevaba en la mano.

-¿Ga-lleta? -le preguntó con su hablar titubeante, propio de un bebé.

Arrodillándose ante ella, Nick sonrió con ternura, cogió la galleta y acarició con suavidad el
cabello oscuro de la niña.

-Gracias cielo -le dijo con suavidad antes de devolverle la galleta-, pero no tengo hambre.

Vanessa dio un gritito y se arrojó a sus brazos.
Aunque ________ viviera toda una eternidad, jamás sería capaz de olvidar la mirada desesperada, de
profundo dolor, que se reflejó en los ojos de Hunter mientras abrazaba a la niña contra su pecho.
Había anhelo. Sufrimiento. Era la mirada de un hombre que sabía que sostenía entre sus brazos
algo que no deseaba que le arrebataran.

Cerró los ojos y apoyó la mejilla sobre la cabecita de Vanessa mientras apretaba los puños y la
abrazaba aún más fuerte.

-Por los dioses, Julian, siempre haces unos niños tan hermosos...

Julian no contestó mientras Grace se acercaba, pero ________ reconoció la angustia en sus ojos al
observar cómo su amigo abrazaba a su hija.

Los dos hombres intercambiaron una mirada.

Recordaban algo, alguna pesadilla vivida por ambos de la que ________ no sabía nada.

Julian tomó a Grace de la mano.

-Grace, éste es mi amigo Nick de Tracia. Nick, ésta es mi esposa.
Nick se puso en pie con la misma agilidad que una pantera negra, sosteniendo a Vanessa con mucho
cuidado en sus brazos.

-Es un honor conocerte, Grace.

-Gracias -le contestó ella-. Lo mismo digo. Julian ha hablado tanto de ti que es como si ya te
conociera.

Nick miró a Julian con los ojos entrecerrados.

-Teniendo en cuenta lo mucho que siempre ha censurado mi comportamiento, tiemblo al pensar lo que ha
podido contarte.

Grace se rió.

-Nada malo. ¿Es cierto que en una ocasión incitaste a toda una casa de putas a que...?

-¡Julian! -masculló Nick-. No puedo creer que le contaras eso.

Sin inmutarse siquiera, Julian se encogió de hombros e ignoró la irritación de su amigo.

-Siempre has sabido sacar a relucir tu ingenio bajo presión.

Grace jadeó y se llevó la mano hacia el voluminoso vientre. Su marido se acercó a ella y la
agarró del brazo, observándola con preocupación.

Respirando entrecortadamente, Grace se frotó el vientre y los miró con una débil sonrisa.
-Lo siento. El bebé da patadas como una mula.

Nick miró el vientre de Grace y una extraña luz iluminó sus ojos. Por un instante, ________
hubiese jurado que los había visto brillar.

-Es otro niño -les dijo en voz baja y distante.

-¿Cómo lo sabes? -le preguntó Grace, sorprendida, mientras continuaba frotándose arriba y
abajo-. Sólo lo sé desde ayer mismo.

-Puede percibir el alma del bebé -le dijo Julian suavemente-. Es uno de los poderes protectores de
un Cazador Oscuro.

Hunter miró a su amigo.

-Éste va a tener un carácter fuerte. Generoso y tierno, pero muy imprudente.

-Me recuerda a alguien que conocí en una ocasión -comentó Julian.

Esas palabras parecieron torturar a Nick.
-Venga -dijo Julian, tomando a Vanessa de los brazos de Nick y poniéndola en el suelo, sin hacer
caso a sus lloriqueos de protesta-. Necesito que me acompañes arriba para curarte esa herida.

________ se quedó en el pasillo, sin saber qué hacer. Un millón de preguntas bullían en su
interior en busca de respuestas y, si no hubiese sido por la herida de Hunter, estaría de camino al
piso superior para formularlas todas. Pero Julian tenía razón. Esa herida tenía un aspecto muy
feo y necesitaba ser atendida. Tras echar una mirada pensativa a las escaleras, se dio la vuelta
para hablar con Grace.

-Pareces asombrosamente tranquila, a pesar del caos que se ha formado aquí. Dioses
desvaneciéndose, gente que llega cubierta de sangre y a la que lanzan un rayo en tu recibidor...
Cualquiera pensaría que a estas alturas deberías estar de los nervios, sobre todo, teniendo en
cuenta tu estado.

Grace rió mientras conducía a una llorosa Vanessa de vuelta a la salita de estar.
-Bueno, durante los últimos años casi me he acostumbrado a ver a dioses apareciendo y
desapareciendo de repente. Y a otras cosas en las que no quiero ni pensar. Estar casada con Julian
es, sin duda, un buen modo de aprender a mantener la calma.

________ se rió sin mucho entusiasmo y volvió a mirar hacia la escalera, preguntándose de nuevo
acerca de su enigmático Cazador Oscuro.

-Hunter, o Nick, ¿es también un dios?

-No lo sé. Por lo que Julian me ha contado, siempre he creído que era un hombre; pero estoy tan a
oscuras como tú.

Mientras Grace tomaba asiento, ________ escuchó a los hombres hablar a través del transmisor
colocado en la habitación de los bebés.

Grace extendió el brazo para apagar el receptor.

-Por favor, espera.

________ se sentó y jugueteó con Niklos mientras escuchaba la conversación que se desarrollaba en
el piso superior.
-Joder, Nick -le dijo Julian tan pronto como éste le dio su camisa-. Tienes más cicatrices que mi
padre.

Nick dejó escapar el aire lentamente mientras rozaba la quemadura que el rayo de Afrodita le había
causado en el hombro.

Se encontraban en la habitación de los gemelos, al fondo del pasillo. Nick entornó los ojos,
molesto por el brillo de la luz sobre el papel que cubría las paredes -amarillo y con ositos- y
sacó las gafas de sol. Julian debió recordar parte de la antigua mitología griega, porque apagó
la luz y encendió una lamparita pequeña que inundó la habitación con un suave resplandor.

Debilitado por el dolor, Nick notó que su reflejo en el espejo apenas si era perceptible. La
capacidad de no reflejarse en los espejos era una de las medidas de protección de las que gozaba un
Cazador Oscuro. Para conseguir verse en uno de ellos, tenían que proyectar una imagen mental, algo
que resultaba muy duro estando herido o excesivamente cansado.

Nick se apartó un poco del armario pintado de blanco y se encontró con la interrogante mirada de
Julian.

-Dos mil años de lucha suelen dejar huella en el cuerpo.
-Siempre tuviste más pelotas que cerebro.

Un espeluznante escalofrío recorrió la espalda de Nick al escuchar esas palabras tan familiares.
Era imposible recordar las innumerables ocasiones en las que Julian las había pronunciado en griego
antiguo.

Cómo había echado de menos a su amigo y mentor a lo largo de los siglos... Julian había sido el
único al que había prestado atención. Y uno de los pocos hombres a los que había respetado de
verdad. Se frotó el brazo y continuó hablando.

-Lo sé. Pero lo gracioso es que siempre escucho tu voz en mi mente pidiéndome que tenga paciencia.
-Hablando con una voz más ronca, imitó el acento espartano de Julian-: «Maldición Nick, ¿es que
no puedes pensar nunca antes de actuar?»

Julian no respondió.

Nick sabía lo que pasaba por la mente de su amigo. Los mismos recuerdos agridulces que le
perseguían a él cada noche cuando se relajaba el tiempo suficiente como para dejar que el pasado
regresara. Imágenes de un mundo desaparecido hacía mucho tiempo; de gente y de familia que no eran
más que sombras difusas y sentimientos perdidos.
El suyo había sido un mundo muy especial, pero su elegancia primitiva aún caldeaba sus corazones.
Nick todavía podía oler el aceite de las lámparas que iluminaban su hogar y sentir la brisa
fresca y fragante del Mediterráneo que perfumaba su villa.

En una extraña contradicción con los pensamientos de Nick, Julian abrió el pequeño botiquín y
buscó un moderno paquete de hielo. Cuando lo encontró, quitó el cierre para liberar el gel y lo
sostuvo sobre el hombro de Nick. Éste siseó al sentir el frío sobre la herida.

-Siento mucho lo de la descarga astral -se disculpó Julian-. Si lo hubiese sabido...

-No tienes la culpa de nada. No había modo de que supieras que había entregado mi alma. No es
precisamente el modo de comenzar una conversación. «Hola, soy Nick. No tengo alma. ¿Qué tal
estás?»

-No tiene gracia.

-Claro que sí, lo que pasa es que nunca has entendido mi sentido del humor.
-¿Y tú lo creíste? Fue Príapo quien mató a mi familia. Cuando los encontré muertos me dejé
llevar por un «momento Nick» y fui tras él.

Nick alzó una ceja. Que él supiera, Julian nunca había cedido a un impulso en toda su vida. El
tipo era la calma y la reflexión personificadas, sin importar el caos que hubiera a su alrededor. Y
eso había sido una de las cosas que más apreciara de su amigo.

-¿Tú hiciste algo impulsivo?

-Sí. Y lo pagué muy caro -dijo, cruzando los brazos sobre el pecho y mirando a Nick a los ojos-.
Príapo me maldijo y me encerró en un pergamino. Pasé dos mil años como esclavo sexual antes de
que mi esposa me liberara.

Nick soltó un silbido de incredulidad. Había oído hablar de tales maldiciones. El sufrimiento era
agónico, y su orgulloso amigo debía haberlo pasado realmente mal. Julian nunca había permitido
que nadie dirigiese su camino. Ni siquiera los dioses.

-Y tú me llamas loco a mí... -dijo Nick-. Yo me limité a provocar el odio de los romanos. Tú
fuiste tras el panteón griego al completo.
Julian le pasó un tubo de crema para las quemaduras. Cuando habló, su voz sonó ronca.

-Me estaba preguntado... cuando me marché, ¿qué sucedió con...?

Nick lo miró a los ojos y vio la agonía reflejada en ellos. Descubrió que para su amigo era
demasiado doloroso el hecho de mencionar lo sucedido. Él todavía sentía el dolor al recordar las
muertes de los hijos de Julian. De cabellos rubios y mejillas sonrosadas, habían sido dos niños
preciosos y vivaces; resultaba imposible hacerles justicia con simples palabras. Su simple presencia
hacía que el corazón de Nick se encogiera de envidia.

¡Por los dioses! Cómo había deseado poder tener su propia familia, sus propios hijos. Cada vez
que visitaba el hogar de Julian, anhelaba poder vivir una existencia como la de su amigo. Era lo
único que había querido siempre. Un hogar acogedor, unos hijos a los que amar y una esposa que lo
quisiera. Cosas sencillas, en realidad, pero que siempre habían resultado imposibles para él.

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