domingo, 14 de agosto de 2011

Obsesión. Capitulo 7

Los dos días siguientes representarían las horas más felices y conmovedoras de sus vidas. Fue en
la cima de esta montaña, después de todo, que el cariño por el otro creció a pasos agigantados y
ambos se dieron cuenta de lo que realmente significaba que otra persona les importe, y cuidar de
ella.
Dentro de muchos años, cuando ambas cabezas estuvieran ya plateadas y ninguno de los dos tuviera un
diente natural en sus bocas, la cima del Cairn Gorm sería el lugar al que sus mentes volverían
para recordar la gloria de haberse descubierto mutuamente por primera vez.

Disfrutaron de esas horas preciosas en la montaña haciendo el amor, tomando largas caminatas por el
bosque, comiendo alrededor de una fogata, y simplemente hablando. Las historias de __________ sobre
cómo era crecer con dos hippies como padres divirtió a Joe sin parar, mientras que las historias
de Joe sobre sus torpes años de niñez y adolescencia tuvieron el efecto contrario sobre ella, y
__________ se entristeció por el dolor que la vida le había impartido injustamente. Nunca se lo
dijo, sólo lo tomó de la mano y lo escuchó, percibiendo de alguna manera que su cariño y su
valoración silenciosos eran lo único que necesitaba o quería.

Pero inevitablemente, tal como sucede con todos los momentos mágicos de la vida, su tiempo en Cairn
Gorm terminó. Los dos días fueron uno, uno se volvió ninguno, y antes de que se dieran cuenta, el
viaje al Paraíso terminó, y estaban uno al lado del otro en el Lexus de Joe volviendo a
Edimburgo… y a la realidad.
Joe no podía aplacar la creciente inquietud que brotaba en él al no saber qué pasaría entre
ellos cuando volvieran a la civilización. Se preguntaba qué pensaría ella de su vida sensata y
ordinaria, y del grupo de profesores pretensiosos y engreídos que estaba obligado a soportar en
algún que otro evento de la universidad.

Él no lo sabía, pero __________ miraba por la ventana del asiento del acompañante y mordía su
labio mientras la inquietaba el mismo tema, aunque con un giro diferente. Ella se preguntaba si Joe
tendría lugar en su vida para una artista combativa y apasionada cuando su vida ya estaba tan bien
estructurada y tan claramente privada de las mismas características que componían su personalidad.

Quizás eso había sido a propósito, pensó algo triste. Quizás él consideró el tiempo que
estuvieron juntos como un encuentro y nada más. Quizás cuando llegaran a Edimburgo él no querría
saber nada más con ella.

Media hora después, el Lexus atravesaba la calle Princes y se detenía frente al Balmoral. Joe
miró rápidamente el hotel donde paraba __________ y luego volvió a mirarla a ella.

–Bueno –dijo, haciendo lo mejor de sí para disminuir el efecto de la desilusión que estaba
seguro se notaba en su voz– aquí estamos.

__________ le sonrió mientras abría la puerta del acompañante.
–Gracias por traerme –ella sonrió– gracias por todo. Lo pasé estupendo

–Yo también –la mirada de Joe cayó hasta su falda, sus ojos oscuros apreciando por última vez
sus fértiles formas. Respiró hondo y exhaló con un suspiro decidido. Una mujer como ella, tan
vital y llena de vida, nunca estaría feliz con un hombre como él, un hombre que por donde se lo
mire era su antítesis.

Ella podría disfrutarlo por un par de días más, quizás hasta durante toda su estadía en
Escocia, pero inevitablemente lo dejaría y no estaba totalmente seguro de poder manejar eso. Ya iba
a pasarla bastante mal volviendo a su rutinaria existencia.

–Gracias por un fin de semana memorable, __________ –aclaró su garganta– siempre lo
recordaré con cariño

Los ojos verde claro de __________ chocaron con los de él. Pensó por un momento de aturdimiento
que ella se veía triste, pero un momento después una hermosa sonrisa se delimitó en su cara y
decidió que había estado imaginando cosas.

–Yo también –dijo ella suavemente.

Incapaz de resistirse, Joe cruzó el espacio que los separaba y la besó suavemente en los labios.
Ella lo besó, deslizando la lengua dentro de su boca, frotándola contra la suya. Y después, casi
como por arte de magia, ella se había bajado del Lexus y se había ido.
Joe miró a __________ entrar al hotel, sintiéndose más solo y triste de lo que nunca se había
sentido antes. Suspiró. No podía deshacerse de la sensación de que había perdido lo mejor que le
había pasado en su vida.

–Te ves como si alguien hubiera matado a tu mejor amigo.

Joe levantó rápidamente la cabeza al escuchar el sonido de la voz de su amigo y colega. Sentado detrás de su escritorio en su oficina de la universidad, señaló la silla vacía del otro lado, indicándole que podía sentarse allí.

–Buenos días, Kevin. No te había visto desde que te fuiste de vacaciones a Roma. ¿Qué tal estuvo el viaje?.

–Genial –Kevin Castell, vestido con el mismo traje sensato de profesor de pantalones de tweed, camisa formal y chaqueta que Joe llevaba, asintió a su amigo mientras se levantaba los pantalones a la altura de la rodilla y se sentaba– este trimestre tengo una clase sobre derecho romano, así que el viaje me vendrá bien. Pasé algunos días visitando las bibliotecas de derecho allí, viendo las reliquias de primera mano. Fue excelente.

Joe pensó que sonaba terriblemente aburrido en comparación con los tres días que él pasó en el Edén, pero decidió no decir nada. No tenía sentido cambiar el buen humor de Kevin sólo porque el suyo había estado por el suelo los últimos tres días sin __________

–Me alegro de que la hayas pasado tan bien, entonces.

–Yo también –Kevin analizó su cara por unos instantes antes de decir nada más. Estiró la mano hacia él mientras se acomodaba mejor en el asiento– Bueno. ¿Qué te traes?.

Sorprendido, Joe levantó la vista. Se le ocurrió que quizás se veía algo distraído. No es que no lo estuviera.

–¿Qué quieres decir?.

Kevin suspiró.

–Vamos, hombre. Te conozco desde que estábamos juntos en la universidad. ¿Qué está pasando? ¿Por qué te ves tan endemoniadamente deprimido?.

–¿Me veo deprimido? –preguntó, esperando parecer sorprendido.
Kevin reaccionó simplemente suspirando otra vez.

–Muy bien, muy bien –dijo Joe, suspirando un poco él también. Levantó los lentes de marco dorado sobre el puente de su nariz y miró a su más viejo amigo. Sacudió la cabeza, tratando de quitarle un poco de peso a la situación– es una mujer.

–¿Una mujer? –Kevin analizó su cara con curiosidad– Luisa no parece ser de las que hacen deprimir a un hombre. Sin ofender al ratón, pero yo…

–No estoy hablando de Luisa. Ella me dejó hace una semana, de hecho.

Kevin levantó las cejas rápidamente. Se inclinó más sobre el escritorio de Joe y sonrió.

–El ratón juntó el coraje para dejarte, ¿eh? Cuéntame. Y mientras tanto asegúrate de contarme sobre esta otra mujer –su sonrisa era contagiosa– quiero los detalles.

Joe meneó la cabeza ante el extraño humor de su amigo, pero le dio los detalles que quería. Le contó de cuando conoció a __________ en la tienda Jenners, cuando Luisa terminó con su relación esa misma tarde, y cuando juntó el coraje para seguir a __________ Elliot Jhonson hasta Strathy Point.

Veinte minutos después, cuando la historia concluyó frente al Balmoral Kevin juntó las palmas de las manos y lo miró detenidamente.

–Estoy asombrado –confesó.

Joe asintió resoplando.

–Yo también –suspiró– no puedo creer que tuve el coraje de seguirla en primer lugar, mucho menos…

–Eso no es lo que me asombra –Kevin sonrió– aunque descoloca un poco a uno.

Joe lo miró extrañado.

–¿Entonces qué es exactamente lo que te resulta tan asombroso?.

La expresión en la cara de su colega indicaba que debió haber sabido la respuesta.

–Que la hayas dejado irse de tu vida tan fácilmente, por supuesto. Ni siquiera hiciste el intento de ver si las cosas podrían haber seguido avanzando.

–¿Para qué, Kevin? –rió por lo bajo, menospreciándose– no soy el mejor ejemplo de un hombre con una vida emocionante. ¿Puedes imaginarte a alguien como __________ Elliot Jhonson, con todo lo que te he contado sobre ella y su estilo de vida, siendo feliz a largo plazo con un profesor de matemáticas?.

–¿Y por qué beep no? –respondió Kevin incrédulo– no hay nada de malo en eso, cara*jo.

–Es aburrido –dijo Joe claramente, enunciando perfectamente cada palabra– yo soy aburrido
–hizo un gesto de desinterés con la mano– no hablemos más del tema. Estoy tratando simplemente
de sacar lo que pasó el fin de semana de mi cabeza y seguir adelante como antes.

Kevin suspiró, meneando la cabeza levemente.

–Si eso es lo que realmente quieres… –habló con voz afectada, demostrando que no creía que
Joe quisiera eso en realidad.

–Por supuesto que no es lo que quiero –replicó– pero tampoco soy propenso a complacerme
demasiado con una vida de fantasía demasiado activa.

–A mí me parece que tienes miedo.

–¡Eso dolió! ¡No tengo miedo!.

–¿No? –Kevin juntó las cejas con descreimiento– entonces levanta el teléfono y llámala.

Joe no supo qué decir a eso. Miró sobre su escritorio y comenzó a jugar distraídamente con dos
clips que estaban allí.

–Estoy seguro de que está ocupada –murmuró.

–Ah há.

Sus orificios nasales se agrandaron.

–No tengo miedo –dijo Joe apretando los dientes– soy simplemente… realista.

–Ah há.
–¡Cara*jo, deja de decir eso ya!.

Kevin se acercó rápidamente al escritorio.

–¿Sabes qué pienso?.

–No. Pero estoy seguro que me lo estás por revelar.

–No seas tan sarcástico, Dr.Jonas –Kevin inclinó su cabeza y fue al punto– creo que la mujer
te parece inalcanzable, y estas dejando que tu miedo a que ni se le pase por la cabeza enamorarse de
un profesor de matemáticas ordinario te está pudriendo la cabeza. Lo que te estás olvidando, sin
embargo, es que ella es una persona común, como cualquier otra.

Joe miró para otro lado.

–Gracias por ese fascinante comentario sobre mi sórdido estado mental. Siempre lo recordaré con
cariño.

Kevin suspiró, poniéndose de pie.

–Ey, lo intenté.

Joe lo miró irse, sintiéndose decididamente desolado. No había sido necesario contestar mal a su
más viejo amigo porque no estaban de acuerdo en una cuestión sobre una tal __________ Elliot
Jhonson.

–¿Kevin?

–¿Sí? –se dio vuelta y lo miró.
–Gracias –él sonrió– pensaré en lo que me dijiste.

–De nada –Kevin sonrió al abrir la puerta de la oficina– esperemos que sigas mi consejo y la
llames.

Más tarde, esa noche en su departamento, Joe miraba al teléfono pensativo, presintiendo que era su destino levantar la maldita cosa, pero presintiendo también que odiaría el resultado de esa acción.

–Mier*da –murmuró mientras alcanzaba el auricular y marcaba el número del Balmoral en el teclado.

Era un beep, decidió. Un maldito y estú*pido beep.

–Balmoral. ¿En qué puedo ayudarlo?.

Aclaró su garganta, sintiéndose nervioso ya aunque solamente estaba hablando con un miembro del personal del hotel.

–Con la habitación de __________ Elliot Jhonson, por favor .

–Lo siento, pero esa es una línea bloqueada. Sólo puedo comunicarlo si su nombre está en su lista de llamadas aprobadas. ¿Cómo es su nombre, señor?.

Joe suspiró, con el corazón golpeando en su pecho.

–Joseph Jonas, pero estoy seguro de que no estoy….

–Veo aquí su nombre, Dr. Jonas. Un momento que lo comunico.

Joe estaba demasiado atónito como para reaccionar. No tuvo tiempo para adaptarse a ese dato potencialmente revelador tampoco, ya que en un momento un cierto bombón de Georgia estaba hablando en la conexión, y su voz humeante le produjo una erección instantánea.

–¿Hola?.

Joe abrió la boca para hablar, pero no le salió nada.

–¿Hola? –preguntó de nuevo.

La mente de Joe fluyó en mil direcciones diferentes, mientras trataba de pensar en una excusa creíble para haber llamado, y con suerte una que no sonara demasiado patética. Aclaró su garganta.

–¿__________? Habla Joe.

–Hola, Joe.

¿Era emoción lo que escuchó en su voz? Se movió inquieto en la silla, su erección punzantemente dolorosa.

–Se me ocurrió algo después de dejarte en el hotel hace unos días y esperaba que pudiéramos hablar de eso.

–¿Ah? ¿Y qué es?.

Sí… ¿qué es?, se preguntó a sí mismo sombríamente. Nunca había sido muy bueno para improvisar, por decirlo así, pero en ese momento supuso que su actuación era menos estelar que nunca.

–Nosotros eh…nosotros …

–¿Sí?.

–Nosotros no usamos ningún tipo de protección –eh, pensándolo bien, no habían usado. Se entusiasmó con su tema, decidiendo que era la excusa perfecta y creíble para llamar. Aclaró su garganta– quería asegurarte que estoy perfectamente saludable y sin ningún tipo de enfermedad.

__________ se quedó sin aliento.

–¡Dios mío, no puedo creer que se me escapó! Nunca me comporté tan imprudentemente en toda mi vida –dijo como si no lo pudiera creer– gracias por llamarme para avisarme. Estoy segura de que tarde o temprano me habría dado cuenta y me habría preocupado. Ah, y a todo esto, conmigo es igual. Tengo un prontuario sanitario limpio.

Bueno, pensó Joe con pesimismo, hasta aquí llegó la conversación.
–Nunca lo dudé.

–Creo que debí haberte dicho también que tomo pastillas, así que no es necesario preocuparse por si quedé embarazada tampoco.

Joe deseó que las noticias lo alegraran, pero se encontró con que sólo servían para hacerlo sentir mucho peor.

–Excelente –suspiró, sin poder pensar en otra maldita cosa que decir. Decidió que si juntaba el coraje para volver a llamarla estaría preparado con apuntes la próxima vez– bueno –dijo– creo que debo dejarte, entonces.

Ella dudó por un momento.

–Gracias por llamar.

–Por nada –jugó nerviosamente con el cable del teléfono– adiós, entonces.

–Adiós.
Joe colgó el teléfono, sintiendo una curiosa mezcla de emoción y depresión. Emoción por haber
hablado con ella de nuevo, depresión porque ahora sabía con toda certeza que ella no golpearía a
su puerta uno de estos días, embarazada y exigiéndole que haga algo honorable y se case con ella.


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