domingo, 14 de agosto de 2011

Obsesión. Capitulo 11

Sus miradas se cruzaron.

–Sí, de verdad lo quiero.

Unos minutos más tarde, estaban sentados a la mesa en su habitación compartiendo una botella de vino. __________ no estaba segura de cómo debía decirle lo que sentía, pero intuitivamente percibía que éste era el momento para decírselo.

–Joe –dijo de repente con un suspiró de resignación– realmente necesitamos hablar.

Joe la miró a la cara, y no estuvo seguro si le gustaba la expresión en ella. Se veía muy abatida, deprimida, quizás ya contemplando su planeada partida… una partida que haría cualquier cosa por impedir.

–Adelante.

Ella suspiró, acomodando hacia atrás un mechón de cabello rojizo. Sus miradas se cruzaron.

–Hay algo que he sentido la necesidad de decirte hace días, sólo que no he podido juntar el coraje para decirlo. Yo… –ella respiró hondo y exhaló, mirando para otro lado.

El estómago de él se anudó.

–¿Son malas noticias? –preguntó– porque si es así, no estoy seguro de querer oírlas. Déjame decirlo de otra manera. Sé que no quiero oírlas.

La sonrisa de __________ fue confusa.

–Supongo que la definición de «malo» depende de tu punto de vista –apoyó los dientes sobre su labio y lo mordisqueó por un momento– y si yo supiera cuál es tu punto de vista sería muchísimo más fácil decir lo que hay que decir.

Los ojos de Joe rastrillaron su cuerpo, hasta su cara. No quería escuchar más, no quería arriesgarse a que sean malas noticias. En ese momento, su única preocupación era ligarla a él, mantenerla con él para siempre. A pesar de las dudas, las preocupaciones que a veces albergaba desde que la conoció, siempre supo que cuando estaban unidos sexualmente eran como uno sólo para todo. Decidió sacar provecho de ese conocimiento.

–Ven aquí –murmuró, estirándole la mano– quiero jugar contigo.

__________ levantó la cabeza rápidamente. Una parte de ella quería decir que no, insistir para que hablen sin ningún tipo de contacto sexual, pero otra parte de ella, la parte insegura, quería estar con él una última vez antes de estar obligada a decirle que estaba enamorada de él. Si él no sentía lo mismo, después de todo, nunca podría volver a estar con él y disfrutarlo.

Y entonces se puso de pie y se quitó el traje de playa por sobre su cabeza, exponiéndose a él con un par de pequeños tirones. Ella estaba desnuda, él estaba vestido, y por primera vez desde que lo conoció, se sintió total y completamente vulnerable a él.

–Ven aquí –le rogó con lisonjas, con los ojos ardiendo sobre su carne– lo que tengas que decir puedes decirlo mientras te sientas sobre mi.

__________ caminó la corta distancia que los separaba y se paró frente a Joe. Antes de que pudiera sentarse sobre él como le había dicho, él enterró su cara contra su pecho y metió un pezón en su boca. Tiró de él, endureciéndolo y alargándolo, haciendo que sus ojos se cerrasen y su cabeza cayera hacia atrás con un gemido.

Las manos de Joe se pasearon por todo su cuerpo, instalándose sobre su bronceado trasero agarrándolo y amasándolo mientras continuaba tirando de su seno. Estaba perdiendo el control, como siempre lo hacía cuando la tenía sexualmente, todo nivel de pensamiento superior siendo descartado para reemplazarlo por necesidad primitiva. Empujó su mano hacia abajo para cubrir su erección y gimió cuando ella comenzó a frotarlo a través del material de los jeans.

–Sácalo y siéntate sobre él –dijo él con voz profunda, soltando su pezón– necesito sentirte envolviéndome.

__________ hizo como se le dijo, bajando el cierre de sus jeans y liberando su rígida erección. Joe se tomó la libertad de quitarse la camisa mientras ella pasaba sus manos por toda la extensión de su pecho, adorando la dureza y musculatura de él.

–¿Todavía piensas que no somos el uno para el otro? –preguntó ella descaradamente mientras bajaba y se sentaba sobre él con una pierna a cada lado, su vagina suspendida delante de la cabeza de su pene.

Los dedos de Joe se hundieron en sus caderas mientras la embestía hacia arriba, gimiendo al entrar
en ella, apretando los dientes al sentir su carne cálida y húmeda envolviéndolo, llevándolo todo
adentro.

–Nunca pensé… –era tan difícil hablar, tan difícil pensar. Él embistió hacia arriba
nuevamente, quitándole el aliento– nunca pensé eso.

–¿Entonces por qué esperaste hasta esta noche para venir a mí? –__________ se mantuvo quieta,
rehusando cabalgarlo hacia el orgasmo hasta que le respondiera. Sabía que estaba jugando con él,
sabía que él no podría soportarlo mucho más.

–Porque –dijo, mientras se le achicaban los ojos, la parte primitiva de su cerebro registrando
enteramente el hecho de que su pareja sexual se estaba refrenando de él. Sus dedos se hundieron
más profundamente en sus caderas mientras la embestía con un movimiento suave y poderoso que ambos
encontraron altamente estimulante.

–Porque – dijo entre dientes– quería estar seguro de que tú me querías aquí

La embistió nuevamente, ganándose otro jadeo femenino.

–Pero he decidido que me quedaré contigo, sin importarme nada más.

__________ sonrió lentamente. Recompensó su inesperada respuesta con una cabalgata dura y
enérgica. Él gimió, su lengua salió instintivamente para enrollarse en su pezón, tirando de
él, haciéndolo girar con sus labios y lengua.

–Te amo, Joseph Jonas –susurró ella mientras lo montaba, su carne chupando su pene una y otra
vez, el sonido pegajoso de sus carnes uniéndose retumbando en la habitación.

–Te amo tanto.

Pocas cosas podrían haber penetrado en el cerebro de Joe en medio de un intenso apareo, pero esas
palabras eran las primeras de la lista. Sus ojos oscuros se agrandaron al dejar su pezón y mirarla
directo a sus ojos verde claro.

–Entonces cásate conmigo, __________, porque yo también te amo, corazón.

__________ sonrió ampliamente, doblándose hacia adelante para besarlo en los labios.

–Empezaba a pensar que nunca me lo pedirías.

–No quiero que vuelvas a Atlanta –dijo con acento dominante, mientras sus ojos buscaban los de
ella– ni ahora, ni nunca.

–Lo sé. No me iré.

Él gruñó arrogante. Era toda la conversación inteligente que un hombre muy caliente podía
mantener de una vez. Especialmente cuando dicho hombre estaba enterrado hasta el fondo dentro de la
mujer de sus sueños.

Con un sólo y fluido movimiento, se paró, envolviéndola con sus brazos, sus cuerpos aún unidos,
y la llevó hasta la cama. Subiéndose sobre ella, detuvo sus acciones amatorias lo suficiente como
para gruñir una última orden.
–No más pastillas anticonceptivas.

–¿Quieres que tenga un hijo tuyo? –susurró ella.

Él sólo gruñó en respuesta.

__________ rió nerviosamente, tomándolo como un sí. Abrió bien las piernas, dándole fácil
acceso a la carne que necesitaba. Joe la penetró profundamente, gimiendo al volver a entrar en
ella, y la montó hasta que los dos perdieron la consciencia.
Joe se paró en la cima del monte Cairn Gorm en la luz púrpura de la mañana, reflexionando sobre la gloriosa vida que llevaba. Cinco años de matrimonio con la mujer que amaba, carreras exitosas para ambos, dos preciosas hijas, y ahora __________ le dijo que estaban esperando su tercer hijo que haría su aparición en este mundo cerca de Navidad.

La vida había sido decididamente buena con ellos, los había bendecido, y por suerte daba toda la impresión de que seguiría haciéndolo. Aún sus amigos habían encontrado la suerte. La mejor amiga de __________, Miley, y el mejor amigo de Joe, Kevin, se enamoraron y se casaron unas semanas después de conocerse. Miley había retenido la custodia de Erica, Kevin y ella habían tenido otro hijo juntos, y su elegante departamento de familia de cuatro estaba a cinco minutos a pie del de los Jonas.

La mirada de Joe vagó de la vista bajo la montaña hasta donde yacía el cuerpo desnudo de su durmiente esposa. Sonrió lentamente, pensando para sí que la vida estaba llena de mordaces ironías. Si alguien le hubiera dicho una semana o incluso un día antes de conocer a __________ que cinco años después estaría parado desnudo en la cima de una montaña escocesa celebrando su quinto aniversario de casados con la mujer más sensual que había visto en su vida, le hubiera dicho que estaba loco. Pero eso fue lo que pasó realmente.

Joe volvió donde dormía su mujer y se arrodilló a su lado. Sus ojos oscuros se arrugaron en los rincones cuando ella se despertó lentamente y se estiró hasta alcanzarlo, queriendo que fuera parte de ella.

Se le subió encima, enterrándose en su calidez, sabiendo que no pasaría un día en el que no le agradeciera al destino por traerle a __________.

Joe era, después de todo, un hombre de lo más sensato.






Fin.

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