miércoles, 3 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 12

___ estaba muy sorprendida, ya que él no se había quejado cuando le pidió que se encargara de la ensalada. Parecía bastante acostumbrado a usar cuchillos para cortar comida.
Sin muchas ganas de investigar aquella pequeña peculiaridad, se concentró en la salsa para los tallarines.
- No. Regresó a la isla con Campanita.
- Interesante.
___ metió una cuchara en la salsa y, poniendo una mano debajo para que no goteara, se la acercó a Nick para que la probase, después de haberla enfriado.
- Dime qué te parece.
Él se inclinó, abrió la boca y dejó que ___ le diera a probar la salsa.
Ella observó cómo la saboreaba.
- Está deliciosa.
- ¿Demasiada sal quizás?
- No, está perfecta.
Ella sonrió alegremente.
- Ten -le dijo él, ofreciéndole un trozo de queso.
___ abrió la boca, pero él no se lo dio; aprovechándose de las circunstancias, se adueñó de sus labios para besarla a conciencia.
¡Cielo santo! Una lengua con tal capacidad de movimiento debería ser inmortalizada con un monumento, o encontrar el modo de conservarla para la posteridad. Semejante tesoro no podía desaparecer. Y esos labios...
Mmm, ___ no quería pararse a pensar en esos deliciosos labios y en lo que eran capaces de hacer.
Nick la sujetó por la cintura apretándola contra sus caderas, justo sobre el lugar donde su miembro se tensaba bajo los vaqueros. ¡Por amor de Dios!, este hombre estaba maravillosamente dotado y ___ comenzó a temblar ante la idea de que desplegara todos sus encantos sexuales para ella.
¿Sería capaz de sobrevivir a algo así?
Sentía cómo Nick se tensaba y cómo su respiración comenzaba a alterarse. Estaba dejándose arrastrar por la pasión, y ___ empezaba a temer que, si no lo detenía en ese momento, ninguno de los dos iba a ser capaz de parar después.
Aunque no le apetecía nada separarse de él, dio un paso atrás, deshaciendo el tórrido abrazo.
- Nick, compórtate.
Jadeando, observó la lucha que sostenía consigo mismo mientras la devoraba con los ojos.
- Sería mucho más sencillo comportarse si no fueses tan jodidamente deseable.
El comentario fue tan inesperado que ella se rió con ganas.
- Lo siento -le dijo, captando el gesto irritado de Nick-. Al contrario de lo que te ocurre a ti, yo no estoy acostumbrada a que me digan cosas como ésa. El mayor cumplido que me han hecho nunca, fue el de un chico llamado Rick Glysdale. El día de la graduación, vino a recogerme a casa, me miró de arriba abajo y dijo: « ¡Joder!, te has arreglado más de lo que esperaba».
Nick resopló.
- Me preocupan los hombres de esta época, ___. Todos parecen ser unos completos imbéciles.
Riéndose de nuevo, ella le dio un ligero beso en la mejilla y se acercó a la olla para sacar la pasta del agua antes de que se pasara.
Mientras echaba los tallarines en el escurridor, se acordó del pan.
- ¿Puedes echarle un vistazo a las baguettes?
Nick se acercó al horno y se inclinó, ofreciéndole a ___ una suculenta visión de su parte
trasera. Ella se mordió el labio inferior, mientras se esforzaba por no acercarse y pasar la mano
por ese firme y prieto trasero.
- Están a punto de quemarse.
- ¡Ay, mierda! ¿Puedes sacarlas? -le preguntó, intentando no derramar el agua que estaba
hirviendo.
- Claro -Nick cogió el trapo de la encimera, y comenzó a sacar el pan. De repente, soltó un
juramento que llamó la atención de ___.
Ella se giró y vio que el trapo estaba ardiendo.
- ¡Allí! -exclamó, quitándose de en medio-. Échalo al fregadero.
Él lo hizo, pero al pasar por su lado, le rozó la mano con el trapo y ___ siseó de dolor.
- ¿Te he quemado? -le preguntó.
- Un poco.
Nick hizo una mueca al cogerle la mano para examinarle la quemadura.
- Lo siento -le dijo, un momento antes de llevarse el dedo de ___ a la boca.
Atónita, no fue capaz de moverse mientras Nick pasaba la lengua por la sensibilizada piel de su
dedo. A pesar de la quemazón de la herida, la sensación era muy agradable. Muy, muy agradable.
- Eso no le viene bien a la quemadura -susurró.
Con el dedo aún en la boca, Nick le dedicó una sonrisa traviesa y alargó el brazo para abrir el
grifo, que estaba a su espalda. Hizo un círculo completo con la lengua alrededor del dedo una vez
más antes de abrir la boca y colocarlo bajo el chorro de agua fría.
Sosteniéndole el brazo para que el agua aliviara el escozor de la quemadura, se acercó a la planta
de aloe, que estaba en alféizar de la ventana, y cortó un trozo.
- ¿Conoces las propiedades del aloe? -le preguntó ella.
- Sus propiedades curativas se conocían mucho antes de que yo naciera -respondió él.
Cuando frotó el dedo con la viscosa savia de la planta, ___ sintió que un escalofrío le recorría
la espalda y se le hacía un nudo en el estómago.
- ¿Te sientes mejor?
Ella asintió con la cabeza.
Con la ternura y el deseo reflejados en los ojos, Nick contempló sus labios como si aún pudiese
percibir su sabor.
- Creo que, a partir de ahora, dejaré que seas tú la que se encargue del horno -le dijo.
- Probablemente sea lo mejor.
___ se apartó de él y sacó las baguettes, que aún eran comestibles.
Sirvió los platos y precedió a Nick hasta la sala de estar, donde se sentaron a comer en el suelo,
delante del sofá, mientras veían Matrix.
- Me encanta esta película -dijo ella cuando empezaba la película.
Nick colocó el plato sobre la mesita de café y se acercó a ___.
- ¿Siempre comes en el suelo? -le preguntó antes de llevarse un trozo de pan a la boca.
Fascinada por la armonía de sus movimientos, ___ observó atentamente cómo la mandíbula de Nick
se tensaba al masticar.
¿No había ninguna parte de su cuerpo por la que no se le hiciese la boca agua? Comenzaba a
entender por qué el resto de sus invocadoras lo habían utilizado.
La idea de mantenerlo encerrado en una habitación durante un mes estaba empezando a resultarle muy
tentadora.
Y además tenían aquellos grilletes...
- Bueno -dijo alejando su mente de aquella maravillosa y bronceada piel, y de lo bien que se vería
si Nick estuviese totalmente desnudo y desparramado sobre su colchón-, está la mesa del comedor,
pero puesto que la mayoría de las noches estoy sola, prefiero tomarme un tazón de sopa en el
sofá.
Nick giró de forma magistral el tenedor sobre la cuchara, hasta que los tallarines estuvieron
perfectamente enrollados.
- Necesitas a alguien que cuide de ti -le dijo antes de llevarse el tenedor a la boca.
___ se encogió de hombros.
- Yo me cuido sola.
- No es lo mismo.
___ lo miró ceñuda. Había algo en su voz que le indicaba que no lo decía desde el punto de vista
machista. Nick hablaba desde el corazón y basándose en su propia experiencia.
- Supongo que todos necesitamos alguien que nos cuide, ¿verdad? -susurró ella.
Él giró la cabeza para ver la televisión, pero no antes de que ___ captara el destello del deseo
en sus ojos. Ella lo observó mientras permanecía unos minutos atento a la película. Aun
distraído, comía de forma impecable. ___ estaba toda cubierta de manchas de salsa, y él ni
siquiera había dejado caer una sola gota.
- Enséñame cómo haces eso -le dijo.
Nick la miró con curiosidad.
- ¿El qué?
- Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo nerviosa. No consigo que mis tallarines acaben
enrollados en el tenedor; se quedan todos sueltos y me pongo perdida.
- Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de tallarines gigantes que lo dejen todo hecho un
asco, ¿verdad?
___ se rió porque sabía que no hablaba precisamente de los tallarines.
- A ver, ¿cómo lo haces?
Nick tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.
- Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.
Y se deslizó entre el sofá y ___.
- Nick... -le advirtió ella.
- Sólo voy a enseñarte lo que quieres.
- Hum... -exclamó dubitativa. De todos modos, no podía evitar sentir su proximidad le calara hasta
los huesos, hasta el alma. La calidez del pecho de Nick se extendió por su espalda cuando la rodeó
con sus maravillosos brazos.
Al sentarse tras ella, él dobló las rodillas, de modo que quedaron a cada lado de su cuerpo y
cuando se inclinó hacia delante, ___ notó su erección presionándole en la cadera. Esta vez no se
sorprendió. Curiosamente, estaba empezando a acostumbrase.
Sentía el poder y la fuerza de Nick mientras su cuerpo fibroso y esbelto se acomodaba tras ella,
dejándola sin aliento y muy insegura.
Unos sentimientos extraños e intensos comenzaron a extenderse en su interior, jamás le había
ocurrido algo así. ¿Qué tenía Nick que le hacía sentirse tan protegida y feliz?
Si se trataba de la maldición, deberían cambiarle el nombre, porque no había nada malévolo en
las sensaciones que la embargaban.
- Muy bien -le dijo Nick, y su aliento le rozó la oreja haciendo que una descarga eléctrica la
traspasara. Al instante, le cogió las manos y los dos juntos sostuvieron los cubiertos.
Cerró los ojos, mientras aspiraba el dulce aroma a flores que desprendía el cabello de ___. Estaba
empleando toda su fuerza de voluntad para concentrarse en la tarea de enseñarle a comer tallarines,
y olvidarse de lo mucho que deseaba hacerle el amor.
Ella deslizó provocativamente los dedos entre los suyos, intensificando de ese modo las sensaciones
que su piel cálida y suave producían en Nick. Un nuevo tipo de desesperación se adueñó de él.
Una que no era capaz de nombrar. Sabía lo que quería de ella, y no se trataba sólo de su cuerpo.
Pero no se atrevía a pensar en eso.
No se atrevía a tener esperanzas.
___ no estaba a su alcance. Su corazón se lo decía, y su alma. Ni todo el anhelo del mundo podría
cambiar un hecho esencial: no se merecía una mujer como ella.
Jamás lo había merecido...
Abrió los ojos y le mostró el modo de usar la cuchara para ayudarse a enrollar los tallarines en
el tenedor.
- ¿Ves? -murmuró, acercándole el tenedor a los labios-. Es sencillo.
Ella abrió la boca y Nick introdujo con cuidado el tenedor. Mientras lo sacaba, deslizándolo entre
sus labios, sintió que experimentaba una nueva forma de tortura.
El corazón le latía a un ritmo frenético y salvaje, y su sentido común le decía que se alejara
de ella.
Pero no podía. Llevaba tanto tiempo sin compañía. Tanto tiempo sin tener un amigo...
No podía dejarla ahora. No sabía cómo hacerlo.
Así que siguió dándole de comer.
___ se reclinó entre sus brazos. Apartó las manos de las suyas y dejó que él tomara el control.
Mientras masticaba los tallarines, cogió un trozo de pan y se lo ofreció a Nick. Él le
mordisqueó los dedos al ponérselo en la boca.
___ sonrió y le acarició el mentón mientras masticaba. ¡Uf! La forma en que se tensaba ese
músculo bajo su mano... le encantaba cómo se movía su cuerpo, cómo se relajaban y se contraían
sus músculos, por muy pequeño que fuese el esfuerzo.
Una mujer jamás podría cansarse de mirarlo.
Tomó un sorbo de vino y, mientras tanto, Nick le robó unos cuantos tallarines.
- ¡Oye, tú! -le dijo bromeando-. Eso es mío.
Sus hermosos ojos marrones resplandecieron al sonreír, y le ofreció de nuevo el tenedor para que
siguiera comiendo.
Mientras masticaba, ___ le acercó la copa de vino a los labios.
Desafortunadamente, no calculó bien y la alejó demasiado pronto, con lo que el vino se derramó
por su barbilla y cayó sobre la camisa.
- ¡Lo siento! -exclamó, limpiándole la barbilla con los dedos. Su incipiente barba le raspaba la
piel-. ¡Jesús! ¡La que he formado!
A él no pareció molestarle en absoluto. Le cogió la mano y se dedicó a lamer el vino que caía
por sus dedos.
___ dejó escapar un gemido. Nick le lamía los dedos y los mordisqueaba con mucha suavidad, y ella
se estremecía de la cabeza a los pies.
Uno a uno, los fue limpiando meticulosamente. Y cuando acabó, le alzó la barbilla y capturó sus
labios.
Pero no fue el beso exigente y fiero al que ella estaba acostumbrada. El que utilizaba para
seducirla y devorarla.
Éste fue suave y tranquilo. Tierno. Los labios de Nick eran delicados pero exigentes.
Entonces se alejó.
- ¿Aún tienes hambre? -le preguntó.
- Sí -balbució ___, sin referirse a la comida, sino a los apetitos que su cuerpo estaba
experimentando junto a él.
Nick le ofreció más tallarines.
Cuando ella le acercó la copa nuevamente para calmar su sed, Nick le cubrió la mano con la suya
mientras la observaba con ojos risueños.
Así siguieron, dándose de comer y deleitándose en su mutua compañía, hasta el final de la
película. Nick pareció muy interesado en las luchas finales.
- Sus armas son fascinantes -comentó.
- Supongo que para un general deben serlo.
Él la miró de reojo y siguió atento a la película.
- ¿Qué es lo que más te gusta de Matrix?
- Las alegorías.
Él asintió.
- Tiene influencias de Platón.
- ¿Conoces a Platón? -le preguntó sorprendida.
- Lo estudié cuando era joven.
- ¿En serio?
No pareció divertido por la conversación.
- Se las arreglaban para enseñarnos unas cuantas cosas entre paliza y paliza.
- No estás hablando en serio, Nick.
- Ya.
Una vez acabó la película, la ayudó a recoger la cocina.
Cuando ella cargaba el lavavajillas, sonó el teléfono.
- No tardaré nada -le dijo mientras corría hacia la salita para contestar.
- ___, ¿eres tú?
Se quedó helada al escuchar la voz de Jasón Carmichael.
- Hola, señor Carmichael -lo saludó fríamente.
En ese momento, habría matado a Luanne por marcharse de la ciudad.
Tan sólo había tenido una sesión con Rodney, el miércoles, pero había sido suficiente para
hacer que deseara contratar a un detective privado que buscase a Luanne y la trajera de vuelta.
El tipo le daba escalofríos.
- ¿Dónde estuviste hoy, ___? No estarás enferma, ¿verdad? Podría llevarte...
- ¿No le cambió Lisa su cita?
- Sí, pero estaba pensando que podíam...
- Mire, señor Carmichael, no atiendo a mis pacientes en casa. Le veré a la hora de su sesión.
¿De acuerdo?
La línea se quedó en silencio.
- ¿___?
Ella saltó y chilló al escuchar la voz de Nick a su espalda.
Él la observaba con curiosidad, con una expresión que muy bien podría haber encontrado divertida
si no hubiese estado tan aterrorizada.
- ¿Estás bien? -le preguntó él.
- Sí, lo siento -dijo, colgando el teléfono-. Era ese paciente del que te hablé. Rodney
Carmichael. Me saca de quicio.
- ¿Qué?
- Que me pone muy nerviosa -por primera vez, agradecía muchísimo la presencia de Nick. De no estar
él, se habría ido a casa de Yari y Joe, en busca de su hospitalidad durante el fin de semana-.
Venga -le dijo mientras apagaba la luz de la cocina-. ¿Nos vamos arriba y empiezo a enseñarte a
leer?
Nick negó con la cabeza.
- No abandonas, ¿verdad?
- No.
- Muy bien -le respondió, siguiéndola escaleras arriba-. Acepto que me des clases si te pones la
negligé roj...
- No, no y no -dijo ella, deteniéndose en mitad de la escalera y girándose para mirarlo-. Me temo
que eso no va a ser posible.
Él se acercó y acarició el pelo que le caía sobre el hombro.
- ¿No sabes que necesito una musa que me anime a aprender? ¿Y qué mejor musa que tú vestida
con...?
__ le colocó los dedos sobre los labios para impedir que siguiera hablando.
- Si me pongo eso, dudo mucho que vayas a aprender algo que no sepas ya.
Él le mordisqueó los dedos.
- Prometo comportarme bien.
Sabiendo que era una idea pésima, dejó que la convenciera.
- Será mejor que te comportes -le advirtió, mirándole por encima del hombro mientras acababa de
subir los escalones.
__ entró en el enorme vestidor que su padre había convertido en biblioteca años atrás, y
rebuscó en los estantes hasta encontrar su viejo cuento de Peter Pan.
Nick rebuscó en sus cajones hasta encontrar el deplorable atuendo.
Intercambiaron objetos en el centro de la habitación. ___ corrió hacia el cuarto de baño y se
cambió de ropa pero, tan pronto como se contempló en el espejo, con la diáfana prenda roja, fue
incapaz de moverse. ¡Puaj! Si Nick la veía con esas pintas saldría dando alaridos de la
habitación.
Incapaz de soportar la humillación de verlo decepcionado por su cuerpo, se quitó la negligé y se
puso su sencilla camisola rosa. Se envolvió en su grueso albornoz antes de regresar a la
habitación.
Nick meneó la cabeza.
- ¿Por qué te has puesto eso?
- Mira, no soy idiota. No tengo el tipo de cuerpo que hace que los hombres babeen.
- ¿Qué estás intentando decirme?, ¿que eres un hombre?
Ella frunció el ceño ante su lógica.
- No.
- ¿Entonces cómo sabes que tu cuerpo no despierta el deseo de un hombre?
- Porque no soy ciega. ¿Vale? Los hombres no babean por mí del mismo modo que las mujeres hacen
contigo. ¡Maldita sea!, me considero afortunada cuando se dan cuenta de que soy una mujer.
- ___ -masculló, levantándose. Se puso en pie y se detuvo a los pies de la cama-. Ven aquí -le
ordenó.
Ella obedeció.
Nick la colocó exactamente enfrente del espejo de cuerpo entero.
- ¿Qué ves? -le preguntó.
- A ti.
Él le sonrió.
Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de ___.
- ¿Qué ves cuando te miras?
- Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos y comprarse un cargamento de crema
antimanchas para hacer desaparecer las pecas.
A él no pareció hacerle gracia.
Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte delantera del albornoz, donde descansaba el nudo
del cinturón.
- Déjame que te diga lo que yo veo -ronroneó justo sobre su oreja, mientras colocaba las manos
sobre el cinturón, sin abrirlo-. Veo un hermoso cabello, oscuro como la noche. Suave y abundante.
Tienes el cabello ideal para que caiga en cascada sobre el vientre desnudo de un hombre, para
enterrar la cara en él y aspirar su aroma.
___ empezó a temblar.
- Tienes un rostro con forma de corazón, semejante al de un pequeño diablillo, con labios llenos y
sensuales que piden a gritos ser besados. Y con respecto a tus pecas, son fascinantes. Añaden un
toque juvenil a tu encanto que te hace única e irresistible.
No sonaba tan mal dicho por él.
Le desabrochó el albornoz e hizo una mueca ante la visión de la camisola rosa. Abriéndolo del
todo, siguió hablando.
- ¿Qué tenemos aquí? -masculló, devorándola con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, Nick le bajó el albornoz por los brazos y lo dejó
caer al suelo, a sus pies. Volvió a apoyar la barbilla en su hombro mientras sus ojos la
contemplaban a través del espejo.
Le alzó la camisola.
- Nick -dijo ella, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. ___ no pudo moverse, ya que la pasión y la ternura que se
reflejaban en los ojos de Nick la sumieron en un estado de trance.
- Quiero verte, ___ -le dijo en un tono que dejaba a las claras que no admitiría un no por
respuesta.
Antes de poder volver a pensar con claridad, él le quitó la camisola y pasó sus ma
nos sobre la piel desnuda de su estómago.
- Tus pechos no son pequeños -susurró, incorporándose tras ella-. Tienen el tamaño perfecto para
la mano de un hombre -y para demostrar su afirmación, acercó las manos y los cubrió con ellas.
- Nick -balbució __ con un gemido y el cuerpo abrasado-. Recuerda tu promesa.
- Me estoy comportando bien -respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, ___ observó sin aliento en el espejo cómo Nick dejaba sus
pechos y le acariciaba las costillas, descendiendo hasta las caderas y una vez allí, metía las
manos bajo el elástico de sus braguitas.
- Tienes un cuerpo hermoso, ___ -le dijo mientras le acariciaba el pubis.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. Nick le mordisqueó el cuello mientras sus manos
jugueteaban con los rizos oscuros de su entrepierna.
- Nick -lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora no sería capaz de hacerlo más tarde.
- ¡Shh! -le dijo al oído-. Ya te tengo.
Y, entonces, separó los tiernos pliegues de su cuerpo y acarició su sexo.
__ gimió, consumida por la pasión. Nick capturó sus labios y la besó plena y profundamente.
De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos para saborearlo mejor.
La levantó del suelo, sin abandonar sus labios, mientras la llevaba hasta la cama. De algún modo,
se las arregló para acomodarla sobre el colchón y tumbarse sobre ella sin dejar de besarla.
Ciertamente tenía un gran talento.
Y ¡uf!, __ se sentía arder con sus caricias. Con su aroma escandalosamente sensual. Con la
sensación de su cuerpo tendido junto a ella. Comenzó a temblar de pies a cabeza mientras él le
separaba los muslos con las rodillas y se colocaba, aún vestido, sobre ella.
Sentir su peso era algo maravilloso. Su cuerpo duro y viril, mientras restregaba sus esbeltas
caderas contra ella. Aun a través de los vaqueros, podía sentir su erección presionando sobre su
entrepierna. Como si estuviesen atraídas por un imán, sus caderas se alzaron acompasándose al
movimiento de Nick.
- Eso es, ___ -murmuró sobre sus labios, mientras seguía rozando su miembro hinchado contra ella,
de un modo tan magistral que ___ supo que ya habría llegado al clímax si estuviese dentro de
ella-. Siente mis caricias. Siente mi deseo por ti, sólo por ti. No luches contra él.
___ volvió a gemir cuando Nick abandonó sus labios y dejó un abrasador reguero de besos por su
garganta, hasta llegar a sus pechos, que comenzó a succionar con suavidad.
__ deliraba de placer mientras enterraba las manos en los rizos castaños de Nick.
Él atormentó implacablemente sus pechos con la lengua.
Todo su cuerpo temblaba por el tremendo esfuerzo que le suponía mantenerse vestido. Quería
introducirse en ella con tanta desesperación que su cordura se desvanecía poco a poco.
Con cada envite de sus caderas contra las de __, le daban ganas de gritar por la agonía del deseo
insatisfecho. Era la tortura más deliciosa que jamás había experimentado.
Y todo empeoró al sentir a ___ deslizar las manos por su espalda, e introducirlas en sus bolsillos
traseros para acercarlo aún más, apretándolo con fuerza.
Nick se estremeció ante la sensación.
- ¡Sí, oh, sí! -jadeaba ___ cuando él aumentó el ritmo de sus embestidas.
Nick sintió que todo le daba vueltas. Tenía que hundirse en ella. Y si no podía hacerlo de una
manera, por todos los templos de Atenas que lo haría de otra.
Se apartó de ella y se movió hacia abajo, pasando los labios por su estómago y besándole las
caderas mientras le quitaba las braguitas.
___ temblaba de pies a cabeza al sentir el poder que él ostentaba en ese momento.
- Por favor -le suplicó, incapaz de soportarlo más.
Le apartó los muslos con los codos. ___ se lo permitió sin protestar. Colocó las manos bajo ella
y le elevó las caderas hasta que
le pasó las piernas por encima de sus hombros.
Los ojos se le abrieron de par en par en el mismo instante en que Nick la tomó en la boca.
___ enterró las manos en el cabello de él y echó la cabeza hacia atrás, siseando de placer ante
las caricias tan íntimas que la lengua de Nick le prodigaba. Jamás había experimentado algo así.
Una y otra vez, penetrándola con la lengua implacablemente, él la lamía, la atormentaba, hurgaba
en su interior hasta dejarla sin aliento, exhausta.
Nick cerró los ojos y gruñó cuando probó su sabor. Y disfrutó de la sensación. Los murmullos
de placer que escapaban de la garganta de ___ resonaban en sus oídos. Percibía cómo ella
reaccionaba ante cada caricia sensual de su lengua, cuidadosamente ejecutada. De hecho, sentía como
le temblaban los muslos y las nalgas, como se estremecían contra sus hombros y sus mejillas.
___ se retorcía de modo muy erótico en respuesta a sus caricias.
Con la respiración entrecortada, Nick quiso mostrarle exactamente lo que se había estado
perdiendo. Cuando saliera de la habitación esa noche, ___ no volvería a encogerse de temor ante
sus caricias.
Ella gimoteó cuando movió la mano despacio para introducir el pulgar en su vagina, mientras
continuaba lamiéndola.
- ¡Nick! -jadeó con un involuntario estremecimiento de su cuerpo.
Él movió el dedo y la lengua aún más rápido, más profundo, aumentando la presión mientras
giraba y giraba. ___ sentía que la cabeza le daba vueltas por el roce de la barba de Nick en sus
muslos, en su sexo.
Y, cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, alcanzó el clímax de forma tan violenta que
echó la cabeza hacia atrás y gritó mientras su cuerpo se convulsionaba por las continuas oleadas
de placer.
Pero Nick no se detuvo, siguió prodigándole caricias hasta que tuvo otro nuevo orgasmo, casi
seguido al primero.
La tercera vez que le ocurrió pensó que moriría.
Débil, y totalmente saciada, sacudía la cabeza a uno y otro lado, sobre la almohada, mientras él
continuaba su implacable asalto.
- Nick, por favor -le suplicó mientras su cuerpo seguía experimentando continuos espasmos por sus
caricias-. No puedo más.
Sólo entonces, él se apartó.
___ se sentía palpitar desde la cabeza hasta los pies, y respiraba entrecortadamente. Jamás había
conocido un placer tan intenso.


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