domingo, 14 de agosto de 2011

Obsesión. Capitulo 5

Pero Joe no estaba de humor para bromas. Se sentía como un animal en celo, una bestia que quería
copular con su pareja.

–Siéntate sobre mi pene –dijo demandante, sin rastro alguno de humor en su voz.

A __________ le sorprendió la manera en que su cuerpo respondió a su tono dominante, empapándose
para una entrada suave, preparándose sumisamente para ser tomado. Se agarró de la base de su pene,
se puso de rodillas, y se hundió en su duro pene, penetrándose con un sólo y fluido movimiento.

–¿Mejor? –susurró con un gemido ahogado.

–Infinitamente

Joe tiró de los acolchados pezones que le gustaban tanto mientras ella lo montaba largo y duro.
Durante los próximos veinte minutos, se dio una panzada de su carne, aceptando vorazmente todos sus
clímax, todos sus gemidos.
Estaba desesperado, y puso sus manos en sus caderas a modo de hacer mas presión para que su pene
estuviera mas dentro en su estrecha vagina con el roce exquisito que eso provocaba.
Estaba obsesionado con ella, lo sabía. Obsesionado con su cuerpo, obsesionado con su vulva,
queriendo ser su dueño. Estaba obsesionado con ella, punto.

Mientras sus músculos se le amontonaban y anudaban, y él eyaculó su leche caliente bien adentro
de su cuerpo, también se dio cuenta de algo más. Cuando estaban solos así, juntos así, copulando
como dos animales en pleno celo, estaba más en contacto con quién era como hombre de lo que había
estado antes.

No era necesario esconderse detrás de fachadas apropiadas en lo que concernía a __________ Elloit
Jhonson. Sin roles, sin identidades presuntas.

Solamente Joseph Jonas.
–Entonces, cuéntame sobre ti. Luego de la noche que pasamos juntos en la playa, me encantaría complacer un poco mi curiosidad –__________ le sonrió a Joe mientras se sentaba frente a él en el diminuto restaurante del hotel. Hoy llevaban ropa informal, ambos con una combinación de jeans sencillos y remeras, un hecho de todos los días para __________, una anormalidad para Joe.

Joe le sonrió también, sintiéndose más despreocupado de lo que recordó sentirse alguna vez. El hecho de que no sintiera la necesidad de conformarse a un papel predeterminado se manifestaba en todo, desde su vestimenta informal hasta en que había pasado las últimas horas haciendo el amor en una playa nudista con una mujer sexualmente gloriosa y años más joven. Se sintió maravilloso, vivo y maravilloso. No quería que su romance termine jamás.

–Soy profesor de matemáticas en la Universidad de Edimburgo –dijo mientras levantaba su vaso de Cabernet Sauvigno– he estado allí por casi dieciocho años

__________ sonrió, su profundo acento le transmitía sensaciones cálidas y difusas por la espina.

–¿Has estado casado?

–No

–¿Has estado cerca?

–Una vez –se encogió de hombros, sintiendo que el recuerdo de su noviecita de la universidad parecía ser de muchísimo tiempo atrás– pero finalmente Camilla decidió que un profesor de física era más su estilo

__________ asintió, comprendiéndolo.

–Entonces ella tenía un romance. Mi última relación terminó por el mismo motivo también

–¿Alguien te engañó a ti ?

Joe había hecho la pregunta incrédulo, como si no pudiera entender que un hombre siquiera considerara andar con otras cuando tenía a __________ en su casa. El hecho de sentirse de esa manera para empezar le hizo sentir un hormigueo en el vientre y albergar una emoción no identificable en el corazón.
Pensaba que era perfecta. Aparentemente pensaba que todos los hombres del planeta debían pensar lo mismo. Ella no estaba de acuerdo, sabía que no era perfecta para nada, pero esos sentimientos de su parte hicieron que lo deseara aún más.

–Sí, él lo hizo –ella sonrió socarrona– muchas veces, de hecho

Joe se estiró para tomar su mano.

–¿Estás bien ahora?

Su respuesta era importante para él por un par de motivos, lo sabía. No quería que estuviera dolida, y tampoco la quería penando por otro hombre. Esa idea, pensó posesivamente, no era nada placentera.

–Si, estoy bien –ella sonrió, sus ojos arrugándose en los rincones– en ese momento estuve bastante disgustada. Durante tres días vagué por la casa sintiéndome dramáticamente trágica. Pero cuando llegó el cuarto día y no me importó más me di cuenta de que no pude haber estado enamorada
Sus cejas se levantaron un poco.

–¿Cómo?

Abrió las manos en un gesto que Joe entendió como que tendría que haber sabido la respuesta.

–Me sobrepuse a Javier en tres días. Si hubiera estado enamorada de él, me parece que hubiera andado por ahí sintiéndome trágica por lo menos por un par de semanas más– ella rió por lo bajo– o al menos por un par de días más

Joe sonrió, más encantado al saber que no había estado enamorada de Javier de lo que debió sentirse, de lo que tenía derecho a sentirse. No tenía idea, después de todo, si __________ planeaba continuar con su aventura más allá de Strathy Point. Porque ese tema no le caía bien, lo descartó, negándose a pensar en otra cosa que el aquí y ahora. Y justo ahora estaba aquí con ella. Era todo lo que importaba.

–Bueno –irrumpió alegremente __________, alejándolo de sus pensamientos– ¿cuánto planeas estar de vacaciones aquí?
Joe sonrió socarrón.

–¿Cuánto planeas quedarte tú?

Ella rió, recordando su confesión anterior de que la había seguido a la playa. Supuso que un
hecho semejante debió haberla asustado un poco, pero no lo hizo. Quizás si hubiera algo raro en
él, o si la atracción no fuese mutua, se habría alarmado.

Pero definitivamente no estaba alarmada. Al contrario, la hacía sentir tremendamente sensual que
Joe llegara a tal extremo para estar con ella.

–Estaré aquí tres días más. Bueno, no aquí exactamente, pero en las montañas en general–
ella encogió los hombros– había planeado irme de Strathy Point esta tarde e ir de campamento a
Cairn Gorm por un par de días

–Ir de campamento suena encantador –murmuró sin pensar, mientras sus miradas se unían.

Cayó en cuenta de la realidad por una fracción de segundo, y su cara se sonrojó levemente
mientras rompía el contacto visual. Se acababa de invitar solo para ir con ella cuando lo más
probable era que ella quisiera deshacerse de él.

–Quise decir que estoy seguro que la pasarás mu…

–¿Quieres venir?

Su cabeza oscura se levantó velozmente. Tragó saliva.

–¿Quieres que vaya contigo? –preguntó tentativamente, pensando que debió haber
malinterpretado sus intenciones.

–Definitivamente –ella sonrió– la cuestión es si tú quieres venir conmigo

Él exhaló.

–Si no te importa –murmuró, decidiendo no cuestionar su buena suerte.


–Es hermoso aquí arriba

–Realmente. De verdad lo es

__________ miró a Joe con curiosidad mientras trabajaban juntos para armar la tienda. Entre que
pagaron el hotel y devolvieron el auto alquilado de ella, habían partido tarde de Strathy Point,
por lo que ya era casi medianoche. Por suerte, no estaba totalmente oscuro afuera porque el sol
nunca se pone realmente en las montañas escocesas durante el verano.

–Dijiste eso casi con nostalgia –dijo ella

Joe se encogió de hombros, pero el gesto no fue para nada casual.

–Es una vergüenza, soy consciente, pero he vivido a sólo unas horas en auto de aquí toda mi
vida y nunca me tomé el tiempo de venir a experimentarlo por mí mismo

–¿Te refieres a Cairn Gora?¿La montaña donde estamos?

–Sí –él sonrió, mirándola, con sus ojos oscuros rastrillando sus senos cubiertos, barriendo
su protegido Monte antes de volver a revisar la tienda que acababan de armar juntos– a eso y a
otras cosas
El cuerpo de __________ tuvo una reacción inmediata a su comentario casual e insinuaciones
carnales. Sus pezones se endurecieron como alargados capullos rosas y un calor líquido invadió su
vientre. Lo observó con ojos empañados, muy excitada, deseándolo mucho.

Trató de no pensar, diciéndose que este no era el momento para ocuparse de su libido. Habían armado la carpa, cierto, pero todavía necesitaba algunos retoques en el interior. Además, hacía bastante frío afuera y también necesitaban encender un fuego.

–Cuéntame de ti –dijo Joe mientras comenzaba a acomodar ramitas secas entre la pila de troncos– entre nuestra conversación en el restaurante esta mañana, y nuestro trayecto a las montañas esta noche, dudo que haya quedado algo que contar sobre mí. Tu, sin embargo, aún eres un enigma

–¿Un enigma? –__________ miró sobre su hombro, distrayéndose momentáneamente de su tarea de estirar el piso de la tienda– no me consideraría eso para nada –ella sonrió, retomando su tarea– ¿Qué te gustaría saber?

Todo, pensó Joe.

–Lo que me quieras contar –buscó una caja de fósforos y encendió uno contra el lado granuloso de la caja– noté por tu acento que eres de alguna parte del sur de los Estados Unidos, pero no puedo identificar cuál exactamente

–De Georgia –contestó ella de forma algo apagada, con su cara dentro de la tienda mientras arreglaba las cosas como las quería– Atlanta.

–Ah –Joe sonrió, notando distraídamente que las ramitas secas ya estaban encendidas y el tronco apoyado sobre ellas estaba empezando a agarrar fuego. Miró sobre su hombro– un bomboncito de Georgia. Yo…

Se detuvo en la mitad de la oración, distraído por la vista de su abundante trasero apuntando al cielo. Estaba en cuatro patas, la mitad superior de su cuerpo enterrado dentro de la tienda haciendo quién sabe qué, la mitad inferior de su cuerpo vestido de jeans expuesto a los elementos.

Aturdido de sensualidad, se puso de pie, incorporándose mientras se acercaba a ella. Pasó la mano por su trasero, haciéndola quedarse sin aliento mientras deslizaba los dedos entre sus muslos y frotaba su clítoris a través del jean.

–Quítate la ropa –dijo bruscamente– ahora

A Joe se le cruzó por algún lugar en el fondo de su excitada mente que su voz había sonado un poco dura, incluso para él. Pero parecía no poder detenerse, no podía bajar la intensidad de sus órdenes.

Cuando él estaba cerca de ella de esta manera, y sus pensamientos se volvían carnales, se sentía tan avanzado intelectualmente como un hombre de Neandertal, un cavernícola que quería aparearse con la hembra que había reclamado para sí. Nunca antes había estado así con ninguna otra mujer y por eso no sabía cómo controlarlo. Tampoco estaba seguro de querer hacerlo.

__________ se arrodilló, girando para mirarlo. Sus ojos verde claro estaban bien abiertos, ella estaba claramente sorprendida por su tono de voz. Pero él no hizo ningún descargo, no dio ninguna explicación.

–Quítate la ropa –repitió sin que se le mueva un pelo, con los oscuros ojos entrecerrados del deseo– puedes terminar tu trabajo una vez que te la hayas quitado

Los pezones de __________ se endurecieron instantáneamente. Debió haberse indignado con sus palabras, o al menos ofendido, pero no lo hizo. Le gustaba jugar a ser sumisa con él en un nivel sexual, disfrutaba de la forma en que dominaba su cuerpo como si fuera su dueño.

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