jueves, 4 de agosto de 2011

Un amante de ensueño. Capitulo 15

- Entonces, vamos al Acuario. Por lo menos hay aire acondicionado -y cogiéndolo del brazo, cruzó el estacionamiento y se encaminó por Moonwalk hacia el lugar.
Nick permaneció en silencio mientras ella compraba las entradas y lo guiaba hacia el interior. No dijo nada hasta que estuvieron paseando por los túneles subacuáticos, que les permitían observar las distintas especies marinas en su hábitat natural.
- Es increíble -balbució cuando una enorme raya pasó sobre sus cabezas. Tenía una expresión infantil, y la luz que chispeaba en sus ojos la llenó de calidez.
Súbitamente, sonó su busca. Soltó una maldición y miró el número. ¿Una llamada desde el despacho un sábado?
Qué raro.
Sacó el móvil del bolso y llamó.
- ¡Hola, ___! -le dijo Beth, tan pronto como descolgó-. Escucha, estoy en mi consulta. Anoche entró alguien al despacho.
- ¡No!, ¿quién haría algo así?
___ captó la mirada curiosa en los ojos de Nick. Le ofreció una sonrisa insegura, y siguió escuchando a Beth Livingston, la psiquiatra que compartía la consulta con Luanne y con ella.
- Ni idea. Hay un equipo de la policía buscando huellas y todo está acordonado. Por lo que he visto, no se han llevado nada importante. ¿Tenías algo de valor en tu consulta?
- Sólo el ordenador.
- Está todavía allí. ¿Algo más? ¿Dinero, cualquier otra cosa?
- No, nunca dejo objetos de valor ahí.
- Espera, el oficial quiere hablar contigo.
___ esperó hasta escuchar una voz masculina.
- ¿Doctora Alexander?
- Sí, soy yo.
- Soy el oficial Allred. Parece que se llevaron su organizador Rodolex y unos cuantos archivadores. ¿Sabe de alguien que pudiera estar interesado en ellos?
- Pues no. ¿Necesita que vaya para allá?
- No, no. Estamos buscando huellas, pero si se le ocurre algo, por favor, llámenos -y le pasó el teléfono a Beth.
- ¿Quieres que vaya? -le preguntó.
- No. No hay nada que puedas hacer. En realidad, es bastante aburrido.
- Vale, avísame al busca si necesitas algo.
- Lo haré.
___ colgó el teléfono y lo devolvió al bolso.
- ¿Ha pasado algo? -preguntó Nick.
- Alguien entró anoche en mi despacho.
Él frunció el ceño.
- ¿Para qué?
- Ni idea -la pausa de ___ hizo que el ceño de Nick se intensificara, mientras ella pensaba en los posibles motivos-. No puedo imaginarme para qué iba a querer alguien mi Rodolex. Desde que me compré el Palm Pilot, ni siquiera lo he usado. Es muy extraño.
- ¿Tenemos que irnos?
Ella agitó la cabeza.
- No hace falta.
Nick dejó que __ lo guiara alrededor de los diferentes acuarios, mientras le leía las extrañas inscripciones que explicaban detalles sobre las distintas especies y sus hábitats.
¡Por los dioses!, cómo le gustaba escuchar el sonido de su voz al leer. Había algo muy relajante en la voz de ___. Le pasó un brazo por los hombros mientras paseaban. Ella le rodeó la cintura y enganchó un dedo en una de las trabillas del cinturón.
El gesto consiguió debilitarlo. Se dio cuenta de que pasaba las horas deseando sentir el roce de su cuerpo. Y la sensación sería mucho más placentera si ambos estuviesen desnudos en ese mismo momento.
Cuando ella le sonrió, el corazón se le aceleró descontroladamente. ¿Qué tenía esta mujer que despertaba algo en él que jamás había sentido?
Pero en el fondo lo sabía. Era la primera mujer que "lo" veía. No a su apariencia física, ni a sus proezas de guerrero. Ella veía su alma.
Jamás había pensado que podía existir una persona así.
___ lo trataba como a un amigo. Y su interés en ayudarlo era genuino. O al menos, eso parecía.
*Es parte de su trabajo.*
¿O era de verdad?
¿Podía una mujer tan maravillosa y compasiva como ella preocuparse realmente por un tipo como él?
___ se detuvo delante de otra inscripción. Nick se quedó tras ella y le pasó ambos brazos por los hombros. Ella le acarició distraídamente los antebrazos mientras leía.
Con el cuerpo en llamas por el deseo que despertaba en él, inclinó la barbilla hasta apoyarla sobre su cabeza y escuchar de ese modo la explicación, mientras observaba cómo nadaban los peces. El olor de su piel invadió sus sentidos y anheló volver a su casa, donde podría quitarle la ropa.
No era capaz de recordar cuándo había sido la última vez que deseó tanto a una mujer como le ocurría con ___. De hecho, no creía posible que algo así le hubiese ocurrido antes. Deseaba perderse en su interior. Sentir sus uñas arañándole la espalda mientras gritaba al llegar al clímax.
Que las Parcas se apiadasen de él. ___ se le había metido bajo la piel.
Y estaba aterrado. Ella ocupaba un lugar en su corazón que acabaría destrozándolo si le faltaba.
Sólo ella podía acabar realmente con él. Hacerlo pedazos.
Era casi la una del mediodía cuando salieron del Acuario. ___ se encogió tan pronto como volvieron
a la calle, asaltada por la oleada de calor. En días como éste, se preguntaba cómo podría la
gente sobrevivir antes de que se inventara el aire acondicionado.
Miró a Nick y sonrió. Por fin había encontrado a alguien a quien preguntar.
- Dime una cosa, ¿qué hacíais para sobrevivir en días tan calurosos como éste?
Él arqueó una ceja con un gesto arrogante.
- Hoy no hace calor. Si quieres saber lo que es el calor, intenta atravesar un desierto con todo tu
ejército, llevando la armadura y con sólo medio odre de agua para mantenerte.
Ella hizo un gesto compasivo.
- Abrasador, supongo.
Él no respondió.
___ echó un vistazo a la plaza, atestada de gente.
- ¿Quieres que vayamos a ver a Yare y demos una vuelta por la plaza? Debe estar en su tenderete. El
sábado suele ser uno de sus mejores días.
- Vamos.
Agarrados de la mano, bajaron la calle hasta llegar a Jackson Square. Como era de esperar, Yari
estaba en su puestecillo con un cliente. ___ comenzó a alejarse para no interrumpir, pero Selena la
vio y le hizo un gesto para que se acercara.
- Oye, ___, ¿te acuerdas de Ben? Bueno, mejor del doctor Lewis, de la facultad.
___ dudó en acercarse al reconocer al tipo corpulento, entrado ya en los cuarenta.
¿Que si lo recordaba? Le había puesto una nota bajísima en su asignatura, con lo cual, le bajó
la media de todo el curso. Sin mencionar que el hombre tenía un ego tan grande como el territorio
de Alaska, y le encantaba hacer pasar un mal rato a sus alumnos. De hecho, aún recordaba a una
pobre chica que se echó a llorar cuando él dio el sádico examen final que había preparado. El
tío se rió, literalmente a carcajadas, cuando vio la reacción de la chica.
- ¡Hola! -saludó, ___ intentando no demostrar su antipatía. Suponía que el hombre no podía
evitar ser detestable. Como buen licenciado por la universidad de Harvard, debía pensar que el
mundo giraba a su alrededor.
- Señorita Alexander -la saludó con el mismo tono despectivo tan insoportable que ella recordaba a
la perfección.
- En realidad debería llamarme "doctora" Alexander -lo corrigió, encantada al ver cómo abría los
ojos por la sorpresa.
- Discúlpeme -le dijo con un tono de voz que distaba mucho de parecer arrepentido.
- Ben y yo estábamos charlando sobre la Antigua Grecia -explicó Yare, dedicándole una diabólica
sonrisa a Nick-. Soy de la opinión de que Afrodita era hija de Urano.
Ben puso los ojos en blanco.
- No me cansaré de decirte que, según la opinión más extendida, era hija de Zeus y Dione.
¿Cuándo vas a aceptarlo y a unirte a nosotros?
Yare lo ignoró.
- Dime, Nick, ¿quién tiene razón?
Ben recorrió a Nick de arriba abajo con una arrogante mirada. ___ sabía que lo único que veía en
él era a un hombre excepcionalmente apuesto, que parecía sacado de un anuncio de automóviles.
- Joven, ¿ha leído usted alguna vez a Homero?, ¿sabe quién es?
___ suprimió una carcajada ante la pregunta. Estaba deseando escuchar la respuesta de Nick.
Él se rió con ganas.
- He leído a Homero en profundidad. Las obras que se le atribuyen no son más que una amalgama de
leyendas, fusionadas con datos reales a lo largo de los siglos, y cuyos verdaderos orígenes se han
perdido en las brumas del tiempo. Muy al contrario que la Teogonía de Hesíodo, la cual escribió
con la ayuda directa de Clío.
El doctor Lewis dijo algo en griego clásico.
- Es más que una simple opinión, doctor -le contestó Nick en inglés-. Es un hecho probado.
Ben volvió a mirarlo con atención, pero ___ sabía que aún no estaba muy dispuesto a creer que
alguien con el aspecto de Nick pudiese darle una lección en su propio campo.
- ¿Y usted cómo lo sabe?
Nick le respondió en griego.
Por primera vez desde que conocía a aquel hombre, hacía ya más de una década, ___ lo vio
totalmente sorprendido.
- ¡Dios mío! -jadeó-. Habla griego como si fuese su lengua materna.
Nick miró a ___ con una sonrisa sincera; se estaba divirtiendo.
- Ya te lo dije -le dijo Yari-. Conoce a los dioses griegos mejor que cualquier otra persona.
El doctor Lewis vio entonces el anillo de Nick.
- ¿Es eso lo que creo que es? -inquirió-. ¿Un anillo de general?
Nick asintió.
- Sí.
- ¿Le importa si le echo un vistazo?
Nick se lo quitó y se lo ofreció. El doctor Lewis contuvo el aliento.
- ¿Macedonio? Creo que del siglo II AC.
- Exacto.
- Es una reproducción increíble -comentó Ben, mientras se lo devolvía.
Nick se lo puso de nuevo.
- No es una reproducción.
- ¡No puede ser! -jadeó Ben, incrédulo-. No puede ser original, es excesivamente antiguo.
- Lo tenía un coleccionista privado -apuntó Yari. Ben no dejaba de mirarla para, al momento,
volver a centrar su atención en Nick.
- ¿Cómo lo consiguió? -le preguntó.
Nick tardó en contestar mientras recordaba el día en que se lo dieron. Zac de Tracia y él habían
sido ascendidos a la vez, después de salvar, prácticamente los dos solos, la ciudad de Temópolis
de las garras de los romanos.
Había sido una batalla larga, sangrienta y brutal. Su ejército se había desperdigado, dejándolos
solos a Zac y a él para defender la ciudad. Nick había esperado que Zac lo abandonara también,
pero el idiota le había sonreído, sosteniendo una espada en cada mano, y le había dicho: «Es un
hermoso día para morir. ¿Qué te parece si matamos unos cuantos bastardos romanos antes de pagar a
Caronte?»
Zac de Tracia, un lunático total y absoluto, siempre había tenido más agallas que cerebro.
Cuando todo hubo acabado, bebieron hasta acabar debajo de las mesas. Y a la mañana siguiente, los
despertaron con la noticia del ascenso.
¡Por los dioses! De todas las personas que había conocido en Macedonia, Zac era a quién más
echaba de menos. Era el único que siempre le guardó las espaldas y lo defendió.
- Fue un regalo -contestó Nick a Ben.
Él echó un vistazo a la mano de Nick, con los ojos cargados de codicia.
- ¿Consideraría usted la posibilidad de venderlo? Yo estaría a dispuesto a pagar lo que pidiese.
- Nunca -contestó Nick, recordando las heridas que había recibido durante la batalla de
Temópolis-. No sabe por lo que pasé para conseguirlo.
Ben meneó la cabeza.
- Ojalá alguien me hiciese alguna vez un regalo como ése. ¿Tiene la más ligera idea de lo que le
darían por él?
- La última vez que lo comprobé, me ofrecieron mi peso en oro.
Ben soltó una carcajada y dio una palmada sobre la mesa de Yari.
- Muy bueno. Ése era el precio para liberar a un general capturado, ¿verdad?
- Para aquellos cobardes que no eran capaces de morir luchando, sí.
Los ojos de Ben mostraron un nuevo respeto al observar a Nick.
- ¿Sabe a quién perteneció?
Yari contestó.
- A Nicholas de Macedonia. ¿Has oído hablar de él en alguna ocasión, Ben?
Él se quedó con la boca abierta y los ojos como platos.
- ¿Estás hablando en serio? ¿Es que no sabes quién fue?
Yari puso una expresión extraña. Asumiendo que no lo sabía, Ben continuó hablando.
- Tesio dijo de él que iba a ser el nuevo Alejandro Magno. Nicholas era hijo de Diocles de Esparta,
también conocido como Diocles el Carnicero. Ese hombre haría que el Marqués de Sade pareciese
Ronald McDonald.
» Según los rumores, Nicholas nació de una relación entre Afrodita y el general, después de que
Diocles salvara uno de los templos de la diosa de ser profanado. La opinión más extendida hoy en
día es que su madre fue una de las sacerdotisas del templo.
- ¿De verdad? -preguntó ___.
Nick puso los ojos en blanco.
- A nadie le interesa quién pudo ser el tal Nicholas. Ese tipo murió hace siglos.
Ben lo ignoró y siguió alardeando de sus conocimientos.
- Los romanos lo conocían como Augusto Julio Punitor... -miró a ___ y añadió para que ella lo
entendiera: - Nicholas, el Ejecutor. Él y Zachary de Tracia dejaron un rastro sangriento a lo largo
de todo el Mediterráneo, durante la cuarta guerra macedonia contra Roma. Nicholas despreciaba a los
romanos, y juró que vería la ciudad arrasada bajo su ejército. Él y Zachary estuvieron a punto
de conseguir que Roma se arrodillara ante ellos.
La mandíbula de Nick se relajó un poco.
La mandíbula de Nick se relajó un poco.
- ¿Sabe qué le ocurrió a Zachary de Tracia?
Ben dejó escapar un silbido.
- No tuvo un final agradable. Fue capturado; los romanos lo crucificaron en el año 47 a.C.
Nick retrocedió al escucharlo. Con una mirada apesadumbrada y jugueteando con el anillo, dijo:
- Ese hombre era, sin duda, uno de los mejores guerreros que jamás han existido. Amaba la lucha
como ningún otro que haya conocido -movió la cabeza-. Recuerdo que una vez Zachary condujo su
carro hasta atravesar una barrera de escudos, rompiendo los cuellos de los soldados romanos y
permitiendo que sus hombres los derrotaran con tan sólo un puñado de bajas -frunció el ceño-. No
puedo creer que lo capturaran.
Ben encogió los hombros con un gesto indiferente.
- Bueno, una vez desaparecido Nicholas, Zachary era el único general macedonio digno de dirigir un
ejército; por eso los romanos fueron tras él con todo lo que tenían.
- ¿Qué le sucedió a Nicholas? -preguntó ___, intrigada por lo que los historiadores opinaban del
tema.
Nick la miró furioso.
- Nadie lo sabe -le respondió Ben-. Es uno de los grandes misterios del mundo antiguo. Aquí
tenemos a un general al que nadie puede derrotar en el campo de batalla y, de repente ¡puf!
Desaparece sin dejar rastro -tamborileó con un dedo sobre la mesa de Yari-. La última vez que se
le vio fue en la batalla de Conjara. En un brillante movimiento táctico, engañó a Livio, que
perdió su, hasta entonces, inexpugnable posición. Fue una de las mayores derrotas en la historia
del Imperio Romano.
- ¿Y a quién le importa? -se quejó Nick.
Ben ignoró la interrupción.
- Tras la batalla, se supone que Nicholas mandó decir a Escipión el Joven que le perseguiría, en
venganza por la derrota que acababa de infligirle al ejército macedonio. Aterrorizado, Escipión
abandonó su carrera militar en Macedonia y se marchó como voluntario a la Península Ibérica,
para seguir luchando allí -el profesor agitó la cabeza-. Pero antes de que Nicholas pudiese llevar
a cabo la amenaza, se desvaneció. Encontraron a toda su familia asesinada en su propio hogar. Y
ahí es donde la cosa se pone interesante -miró entonces a Yari.
» Los escritos macedonios que han llegado hasta nuestros días, afirman que Livio lo hirió de
muerte durante la batalla, y que en mitad de un increíble dolor, regresó cabalgando a casa para
asesinar a su familia y evitar, de este modo, que su enemigo los tomara como esclavos.
» Los textos romanos aseguran que Escipión envió a varios de sus soldados, que atacaron a
Nicholas en mitad de la noche. Supuestamente, lo mataron junto al resto de su familia, lo
descuartizaron y ocultaron los pedazos de su cuerpo.
Nick resopló ante la idea.
- Escipión era un cobarde y un fanfarrón. Jamás se habría atrevido a atacarm...
- ¡Bueno! -exclamó __, interrumpiendo a Nick antes de que se delatase-. Hace un tiempo
espléndido, ¿verdad?
- Escipión no era ningún cobarde -le respondió Ben-. Nadie puede discutir sus éxitos en la
Península Ibérica.
___ vio como el odio se reflejaba en los ojos de Nick.
Pero Ben no pareció notarlo.
- Joven, el valor de ese anillo que lleva es incalculable. Me encantaría saber cómo puede
conseguirse algo así. Y a ese respecto, mataría por saber qué le ocurrió a su dueño original.
___ miró incómoda a Yari.
Nick hizo una mueca sarcástica a Ben.
- Nicholas de Macedonia desató la ira de los dioses y fue castigado por su arrogancia.
- Supongo que esa podría ser otra explicación -en ese momento, sonó la alarma de su reloj-.
¡Joder! Tengo que recoger a mi esposa.
Se puso en pie y le ofreció la mano a Nick.
- No nos han presentado adecuadamente. Soy Ben Lewis.
- Nicholas -le contestó, aceptando el saludo.
El doctor Lewis se rió. Hasta que se dio cuenta que Nick no bromeaba.
- ¿En serio?
- Me pusieron el nombre de su general macedonio, se podría decir.
- Su padre debe haber sido como el mío. Dos amantes de todo lo griego.
- En realidad, en mi caso su lealtad iba para Esparta.
Ben se rió con más ganas. Echó una mirada rápida a Yari.
- ¿Por qué no lo traes a la próxima reunión del Sócrates? Me encantaría que los chicos lo
conocieran. No es muy frecuente encontrar a alguien que conoce la historia griega tan profundamente
como yo.
Dicho esto, volvió a dirigirse a Nick.
- Ha sido un placer. ¡Nos vemos! -le dijo a Yari.
- Bueno -comenzó a decir Selena una vez que Ben hubo desaparecido entre el gentío-, amigo mío,
has logrado lo imposible. Acabas de dejar impresionado a uno de los investigadores de la Antigua
Grecia más importantes de este país.
Nick no pareció impresionarse demasiado, pero ___ sí lo hizo.
- Yari, ¿crees que es posible que Nick pueda trabajar como profesor en la facultad una vez acabemos
con la maldición? Estaba pensando que pod...
- No, ___ -la interrumpió él.
- ¿Que no qué? Vas a necesitar...
- No voy a quedarme aquí.
La mirada fría y vacía que tenía en aquel momento era la misma con la que la había mirado la
noche en que lo convocaron. Y a ___ la partió en dos.
- ¿Qué quieres decir? -inquirió ella.
El desvió la mirada.
- Atenea me ha hecho una oferta para devolverme a casa. Una vez rompamos la maldición, me enviará
de nuevo a Macedonia.
___ se esforzó por seguir respirando.
- Entiendo -dijo, aunque se estaba muriendo por dentro-. Usarás mi cuerpo y después te irás. -Y
siguió con un nudo en la garganta: - Al menos no tendré que pedir a Yari que me lleve a casa
después.
Nick retrocedió como si lo hubiese abofeteado.
- ¿Qué quieres de mí, ___? ¿Por qué ibas a querer que me quedara aquí?Ella no conocía la
respuesta. Lo único que sabía era que no quería que se marchara. Quería que se quedara.
Pero no en contra de su voluntad.
- Te voy a decir algo -le dijo. Comenzaba a enfadarse ante la idea de que él desapareciera-; no
quiero que te quedes. De hecho, se me está ocurriendo una cosa, ¿qué tal si te vas a casa de Yari
por unos días? -y entonces miró a su amiga-, ¿te importaría?
Yari abría y cerraba la boca como un pez luchando por respirar. Nick alargó un brazo hacia ___.
- ___...
- No me toques -le advirtió apartando su propio brazo-. Me das asco.
- ¡___! -exclamó Yari-. No puedo creer que tú...
- No importa -dijo Nick con voz fría y carente de emoción-. Al menos no me ha escupido a la cara
con su último aliento.
Lo había herido. ___ podía verlo en sus ojos; pero ella también se sentía muy herida.
Terriblemente herida.
- Hasta luego -le dijo a Yari y se marchó, dejando allí a Nick.
Yari dejó escapar el aire lentamente mientras observaba a Nick, que contemplaba cómo ___ se
alejaba de ellos. Su cuerpo estaba totalmente rígido y tenía un tic en la mandíbula.
- Donde pone el ojo, pone la bala. Un golpe directo al corazón. Una herida en carne viva.
Nick la dejó clavada con una mirada francamente hostil.
- Dime, Oráculo. ¿Cuáles deberían haber sido mis palabras?
Yari barajó sus cartas.
- No lo sé -le contestó melancólicamente-. Imagino que no te habría ido tan mal si hubieses sido
honesto.
Nick se frotó los ojos y se sentó en la silla, frente a Yari. No había tenido intención de herir
a ___.
Y jamás podría olvidar esa mirada, mientras le escupía las horribles palabras: «No me toques. Me
das asco.»
Se esforzó por seguir respirando, aguantando la agonía. Las Parcas seguían burlándose de él.
Debían tener un día aburrido en el Olimpo.
- ¿Quieres que te lea las cartas? -le preguntó Yari, devolviéndolo al presente.
- Claro, ¿por qué no? -contestó. No iba a decirle nada que no supiera ya.
- ¿Qué quieres saber?
- ¿Alguna vez...? -se detuvo antes de formular la misma pregunta que hiciera, siglos atrás, al
Oráculo de Delfos- ¿...conseguiré romper la maldición? -preguntó en voz baja.
Yari barajó las cartas, y sacó tres de ella. Abrió unos ojos como platos.
Nick no necesitaba que las interpretara. Ya lo veía por sí mismo: una torre destrozada por un
rayo, un corazón atravesado por tres espadas, y dos personas encadenadas y arrastradas por un
demonio.
- No pasa nada -le dijo a Yari-. Jamás he pensado que pudiese salir bien.
- Eso no es lo que nos dicen las cartas -susurró-. Pero tienes toda una batalla por delante.
Nick soltó una amarga carcajada.
- Manejo bien las batallas -era el dolor que sentía en el corazón lo que iba a acabar con él.

___ se limpió las lágrimas de la cara mientras entraba en el camino de acceso al jardín. Apretó
los dientes al bajarse del coche, y cerró la puerta con un fuerte golpe.
Al infierno con Nick. Podía quedarse atrapado en el libro para toda la eternidad. Ella no era un
trozo de carne a su entera disposición.
¿Cómo pod...?
Buscó en el bolsillo las llaves de la entrada.
- ¿Y cómo no iba a hacerlo? -murmuró. Sacó la llave y abrió la puerta.
La ira la consumía. Estaba siendo irrazonable, y lo sabía. Nick no tenía la culpa de que Robert
hubiese sido un cerdo egoísta. Como tampoco era culpable de que ella temiese ser utilizada.
Estaba culpando a Nick por algo en lo que no había participado, pero aún así...
Sólo quería a alguien que la amara. Que alguien quisiera quedarse a su lado.
Y había esperado que al ayudar a Nick se quedara cerca y...
Cerró la puerta y meneó la cabeza. Por mucho que deseara que las cosas fuesen distintas, nada iba
a cambiar, puesto que no estaba escrito que fuesen de otro modo. Había escuchado lo que Ben contó
acerca de la vida de Nick. La historia que el mismo Nick contó a los niños sobre la batalla.
Recordaba el modo en que había cruzado la calle como una exhalación para salvar al niño.
Él había nacido para liderar un ejército. No pertenecía a esta época. Pertenecía a su mundo
antiguo.
Era muy egoísta por su parte intentar mantenerlo a su lado, como si fuese una mascota que acabase
de rescatar.
Subió las escaleras penosamente, con el corazón destrozado. Tendría que alejarse de él. Era todo
lo que podía hacer. Porque, en el fondo, sabía que cuanto más supiese acerca de Nick, más
cariño le cogería. Y si él no tenía intención de quedarse, acabaría muy herida.
Había subido la mitad de la escalera, cuando alguien llamó a la puerta principal. Por un instante,
se le levantó el ánimo al pensar que podía ser Nick; hasta que llegó a la puerta y vio la
silueta de un hombre bajito esperando en el porche.
Entreabrió la puerta y emitió un jadeo.
Era Jason Carmichael.
Llevaba un traje marrón oscuro, con una camisa amarilla y corbata roja. Se había peinado hacia
atrás el pelo corto y negro, y le dedicaba una radiante sonrisa.
- ¡Hola ____!
- Señor Carmichael -lo saludó glacialmente, aunque
el corazón le latía a toda prisa. Había algo definitivamente espeluznante en este tipejo
delgado-. ¿Qué está haciendo aquí?
- Pasaba por aquí y me detuve para saludar. Se me ocurrió que pod...
- Tiene que marcharse.
Él frunció el ceño.
- ¿Por qué? Sólo quiero hablar contigo.
- Porque no atiendo a mis pacientes en casa.
- Vale, pero yo no soy...
- Señor Carmichael -le dijo con brusquedad-. Tiene que marcharse. Si no lo hace, llamaré a la
policía.
Sin hacer mucho caso a la ira de ___, asintió con la cabeza, demostrando tener la paciencia de un
santo.
- ¡Vaya! Entonces debes estar ocupada. Puedo pasar por aquí más tarde. Yo también tengo mucho
que hacer. ¿Vengo luego entonces? Podemos cenar juntos.
Totalmente muda de asombro, ___ lo miró fijamente a los ojos.
- No.
Él sonrió ante la negativa.
- Vamos, ___. No seas así. Sabes que estamos hechos el uno para el otro. Si me dejas...
- ¡Márchese!
- Muy bien; pero volveré. Tenemos mucho de qué hablar -se dio la vuelta y bajó la escaleras del
porche.
Con el corazón martilleando en el pecho, ella cerró la puerta y echó el seguro.
- Voy a matarte, Luanne -dijo mientras se dirigía a la cocina. Al pasar por la salita de estar, una
sombra en la ventana llamó su atención.
Era Jason.
Aterrada, cogió el teléfono y llamó a la policía.
Tardaron casi una hora en llegar. Jason permaneció en el jardín todo el tiempo, de ventana en
ventana, observándola a través de las rendijas de las persianas. Hasta que no vio que el coche de
policía subía por el camino de entrada no desapareció por el patio trasero.
___ tomó una profunda bocanada de aire para calmar sus nervios y abrió la puerta para que pasaran
los agentes.
Se quedaron el tiempo suficiente para informarle de que no podían hacer nada para mantener a Jason
alejado de ella. Lo mejor que podía hacer era conseguir una orden de alejamiento, pero puesto que
era ella la que debía encargarse del tratamiento de Jason hasta que Luanne regresara, era algo
totalmente inútil.
- Lo siento -se disculpó el policía en la puerta, mientras los acompañaba-, pero no ha incumplido
ninguna ley que nos permita ayudarle a librarse de él. Podría solicitar una orden de detención
por allanamiento, pero a menos que tenga antecedentes no servirá de nada.
El agente, un hombre joven, la miró compasivo.
- Sé que no le va a servir de mucho consuelo, pero podemos intentar patrullar la zona con más
frecuencia. Aunque el verano es una época especialmente ajetreada para nosotros.
A modo personal, le aconsejo que se marche a casa de un amigo durante un tiempo.
- De acuerdo, muchas gracias -tan pronto como se marcharon, corrió por toda la casa, asegurando
puertas y ventanas con los cerrojos y pestillos.
Intranquila, lanzaba miradas en torno a su propio hogar, esperando ver a Jason entrar a través de
un agujero en la pared, como si se tratara de una cucaracha.
Si tan sólo supiera realmente si el tipo era o no peligroso... Su informe del hospital
psiquiátrico mencionaba un comportamiento desviado y persecutorio hacia mujeres, a las que acosaba
pero jamás hería físicamente. Se limitaba a aterrorizar a sus víctimas imponiéndoles su
presencia continuamente, por lo cual había sido enviado al hospital para comenzar a tratarlo.
Como psicóloga, ___ sabía que no había nada especialmente peligroso en Jason, pero como mujer
estaba asustada.
Lo último que quería era acabar como una estadística más.
No, no podía quedarse allí esperando que el tipo regresara y la encontrara sola.
Se apresuró a subir las escaleras para hacer el equipaje.

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