viernes, 12 de agosto de 2011

Obsesión. Capitulo 4

–¿Cómo?

Miró su traje de baño con tiendita.
–Esta es una playa nudista –murmuró– pero tú llevas ropa puesta

El pene de Joe se puso más duro, y los músculos de su estómago se apretaron. Básicamente lo
acababa de invitar a sacarse toda la ropa, aún sabiendo como debía hacerlo que estaba totalmente
erecto. Miró su vulva, que ahora estaba lista e hinchada y se preguntó si sería posible que ella
realmente quisiera tener sexo con él.

Lo dudó, pero decidió por una vez en su vida dejarse llevar y ver qué pasaba. Se paró y se bajó
el traje de baño, revelándole completamente su erección.

__________ contuvo el aliento, no esperando que fuera tan bien dotado. Era guapo de una manera
cruda, masculina; y sexy pensando en la situación de la colegiala traviesa que corrompe al guapo y
distinguido profesor. Ella le sonrió cuando volvió a sentarse al lado suyo.

–El sol se siente genial sobre la piel, ¿no? –le preguntó con su acento arrastrado.

–Cierto –mientras Joe admiraba sus pezones, decidió que su tendencia a dar cátedra encontraba
los momentos más extraños para hacerse ver– pero espero que te hayas puesto algún tipo de
protección –agregó– ya que no te gustaría quemarte los… –tosió discretamente,
cubriéndose con la mano y desvió la mirada, avergonzado por lo que estuvo a punto de decir.
__________ estaba disfrutando esto. Casi todos los hombres con los que había salido se habían
comportado demasiado seguros de sí mismos, como si creyeran tener derecho a tomar lo que querían.
Pero este hombre era tan excitantemente especial que se encontró queriendo empujarlo más y más,
aunque no fuera más que para probar sus límites de tolerancia.

–¿Por qué no les pasas un poco de loción para mí? –le susurró.

Sus ojos oscuros se dispararon para encontrar los de ella, y tragó saliva visiblemente. No se
lanzó a ella, pero tampoco retrocedió ante su desafío carnal.

–¿Dónde está la loción? –preguntó con voz rasposa.

Estaba duro, tan endemoniadamente duro.

–En mi bolso.

Al poco tiempo, Joe se había puesto la loción con perfume de coco en sus palmas y estaba por
alcanzar sus senos. Los llevó entre sus grandes manos, humedeciendo los suaves y carnosos globos
con el dulce aceite. Cuando su respiración se volvió poco profunda, comenzó a masajearle los
pezones, pasándoles la loción con los pulgares y los dedos.

–¿Cómo te llamas? –__________ preguntó sin aliento, cerrando los ojos mientras él continuaba
con su sensual masaje.

–Joseph Jonas –respondió él con voz profunda, mientras su excitación hacía que sus
inhibiciones se desvanecieran significativamente– y tú eres __________ Elliot Jhonson.

Sus ojos se abrieron rápidamente.

–¿Cómo supiste mi nombre?

–Escuché a la vendedora

Ella se paralizó.

–También me escuchaste decirle que estaría de vacaciones en Strathy Point?

Su mirada oscura se chocó con la verde clara de ella.

–Sí–admitió, sin ofrecer ninguna otra explicación.

Él masajeó sus pezones un poco más duro, tirando de ellos ahora. Cuando gimió suavemente y sus
ojos se achicaron con deseo, el temió derramarse allí mismo sobre su muslo.

–Me has seguido –fue una declaración, no una pregunta.

–Sí –fue la verdad, no una disculpa.

–No sé qué pensar de eso

–Yo pienso –dijo Joe suavemente, con su erección hinchada y dolorosa– que tu hermosa vulva
necesita que le pongan loción también –se paralizó apenas esas palabras salieron trastabillando
de su boca, sin poder creer que él las había pronunciado.

__________ encontró su mirada y estudió sus rasgos, como si estuviera evaluando sus palabras. Y
luego, surrealista como era para él, ella abrió sus piernas ampliamente, dándole no solamente una
deliciosa vista de su vulva pelada y sus sedosos pliegues, sino también permiso para masajearla de
la manera más íntima posible.

Joe se olvidó de la loción mientras su dedo índice encontró su abertura y le empujó un grueso
dedo hacia adentro de ella. Ella exhaló con un gemido, su cabeza echada hacia atrás para colgar
precariamente de su cuello, mientras su conchita húmeda se ponía más húmeda y sus pezones
continuaban sobresaliendo como cuchillas.

Un segundo dedo encontró el hoyo de su conchita, uniéndose al primero, mientras comenzaba a
tomarla con los dedos lentamente. En su otra mano, la yema del pulgar tomaba el control de su
clítoris y comenzaba a frotarla con un sensual movimiento circular. Se arqueó en su mano,
respirando profundamente mientras él masajeaba su carne empapada.

–Tienes la vulva más hermosa que jamás he visto –dijo ronco– tan húmeda y jugosa, tan
estrecha e hinchadita

–Ay, síííí –la espalda de __________ se arqueó aún más, y sus labios se separaron
levemente. Estaba borracha de excitación, embriagada por el efecto que él tenía sobre ella.

Sus palabras, sus manos, su mera presencia exaltaban su deseo. Joe la hizo sentir como una diosa
erótica omnipotente, un estado de sensualidad a la que ningún otro hombre la había llevado. La
miró como si fuese la mujer más intrigante del mundo, exploró su cuerpo como si nunca pudiera
tener lo suficiente de él.

–Córrete por mí, __________ –lo escuchó murmurar. Sus dedos comenzaron a embestir con más
fuerza. El movimiento de frotación sobre su clítoris se volvió más intenso– quiero ver cómo
te acabas

–Ah, sí… ah Dios –se estaba acabando. Estaba tan cerca. Gimió, mientras sus caderas se
levantaban para él, queriendo que hiciera lo que hacía, queriendo acabarse bien acabada para él.
Sus dedos empujaban fuerte en su interior, llenando su carne húmeda, estirándola y haciéndola penar por su pene, el sol pegaba fuerte sobre ella, el viento helaba sus pezones, endureciéndolos más aún.

Su cara se hundió hacia su conchita mientras la tomaba con los dedos. Ella respiraba con dificultad mientras su lengua se enrollaba en su clítoris, reemplazando la yema de su pulgar. Pensó que había muerto y se había ido al cielo de los pecadores.

–Joe...

La lengüeteó rápidamente, pasándole la lengua por el capullo hinchado, succionándolo hasta su boca y chupando sin piedad. Todo el cuerpo de __________ comenzó a sacudirse mientras la chupaba y la chupaba, sin ceder jamás, sin siquiera aminorar.

–Ay, Dios... ay, Joe, sí

El sonido bajo y gutural de apreciación que él hizo en el fondo de su garganta fue lo que la deshizo. Instintivamente, se estiró hasta alcanzar su cabeza, enredó sus uñas carmesí entre su pelo oscuro, y presionó su cara contra su vulva tanto como pudo. Él chupó con más fuerza aún, y a los oídos de ella llegaban sonidos como si sorbiera.

–Sí

Las caderas de __________ se levantaron cuando un devastador orgasmo le desgarró el vientre. Gritó por la intensidad del hecho, todo su cuerpo sacudiéndose, y la carne convulsionándose alrededor de sus dedos.


Y luego él se subió encima de ella, aplastándola contra la lona mientras se acomodaba entre sus muslos. Sus miradas se chocaron cuando sus manos abiertas tomaban sus senos y con un poderoso embate arremetió dentro de ella.

–Joe...

–Por Dios que te sientes buena y estrecha –dijo él entre dientes, embistiéndola más y más rápido. Quería ir despacio, saborear este momento en el tiempo que dudaba que alguna vez se repitiera. Pero su carne estaba tan caliente y seguía succionándolo, llevándolo más profundo, haciendo imperiosa la necesidad de marcar sus entrañas con su leche caliente. Él gimió, sus párpados pesados con excitación.

__________ gimió, envolviendo la cintura de Joe con sus piernas. Tiró de sus pezones en respuesta, prendiéndose de ellos mientras la embestía una y otra vez, más y más profundo, de nuevo y otra vez. El sonido de carne chocando con carne llenó sus oídos, encendiendo más su deseo.

–Penétrame más duro –dijo sin aliento, apretando sus caderas hacia él.

Joe apretó la mandíbula mientras le daba lo que quería. Dejó sus senos, deslizó las manos entre sus cuerpos unidos para agarrar su trasero, y golpeó su carne húmeda con una serie de embates profundos y sin piedad.

–Ay, Dios.

__________ cerró los ojos y se aferró para una cabalgata dura, sus piernas envolviéndolo firmemente por la cintura, dándole la posibilidad de penetrarla profundamente. Podía oír los sonidos de su carne chupando su pene hacia adentro de su cuerpo cada vez que se enterraba hasta el límite de lo posible.

–Dios Santo –Joe embistió su vagina, duro, profundo, sin importarle nada más que la sensación de su carne envolviéndolo. Se hundió en ella una y otra vez, entregándose vorazmente al placer de su cuerpo. Se sintió como un animal territorial, primitivo, incapaz de tener un pensamiento coherente. Todo lo que podía hacer era sentir sentir a esta mujer, sentir la vulva que lo obsesionaba poseer y penetrar– __________.

Y luego se derramó dentro de ella, leche caliente chorreándose dentro del cuerpo de la mujer que quería marcar, la conchita que quería penetrar y nunca pensó que tendría una oportunidad de penetrar. Sus músculos se amontonaron, todo su cuerpo se tensó, mientras cerraba los ojos y bombeaba tanta leche dentro de ella como para avergonzar a tres hombres.

Respirando con dificultad, Joe miró a __________ a la cara mientras estaba suspendido sobre ella. Ella sonreía soñadora, como lo haría una mujer a la que habían tomado bien y duro, y en ese momento se sintió más posesivo de su dulce vulva de lo que tenía derecho.
Cayó sobre ella, repleto y exhausto, luego de que el orgasmo más feroz de su vida lo dejara casi inconsciente. Encontró la fuerza suficiente para levantar la cabeza y sorber de sus labios antes de rodar hacia abajo y arrastrar su cuerpo al lado del de ella.

Cualquiera podía pasar caminando por la playa y encontrarlos allí, lo sabía. Pero estaba cansado, tan increíblemente cansado.
Y luego se correria, sacudiéndose alrededor de su pene, con la espalda arqueada mientras él se
hundía repetidamente en ella. Gritó su orgasmo, envolviéndolo más fuerte por la cintura con sus
piernas, presionando sobre su clítoris, lo que la hizo gritar más fuerte.

–¡AY… DIOS!

La oscura cabeza de Joe descansó sobre los senos de __________, mientras sus párpados pesados se
cerraban. Mientras caía en un sueño humeante se le ocurrió en algún lugar de su nebulosa
semiconsciente que ella podría tratar de dejarlo, podría haberse ido cuando se despertara.

Instintivamente, inevitablemente, la mano de Joe encontró su carne inflamada. Lanzó dos dedos
profundamente dentro de su vagina, trabándolos, y se durmió profundamente.

Joe se despertó al sentir su pene dolorosamente erecto desapareciendo en las profundidades de la garganta de __________. Sus labios carnosos devoraban todo su largo, luego resurgían para juguetear con su extremadamente sensible cabeza. Él gimió, agarrándola de su cabello rojo. Apretó la quijada cuando ella hizo un «Mmmm» de apreciación y sus labios se deslizaron hacia arriba y hacia abajo por su pene.

Le pasó la lengua por todo su largo como a un chupetín, cerró los ojos y se lo chupó como si fuera su placer favorito.

–Mmmmmmmmmmmm –con movimientos mas rapidos imitando la penetracion profunda que el habia echo antes en ella.

–Por Dios –Joe apretó los dientes, incapaz de soportar un minuto más. Con un gemido ronco, se acabó en su boca.
Volvió a estremecerse cuando vio que sus labios y lengua lengüeteaban todo su jugo, luego chupaban del pequeño orificio de su sensible cabeza para asegurarse de que no había dejado nada. Se quedó sin aliento, cerrando los ojos mientras su pecho subía y bajaba.

Cuando su respiración se normalizó y pudo abrir los ojos nuevamente, lo primero que notó fue que el sol se había puesto en el horizonte y había caído la noche. La segunda cosa que notó, y la mejor de las dos, fue que una hermosa vulva pelada bajaba hacia su boca.

Las uñas rojo sangre de __________ separaron los labios de su conchita, lo que sirvió para que su pequeño capullo de rosa de clítoris sobresalga aún más.

–Chúpamela, Joe –murmuró con ese acento americano, humeante y arrastrado– me encanta la forma en que comes conchitas

No había tiempo para una respuesta, porque su vulva húmeda había encontrado sus labios y su lengua se había disparado para lamer su vulva y enrollarse a su alrededor. Se llevó el sensible pedazo de carne a la boca y comenzó a chupar de él con sorbos largos y narcotizantes.

–Joe…

__________ comenzó a cabalgar en su cara con movimientos lentos y ondulantes, como si hubiera estado montando su pene. Su cabeza cayó hacia atrás, su pelo desatado cayendo sobre su estómago como una cascada, mientras ella gemía en la noche y lo montaba. Cada vez que sus caderas volvían a subir en su movimiento circular, los labios y la lengua succionadora de Joe tiraban de su clítoris. Ella gimió, sus pezones sobresaliendo como dagas mientras llegaba al orgasmo.

Joe gimió con apreciación, mientras sus manos alcanzaban su trasero para sostenerlo y amasarlo. __________ comenzó a cabalgar sobre su boca más rápido a medida que él masajeaba sus globos mellizos, con su carne empapada presionando contra su tibia boca.

–Dios, sí.

Joe comenzó a succionar duro de su clítoris, tirando de ella sin descanso, forzándola a quedarse sin aliento y gemir, a ondularse sobre él en un frenesí de excitación. Podía sentir su cuerpo temblar y endurecerse a la vez, haciéndole saber que se estaba acabando. Chupó más duro, sin ofrecerle piedad, queriendo que pensara en él y solo en él cuando necesitara acabarse.

–Joe…

__________ expulsó su nombre con un gemido primitivo, mientras sus caderas empujaban enloquecidas, y su vulva empapaba su cara de rocío. Sus pezones se endurecieron hasta un límite imposible mientras su carne se convulsionaba alrededor de su boca y la sangre se arrebataba para acalorar su cara.

Jadeando pesadamente, __________ apretó su palpitante vagina una vez más contra la boca de Joe, luego la deslizó por sus labios, por su mentón, resbalando hacia su pecho. Él sacó su lengua, lamiéndola una vez desde su orificio hasta su clítoris mientras su carne empapada bajaba deslizándose de su cara.

–Mmmm –__________ le sonrió mientras se acomodaba sobre su pecho– eso fue genial

Los ojos de Joe miraron los pezones distendidos suspendidos sobre su línea de visión. Alcanzó y
levantó sus senos con las manos, tirando de sus pezones de una forma que sabía que le gustaba.

–Tengo algo más que quiero que montes –murmuró.

__________ sonrió, sabiendo que su masculinidad erecta estaba tocándola, queriendo entrar.

–Tendré que pensarlo –bromeó.

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