miércoles, 24 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 20

La blanca neblina del pánico comenzó a abandonar la mente de _____________ mientras procesaba sus palabras. Nick la había salvado porque esa era su forma de ser. Bien por instinto o bien por caballerosidad. Si estuviera compinchado con Reggie para matarla, no se habría tomado tanto tiempo. No parecía ser el estilo de Nick.
Vale, quizá no fuera el socio de Reggie, pero todavía había algo que la inquietaba. Algo que no cuadraba.
—¿El hecho de que me ayudaras en Lafayette no tuvo nada que ver con salir en mi programa?
Apoyándose sobre los codos que ahora enmarcaban la cara de _____________, él sacudió la cabeza.
—Me importa un bledo la televisión. Francamente, te salvé porque tenía que hacerlo. Es mi trabajo. Pero también lo hice porque quería tocarte desde la primera vez que hablé contigo en el chat. Sentí que había un vínculo entre nosotros. —Le besó suavemente la línea de la barbilla—. Sentí tu inocencia, tu curiosidad y tu incertidumbre. La primera vez que te vi en el café me sentí noqueado. Tú y tu excitante reticencia me hicieron desearte tanto que no podía respirar. A los cinco minutos de conocerte ya estaba buscando la manera de tocarte, de acostarme contigo. Todavía te deseo.
El pulso de _____________ dio un salto como si acabara de encontrar un trampolín. El acababa de poner las cartas sobre la mesa. Un estremecimiento la atravesó, y las palabras y los pensamientos se atropellaron uno tras otro. Sí. No. Quería. No quería. Tragó sin saber qué decir.
—Y tú también me deseas.
Sus palabras, tan arrogantes como él mismo, la sobresaltaron. Pero no las podía negar. Por supuesto que deseaba a Nick, incluso aunque él siguiera aprisionándola contra la cama. La pregunta decididamente sexual que asomaba a sus ojos color chocolate le endureció los pezones. Sintió que se mojaba de nuevo.
Nick le depositó un beso en la frente, otro en la mandíbula.
—Sabes que no voy a hacerte daño, ¿verdad?
Lentamente, ella asintió con la cabeza.
—Tie... tienes razón.
—Y respecto a tu amigo Reggie. Puede que sea él, o puede que no. Hasta que sepamos la verdad, no des nada por sentado.
_____________ sacudió la cabeza.
—Pero es que a él le gusta mucho la fotografía. No conozco a nadie más que...
—Lo entiendo. Pero es mejor esperar. Joe seguirá investigando. Por ahora, creo que lo mejor será que no hables con Reggie hasta que no sepamos nada más. ¿Has intentado ponerte en contacto con él?
—Lo intenté ayer. Pero aquí no tengo cobertura.
—No. —Nick negó con la cabeza—. Desde aquí es imposible hablar por el móvil. ¿Denunciará tu desaparición si no le llamas por teléfono?
—Por ahora no, supongo que esperará unos días.
—Esperemos que para entonces ya lo hayan detenido. Mientras tanto no supongas lo peor. Es cierto que parece que las cosas no pintan bien para Reggie, pero no hay nada seguro. E incluso aunque él fuera culpable, sabes que aquí no te encontrará, ¿verdad?
Donde quiera que fuera «aquí».
—Sí.
—Y además, aquí estoy yo para protegerte.
—¿Por qué? —¿Por qué iba él a correr ese riesgo por ella?—. No tienes por qué hacerlo.
—Yo creo que sí. —Le acarició el cuello con la nariz, y le mordisqueó el lóbulo mientras su cálido aliento le rozaba la oreja—. Además, contigo, se trata de algo más que de protegerte.
_____________ se estremeció. Se percató de que los dedos de Nick se deslizaban por sus brazos para rodearle las muñecas de nuevo, con sus piernas presionando las de ella. Una corriente cálida se deslizó entre sus cuerpos, y sintió la erección de Nick, gruesa, larga, insistente.
—No dejas de sorprenderme —susurró él—. Eres lo suficientemente lista para llevarle la delantera a un psicópata peligroso y decidido. Lo suficientemente dulce para convertirme en un adicto a ti. Lo suficientemente terca para desafiarme. Tan fuerte como para triunfar en la tele, un medio difícil donde abrirse camino.
El cumplido más agradable que _____________ había recibido de Andrew era el de ser una mujer arrebatadora. Perfecta para lucir los vestidos. Sin embargo, las palabras de Nick cayeron sobre ella como si fuera dulce caramelo caliente sobre un helado, recubriendo sus miedos con algo tranquilizador y maravilloso.
A un hombre que quisiera hacerle daño no le importaría que ella fuera lista, dulce, terca o fuerte. Es más, ni siquiera se habría fijado en ella. En la mujer que verdaderamente era.
Nick la cautivaba, haciendo que se derritiera lentamente. Con la presión de sus caderas contra su sexo, _____________ sintió que se derretía aún más. Una llamarada de deseo ardió y se extendió por su cuerpo. Con una profunda inspiración, se sintió
envuelta por el olor de Nick. Olía a cuero, hombre, a cipreses y misterio. El deseo —y el
dolor— la recorrieron y la hicieron arquearse contra su cuerpo.
—No sólo me sorprendes, me dejas perplejo —murmuró contra su piel, fingiendo no notar cómo se
tensaba contra él—. Asumiste un enorme riesgo al iniciar un programa de televisión que anima a
la gente a explorar su sexualidad, sea la que sea. Pero dudas en explorar la tuya propia. ¿Por
qué?
—Lo hice. Pero no estoy segura de querer ser esposada... o sometida...
—¿Atada a mi cama? A ti te gusta estar a mi merced
—¡No quiero que sea así! No es normal.
—Es perfectamente «normal», no a todo el mundo le gusta el sexo vainilla*. No eres una salida
por eso, cher.
—Lo soy. ¡Y no quiero serlo!



* En el argot de la cultura de Dominación y Sumisión, se denomina vainilla a las personas que
practican exclusivamente el sexo tradicional, y que no sienten deseos de experimentar nuevas
sensaciones. (N de las T)

Antes de Nick, nunca había estado con un hombre capaz de provocarle múltiples orgasmos. Y no sólo
los había tenido porque él la hubiera atado y llenado la cabeza con pervertidas sugerencias de
sumisión y otras sucias acciones que ella sólo había vivido en su imaginación. No importaba la
forma en que la tocara, ese hombre era tan irresistible que le hacía perder la cabeza. El placer
que le daba no tenía nada que ver con someterse a él.
—Sé que deseas ser como eres. —Le tocó suavemente un mechón del fogoso pelo rojizo que le
enmarcaba el rostro—. Y si me dejaras, podría demostrártelo. Tus deseos no son sólo
perfectamente normales, sino completamente maravillosos.
—Estás loco.
—Y tu escondes la cabeza como un avestruz y te niegas a ti misma lo que quieres, te niegas a ser
quien eres de verdad —gruñó él, apretando la boca con frustración.
_____________ negó con la cabeza. «No. Mil veces no».
Pero temía que él estuviera en lo cierto. Algo en lo más profundo de su ser revivía con sus
palabras. Todo estaba allí: esperanza, necesidad, excitación; todo lo que había intentado negar y
expulsar de su cabeza. Una parte de ella —la mayor parte en realidad— quería aceptar todo lo
que él le ofrecía.
—¿Por qué huyes de ti misma?
Las desagradables calumnias de Andrew volvieron a la mente de _____________, socavando de repente su
confianza en sí misma. «Eres una depravada. ¡Sólo una puta quiere eso!»
Cuando la tensión invadió su cuerpo, Nick le sostuvo las muñecas con una mano y deslizó la otra
por su nalga desnuda. El calor de la palma de la mano de Nick contra su piel fría la trajo de
vuelta al presente. De regreso al hecho de que Nick estaba tendido encima de ella, con su enorme y
duro cuerpo cubriéndola por completo.
—¿Por qué tiene que ser como tú dices? —lo desafió ella—. ¿Por qué tienes que tener
razón?
—Puedo esposarte a esta cama —murmuró él—. Conseguir tu sumisión, follarte durante toda la
noche y hacer que te corras media docena de veces.
El deseo espoleó su vientre como una espada ardiente al escuchar esas palabras terribles y
provocativas. _____________ cerró los ojos, apretó los dientes e, ignorando la humedad de su sexo,
negó con la cabeza.
—Lo único que quiero es que te quites de encima.
Se retorció, intentando salir de debajo de su cuerpo, pero Nick no se movió.
—Puedo sentir cómo tus pezones se me clavan en el tórax y cómo tu sexo se humedece dulcemente
para mí. Tengo razón y lo sabes.
—¡Mira que eres cabezota! Quizá sólo quiera ser tocada, poseída, de una manera normal.
Él arqueó una ceja oscura.
—¿Crees que quieres sexo vainilla?
—Sexo tradicional —corrigió ella—. Y sí, estoy segura de que eso es lo que quiero.
Nick vaciló, su oscura mirada le escudriñó la cara. Su incredulidad casi acabó con la compostura
de _____________.
—Hay algo entre nosotros. Química. No lo puedo negar —farfulló ella—. Sólo creo que
encontraríamos placer juntos sin cuerdas ni órdenes.
Mirándola fijamente, Nick pareció sopesar las posibilidades. Con rapidez, llegó a una
conclusión. Sonrió.
Al instante, ella desconfió de esa amplia y blanca sonrisa cajún.
—Como quieras —ronroneó él—. Será vainilla para ti, cher.
Su capitulación había sido demasiado fácil. Ahora sí que no confiaba en él.
— ¿Qué quieres decir?
—Oui. Nada más que besos, tiernas caricias, y la típica postura del misionero.
Nick lo hacía sonar como algo aburrido, maldita sea, y no lo era. No sería así entre ellos. Sin
embargo, sentía que una extraña puñalada de decepción le atenazaba el vientre ante la rápida
aceptación de él.
Caramba, debería sentir lo contrario. Había ganado, ¿no? Debería estar emocionada.
—Gracias —murmuró _____________.
Él se encogió de hombros y le dirigió una irónica sonrisa.
—Sólo quiero complacerte.
Ignorando la inquietud que crecía en su interior, ella le sonrió a Nick cuando le liberó las
muñecas y movió las piernas para permitirle un poco más de libertad de movimientos. Nick relajó
la espalda y aunque siguió encima de ella, apoyó el peso en los codos a ambos lados de su cabeza.
Nick deslizó gentilmente los pulgares por las mejillas de _____________ y bajó la boca hasta la de
ella. Con suavidad, como un aleteo, sus labios se rozaron con los de ella sin dar ni pedir nada a
cambio. Un simple roce, una dulce y suave presión de los labios, un intercambio de alientos.
_____________ cerró los ojos e intentó hundirse en el sensible ritmo del beso, era fluido,
tranquilo y seductor.
Muy agradable. Maravilloso incluso. Pero _____________ quería más. Mucho más.
Se necesitaban dos para bailar el tango, así que ella tendría que tomar la iniciativa.
Estirándose para coger la cabeza de Nick, enterró los dedos entre los cortos mechones de su pelo y
apretó sus labios contra los de él. Nick le dio más... presión, acceso, pasión. Ella soltó un
profundo gemido.
El beso se hizo eterno, interminable. Un dulce intercambio de suspiros, un suave roce de lenguas, la
entrega total de sus sentidos a ese hombre que la fascinaba. No podía esperar a acercarse más a
él, a tocarle... pero no era una sensación exactamente sexual.
Fueron transcurriendo los minutos. En silencio, Nick no hizo nada más que besarla, deslizando la
palma de la mano por su mejilla, por su hombro. En el interior de _____________ comenzó a formarse
un suave crescendo. Algo que le exigía mucho más. De nuevo _____________ tomó la iniciativa.
Empujando a Nick a un lado, le mordió la mandíbula, luego se apartó para desanudarse el cinturón
de la bata, quitársela y lanzarla a un lado. Aterrizó en un montoncito en el suelo.
Debajo, _____________ llevaba la picara lencería color burdeos con un diseño que revelaba sus
pezones y su sexo. ¿Qué pensaría Nick?
Ante su gruñido de lujuria, se sintió poseída por una imagen mental. Lo imaginó invadido por una
urgente necesidad que lo impulsaba a inmovilizarla, a agarrarle firmemente los muslos,
abriéndoselos tanto como podía, mientras él penetraba profundamente en ella con mucha pasión y
poca piedad.
¡No! No, aquello era sexo tradicional.
Temblorosa ante sus caprichosos pensamientos, le dirigió una mirada llena de incertidumbre. Nick
contenía el aliento y sus ojos ardían con un fuego abrasador.
—Eres muy hermosa, cher. —Le acarició la curva del seno con el dorso de los dedos, jugueteando
con el ribete del sujetador que rodeaba su pezón.
— ¿Te gusta?
—Muchísimo. —Él se inclinó para depositarle un dulce beso en el hombro.
_____________ frunció el ceño.
—No me tocas.
Nick sabía lo que ella quería. Tenía que saberlo. La habilidad de leer en su cuerpo era una de
las cualidades de Nick que encontraba prácticamente irresistible. Aparte de rudo, podía ser
encantador, atrevido, divertido, o tierno cuando quería. Siempre sabía cómo excitarla.
—¿Cómo quieres que te toque?
—Nada de juegos —murmuró ella.
—No. Quiero tu felicidad. Sólo quiero asegurarme de que te doy lo que necesitas.
—Sólo... tócame. Haz el amor conmigo. Ya sabes.
Él sonrió ampliamente.
—Lo que yo sé y lo que tú quieres no tiene por qué coincidir. Estoy pisando un terreno poco
familiar. No he tenido sexo... tradicional desde hace años. Y jamás contigo. Tendrás que echarme
una mano.
_____________ cruzó los brazos sobre el pecho.
—Estás siendo muy poco colaborador.
—No estoy de acuerdo —la molestia matizaba su voz—. Dime qué quieres, y te lo daré.
—Tócame, bésame... haz cualquier cosa que harías normalmente salvo atarme, someterme o
provocarme dolor.
Nick miró el techo; parecía estar considerando cuidadosamente sus palabras.
—Eso me da bastante donde elegir. Lo intentaré.
Apaciguada por su aparente voluntad de colaborar, _____________ se inclinó hacia delante y se
deshizo de la camiseta de Nick, revelando los duros músculos de sus pectorales y sus abdominales
firmes y definidos cubiertos por la suave piel dorada. Incapaz de resistirse, _____________ le
lamió una tetilla con la lengua y, atrapándola entre los dientes, tironeó de ella.
A él se le cortó la respiración, y ella sonrió al ver la erección que le abultaba los vaqueros.
Pero cuando retrocedió para evaluar su reacción, él la miraba con expresión interrogativa.
—Me encanta cuando me lo haces tú —dijo ella en respuesta.
Asintiendo con la cabeza, Nick extendió la mano y tomó un pezón entre el pulgar y el dedo
índice. Una espiral de sensaciones se abrió paso desde el seno al vientre de _____________. Cuando
él lo repitió en el otro pecho, obtuvo los mismos resultados.
Ahora, las duras cimas de sus pechos exigían su atención.
—Nick —le rogó.
Sin decir nada, él cerró la boca sobre un pezón, dibujando círculos con la lengua. Lo succionó
y después lo soltó para repetir lo mismo en el otro pecho. Un estremecimiento de placer atravesó
a _____________. Sí, lo deseaba. Nick conseguía que lo deseara con la misma locura de siempre.
Bueno, no como siempre. Era más... lento. Pero eso estaba bien. Cuánto más lento más descomunal
sería el clímax, ¿no? Un poco de lentitud no vendría mal.
Pero _____________ se sentía aislada, Nick no hablaba con ella.
Frunciendo el ceño, se inclinó para besar la línea que dividía en dos el abdomen de Nick y se
dirigió directa hacia la bragueta. Él no hizo ningún ruido, ni siquiera gimió en señal de
protesta cuando ella le abrió la cremallera y le bajó los vaqueros por las caderas para luego
dejarlos caer al suelo.
_____________ sí que gimió. Nick tenía un cuerpo increíble. Era un dios del sexo hecho hombre, y
sólo suyo.
Una vez que le hubo quitado la ropa, Nick le correspondió, bajándole las tiras de sujetador por
los hombros, luego se lo desabrochó. Le plantó unos besitos hambrientos en el vientre mientras se
deshacía del tanga de encaje y lo lanzaba al otro extremo de la habitación.
Por fin, estaban los dos gloriosamente desnudos. Ahora iba a comenzar el verdadero placer.
Nick la besó una vez más, deslizando un dedo por el valle entre sus pechos, y luego sobre un
pezón. Un estremecimiento le recorrió el pecho. _____________ se arqueó ante sus caricias. Sentir
los dedos de Nick sobre su piel era placentero. Pero quería... más.
Inclinándose sobre _____________, Nick capturó con la boca la cima del otro pecho y lo lamió
suavemente mientras le deslizaba la palma de la mano por el abdomen. Se detuvo antes de llegar a su
sexo; aparentemente se contentaba con acariciarle la curva de la cintura y la redondez de las
caderas.
No era posible que eso lo satisficiera. ¿Qué le pasaba? ¿Y ese mutismo? A _____________ no le
gustaba. No se sentía en sintonía con él, no tenía ni idea de lo que él quería, de lo que
pensaba, temía comunicarle sus necesidades en medio de ese agobiante silencio.
Frustrada, _____________ estiró la mano entre los dos para agarrar su miembro. Estaba duro, siempre
estaba duro y le llenaba la mano. Le dio un pequeño apretón y le frotó con el pulgar el glande
seco y sensible.
Él cerró los ojos y los puños. Pero no dijo nada. No hizo nada más.
Así que ella continuó, lo acarició con la mano, subiendo y bajando por la gruesa erección. Ésta
aumentó y se endureció todavía más. Deslizó de nuevo el pulgar por el glande y comprobó que
todavía estaba seco. Normalmente, la punta de su pene lloraba de necesidad desde el instante en que
ella lo tocaba.
Mordiéndose el labio, _____________ ideó un plan de contraataque.
Lo hizo tenderse sobre su espalda. Dejó un reguero de besos sobre su piel, se dirigió a las
tetillas para chuparlas y pellizcarlas otra vez y bajó por su abdomen, que se tensó bajo sus
labios, hasta su miembro. Tomó el apéndice con una mano, rodando la lengua por el glande color
púrpura, recorriendo las gruesas venas que decoraban el pene con los dedos, y deslizando luego la
palma de la mano para ahuecar los testículos.
Nick se tensó, casi gimió en silencio, y cerró los ojos.
¿Qué diablos estaba pensando él? ¿Qué quería? _____________ se preguntó, dada la falta de
compenetración, si a Nick le importaría que ella abandonara la cama y se fuera a la cocina.
—¿Te gusta? —preguntó contra la tensa erección.
—Hum. —Él asintió con la cabeza.
Luego él le respondió volviendo a tomar un pezón en la boca para darle un suave tirón con los
labios. Era agradable, pero nada trascendental. No era lo que Nick le provocaba normalmente.
Cuando _____________ iba a agarrarle por la nuca para obligarle a aumentar la presión de la
caricia, Nick rodó sobre ella y le deslizó los dedos por el sexo. Ella estaba húmeda, pero no
demasiado.
Suavemente le rozó el clítoris, luego deslizó los dedos con lentitud entre los pliegues.
Era agradable. No podía negar que su contacto la hacía derretirse. Pero nada más, no le hacía
perder la cabeza ni se le encogía los dedos de los pies. ¿Por qué?
Los dedos de Nick juguetearon en su interior, con el pulgar concentrado en el botón sensible de su
sexo. El deseo aumentó un grado más cuando pensó en las manos de Nick dentro de su rajita. A él
le gustaba usar esa palabra. Y cuando se la decía en la cama, una parte de su mente se revolvía
contra esa crudeza, pero... en verdad la excitaba.
—¿Estoy mojada? —preguntó ella.
—Sí.
—¿Dónde? —le preguntó tímidamente, deseando que él hablara con esa voz ronca que despertaba
su sexualidad como en una salvaje noche de lujuria.
—Shhh...
Luego él cerró los ojos, dejándola al margen otra vez. Al menos ella se sentía así, a pesar de
que tenía los dedos de Nick jugueteando en el interior de su sexo y su pulgar rozándole el
clítoris.
Bajo esa estimulación, se mojó un poco más. Su cuerpo latió en algunos lugares. Por lo general,
su misma piel clamaba a gritos por Nick, todo lo de él la invadía, la conducía hasta la cumbre de
la necesidad y el placer para hacerla caer en picado. Ahora, ella quería algo —cualquier maldita
cosa— más intenso. Algo que la hiciera estar profundamente compenetrada con él.
—Háblame —lloriqueó _____________ .
—Eres preciosa y maravillosa —murmuró él.
— ¿Qué quieres?
—Complacerte. —Le volvió a rozar el clítoris con el pulgar—. ¿Esto te gusta?
_____________ no contestó, no sabía qué decir. Se sentía bien, pero no tan bien como Nick la
hacía sentir normalmente. De hecho, tenía la alarmante impresión de que era como aquellas veces
que había hecho el amor con Sean, Brent o Andrew. Bueno, pero no "genial”.
Él abrió los ojos y la miró con una mirada cálida y desafiante.
— ¿O necesitas algo más?
El muy imbécil la estaba retando, como si supiera que eso no sacudía su mundo como había ocurrido
antes. Y no podía decir que fuera porque no lo intentara. Le había estimulado los pezones y había
seguido penetrándola con los dedos, rozándole el clítoris con la yema del pulgar. El deseo estaba
ahí, pero faltaba algo.
—Que me penetres —susurró _____________ —. Eso es lo que necesito.
—Uno de mis lugares favoritos.
Con una sonrisa, Nick se enfundó en un condón que sacó de la mesilla de noche, luego se colocó
sobre ella, cubriéndole la boca con un beso húmedo y cálido. Un nuevo estremecimiento de placer
surcó el vientre de _____________ cuando Nick buscó su entrada.
Con una suave estocada, Nick se introdujo en ella, deslizándose hasta el fondo de su canal,
llenándola por completo. _____________ jadeó cuando la longitud y el grosor de la erección
acariciaron las sensibles terminaciones nerviosas de su interior.
Él se retiró, saliéndose hasta la punta, luego se introdujo lentamente de nuevo. Sí, era
agradable. Celestial. El deseo aumentó poco a poco otro grado.
¿Estaba él disfrutando? ¿Estaba sintiendo placer? _____________ deseaba que dijera algo, que
gimiera... lo que fuera para saber qué sentía.
Silencio.
Dentro, fuera, dentro, fuera con lentas y suaves embestidas. La excitación iba en aumento. Ella se
aferró a él mientras la presión y la necesidad la invadían. Se arqueaba ansiosa al encuentro de
cada envite.
Genial. Pero, maldita sea, deseaba que él dijera algo. Normalmente lo sentía hincharse en su
interior, lo veía luchar para mantener el control mientras su cuerpo se tensaba y el sudor le
resbalaba por las sienes. Hoy, sólo había suaves estocadas para llevarla a un dulce clímax.
¿Por qué Nick no decía nada? _____________ se había sentido más compenetrada con el vibrador
que se había comprado a regañadientes.
Apartó ese pensamiento de su mente y se aferró a los duros músculos de la espalda de Nick, luego
le deslizó las manos hasta el trasero y lo agarró con fuerza para que la penetrara con más
profundidad, intentando convertir el ritmo de la carne que la invadía en algo urgente y profundo.
Casi... casi estaba llegando. Pero no aún. Dejó salir un gemido de frustración que él se tragó
con un beso.
—Nick —jadeó—. Nick.
—¿Necesitas correrte?
—Por favor —gimió ella, clavándole las uñas en el trasero.
Doblando las rodillas, él le abrió más las piernas y, apoyándose en los codos, cambió el
ángulo de las embestidas. El grueso glande se rozó contra ese sensible lugar de su interior.
Necesitaba que se clavara en ella, la excitación se centraba justo en su clítoris. Uno o dos
envites deberían de haber sido suficientes para llegar al orgasmo. Pero aún no lo conseguía.
Nick buscó sus pezones y se los acarició con suavidad, incrementando las agudas sensaciones que la
inundaban. Mientras, el pene erecto continuaba frotando y presionando ese sensible lugar, ella lo
aferró con más fuerza. La presión seguía creciendo en el interior de _____________ , un latido
comenzó a resonar en su cabeza. «Ahora, ahora, ahora», se exigía a sí misma.
Pero nada. No lo lograba.
Luego, Nick dijo las palabras mágicas.
—Córrete, cariño.
Ella se dejó llevar, el nudo de tensión se incrementó, brilló tenuemente y luego se disipó. No
fue una violenta y rápida explosión. Fue un suave clímax, una liberación rápida. Por encima de
ella, él se tensó y gimió suavemente en su oído.
Había sido un clímax y un anticlímax al mismo tiempo. Mejor que cualquiera que hubiera logrado
antes con un amante, sí. Pero no había sido ni abrasador, ni arrebatador. No había habido fuegos
artificiales como en las veces anteriores.
Maldita sea, quería llorar. Cerró los puños sobre las sábanas arrugadas hasta que desapareció
toda la tensión y se disipó la lava de la lujuria y la frustración. Hasta que sintió la mente y
el cuerpo laxos y saciados.
¿Qué demonios le pasaba?
Nick se retiró, se deshizo del condón, luego se reunió de nuevo con ella, y le cogió la mano.
— ¿Te ha gustado este sexo tradicional, cher?
Demasiado rápido para su gusto. _____________ recordó que Nick le había dicho que el sexo
tradicional no le iba. Él solo había accedido a ello para probárselo. Y ella lo había sabido
desde el principio, aunque se había negado a aceptarlo. Quizá... quizá él tenía razón.
— ¿Te ha gustado? —insistió él.
_____________ suspiró. Había llegado el momento de tomar una decisión: o seguía huyendo y
negando lo que más deseaba o aceptaba que someterse, al menos a Nick, era algo que necesitaba más
que el sexo tradicional.
Aspiró entrecortadamente y contuvo las cálidas lágrimas. La oscura mirada de Nick era tierna y
comprensiva, y ardía con un explícito deseo.
_____________ sabía qué respuesta debía darle. Sabía que no tenía alternativa.
—Por favor, llévame a tu cuarto de juegos y tómame como quieras —tragó saliva—, señor.
Nick se quedó inmóvil, totalmente estupefacto. La sorpresa, el alivio, el júbilo, y algo parecido
a la miel, cálida y dulce, se extendió por su pecho llenándolo de una emoción a la que no estaba
acostumbrado. A pesar de ello, guardó silencio.
A _____________ se le llenaron los ojos de lágrimas. Le temblaba la barbilla.
Suspirando, Nick se contuvo para no cogerla en sus brazos y salir corriendo pasillo abajo para
encerrarla tras la puerta de su cuarto de juegos. Aunque le costó un gran esfuerzo. Aún no estaba
seguro de que ese mediocre polvo vainilla hubiera convencido a _____________ de que había nacido
para ser una sumisa. Se sentía culpable por algo que él no comprendía. Y ella no sería feliz
hasta que no lo resolviera.
Como tenía intención de hacerla suya —mataría con sumo gusto a Brandon o a cualquier otro hijo
de perra que pensara que ella le pertenecía—, Nick creía que sería mejor llegar ahora al quid
de la cuestión. Quería que, desde este mismo momento, ella empezara a reconocerlo como su amo, su
amante, el hombre a quien confiar su seguridad.
Nick se inclinó hacia delante y la besó en la frente.
—¿Por qué?
Ella tardó en contestar. Se sentó en la cama, dobló las piernas hasta el pecho desnudo y apoyó
la frente en las rodillas. Él no la presionó, no la tocó, sólo esperó.
Al fin, ella levantó la mirada empañada hacia él, demostrando que había estado llorando en
silencio.
—Me dijiste que no me sentiría satisfecha con sexo vainilla. No quería creerte, pero creo que
acabas de demostrarlo.
Maldición. _____________ acababa de admitir dos cosas que tendría que tratar con sumo cuidado. La
primera era fácil, así que empezó por la segunda.
— ¿Cómo lo he demostrado?
Ella arqueó las cejas y luego frunció el ceño como cuestionando la cordura de Nick.

— ¿Acaso lo que acabamosos de hacer ha sido para quitarse el sombrero?
Él sonrió, intentando mantener el tono ligero.
—No lo llevaba puesto.
A _____________ no le hizo gracia.
— ¿Así que ahora te parece gracioso?
—No, cher —la tranquilizó—. No fue para quitarse el sombrero, pero tampoco lo esperaba.
Acepté hace mucho tiempo que a mí no me gusta nada la vainilla, ni siquiera en helado. Dime cómo
ha sido para ti.
Era una orden sutil. _____________ vaciló, luchando consigo misma. Finalmente se rindió.
—Lo que hemos hecho estuvo bien. Fue agradable, como ir de picnic. Me gustó un poco más de lo
que me suele gustar el sexo. —Las lágrimas anegaron sus ojos, y su mirada azul reflejó su
confusión—. No lo esperaba. Esperaba más... una palabra, una orden... alguna indicación de lo
que querías, de lo que sentías. Algo que nos hiciera compenetrarnos. Algo más intenso.
El alivio y el júbilo inundaron a Nick. Cuando había accedido a mantener relaciones sexuales sin
dominación, había esperado que esa fuera la respuesta de _____________ . Pero no había estado
completamente seguro. Ella estaba resultando ser todo lo que él había creído. Durante años
había deseado encontrar a una mujer como ella. Aun así, tenía que ir con mucho tiento.
—¿Tus experiencias sexuales pasadas no fueron satisfactorias?
Ella le dirigió una mirada vagamente culpable.
—No... yo... No.
Ah. Eso lo decía todo. Podría haberla regañado por creer que a ella le gustaba el sexo simple,
pero _____________ tenía que descubrirlo por sí sola. Una de las cosas que más le gustaba de
ella era cómo se aferraba a su fuerza de voluntad y a su determinación, incluso si al final
llegaba a esa frustrante conclusión.
— ¿Por qué pensabas que sería diferente conmigo?
_____________ encogió un hombro sin demasiado entusiasmo.
—Tú me gustas más que cualquier otro. Y, simplemente, pensé que eras tú. Que sería diferente
contigo. Antes de conocerte, alcanzaba el orgasmo en muy raras ocasiones. Si ésta hubiera sido
nuestra primera vez, me habría sentido eufórica por lo que acaba de ocurrir. Salvo que ya sé lo
explosivos que podemos llegar a ser cuando...
— ¿Te someto? —la apremió.
—Sí. —Ella se sonrojó—. No sólo me excita estar contigo, sino la manera exigente con la que
me tratas. Eres capaz de leer en mi cuerpo y en mi alma. Haces que tenga un montón de fantasías
hasta que estoy tan excitada que...
Nick se obligó a contener la sonrisa de «ya te lo dije» que amenazaba con cruzarle la cara. Era
muy pronto para sonreír. Tenía que asegurarse de que realmente había llegado hasta ella.
—Eso es porque necesitas que haya otro órgano sexual involucrado: tu cerebro. Eso no es posible
con el sexo convencional. La Dominación y Sumisión puede ser un juego o un estilo de vida, depende
de la seriedad con la que te lo tomes. Lo que sí es indiscutible, es que conecta el cuerpo con la
mente. La promesa del placer puede ser tan excitante como el placer en sí mismo... quizá más, y
lo que antes has descubierto es que tu mente no estaba en sintonía con tu cuerpo.
_____________ vaciló, mordisqueándose ese labio exuberante y pleno que hacía que un hombre lo
mirara fijamente. Luego, la compresión iluminó sus avergonzados ojos azules.
—Sí. Eché de menos la parte mental. Necesitaba saber qué pensabas, oír tu voz urgiéndome a
continuar.
Parecía que por fin empezaba a darse cuenta. Nick sonrió.
— ¿En qué trabaja tu novio?
_____________ frunció el ceño ante esa pregunta tan fuera de lugar. Vaciló.
—Es analista para alguna organización gubernamental. No sé con exactitud a quién o qué
estudia.
Interesante información, Nick se la reservó para más adelante.
— ¿Y cómo es el sexo con él?
Tuvo que apretar los dientes para controlar la voz. Pensar en Brandon tocando a _____________ ...
Brandon podía ser más alto que él, pero en el ejército, Nick le había pateado el trasero en
más de una ocasión. Y estaba tentado de volver a hacerlo.
_____________ negó con la cabeza, los ardientes cabellos rojos le cayeron sobre los hombros
pálidos. Bajó las pestañas, ocultando la expresión de sus ojos.
—Nunca lo hemos hecho.
«Nunca». Nick exhaló, asombrado. ¿Se había tirado a _____________ antes que su novio? Sí, la
dulce venganza era cada vez más dulce. Pero las emociones que recorrían a Nick tenían que ver
más con el hecho de que Brandon jamás había tocado a esa mujer que él sentía como suya y sólo
suya, que con la propia venganza. _____________ sería suya, sí. Pero primero, tenía que acabar
esa difícil conversación.
—En realidad, no creo que pensaras que el sexo vainilla fuera a ser mejor conmigo. De hecho lo
esperabas. La pregunta es, ¿por qué? No sé nada del novio que tuviste en la universidad, pero que
eligieras a un jugador de fútbol americano y a un productor de televisión indica que tú, incluso
de manera inconsciente, buscabas a un hombre con poder y dominio. ¿No es cierto?
La boqueada de _____________ le dijo a Nick que había acertado y que la había dejado estupefacta.
—Sí.
— ¿Por qué rompiste el compromiso con el productor?
—Andrew y yo rompimos porque...
A ella le tembló la voz y apartó la mirada con una mueca de disgusto. Definitivamente allí había
gato encerrado. Después de que hubiera llevado a _____________ a la cabaña, la había interrogado
sobre su pasado sexual, y ella se había negado a responder a las preguntas sobre Andrew o por qué
lo habían dejado.
—¿Porque...?
Ella lo miró con esos atormentados ojos azules, y Nick sintió esa mirada como una puñalada en el
vientre. Sí, al final iba a obtener sus respuestas, pero a _____________ le estaba costando un
gran esfuerzo dárselas. Le cogió la mano y se la apretó, esperando que ella comprendiera su mudo
apoyo.
—Hubo bastantes razones. Pero el sexo... no es que nos fuera demasiado bien. No conseguía llegar
al orgasmo con él. —_____________ vaciló y sacudió la cabeza—. Recuerdo que me gustaba su
sentido del humor y su inteligencia, pero cuando me tocaba, era como si pensara que me podía
romper. Siempre era suave y dulce. Y silencioso. No nos compenetrábamos. Apenas sentía nada.
Nick le acunó la cabeza con una mano y le acarició la sedosa maraña de cabellos rojizos. Quería
consolarla, hacerla ver que no corresponder a unas caricias suaves, dulces y silenciosas no la
convertía en una mala persona. Pero no podía interrumpirla. Tenía que quitarse ese peso de
encima.
—Continúa.
_____________ suspiró.
—Me preguntó qué me pasaba, qué tenía que hacer para que las cosas fueran mejor. Confié en
él. Parecía mundano y liberal. Así que le conté algunas de las fantasías que jamás le había
dicho a nadie, esas fantasías... ya sabes. Le dije lo que pensaba acerca de...
—Ser atada, sometida y poseída—. Nick hubiera apostado todo lo que poseía a que sabía qué
iba a decir _____________ a continuación—. ¿Qué te respondió?
Esta vez ella tragó saliva y cerró los ojos con fuerza. Una temblorosa lágrima resbaló por su
mejilla. Nick quiso pegarle a algo. No, a alguien. .. a Andrew.
—Me llamó depravada. Me dijo que sólo una puta querría algo así. Me dijo que no continuaría
la relación a menos que buscara ayuda profesional y que me quitara esos pensamientos de la cabeza.
¿Ayuda profesional? ¿Dónde estaba Andrew en ese momento? No quería patearle el trasero a ese
bastardo, quería matarlo por haber hecho que _____________ llorara y dudara de sí misma.
—Espero que le dijeras cuatro cosas y lo mandaras al infierno —gruñó él.
—No con esas palabras. Le devolví el anillo y le dije que se lo quedara. —Se mordió el labio,
y un brillo de picardía asomó a sus ojos azules—. Creo que le señalé que se consiguiera un
pene de verdad.
Nick rió con alivio. La atrajo hacia él, sentándola en su regazo.
—Buena chica. No hay nada malo en ti, cher. —La miró directamente a los ojos, esperando que lo
creyera—. Andrew es aquí el único que tiene problemas, menudo gilipollas. No le gustó que
pusieses en duda su virilidad, tú eres más fuerte que él, y querías algo de alguien que no era
lo suficientemente hombre para dártelo. No eres una depravada. Necesitas a alguien a quien le
puedas confiar tu seguridad y tu placer, tu mente, tu cuerpo y tu alma. Y eso es lo que te hace tan
maravillosa y perfecta.
_____________ apretó la mandíbula, luchando por contener las lágrimas. Y él no quería que lo
hiciera. Era el momento de desahogarse y llorar de una vez por todas. Después, cuando estuvieran
haciendo el amor, no habría tiempo para lágrimas.
—Dime —la persuadió—, no pasa nada.
—Es que no podía quitarme su voz de la cabeza. —Entonces fue incapaz de contenerse más. Las
lágrimas anegaron sus ojos y resbalaron por sus mejillas, una tras otra. _____________ inspiró
entrecortadamente—. Durante mucho tiempo, seguí oyendo su voz en mi cabeza diciéndome lo
depravada que era. Que no era normal..., que estaba trastornada. Que era una puta.
Si ese imbécil estuviera allí ahora mismo, ni siquiera Dios podría haberlo salvado de la furia de
Nick. Andrew casi había destrozado la sexualidad de esa hermosa mujer para seguir mintiéndose a
sí mismo. Ya trataría con él más tarde. Nick se aseguraría de ello. Ahora, _____________ le
necesitaba.

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