lunes, 22 de agosto de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 17

Entrar corriendo en el dormitorio sería una idea estúpida para alguien que intentaba evitar por todos los medios la tortuosa necesidad de hacer el amor con el hombre que la perseguía.
Conteniendo un gemido de frustración, _____________ pensó a toda velocidad. ¿Dónde diablos podía esconderse en esa cabaña de tres al cuarto? El pantano no era lugar para una chica de ciudad, en especial de noche. No le hacían demasiada gracia ni los caimanes ni las ranas ni cualquier otra cosa que tuviera enormes dientes.
La puerta, la que estaba al final del pasillo. Antes había estado cerrada con llave, pero no recordaba que Nick hubiera echado el cerrojo después de que se marchara Joe. Quizá si conseguía llegar hasta ella, podría encerrarse en la habitación y librarse de Nick. Lo dejaría fuera un buen rato a ver cómo le sentaba. Que se conformara con mirar la cama que casi había ardido en llamas con el calor abrasador de sus cuerpos.
Girándose, _____________ corrió por el pasillo a toda velocidad.
Dios mío, no se podía creer que estuviera huyendo de él, ya se insultaría a sí misma por esa estupidez más tarde. Por el momento, no se le ocurría ninguna otra manera de librarse de la húmeda y cálida seducción de su voz tentándola hasta hacerle perder el juicio. Quería someterla y jugaría duro con ella hasta que le entregara cada gramo de su alma y de su control.
De ninguna manera pensaba darle el gusto.
Con pasos estrepitosos, _____________ logró llegar a la puerta con Nick pisándole los talones. Sus dedos calientes y temblorosos agarraron el frío latón del picaporte, pero él la alcanzó, atrapándola contra la puerta. Su mano se cerró sobre la de ella antes de que pudiera girar el picaporte.
— ¿Estás segura de que quieres entrar ahí? —dijo jadeante contra su cuello.
« ¡Sí! La puerta tiene cerrojo». Si pudiera entrar y poner esa puerta de por medio...
Pero mientras luchaba contra los escalofríos provocados por su cálido aliento y su cercanía, _____________ se percató de repente de que él tenía las llaves para abrir la puerta. ¡Maldita sea!
—No creo que quieras —continuó Nick.
— ¿Es ahí donde guardas los cadáveres? —se burló ella, esperando cabrearle.
Pero él simplemente se rió, con una risa ronca que vibró a través del cuerpo de _____________. Incluso ahora, él desafiaba su comprensión de los hombres en general y de él en particular. Por el amor de Dios, era capaz de enfurecerla e intrigarla a la vez.
—Es muy probable que los prefirieras a la verdad —la advirtió con una suave sonrisa en su voz—. Pero adelante, mira.
Él se estaba burlando de ella. Eso era todo. Intentaba asustarla y ella no estaba dispuesta a permitírselo ni un minuto más.
Usando todo su peso, _____________ se echó hacia atrás, esperando quitárselo de encima para poder abrir la maldita puerta y pasar al otro lado.
Con la risa retumbando en su pecho, Nick sólo retrocedió un paso.
—Entra. Pero no digas que no te lo advertí.
_____________ vaciló. ¿Y si en realidad no estaba jugando con ella? ¿Qué diablos podía esconder allí? ¿Y si su intención era que profundizara en sí misma más de lo que había hecho ya?
Sacudiendo la cabeza, _____________ decidió que él sólo trataba de desalentarla. Había corrido tras ella demasiado rápido para detenerla e impedir que entrara en la habitación.
—Que te den —siseó—. Apártate.
Nick sólo sonrió como si no tuviera preocupaciones en el mundo e hizo un ademán para que entrara. Negándose a sentir temor por lo que pudiera encontrar allí, _____________ giró bruscamente el picaporte y abrió la puerta.
Frunció el ceño mientras entraba en la estancia, de alguna manera aliviada y totalmente decepcionada a la vez.
—¿Esto es todo?
Encogiéndose de hombros, Nick compuso una expresión inocente. Pero _____________ no era tonta. Nick era tan inocente como Lucifer y mucho más hedonista.

—Es sólo una pequeña oficina con un ordenador, donde hago todo el papeleo.
Ella se volvió hacia él.
—¿Entonces por qué mantienes cerrada esta maldita puerta? No veo ningún cadáver por aquí. ¿O es que no quieres que vea las fotos porno que tienes en el ordenador?
—¿Y por qué iba a perder el tiempo viendo fotos de otras personas follando cuando puedo hacerlo yo ... —Se acercó a ella, le deslizó un dedo ligeramente calloso por la curva de la mejilla, y luego lo movió para rozarle el labio inferior—... contigo?
_____________ contuvo el aliento, incapaz de apartar la vista del abrasador calor que apareció en
los oscuros ojos color chocolate que rezumaban pecado. No quería sentirse temblorosa. No quería
que sus palabras crearan un nudo de necesidad en su vientre que se hacía más grande a cada segundo
que pasaba. ¡Maldita sea, no! No iba a sucumbir ante un hombre que quería subyugarla, controlarla
con órdenes y ataduras, y someterla por completo a su voluntad.
No era la depravada que Andrew había dicho que era. Ella siempre se había comportado como una
buena chica, tal y como su madre le había enseñado.
—Si crees que voy a convertirme en tu muñequita hinchable, maldito arrogante, estás equivocado.
—La voz le tembló al escupir las palabras.
—Estoy decidido —la corrigió él—. Todo ese reticente deseo y ese sensible rubor que te
iluminan el cuerpo te hacen deliciosa. Y aunque luches contra ello, cher, acabarás por ceder. Eres
como la miel. Dulce, espesa y caliente. Esos pequeños gemidos que salen de tu garganta, esa hermosa
manera en que te ciñes a mi miembro cuando estás al borde del orgasmo..., sólo de pensarlo me
arden los testículos.
—No sabes cuándo cerrar el pico, ¿verdad?
—Por supuesto que sí. Cuando estés llena con mi pene y corriéndote con tanta fuerza, que hasta
los cristales se romperían con tus gritos. —Nick sonrió, una sonrisa maliciosa y burlona que
convirtió sus piernas en gelatina.
_____________ respiró hondo para tranquilizarse, decidida a encontrar una manera —Dios la
ayudara— de ignorarle. Aunque la humedad que rezumaba de ella le tensaba la vagina y le mojaba el
tanga.
—Sigue soñando, cariño. Eso no va a ocurrir.
—¿Te refieres a que no va a ocurrir de nuevo? —aclaró él cruzando los brazos sobre el pecho.
____________ se dio cuenta que Nick estaba bloqueando la salida. Y por su expresión sabía que no
la dejaría ir a ninguna parte hasta que no aclararan las cosas. ¡Maldito hombre!
—Bien. Ya has demostrado que eres un asno dispuesto a sacarme de quicio y que guardas el ordenador
bajo llave por alguna misteriosa razón. Ahora muévete y déjame salir de aquí.
—En realidad, creo que ya he dejado bien claro que soy un Amo decidido a que cierta sumisa admita
que le gusta estar atada para ser tomada hasta que se quede ciega de placer. Y en lo que a este
lugar se refiere...
Nick lanzó una mirada al otro lado de la habitación. Fue entonces cuando _____________ advirtió
una puerta en la esquina, oculta en las sombras.
—Ah, veo otra puerta. Parece que hay algo más en esta habitación.
Él no dio explicaciones y _____________ supo que era deliberado. Estaba poniéndola a prueba.
Intentaba despertar su curiosidad con la misma facilidad que despertaba su cuerpo. Y si bien
admitía que tenía éxito con lo primero, que la condenaran si esperaba que admitiera lo segundo.
—¿Así que los cadáveres están ahí dentro? —le preguntó con acritud y con una valentía que
no sentía.
—Es algo más pecaminoso. —Nick se acercó más, con la intención de poseerla y hacerla arder,
reflejada en sus ojos.
Ella tragó saliva.
—¡Quédate donde estás! ¡No te acerques!
Como era típico en Nick, siguió yendo hacia ella. No se detuvo hasta que posó las manos en las
caderas de _____________, dobló las rodillas, y atrajo su húmedo y dolorido sexo contra la
protuberancia de su erección.
—Hum. Tu sexo es como el verano en Lousiana, cher. Caliente, intrigante, invita a pasar el día
descubriendo su interior.
_____________ forcejeó para apartarlo antes de que el hambre que la recorría anulara su sentido
común. Las cosas que le había hecho en la cama ya eran suficiente obsesión. No se atrevía a
ceder otra vez, lo único que conseguiría sería que separarse de él cuando llegara la hora, fuera
más difícil todavía. No era tan ingenua como para creer que estar con Nick a su manera la
libraría de esos deseos nocturnos prohibidos que la hacían sudar. Por el contrario, sabía que sus
anhelos se volverían más agudos y atrevidos. Más insistentes
—Vete y déjame sola.
Nick se tomó su tiempo para responder, deslizando la enorme palma de su mano sobre el trasero de
_____________, levantándole el muslo hasta su cadera para frotar su miembro contra el dolorido
clítoris. Entonces, lentamente, la soltó y se apartó.
Aunque para entonces, el cuerpo de _____________ ya gritaba de necesidad y el deseo que la devoraba
la hacía sentirse tan pesada como el metal. Se apretó las manos para que dejaran de temblar.
—No eres tú quien da las órdenes, cher. Las doy yo, en especial si te tengo tendida en mi cama.
Metiendo la mano en el bolsillo de los vaqueros, Nick sacó unas llaves, atravesó la habitación y
abrió la puerta. Dio un paso en su interior y encendió la luz.
_____________ intentó mirar con discreción, pero la luz interior era tenue y roja, y las paredes
negras. No podía ver demasiado, sólo luces y sombras. El vientre se le contrajo por la aprensión
con una curiosidad devastadora.
—Detrás de esta puerta está mi cuarto de juegos. Ahí dentro tengo todo lo que puedas imaginar,
cualquier cosa que sirva para atarte, para excitarte, cada juguete existente con el que poseerte.
Echa una mirada si quieres, cher, así podrás describirlo luego en tu programa. Volveré dentro de
quince minutos. Si todavía estás aquí... —sonrió y cambió el peso de pie, exhibiendo con toda
claridad la enorme protuberancia que presionaba contra la bragueta de los vaqueros—. Digamos que
te haré una demostración íntima y personal.
Nick se giró para salir.
—¿Y si para cuando vuelvas no estoy? —farfulló.
El se detuvo. La mirada que le echó por encima del hombro podría haber derretido el acero.
—Sólo retrasarás lo inevitable, cher. Y acabarás pagándolo.
_____________ se quedó inmóvil, temblando. La puerta de la habitación privada de Nick no estaba
abierta del todo y sentía curiosidad por ver qué había allí dentro. Bien lo sabía Dios.
Pero vaciló.
¿Quería conocer esos secretos? ¿De verdad quería saberlos? Tener ese conocimiento la
obsesionaría, la cambiaría. ¿Saber exactamente lo que Nick hacía entre esas cuatro paredes no
haría que tuviera más objeciones sobre su sexualidad? ¿O, por el contrario, se sentiría más
tentada y excitada?
Apartó esos pensamientos a un lado. _____________ sabía que estaba perdiendo el tiempo. Nick
volvería en menos de quince minutos. Y si para entonces ella seguía en
su guarida, lo tomaría como un inequívoco sí para hacer cualquier cosa que se le antojara. Los
únicos límites que habría entre ellos serían los de la imaginación de Nick.
En otras palabras, no habría límites.
_____________ tragó saliva sintiendo que se ruborizaba. A pesar de que esa habitación y su
contenido la asustaban, tenía que echarle un vistazo, y no sólo por curiosidad. Había algo más
que un mero interés periodístico o femenino.
_____________ tenía que ver la habitación porque así sabría qué era lo que la atraía como un
imán al misterioso enigma que era Nick.
Suspirando, dio un paso hacia la luz roja de la esquina que la llamaba como un canto de sirena.
«Un pie. Sí. Luego el otro. Otro paso más».
Fueron los nervios los que la impulsaron a moverse, a dar un paso tras otro. Al fin, estuvo de pie
ante la puerta y abrió los ojos. Ni siquiera se había dado cuenta de que los había cerrado.
Soltó el aire de golpe, quedándose boquiabierta. Paralizada, miró fijamente los artilugios que
había en la habitación.
La pregunta no era qué hacía Nick allí dentro. La pregunta era qué no hacía. Desde la puerta
vio algo que se parecía a un toallero de pie, con dos barras horizontales de unos sesenta
centímetros, con esposas para muñecas y tobillos en cada una de ellas. Las esposas de la barra
inferior estaban un poco más separadas entre sí. _____________ sabía por qué. Si él había
llevado a una mujer a ese lugar, la habría atado con las piernas abiertas... Imaginarlo le molestó
mucho más de lo que quería admitir.
Se imaginó a sí misma en esa posición e, instantáneamente, sintió una nueva humedad en su sexo.
Con sinceridad, ¿le gustaba pensar en estar atada y que jugaran con ella? ¿En estar encerrada en
ese lugar, sin poder hacer nada salvo recibir el placer o el dolor que Nick quisiera darle?
«Sí».
—No —murmuró, cerrando los ojos con fuerza para luchar contra el deseo que la invadió.
Pero ya era demasiado tarde.
Girándose, _____________ observó una mesa estrecha situada en medio de la estancia. Era lo
suficientemente larga para acomodar a alguien en posición supina, y tenía esposas metálicas
soldadas en la parte superior, en los laterales y en la parte inferior. También había otro juego
de esposas en las patas de la mesa, cerca del suelo. No hacía falta ser una experta en ergonomía
para saber que esa mesa estaba diseñada con el propósito de acostar allí a una mujer y dejarla
inmovilizada con las piernas abiertas. O colocarla de rodillas con las piernas y las manos
esposadas. Lo más probable es que se pudieran adoptar más posiciones, pero eso era lo más lejos
que llegaba su imaginación.
No importaba. Podía imaginar a Nick acostándola desnuda sobre la mesa, sintiendo el calor de su
ancho pecho mientras le cerraba las esposas sobre las muñecas. Luego se inclinaría para asegurarle
los tobillos, dejando un reguero de besos sobre sus muslos mientras se erguía de nuevo para situar
su erección contra su sexo vacío y húmedo.
Mordiéndose los labios, _____________ suspiró en silencio. El latido entre sus muslos amenazaba
con hacerse con el control y consumirla. Sin lugar a dudas se había imaginado otra fantasía que
jamás disfrutaría en la vida real.
Apartando la imagen de su mente, se acercó con rapidez a los estantes llenos de cajas de plástico.
Vibradores y consoladores hechos de caucho, de plástico, de cristal; algunos eran gruesos, otros
delgados, algunos cortos, y otros pensados exclusivamente para dilatar y profundizar el pasaje de
una mujer. Nick sabría qué hacer con cada uno de ellos. El pensamiento la sobrecogió, haciéndola
sentir anhelante y excitada.
En el estante superior, había otra hilera de cajas que contenían artilugios que supuso que serían
para el placer anal. Eran más cortos, con resaltes y abalorios, y bases más anchas. Incluso había
uno que parecía poderse inflar con una pequeña bomba de mano.
Totalmente sonrojada, _____________recordó a Nick penetrándola con uno de ellos. Uno delgado y con
resaltes y que vibraba, empujándola más allá de sus límites, algo con lo que siempre había
soñado.
Luego la había abandonado para que se ocupara ella sola de su vergüenza e inseguridad. La misma
vergüenza e inseguridad que aún le retorcía las entrañas.
_____________ se giró. Los estantes que tenía delante de ella, contenían todo tipo de vendas para
los ojos, de lociones, de esposas, y de pinzas; todo diseñado para intensificar las sensaciones.
Un gel con sabor a canela y menta llamó su atención. Quería olerlos y saborearlos, imaginarse lo
que Nick haría con ellos. No se atrevió. Acarició con un dedo la pluma que había junto a un
suntuoso antifaz. Era tan suave como la crema, como tocar una nube. _____________ se estremeció al
imaginarla sobre su piel.
Al menos hasta que un par de pinzas captaron su atención. Las puntas estaban revestidas de
terciopelo y unidas por una cadena corta; sólo podían servir para los pezones de una mujer. Sus
pezones se endurecieron al pensar en ellas pellizcando esos brotes indefensos y sensibles.
Con vacilación, extendió la mano para deslizar los dedos por la cadena y se dio cuenta de que las
pinzas aún estaban en su envoltorio original, con el precinto intacto.
Sintió un alocado deseo de cogerlas —pues era de lo único que tenía la certeza de que él
jamás lo había usado con otra mujer— y ponérselas, de mostrárselas a Nick. Él lo
aprobaría... y le enseñaría otras maneras de usarlas que ella ni podía imaginar. Le picaron los
dedos por llevárselos a los pechos y aliviar el pesado dolor que latía en sus pezones. Estaban
duros y empujaban contra el sujetador de encaje.
«Sólo una vez», murmuró una vocecita en su interior. «Sólo esta vez...»
«¡Es repugnante! —La voz de Andrew invadió su cabeza, haciéndole revivir la última
conversación que habían tenido—. _____________, eres demasiado inteligente y educada para desear
que algún...cavernícola te mangonee y te ate. Es sórdido y pervertido. ¿No podemos mantener
relaciones sexuales como personas normales? ¿Eres tan depravada que necesitas sentir dolor o que
alguien te controle para excitarte?»
—Tres minutos —la avisó Nick desde el pasillo.
Sobresalta, _____________ apartó la mano de las pinzas.
¿Qué estaba haciendo allí? Peor aún, ¿cómo podía estar pensando en usar un artilugio
diseñado para pellizcar una parte tan sensible de su cuerpo?
Pasmada ante sus propios pensamientos, _____________ sacudió la cabeza. Podía mantener relaciones
sexuales como una persona normal, maldita sea. Pero tener cerca a Nick le nublaba el juicio. Tenía
que salir de allí, ya.
Se dio la vuelta y trastabillando salió por la puerta, dejando atrás la nebulosa luz roja y
pasando junto a la silla de la oficina a toda velocidad.
Nick bloqueaba la puerta del pasillo, con los brazos cruzados sobre el pecho y pareciendo tan
inamovible como una montaña.
—¿Te vas?
Su rostro inescrutable no mostraba ninguna emoción. El tono de su voz, tampoco. Pero _____________
podía sentir su frustración y decepción. La reacción de Nick colisionó con su miedo, con el
deseo que la invadía y que tan desesperadamente quería ignorar, con las calumnias de Andrew que
aún resonaban en su mente.
Todos esos sentimientos estrujaron su corazón, haciéndola soltar un grito desgarrador.
—Déjame salir.
Nicktensó sus bíceps llenos de músculos y venas. Apretó con fuerza la mandíbula y la miró
fijamente. _____________ no sabía qué hacer o decir. En los ojos de Nick apareció un indicio de
dolor, luego desapareció.
Finalmente, él se apartó a un lado.
_____________ se acercó con pasos vacilantes. Cuando estuvo de pie ante él, sintió que le clavaba
la mirada, exigiendo en silencio que se quedara. Ella levantó la mirada hacia la de él; los
abrasadores ojos oscuros estaban llenos de cólera, de decepción, de deseo y de alguna otra cosa
que ella no pudo identificar. Contuvo el aliento. El vientre se le contrajo con fuerza. El peso de
sus senos y los pezones tan duros que le dolían, la impelían a quedarse. Dios mío, él la estaba
destrozando. La hacía querer desear lo imposible, algo por lo que la despreciaría la sociedad, su
madre, sus amigos. Algo con lo que no estaba segura de poder vivir.
—Adelante, huye, _____________ —le dijo él con una voz engañosamente suave—. Por ahora.
Pero la aterradora verdad flotó entre ellos: no pasaría mucho tiempo antes de que no pudiera huir
más.
Qué diablos le había poseído para perseguir a una mujer tan decidida a huir de él?
Nick gruñó mirando fijamente al falso techo de madera brillante mientras esperaba que amaneciera.
Poseído no era la palabra adecuada. Lo más probable era que estuviera perdiendo el juicio por
perseguir a _____________. Ya había logrado su venganza, y ella le había dejado claro en pocas
palabras, antes de salir del cuarto de juegos como alma que lleva el diablo, que no quería pasar ni
una noche más en su cama ni bajo su dominio.
Pero Nick sabía en el fondo de su ser que _____________ no sólo le mentía sino que se mentía a
sí misma. Ella había disfrutado de la sumisión y había respondido de una manera maravillosa...
salvo por esa parte que había seguido reteniendo. Y aunque aquello debía haber abierto una brecha
en su relación con Brandon, sabía que eso no había ocurrido. Quizá debería abandonar la
venganza y centrarse en conseguir a _____________ para sí mismo.
Sin embargo, ella había engañado al hombre con el que estaba a punto de casarse —con cada grito
de pasión, con cada aceptación de sus demandas— y se preguntó si alguna vez podría llegar a
pertenecerle a él.
Pero aparte de Brandon, había alguna razón por la que _____________ no se había rendido
completamente a él. No sabía qué era. Y eso le molestaba muchísimo.
¿Por qué no podía, sencillamente, aceptar las decisiones de _____________? Había engañado a su
novio, y él ya se había vengado de Brandon enviándole un vídeo en el que se tiraba a su
prometida. ¿Por qué no podía alejarse de ella y dejar que su relación con Brandon terminara por
sí sola? ¿Por qué enredarse con una mujer renuente a someterse de verdad, una mujer con la que
estaba dispuesto a romper sus propias reglas?
Soltando una maldición, se pasó una mano por la cara. La verdad era que deseaba a _____________ a
pesar de todo. Estaba determinado a conseguir su completa rendición, lo que lo convertía en un
estúpido. Y con cada minuto que pasaba, temía que su anhelo por poseerla tuviera más que ver con
ese extraño instinto que le urgía a reclamarla para él solo, no por cuestiones de venganza o
sumisión, sino por otra clase de emociones a las que no quería dar nombre. Eso lo hacía más
estúpido todavía.
Apretó los puños, frustrado. Era una locura, pero la necesitaba más de lo que quería romper su
compromiso, más de lo que deseaba arruinarla para las
almibaradas caricias de Brandon. No iba a quedar satisfecho hasta que lo llamara señor con toda
naturalidad, y hubiera reclamado y dado placer a su cuerpo de todas las maneras posibles. No iba a
negarlo ni a engañarse a sí mismo.
Quería oírla decir que sólo él podía darle placer.
Nick se frotó los ojos irritados mientras una suave luz grisácea iluminaba tenuemente la cabana,
anunciando el amanecer. Incorporándose, se sentó en el duro sofá lleno de bultos en el que había
pasado la noche, la mayor parte despierto, y frunció el ceño. No estaba seguro de quién parecía
más viejo esa mañana, si el sofá o él, pero no importaba. Sin lugar a dudas los dos aparentaban
la edad que tenían. Ciertamente, él sentía el peso de la suya.
Salvo cuando tenía a _____________ cerca. Entonces se ponía más duro que un adolescente ante su
primera mujer desnuda.
Había poseído a docenas de mujeres, la mayoría de ellas sumisas. Caramba, podría reunirse con
una de ellas en una hora si quisiera. ¿Por qué se esforzaba tanto en reclamar a una mujer que
aseguraba no estar interesada?
Suspirando, Nick se levantó. Se dirigió sin prisas hacia la cocina e hizo café. Una mirada por
encima del hombro le confirmó que la puerta del dormitorio seguía cerrada. No le sorprendía. Lo
único que le sorprendía era lo mucho que deseaba que _____________ abriera la puerta y lo invitara
a entrar.
Quería creer que era el reto que ella representaba lo que lo inducía a perseguirla. Una afrenta
para su orgullo masculino y todo eso. Pero ya había sido rechazado antes y lo había aceptado sin
ningún problema. Había seguido adelante.
Eso no parecía posible con ella. La noche anterior su miembro se había alzado cuando el perfume a
frambuesas de _____________ había inundado sus sentidos y puesto a prueba su autocontrol. Si ella
no hubiera estado profundamente dormida y sus negativas no hubieran seguido rondándole en la
cabeza, Nick no estaba seguro de qué habría hecho.
En lo que _____________ concernía, se había comportado como un tonto durante la visita de Joe. No
había necesidad alguna de repetir esa estupidez. Tenía que recuperar el control de sí mismo antes
de acercarse a ella de nuevo.
Con la taza de café en una mano, Nick salió al exterior, al porche de la cabana. Los rayos dorados
del sol se filtraban entre los oscuros cipreses y el musgo. Se sentó en la silla de la esquina y
aspiró el denso olor de la vegetación, de la tierra, del agua y la fauna salvaje. Y de algo
picante que era típico de Lousiana. Por eso le encantaba estar allí, por eso se había quedado con
ese viejo lugar cuando su abuelo había sido demasiado mayor para encargarse de cuidarlo; además de
que estaba demasiado lejos del hospital. Sabía que su abuelo echaba de menos, entre otras cosas, el
amanecer del pantano y los beignets.
Ese anciano era todo un carácter lleno de historias coloristas, entre las que se incluía, por
supuesto, la leyenda familiar.
Nick bufó. Según su grand-pére, los varones de la rama materna de la familia soñaban con la
mujer de su vida antes de conocerla. Al parecer uno de sus antepasados había cometido el error de
casarse con la mujer equivocada y haber conocido el amor verdadero demasiado tarde. Según la
leyenda, el hombre había pagado a una sacerdotisa vudú para «maldecir» a sus descendientes
masculinos.
Nick frunció el ceño. Siempre había estado seguro de que Brice había inventado ese cuento para
explicar por qué a los veinticuatro años se había fugado con una chica de dieciséis. Ahora ya no
sabía qué pensar. Su abuelo lo creía. Cuando Brice se había enterado de que Nick no había
soñado con Kayla antes de casarse con ella, no la había aceptado. Caramba, ni siquiera había
asistido a la boda de su único nieto. Nick sabía que ésa había sido su forma de reprochárselo.
Pero qué diantres, Brice había tenido razón. Kayla y él no se habían compenetrado en lo más
mínimo.
Sin embargo, Brice parecía demasiado ansioso por lanzar a _____________ a sus brazos...
Suspirando, Nick apartó a un lado esos pensamientos. No tenía importancia. La leyenda era una
ridiculez. No era más que una sandez sin lógica alguna. No podía darle crédito.
Por otra parte... eso explicaría por qué deseaba tanto a _____________. Un ruido a su izquierda le
advirtió de que ya no estaba sólo. _____________ abrió la puerta mosquitera para salir a la
neblinosa mañana. La luz dorada del sol atravesó la niebla mientras ella daba la bienvenida a la
brisa matutina. Los rayos prístinos incidían oblicuamente sobre la superficie del pantano y
_____________, que se dirigió hasta la barandilla de hierro del otro extremo, claramente ignorante
de que él la observaba.
La suave luz del sol iluminó sus cabellos de fuego y su espalda cuando se inclinó sobre la
barandilla. Llevaba puesta una camisa color café. Su camisa.
Nick frunció el ceño. Había visto antes esa escena. Le resultaba extrañamente familiar, ¿pero
por qué? Sus recuerdos eran vagos, como si la hubiera visto hacía mucho tiempo o en un sueño...
Eso era, y no había sido simplemente un sueño cualquiera. Era el sueño. El mismo que había
tenido casi todas las noches durante los últimos seis meses.
Santo Cielo.
Contuvo el aliento atontado y sintió que lo atravesaba una corriente eléctrica. El tiempo se
detuvo mientras esperaba.
_____________ inclinó la cabeza y miró el pantano, como en la visión de su sueño.
Sintió una profunda lujuria, un vuelco en el corazón, una pura aprensión y una necesidad que no
pudo explicar. Todo ello lo atravesó, sacudiéndolo hasta las puntas de los pies. ¿Qué diablos le
sucedía?
_____________ curvó la comisura de la boca en algo parecido a una sonrisa. Desde donde Nick estaba,
podía ver su expresión de felicidad, y al verla así, tan completamente feliz, se quedó
impactado.
Maldición. Los sentimientos de _____________ no deberían importarle en absoluto. En unos días,
una semana a lo sumo, Joe y él habrían resuelto el caso y ella se iría. Si Nick hacía bien las
cosas, el compromiso de Brandon y _____________ también se acabaría.
Pero eso no haría que _____________ fuera suya.
Nick apretó los dientes mientras observaba cómo _____________ se apoyaba en la barandilla.
El velo de misterio que siempre había cubierto a la mujer de sus sueños se desprendió de repente.
Conocía su cara, su genio, la pasión que intentaba ocultar bajo una incongruente modestia, su
audacia y su lengua afilada. Pero aún necesitaba verla.
«Date la vuelta», exigió en silencio.
Como si estuviese tan compenetrada con él que lo hubiera oído, ella comenzó a girarse lentamente.
Una oreja delicada, un cuello grácil, el terco gesto de la mandíbula, la exuberante boca torcida
por el esfuerzo de contener las lágrimas que empapaban sus tempestuosos ojos azules.
Y en ese momento, Nick supo que quería a _____________ más que cualquier otra cosa en el mundo;
más que la venganza, que la riqueza, que el poder. Esa mujer había pasado a ocupar de alguna
manera el primer lugar de su lista.
_____________ contuvo la respiración cuando lo vio.
—No... no te había visto —dijo soltando el aire—. Lo siento.
Ella se giró y se dirigió rápidamente hacia la cabaña.
Nick saltó de la silla, la rodeó con los brazos, y la obligó a girarse hacia él.
«¡Mía!»
En el mismo momento en que la tocó, ese sentimiento rugió en su sangre y le penetró en los
huesos.
Por el momento, no podía luchar contra ello ni quería intentarlo.
«¡Mía!»
Todo su cuerpo le decía que no la dejara marchar.
Nunca.
Cuando ella enterró el rostro en su pecho, él le puso un dedo bajo la barbilla y alzó su cara
hacia la de él. El dolor que encontró allí le retorció las entrañas.
—Cher—murmuró—. Mon douce amour.
¿Mi dulce amor? Dios, hasta dónde había llegado.
_____________ apretó los labios, parpadeando con valentía para detener las lágrimas.
—No tengo ni idea de qué estás diciendo. Probablemente, que soy una idiota. —Dio rienda suelta
a una risa llorosa—. Tienes razón. Soy una idiota.
—No. Idiota en francés no suena muy diferente de en nuestro idioma. Lo captarías enseguida.
—Es bueno saberlo. —Se interrumpió intentando escapar—. Tengo que... Suéltame.
Nick presentía que eso sería lo peor que podría hacer. Así que hizo caso a su instinto.
—Jamáis.
Jamás. La palabra resonó en la cabeza de Nick.
Tenía que estar perdiendo la cabeza, porque él nunca había reaccionado de esa manera con una
mujer. Nunca había intentado mantener a ninguna a su lado..., bueno, al menos para siempre. Pero
ahora no podía detenerse a analizar ese sentimiento, no cuando ella aún estaba intentando huir;
algo que era impensable.
Agarró a _____________ por la nuca y la atrajo hacia él.
—No eres idiota. Eres un reto. Tienes una boca provocativa que me saca de quicio. No me decido
entre zurrarte, echarme a reír, o ponerte debajo de mí hasta que todo ese fuego se consuma
mientras me hundo profundamente en tu cuerpo.
—Nick. —La voz femenina tenía una nota suplicante—. No puedo. No me va eso que hay detrás de
esa puerta cerrada. Simplemente, no puedo...
La balbuciente incertidumbre de _____________ hizo pedazos la compostura y la determinación de
Nick. La manera en que la había presionado sexualmente la había confundido, había cambiado lo que
pensaba de sí misma. Y aún trataba de asimilarlo. No debería presionarla más. No en ese momento.
O se arriesgaría a perderla.
Y no perderla era más importante que respirar. Y, definitivamente, más importante que vengarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario