sábado, 26 de noviembre de 2011

Dominada por el Deseo. Capitulo 24

En algún rincón de su mente acechaba un hecho excitante, que la absoluta sumisión de _____________ le proporcionaría en bandeja de plata la venganza que tanto había buscado: que la novia de Brandon le rogara que la sometiera. Que dijera que lo amara, mientras se hundía profundamente en ella. Excitante... pero la idea de vengarse ya no lo satisfacía. Nada en la manera en que deseaba a _____________, en la necesidad que lo impulsaba a someter a esa mujer, tenía que ver con Brandon. Era _____________. Sólo ella.
De alguna manera, había llegado a significarlo todo para él.
Y si _____________ volvía con Brandon después de ese día, pues bueno...entonces su antiguo amigo volvería a romperle el corazón y reiría el último... otra vez.
Maldita sea, ojalá pudiera evitar contarle la verdad durante un tiempo, hasta que ella ya no pudiera dar marcha atrás. _____________ estaba todavía muy nerviosa, pero tenía que actuar con rapidez o la perdería.
—Ve al centro de la habitación —ordenó en la suave quietud matutina.
_____________ se mordió el labio inferior. Luego se pasó la lengua rosada por la superficie, y Nick se la imaginó lamiéndole el glande. Se endureció, maldiciendo el poder que tenía esa mujer para excitarle.
—Nick.
No podía retroceder. Arqueó una ceja negra, sabiendo que ella obedecería sin rechistar.
—Señor —se corrigió _____________.
—Dame sólo este momento.
Con un obediente asentimiento de cabeza, _____________ se giró y se situó en el centro de la habitación, cerca de los pies de la cama. De cara a la cama deshecha.
—Buena chica —murmuró él mientras se acercaba a ella sin apartar la vista de sus ojos, sintiendo la ansiosa impaciencia de su polla, hasta que estuvo justo delante de ella—. Dame las muñecas.
Por una vez, ella accedió sin vacilar. Él no pudo evitar la sonrisa que asomó a su cara. _____________ había llegado muy lejos en sólo unos días. No sólo había admitido su naturaleza, sino que la asumía. _____________ sabía que tenía intención de atarla y, simplemente, accedía. Con perfecta obediencia. Con una total confianza que lo hizo sentirse orgulloso y lleno de una ardiente necesidad.
—Muy bien.
La besó en el suave lugar donde se unían el cuello y el hombro y le gustó observar el estremecimiento que la recorrió de pies a cabeza. Siguió besándole el brazo, bajando por la sensible piel del codo. Ella contuvo el aliento, y él sonrió contra su muñeca, sintiendo el pulso acelerado de _____________ contra los labios.
Sacó unos amarres de cuero de la bolsa que había en el suelo, la que él había dejado allí antes, y le ató uno en cada muñeca. Ella no dijo ni una palabra.
Metiendo la mano bajo la toalla, le pasó la yema de los dedos por el interior del muslo, rondando cerca de ese lugar caliente y húmedo, ese lugar dulce como la miel que no podía esperar a saborear. La rigidez comenzó a abandonar el cuerpo de _____________ y cuando él palmeó suavemente la sensible carne de su sexo en una exigencia silenciosa, ella abrió las piernas. Se arrodilló ante ella y aseguró otros amarres de cuero a juego en sus muslos.
Nick sintió sobre él los ojos inquisitivos de _____________, pero no levantó la vista. No quería darle ninguna pista, y sintiéndose tan tremendamente excitado como se sentía... no quería que averiguara sus intenciones. Aún no. Así que rebuscó de nuevo en la bolsa del suelo y sacó dos cintas de terciopelo y las dejó en el suelo de madera entre ellos.
Dejando que ella se imaginara lo que quisiera.
Luego le quitó la gruesa toalla verde, dejando al descubierto sus exuberantes curvas y respiró hondo intentando contener el deseo. La dejó completamente desnuda bajo la luz del sol, esos rayos dorados inundaban la estancia haciendo que su pelo rojizo brillara con el mismo color que las llamas e iluminando la piel de alabastro de sus hombros, sus pechos traslúcidos, el vientre suave. Y sus rosados pezones maduros.
_____________ no se estremeció ni protestó al quedarse desnuda de repente. La única reacción que él pudo percibir fue un adorable rubor que se extendió por la pálida piel cremosa. Estaba tan condenadamente hermosa, desnuda, sometida y sorprendentemente segura de sí misma. La imagen hizo que su miembro se pusiera todavía más duro. Se sentía asfixiado por los vaqueros, por la necesidad de tocarla.
—Señor, ¿de dónde ha salido esa bolsa?
Y el resto del equipo. Eso era lo que ella quería saber. Él sonrió. No debería de haber preguntado, pero la satisfaría por esa vez.
—Cuando anoche me di cuenta de que te habías ido, cogí algunas cosas para asegurarme de que,
cuando te encontrara, no podrías volver a escaparte.
—Oh —exclamó.
Maldita sea, podía sentir el deseo en su voz. Ese tono tembloroso y ronco lleno de curiosidad, y de
una necesidad apremiante, consiguieron que a duras pena pudiera contenerse
Nick tragó para aplastar la ruda explosión de lujuria.
—¿Estás preparada para lo que sea que yo quiera?
Ella lo miró directamente.
—Sí, señor.
No había otra opción. Volvió a meter la mano en la bolsa y sacó un par de candados. Con ellos,
aseguró los amarres de las muñecas a los de los muslos. Los cejorros resonaron al cerrarse en la
silenciosa habitación, un silencio roto por la jadeante respiración de _____________ y el latido
del corazón de Nick en sus propios oídos.
Se puso de pie, presionándose contra ella con toda intención y forzándola a mirarlo.
—¿Estas preparada para lo que voy a darte?
—Sí, señor.
Hasta ahí muy bien. ¿Pero estaba ella realmente preparada? Encontró un juego de esposas para
tobillos en la bolsa. Eran de suave cuero negro y susurraron sobre sus dedos, excitándole con la
idea de que muy pronto estarían envolviendo una piel todavía más suave, manteniéndola inmóvil
para que él hiciera lo que quisiera con ella. Cogió las cintas de terciopelo del suelo y ató cada
una en el aro de las esposas que cerró sobre los tobillos temblorosos.
—Confía en mí —la tranquilizó.
_____________ vaciló, bajando la mirada hacia él. Sí, quería saber qué sería distinto, qué la
esperaba esta vez. Pero no preguntó, sólo lo miró fijamente.
—Confío en ti —susurró. Y la confianza que se reflejaba en su cara le decía que así era—,
señor.
—Eres asombrosa, cher.
La visión de esos ojos azules, llenos de lujuria y confianza, fue como una patada a su autocontrol.
Fue condenadamente sorprendente que no se desgarrara las ropas para penetrar ese dulce cuerpo al
instante.
En su lugar, la urgió a abrir más las piernas. _____________ lo hizo sin rechistar, luego ató el
extremo libre de las cintas de terciopelo en la parte inferior de las patas de madera de cerezo de
la cama. Lo aseguró con fuerza.
Ahora, _____________ ya no podía ir a ninguna parte. Estaba preciosa, hacía justicia a las esposas
de cuero y a las ataduras de terciopelo que la anclaban a ese lugar con las piernas deliciosamente
abiertas. Nick jamás había visto nada tan erótico.
Se contuvo, luchando contra el deseo tembloroso que le hacía arder y amenazaba con despojarlo de su
control.
Impaciente —demonios, temblando— por la necesidad de tocarla, Nick le deslizó las palmas de las
manos por los costados, clavándole los dedos en la cintura mientras dejaba un reguero de besos por
esa piel suave. Ella jadeó cuando las manos de Nick bajaron por sus caderas y la boca masculina
encontró el lugar sensible donde la cadera se unía al muslo.
¿Existía algo más perfecto que esa piel pálida, más tentador que acariciar la firme longitud de
las piernas de _____________, o que arrodillarse ante el paraíso de su sexo? No para él. Esto...
_____________ y todo lo que ella ofrecía eran lo que siempre había estado buscando.
Rezó para poder conseguir lo que ambos deseaban del otro, para ser el amante que el otro
necesitaba. Estirándose, deslizó los dedos por sus nalgas, agarrando la parte de atrás de los muslos. ¿Era
_____________ tan suave por todas partes? Sí, y eso lo destrozaba. A él, que había matado en
combate, que había sido herido por las balas, que tenía cicatrices de navajas, que había
aprendido a joder al enemigo en ocho idiomas diferentes, _____________ lo dejaba anonadado con esa
piel tan perfecta. Deslizó la mano hasta los tobillos, su boca siguió el mismo camino hasta que
ella tensó las piernas y se estremeció bajo sus manos y su boca.
—¿Estás mojada? —le preguntó.
—Sí —_____________ observaba jadeante cada uno de sus movimientos, con los ojos bien abiertos.
No parecía sorprendida ni horrorizada. Estaba excitada, abierta, hambrienta.
—¿_____________? —la advirtió.
—Sí, estoy mojada, señor.
—Mucho mejor —dijo él, mordisqueando la cremosa piel del interior del muslo antes de deslizar
la lengua por su cadera.
El gemido de _____________ resonó en sus oídos. Mierda. ¿Cómo diantres iba a aguantar sin
ponerse de pie, arrancarse los pantalones y darle lo que los dos necesitaban?
Con unos suaves tirones a las cintas, Nick se aseguró de que estaban firmemente atadas. Sólo un
poco más...
Acercándose de nuevo a la bolsa, sacó una gruesa bufanda de seda. «Perfecto», pensó,
extendiendo la tela y colocándosela sobre los ojos. _____________ podría sentir y saborear,
escuchar y... experimentar a través de los sentidos todo lo que necesitaba. Pero no podría moverse
ni ver, lo que le permitiría controlarse tanto como deseara y necesitara. Por si acaso.
Tras un instante, _____________ se tensó. Pero se obligó a respirar y relajarse. Orgulloso de lo
calmada y confiada que se mostraba, la besó suavemente en la boca, saboreando la cálida tensión y
los labios ardientes, dulces como las bayas.
Apretando los puños con fuerza, pasó a su lado y se alejó de ella. Tomando aliento profundamente,
rezó. Luego se obligó a abrir los puños, a cruzar la habitación y abrir la puerta de la
estancia.
_____________ sintió que Nick pasaba por su lado y que abría la puerta a sus espaldas. El frío
aire de febrero entró en la estancia y azotó su piel. Luego oyó el ruido de unos pasos.
Ella sofocó el pánico. Nick no iba a ir a ninguna parte. No podía hacerlo. Aquella mirada tierna
y la implacable presa de sus manos la habían convencido de ello. Entonces, ¿qué diablos estaba
haciendo?
Él ahuecó la mano sobre el hombro de _____________ y se apoyó en ella, murmurándole al oído.
—La palabra de seguridad sigue siendo «pantano».
Incluso con los ojos vendados, la tensión de Nick no podía ser más palpable.
—Vale, pero no la voy a necesitar.
Nick exhaló. _____________ sintió su cálido aliento en la mejilla, luego, con suavidad, deslizó
la yema del dedo por la curva de un pecho, seguido por un duro tirón de su boca en el pezón.
Al instante, se formó un sendero de fuego entre sus pechos y su clítoris. La humedad inundó sus
pliegues. El placer fue tan impactante que _____________ sintió una curiosa calidez en la espalda.
No podía apretar las piernas para aliviarse, ya que Nickse las había atado separadas. Y con las
muñecas amarradas a los muslos, le resultó imposible levantar los brazos para estrecharlo más
cerca cuando él tomó el otro pecho, consiguiendo que el segundo pezón se pusiera tan duro como el
primero. No pudo evitar que se le escapara un gemido de la garganta.
Nick la recompensó, deslizándole una mano por el vientre. Sus dedos la acariciaron y dibujaron
unos círculos provocadores en los muslos. Con los nudillos le rozó el vello púbico.
Le temblaba la mano.
_____________ contuvo el aliento, esperando, preguntándose... ¿qué estaba haciendo?
Lentamente, él se arrodilló entre sus pies separados. ¡Oh, sí! Podía sentir su cálido aliento
justo en el centro mientras le abría la carne resbaladiza con los pulgares y exponía cada uno de
sus secretos, desnudando sus incertidumbres e inhibiciones, destruyendo cualquier concepto de tabú,
y reemplazándolo con necesidad. _____________ podía sentir los ojos de Nick, devorando su carne
más secreta, con ansia y determinación.
La sangre recorrió su cuerpo a toda velocidad. Los estremecimientos atravesaron su piel haciéndola
sentir completamente viva. El aire frío contra sus pechos contrastaba claramente con la ráfaga de
calor que arrasaba su espalda, mientras el roce de la cálida lengua de Nick avanzaba lentamente por
su clítoris.
_____________ echó la cabeza hacia atrás con un jadeo.
—Eso es —murmuró él. La lamió otra vez—. Mójate para mí.
Él siguió azuzándola suavemente mientras que con el pulgar le rozaba allí mismo, donde ella más
lo necesitaba, una y otra vez, hasta que volvió a presionar con la lengua. Finalmente, abrió la
boca y la cubrió, chupándole el clítoris, jugando con él, acariciándolo, excitándolo.
El intenso placer casi había llegado a su cénit. Era imposible de contener, incluso aunque
_____________ pusiera todo su empeño en ello. Pero resistirse era lo último que tenía en mente.
Ese rugiente deseo se estaba apoderando de su cuerpo a la vez que la invadía una emoción
agridulce. ¿Cómo iba a poder vivir sin Nick después de que hubiera terminado con ella?
Apartando a un lado ese pensamiento, _____________ se centró en el aquí y ahora. En el deseo. Se
clavó las uñas en los muslos. Enfrentada a una espiral de necesidad, apenas notó el afilado
aguijón de las uñas. Todo su ser estaba enfocado en Nick y en su boca. Y cuando él introdujo un
par de dedos en su interior, no pudo contener un jadeo. Estaba al borde del clímax.
—No puedes correrte aún, _____________.
Ella gimió.
—Por favor.
—Dímelo otra vez, ¿quieres todo lo que tengo para ofrecerte?
—¡Sí! Sí, señor, ahora.
Hubo una breve vacilación. Luego Nick le chupó el clítoris. Un agudo latido le atravesó el
vientre con una fuerza desgarradora. Ella gimió cuando la creciente necesidad estuvo a punto de
acabar con su resistencia. Cada músculo de su cuerpo se tensó bajo el látigo de la lengua
perezosa e insistente de Nick.
—Bien —murmuró él contra su sexo húmedo e hinchado—. Córrete para nosotros.
— ¿Nosotros?
Se sobresaltó. ¿Había oído bien?
De repente, sintió la presión de un enorme pecho desnudo contra la espalda. Y Nick todavía estaba
arrodillado entre sus pies, excitando su clítoris con suaves golpecitos de su lengua, y presionando
con dos dedos profundamente en su interior.
Desde atrás, surgieron un par de manos anchas que le ahuecaron los pechos, apretándole los pezones
y provocándole un dolor electrizante.
El desconocido la besó justo detrás de la oreja, como para comprobar si era bienvenido.
—Hola, muñeca.
Ronca, ligeramente jadeante, sí, esa voz era de... Joe.
Oh, Dios... ¿estaba ocurriendo eso de verdad?
Mientras ella jadeaba, Joe le soltó uno de los pechos, deslizando la cálida palma por su vientre
hasta sus rizos húmedos. Las ásperas yemas de sus dedos le rozaron el clítoris mientras los dedos
de Nicholas seguían alojados en su interior. Dos hombres imponentes, ambos acariciándole partes de
su cuerpo hasta hacerla gritar. La fricción y la presión la estaban matando, arrasando cualquier
cosa salvo la doliente necesidad que la inundaba. No podía respirar, no podía pensar. No podía
hacer nada que no fuera dejarse llevar por la eléctrica sensación que atravesaba su cuerpo.
—Córrete para nosotros —le exigió Joe al oído, apretando el brote hinchado mientras Jack
presionaba los inflamados nervios del interior de su canal.
—¡Ahora! —le exigió Nicholas.
Un torrente de sangre y necesidad chocó contra su sexo y _____________ estalló con una oleada de
placer que la hizo gritar de éxtasis. Su cuerpo se aferró con fuerza a los dedos de Nicholas. Joe
gimió cuando ella le empapó la mano con sus jugos.
Lentamente, el clímax fue remitiendo. Con caricias tiernas y gentiles. Nicholas y Joe trabajaron en
un tándem perfecto, leyendo las necesidades de su cuerpo a la perfección. Aturdida e impresionada,
_____________ sintió que las lágrimas le inundaban los ojos. Simplemente, la realidad de lo que había ocurrido despertaba una nueva oleada
de deseo en sus profundidades.
Nicholas sacó los dedos de la presa de su canal y le quitó la venda de los ojos.
_____________parpadeó ante la repentina luz del sol mientras cada uno de los hombres pasaba por su
lado y se colocaba delante de ella.
Dos pares de ojos, uno de color chocolate y los otros azul claro, la taladraron, interrogaron y
abrasaron. _____________ tembló cuando se acercarón más a ella, los pechos anchos y musculosos
cubiertos por una piel ardiente la hacían sentirse pequeña. No tuvo que bajar la mirada para saber
que vería dos pollas hambrientas dispuestas a dar y a exigir satisfacción.
_____________ aspiró, conmocionada. Todo aquello parecía tan irreal. Nicholas, Joe y ella casi
desnudos en aquella habitación, pero realmente estaba ocurriendo. Sintió un estremecimiento fruto
de la emoción prohibida, una llamarada de deseo... las sensaciones la bombardeaban con tal rapidez,
que _____________ apenas podía distinguir una de otra.
Salvo el asombro. Sólo la noche anterior, Nicholas le había abierto su corazón, la había hecho
partícipe de su dolor, de sus miedos. Había temido que compartirla significara perderla. ¿Qué lo
había hecho cambiar de opinión?
Joe se metió un dedo en la boca, saboreando el jugo de su deseo con una sonrisa perversa. Al verlo,
_____________ sintió que se ruborizaba de pies a cabeza y maldijo su piel clara. Él sólo se rió.
Nicholas estaba más serio.
—Joe y yo estamos aquí para hacer realidad tu fantasía, cher.
—-No te haremos daño, aunque sufrirás otro tipo de dolor —prometió Joe con un guiño.
— ¿Por qué? —el susurro escapó de los labios de _____________ mientras clavaba su mirada
inquisitiva en Nicholas.
Él le tomó la cara entre las manos y se acercó un poco más.
—Me he dado cuenta de que si quiero reclamarte como mía, tengo que ser fuerte y darte lo que
necesitas. De otra manera, no puedo ser tu Amo ni sería mejor que ese gilipollas de Andrew. Dime
todo lo que deseas, y lo tendrás. Ambos estamos preparados para darte placer
«¿Reclamarla como suya? ¿Después de ese día?» El corazón de _____________ latió a toda
velocidad ante el increíble y maravilloso pensamiento de tener a Nick en su vida para siempre.
Permaneció allí de pie, inmóvil, muda, con la cabeza dándole vueltas.
—Oh..., vaya.
—Yo estoy más que preparado —la voz de Joe destilaba ironía y diversión.
— ¿Estás segura de que esto es lo que quieres de verdad? —murmuró Nicholas.
Esas palabras le provocaron un pesado latido entre las piernas, donde ambos la habían poseído con
los dedos, proporcionándole un placer abrumador.

Dejando las sensaciones a un lado, había llegado el momento de la verdad: ¿Quería que ambos la
tomaran? ¿Podría someterse a un menaje à trois? ¿Estaba preparada para experimentar todo lo que
le había dicho a Nick que anhelaba desde siempre?
La imagen de Nicholas y Joe penetrándola, follándola, casi la hizo gemir. Le dolieron los pechos y
el clítoris le latió reclamando nuevamente atención. Se le hinchó el corazón al darse cuenta de
que Nicholas había dejado a un lado sus miedos y había confiado en ella con el fin de que pudiera
experimentar su fantasía.
Nicholas le agarró la barbilla, tensando los dedos contra sus mejillas. Necesitaba que le
respondiera. Ella buscó los familiares ojos oscuros que atraparon los suyos como un torno. Nicholas
la necesitaba. Lo que estaba dispuesto a hacer para conservarla la dejaba totalmente anonadada.
Sintió una inmensa alegría.
— ¿Estás seguro tú? —dijo con voz temblorosa.
—De si quiero observar cómo te sonrojas y te excitas bajo la luz del sol, sentir cómo te aferras
a mis dedos, verte sonreír, sí. — Nicholas sonaba como si se hubiera tragado un camión lleno de
grava—. Sí, estoy seguro.
Una hermosa respuesta, pero aun así tenía que hacerle una pregunta difícil.
— ¿Estás seguro de que no te vas a convertir en un destructor de esteroides cuando veas que Joe
me toca? ¿No te molestará?
Ahuecándole la mejilla, Nicholas suspiró.
—Si no te doy esto, te perderé de todas maneras. Y creo que debemos estar juntos, cher. Tenemos
que confiar el uno en el otro para tener un futuro. —Una sonrisa renuente torció su ancha
boca—. Además, parecías condenadamente caliente cuando te has corrido para nosotros.
— Nicholas y yo hemos hablado de esto esta mañana. Tiene la cabeza en su sitio, muñeca.
—Así que es decisión tuya — Nicholas tragó saliva—. Todo lo que tienes que hacer es decirlo
y te poseeremos como en tus sueños más tórridos. Sólo tienes que aceptar tus necesidades. Sí o
no.
Por un momento _____________ se sintió aturdida. Estaba asombrada. Al parecer, Nicholas estaba
dispuesto a dejar a un lado sus recelos para concederle sus deseos. Una decisión arriesgada, una
que probaba que en realidad quería tenerla en su vida porque ella le importaba.
Gracias a Dios, porque cada vez que había intentado alejarlo de ella, su cuerpo y su corazón
había sufrido miserablemente.
Ahora, todo lo que tenía que hacer para cumplir sus fantasías era ser lo suficientemente valiente
para admitir su deseo, su placer, sus exigencias.
Tan sólo unos días atrás, _____________ no habría podido aceptar esa oferta. Oh, habría querido
hacerlo. De hecho, se habría sentido dolorida y anhelante, consumida por el deseo, con sólo
escuchar las palabras de Nick. Pero la vergüenza, la preocupación y el miedo la habrían hecho
rechazar la idea. Ahora. No había vergüenza ni preocupaciones. Sólo una admisión manifiesta de quién era y de lo
que quería.
Nicholas la había liberado. Y sólo por eso, lo amaba.
Nuevas lágrimas le anegaron los ojos cuando miró a Nicholas.
—Te abrazaría, si pudiera.
Ella retorció las muñecas atadas a los muslos mientras la risa de los dos hombres llenaba la
estancia.
— ¿Es eso un «sí»?
—Sí. —Presionó su cuerpo contra el de Nicholas —. Por favor, sí.
—Cher, será un placer.
El selló el trato con un beso, amoldando su boca hambrienta sobre la de ella e instándola a
separar los labios. Inmediatamente, él llenó su boca con ese sabor único, algo oscuro, aderezado
con café cajún, whisky y misterio. Ella reconocería el sabor adictivo de Nicholas en cualquier
parte. También saboreó un leve indicio de sus propios jugos. Pero había algo nuevo en ese beso, no sólo estaba lleno de deseo, sino de
esperanzas y promesas. _____________ sintió que se derretía.
Sin embargo, Joe no se contentó con seguir ocioso. Le presionó la cálida boca contra el sensible
hueco entre el cuello y el hombro, recorriendo su cuerpo con los dedos desde las caderas al ombligo,
y luego hasta el tenso pezón que suplicaba su atención.
Se lo rozó con el pulgar una vez. Sólo una. En respuesta, _____________ jadeó en la boca de
Nicholas. Luego gimió cuando su excitante cajún le pellizcó el otro pezón.
Esos dos juntos iban a ser pura dinamita.
Un torrente de cálido deseo inundó a _____________ y sintió que se le aflojaban las rodillas
cuando Nick la besó en la barbilla, en el hombro, dirigiéndose directamente hacia el pezón que
todavía asía entre el pulgar y el índice.
Al parecer, Joe tomó eso como una señal porque le ahuecó las mejillas con las enormes palmas de
sus manos y le alzó la cara hacia sus ojos ardientes. Cualquier rastro del tío simpático que la
llamaba «muñeca», había desaparecido para ser reemplazado por un hombre duro
Y voraz. Una nueva oleada de lujuria se estrelló contra el vientre de _____________. Esa misma necesidad se percibió en el gemido de Joe cuando se apoderó de su boca. Hábil y
seductora, su lengua bailó con la de ella, tentándola, saboreándola para luego retroceder.
Jugueteó con ella, dándole una breve muestra de su sabor que tenía cierto matiz a menta.
_____________ se ahogaba en un mar de deseo. La sensación de la boca de Joe sobre la de ella
mientras Nick jugueteaba con su pezón la arrastraba a un infierno de aguas revueltas.
Su habilidad para sortear las aguas de esa necesidad no mejoró cuando Joe le pellizcó el otro
pezón, y los dos hombres se esmeraron a fondo con las sensibles cimas. Si no hubiera estado ya
increíblemente mojada, la vista de las dos cabezas masculinas, una como la luz leonada y la otra
sedosa como la medianoche, habría notado que sus jugos manaban como un grifo abierto. El deseo
ardía doloroso y apremiante bajo su piel y se fusionaba entre sus piernas, creando un mar de deseo.
Los tirones y la presión de esas bocas eran diferentes, pero produjeron el mismo resultado: una
necesidad que la hacía sudar. Las sensaciones se precipitaban rápidamente desde sus pezones hasta al clítoris en una secuencia ardiente que su cuerpo apenas
podía soportar.
— ¿Te gusta? —Nick levantó la cabeza, con los labios húmedos, rojos y condenadamente
besables.
_____________ gimió en respuesta.
—Creo que eso es un sí —susurró Joe a su lado.
Irguiéndose, Nick la urgió hacia la cama. Joe lo ayudó, guiándola con una mano sobre su hombro y
la otra palmeando su trasero. Esperó que la ayudaran también a subir.
No lo hicieron.
Cuando sus muslos chocaron contra el colchón, la doblaron sobre la cama deshecha, luego
desaparecieron tras ella. _____________ cerró los ojos, consciente de estar desnuda, vulnerable y
expuesta. Y de que había dos pares de ojos devorándola.
Oyó el ruido de cremalleras y el crujido de las ropas. Alguien metió la mano en la pequeña bolsa
de trucos del suelo. Se oyó la rasgadura de un envoltorio metálico. El corazón de _____________
latió a toda velocidad. ¿Qué iban a hacer ahora? No estaba preocupada, sólo se moría de
curiosidad. Un millón de imágenes prohibidas inundaron su mente, cada una más sexy que la
anterior. Y todo porque Nick quería satisfacerla para poder reclamarla como suya.
Apenas se había recobrado de ese pensamiento cuando Joe rodeó la cama, esta vez completamente
desnudo. _____________ ya había visto los duros músculos de su pecho y abdomen. Esa misma solidez
y firmeza continuaba en los muslos que enmarcaban un miembro grueso, pesado y lleno de venas. La
mirada de _____________voló a su cara y él le dirigió una sonrisa sardónica mientras se subía a
la cama.
Detrás de ella, Nick le agarró las caderas y se inclinó sobre su espalda, el vello de su pecho se
rozó contra la piel sensible de _____________que se estremeció.
—Yo soy quien está al mando, _____________. Mi palabra es ley. ¿Está claro?
Ella tragó saliva y asintió con la cabeza.
—Sí, señor.
—-Bien. Joe... — Nick retiró una de sus manos de las caderas de _____________ sólo por un
momento, al parecer para hacerle al otro hombre alguna clase de señal.
Estaba claro que Joe la comprendió porque se acercó más a _____________ mientras Nicholas la
separaba un poco de la cama para que su amigo pudiera acomodarse con facilidad delante de ella.
El corazón de _____________ comenzó a martillearle en el pecho. El cuerpo de Joe estaba tan cerca
que podía oler el perfume almizclado que emanaba de la unión de sus piernas ligeramente abiertas,
y podía ver el vello que cubría sus muslos y cada vena que se dilataba bajo la suave piel de su
miembro rígido. Nick la atrajo más hacia sí, le asió las caderas con manos ávidas y presionó el hinchado glande
en su sexo húmedo. Se introdujo un poco pero sólo lo suficiente para provocarla.
Su miembro ardía contra ella. _____________ gimió, se retorció, intentando tentarle. Deseaba
sentir cómo la empalaba, cómo la poseía. La oleada de deseo casi la hacía gritar. Se mordió el
labio y contoneó las caderas. Nick simplemente se quedó quieto, negándose de manera tortuosa a
complacerla.
— ¿Quieres que te folle? —preguntó.
—Sí, señor.
—Lo haré —le murmuró al oído—, en cuanto se la chupes.
Las palabras la sacudieron como un latigazo de deseo, excitando sus sentidos. _____________ lo miró
por encima del hombro con los ojos muy abiertos.
—Quiero verlo en tu boca mientras te follo. Hazlo.
Una oleada ardiente la atravesó, pulsando en su bajo vientre. _____________ deseaba hacerlo. Y
quería que Nick la viera, y que ardiera como si lo consumieran las llamas del infierno.
Volviéndose hacia Joe, _____________centró la atención en su erección. Estaba definitivamente a
tono con el resto de su enorme cuerpo. No creía que pudiera metérsela en la boca por completo.
Pero podía ser divertido intentarlo, sabiendo que con cada pasada de su lengua, haría no sólo que
Joe perdiera la cabeza arrebatado por la lujuria, sino también Nick.
—Sí, señor.
Antes de que ella hubiera acabado de hablar, Joe la agarró suavemente por la nuca con una mano
callosa y envolvió su miembro con la otra. Luego la instó a bajar la cabeza.
Cuando ella le lamió el glande, Joe gimió. Nick lo secundó.
_____________ volvió a hacerlo, succionando con más fuerza el glande de Joe. Mientras observaba
cómo se le tensaban los muslos, le rodeó la polla con la lengua, luego volvió al glande y se vio
recompensada con un gruñido en el oído, y el salobre y almizclado sabor que se filtró en su boca.
—Jesús, Nick —gimió Joe—. Es una tortura.
—Y sólo acaba de empezar. ¿No es cierto, cher?
Nick sacó la punta de su polla de la dolorida vagina, y ella gimió en señal de protesta contra la
cabeza púrpura de la excitada erección de Joe.
—Chúpasela de una vez —exigió Nick —. No juegues con él.
Maldita sea, era Nick quien estaba jugando con ella.
Le echó una mirada a la cara de Joe. Las tensas líneas de expresión enmarcaban su boca. Los ojos
azules ardían de deseo con un hambre voraz que la inundó de lujuria, hasta que el poder de ese
deseo la obligó a satisfacer esa ansia.
Él apretó los dientes, pero aún logró bromear:
— ¿Puedes darte prisa, muñeca? Me gustaría que me echaras una mano aquí abajo.
Bajando la vista, _____________ observó con impotencia cómo Joe se agarraba con fuerza la
erección con una presa fuerte y ruda que la conmocionó y la excitó.
Un pesado nudo de deseo palpitó entre sus piernas y se inflamó mientras lo miraba. La palmeó con
ardiente impaciencia mientras Nick la alimentaba con cinco centímetros escasos de su polla antes de
detenerse. El sudor le cubrió la espalda, y se lamió los labios, su mente era incapaz de controlar
las necesidades de su cuerpo. El tormento era demasiado intenso.
Los dedos de Joe se tensaron en su nuca, bajándola de nuevo. Sí, quería eso. Quería saborearle
sabiendo que Nick los observaba con aprobación y deseo.
_____________ abrió la boca y alojó cuanto pudo en su interior la dura longitud de Joe, cubriendo
la seca y ardiente piel con su saliva. La humedad facilitó que se retirara, luego volvió a meterse
el miembro en la boca, llevándolo hasta el fondo de la garganta.
Lo sentía pesado contra la lengua, salado, caliente y especiado. El sabor incrementó todavía más
su deseo. Eso y saber que Nick observaba cada una de sus movimientos.
—Buena chica —la elogió Nick mientras le clavaba la polla profundamente, casi contra el fondo
de la vagina, donde al presionar contra un lugar sensible la hizo gemir, retorcerse y
contorsionarse—. Cuanto más le chupes, más te follaré. Si te detienes, me detengo. Si te corres
antes que él, lo pagarás muy caro.
Un nuevo ramalazo de lujuria la atravesó como un relámpago, ardiente y electrizante. Nick no sólo
había metido a tres personas en esa habitación para follar, no. Como él comprendía sus
necesidades más oscuras, la sometía, le ordenaba que participara, liberándola de las riendas que
su sentido de la moralidad pudiera haber impuesto.
_____________ asintió con un cabeceo, con la lengua rozando contra la erección de Joe. El enorme
rubio gimió de gusto, y le enterró los dedos en los cabellos, provocando deliciosos alfilerazos de
dolor en su cuero cabelludo.
Dios, se estaba quemando viva. Las firmes y rudas estocadas de Nick contra su carne mojada le
nublaban la mente. Con cada envite, se veía impulsada hacia la polla de Joe, y ella la rodeó con
la lengua, mojándola, lamiéndola, jugueteando con ella en cada embestida, amando la sensación que
esa ruda longitud producía en su boca, y la mirada de Nick desde atrás.
Allí, entre ellos dos... el tormentoso placer se extendía por su cuerpo, haciéndola arder con una
lujuria agonizante. Le dolían los pezones, su clítoris reclamaba atención. Se imaginó llevando a
Nick y a Joe juntos al clímax. El simple pensamiento la volvió loca de deseo.
Se tensó en torno a Nick, exprimiéndolo con fuerza mientras deslizaba la lengua por la sedosa
longitud de la polla de Joe. Ambos hombres gimieron larga y guturalmente. Nick le apretó la cadera
con una mano; con la otra exploró los rizos húmedos y le presionó el clítoris hasta que ella
gritó. Joe incrementó el placer pellizcándole los pezones hasta que sintió dolor. El chocante
hedonismo de sus demandas casi la llevó al clímax, estaba a punto de alcanzar la satisfacción.
—Todavía no —la advirtió Nick con una voz irreconocible.
Salió de su cuerpo con lentitud, deteniendo abruptamente sus embestidas.
— ¡No! —protestó ella, apartando la boca de Joe. Maldita sea, ¿cómo podía Nick hacerle eso?
Estaba palpitante. Atrapada en un nudo de la necesidad. ¿Acaso no era su fantasía?
— ¡ Nick!
—Señor para ti —le recordó con un gruñido, una firme palmada en el trasero y un suave
pellizco en el clítoris—. Ahora chúpasela hasta que se corra. Luego tendrás lo tuyo.
Sin mostrar compasión, Joe la observó con un hambre desnuda, volviéndole a meter las manos entre
los cabellos y arrastrándola de nuevo hacia su pene.
_____________ cerró los ojos. Debería estar enfadada. Totalmente encolerizada por esas exigencias
con que la controlaban y contenían. Pero no. Estaba más excitada que nunca.
—Succióname profundamente.
La voz de Joe era tan áspera como el papel de lija. El sonido convirtió su cuerpo en un horno,
provocando que su sexo se contrajera de necesidad.
De nuevo, _____________albergó a Joe en su boca y lo succionó con tesón. Él se tensó todavía
más contra su lengua y apretó los puños en su pelo. Como recompensa, Nick se introdujo con
rapidez en ella, aguijoneando su clítoris hinchado con los dedos, ahora empapados con sus jugos.
_____________ gritó.
Dios, aquello era excesivo. Era superior a ella. Y si bien Nick había moderado el ritmo de sus
envites, _____________ todavía sentía la ardiente espiral de deseo que trepaba por su cuerpo y
amenazaba con sepultarla hasta estallar en mil pedazos de placer y conducirla a la locura.
Al sentir que de nuevo _____________ estaba próxima al climax, Nick se salió otra vez. Ella
gimió. Tenía que correrse. «Pronto, maldición ¡Ya!»
Concentró sus esfuerzos en la polla de Joe, lamiéndola desde la raíz a la punta, demorándose en
el lugar justo debajo del glande, envolviendo la lengua en torno a la gruesa longitud. Luego se lo
metió en la boca profundamente, hasta el fondo de la garganta y succionó con fuerza, hundiendo las
mejillas. Bajo ella, Joe se puso todavía más duro. Gimiendo y espoleándola.

—Sí, eso es. Maldición, muñeca, tienes una boca... oh, sí. Tan caliente, tan perfecta. Sigue
chupando.
Empujó dentro de ella, follándole la boca una y otra vez. Y una vez más, se hinchó contra su
lengua de manera que ella sintió cada surco, cada vena, cada latido del semen bajo la piel.
—Jesús, Nick —jadeó Joe—. No voy a durar mucho más.
—Buena chica —jadeó Nick en su oído mientras le cubría la espalda resbaladiza por el sudor
con su cuerpo y comenzaba a embestir su dolorido sexo—. Trágate hasta la última gota.
_____________ meneó la cabeza, asintiendo, frenética ahora por el deseo. Se arañó los muslos
mientras el deseo crecía rápidamente en su interior, con el vientre tenso de necesidad mientras
Joe la llenaba otra vez y palpitaba en su lengua con fuerza. Luego Joe gritó, un sonido gutural que
le desgarraba el pecho como si el placer fuera pura agonía. El semen caliente le inundó la boca,
salado y lechoso. Apenas tuvo tiempo de tragárselo antes de que Nick se tensara a sus espaldas,
agarrándole las caderas con rudeza para embestirla con toda la fuerza que poseía.
El placer de _____________ subió de intensidad ante la sensación del miembro de Nick llenándola.
Esa voz ronca excitaba cada uno de sus nervios y los comienzos del clímax revolotearon en su
interior, haciéndola gemir y preparándola para la liberación.
—No te corras —le ordenó Nick —. No te he dado permiso.
Tenía que estar bromeando. Frenéticamente, _____________ sacudió la cabeza. No podía detenerse.
Simplemente no podía.
Nick le palmeó el culo, y _____________, por instinto, se apresuró a obedecerle. ¿Por qué,
maldita sea? Quería correrse ya.
Pero por encima de todo quería complacerle. _____________ se crispó, intentando contenerse,
luchando contra su cuerpo para no alcanzar la satisfacción.
—Aguanta, muñeca —la alentó Joe.Ella levantó la vista hacia él, implorando, necesitando. Él solo negó con la cabeza, sus ojos
azules prometían más... pero mucho más tarde.
Ella gimió y lloriqueó. Dios, aquel doloroso placer nunca había sido tan arrollador.
Detrás de ella, Nick le agarraba las caderas mientras la embestía con unos envites penetrantes que
le aflojaron las rodillas. El deseo pulsó en su clítoris mientras él la llevaba cada vez más
alto.
Luego Nick se hinchó y se puso rígido. Con un grito salvaje y una última estocada brutal, él se
corrió larga y duramente.
_____________ no lo hizo. Aunque negarse a sí misma esa satisfacción la hizo tensarse hasta
límites insospechados y gritar. Dios, sentía como si la cabeza estuviera a punto de estallarle. El
deseo se la estaba comiendo viva. Tan ardiente y condenadamente doloroso. Las lágrimas le anegaron
los ojos. No podía seguir así...
Nick se retiró de su cuerpo y se deshizo del condón con una sonrisa de satisfacción. ¡Bastardo!
La había dejado ardiendo.
Lo miró con furia, mientras se imaginaba atravesándolo con un asador, o colgándole por las
pelotas. ¡Ésa era su fantasía, y era la única que no había alcanzado el orgasmo!
—Guau —comentó Joe.
—Puro fuego, ¿verdad?
— ¡Dejad de hablar de mí como si no estuviera aquí! No podéis dejarme en este... estado.
—Te recompensaremos —la tranquilizó Nick.
— ¿Cuándo? El mes que viene no me vale. Incluso cinco minutos me parecen demasiado.
_____________ se retorció con fuerza contra las ataduras llena de frustración. Pero no podía
hacer nada, ni siquiera tocarse el clítoris. Y que esos dos la estuvieran devorando con los ojos
sólo conseguía ponerla más caliente, aumentando aún más su necesidad de alivio.
—Súbete a la cama.
La profunda voz de Nicholas cortó el aire, advirtiéndole de que no iba a tolerar ningún arrebato
más. _____________ tuvo que morderse la lengua para no mandarle al infierno. En definitiva, no
podía desobedecerle. No cuando hablaba así. No sabiendo cuánto deseaba complacerle. La sumisa que
había en ella necesitaba someterse a esa presencia fuerte y confiar en que él le daría todo lo
que necesitaba.
_____________ se acercó a la cama sin saber exactamente qué postura adoptar. Nicholas la sacó de
dudas y la ayudó a ponerse de rodillas, montando horcajadas a Joe mientras él se tendía en la
cama con una amplia sonrisa. La abrasadora mirada azul estaba fija en los empapados rizos de su
entrepierna, y su miembro ya volvía a estar erguido como una columna de piedra contra su estómago.
Por favor, que no quisieran que follara a Joe sin correrse.

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